Titulo: La Llave Suprema

Resumen: Tamao es una princesa que ha perdido lo más valioso y ya no siente deseos de vivir, en cambio Ren morirá pronto a causa de una maldición, pero antes de que esto suceda hará todo lo posible para poder evitarlo.

Declaimer: Shaman King pertenece a su respectivo autor esta historia la hice por diversión y nada mas.

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CAPITULO 20

Después de la merienda el joven ambarino se dirigió a la alcoba de su prometida pues tenia que informarle sobre el pequeño paseo sugerido por su hermana, misma que había insistido casi con suplica que fuera él mismo quien se encargara de invitarla.

El chico llamo en repetidas ocasiones a la puerta y algunos momentos después apareció frente a él la chica de largos cabellos negros enfundada en una larga camisola de finísima seda, al verla, el ambarino no pudo negar la belleza natural de esta, aunque en si no era para nada comparable con la ostentada por la chica de cabellos rosados… y ahí estaba de vuelta ella ¿acaso jamás podría sacársela de la cabeza?

- R-Ren¿q-que haces aquí? – pregunto mas que sorprendida al tener la figura de su prometido en aquel lugar.

- Necesito hablar contigo… ¿puedo pasar? – se armo de la poca paciencia que tenia para escucharse lo mas tranquilo posible.

- Claro que si, pasa por favor – contesto al instante y sin pensarlo dos veces al suponer que este quería disculparse por la forma en que la trato durante la cena.

- Te aviso que mañana daremos un paseo por la ciudadela frente a palacio – dijo aquello casi como si se tratase de una orden, lo que en efecto era.

- ¿La ciudadela? – su cara llena de repugnancia lo decía todo.

- Así es, la ciudadela... – se expreso con sumo sarcasmo – Jun me ha pedido que te invite para que nos acompañes, espero que no haya ningún inconveniente de tu parte.

- Sabes Ren, creo que no es una muy buena idea mezclarse de esa manera con los plebeyos – no llevaba mas de medio día de conocerla y su sola voz un tanto chillona ya le causaba rotundo fastidio.

- En serio... – el sarcasmo que estaba empleado el chico era mas que evidente, aunque para la muchacha parecía ser una lengua por demás extraña – ¿y puedo saber el porque no es una buena idea?

- En primera porque no están a nuestra altura, esa gentuza solo sirve para alabarnos pues por esa razón somos sus gobernantes – abrió la boca solo para demostrarle una vez mas su ya mas que comprobada falta de cerebro – simplemente nosotros somos superiores en todos los sentidos.

- ¿Y puedo saber como se supone que podrás gobernarlos si ni siquiera tienes pensado tomarlos en cuenta? – ya había llegado a su limite con las presunciones de grandeza de la chica, iba siendo hora de ponerle un alto – oh... por que pienso que al menos tienes la ligera idea de cómo se gobierna un reino.

- Claro que la tengo... ya que para hacerlo tienes que congraciarte con todas las altas esferas sociales de los demás reinos es gracias a ellos que se mantienen el gran poder económico de nuestro reino – esa fue la gota que derramo el vaso – y en todo caso porque tendría que preocuparme yo, si de todas formas tu serás el que se ara cargo de manejar el reino.

- Veo que no tienes la menor idea de cómo se gobierna un reino... – estaba tan fastidiado que decidió dejar su sarcasmo de lado para decirle lo que pensaba de ella de una buena vez – ¿simplemente no entiendo como alguien puede tener la cabeza tan vacía?

- Por que me hablas de esa manera, tu me pediste mi opinión y yo te la di... – se defendió inmediatamente luego de la forma en como le dijo aquello.

- Tienes razón, creo que cometí un gravísimo error al pesar que una chica tan petulante y con tantos aires de grandeza pudiese tener una mínima noción del gobierno de un estado

– derrocho sarcasmo y frialdad a mas no poder – si mi madre quería castigarme por haberme ausentado tanto tiempo, créeme que lo logro al conseguirme como prometida a una pobre cabeza hueca que ni siquiera sabe lo que quiere, y perdona mis palabras pero es que jamás me ha gustado andar con rodeos.

