Titulo: La Llave Suprema

Resumen: Tamao es una princesa que ha perdido lo más valioso y ya no siente deseos de vivir, en cambio Ren morirá pronto a causa de una maldición, pero antes de que esto suceda hará todo lo posible para poder evitarlo.

Declaimer: Shaman King pertenece a su respectivo autor esta historia la hice por diversión y nada mas.

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CAPITULO 18

Los luminosos rayos plateados se colaban por lo cristales del domo que estaba sobre sus cabezas, iluminando a la perfección el cuerpo inerte de la joven de rosados cabellos que ahora yacía recostada rígidamente sobre los brazos del muchacho de mirada ámbar, el cual se encontraba en alguna clase de estado de shock pues simplemente aun no podía asimilar todo lo ocurrido.

- Nuestra situación es bastante irónica ¿no lo crees? – la voz del chico se escuchaba mas sarcástica de lo normal – y tal vez lo que valla a decirte sea demasiado tarde, pero aun así quiero que sepas lo que siento realmente por ti... – empezó a explicarle aunque parte de su ser le decía que todo aquello ya era inútil – pues tu mi dulce Tamao eres el tesoro mas preciado que haya podido encontrar en este mundo, ya que sin duda eres lo mejor que pudo haberme pasado en la vida...

Al decir lo último no pudo evitar dejar entrever en su semblante una satírica sonrisa contrastaste con lo lúgubre que lucia su rostro, a pesar de que en parte este era cubierto por los mechones violáceos de los cabellos que le caían desordenadamente sobre la frente, ocultando así su cristalizada mirada.

Un amargo silencio se formo por unos momentos, en los cuales el ambarino se aferró con mayor fuerza a ella, manteniendo dentro de si la fiel esperanza de que todo lo ocurrido no era mas que un mal sueño del que pronto despertaría, por primera vez en su vida rogaba e incluso suplicaba porque así fuese y tal pareciera que todas sus plegarias habían sido escuchadas puesto que solo unos segundos después algo llamo inevitablemente su atención.

- P-pa... para m-mi... – casi en un inaudible murmullo pudo escuchar la voz apagada de la joven que aun sostenía inmóvil en sus brazos – p-para mi también lo es...

Aun con algo de incredulidad y pensando que solo se tratase de una mala jugada por parte de sus emociones, se separo lentamente de ella para constatar que lo que escucho fuera real.

El rostro se le fue iluminando lentamente al confirmar que todo aquello no era una simple ilusión como pensó en un principio, pues a pesar del desmejorado estado físico de la muchacha esta aun se encontraba con vida, causando en su interior una inigualable alegría.

- Tamao... – le sonrió con infinita ternura, una emoción que creyó jamás podría expresarle a absolutamente nadie... mas simplemente ella se merecía eso y mucho mas al haber derrocado con rotundo éxito los gruesos muros de hielo que por tantos años mantuvieron aprisionado su corazón.

Y si bien la pelirosa milagrosamente se encontraba con vida, su demacrado aspecto indicaba que tenía que ser atendida cuanto antes. El joven se arrodillo en el piso acomodando a la muchacha de tal manera que este pudiera despojarse de su capa, lo que hizo con extremo cuidado y tratando de no incomodar mas a la chica.

Posteriormente la recubrió con ella, puesto que la temperatura corporal de la joven era considerablemente baja, siendo esto ampliamente demostrado en el tono azulado que había tomado su antes nacarada piel.

- Todo estará bien ahora – le dijo suavemente mientras contemplaba detenidamente el bello y fino rostro de la muchacha que apenas si podía tener abiertos sus ojos para verle también.

- G-gracias... – murmuro la joven alzando con dificultad una de sus manos para acariciar sutilmente su mejilla en actitud de verdadera gratitud.

Al sentir el gentil tacto de la joven sobre si, no pudo seguir reprimiendo aquel impulso que durante varios meses contuvo y del que incluso quiso convencerse era una completa locura pero que ahora teniéndola tan cerca ya no lo veía como tal.

Con lentitud se fue acercando hasta quedar a escasos centímetros de su rostro donde se detuvo por unos instantes para fijar su completa atención en los carnosos labios carmín de la muchacha, esos que por tanto tiempo le fueron en extremo deseables pero debido a su orgullo no se atrevió a tocar.

Y si bien dudo por un segundo de hacerlo prosiguió cuando su respiración fue inundada por el dulce olor a jazmín que de ella se desprendía, teniéndola tan cerca de sí aumento considerablemente su necesidad de hacer esos labios suyos sin una sola contemplación mas.

