Capítulo 3: Culpa

En uno de los tantos campos de la escuela. Ya casi al anochecer, un joven de pelos morados salía de una pila de metal en forma de bufanda. Se miraba exhausto, como si ya tuviese buen tiempo intentando desenredarse, o averiguar cómo diablos manejar aquella herramienta. Tras lograr liberarse, direccionó unas cuantas ofensas a los dummies a su frente, parecía haber recuperado el control de aquellas tiras de metal. Sin embargo, su mal manejó provocó un enredo entre sus pies, el cual no notó hasta que al llamar esas tiras enredadas, se lo llevaron arrastrando.

El maestro suspiró derrotado al ver el tropiezo.

—Suficiente entrenamiento por hoy —, dijo Aizawa iluminando sus ojos de rojo y conteniéndose unas cuantas risas, como le recordaba a su yo joven.

—¿Ha? pero si apenas son las sies —, Shinso contestó extrañado.

—En este último tramo, tus horas de entrenamiento serán recortadas —, el profesor anunció.

—¿Está bromeando? Ahora más que nunca debería seguir entrenando. Sabe que me harán un examen práctico —, Hitoshi protestó, sintiendo el recorte de horas como una apuñalada en la espalda.

—Nada te impide entrenar por tu cuenta, esto se debe a un cambio en mi disponibilidad. Lo harás bien, ya tienes las bases para practicar. Hasta luego.

El joven se quedó petrificado, viendo como su mentor se iba como si nada. Frunció la mirada y peló los dientes, dispuesto a no irse y seguir entrenando, aunque de manera torpe por los malos sentimientos que estaba cargando hacia él por dejarlo así.

—Ya llegué —, anunció el azabache mientras se quitaba los zapatos, y dejaba unas cuantas bolsas de mandado en la mesa.

—Ah, sensei, bienvenido a casa —, dijo Togata.

—¿Todo bien con Eri? ¿Algo que comentar? ¿Pudiste darle la clase que te di? —, preguntó el maestro.

Ante la pregunta, le fue difícil al rubio mantener la sonrisa. Se ofreció a ser niñero de Eri mientras Aizawa trabajaba, y en el proceso le enseñaba cosas académicas que ya debería de saber una niña de seis años, como lectura y escritura básica, pero nunca se imaginó que su primer día estando con ella fuese tan duro, creyó que todo sería divertido, como lo fue en el festival. En cambio….

"Eri chan ¿Tienes hambre? puedo prepararte unos deliciosos pastelillos si lo deseas" Recordó sus intento de animarla llegada la hora de un receso, se le acercó al oído para susurrarle. "Aizawa sensei no tiene por qué enterarse que comimos postre antes de la comida."

Con la mención del desvelado, la mirada de la pequeña se aplastó aún más. Cosa que Mirio notó de inmediato.

"¿Qué pasa Erichan? Cuéntale al tío Lemillion"

"Lemillion… ", ella dijo alzando la vista.

"Chiquita linda ¿Qué tienes?" Volvió a preguntar el rubio.

"Nada… ", dijo con un hilo de voz antes de que empezase a dar saltitos debido a los solloces.

"Eri ¡Eri! ¿Por qué lloras?"

Ella intentó limpiarse las lágrimas, pero eran muchas, en medio de su llanto le dijo.

"Chaplin se fue por mi culpa", dijo antes de abrazar el pecho de su héroe, y soltar un llanto más fuerte.

¿Chaplin? Mirio sólo conocía dos Chaplin, un actor de películas de antaño, y el gato del señor Aizawa, probablemente se refería al segundo. Aunque le sorprendía que ese gato aun estuviese vivo, si sus cálculos no le fallaban, ya era un animal viejo, muy viejo para la media de vida de un gato.

"¿Por qué? ¿Qué pasó?, preciosa, dime" le preguntó.

"Yo no podía respirar, Aizawa-san se asustó mucho. Me llevó al hospital" Se masajeó sus manos en señal de nerviosismo, las lágrimas no dejaban de recorrer sus mejillas. "Lo hice llorar mucho en la noche…"

Quizá ella le compartió demasiado, cosas que tal vez el sensei no quería que él supiese. Hizo lo mejor que pudo para que la pequeña olvidase aquel inconveniente con diversos juegos. Logró sacarle unas cuantas sonrisas, pero algo pasaba en ella. Era como un interruptor que volvía a apagarse sin importar cuantas veces lo encendieras.

