A/N:

Aquí les traigo mi proyecto de cuarentena, mi 4to fanfic. Espero que sea de su agrado.´

Futuros capítulos contendrán contenido no apto para menores, incluyendo temas sexuales explícitos y violencia.

Al ser esto un fanfic, los personajes no son míos, son de Kōhei Horikoshi. Sólo adjudico el escrito y la trama como mía.

1era edición en proceso.


Capítulo 1: Nueva vida, nuevo hogar

—¿Están conscientes de lo que van a pedirle?

La voz de Yamada retumbó en el cuarto de deliberación de la U.A. El resto lo miraba con seriedad, como si su inquietud fuese un mero berrinche. Tras un gemido de desaprobación de Nemuri, esta le dijo.

—¿Por qué tan defensivo Hizashi? ¿Hay algo que quieras compartirnos?

El vocero gruñó y se recargó aún más en su silla con ambos brazos cruzados.

—Sólo digo que no lo veo apropiado, no después de lo que tuvo que pasar.

—Han pasado diez años. No puede quedarse estancado en el pasado por siempre —, dijo ella en tono serio, aunque aquello pasó por su mente también, nunca se hubiese atrevido a traerlo a la mesa de la forma que Mic lo hizo.

—Nunca he pasado por algo así, pero estoy seguro que son ese tipo de cosas que no pueden superarse tan fácilmente. Si me lo preguntan, es el tipo de tragedias que convierte a las personas en villanos —, Hizashi continuó.

—¿Qué es mejor entonces? ¿Seguir pretendiendo que todo está bien? ¿Qué él "es así" y por eso debemos dejarlo que se siga hundiendo? —, retó Cementoss.

—Sólo digo, que hacerlo le abrirá la herida —, Yamada dijo.

—No podemos abrirle algo que siempre ha estado abierto —, Chiyo comentó.

—Hagámoslo como una prueba, le cederemos un cuarto en los dormitorios para que conviva con ella ahí. Si todo marcha bien, podrá llevársela a casa, si todo va mejor le enseñará a controlar su don, y quizá encuentre un hogar —, Nezu anunció.

—¿Y si no funciona? ¿Qué procede? —, Mic volvió a preguntar.

—Estas muy a la defensiva, ¿Qué sucede? —, Nemuri preguntó un tanto irritada.

—¿Qué sucede? Te diré lo que sucederá. Le van a reavivar su trauma, su psique se irá al piso y quién sabe si podrá seguir dando clases, o trabajar como héroe si quiera —, Mic declaró con la mirada fruncida, y haciendo el mejor esfuerzo por no usar su don para dar a conocer tal disgusto.

—Hizashi tiene razón en eso, mi don no puede curar un estado mental. Al hacer esto, tomen en cuenta que no pueden recurrir a mí —, dijo Recovery Girl.

Después de un incómodo silencio en todos los presentes, All Might se dirigió a Mic.

—Entiendo que te preocupe, a mí también me preocupa todo esto, pero él es la mejor opción para ella, y si algo sale mal con él, para eso nos tiene a nosotros. Somos sus amigos ¿No? —. Mic no lo encaró, por lo que el héroe retirado se puso de pie y colocó ambas palmas en los hombros del otro rubio, obligándolo a hacer contacto visual—. Nuestro trabajo será darle apoyo.

Después de darle esa breve mirada, Yamada volvió a mirar al piso.

—Supongo que no tengo opción.

—Bien, mándelo llamar, el resto retírese, hablaré con él asolas —, Nezu dijo.

Poco después de haberlos dejado ir, hubo toques a su puerta, a lo que el director dio luz verde para que pasara.

—¿Quería verme? —, dijo el hombre con apariencia de que se caería dormido en cualquier instante.

—Sí, Aizawa, pasa.

El profesor cerró la puerta detrás de sí, y se sentó frente a su jefe.

—Veo que te has recuperado —, Nezu comentó.

Shouta miró de reojo el vendaje visible de sus manos.