La pelirosa estaba ampliamente conciente de lo que ocurría y sin embargo no hizo ni dijo absolutamente nada para detenerlo, pues ella se encontraba en un trance muy parecido al que estaba experimentando el chico violáceo, perdiéndose nuevamente en el profundo dorado de los ojos del chico.

Fue entonces que pudo sentir el leve contacto de sus labios con los suyos, despertando un sinnúmero de nuevas y maravillosas emociones que le recorrieron de arriba a bajo mientras una sensación por demás extraña empezaba a formársele en la boca del estomago, era como si un centenar de pequeñas mariposas le revolotearan animadamente por dentro.

El joven por su parte pudo probar el delicioso y singular sabor a cerezas que destilaban sus tersos labios, disfrutando infinitamente aquel exquisito néctar al momento que profundizaba el beso con lentos y rítmicos movimientos que la muchacha poco a poco fue correspondiendo en igual forma.

De pronto ambos se encontraron en un hermoso lugar en el que solo existían ellos y nadie más, sin preocupaciones y aun sin parecer recordar lo que había ocurrido momentos atrás pues únicamente disfrutaban de su recíproca compañía.

Pero como todo, ese bello momento inevitablemente también tenia que terminar, los dos se vieron obligadamente a separarse, mas que por voluntad fue por la falta de oxigeno en sus pulmones.

Y si bien estaba débil y sin recuperar en absoluto sus fuerzas, el color volvió a las mejillas de la chica, no obstante este era causado por el enorme sonrojo que también podía notarse en el rostro del violáceo, el cual podía sentir latir violentamente su corazón.

El muchacho no dijo nada pues aun podía saborear en su boca aquel singular sabor a cerezas que tuvo como reflejo una diminuta sonrisa trazada en el borde de sus labios, los cuales le reclamaban insistentemente volver a probar una vez mas aquello que sin duda podía volverse una adicción para él.

El joven se dejo llevar por sus instintos tomando de nueva cuenta aquellos dulces labios ahora un tanto hinchados por la efusividad aplicada la vez anterior, mas en esta ocasión hubo algo distinto, pues se percato al instante de que aquel beso no estaba siendo correspondido.

- ¿Sucede algo malo? – no pudo evitar preguntárselo a penas se separo unos centímetros de ella.

- E-esto no esta bien joven Ren... – aunque quedamente la joven había empleado una mayor fuerza de voz en sus palabras.

- ¿Por qué no? – le observo un tanto desconcertado pues por la forma en que correspondió el beso la primera vez pensó que los dos estaban igualmente conectados – ¿o es que acaso tu no sientes lo mismo?

- S-siento lo mismo... p-pero aunque me duela en el alma reconocerlo, esto no puede ser... – la muchacha le sonrió tristemente – usted mejor que nadie sabe cual es nuestra situación.

- Te refieres a tu compromiso ¿verdad? – se expreso un tanto molesto y adoptando su frialdad acostumbrada.

- N-no solo es eso... – bajo la mirada un tanto cansada pues estaba luchando con todo para mantenerse conciente – r-recuerde por favor la promesa que le hizo a su madre...

- Si es eso lo que te preocupa, entonces hablare con mi madre para arreglar las cosas… – se apresuro a decir ganándose solo una sonrisa bastante conciliadora por parte de la chica.

- No puede hacerlo... – mantuvo su sonrisa a pesar que sus fuerzas estaban a punto de abandonarle completamente – p-porque no solo defraudaría la confianza de su madre, sino que también estaría haciéndolo con su pueblo que cuentan con su buen juicio para tener una vida prospera y digna...

- Pero... – quiso objetar mas la otra no lo dio oportunidad a hacerlo.

- Mi padre me dijo una vez que antes de nuestros propios intereses siempre estaría primero el bienestar de nuestro pueblo – serró los ojos al no poder seguir manteniéndolos abiertos, no obstante a eso siguió hablándole con algo de fluidez al muchacho – puesto que todas esas personas han depositado toda su confianza en nosotros e incluso estarían dispuestos a dar su vida para que así sea... es por eso que ni usted ni yo podemos decepcionarlos...

- E-entiendo... – le dijo con resignación, a lo que veía de ninguna manera iba a poder cambiar sus ideales, dándole de nueva cuenta una lección de madurez pero sobre todo humildad y un alto sentido de sus propias responsabilidades.

- Gracias por comprenderme... – le dedico una última sonrisa antes de quedar completamente inconsciente.

- Gracias a ti por haber cambiado mi vida... – deposito un nuevo beso en su frente para posteriormente encauzar sus pasos hacia la enorme puerta de madera que otra vez había aparecido en lo que antes había sido un muro mas.