- Pues no me importa lo que digas, nuestro compromiso ya fue acordado y yo... yo me casare contigo, no puedo retractarme ahora que todos saben que soy tu prometida – hablo decididamente a pesar de que algunas lagrimas empezaban a salir caprichosamente por las duras palabras del chico.

- Por mi esta perfecto – su rostro se volvió tan duro e inflexible como el de una piedra – solo te aclaro que si me caso contigo es porque no puedo faltar a mi palabra, pero nada mas.

La muchacha le vio con cierto temor al ver su semblante tan lúgubre y sin emociones, algo le decía que aquel chico no estaba bromeando, ni mucho menos aquello era una amenaza sino algo que tenia que dar por hecho.

- No tienes porque tratarme así, yo no tengo la culpa de que estés molesto... – dijo entre pequeños sollozos ante el duro trato de su prometido.

- ¿Molesto? – dejo escapar una pequeña carcajada mientras que su rostro mostraba una sonrisa casi maquiavélica, gesto que asusto mucho mas de lo que ya estaba a la joven de negros cabellos pues hasta ella pudo percibir el sarcasmo que este utilizaba abrigándola a dar un paso hacia atrás al ver como este se le acercaba – querida Kira yo no estoy molesto... – se acerco a ella tomándola de la barbilla con un poco de fuerza clavando en su rostro su fría y vacía mirada color ámbar – por tu bien espero que jamás me veas realmente molesto...

- Al menos tenme un poco de consideración... – su voz se escucho en un pequeño murmullo mientras las lagrimas seguían brotando insistentemente de sus ojos – recuerda que soy tu prometida y dentro de un mes nos casaremos.

- Es verdad... tal vez llegues a ser la reina de Cilion, mas no se te ocurra pensar que por eso mi trato hacia ti cambiara en lo absoluto, pues por mi parte tu solo serás una intrusa en este lugar... – la joven le miro con terror a medida que este acortaba la distancia entre ellos, sintiendo un abrumador escalofrió cuando el chico acerco su rostro a la altura de su oído – solo te advierto una cosa Kira Segawa… que mientras estés aquí no dudare en encargarme de conozcas el mismísimo infierno – le susurro muy bajo y de tal manera que solo ella pudiese escuchar para posteriormente soltarla abruptamente.

- Y confío en que estés lista a tiempo porque quieras o no nos acompañaras a dar ese paseo – le dijo antes de salir completamente de la habitación.

Las piernas de la chica aun temblaban, a penas la puerta se cerro esta se dejo caer sobre sus rodillas sintiendo su corazón latir arrítmicamente, cuando le contaron que el carácter de su prometido era difícil nunca pensó que se refirieran a aquello, se sentía tan mal, su frustración aumentaba a medida que se daba cuenta que así seria por el resto de su vida.

Pero es que simplemente no iba a dejar que esto siguiera, dominaría la voluntad de Ren Tao al precio que fuera, pues su vida de lujos dependía de que se llevara a cabo con éxito aquel compromiso entre los dos, y si bien ahora se sentía totalmente humillada y bastante asustada, cumpliría sus objetivos y seria reina de Cilion al precio que fuera.

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A la mañana siguiente el príncipe se hizo cargo de algunos asuntos pendientes que requerían su atención inmediata en la corte cilience, para posteriormente tener una acalorada reunión con el consejo, reunido en la cual salió indudablemente victorioso al poner a mas de uno de los pedantes consejeros en su lugar.

Para la hora de la comida podría decirse que ya había resuelto mas de la mitad de las obligaciones que tendría que afrontar el resto de la semana, por lo que ahora tenia la tarde ampliamente libre para cumplir con la promesa que le había hecho a su pequeña hermana.

Y así, tal y como lo tenían contemplado, por la tarde visitaron la ciudadela que estaba en las afueras del palacio, la pequeña lucia ligeramente emocionada al mirar por la ventanilla del carruaje, lo que le causo algo de satisfacción a su hermano mayor, aun a pesar de que por el otro lado hacia todo lo posible por ignorar completamente la actitud de evidente disgusto de su prometida.

