Titulo: La Llave Suprema
Resumen: Tamao es una princesa que ha perdido lo más valioso y ya no siente deseos de vivir, en cambio Ren morirá pronto a causa de una maldición, pero antes de que esto suceda hará todo lo posible para poder evitarlo.
Declaimer: Shaman King pertenece a su respectivo autor esta historia la hice por diversión y nada mas.
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CAPITULO 14
Los nacientes rayos del nuevo día se asomaron en el horizonte, era la primera vez desde hacia una semana que el sol brillaba con tanta intensidad en el firmamento puesto que los densos y grisáceos nubarrones en el cielo además de las intensas tormentas de nieve que habían azotado la región no permitieron dejar ver la luz del astro solar en varios días.
Esa mañana en particular la joven de plateados cabellos se levanto mucho más temprano que de costumbre, después de asearse dedico parte de la mañana a rezar hasta la hora del desayuno.
Como todos los días desde su regreso al palacio, tomaba el desayuno junto a su familia, consistente en lo que ella consideraba su madre, tres de sus cuatro hermanos mayores y su hermana pequeña con la que se había encariñada bástate.
Y por otro lado estaba la princesa de Miune, a la que de hecho no había tratado mucho a pesar de que esta ya llevaba viviendo una semana en el palacio luego de que su padre la dejara ahí al tener que atender todavía algunos asuntos antes de la celebración del compromiso.
- Buenos días – saludo amablemente la joven mientras tomaba su lugar acostumbrado en la mesa al lado de la chica rubia, todos contestaron al saludo de igual manera, todos excepto la joven pelinegra.
Tal vez era su imaginación que ya le estaba haciendo ver cosas, pero desde la primera vez que trato a la princesa pudo notar cierta antipatía hacia su persona, o al menos eso era lo que la peliplateada creía.
- ¿Querida te sientes bien? – pregunto con cierta preocupación la hermosa mujer de cabellos violetas – tú nunca sueles retrasarte tanto...
- Lo lamento, creo que emplee mas tiempo del acostumbrado para hacer mis oraciones matutinas – le sonrió con gentileza – por otro lado tenia que meditar algunas cosas...
- ¿Es referente a la carta que recibiste ayer del convento? – el castaño de largos cabellos no pudo evitar tocar ese tema pues tenia algo de inquietud por saber de que se trataba.
- Eh... si... – dijo de forma retraída – era de la madre abadesa, me informo que tengo que regresar al convento en dos semanas pues mi solicitud para la imposición de los hábitos fue aceptada – el castaño se le quedo mirando sin decir nada pero su hermano menor pudo notar la cara de disgusto que había puesto luego de oírlo.
- ¿Tan pronto será? – intervino la tranquila voz de la reina – creí que al menos te quedarías aquí hasta la coronación de Ren.
- Yo también pensé eso, pero me será imposible posponerlo... – volteo a ver a su tía con una mediana sonrisa amable en su semblante – y aunque estoy triste por ello por otro lado me siento feliz ya que eh esperado mucho tiempo para esto.
- Pues la verdad yo ni loca me metería en un convento – y como siempre desde que había llegado a sus vidas la joven pelinegra no tardo en dar la nota discrepante de la conversación – eso es solo para desesperadas que no creen tener la mas mínima oportunidad de encontrar un esposo – hablo como si nada mientras cortaba con cuidado un pequeño trozo de carne que era acompañado por ensalada y algunas verduras.
Su desayuno era algo distinto al de los demás presentes en el comedor, puesto que le había pedido expresamente a la reina que los cocineros de palacio le prepararan un menú especial, anteponiendo como excusa el delicado estado de su estomago, mas lo cierto era que aun le tenia cierto repudio a la comida ciliense considerándola de cierto modo una ofensa a su buen gusto.
- Jeanne créeme que yo si te felicito de todo corazón – increíblemente intervino la rubia que solo en muy contadas ocasiones daba su punto de vista en una conversación ajena – por lo menos tu piensas dedicar tu vida por algo en lo que crees fervientemente, no como "otras" personas que solo hacen las cosas por conveniencia o presunción cuando no tienen mas que una burbuja de aire en la cabeza – dijo aquello con doble intención, aunque no estaba muy segura de que la indirecta le llegara a la persona indicada, como ella bien lo había dicho esta solo tenia aire en vez de cerebro.