—Me he recuperado de cosas peores, además, mis heridas no eran tan graves comparadas con el resto.

—Aquella operación fue exitosa, pero a precio muy alto. Con ella hemos reivindicado las convicciones de la U.A. y hemos vuelto a ganar la confianza de la gente. Sin embargo, hay asuntos pendientes que debemos atender.

—La niña —. Shouta fue al punto—. Aun no despierta y sigue con fiebre, pero he estado al pendiente como me lo indicó.

—Exacto, agradezco que hayas accedido a vigilarla, por eso espero, que sigas haciéndolo por más tiempo.

Aquellas palabras hicieron que los ojos del desvelado bailaran un poco en confusión.

—¿A qué se refiere? —, preguntó por su eventual estado de negación.

—Me refiero a que la pequeña necesitará ser cuidada saliendo del hospital, un don como ese es demasiado para servicios infantiles. Ambos llegamos a un acuerdo en el que se nos otorgará custodia provisional de ella por motivos de seguridad, pero claro, cuando se trata de seguridad, sólo tenemos a alguien que puede garantizarla, y ese alguien eres tú.

Al levantar la vista, Nezu se encontró con lo que ya esperaba ver. El hombre a su frente estaba petrificado con las pupilas contraídas, cara brillosa por la sudoración y cabellos más crispados de lo normal. Una expresión que sólo mostraba una cosa, terror.

—¿Quiere que me haga cargo de ella? ¿Qué viva conmigo? ¿Ser su custodio? —, indagó Aizawa rogando internamente por un no como respuesta.

—Demasiada redundancia en tus palabras, pero si, es lo que quiero. Espero que no sea demasiado —, Nezu le dijo.

El profesor se puso de pie y se dirigió a la ventana, como si de alguna forma inhalar aire fresco le borraría las dudas, o quizá, aventarse y terminar con su vida era mejor. Por un lado, entendía la lógica detrás de todo, si, él era la mejor opción para mantener ese don bajo control, eso no se discutía. Su problema, era otro, no se trataba de mantenerla en un corral y borrarle el don cada vez que fuese un inconveniente. No, esta niña iba necesitar comida, ropa, un lugar donde dormir, educación. Un sinfín de requerimientos de los cuales no estaba seguro que podía afrontar. Después de todo, no era soltero por nada.

—No le temas a la responsabilidad, Shouta —, Nezu dijo —. Hizashi me comentó que tiendes a menos preciarte. Eres más capaz de lo que piensas, no olvides que lidias todos los días con adolescentes imprudentes. Una niña no debería ser tanto problema para ti.

—Aprecio sus palabras —, contestó el otro más desanimado que seco—. Pero ella ya pasó por mucho, ella merece estar con alguien mejor.

—Podrá irse con alguien mejor, cuando estemos seguros que su don no represente un peligro. Shouta, para que ella pueda recuperarse, necesita tu ayuda.

Aizawa se miró las manos, sus vendas estaban mojadas y las manos le temblaban un poco. Esto no estaba bien, la sola idea de pensarlo le estaba provocado un ataque de ansiedad. Aun si continuaba negándose, estaba claro que el ratón no iba aceptar un no como respuesta. Ya tenía la custodia, si o si, esa niña iba a caer con alguien, y después de dar un repaso mental con quienes pudiesen hacerse cargo de ella. No tenía más que aceptarlo.

—Está bien —, dijo con un hilo quebrado de voz.

Días después.

Tanto Midoria como Mirio parecían complacidos de saber que Eri se quedaría con él, pero debido a las necesidades de la pequeña. Al profesor no le pareció prudente mezclarla con el resto de su clase, o simplemente que durmiese en la habitación que le asignaron a él. La pequeña necesitaba algún tipo de estabilidad y por supuesto, un lugar callado que no pudiese activar su inestable don. Por lo que, antes de que la dieran de alta, pidió que modificaran los dormitorios. De modo que el lugar donde él y Eri vivirían sería un anexo de los dormitorios. Es decir, era independiente de los espacios que los alumnos compartían. Sin mencionar que ese nuevo lugar le daba un poco más de espacio, no es que lo necesitase, pero se agradecía.

