Titulo: La Llave Suprema

Resumen: Tamao es una princesa que ha perdido lo más valioso y ya no siente deseos de vivir, en cambio Ren morirá pronto a causa de una maldición, pero antes de que esto suceda hará todo lo posible para poder evitarlo.

Declaimer: Shaman King pertenece a su respectivo autor esta historia la hice por diversión y nada mas.

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CAPITULO 19

El jinete conducía vertiginosamente su hermoso caballo negro sobre el blanco terreno cubierto por la densa capa de nieve, sorteando con habilidad el espeso ramaje de los árboles que se anteponían en su camino.

El joven estaba próximo a pisar suelo ciliense, de hecho el bosque que ahora cruzaba ya era territorio sureño, pero muy a pesar de que muy pronto volvería a ver a su familia lo cierto era que en su interior sentía como si su alma fuese llevada por el mismísimo demonio luego de tener que decirle adiós hasta la que hacia un par de días había sido su fiel acompáñate, esa dulce joven que sin saber como, se había convertido en la persona mas importante en el mundo para él.

Ya estando a un par de kilómetros de su hogar aumento la velocidad de su fiel corcel, debido a la terrible fricción del viento helado la amplia capa negra que portaba hondeaba violentamente, mas sin importarle gran cosa pues aun así este decidió aumentar mas y mas la velocidad del animal.

Por fin a lo lejos diviso los jardines traseros de palacio, era cuestión de solo unos minutos para que finalmente llegase a su objetivo.

A medida que se internaba en los territorios del castillo fue disminuyendo la velocidad del equino, su rostro lucia mucho más sombrío de lo normal y en gran medida esto era provocado por el enorme vacío que sentía en su interior.

Solo segundos después de haber llegado descendió con tranquilidad del caballo, conduciéndolo a uno de los establos donde lo dejo para un meritorio descanso, hasta ese momento nadie en el reino había advertido su regreso y era mejor así pues no tenia los ánimos suficientes como para lidiar con la algarabía que sin duda se formaría a su alrededor.

Posteriormente se encamino hasta el edificio principal del castillo, atravesando uno de los jardines laterales para acortar la distancia existente, no pudiendo evitar fijar su completa atención a todo lo largo del territorio, puesto que quería cerciorarse de que sus suposiciones luego de ver el monstruoso ejercito salir del castillo y la insinuaciones del peliverde sobre que las legiones de Yuerame atacarían los reinos fuesen ciertas y si lo eran asegurarse de que no hubiesen ocasionado algún daño al palacio, pero al parecer el hechicero no había logrado traspasar el cerco que se mantenía a todo el rededor del reino, siendo ciertamente un alivio para él.

Cuando finalmente pudo ver la entrada trasera del edificio apresuro su paso al todavía sentir dentro de él algo de inquietud por el bienestar de su familia, no obstante le esperaba una no muy grata sorpresa a penas subió las escaleras de la pequeña terraza trasera que conducía a la entrada de palacio, notando inmediatamente la figura de una joven que jamás en su vida había visto y la cual daba ordenes a la servidumbre tal y como si fuese la dueña y señora.

El chico camino con lentitud observando con cierto detenimiento a la muchacha que aun no se había percatado de su presencia.

- Acomoden eso por haya... – señalaba a los sirvientes que reorganizaban el mobiliario de la terraza del patio trasero – son unos inútiles, dije por haya... a la izquierda – al muchacho no le agrado en lo absoluto la arrogancia que la chica mostraba en sus acciones.

- ¿Y tu que haces ahí parado...? – se volvió finalmente al joven para ordenarle a él también lo que tenia que hacer – mueve ese sillón y ponlo en ese lugar.

El muchacho se le quedo mirando con detenimiento sin obedecer o hacer el mas mínimo intento de hacerle caso, solo se cruzo de brazos tratando de averiguar que hacia esa loca con aires de grandeza en el palacio, mientras que los sirvientes palidecieron al ver de quien se trataba.

- A caso estas sordo ¿o que? – se mostró bastante enfadada ante la actitud del encapuchado, quien a simple vista le causo algo de repugnancia al visualizar lo sucio y desliñado que este lucia.

- ¿Y tu eres...? – le miro de forma fría y sin demostrar una sola emoción en el rostro, la manera tan confianzuda que utilizo el chico para dirigirse a ella le pareció una soberana insolencia a la pelinegra que no tardo en tratar de ponerlo en su lugar.

- ¿Como que quien soy¿y además como te atreves a hablarle de esa manera a tu futura reina...? – no pudo continuar con sus reclamos pues el otro la paro en seco.