Dispuesto a salir cuanto antes de ahí atravesó el umbral de la puerta, llevando en sus brazos a la que ahora no le quedabas mas que claro solo podía ver como su acompañante de viaje y nada mas.

♦♦♦♦♦

El sol empezaba a emerger en el horizonte, ahora era cuando se podían cuantificar los daños causados por el ejercito fantasma que los hubiese atacado durante el eclipse de luna presentado la noche anterior, aquel batallón que desapareciera tan misteriosamente como había emergido luego de que esa cegadora luz se disipara en la oscuridad del cielo.

No obstante fueron muchas la bajas lo cierto era que habían sido considerablemente menos que los heridos que ahora eran auxiliados por los diversos doctores de ambos bandos.

Y si bien las circunstancias en las que fueron lesionados los gemelos Asakura pudiesen considerarse a su estado como grave, lo cierto era que habían sobrevivido, siendo posteriormente trasladados al castillo para que recibiesen una mejor atención.

El menor de ellos sufrió don impactos de flechas tanto en el hombro derecho del que fue inmovilizado y un rozón en el brazo izquierdo que igual fue vendado pero solo para tratar la herida.

Pero a parte de que el joven se sentía bastante afortunado por seguir con vida, de lo que más daba gracias era de que durante todo el tiempo que se vio obligado a permanecer en cama tuvo como enfermera a la joven de cabellos dorados, la que extraordinariamente actuaba con mayor amabilidad que de costumbre.

- ¿Estas seguro que no necesitas que te acomode la almohada? – aun siendo todas aquellas atenciones bastante nuevas para el muchacho, este trataba de disfrutar de la cordial actitud de su prometida el mayor tiempo posible.

- No te preocupes Anita esta muy bien así jijiji... – le sonrió con la jovialidad y alegría características en su personalidad.

- ¿Seguro? – le dijo no muy convencida pues aun podía recordar el momento en el que lo habían llevado a palacio, con el hombro bañado en sangre y sin poder detener la hemorragia, al ver su deplorable condición sintió un temor inmenso al creer que lo perdería.

- Completamente... – le respondió afablemente al apreciar el rostro desconfiado de la rubia, la que justo ahora estaba parada a un lado de su cama.

- Me alegra... – una sonrisa casi inapreciable se dibujo en sus labios, dejando un tanto desconcertado al chico que ahora veía como esta tomaba asiento en la orilla de la cama, situándose a solo unos centímetros de donde él se encontraba.

- Ana... – murmuro el castaño al momento que inesperadamente tomaba la mano de la rubia entre la que él tenia libre – ¿puedo preguntarte algo? – la joven se volvió para verle fijamente con la intensidad de aquellos ojos negros, lo que le indicaba que podía continuar con su pregunta - ¿l-lo que dijiste la otra noche era cierto?

- ¿Y que dije la otra noche? – la muchacha empleo algo de frialdad para formular la pregunta ocasionando una pequeña punzada en el corazón al chico.

- Ya veo... – la sonrisa se borro del rostro del castaño al ver como esta lo había olvidado o simplemente evadía ese tema una vez mas, dándole a entender que no era conveniente presionarla – olvídalo, creo que ahora ya no tiene importancia...

- ¿Eso es realmente lo que piensas? – la joven le miro firmemente – por que sabes, dije muchas cosas la otra noche... – la extraña respuesta hizo que el castaño también le mirara de frente no pasándole desapercibida la traviesa sonrisa que ella ahora tenia dibujada en los labios.

- ¿Sabias que eres muy mala conmigo? – el chico devolvió la sonrisa al ver la actitud un tanto juguetona de su prometida – dime Ana Kyouyama ¿por fin aceptaras ser mi esposa? – apretó con mayor fuerza su mano.

- Para que me preguntas si ya te di mi respuesta la noche anterior – el joven castaño solo dejo escapar una pequeña risita pues aunque el mundo se acabara y la raza humana se extinguiera la personalidad de su querida Ana seguiría siendo la misma, cosa que no cambiaria por nada, ya que si bien la joven poseía una deslumbrante belleza lo que a él realmente le atraía era su inigualable forma de ser.

- Por eso me gustas tanto… – sin mas el chico se acerco hasta ella con la clara intención de besarla mas se detuvo en seco a medio camino al resentir la herida de su hombro que lo paralizo por el tremendo dolor.

- ¡Yoh eres un tonto! – le recrimino la joven al instante viendo como la sangre había teñido de rojo las vendas con que era recubierta la herida.

- Anita... yo... – quiso decir algo, mas la joven lo acallo al instante.