Lemillion sonrió forzado, saliendo de su recuerdo y dijo.

—Bien —, dijo cediéndole unas cuantas hojas—. Aquí están los ejercicios que me dijo que le pusiera.

—Bien, los revisaré junto con las tareas de mis alumnos.

Mirio asintió y se arrodilló a la altura de ella para abrazarla.

—Nos vemos mañana Eri chan.

Ella asintió en silencio y ambos lo miraron partir.

—¿Tienes hambre? —, Shouta le preguntó.

Ella asintió nuevamente en silencio, y se posicionó a un costado del mayor. En respuesta Aizawa la alzó para sentarla en una de las sillas de la barra, luego él sacó el mandado para preparar la cena de los dos. Poco después le sirvió una porción pequeña de miso.

—Toma.

La pequeña observó el bowl, no reconocía más de la mitad de los ingredientes que conformaban la sopa, pero el olor erradicaba toda duda si debía comerlo o no, era agradable, atrayente y hacía su estómago rugir. Era suficiente motivación para probarlo. A pesar de que disfrutó los primeros bocados. El repentino recuerdo de lo que pasó ayer volvió a bajarle los ánimos, como si su propia mente la estuviese castigando diciéndole que no merecía ni una pisca de felicidad.

Al ver que la niña había dejado de comer, el borrador le acarició la espalda, sacándola de su pensamiento negativo.

—¿Pasa algo? —, Shouta le preguntó.

—Lo siento… —, ella dijo cabizbaja.

—¿De qué hablas? Eri.

—Chaplin se fue…. —, murmulló ella a punto de llorar otra vez.

—Eri, Chaplin está en buenas manos. El señor Hizashi lo está cuidando, así yo puedo hacerme cargo de ti.

—Pero, usted lo quiere mucho, le duele que no este.

Eraser desvió la mirada, si le mentía saldría peor. No tuvo más remedio que decirle.

—Si Eri, me duele —, dijo en voz suave—, pero me duele más saber que esto te lastima. No te aferres a lo negativo, no es sano para el corazón.

La niña seguía sin cambiar su semblante. No quería verla así, no esperaba que le sonriera ni que se volviese un torbellino de la noche a la mañana, pero tampoco deseaba que viese su condición como un inconveniente más que afectaba a otros.

—Ok, te diré algo. ¿Qué tal si te llevo con un especialista? Quizá haya algún tratamiento para que puedas manejarlo.

Eri alzó la vista y por fin vio un pequeño destello en sus ojos.

—¿Me puedo curar?

Aizawa le dedicó una leve sonrisa.

—Vamos averiguado.

Al ofrecerle una posible solución, la niña espejeó la sonrisa del mayor y siguió comiendo con el mismo entusiasmo anterior.

Shouta suspiró por lo bajo, un tanto aliviado que logró girar el asunto de una manera positiva. Se mordió el pulgar. Por otro lado, se había metido en un gran lio, la U.A. no iba a cubrir los gastos de algo que claramente era innecesario. Eri sólo debía evitar contacto con gatos y era todo. No iban a cubrirles un alergólogo privado por el capricho de querer tener a Chaplin devuelta. Lo que significaba que debía cubrir aquello de su bolsillo, y cuando se trataba de un especialista privado, eso sí que le iba costar un ojo de la cara y quizá la mitad del otro, pero poniendo aquello de lado.

La pequeña pareció disfrutar del miso, tanto que hasta repitió ración. Aquello le generaba una sensación cálida en el pecho. No estaba acostumbrado a proveerle a otra persona, y ver que ese alguien disfrutaba de su comida, era algo que encontró bastante gratificante.

Después de comer y lavar los platos, el azabache se masajeó la nuca y estiró los brazos antes de decir.

—Me asearé primero, no quiero que te me hundas en la tina —, dijo intentando ser gracioso, pero la niña no pareció entenderlo, suspiró rendido—. Bien, no tardo. Ve alistando tu pijama.

Ella asintió.