- ¿Mi futura reina? – su rostro cambio para mostrar una sonrisa sarcástica, los sirvientes solo observaban con cierto temor la escena pues nunca nadie se había atrevido a hablarle de esa manera a su príncipe.

- ¿De que te ríes...! – le dijo furiosa, el otro solo la juzgo sin palabras y siguió su camino hacia el palacio ignorando totalmente las acciones de la chica – espera un momento… ¿a donde crees que vas grandísimo idiota! – el chico se detuvo a medio camino y solo le lanzo una mirada que le helaría la sangre a cualquiera, haciéndola callar automáticamente para inmediatamente después retomar su paso.

- Tienen terminantemente prohibido decirle quien soy a esa desquiciada... – le dijo en voz baja y tajante a uno de los sirvientes cuando paso a su lado, este solo le hizo un ademán afirmativo y nervioso al ver el rostro gélido del príncipe.

El violáceo ingreso con algo de tranquilidad al salón trasero, parando automáticamente todas las labores de los sirvientes que hacían una pequeña reverencia a medida que este se acercaba a una de las escaleras que llevaba a sus habitaciones, pues tenia contemplado darse un largo y muy relajante baño para tratar de serenar todos sus sentidos.

Ninguno de los presentes dijo nada, tenían miedo de hablar al ver el semblante funerario del príncipe, en su trayecto tropezó casualmente con la dama de compañía de su madre, la cual sinceramente no estaba segura si estar feliz por su regreso o prepararse con temor para la inminente reacción que tendría cuando se enterase de su compromiso.

- Es un gusto tenerlo de vuelta su alteza – hizo una pequeña reverencia de cortesía, el otro le indico cansadamente que se levantara ya que nunca le habían gustado esa clase de formalismos en los que consideraba sus amigos.

- ¿Dónde esta mi madre? – la joven noto inmediatamente que la actitud del joven era mucho mas áspera de lo normal.

- Su majestad ahora se encuentra en la biblioteca – contesto ella mostrando seriedad.

- Ana… ¿tú sabes quien es esa chica con aires de diva que tenemos en el patio trasero? – la rubia trago saliva al comprender por sus palabras que ya había conocido a la pelinegra y por la forma en que pregunto supuso que esta no le había simpatizado en lo absoluto.

- Creo que será mejor que su majestad se lo explique – respondió con simpleza pero dejando con su respuesta algo inquieto al violáceo quien solo suspiro con cansancio.

- Esta bien... ordena que me preparen un baño mientras yo voy a ver a mi madre – la joven obedeció y se retiro del lugar para cumplir sus ordenes y decirle a alguno de los mozos subiera agua caliente a la habitación del príncipe.

El chico retomo su paso, mas redireccionandolo con miras a la biblioteca donde ahora sabia se hallaba su madre, quedándose a la expectativa por unos momentos pues aun trataba de descifrar quien era aquella altiva chica de cabellos negros.

A penas y estuvo frente a la puerta de la biblioteca llamo a ella con golpes suaves y solo segundos después escuchó la voz de su madre que le daba la autorización para entrar en el recinto.

- Buenas tardes madre – a la reina se le ilumino el rostro al ver la figura sana y salva de su hijo mayor frente a ella e inmediatamente se levanto del sillón en el que estaba sentada revisando unos papeles, para correr a abrazarlo.

- Ren... volviste – le dijo con algunas lagrimas en los ojos, envolviéndolo vigorosamente con sus brazos, por consiguiente el ambarino correspondió al abrazo pero de una forma menos efusiva – ¿cuando regresaste? – pregunto maquinalmente a penas se separo un poco de él.

- Hace unos minutos – si bien era verdad que estaba feliz de volver a ver a su madre su semblante serio no lo demostraba en lo mas mínimo – no obstante a mi regreso algo llamo fuertemente mi atención.

- Enserio... ¿y que fue eso? – la reina tomo a su hijo de la mano conduciéndolo hasta el sofá color marfil para dos personas en el que anteriormente estaba ella y donde posteriormente ambos tomaron asiento.

- Una extraña joven de cabellos negros que ahora se encuentra en el patio trasero – se expreso con fastidio lo que no paso desapercibido por la reina - ¿quién es esa chica y por que se siente con la autoridad suficiente para mandar a la servidumbre de esa forma tan altanera?

- P-pues veras Ren... ella... ella es... Kira Segawa – la mujer de cabellos violetas trato de demostrar toda la tranquilidad posible en sus palabras, de alguna manera preparándose para la inevitable reacción de su hijo.

- ¿Segawa, pertenece al reino de Miune ¿no es así? – la reina solo afirmo lo dicho con un pequeño ademán - ¿pero que demonios hace aquí la princesa del Oeste?