Después del festival cultural, los ánimos de la pequeña habían subido, por lo menos. Tuvo ese momento éxtasis que tanto le hacía falta, y recordarle un poco lo que era vivir, pero Eraser Head como la voz de la experiencia que era, estaba consciente que el éxtasis era pasajero. No se podía borrar en un día tantos años de abuso. No era algo que Izuku o el resto necesitasen ver, pero como el guardián de ella, lo notó, para la anochecer, fue como si nada hubiese ocurrido. Tanto sus ojos como sonrisa se fueron apagando a medida que el sol se ponía. Lo que lo obligó a acelerar un poco el ritmo de su mudanza, pues lo que menos quería es que los demás empezaran a notar que la pequeña estaba yendo en reversa.

Al no ser ostentoso con sus pertenencias, cambiarse de lugar no fue un asunto difícil. A lo mucho fue a la casa de Hizashi por unas cosas que le dejó encargado antes de mudarse a los dormitorios, igual no eran muchas, pero ya tenía donde ponerlas.

Ahora era el turno de Eri conocer su nuevo hogar. Siguió al profesor procurando quedar lo más cerca de él posible. La gente estaba empezando a incomodarla, recordando que su ultimo guardián no dudaba en castigarla si se alejaba demasiado, y tal comportamiento se veía reflejado en su miedo por dejar el costado de Aizawa.

Al llegar al apartamento, él abrió la puerta y dijo.

—Aquí vivirás un tiempo —. Al ver que la niña no entraba, movió el brazo que ella le sostenía para incitarla a moverse—. Pasa.

Eri-chan se adentró un poco cohibida, el lugar le parecía bastante iluminado, y había un olor agradable en el aire, como a dulce.

—¿A que huele? —, ella preguntó.

Después de olisquear un poco, él le contestó.

—Deben ser las flores de la ventana.

Extrañada, la niña se asomó al lugar indicado, comprobando que había un estante con varias macetas. Estaba tan concentrada mirándolas, que no se dio cuenta que algo había subido al estante. Aizawa por su parte, se retiró a la habitación designada para ella y se distrajo desempacando un poco de ropa que los demás maestros y sus alumnos le donaron a la pequeña. Cuando escuchó un grito agudo proveniente de la sala. Sin pensarlo regresó de inmediato, viendo que ella estaba repagada a la pared del lado contrario de la ventana, claramente asustada.

—¡¿Qué sucede Eri?! —, le preguntó un tanto sorprendido.

La niña apuntó hacia enfrente con su tembloroso índice. Era una criatura negra, con las patas y una oreja blanca, ojos verdes y pupilas alargadas.

—¿Q-q-ué es eso?

Eraser fijó su vista en dirección al dedito, mirando aquel animalito que la había asustado.

—Es Chaplin —, dijo él.

—¿Qué es un chaplin?

—Mi gato, se llama Chaplin —, rectificó él—. Es amigable, no te hará daño.

Shouta comenzó a chasquear sus labios para llamar la atención de su mascota, pero tras cruzar miradas animal y humano. La patita del gato comenzó a pasar por detrás de una de las macetas.

—¡No! —, Shouta dijo de inmediato—. ¡Chaplin! N-

Gruñó rendido al oír como la maceta crujía en el suelo. Después de su fechoría, el gato maulló alegre, saltó del estante y caminó hacia él para después restregarse en sus pantorrillas.

—¿Por qué hizo eso? —, ella preguntó.

Aizawa tomó al gato en sus brazos y comenzó a acariciarle la espalda.

—Cosas de gatos, la verdad no sabría decirte ¿Quieres tocarlo? —. Al ver la cara de duda de ella, continuó—. No te hará daño.