- Ningún Anita, te quedaras inmóvil en esa cama hasta que el doctor diga lo contrario – le reprendió de tal manera que lo hizo sentir como un niño pequeño que había hecho algo realmente malo, pero igual no dijo nada pues se enfocaría únicamente en recibir los cuidados y atenciones de su prometida y que ahora tenia claro muy pronto esposa.

- - -

A diferencia de su hermano gemelo el mayor de los Asakura aun no despertaba del tremendo golpe que había recibido en la cabeza, la joven doncella de cabellos grisáceos ahora mismo velaba por su bienestar.

Curando cada cierto tiempo la herida abierta para que no se infectara pues ya pasaba del medio día y este aun no parecía dar señales de querer reaccionar. A pesar de las horas transcurridas desde que aquella pesadilla comenzó, la peliplateada se negaba a apartarse de su hermoso rosario de perlas negras, rezando para que ese joven pronto despertase de su prolongado letargo.

Como lo había hecho ya desde que llevaron al chico a palacio, nuevamente la joven se levanto de su asiento para cambiarle los vendajes de la cabeza, con mas que cuidado retiro aquellas vendas para posteriormente con el agua limpia curar la abertura en su frente.

- ¿Por qué siempre tienes que ser tan descuidado? – murmuraba en una conversación que era mas para ella que para el otro – no has cambiado nada desde que éramos niños, aun recuerdo como siempre terminabas todo raspado cuando tu y los chicos hacían competencias para ver quien trepaba mas alto en los árboles del bosque – la muchacha sonrió sin querer al evocar en su mente esos momentos – recuerdo que alguna vez también te hiciste una herida similar en la cabeza luego de caer de una de las ramas mas altas, no sabes cuanto me asuste por ello y aunque tu no lo recuerdes en esa ocasión llore sin parar al ver como tu no querías abrir los ojos igual que ahora...

La chica de largos y plateados cabellos a penas termino de curar la herida se dispuso a cubrirla nuevamente con gasas y vendas limpias sin detener en ningún momento su monologo.

- Fue quizás por eso que quise alejarme de ti, porque temía que algún día te irías de mi lado al anteponer tu propia vida para defender lo que tu crees es lo correcto sin importar nada mas – al decir lo ultimo dejo escapar un pequeño suspiro un tanto melancólico – ni siquiera te importaría lo que yo siento, porque sabes... parte de mi espíritu morirá contigo el día en que tu me dejes finalmente sola en este mundo vació...

Los ojos carmesí de la joven se pusieron vidriosos al tener tan presentes todas aquellas emociones que durante tanto tiempo quiso enterrar en la soledad y paz que le daban las paredes del convento, mismo en el que se encontraba totalmente aislada de los horrores del mundo externo, aunque con ello también estaba privada de los placeres y alegrías que este igualmente ofrecía.

- Lo lamento Jeanne... – al escuchar aquella voz paro automáticamente su soliloquio¿seria posible que el chico hubiese escuchado todo lo que dijo¿y si lo hizo que explicación iba a darle, supuso que lo mejor seria salir cuanto antes del lugar pues sentía una enorme vergüenza por todo lo dicho.

Quiso salir de la habitación pero en su intento de escape fue interceptada por el chico castaño quien la detuvo sosteniendo con mediana fuerza una de sus manos.

- Por favor no te vallas... – la joven detuvo sus pasos aunque manteniendo su apenado rostro alejado de la vista del muchacho castaño – puedo saber ¿por qué nunca me lo dijiste? – la chica estaba acorralada y sin una vía de escape como la ultima vez que ambos tocaron ese tema, no quedándole mas que resignarse y por primera vez abrir sus sentimientos ante el chico.

- No tenia caso hacerlo... – le dijo con evidente tristeza que mantuvo oculta de los ojos negros del muchacho – ustedes siempre me vieron como la pequeña hermana que había que proteger, además tu nunca me tomabas en cuenta lo que yo sentía, eso me quedo muy claro con lo que ocurrió aquel día...

- ¿De que hablas? – el muchacho le miro un tanto confundido pues no comprendió muy bien lo que quiso decirle.

- Creo que ahora eso ya no tiene importancia – se giro para mirarle de frente al momento que sutilmente se soltaba de su agarre.

- Para mi la tiene, y te pido que me expliques de una buena vez que es lo que pasa por tu cabeza – dijo el chico algo frustrado pues siempre le había parecido que la joven nunca exteriorizaba su real manera de sentir – merezco una explicación Jeanne...

- Ya es demasiado tarde ¿no lo crees?

- No... – sostuvieron un encuentro de miradas por unos segundos teniendo como vencedor al muchacho que le veía de una manera penetrante.