- Hermano ¿podemos dar un paseo a pie? – se volvió a él dedicándole una hermosa sonrisa, el chico asintió en forma neutral con un pequeño ademán, no obstante a que la pelinegra no tardo en hacer notar su desacuerdo total.

- Vallan ustedes si quieren, yo los esperare en el carruaje – se expreso fastidiosamente en uno más de sus desplantes.

- Si mal no recuerdo vinimos a pasear para que conocieras mejor el reino, así que bajaras con nosotros sin excusas – la voz del chico se escucho tranquila pero igualmente fría...

- Pero... – quiso objetar de inmediato, sin embargo una cruda mirada por parte del violáceo la abstuvo completamente de hacerlo, no quedándole más remedio que obedecer.

La peliverde estaba mas que feliz y orgullosa al caminar por las callejuelas tomada de la mano de su hermano, la gente al pasar mostraba sus debidos respetos, aunque si bien no era algo de lo que debieran sorprenderse puesto que los príncipes visitaban con algo de frecuencia los alrededores de la ciudadela.

Lo que si era nuevo, fue la presencia de la bella chica de ojos grises que los acompañaba, a pesar de que a simple vista se notaba que esta no estaba nada feliz de estar ahí.

La pequeña imprevistamente se soltó de la mano del ambarino para acercarse hasta un modesto puesto de fruta, luciendo ligeramente emocionada al ver a la propietaria del establecimiento.

- Buenas tardes su majestad... – le dijo con cordial amabilidad la joven mujer de oscuros cabellos que atendía el puesto.

- Buenas tardes señora Lee ¿esta Pai Long? – la niña al instante pregunto por el pequeño hijo de la comerciante que desde hacia algún tiempo atrás era uno de sus mejores amigos.

- Si, enseguida lo llamo ya que se encuentra en la trastienda – le sonrió con ternura pues esa niña era todo un ángel, uno muy apreciado y querido por los pobladores del lugar.

- Gracias... – sonrió la niña mientras que a su cuñada aun no parecía tomar del todo bien las libertades que el pueblo se adjudicaban para con ellos, al ver ese gesto el violáceo no tardo en inquirir el por qué de aquello aunque igualmente decidió preguntar.

- ¿Sucede algo malo? – le cuestiono secamente mirándole de reojo.

- ¿Cómo dejas que la chusma le hable así a tu hermana? – dijo con notoria indignación a lo que el otro respondió con un pequeño suspiro de cansancio, de veras ya lo tenia harto con sus constantes quejas.

- No se porque me molesto en preguntarte si tu siempre sales con alguno de tus comentarios estúpidos y fuera de lugar... – le hablo de una manera bastante despectiva que solo la hizo apretar fuertemente los labios tragándose de alguna manera su orgullo – ahora me queda claro que si solo mantienes la boca cerrada mientras estemos juntos todo marchara perfectamente entre nosotros – se giro para ver a su hermana tratando así de no prestarle la mas mínima atención a su prometida.

- ¡Lee Pai Long! – exclamo la pequeña princesa al distinguir la figura de su amigo que iba siguiendo a su madre.

- ¡Ju…! princesa... – el niño se auto corrigió al ver quien se encontraba parado justo detrás de la niña – ¿q-que la trae por aquí? – sonrió nerviosamente al ver como esta lo tomaba de la mano.

- Necesito tu ayuda... – le murmuro de tal manera que solo él la escuchara – ¿recuerdas el plan que te platique? – el niño de cabellos negros asintió con un pequeño movimiento de cabeza – es hora de ponerlo en marcha.

- Pero princesa ¿esta segura? – la miro no muy convencido.

- Por supuesto, tenemos que deshacernos de ese estorbo cuanto antes... – le dijo igual de bajo que antes pero mirando de reojo a su adorada cuñada.

- ¿Y si su majestad se enoja con nosotros? – el chico parecía no estar muy afín con las ideas de su princesa.