Mas de uno contuvo la risa al entender perfectamente la indirecta, mientras que la chica de cabellos plateados solo le dirigió una mirada suplicante a la rubia para que no fuera a meterse en algún problema por su culpa, esta le contesto con una pequeña sonrisa conciliadora para darle a entender que no le importaba y en cuanto a la aludida, reacciono muy tarde pero igual se defendió.
- Sabe su majestad, aun no entiendo como deja que la servidumbre se meta en asuntos que no le corresponden, de hecho tampoco entiendo como deja que tomen asiento en la mesa principal – miro de reojo a la muchacha de dorados cabellos con la clara intención de ofenderla.
- No se a lo que te refieres – dijo calmadamente la reina antes de que se hiciera cualquier otro comentario ofensivo – todos los presentes en este comedor son parte de esta familia – la chica se quedo callada, era demasiado pronto para enemistarse con su futura suegra.
- Gracias por la comida – se escucho de repente la voz infantil de la pequeña peliverde – con su permiso madre me retiro – hizo una pequeña reverencia en señal de despedida.
- Espera Jun – antes de salir del comedor su madre la detuvo pues esta había estado mostrando un comportamiento bastante misterioso los últimos días – ¿puedo preguntar a donde es que vas?
- Es que tengo algunos asuntos pendientes que resolver – dejo a más de uno sorprendido con aquella respuesta tan extraña ¿qué asuntos pendientes podría tener una niña de siete años?
- ¿Qué clase de asuntos? – pregunto nuevamente su madre con algo de suspicacia.
- Son asuntos... – solo evadió la respuesta sin decir otra cosa.
- Por eso pregunto ¿qué clase de asuntos? – reitero su postura la reina mirándole seriamente pues la niña había mantenido esa actitud desde que había llegado su invitada.
- Es solo que estoy preparando una maravillosa sorpresa para mi hermano... – sonrió angelicalmente aunque sin dejar muy convencida a la reina que de igual forma ya no quiso preguntar de que se trataba.
- Muy bien... puedes retirarte – dio un pequeño suspiro de resignación al decir aquello.
- Gracias – hizo una nueva reverencia para salir del comedor – sé que a mi hermano le fascinara mi sorpresa – sonrió de una manera extraña mirando disimuladamente de reojo a su querida cuñada.
El desayuno siguió en absoluto silencio, se había formado un ambiente bastante incomodo luego de la intervención de la chica de ojos grises, poco a poco todos se retiraron a sus respectivas labores y obligaciones dejando el comedor vació en cuestión de minutos, al final solo quedaron la joven novicia y el chico de largos cabellos castaños.
- Disculpa Hao… ¿puedo hablar un minuto contigo? – le dijo ella con esa cordialidad que ya era parte de su persona mientras terminaba su desayuno.
- Dime – contesto secamente el chico que también ya estaba terminando de desayunar.
- ¿Me preguntaba si tu…? – titubeo un poco, sabia perfectamente que el muchacho también tenia importantes obligaciones que cumplir pues su padre lo había dejado encargado de varios asuntos mientras él y su madre estaban de viaje.
- ¿Si…? – le miro fijamente al ver que no seguía con su pregunta.
- ¿M-me preguntaba si tu quisieras a acompañarme a dar un paseo por los jardines? – dijo tímidamente, de un tiempo para acá le costaba mucho hablar con él a pesar de que toda la vida lo había considerado como su mejor amigo.
- Estas preocupada por tu jardín ¿no es así? – se adelanto a decir el muchacho de castaños cabellos, desde que eran pequeños pareciese que este podía leer la mente de la chica.
- Un poco… - le hablo pausadamente y con cierta tranquilidad pero sin quitar su vista del plato que tenia frente a si – desde que empezó a nevar no lo he podido ir a verlo y ya que hoy parece estará despejado la mayor parte del día… bueno pues quiero asegurarme de que no haya sufrido un daño severo¿podrías acompañarme?
El joven la observo detenidamente por unos momentos, ella inevitablemente levanto la vista del plato para mirarle un tanto expectante al no recibir una respuesta.
- Esta bien… - hablo con indiferencia, mas en ningún momento quiso mirarle de frente.
- Gracias… – sonrió al ver que después de todo si la acompañaría.
Cuando los dos terminaron completamente su desayuno se encaminaron hacia el lugar que habían acordado visitar, la chica se cubrió con una hermosa y abrigadora capa blanca que la envolvía completamente, el chico lo hizo a su vez con una capa negra de corto vuelo, contrastando como siempre y de una forma extraña sus personalidades.