- Aunque ya no le veo caso a esto de todas maneras te lo diré... – resignada la joven volvió a tomar asiento en la silla frente a la cama del castaño – supe que nuestra relación seria únicamente la de amigos desde aquel día, fue cuando Ren cumplió los dieciséis años de edad, aun lo recuerdo perfectamente porque fue esa noche que tome mi decisión de tomar los hábitos...

- Sigo sin entender que ocurrió esa noche como para que tomaras aquella decisión – el chico estaba mas que confundido ante los constantes rodeos de la chica.

- Es gracioso y a la vez tonto de mi parte seguir recordándolo ya que tal vez tu no lo hagas – la joven sonrió con un poco de ironía haciéndole pensar al chico ¿que podría haber hecho esa noche para que ella demostrara semejante gesto? – sabes, ese seria mi primer baile oficial por lo cual yo estaba muy emocionada, pero sobre todo me sentía feliz porque tu habías prometido ser el primero en bailar conmigo aquella noche… y si bien estaba algo nerviosa de todas formas espere con ansia el que así fuera ya que en ese entonces yo te veía como una especie de príncipe que siempre estaba ahí para rescatarme...

- J-Jeanne... – murmuro con nerviosismo pues ahora era que el chico empezaba a recordar lo que había pasado ese día.

- Ahora veo perfectamente que todo aquello no eran mas que tonterías de una pobre niña ingenua... pero es que simplemente tenia la ilusión de que mi príncipe fuera el primero en bailar conmigo... sin embargo durante toda la fiesta tu me ignoraste completamente, pues estabas mas ocupado prestándole toda tu atención a aquellas jóvenes que siempre te rodeaban...

La muchacha hizo una pequeña pausa ya que a pesar de los años aun tenia bien grabado en la memoria lo que sucedió después.

- Incluso así yo te espere pacientemente de pie en un lado de la pista, rechazando a todos aquellos que gentilmente me preguntaban si quizás pudiese concederles una pieza de baile y como lo había hecho toda la noche los rechace sin la menor contemplación... fue en ese momento que vi como tu te disponías a abandonar el salón principal acompañado de una de esas jóvenes, aun no sé el por qué pero algo me impulso a ir atrás de ti...

- ¿M-me seguiste? – pregunto con algo de incredulidad y tragando un poco de saliva.

- L-lo hice... – bajo la mirada para observar con detenimiento sus puños ahora fuertemente apretados sobre su regazo – te seguí sin que te dieras cuenta hasta los jardines, viendo como en el trayecto le murmurabas cerca del oído a esa chica, la cual dejaba escapar una pequeña risita cada vez que tu te le acercabas, y aunque por unos momentos los perdí de vista a ambos di con ustedes justo en el jardín que ambos habíamos cultivado... la escena que vi a continuación me dejo helada, rompiendo en ese instante todas las infantiles esperanzas que aguardaban en mi iluso corazón de adolescente.

- Jeanne yo no... – quiso dar excusas pero es que si realmente ella había visto aquella situación tan comprometedora de su parte no le quedaba nada mas que decir – ¿e-exactamente que viste?

- Es algo bochornoso e incomodo para mi contártelo, así que solo digamos que alcance a distinguir gracias a la luz de la luna llena todo lo que tu y esa chica estaban haciendo esa noche – la voz de la joven se escuchaba hasta cierto punto molesta y un poco quebrada, haciendo que el rostro del chico se tornara de varios colores – cuando me di cuenta de lo infantil que era aquella promesa, supe que tu siempre me verías como la torpe chiquilla que no podía valerse por si misma al siempre necesitar de la ayuda de alguien mas para salir adelante.

- En esos momentos quería tanto despejar mis ideas así que corrí hasta el único lugar donde supuse encontraría la tranquilidad que tanto necesitaba... me refugie en la capilla, de entre mis ropas saque un rosario de perlas negras que esa misma noche mi tía me obsequiara como amuleto de la buena suerte, al tomarlo entre mis manos empecé a rezar y a medida que mis oraciones aumentaban la confusión y dolor de mi alma disminuían, ahí fue que me di cuenta de cual era mi verdadera vocación en la vida...

- No fue difícil convencer a tía Ran de mis intenciones de convertirme en religiosa pues desde muy pequeña las profese abiertamente, así que ella misma se encargo de redactar la carta donde le solicitaba a la madre abadesa que tomara a bien tenerme bajo la tutela del convento hasta que pudiese ser una novicia, dos semanas después llego la aceptación y tres días mas tarde partí hacia el convento... de donde creo que jamás debí de haber salido... ahora que ya tienes tu explicación me retiro, le pediré a alguien se encargue de atenderte pues yo tengo que arreglar mi equipaje...