- E-ella es ahora nuestra huésped, estará aquí por un tiempo indefinido – aun no sabia a ciencia cierta como decirle sobre su compromiso.

- Para ser solamente una huésped se toma demasiadas atribuciones que creo no le corresponden… – hablaba con algo de desagrado causando en la reina un mayor nerviosismo por lo que inevitablemente tenia que informarle – incluso exclamo a los cuatros vientos que seria la próxima reina de Cilión, como... si... fuera un hecho... espere un momento... – el joven callo al meditar mas detenidamente lo último, lanzándole una mirada furtiva a su madre que ya veía venir las reclamaciones por parte de este – ¿por favor dígame que no la eligió a ella?

- Ren... – quería demostrarle una sonrisa para aligerar la inminente tormenta, mas no pudo – m-me temo que ella es tu prometida.

El joven no dijo nada, se quedo silencioso al recapitular las palabras dichas por su madre dándose cuenta al instante de que aquello no era broma por lo que su furia no tardo en hacerse notar.

- ¡Mi prometida! – se aparto abruptamente de la reina mirándole con algo de desdén – ¿pero en que demonios estaban pensando cuando la eligieron!

- Ren, por favor tan solo déjame explicarte... – quiso contener un poco aquel enojo mas le fue inútil ya que este la acallo instantáneamente.

- ¿Qué me va a explicar, a leguas se ve que esa chica no es mas que una pobre cabeza hueca – furioso era lo menos para describir lo que ahora estaba sintiendo el chico – sé perfectamente que usted y yo teníamos un trato, pero creí que tendría algo de consideración y buscaría a alguien que cuando menos tuviera un cerebro funcional.

- ¡Ren... basta! – la reina alzo la voz al ver que su hijo había perdido completamente la calma y cordura, parándose de su lugar para ponerse a su altura – no me quedo otra opción, fue lo único que pudimos hacer para apaciguar al consejo.

- ¿Pudimos? – trato de serenarse y sonar de nueva cuenta tranquilo – ¿quiere decir que alguien mas tuvo que ver con esto?... déjeme ver quién pudo haberle ayudado... no me diga, fue Hao ¿verdad?

- Eso es lo de menos – dijo la reina tratando de retomar el control de la conversación mas el otro no la dejo.

- Entonces si fue ese infeliz de Hao... porque no me sorprende… – murmuro demostrando en su rostro una sonrisa cargada con tanta ironía que dejo en extremo sorprendida a su madre – esta bien... si eso fue lo que decidieron entonces que así sea... tomare por esposa a Kira Segawa ya que no puedo faltar a mi palabra.

- Ren yo... – quiso tocarlo para darle un poco de confort pero el otro se aparto inmediatamente como si su solo contacto le hiriera.

- No hace falta que diga nada mas, creo que ya hicieron suficiente por mi – se dio la media vuelta conteniendo como podía toda su ira y frustración frente a su madre, ahora lo único que quería era salir de ese lugar – ah, pero que les quede muy claro que la tomare como mi esposa bajo protesta, así que no esperen que valla a ser amable con ella en ningún sentido – fue lo ultimo que le dijo antes de traspasar completamente el umbral de la puerta de salida.

Después de que la puerta se cerrara la reina se desplomo sobre el sillón, rezando en cierta forma por que no fuera a matar a su prometida antes de la boda.

El chico camino a marchas forzadas hasta su habitación donde un baño caliente ya le esperaba, a penas ingreso en el lugar dio un fuerte portazo tratando de sacarse con ello todo los sentimientos de resentimiento que ahora tenia dentro de sí, fue entonces que en sus pensamientos se hizo presente la figura de la que había sido su compañera durante los últimos tres meses.

No pudo mas, se dejo caer lentamente hasta tocar el piso donde se quedo un largo rato sentado con la espalda recargada en la puerta, hundiendo su rostro entre sus brazos cruzados arriba de sus rodillas, justo ahora mil recuerdos de aquella chica le venían a la cabeza causándole una furia indescriptible al darse cuenta de que realmente esa seria la ultima vez que se verían.

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A las siete seria servida la cena, mientras tanto un silencio por demás incomodo se vivía en el lugar, la reina ya había retomado el lugar que ocupaba en la mesa antes de la partida de su hijo lo cual causo un dejo de curiosidad en la princesa de largos y ondulados cabellos negros.

No obstante para los demás presentes era la más clara señal de que el príncipe había regresado a palacio y el rostro serio de la reina significaba que ya estaba enterado de su compromiso.