Recorrieron lentamente el níveo paraje del lugar, la chica caminaba al lado del muchacho manteniéndolo fuertemente tomando del brazo para evitar caer en uno de los muchos bancos de nieve que la tormenta del día anterior había dejado.
Fue un alivio para ella el poder constatar que todo estaba en orden y que la tormenta no daño en lo absoluto el hermoso lugar, el cual a pesar de la gruesa capa de nieve que lo cubría seguía viéndose tan hermoso como siempre, con cuidado fue separándose del joven y lentamente camino hasta el pequeño riachuelo que atravesaba a todo lo largo el jardín.
- ¿No es hermosos Hao? – volteo a ver con una enorme sonrisa en los labios al chico castaño que se encontraba a sus espaldas.
- Si… - este se sonrojo un poco al verla así, resaltando increíblemente su exquisita belleza en aquella escena invernal.
- ¿Sucede algo malo? – le dijo un poco confundida cuando miro como este desviaba su mirada a un punto vacío de entre los árboles.
- No… - su forma de responderle fue hasta cierto punto cortante, tenia que serlo si quería sacarla cuanto antes de sus pensamientos.
- ¿Seguro? – pregunto de nueva cuenta al no estar muy convencida con su respuesta y sin quitarle un segundo la vista de encima.
- Si, ya deja de hacer preguntas absurdas, estoy bien – le contesto demostrando fastidio para que dejara los cuestionamientos de una buena vez, mas esta prosiguió pues de veras estaba preocupada por su amigo, pero él solo continuo evadiéndola sin querer mirarla de frente.
- Quizás solo sean ideas mías... pero sabes Hao desde hace unos días te noto extraño para conmigo… – definitivamente algo no andaba bien, en primera porque él nunca la eludía de esa manera – es por eso que te lo pregunto.
- Que estoy bien, ya deja eso… – el castaño empezaba a molestarse pues obviamente no le iba a decir la razón de sus acciones, en ese momento decidió darle la espalda a la joven de cabellos plateados para que no notara un ligero sonrojo que se había formado en sus mejillas.
- Hao si tan solo me dijeras que es lo que te sucede quizás yo podría ayudarte – insistió una vez más, estaba algo inquieta por el comportamiento tan cambiante del chico.
- ¡Maldita sea ya deja de molestar...¡me estas asfixiando con tus preguntas! – se giro violentamente denotando una gran irritación en sus palabras, la joven se sorprendió mucho por aquella reacción, de vez en cuando este podía decirle algunas cosas ofensivas pero jamás le había gritado de esta manera.
Al oírlo decir aquello no pudo evitar que sus ojos escarlata se empañaran, ocasionándole un dolor inmenso dentro del pecho, era como si le hubiesen estrujado fuertemente el corazón, todos sus sentidos le ordenaban que saliera de ese lugar cuanto antes... y así lo hizo, trato de alejarse del sitio lo más rápido posible, no obstante el chico no lo permitió, sosteniéndola fuertemente de su brazo izquierdo.
- Jeanne espera... – cuando se dio cuenta de cómo la había tratado quiso disculparse inmediatamente.
- ¿Qué es lo que haces?... – mas sin embargo esta no quería escuchar lo que tenia que decirle, estaba demasiado resentida con él.
En su interior sabia que no había sido como para sentirse de esa manera, pero por alguna extraña razón lo único que quería era apartarse cuanto antes de él, como si presintiera que lo mejor era no estar ahí en esos momentos, por lo que trato de soltarse como pudo del agarre mas todos sus intentos fueron inútiles – suéltame, me estas lastimando…
- Escúchame por favor, yo no quería decirlo de esa manera en verdad – la joven detuvo su forcejeo y lo miro de frente con los ojos llenos de lagrimas.
- Es que simplemente no lo entiendo Hao... ¿por qué siempre te ensañas conmigo de esa manera? – decía entre pequeños sollozos la joven novicia – sé perfectamente que nuestra relación nunca ha sido buena, pero no por eso tienes el derecho de estar siempre ofendiéndome.
- No empieces con eso ahora, esto no tiene nada que ver con…. – trato de replicar pero la otra no lo dejo.