Temerosa, ella extendió su brazo, retractándolo un par de veces hasta que finalmente hizo contacto con el pelaje negro. Ella sintió una sensación rara en la piel, como que le picaba un poco, pero no le prestó mucha importancia. Poco a poco. El profesor vio que la cara de miedo fue desapareciendo de su rostro, al punto que volvió sonreír, aunque fuese de forma leve.

—Eso es ¿ves? le gusta.

—Hace un ruidito —, ella dijo.

—Está ronroneando —, respondió él en tono suave.

Al ver que ambos ya estaban aclimatados, el azabache le cedió a Chaplin a ella. Quien no tuvo problema en sostenerlo y disfrutar más de cerca el ronroneo.

—Seguiré desempacando tus cosas. ¿Te lo encargo? —, él preguntó a lo que ella asintió—. Bien, estaré en tu habitación si me necesitas.

El profesor estuvo acomodando los la ropa en los cajones, junto con otros artículos básicos que él le había adquirido en anticipación. Una toalla para el baño, shampoo, cepillo de dientes, entre artículos personales. En un momento melancolía se masajeó la sien. ¿Cómo diablos terminó aquí? ¿Cómo es que el destino lo puso en esa situación? Como Nezu se lo dijo, lidiaba con adolescentes hormonales todo el tiempo. La etapa más explosiva, escandalosa. La edad del "Yo soy chignón, lo puedo todo porque soy único y especial". Él era quien prácticamente tenía que mantenerlos a raya, y recordarles que el mundo no giraba alrededor de sus patéticas mentes inseguras y frágiles, porque al final del día. Él representaba en lo que eventualmente se convertirían. Adultos con deudas que pagar, horario de trabajo fijo y sueldo miserable.

Pero Eri, ella representaba otra etapa. El descubrimiento, la curiosidad, la inocencia. Él no era el tipo de maestro que ponía estrellitas en la frente por portarse bien. No iba a hacerle una fiesta por cosas cotidianas que para un niño son nuevas y fascinantes. Era ese choque lo que lo tenía tan consternado, preguntándose si pudiese llegar a ablandarse para ella. No del tipo ser débil, más bien, poderle fingir y brindarle esos pequeños momentos de asombro.

Soltó un pequeño gemido inseguro y se mordió el labio ¿A quién quería engañar? Ni si quiera sabía sonreír sin verse como un acosador sexual. Esto iba ser difícil, muy difícil. No sólo hablando por los cuidados, y su disponibilidad mental para hacerlo.

El otro punto de contención era la extensión del abuso que la pequeña sufrió. Aun no sé atrevía a leer el reporte médico, sólo sabía lo que otros decían. El abuso tanto fisco como psicológico fue extenso, y con alto índice que dejarle marcas de por vida. A estas alturas, también entraba el factor si Eri. Aun siendo una niña, aún conservaba aquella curiosidad nada de un niño o la inocencia si quiera.

Todo esto eran factores a considerar ante la pregunta que todos se hacían. ¿Podrá ella controlar su don?, cosa que él temía ser un rotundo no. En el mejor de los casos. Ella se volvería dependiente de él sólo para llevar una vida normal, con la alternativa que otra persona con un don anulatorio como el suyo se hiciese cargo. Si existiesen muchas personas así, la Sociedad de Héroes ni existiría.

—Todo listo. ¿Tienes hambre? Eri … ¿Eri?

Silencio.

No sabía mucho de niños, pero por regla general, el silencio era una bandera roja. Dejó la habitación, llamándola en el proceso pero seguía sin contestarle. Al regresar a la sala vio algo que hizo que su sangre se fuese al piso.

Chaplin se restregaba en ella de forma afectuosa, sin embargo. Eri estaba de rodillas sosteniéndose el pecho, ojos extendidos y la boca bien abierta, parecía intentar jalar aire sin éxito.

Shouta se arrodilló a su altura.

—¿Eri? ¿Eri qué pasa? ¡Eri!