- Disculpe su majestad ¿puedo saber por que ha tomado ese asiento? – la pelinegra no tardo en querer averiguar el motivo y de hecho la reina estuvo a punto de contestar pero sus dudas fueron aclaradas por otra persona.

- Buenas noches – la voz fría del ambarino resonó como un eco vació en el lugar, aun así todos contestaron cortésmente al saludo, a excepción que la pelinegra se quedo muda al ver que aquel joven no era otro mas que el mismísimo chico que había insultado por la tarde, claro que tenia un aspecto totalmente diferente, pero aun así pudo distinguir inmediatamente que se trataba de él.

Ahora que lo veía detenidamente era un joven por demás atractivo y gallardo aunque de rasgos un tanto duros, mientras que los casi harapos que portaba por la tarde se habían convertido en un impecable traje de color negro.

- ¿H-hermano! – en los labios de la pequeña peliverde se dibujo una amplísima sonrisa de pura felicidad y sin dudarlo un segundo se levanto de su asiento para ir a recibir debidamente a su hermano con un abrazo.

La joven de cabellos negros sintió un nudo en el estomago, esa chiquilla había pronunciado la palabra hermano, eso significaba que había insultado y ofendido gravemente a su prometido, al saberlo no pudo evitar sentir un enorme escalofrió atravesarle la espina dorsal.

- Hola Jun... – el chico se puso a su altura para corresponder el abrazo sin poder evitar demostrar la felicidad que también a él le causaba verla, delineándosele una pequeña sonrisa en los labios.

- Te extrañe mucho, mucho, mucho... – la pequeña estaba mas que feliz por el regreso del chico demostrándolo ampliamente en algunas lagrimas que se asomaban caprichosamente en sus hermosos ojos azules.

- Yo también te extrañe – le susurro casi inaudiblemente al oído para que solo ella le escuchara mientras se separaban de aquel abrazo.

- ¿Pero y Tamao¿acaso no vino contigo? – el violáceo sintió como si le dieran un fuerte puñetazo al solo escuchar el nombre, mientras que a los otros pareciera que un balde de agua fría les cayera encima por la deliberada pregunta de la niña, dejando con su comportamiento mucho mas confundida de lo que ya estaba a la pelinegra que creía haber escuchado ese nombre en algún otro lado, el ambarino solo atino a mover negativamente la cabeza cambiando automáticamente su semblante a uno mas lúgubre.

- No… ella tuvo que regresar a su hogar – se levanto casi como autómata para tomar su lugar correspondiente en el extremo principal de la mesa, conduciendo a su pequeña hermana de la mano para que ella también tomara nuevamente asiento.

- Veo que no salieron tan bien librados como pensé – señalo inmediatamente al ver el brazo inmovilizado de su mejor amigo y algunos vendajes en la cabeza del otro castaño.

- Si, eso parece jijiji – sonrió con alegría el de cabellos castaños cortos al tener a su amigo de vuelta – nos fue realmente mal a comparación de ti pues veo no tienes un solo rasguño.

- No creas, yo también tuve bastantes problemas – serró pesadamente los ojos mientras era servida la cena – pero no serán mayores de los que se avecinan – murmuro empezando a degustar la merienda y abriendo un poco los ojos, lanzándole una mirada asesina al de largos cabellos que casi se atraganta al notar por lo glacial de su mirar que este ya estaba enterado sobre su pequeña participación en su acuerdo matrimonial.

- Por cierto Jeanne, es una verdadera sorpresa encontrarte aquí – el peliviolaceo retomo la conversación para dirigirse a la muchacha que estaba al lado de la rubia – ¿estas de visita?

- Eh, me temo que no... – le sonrió con un ligero tono carmesí en las mejillas al ver de reojo al castaño – eh renunciado a los hábitos.

- Yo siempre te lo dije – sonrió con algo de malicia al percatarse inmediatamente la razón de su deserción – sin lugar a dudas serás una mejor esposa que una monja – dijo aquello con la clara intención de molestar al castaño, tenia que desquitarse de alguna manera de lo que le había hecho.

- Ya extrañábamos tu sentido del humor – respondió al instante con bastante sarcasmo el castaño de largos cabellos, probando que el ambarino no se había equivocado en sus suposiciones, lo que causo algo de satisfacción en este.

La pelinegra aun estaba a la expectativa, no sabia a bien como empezar una charla con aquel chico que evidentemente la había ignorado desde su arribo al comedor, pero igual tenia que hablarle o jamás se ganaría su completo interés a pesar del paso en falso que había dado en la tarde.

- ¿Pudiste completar exitosamente tu misión? – el castaño de corta cabellera no dudo preguntar aquello, centrando la atención de todos sobre la respuesta que saldría del ambarino.