- ¿Qué no empiece con que..., es mas que la verdad, jamás tratas a Yoh, a Ana o inclusive a Ren con el que siempre tienes desacuerdos como lo haces conmigo... – le miro de frente tratando encontrar una respuesta mas fue inútil, era obvio que el chico no le iba a decir una palabra... – ¡respóndeme Hao! – la chica alzo la voz como en ninguna otra ocasión, parecía estar perdiendo completamente los estribos.
- ¿Qué demonios quieres que te responda! – le grito nuevamente provocando que su llanto aumentara – deja de llorar, con eso no vas a resolver nada.
- Es que no hay nada que resolver... – le miro sumamente dolida soltándose decisivamente de su agarre.
La joven salió corriendo sin dirección fija, abriéndose paso como podían entre los espesos bancos de nieve.
Cuando pudo salir completamente del jardín en que se encontraba se adentro en uno mas grande que estaba al frente, un enorme laberinto en el cual solía perderse a menudo cuando era una niña pequeña y del que le llevo meses memorizar la salida , ese del que Hao siempre termina rescatándola.
Corrió y corrió a todo lo que sus piernas podían dar internándose así en el inmenso jardín, pero sin querer tropezó con su capa y cayo en la nieve que cubría todo el lugar desde hacia unos días, se quedo unos momentos ahí, sin hacer el mas mínimo intento de moverse pues en el fondo de su ser esperaba que el castaño llegara a ayudarla como cuando eran niños.
El chico la siguió guiándose por las huellas dejadas sobre la blanca superficie del terreno, cuando por fin la encontró se sorprendió muchísimo al verla tirada en el piso, inmóvil y sin dar señas de estar conciente, preocupándose al instante por el bienestar de la chica corrió hasta llegar a ella.
- Jeanne ¿estas bien? – le pregunto rápidamente al percatarse que esta no hacia ningún movimiento – ¡contéstame Jeanne...!
Estaba a punto de tocarla cuando la joven rodó un poco sobre la nieve sin la mínima intención de querer levantarse de ese sitio, se giro lentamente hasta quedar de frente al chico mientras con una de sus manos cubría insistentemente su rostro para ocultar las abundantes lágrimas que salían de sus ojos y que a pesar de todos sus intentos no podía contener.
- Jeanne... – murmuro al advertir como las delicadas manos de la muchacha estaban lastimadas debido a los raspones que se hizo al caer momentos atrás.
Al ver que su querida doncella estaba lastimada el castaño la tomo entre sus brazos lo mas delicadamente que pudo y la cargo hasta que los dos salieron del lugar, depositándola suavemente en una pequeña banca que estaba en las afueras del jardín, para posteriormente tomar asiento junto a ella.
Los dos permanecieron en silencio por un largo rato, ella llorando calladamente y él sintiéndose terriblemente mal al verla de esa manera y no poder hacer nada para confortarla.
Era la primera vez que la veía en ese estado, nunca antes le vio derramar una sola lágrima o al menos nunca en su presencia, ni siquiera después de la muerte de sus padres o la muerte de su tío y ahora esa dulce joven lloraba desconsoladamente por su culpa.
Después de unos minutos la chica pudo tranquilizarse un poco, perdiendo su vista que ahora estaba vacía en lo blanco de la superficie.
- ¿Por qué siempre tenemos que discutir de esta manera Hao...? – pregunto bajamente estando ya mas serena pero sin quitar su vista del frente.
- No lo sé... – le dijo casi en un murmullo mientras adoptaba una posición parecida a la de la joven, no obstante él sabia perfectamente cual era el motivo por el que siempre terminaba dañándola.
- No sabes como me duele el que no podamos llevarnos bien... – la joven recargo sutilmente su cabeza en el hombro del muchacho – yo siempre te he considerado mi mejor amigo – una pequeña sonrisa se dibujo en sus labios al decir aquello – ¿es irónico no?
- ¿De que hablas? – volteo a verla algo confundido, ella jamás había demostrado tanta tristeza y desanimo en sus palabras.
- El que tu sepas absolutamente todo de mi y sin embargo para mi tu seas un completo misterio.
- Jeanne yo...
- ¿Por qué Hao?... – le decía con voz suave sin moverse de aquella posición – ¿por qué?... – volvió aquel silencio por unos momentos mas hasta que el castaño decidió tomar la palabra nuevamente muy a su pesar, tenia que decirle sus sentimientos o su conciencia no lo dejaría en paz el resto de su vida.
- Porque te amo… – empezó a decir este casi en un susurro, la joven se aparto lentamente de él mirándolo en extremo sorprendida por sus palabras.