- ¿E-entonces si te marcharas? – pregunto aun con algo de duda.

- Como les dije durante la cena mi estancia aquí ya es insostenible... – la joven se puso de pie dispuesta a marcharse al encaminar sus pasos a la salida de la habitación – y como esta será la ultima vez que nos veamos te deseo de todo corazón que encuentres la felicidad al lado de alguien, porque a pesar de todo te lo mereces...

- ¿Por que huyes Jeanne? – aquellas palabras detuvieron los pasos de la joven que sin atreverse a mirarle de frente igual le contesto.

- Yo no estoy huyendo, tú mejor que nadie sabes mis deseos de ser religiosa desde siempre...

- ¿Enserio...? – el joven empleo algo de burla en sus palabras pues sabia era la única forma de que lo tomara en cuenta – pues según lo que acabas de contarme a mi me queda mas que claro que lo único que haces es huir...

- ¿Y según tú de que estoy huyendo? – la joven finalmente se volvió hasta verle a los ojos.

- No lo sé...– le sonrió retomando su característico aire de arrogancia – ¿quizás sea de mi?

- Como tu alguna vez me dijiste... créeme que no todo mi mundo gira entorno tuyo – le reto pues ya estaba cansada de ser ella quien siempre saliera lastimada en ese interminable juego de ofensas.

- Quizás, pero con tus acciones solo me demuestras que tengo la entera razón... – para entonces el chico ya se había reestablecido completamente e incluso aunque con dificultad se puso de pie quedando frente a frente a la joven, de tal manera que esta no tuviera opción a escape – porque tu mi querida doncella lo que haces es rehuir a los sentimientos que sientes por mi, escondiéndote en esa coraza de hierro de la que temes salir ya que no quieres que vuelva a lastimarte... y no te culpo por ello porque no sabes como me arrepiento de haberte causado ese dolor.

El joven se fue acercando lentamente a ella quien había bajado la mirada para ocultar de su alcance sus ojos carmesí, de los que solo seria cuestión de segundos para que las lágrimas empezaran a brotar descontroladamente.

- Pero Jeanne huir no es la salida, dame una nueva oportunidad, créeme que haría todo por enmendar mi deplorable error, haciendo hasta lo imposible por devolverte aquella felicidad que durante tanto tiempo te ha sido negada – inesperadamente rodeo su estilizado cuerpo con sus brazos, escuchando ampliamente como la chica dejaba escapar pequeños sollozos al no poder contener por mas tiempo sus lagrimas – si tan solo me dieras una sola oportunidad...

La joven no sabia que hacer pues sus sentimientos empezaban a conspirar en contra de lo que su cabeza le ordenaba hacer, quería escapar nuevamente pero en el fondo ya estaba exhausta... tantas veces había hecho caso a lo que su cerebro le decía que muy pocas veces había tomado en cuenta a su corazón, mas esta vez era distinto, pues por primera vez pensaba seriamente es ejecutar lo que el segundo le decía.

La muchacha se afianzo fuertemente a él, dejando salir todo aquello que durante tantos años mantuvo prisioneras a sus emociones, deseando con todas sus fuerzas creer que seria nuevamente rescatada por su príncipe y que este nunca más la abandonaría como lo hizo aquella noche.

- Hao... – su llanto se intensifico al sentirse protegida nuevamente por el resguardo que le brindaban los protectores brazos del chico – p-prométeme que no volverás a lastimarme... – dijo finalmente entre sus lamentos provocando que en el rostro del castaño se dibujara un amplia sonrisa satisfactoria – por favor... no quiero volver a sufrir... no quiero...

- Te prometo que así será de ahora en adelante Jeanny – la abrazo mas fuerte mientras besaba con delicadeza sus largos y grisáceos cabellos que después de haber permanecido ocultos durante tanto tiempo tras ese manto blanco ahora lucían sueltos y libres como su poseedora, dando con ello inicio a la nueva vida que la chica emprendería al renunciar en ese momento completamente a los hábitos.

♦♦♦♦♦

A lo largo del día las cosas fueron normalizándose en el reino del Norte, todas la personas desplazadas por la guerra fueron regresando a sus casas en el transcurso de la mañana, luego de que el príncipe del Este en común acuerdo con su padre dieran por finiquitada las hostilidades entre ambos reinos.

Las tropas tanto de Zairent como de Zeiria permanecían instaladas en un enorme campamento en las afueras de la muralla que resguardaba la ciudadela, que si era cierto había recibido daños, propios habitantes se encargarían de reconstruir lo dañado ya que daban gracias que el conflicto bélico hubiese terminado al fin.