- Si... al fin todo termino... – se expreso con suma seriedad, avivando de alguna manera la curiosidad de la chica pelinegra.

- Me alegro por ti Ren... – le dijo con genuina sinceridad su mejor amigo, mas sin embargo a la chica de negra cabellera no le pareció mucho que este se dirigiera a él con tanta libertad, saliendo otra vez con uno de sus tantos comentarios fuera de lugar.

- Ren, no me parece que la servidumbre te hable con tanta familiaridad... – el comentario solo provoco que este le contestara de una forma hiriente.

- ¿Y se puede saber quien te ha pedido tu opinión? – sus palabras fueron cortantes y nada amables – o al menos yo no recuerdo haberte pedido que intervinieras en esta conversación.

- Yo… yo solo quería hacerte notar que no esta bien – realmente le dolieron sus palabras, pero siendo quien era iba a defender su forma de pensar hasta el final.

- Pues para la próxima que quieras hacerme "notar algo" trata de que lo que sea que vallas a decir tenga un mínimo de inteligencia de por medio – se mostró indiferente y hasta cierto punto mezquino, con una actitud bastante desenfada al darle un sorbo a su copa de vino, simplemente no tenia ganas de escuchar las tonterías de esa chica.

- L-lo lamento... – se sintió totalmente humillada por lo que no dudo en retirarse cuanto antes del lugar – ya no tengo apetito, si me disculpan me retirare a mi habitación.

- Como quieras... – murmuro el violáceo cuando esta le paso de largo sin prestarle la mas mínima atención pues siguió degustando calmadamente su merienda, sin siquiera tomarse la molestia de dirigirle la mirada a la joven.

La reina observo con detenimiento a su hijo al notar como su comportamiento era mucho mas cruel que de costumbre, empezaba a sentir un poco de lastima y compasión por la chica de negros cabellos.

La rubia ahogo una pequeña sonrisa satisfactoria al constatar como todas sus predicciones estaban volviéndose realidad, a este paso ella no duraría mas de tres días en el palacio.

- Hermano... ¿puedo pedirte algo...? – dijo inocentemente y bastante alegre la pequeña que estaba a su lado, ya en si era la mas feliz con su regreso.

- Siempre y cuando este dentro de mis posibilidades – volteo a ver a la pequeña dejando estacionada en ella toda su atención.

- En ese caso ¿podríamos ir mañana a dar un paseo por el pueblo? – sonrió con felicidad.

- Tu hermano tiene muchas cosas que hacer mañana ¿por que mejor no vas con Ana y Jeanne? – intervino su madre al ser verdad que el muchacho aun tenia bastantes asuntos pendientes que atender con el consejo.

- No, yo quiero que mi hermano me acompañe – hizo un pequeño puchero y entonces ataco a su hermano esta vez con un rostro lleno de ternura y suplica – por favor hermano... por favor ¿iras conmigo?.

El joven se le quedo mirando por unos momentos, pero al advertir su semblante casi al borde de las lágrimas no le quedo de otra más que aceptar, jamás le había podido negar absolutamente nada a su hermana.

- Esta bien... supongo que podemos ir por la tarde.

- Gracias hermano... – sonrió con cierta satisfacción – entonces invitaremos a Kira también para que nos acompañe – los presentes se le quedaron viendo con bastante incredulidad pues si mal no lo habían notado la chica pelinegra nunca había sido del completo agrado de la pequeña princesa.

- Como quieras... – fue lo único que pudo decirle, al no tener muy claro que obtendría su hermana con todo aquello.

♦♦♦♦♦

Luego de despedirse de su acompañante, la pelirosa regresaba a su hogar en la compañía de su mejor amigo después de tres meses de ausencia, fijando a lo lejos la entrada de la ciudadela del reino, no pasándoles por alto la destrucción causada en las afueras pues el ejercito de Yuerame había logrado traspasar las barricadas defensivas de la línea fronteriza.

Los chicos avanzaban a pasos lentos ya que ninguno se encontraba en las condiciones ideales como para sostener una carrera a todo galope, el cuerpo de la princesa aun se encontraba en extremo debilitado obligando al chico de cabellos celeste a llevarla a cuestas en su propio caballo, donde ella se apoyo sobre su pecho para mantenerse arriba del animal.

La mirada alegre y llena de vida de la joven ahora lucia apagada y por demás sombría causándole un gran dolor y preocupación a su amigo al saber que en cierta medida el responsable de aquello era cierto joven de cabellos violáceos.

Cuando entraron en la ciudadela principal del reino constataron como la mayor destrucción solo se extendía hasta las afueras de la muralla que recubría los alrededores del lugar, a su paso casi todos los pobladores detuvieron sus labores de reconstrucción para tratar de enterarse que era lo que estaba ocurriendo luego de identificar al jinete que montaba el corcel color café.