- Te amo como jamás imagine que podría hacerlo y aun así lo hago desde la primera vez que te vi – se giro un poco hasta que la miro fijamente, quedando así los dos frente a frente - pero de igual forma te odio con todo mi ser... puesto que tú nunca podrás ser mía como yo tanto lo deseo – sin decir nada más tomo suavemente su rostro entre sus manos depositando inesperadamente un sutil beso en sus labios.
La chica quedo petrificada por esa acción tan sorpresiva por parte del muchacho, apartándose abruptamente de él con una enorme confusión dentro de si, aun y con todo eso se puso rápidamente de pie para interponer distancia entre los dos cuanto antes, sin poder decir nada pues se había quedado casi muda por la enorme sorpresa pero a la vez lo hizo por el desencanto que había provocado en ella el chico.
Se fue separando lentamente… alejándose de él con pequeños pasos hacia atrás, al fin había obtenido lo que tanto quería, la confesión de los secretos mas profundos de ese chico, aunque hubiese preferido jamás haberlo sabido porque ahora todo su interior era un mar de sentimientos confusos.
- No... esto no puede ser… – dijo la chica al momento que nuevas lagrimas empezaban a formarse en sus ojos carmesí – tu no puedes... no debiste... – se fue alejando mas y mas del muchacho.
- Espera Jeanne... – trato de tomar su mano nuevamente pero esta la aparto como un auto reflejo de su alcance.
- ¡No me toques! – lo miro con temor y confusión, una expresión nueva para él puesto que ella jamás la había demostrado, le vio con ese miedo que se le suele tener a lo desconocido – no quiero que me vuelvas a tocar... – se dio rápidamente la media vuelta corriendo a toda velocidad con dirección al palacio.
- ¡Jeanne espera por favor…! – le grito tratando de detener su paso, mas fue inútil, ella no estaba dispuesta a escuchar una palabra mas.
- ¡Maldición! – dio un fuerte puñetazo lleno de ira y desesperación contra la banca en la que había permanecido sentado hasta el escape de la chica – por eso no quería decírtelo...
- Por esa razón nunca te lo dije... – el tono de su voz fue disminuyendo a medida que su impotencia aumentaba – porque no quería ver esa expresión de miedo en tu rostro… - dijo ya en un murmullo mientras perdía la mirada en el sendero que había tomado la joven.
La peliplateada entro en el palacio como si fuese un alma llevada por el diablo, su rostro estaba bañado en lágrimas denotando así la gran frustración que ahora se vivía dentro de ella.
Estaba tan inmersa en sus pensamientos que ni siquiera se percato de que Yoh se encontraba en el camino, el cual viendo el estado en que se encontraba su amiga trato de detenerla para saber que era lo que le pasaba, pero esta simplemente siguió de largo sin prestar atención a sus palabras, su única meta era llegar lo antes posible al refugio de su habitación.
Inmediatamente después de cruzar el umbral de la puerta se encerró en ella bajo llave, con sumo nerviosismo prendió algunas velas y tomo su rosario de perlas negras de la cómoda a un lado de su cama, empezando a rezar en absoluto silencio, escuchándose solamente los sonidos provocados por sus sollozos que se negaban a ceder a pesar de las rápidas gesticulaciones de su boca al recitar sus rezos.
Al rezar trataba de borrar lo que sin duda para ella había sido un pecado imperdonable al estar tan cerca su ordenación religiosa y a la vez encontrar paz y serenidad en su alma, estaba tan confundida por lo ocurrido, jamás antes se había sentido de esa manera, por primera vez en su vida estaba anteponiendo duda sobre su verdadera vocación de la cual antes se encontraba completamente segura.
Rezo y rezo por algunas horas, dándole cinco vences vuelta al rosario, recitando así cada uno de los misterios existentes, pero sobre todo le suplicaba al creador le concediese encontrar consuelo para su ser y claridad para sus pensamientos, siguió orando hasta que se quedo profundamente dormida aun con algunas pequeñas gotas de agua salada en el extremo inferior de sus ojos y con el rosario fuertemente sostenido entre sus manos…
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El resto del día transcurrió sin que los jóvenes viajeros pudieran hacer nada mas, decidieron pasar la noche en la aldea ainu, ya mañana buscarían mas pistas que les indicasen el camino a seguir, por que sin duda a equivocarse el ambarino creía que aquella aldea era clave en todo el meollo de esa escabrosa situación.