La reina y demás miembros de la corte reanudaron sus funciones para hacer frente a las inmediatas necesidades de su pueblo, mientras atendían como huéspedes de honor a los monarcas del Este.

A pesar de haber enfrentado a varios engendros el príncipe se encontraba totalmente sano y salvo, mientras que su padre y la reina discutía un nuevo acuerdo para que un conflicto como ese no volviera a repetirse.

Por la tarde el chico decidió dar un pequeño paseo para tratar de aclarar y asimilar lo extraños sucesos ocurridos durante los últimos tres días, y aun así no pudiendo dejar de pensar en como la joven de cabellos celestes había preferido permanecer firme a la promesa hecha a su amiga no obstante con ello tuviera que rechazar su propia felicidad.

Por otro lado la aludida tenia pensamientos iguales que no le dejaban un solo momento en paz, en una mas de las tantas casualidades del destino los dos se encontraron nuevamente en los jardines traseros, al verse ninguno de los dos supo como comenzar aquella conversación luego de su ruptura.

- Buenas tardes su majestad – fue finalmente la joven quien termino con aquel incomodo silencio, pero no de la forma en que el joven esperaba pues esta mostró todos aquellos protocolos que a él tanto tiempo le costo erradicar.

- Pilika sabes que no es necesario que uses formalismos absurdos para dirigirte a mí...

- Es mas que necesario su majestad, pues ahora usted es solo eso para mi – le respondió fríamente, de una forma tan cortante que el chico resintió, pues ya no había mas esa sonrisa amable, ni esas ocurrencias que era lo que realmente disfrutaba de su compañía – lo que fuere alguna vez entre nosotros nunca volverá a ser igual.

- ¿Y por que no?

- Porque me di cuenta de que esto era solo era una maravillosa fábula de hadas e igual que en las fábulas nada de lo que vivimos ahora es real...

- ¿Entonces te arrepientes de lo que vivimos juntos? – cuestiono un tanto dolido por las duras palabras de la chica.

- No, es algo de lo que jamás me arrepentiré, pero que de todas formas ahora solo forma una parte más de mi pasado que no volverá...

- ¿Y por que estas tan segura de ello? – rápidamente defendió su postura puesto que ella no podía botar así como así todos los bellos momentos que compartieron juntos – muchas veces te dije que una sola palabra tuya bastaría para que yo dejara todo de lado y te convirtiera en mi esposa.

- Y yo muchas veces le dije que no podía porque antes que nada estaba mi lealtad a la princesa – le espeto de golpe con una actitud a la defensiva.

- Era por eso... ¿o por que tenias miedo? – y ahí estaban devuelta quedando envueltos en una nueva discusión.

- ¡Yo no tengo miedo...! – grito mas que exasperada y dándole con sus acciones algo de razón al muchacho.

- ¿Entonces...!... explícamelo por que es la única razón que yo veo... – el chico igualmente comenzó a perder los estribos no midiendo la magnitud del daño ocasionado por sus palabras – habla y dime la razón por la que te niegas a aceptar tus sentimientos ¿o todo este tiempo solo estuviste jugando conmigo!

- ¡No! – grito desesperadamente mientras las lagrimas comenzaban rodar por sus sonrosadas mejillas – ¡mis sentimientos hacia ti siempre fueron sinceros! – el peliverde se quedo mudo por unos segundos ante la exaltación de la muchacha.

- T-tienes miedo... – el joven no tardo en dar aquello como un hecho...

- L-lo tengo... – con voz un poco trémula corroboro instantes después sus palabras.

- ¿Pero miedo a que? – cuestiono al momento aunque empleando ya mas serenidad de por medio.

- A todo... – trato de aclarar su garganta para escucharse lo mas tranquila posible – temo a la reacción de mi hermano, a lo que dirán tus padres y la reina cuando se enteren e incluso temo a lo que dirá el pueblo, pero sin duda lo que me causa mayor terror es el rechazo que sufriré por parte de mi mejor amiga, no soportaría que ella llegase a verme con desprecio... – al decir lo ultimo bajo la mirada para posteriormente esconder su rostro entre sus manos pues ya no pudo mantener su mascarada, dejando que el llanto se apoderara completamente de ella.

- Pilika... – ya no quiso seguir presionarla, así que solo pudo contemplar como aquella chica que siempre le demostró una fortaleza admirable, se derrumbaba frente a sus ojos sin que él pudiera hacer nada para mitigar su dolor.