- No te preocupes, de mi hermano yo me encargo... – le sonrió extrañamente tomándolo mas fuerte de las manos – ¿entonces me ayudaras?

- E-esta bien – accedió aunque aun no muy convencido.

- Genial – su sonrisa aumento de tamaño y entonces se volvió al ambarino que solo la miraba inquisidoramente por su extraño comportamiento – Hermano... ¿no hay problema en que Pai Long nos acompañe?

- Si eso es lo que quieres por mi no hay problema... – le respondió su indiferencia acostumbrada.

- Muchas gracias hermano...

Todo el camino los dos niños se la pasaron hablando animadamente mientras caminaban a espaldas de los jóvenes príncipes, por decirlo así estaban replanteando la estrategia que utilizarían para deshacerse del ya mencionado estorbo.

- Entonces eso haremos... – la peliverde le sonrió felizmente al otro que aun no estaba muy inclinado a llevar a cabo ese plan.

Fue entonces que la pequeña se separo del chico para acercarse a su hermano que mantenía un silencio sepulcral y bastante incomodo notándose instantáneamente reflejado en el rostro de la chica que acompañaba.

- Mira hermano manzanas con caramelo ¿me puedes comprar una? – le señalo a un joven que vendía esa golosina, jalándolo de una manga para con ella e inevitablemente provocando que su otrora acompañante hiciera lo mismo.

Cuando estuvieron cerca del vendedor le hizo una pequeña señal a su compañero de aventuras, quien al entender el mensaje puso en marcha el plan que tenían trazado. Mientras estaban distraídos en la compra de las manzanas este se escabullo entre los comercios hasta llegar a un puesto donde se vendían aves de corral.

El dueño justo ahora se encontraba distraído mostrándole uno de los animales a una clienta interesada, momento que el chico aprovecho para dejar salir las aves de sus jaulas, las que en el plan original solo se encargaría de darle un pequeño susto a la muchacha de negros cabellos, aunque nunca contaron con que estas se espantarían por los ladridos de algunos perros y en su defecto salieran despavoridas en dirección a donde ahora mismo se encontraba la princesa de Miune.

Esta se quedo petrificada al ver como esos animalejos emplumados además de una jauría de perros salvajes que los seguían por detrás se acercaban a ella a toda velocidad envistiéndola de frente.

La joven gritaba con desesperación al sentir como las patas de las gallinas se enredaban en su muy bien alineado cabello, el ambarino tardo unos segundos antes de lanzarse en su ayuda pues miraba incrédulamente la increíble escena.

Cuando el muchacho por fin alejo a las aves, el vestido al igual que el peinado de la chica estaban completamente arruinados.

- ¿Estas bien? – no puedo evitar preguntarle el chico al verla en semejante estado.

- Ren quiero regresar cuanto antes a palacio – le miro con algunas lagrimas en los ojos y apretando los puños al ser humillada públicamente por unos pollos.

Varias personas se formaron a su alrededor a ver que era lo que ocurría, aumentando la ira y vergüenza de la joven pelinegra mientras que a la pequeña de verdes cabellos dejo escapar una risita viéndola tan graciosa como estaba.

- ¡Vamonos Ren...! – grito mas que furiosa al sentir como todos los presentes se empezaban a cuchichear entre ellos.

- Pero hermano no podemos irnos, prometiste que pasearíamos toda la tarde juntos – la jovencita se acerco hasta ellos para tratar de evitar que se fueran, mas a su hermano no le quedo de otra que acceder a la petición de su prometida.

- Lo siento Jun, pero creo que lo mejor será regresar... – le dijo con calma mientras esta hacia un pequeño puchero y le daba un fuerte mordisco a su manzana.

Aun así tuvieron que caminar un pequeño tramo hasta el carruaje que los había transportado unos minutos atrás, sin embargo la pequeña princesa no iba a dejar las cosas así como así, luego de mirar por unos segundos su manzana se le ocurrió una maravillosa idea, lamió todo el caramelo hasta que este quedo algo liquido, después se planto frente a ellos y en un fingido tropiezo dejo caer la manzana sobre el hermoso vestido color beige de la pelinegra impregnándole una gran mancha roja.