El joven de celeste cabellera los condujo a la casa que alguna vez había sido su hogar siendo esta donde finalmente pasaron la noche, increíblemente el violáceo no interpuso queja alguna dejando algo sorprendidos a los otros dos viajeros, mas él tenia sus propios motivos al suponer que era lo mejor pues tenia algunas dudas al respecto del porque exactamente en esa casa la brújula marcaba la presencia del hechicero.
Después de prender una fogata en la vieja pero aun funcional chimenea la pelirosada se encargo de preparar la cena, desde el momento en el que el joven ainu piso su aldea había estado como absorto en el mismo, mientras que el violáceo recorría cada rincón de la casa con la brújula en mano sin decir nada.
- Joven Ren la cena ya esta lista... – le hablo con calma la muchacha puesto que ella y el peliazul ya habían tomado asiento en una improvisada mesa.
- Ahora voy... – dijo sin hacer mucho caso a las palabras de la chica teniendo puesta toda su atención en el muro de piedra que estaba frente a él.
Golpeo con suavidad en repetidas ocasiones aquel punto en específico llamando hacia si al instante el interés de sus compañeros de viaje.
- ¿Sucede algo malo? – pregunto con un poco de desconcierto la joven, el otro no hizo mucho caso a sus palabras pues seguía muy concentrado en aquella pared.
Después se giro examinando cuidadosamente el sitio con la mirada, cuando por fin encontró lo que andaba buscando se encamino a la chimenea y de ahí tomo una pequeña barra ya que al parecer eso era lo que necesitaba.
De nueva cuenta se volvió a la pared en la que había tenido completamente su atención momentos atrás ante la mirada confundida de los otros dos jóvenes.
- ¿Crees que ya se haya vuelto loco? – comento el peliazul sin quitarle la vista de encima al ambarino, la chica que estaba a su lado solo se expreso con pequeños ademanes negativos viendo como ahora el chico violáceo desprendía con la barra una de las piedras del muro.
Un sonrisa satisfactoria se formo en los labios del ambarino al ver que detrás de esa piedra se encontraba algo que sin duda era la última pista para hallar a Yuerame.
Los otros chicos se quedaron mas que sorprendidos luego de ver como su acompañante sacaba de la pared un bulto de cuero muy empolvado y lleno de telarañas, el muchacho desenvolvió aquel extraño bulto dejando al descubierto un libro que parecía ser muy antiguo.
- Lo sabia... – hablo triunfalmente como si su descubrimiento hubiese sido un gran logro.
- ¿De que hablas? – estipulo inmediatamente el de cabellos celestes que tenia tanta curiosidad como su princesa por saber que era eso que parecía ser tan importante.
- Esto Horo Horo, es la ultima pista para encontrar a Yuerame – se acerco a la mesa dejando el libro sobre ella – parece ser que tu familia era la encargada de resguardar el legado final del hechicero de la luz.
- Sigo sin entender... – le miro mas confundido que antes.
- Podría explicarse por favor joven Ren... – pidió de manera amable la chica pelirosada a lo que el ambarino tuvo que acceder.
- En este libro se muestra la ubicación exacta del palacio del hechicero, supongo que fue conferido a tu tribu al ser esta la mas cercana a su ubicación original – miro con detenimiento el libro y se percato de que estaba cerrado bajo alguna clase de cerradura – ellos eran los encargados de proteger este libro en caso de que algún día llegase a necesitarse... pero al parecer esta sellado con un mecanismo muy especial.
- Déjame verlo... – prácticamente el ainu se lo arrebato de las manos no haciendo esperar la respuesta ofensiva del afectado.
- Como siempre tus modales hablan por ti... – se expreso de manera mordaz a lo que el otro respondió al instante.
- Ja… ja… ja... que gracioso… con esos chiste deberías hacerle competencia a Chocolove – dijo con amplio sarcasmo dando claras miras de que iban a quedar en medio de una nueva discusión.
- Pues créeme que por tu cuenta ya nos ganaste al moreno y a mi – respondió de igual manera provocando una reacción inmediata en el otro chico.
- ¿Si lo que quieres es pelea solo tienes que decirlo? – pareciese que ese par no eran felices si no discutían.
- Aunque lo quisiera no veo un rival que este a mi altura – le miro de rejo apoyando la cabeza en su mano derecha mientras que su codo descansaba en la mesa, haciendo enfadar mas al chico.