♦♦♦♦♦♦

Luego de un largo día de camino, los viajeros regresaron a la aldea Parche aunque antes de llegar hicieron una pequeña escala en la aldea ainu donde el fiel corcel blanco de la pelirosada los aguardaba.

Decidieron regresar a aquel punto para que Fausto, el doctor amigo del pelinegro revisara las heridas del muchacho peliazul y el débil estado físico de la joven de cabellos rosados.

Al llegar a la aldea fueron instalados nuevamente en la posada de las Lilys, donde el doctor atendió y descarto alguna clase de complicación, su única recomendación era que los tres chicos, ya que el violáceo también fue sometido a revisión aun en contra de su voluntad, mantuvieran el mayor reposo posible, sobre todo la joven que era visiblemente la mas afectada pues las heridas del peliazul no eran tan graves como se creyó en un principio.

Los jóvenes decidieron que lo más conveniente era pasar el resto de la noche en la posada pues con ello tratarían de recuperar la mayor parte de sus fuerzas perdidas, pero igual el joven ambarino permaneció al lado de la joven, velando su sueño toda la noche y correspondiendo el favor que ella alguna vez le brindara.

Aunque mas que eso trataba de aprovechar al máximo sus últimos momentos juntos pues sabia perfectamente que al amanecer los dos tomarían rumbos opuestos en los que quizás sus caminos no volverían a cruzarse.

Finalmente los alcanzo el amanecer del nuevo día y con ello la inevitable despedida ya que el dúo de chicos había recuperado casi en totalidad sus fuerzas, el peliazul se despidió de la rubia con la firme promesa de que algún día se encontrarían nuevamente y con esa ultima promesa los jóvenes marcharon.

En el regreso el joven ambarino cargo a la chica todo el trayecto hasta que su camino en común se separara y cada quien tomara la vía que los llevaría hasta su hogar.

- Bien aquí es donde nos separamos – señalo el joven de cabellos celestes al haber llegado a la intersección de caminos de los reinos.

- Tamao... despierta ya es hora...– le murmuro suavemente el violáceo a la chica adormilada que cargaba a cuestas en su caballo mientras que el ainu conducía el fino caballo blanco de su princesa.

- T-tan pronto... – desde lo ocurrido en el encuentro con el hechicero la voz de la joven se escuchaba muy quedamente y con bastante pesadez.

- Así es... – le regalo una ultima sonrisa sincera ante la mirada estupefacta del peliazul quien en el tiempo que llevaba de conocerlo jamás había visto semejante gesto en el rostro del otro chico.

- Bien... – le dijo quedamente la joven tratando que ahogar con una sonrisa las inmensas ganas de llorar que le causaba el tener que despedirse de aquel chico – h-hasta luego joven Ren...

- Tamao no tienes porque seguir llamándome así, dime simplemente Ren... – la joven solo movió negativamente la cabeza con una sonrisa que cada segundo que pasaba se volvía mas melancólica.

- No podría... – su voz entrecortada la delato de inmediato pero aun así no derramo una sola lagrima – porque para mi usted siempre será mi querido joven Ren...

No sabia porque pero el peliazul de repente estaba sintiéndose como un mal tercio en la despedida de ese par de tórtolos enamorados, ahora era que comprendía que en el corazón de su princesa solo habría cabida para aquel testarudo chico y para nadie mas, provocando como reflejo en él una sonrisa un poco sarcástica.

- Odio tener que interrumpirlos... – hablo con suma seriedad el muchacho ainu aunque manteniendo de por medio su sonrisa – pero Tamao ya es tiempo de que nos vallamos...

- S-si... – respondió la joven...

El ambarino le entrego en los brazos a la chica para que ahora el peliazul fuera quien la llevara de vuelta hasta su hogar, claro que no sin antes hacerle múltiples advertencias.

- Mas te vale que la cuides por que si no vas a vértelas conmigo... – amenazo seriamente el príncipe del sur.

- Descuida, la cuidare como si se tratara de mi propia vida – el otro solo le contesto con una pequeña sonrisa al ver que este se había vuelto mucho mas sobre protector que él mismo – cuídate Ren... – le extendió su mano.

- Tu igual... – correspondió al gesto de igual manera para estrechar fuertemente su mano en señal su amistad, aunque claro que jamás iba a ser aceptado este hecho por ninguno de los dos.

Antes del medio día sus caminos se vieron finalmente separados, tomando cada uno su rumbo y esperando llegar con bien a su destino pues a partir de ahora una serie de nuevos problemas se les vendrían encima, sobre todo para los jóvenes príncipes a los cuales le había llegado la hora de afrontar de una buena vez por todas sus responsabilidades...

Continuara...