- ¡Agh¡mi vestido! – con el día que había tenido, lo que ahora menos tenia la chica era paciencia, por lo inmediatamente le reclamo a la pequeña – ¡por que no te fijas mocosa!

- L-lo lamento... – no pudo mas que expresar fingido arrepentimiento, mientras que al violáceo no le pareció en lo absoluto la manera en que trato a su hermana menor.

- Tranquilízate, fue solo un accidente... – se expreso con algo de fastidio pero igual hablo con calma.

- ¿Que me tranquilice, si ese monstruo que tienes por hermana acaba de arruinar uno de mis vestidos favoritos – simplemente estaba fuera de sus casillas así que no midió sus palabras para nada – casi estoy segura que lo de los avechuchos esos también fueron su idea.

- ¡Quieres dejar tu histeria de una buena vez! – el ambarino alzo la voz para que esta se callara pero sin éxito pues continuo dejando escapar toda su inconformidad a pesar de la gente que se estaba reuniendo para mirar el espectáculo que estaba brindando con sus rabietas por demás infantiles.

- ¡No estoy histérica! – quiso reivindicarse pero su forma de actuar decía todo lo contrario – ya estoy harta y si tu no reprendes a esa mocosa yo misma me encargare de hacerlo – se acerco a la niña con la mano en todo lo alto para tratar de asestarle un golpe, el ambarino la detuvo en el aire sosteniéndole fuertemente del brazo antes de que lo hiciera.

- ¡No te atrevas! – le dijo ya bastante molesto por su infantil comportamiento.

- Suéltame... – se safo con fuerza de su agarre lo que le hizo irse de espaldas por la inercia, perdiendo un poco el equilibrio al tropezar con el faldón de su vestido teniendo como consecuencia que esta cayera sin querer en el fango de un corral de cerdos – no, esto no puede estar pasando... – dijo luego de ver y sobre todo oler el lugar donde había aterrizado.

Los presentes la miraron por unos momentos sorprendidos, pero al escuchar la risa del ambarino y de la pequeña princesa ellos también comenzaron a reírse descaradamente de la desgracia de la pelinegra que acababa de recibir la peor humillación de toda su vida.

- ¿Quieres que te ayude? – se acerco a ella el violáceo extendiéndole una de sus manos no obstante con algo de burla lo que provoco que la ira de la princesa se desatara.

- ¡No me toques!... – grito colérica tratando de levantarse por ella misma.

- Como quieras... – las emociones del ambarino volvieron a desaparecer de su rostro girándose hasta donde estaba su hermana – vamonos Jun...

- Eh... si... – contesto ella tomándolo de la mano ante la atónita mirada de la chica pues al parecer pensaba dejarla ahí.

- Espera... ¿acaso no me llevaran con ustedes? – le miro incrédulamente tratando de encontrar en sus acciones algún tipo de vacilación pero solo obtuvo una fría mirada por parte del chico.

- Tu sola sabes el camino a palacio ¿o no? – fue lo ultimo que le dijo para después ayudar a su hermana a subir al carruaje y él hacer lo mismo dándole la indicación al cochero de que los llevara de vuelta, dejándola sola en ese lugar sumamente humillada.

- ¡Eres un maldito idiota Ren Tao! – le grito al carruaje que se alejaba mientras intentaba salir de ahí pero un nuevo resbalón la hizo perder el equilibrio y caer, provocando nuevas risotadas a los divertidos espectadores.

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Bien, al final de cuentas y cuando iban a medio camino el príncipe ordeno que el carruaje se devolviera para traer a la princesa con ellos, luego de casi vomitar por el nauseabundo olor que de ella se desprendía y cuando por fin pudieron llegar a palacio se toparon con la noticia de que el rey de Miune había regresado.

Al ver el carente estado de su primogénita no pudo evitar sobresaltarse, acercándose con prontitud hasta donde esta se encontraba para cerciorarse de que nada malo le hubiese pasado.