- ¿Insinúas que yo no puedo darte una buena pelea? – presiono fuertemente uno de sus puños mientras una venita en la frente se le hinchaba por la sangre que se empezaba a agolparse en ese punto.
- Que conste que tú lo dijiste... – serró cansadamente los ojos sin moverse de su posición.
- Ya me tienes harto... – y así empezó una nueva disputa entre los dos aunque en esta ocasión la pelirosada no hizo el menor intento de detenerlos pues estaba sumamente intrigada con el mecanismo de cerradura que tenia ese libro.
Lo sostuvo por unos momentos, examinando con detenimiento el extraño broche donde se suponía debía ir la llave, pasó sus dedos sobre la superficie provocando que al contacto la cerradura cediera abriéndose el broche, dejándola en extremo sorprendida.
- J-joven Ren... Horo... – les llamo con voz baja e incrédula sin quitar la vista del libro.
- Ahora no Tamao... – contesto el chico peliazul teniendo fuertemente agarrado del cuello de la camisa al ambarino que aun permanecía con los ojos cerrados como si no le importara en lo absoluto las acciones desesperadas del otro.
- Es necesario que vean esto – insistió una vez mas provocando que inevitablemente estos volvieran su atención a ella.
- ¿Como lo abriste? – le estipulo de inmediato el joven violáceo que aunque sorprendido mostró una enorme frialdad.
- Eh... p-pues yo solo pase mis dedos por la cerradura y entonces se abrió – contesto a la pregunta con algo de calma.
- ¿Estas segura? – le miro inquisidoramente y con un semblante mucho mas serio que el acostumbrado.
- S-si... ¿sucede algo malo? – estaba un poco confundida por el cambio tan drástico en la conducta del chico.
- No... supongo... – fue lo único que dijo mientras tomaba nuevamente el libro para ver que era lo que decía, aunque a simple vista no entendió los extraños símbolos.
Después de unos segundo y viendo que este no hablaba ni hacia ninguna clase de observación el de celeste cabellera decidió intervenir de nueva cuenta.
- ¿Que pasa? – se expreso un tanto exasperado, el violáceo levanto la mirada con sumo fastidio.
- Los símbolos son incomprensibles, dudo mucho que este libro sea de mucha ayuda – le contesto con una frustración evidente en su rostro.
- ¿Me permites por favor? – le dijo con fingida amabilidad y algo de sarcasmo, el peliviolaceo no hizo mucho caso pasándole el libro.
- Veamos... – se paso hasta la primera pagina, quedándose estacionado en esa parte por un pequeño lapso de tiempo – es imposible... – murmuro después de algunos momentos.
- ¿Acaso entiendes lo que dice el libro? – el joven de ámbar mirada por primera vez mostró algo de atención e interés en las palabras que salían de ese chico, el cual solo hizo un ademán afirmativo con la cabeza.
- Cuando era pequeño mi padre se encargo de instruirnos a mí y a mi hermana en este dialecto – hablo pausadamente – por lo que puedo comprender algunas oraciones.
- ¿Y-y que es lo que dice? – dijo tímidamente la muchacha al tener cierta curiosidad por la procedencia de ese extraño libro.
- Según esto, luego de que el hechicero de la luz ganara aquella tormentosa batalla contra el poder de la oscuridad condeno a Yuerame y a todos sus servidores a un destierro eterno dentro de su palacio para que nunca más pudieran causar daño alguno.
- Entonces mis suposiciones eran correctas y tu aldea era la encargada de reguardar ese legado – dijo el ambarino dejando de lado su sarcasmo acostumbrado.
- Eso parece... – hablo distraídamente, ahora empezaba a creer que todo aquello no era una locura tal y como lo pensó en un principio.
- Horo puedes seguir leyendo lo que dice – le dijo con voz suave la pelirosa viendo como el chico asentía con un pequeño movimiento de cabeza.
- Tratare, pues ahora me encuentro fuera de practica – advirtió para después proseguir – dice que antes de que Yuerame fuese desterrado mando una ultima maldición… él regresaría y se vengaría de todos aquellos que alguna vez se le opusieron, aquel palacio que fue su prisión aparecería en este mundo solo los días en que la luna llena estuviera en su máximo punto, mas sin embargo no podría salir de su presidio hasta que llegara el día de su regreso cuando las almas de cien inocentes fueran sacrificadas...