Al ser el turno de ella. El maestro se quedó en la mesa revisando las tareas de sus alumnos. No le prestó importancia al tiempo, hasta que terminó de dar retroalimentación y pasar la nota a la hoja de cálculo. Estuvo a punto de ponerse a organizar la clase de mañana. Cuando ahí se percató que Eri parecía estar tardando mucho, y si tenía que ser sincero. Ni si quiera escuchaba ruidos de salpicadura de agua, de vez en cuando escuchaba el chorro del lavábamos. Algo no estaba bien, por lo que se vio forzado a tocar la puerta.

—Eri ¿Estás bien?

—Eh si… —, respondió ella del otro lado.

Eso no sonó muy convincente para él.

—¿Necesitas ayuda?

—Humm….

—Voy a entrar ¿Está bien?

—Está bien…

Al girar la perilla, se encontró con una escena bastante extraña. Eri estaba parada sobre el sanitario para alcanzar el lavamanos, y con la toalla que se supone se iba a secar. La estaba mojando y tallándose con ella.

—Eri ¿Qué haces?

—Me baño, pero no hay esponja, así que use la toalla.

Un aseo en seco, fue lo que la mente del azabache supuso. Al comprenderlo no le sorprendió, después de todo. La pequeña pasó su vida entera aprisionada. Dudaba que los secuaces de Kai la dejaban sola en ese tipo de circunstancias.

—No, no. Eri, se supone —, Aizawa apuntó a las cortinas que estaban detrás ella—. Que tú tenías que entrar al agua que está en la bañera.

El profesor recorrió la cortina, revelando a los ojos de la pequeña una tina a un tercio de su capacidad. Al ver esto. Los ojos de la niña se engrandecieron, y sus pupilas casi desaparecían de la impresión.

—Ven, Eri —, dijo él mientras la cargaba para meterla a la tina.

—No, ¡No! ¡No! —, ella gritó en pánico mientras forcejeaba para soltarse.

—Eri ¡Eri! —. Él la colocó en el suelo de nuevo—. ¿Por qué no?

Con ambas manos en el pecho, ella respondió.

—La tina no, me da miedo…

—¿Por qué?

—Esta fría ¡Siempre está muy fría! —, ella exclamó.

—Eri, el agua esta tibia…

—¡No es cierto, no hay agua! Siempre es hielo y-

No dejó que ella continuara, la acercó a su pecho, la abrazó con fuerza y escondió su cara en el pequeño hombro. ¿Cómo demonios iba a consolar algo así? No había palabras que él pudiese decirle para que olivase aquellas cosas.

—Lo lamento, Eri. Lo lamento tanto —, le susurró—. No fue mi intención traerte esos recuerdos.

Pasados unos momentos, Eri chan pareció volver en sí, respondiendo el abrazo del otro y notando cierta arritmia en la respiración del adulto.

—No llore…

—No estoy llorando… —, dijo Shouta seguido de una inhalación profunda, aunque decía la verdad, si tenía el nudo en la garganta—. Escucha ¿Entrarías a la bañera si yo te aseo?

—¿No le va poner hielo? ¿No me va a-

—¡No! No… Eri, no…. —, negó el profesor casi suplicando que dejase el tema de lado—. Sólo va ser agua, agua calientita ¿Si?

Eri volvió a girarse para ver la tina y dio un gemido de disconformidad. El azabache exhaló rendido.

—Ok, no. Deja busc-

—Está bien —, interrumpió la pequeña con un tono de voz que el profesor sólo podía describir como muerto.

Se alejó de él y sin más protestas intentó meterse.

—Con cuidado —, dijo él ayudándola. Notó como ella al estar dentro, estaba tensa y temblorosa—. No pasa nada. Eri, tranquila….

El baño siempre había sido el momento favorito de Eraser para relajarse, para después seguir con sus actividades antes de dormir lo poco que quedaba de la noche-madrugada, eso si no lo llamaban para alguna misión. Jamás pensó que tal relajación fuese anulada y en cambio, quedase más estresado. Nunca pensó que el problema de la pequeña llegara a tal grado que ni si quiera era capaz de asearse sola, y tenía esa horrible sensación que esto sólo era la punta del iceberg. Después de vestir a la pequeña con su pijama y dejarla en la cama. Se hizo un café y se retiró a su habitación. Aún tenía que preparar la clase de mañana, y ponerse al corriente con la asociación de héroes y la noche apenas iba empezando.