- Kira ¿que te paso? – pregunto mas que consternado al ver que su hija estaba al borde de las lagrimas.

- Papá... – se desmorono en sus brazos llorando desconsoladamente – llévame contigo por favor, no me vuelvas a dejar sola en este lugar...

- ¿Pero por que? – el hombre de barba serrada no concebía en su cabeza que era lo que había ocurrido como para que su hija llorara de esa manera.

- ¡Yo no quiero casarme...! – sollozaba incomprensiblemente pues sus lagrimas ahogaban sus palabras – ¡no quiero casarme con un patán como Ren Tao y mucho menos quiero soportar al terrible monstruo de su hermana!

- Pero Kira querida ¿por qué dices todas esas cosas? – la chica estaba a punto de contestar pero entonces se escucho la seria voz del ambarino.

- Creo que la princesa no ha tenido un muy buen día, eso es todo – su voz se escuchaba de lo mas normal como si nada hubiese pasado, aunque si bien el estado desconsolado de la chica decía todo lo contrario.

- Todo esto ha sido tu culpa, si no me hubieses obligado a acompañarlos a visitar a esa gentuza nada de esto habría ocurrido.

- ¿Sigo sin entender de lo que estas hablando cariño? – el soberano del Oeste aun no atinaba a comprender que era lo que había ocurrido.

- De que él y su odiosa hermana se encargaron de hacerme pasar el día más miserable de toda mi vida y ni loca pienso casarme con ese sujeto – señalo con determinación hacia donde ahora se encontraba el ambarino.

- Su majestad lo lamento, pero no pienso seguir soportando semejante clases de insultos hacia mi y mucho menos hacia mi pequeña hermana... – el ambarino expreso fingido agravio pues en realidad las palabras de esa pobre chica le entraban por un oído y le salían por el otro – lo que sucedió esta tarde no fue mas que un lamentable accidente.

- Entiendo alteza... Kira por favor discúlpate con ellos ya que tu comportamiento es bastante inapropiado...

- ¿Que me disculpe! – le miro entre sorprendida y bastante molesta – pero si la que sufrió el ultraje fui yo...

- Kira por favor...

- No papá, yo no me voy a disculpar... y escúchame bien, digas lo que digas, antes muerta que casarme con ese... ese individuo – se dio la vuelta y se retiro a sus aposentos ante la sorpresa del rey y una amplia satisfacción por parte del ambarino que no hizo el mas mínimo intento por hacerla cambiar de opinión.

Inevitablemente el compromiso fue disuelto para el alivio de muchos, luego de que la familia real de Miune abandonara el palacio, las siguientes tres semanas retomaron su curso sin aparentes dificultades.

El príncipe manejaba con inteligencia y destreza las actividades de las que seria responsable en una semana mas cuando tomara las riendas del reino, de hecho ya a nadie le quedaba la menor duda de que seria un magnifico gobernante y no solo eso sino que también haría importantes logros para su pueblo.

Aunque muy a pesar de todas sus cualidades y aptitudes para el buen manejo de los intereses del reino había un pequeñísimo inconveniente que opacaba todo lo anterior... el carácter de los mil demonios que este tenía.

Mas de uno que le conocían de toda la vida pudo darse cuenta que este empeoro considerablemente desde su regreso a Cilión, llego a los extremos de ganarse una reputación bastante temida por aquellos que le rodeaban.

Por recomendación o mejor dicho por suplica de casi todos los miembros del consejo, este tuvo que tomar un pequeño receso en sus labores ya que en si su ausencia no afectaría gran cosa los asuntos concernientes al reino puesto que la mayoría de los conflictos ya estaban resueltos o simplemente eran insignificantes y podían ser decididos sin consultar su parecer y por otro lado ahora se pensaban dos veces antes de presentarle dichos casos al futuro rey.