Aumentando su curiosidad al advertir a la persona que este llevaba en brazos y del otro caballo blanco que caminaba detrás de él, no pasándoles por alto las deplorables condiciones en las que ambos se encontraban pues a distancia podían notar que los dos estaban muy lastimados.

- Horo... – murmuro la chica con voz apagada y desalentadora.

- ¿Si su majestad? – retomo sus formalismos al estar ya dentro del territorio de Zairent

- ¿C-crees que mi madre este muy enfadada conmigo? – la joven ya casi no tenia fuerzas para hablar por lo que lo ultimo se escucho en un susurro mas débil que el anterior.

- Quizás... pero estoy seguro que ella comprenderá cuando le explique lo que ocurrió – le sonrió gentilmente para tratar de tranquilizarla.

- Gracias Horo... eres un buen amigo... – fue lo ultimo que le dijo antes de perder nuevamente el conocimiento pues estaba por demás exhausta y débil.

- Descuide princesa... todo va a estar bien... – le sonrió con algo de tristeza ya que no estaba nada seguro de sus propias palabras.

Minutos después de su arribo a la población llegaron a las puertas principales de palacio, los guardias inmediatamente les cedieron el paso al identificarlos, el ainu ingreso a los jardines principales con igual tranquilidad, descendiendo de su caballo para posteriormente llevar en brazos a la princesa al interior del edificio ante la mirada confusa de los sirvientes.

- Necesito que preparen las habitaciones de la princesa y que llamen al doctor cuanto antes – dictamino con prontitud a varios de los sirvientes que acataron de inmediato las órdenes dadas por el consejero principal de palacio.

- ¿Hermano…¿q-qué paso? – una alarmada chica de cabellos celestes los intercepto en el camino.

- Pilika llama inmediatamente a su majestad e infórmale el regreso de la princesa – le dijo sin siquiera detener su paso para saludarla.

- E-esta bien – titubeo bastante asustada al notar las lastimeras condiciones en las que se encontraba la chica que llevaba en brazos.

En momentos se corrió la voz a lo largo de todo el palacio sobre el regreso de la princesa, llegando así hasta los oídos del príncipe del Este que ahora se encontraba junto con su padre como huésped en el palacio luego de haber unido fuerzas con Zairent para defenderse de la invasión del monstruoso ejercito fantasma que los había atacado dos días atrás.

Al recibir la noticia del retorno de su hija la reina se condujo lo mas rápido que pudo a las habitaciones de la princesa, y muy a pesar de haberse repetido tantas veces que cuando la tuviera nuevamente de frente la reprendería ejemplarmente lo cierto era que lo único que ahora le importaba es que estuviese bien.

La mujer se llevo una aterradora impresión cuando la vio tendida en la cama, su piel estaba mas pálida que de costumbre mientras que su aspecto débil y demacrado solo indicaban que su salud no estaba nada bien, esto le obligo a llegar a su lado cuanto antes para cerciorarse que el medico que ahora la revisaba hiciera bien su trabajo.

El chico peliazul se mantuvo a su lado todo el tiempo, observando como las lágrimas empezaban a brotar de los ojos de la reina que innegablemente estaba más que afectada al ver lo frágil que era el aspecto de la princesa.

Mientras tanto el hombre de cabellos grisáceos termino de hacer su revisión con un semblante nada alentador, preocupando mucho mas de lo que ya estaba a la reina.

- ¿Cómo esta doctor? – pregunto al instante la hermosa mujer de cabellos rojizos.

- Nada bien... – le miro con cierta seriedad – no entiendo que fue lo que ocurrió con ella, sus signos vitales son normales, de hecho no hay ningún indicio de que este enferma o haya sufrido alguna clase de lesión externa o interna, pero por otro lado sus condiciones físicas y motoras dicen todo lo contrario, es como si literalmente le hubiesen quitado la vida y en su lugar solo estuviese un envase vació...

- ¿Cómo es posible eso? – la mujer no entendió muy bien lo que este quiso decirle.

- Ni yo mismo lo sé... – se mostró sumamente confundido por el extraño caso que atravesaba la chica – solo puedo aconsejarles que la dejen descansar todo el tiempo que sea necesario para que pueda recuperar sus fuerzas y después ya veremos... creo que eso es lo único que podemos hacer por estos momentos.

- E-entiendo... – la mujer dirigió una última mirada a la princesa que ahora yacía profundamente dormida.