Releyó una y otra vez esa parte, en especial lo hizo para asegurarse de que su traducción no fuese errónea pero entre mas lo meditaba fue palideciendo al darse cuenta de un aspecto en especial.
- ¿Horo qué pasa¿por qué te detienes? – se expreso con cierta impaciencia la chica, algo no muy común en ella.
- Fueron cien personas exactamente las que murieron a causa de la epidemia – dijo aun con el rostro desencajado.
- Estas pesando que... – el ambarino indago al instante no necesitando otra aclaración del chico al ver como este lo afirmaba con un pequeño movimiento de cabeza, la pelirosa también entendió el mensaje por lo que se abstuvo de hacer comentarios - ¿qué mas dice? – se apresuro a preguntar al ver su respuesta.
- Pues que a partir del momento en el que el volviera pasarían diez años mas para que él finalmente reinara, durante ese tiempo recuperaría parte de sus poderes pero estos solo serian parciales hasta la luna llena del décimo año, cuando esta se alineara con los todos los planetas y la tierra, entonces se liberaría el poder supremo concedido a las tres llaves que para entonces ya estarían en sus manos.
- ¿Y hace cuanto que ocurrió esa desgracia? – pregunto como si toda su misión dependiese de su respuesta, el chico peliazul se quedo pensativo por unos momentos.
- Si mis cálculos no me fallan serán diez años la próxima luna llena – el joven se quedo sorprendido por sus propias palabras pues esta seria en solo dos días mas.
- Eso quiere decir que al final y después de todo lo que hemos pasado el terminara viniendo por nosotros – se expreso con una sonrisa bastante confiada el muchacho violáceo
- ¿Por qué lo dices? – se volvió a él inquisitivamente el de cabellos celestes mientras que la pelirosada se mantenía a la expectativa.
- Si quiere liberar su poder necesita las llaves, pero no le será nada fácil obtenerlas puesto que dos de ellas las tenemos nosotros.
- Déjame ver si entendí¿nosotros tenemos dos llaves? – pregunto el peliazul sin entender muy bien, pues jamás había visto las dichosas llaves que él mencionaba.
- Exacto, Tamao tiene una y yo tengo la otra – señalo haciendo que la joven se alertara al instante.
- ¿C-cómo, yo no recuerdo poseer algo parecido a una llave – se apresuro a decir la pelirosa mas el otro se encargo de sacarla inmediatamente de su error.
- Por supuesto que la tienes... es esa espada que tu padre te obsequio antes de morir – le hablo con suma calma haciendo que la chica comprendiera inmediatamente – solo faltaría la tercera y la mas importante, pues sin esta el poder de las otras dos se anula automáticamente.
- ¿Y como encontraremos esa llave? – intervino finalmente el ainu.
- No lo sé... según la leyenda esta aparecerá cuando sea el momento indicado mas no dice que aspecto o forma tomara, ni mucho menos donde se encuentra – contesto con suma seriedad.
Todos guardaron silencio después de aquello, la joven para tratar de aclarar sus pensamientos tomo de nueva cuenta el libro, como si en este se encontrara la respuesta a aquel enigma.
Lo hojeo por unos momentos hasta que de el se desprendió una pagina doblada llamándole automáticamente la atención, cuando la observo con mas cuidado pudo percatarse de que era un especie de mapa en el cual estaban señalados los actuales reinos del norte, sur, este y oeste.
Pero había algo muy extraño en ese mapa ya que justo en el centro de los cuatro reinos se encontraba un quinto dominio, dejándole a la chica una gran interrogante pues justo frente a ese reino también estaba señalada la aldea en la que en ese momento se encontraban.
Continuara...
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En primer lugar quiero disculparme por el retraso, es que se me atravesó el final de otra de mis historias y pues solo tuve tiempo en la semana pasada para hacer ese capitulo (n.nU), lo segundo es respecto a las propuestas que me han llegado para liquidar a cierta princesa caprichosa, de verdad agradezco sus ofrecimientos pero créanme que ya le llegara su merecido castigo (de eso me encargo yo (XD) y lo tercero es que espero les haya gustado el capitulo a pesar de lo enredado que estuvo en algunas partes (Andrea por piedad no me mates por la primera parte (T-T), en fin eso fue todo por ahora, las cosas se pondrán un poco complicadas para el próximo capitulo así que les pido me tengan paciencia que todo se resolverá a su debido tiempo (creo (¬¬U) por ahora eso fue todo, hasta la próxima...