El chico paso la mayor parte del día en los alrededores del palacio pues aun tenia muy presente la imagen de aquella dulce joven de cabellos rosados y hermosos ojos fucsia que en parte era la responsable de que su carácter empeorara considerablemente los últimos días, luego de enterarse que dentro solo dos días la boda de la chica se llevaría finalmente a cabo y por esta razón estaba mas que furioso con el mundo.

Algunas locas ideas ya rondaban su cabeza, incluso la de secuestrar a la chica para que esta no se casara¿pero que ganaría con aquello, solo una nueva guerra entre ambos reinos, y como ella le había enseñado antes de despedirse, su pueblo siempre estaba por encima de sus intereses personales, aparte que el mismo día de su boda su madre había tenido la maravillosa idea de organizar un baile para buscarle una nueva prometida, luego de que se deshiciera con éxito del engendro que ya tenia.

Comenzaba a atardecer cuando este finalmente regresaba a palacio, lo único que quería en esos momentos era descansar y disipar aun mas todos sus pensamientos para que el recuerdo de aquella joven no le provocara aquel sentimiento de vació en el alma.

Justo antes de entrar al edificio fue interceptado por alguien que de alguna manera y muy pero muy en el fondo de su ser se sentía feliz de volver a ver.

- ¿Horo Horo? – no pudo esconder la sorpresa que le daba verlo ahí – ¿qué haces aquí?

- Ah... si... hola Horo ¿cómo has estado, sabes a mi también me da gusto volver a verte – no pudo contenerse para hacer mofa de la descortesía mostrada por el otro chico – valla forma de tratar a los amigos...

- Quieres dejar tus absurdas bromas y decirme de una buena vez ¿que haces aquí? – como siempre que lo veía el chico violáceo comenzaba a perder fácilmente los estribos.

- Créeme que no es por gusto, pero Tamao me pidió que te trajera esto y te lo entregara personalmente – le extendió una pequeña carta que el otro no dudo en tomar y leer inmediatamente lo que decía.

A medida que leía la larga carta, su rostro se ponía mas y mas serio, desconcertando un poco al peliazul a pesar de que este pudo darse una ligera idea del porque, al terminar de leer aquello levanto la mirada hacia el joven ainu, reflejando un extraño brillo en los ojos.

- Sígueme… - el muchacho obedeció sin prestar las quejas acostumbradas al ver la frialdad y rigidez en el rostro del otro chico.

El peliazul le siguió hasta un pequeño estudio, ganándose en el trayecto un singular numero de miradas sorprendidas y bastantes suspicaces por parte de los sirvientes de palacio.

Al entrar en el estudio y luego de indicarle al otro joven que tomara asiento, el violáceo se dirigió hasta un escritorio, del cajón saco una hoja e inmediatamente después se puso a redactar el mensaje que daría como respuesta a la carta que aun sostenía en la mano.

En su espera el peliazul miro con detenimiento el lugar, en algunas conversaciones casuales había escuchado sobre la magnificencia del palacio real de Cilión, aunque al verlo finalmente con sus propios ojos constato que todas aquellas narraciones se quedaban cortas con la realidad, quizás hasta podría asegurar que era mas hermoso que el propio palacio de Zairent.

Cuando el ambarino termino de escribir el mensaje doblo la hoja cuidadosamente en una especie de carta, sellándola para cerrarla y entregársela finalmente al chico que esperaba pacientemente en uno de los sofás.

- Entrégale esta carta a Tamao y dile que por mi parte no hay problema, si esa es su decisión yo lo entenderé... – su voz se escucho en extremo fría y calculadora por lo que el otro joven solo asintió con un pequeño movimiento de cabeza, ahora solo le quedaba esperar que llegara a tiempo para darle el mensaje a su princesa.

♦♦♦♦♦

Dicho mensaje fue recibido por la por la princesa del Norte un día después de que el peliazul abandonara Cilión y de hecho fue justo la tarde anterior a la boda.

Durante casi todo el día la doncella de celeste cabellera le hizo compañía a su princesa, puesto que aun retocaban algunos de los detalles pendientes para la celebración del matrimonio, ya entrada la noche fue cuando Pilika finalmente la dejo a solas en el vacío de su habitación.