- Lo que si le pediré encarecidamente su majestad, es que cuando despierte procuren que no reciba ninguna clase de disgusto o alguna noticia que pueda repercutir en su estado... – hizo especial énfasis en aquello para posteriormente hacer una reverencia de despedida – ahora si me disculpa me retiro, si llega a notar algún cambio anormal no dude en llamarme.

- Como usted diga, muchas gracias por todo... – los dos se despidieron y a partir de ese momento la reina no se despego ni un solo momento de su hija, velando su sueño para que esta descansara tranquilamente, en el transcurso de ese rato pudo interrogar detenidamente al chico ainu sobre el por qué de las terribles condiciones de su hija.

Al joven peliazul no le quedo de otra más que contarle lo ocurrido desde el escape de la princesa, de los motivos que tuvo para hacerlo y de cómo había tenido que pasar por toda una odisea para lograr derrotar al hechicero, el cual era el único responsable de la condición que ahora atravesaba.

La reina escucho atenta todo su relato, viendo el sufrimiento que su pequeña había tenido que soportar estos meses no pudo evitar el impulso de abrazarla y protegerla para que no volviera a sufrir otra vez.

Cuando este termino de narrarle lo ocurrido, la reina le concedió el permiso para retirarse a sus habitaciones donde él también pudiese descansar, no obstante a las afueras se encontró con la silueta de su hermana que ahora tenía el rostro bañado lágrimas luego de haber escuchado sin querer la charla que este había sostenido con su majestad.

- Entonces Horo... ¿todas las bestias que nos atacaron hace dos días fueron obra de ese hechicero?... Tamao lo sabía y por eso se fue de palacio ¿verdad? – el chico la observo por unos momentos dedicándole una pequeña sonrisa conciliadora.

- Me temo que así fue... – la muchacha no pudo mas y se lanzo a los brazos de su hermano aferrándose a él con desesperación pues ahora veía claramente que con el regreso de su princesa el compromiso entre ella y el peliverde se reanudaría, su hermano le consoló aunque sin saber a bien cual era el motivo de su llanto.

Los siguientes cinco días transcurrieron con cierta calma, tiempo suficiente para que la bella princesa se reestableciera y que los reyes reanudaran el compromiso real entre sus hijos que por sugerencia de la reina se aplazo para llevarse a cabo en dos semanas mas, eso luego de aclarar todos los malentendidos causados por el escape, a partir de ese momento las cosas volvieron relativamente a la normalidad.

Mas de dos semanas transcurrieron antes de que la chica finalmente saliera de su habitación, mas que nada lo hizo por recomendación del doctor, lo sugirió en gran medida para que esta se recuperara completamente, la joven tenia que distraerse y que mejor forma de hacerlo que dando una vuelta por los jardines principales, por lo que luego de que su dama de compañía le ayudara a vestirse adecuadamente las dos dieron un largo paseo por los alrededores de palacio.

Desde que la princesa había abierto los ojos no había pronunciado una sola palabra, aunque si bien ya había recuperado la fortaleza de su cuerpo su mirada aun seguía perdida entre las sobras que alguna vez fueron unos radiantes ojos color fucsia.

Su doncella miraba con cierta tristeza el decaído semblante de la chica, como extrañaba su carácter dulce y amable, antes por lo menos intentaba sonreír a los demás a pesar de los duros momentos que tuvo que atravesar luego de la muerte de su padre, pero ahora sus sonrisas se habían esfumado y su conciencia se mantenía en un lugar lejano a miles de kilómetros de ahí.

- ¿Tamao que fue lo que te ocurrió? – le dijo quedamente la joven peliazul a lo que la otra no hizo el menor intento de contestar pues tenia perdida su vista en algún punto del infinito de la nada, causándole un mayor dolor a su amiga que en su vida pensó ver a la jovial y siempre alegre princesa, convertida en una muñeca sin vida y carente de emociones.

Durante su estadía por los jardines se encontraron sin querer con el joven peliverde que también parecía perdido en sus propios pensamientos, solo le quedaban escasos cuatro días para la realización del matrimonio, pero dadas las circunstancias por las que atravesaba ahora la pelirosada no se pudo hacer absolutamente nada para poder evitar el compromiso.

Viéndolo tan cercano la joven peliazul sin querer dejo escapar un pequeño suspiro de dolor mientras que el otro trato de desviar la mirada para no encontrarse de frente con ella.

- Lizerg... – aunque casi inaudiblemente la pelirosa escucho aquello perfectamente, notando inmediatamente el cariño con el que se había expresado su amiga, volviendo inevitablemente su rostro hacia ella.

La pelirosada le miro por unos momentos, lo que inevitablemente causo confusión y hasta cierto temor en su dama de compañía al ser la primera vez en semanas que ella le prestaba un mínimo de atención a algo.