La joven pelirosada se encontraba ligeramente recostada en un diván frente a su cama, observando con detenimiento el hermoso vestido blanco de satín que lucia el maniquí donde se le dieron los últimos toques de confección, asimismo se encontraba pensativa y en cierta medida se hallaba también bastante nostálgica al recordar todos los gratos momentos vividos al lado de él sosteniendo sobre su pecho el papel que por la tarde su amigo le entregara.

Se encontraba tan perdida en sus pensamientos, recapitulando con lujo de detalle todos los sucesos que cambiaron completamente su forma de ver la vida y de cómo ese joven que en un principio fue bastante rudo con ella, se había ganado su corazón pero mas que eso le había devuelto nuevamente las ganas de seguir viviendo, aunque si bien al final su destino inevitablemente la hubiese alcanzado.

Por un momento deseo arrancarse todos esos sentimientos ya que se suponía mañana seria el día mas importante de toda su existencia, pero su estado de animo era mas bien de inquietud y considerable nerviosismo, eso aun a pesar de querer erradicar todo sus pensamientos, aunque lo cierto era que estos volvían con mayor fuerza a medida que los minutos transcurrían.

Algo sofocada se levanto de su lugar para tratar de despejar sus pensamientos, mirando por unos instales su cama ya lista para que esta se acostara a descansar, y si bien ahora ya traía puesta su camisola de mangas largas para dormir no se acostó puesto que justo antes de hacerlo instintivamente giro su cabeza para mirar hacia el corredor que daba a la terraza.

Contemplo ese lugar por unos momentos en una especie de deja vú igual al de casi cuatro meses atrás cuando tomo la decisión de llevar a cabo su venganza...

Mientras maquinalmente se encaminaba a la terraza, pudo sentir bajo sus pies descalzos lo frío del mármol beige que recubría todo el piso de la habitación, camino con pasos lentos y cortos hasta llegar del otro lado, sintiendo contra su piel el choque helado del viento invernal que se resentía mucho mas a esas horas de la noche.

No importándole sentir en sus pies la delgada capa blanca que había dejado la ligera tormenta del día anterior, ya que realmente se encontraba como en una especie de trance con varios sentimientos mezclados entre si.

Cuando llego al barandal que daba fin al piso del balcón, fijo su completa atención en lo infinito del horizonte, dejando a su vez escapar un último suspiro a lo que estaba a punto de hacer.

Con agilidad trepo por el barandal quedándose un largo rato de pie en aquel sitio sin hacer nada mas que reflexionar a fondo las ultimas palabras dichas por el chico violáceo cuando literalmente regreso a la vida.

Algunos momentos después se desato una pequeña ventisca, haciendo que el frío viento hondeara el vuelo de su camisola, alborotando bastante sus cortos cabellos rosados que contrastaban con el pálido blanco de su piel, adquirido en mayor proporción por lo gélido del ambiente.

Al detener su vista en el espacio infinito que ahora mostraba con gala sus perpetuos y resplandecientes luceros, que muy a pesar de que ese día no existiera la presencia del astro plateado para acompañarlos aun así estos brillaban a plenitud en lo despejado del cielo nocturno.

Serró lentamente sus ojos, tratando de guardar en su memoria la hermosa imagen que tenia frente a ella mientras que en la comisura de sus labios ligeramente rosados por lo intenso del frío una singular sonrisa sarcástica se empezaba a delinear.

- Todo finalizara ahora mi querido joven Ren... – murmuraba manteniendo persistentemente en su fino rostro esa misteriosa sonrisa dibujada y bajo sus pies la amplia distancia que la separaba del piso y pero mas que nada de su anhelada libertad...

Continuara...

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Ahora si, ya ordene todas mis ideas y puedo decir que el capitulo que viene es el final de la historia (XD), mientras que por ahora eso fue todo, muchas gracias a quienes se tomaron la molestia de dejarme sus comentarios ojala y también les haya gustado este capitulo, y como siempre digo (n.nU), por ahora eso fue todo nos vemos el próximo capitulo…