- Te entiendo... – se escucho la dulce voz de la princesa mientras le dedicaba a la joven una hermosa sonrisa que se fue curvando poco a poco en sus labios, dejándola tanto a ella como al peliverde anonadados.

- Ta... Tamao yo... – fue lo único que atino a decirle al no salir aun de su sorpresa.

- N-no te preocupes Pilika... – la chica tomo con cuidado las manos de su amiga mientras que paulatinamente iba recobrando el brillo antes perdido en sus ojos – te prometo que daré mi mejor esfuerzo para que todo esto salga bien

La voz de la chica se escuchaba tan tranquila y conciliadora que extrañamente borro el nerviosismo que en un principio había sentido la joven de celeste cabellera teniendo como reflejo que posteriormente ella también le devolviera el gesto.

- Lizerg ¿podemos hablar? - se separo con cuidado de la doncella para volverse al peliverde que aun no acababa de entender que era lo que estaba ocurriendo.

- S-seguro... – consecuente, aunque no muy convencido por lo que la otra solo le respondió con una pequeña sonrisa para tranquilizarle también.

- Pilika, por favor espérame en mi recamara ya que quizás esto nos tome algo de tiempo... – le dijo tan tranquilamente como antes, a lo que la chica accedió y los dejo solos.

El resto de la tarde los jóvenes hablaron arduo y tendido, quizás habían hablado mas en esas horas de lo que lo habían hecho en el tiempo que llevaban de conocerse, para cuando ella regreso a la habitación la joven peliazul estaba mas que intranquila y sumamente angustiada.

- ¿P-puedo preguntar que fue lo que ocurrió? – refregaba con cierto nerviosismo con una mano los delgados y largos dedos de la otra.

- Lizerg y yo pusimos en claro algunas cosas antes del matrimonio, eso fue todo... – la joven le contesto tranquilamente con una extraña sonrisa en los labios, lo que no acabo de agradarle a la peliazul pues si se suponía que aclararon las cosas eso significaba que los planes de boda seguían en marcha.

La chica pareció ignorar el estado de animo de su doncella dirigiéndose sin prestarle mayor atención hasta un secreter que estaba situado a unos pasos de su cama, de ahí tomo tinta y pluma, empezando a escribir algo en una hoja.

- Pilika ¿podrías hacerme el favor de decirle a Horo Horo que quiero hablar con él? – la joven asintió sin decir nada, saliendo en absoluto silencio de la habitación con un enorme nudo en la garganta.

Minutos después alguien llamo con varios golpes suaves a la puerta de la alcoba donde segundos después el chico peliazul ingresó.

- ¿Me mando usted llamar...? – pregunto quizás para cerciorarse de que lo dicho por su hermana, respecto a que la voz de la princesa había regresado, fuese verdad.

- Si, pasa por favor Horo... – le dijo con amabilidad y con una mediana sonrisa en los labios mientras doblaba cuidadosamente el papel que estaba escribiendo en una especie de carta, dejando con esto entre feliz y preocupado al de cabellos celestes – quiero pedirte un favor...

- ¿Un favor?... – pregunto un tanto confundido.

- Así es, un favor muy especial que solamente tu puedes hacerme... – sonrió misteriosamente reanimando hasta cierto punto la inquietud del chico que no atinaba a comprender a que clase de favor se refería su princesa.

- Quiero que le lleves esta carta al joven Ren... – al pronunciar aquel nombre su rostro entristeció un poco pero igual siguió insistiendo.

- ¿De que se trata? – le miro inquisidoramente al solo escuchar el nombre de ese sujeto nuevamente.

- E-es que necesito aclarar algo importante que los dos dejamos pendiente... – sonrió con amargura y cierta nostalgia – necesito que él se de por enterado de esto – apretó fuertemente la carta entre sus manos y su pecho mientras varios mechones rosados le caían por la frente para ocultar su ensombrecido rostro en el que solo se veía delineada aquella triste sonrisa.

- Entiendo... – le dijo resignado para después dejar escapar un largo suspiro – esta bien, partiré esta misma noche a Cilión...

Continuara...

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Valla que este capitulo si me alargue de mas (n.nU), pero es que aun hay varios asuntos que se tienen que resolver, por otro lado y cambiando de tema también quiero agradecer nuevamente el que me dejen sus comentarios, el leerlos es algo que siempre me da ánimos para seguir escribiendo (XD) y como ya se habran dado cuenta no falta mucho para el final, al menos eso es lo que calculo porque luego me salen mas capítulos de los que planeo y bueno... mejor ya me despido, hasta el próximo capitulo.