Ya habían pasado tres semanas desde que se mudó con Eri. Era la última semana de noviembre, y con ello el clásico entrenamiento en grupo estaba a la vuelta de la esquina.
Mientras preparaba el desayuno, el azabache le daba la última revisada a su propuesta de reglamentos y obstáculos a poner en el campo. Si era aprobado, para la siguiente semana los alumnos ya estarían haciendo la prueba, quizá no sintiese tanto estrés si Shinso no estuviese involucrado. Como él le dijo, le harían una examen práctico para el cambio, y ese examen sería este.
—Llegó correo —, la pequeña dijo levantando un par de cartas que estaban al pie de la puerta.
Aizawa giró parcialmente hacia atrás, había una mejoría en la niña, por lo menos ya se sentía cómoda en los dormitorios y en sus alrededores. Aunque aún se sentía un poco cohibida dentro de la escuela en sí, o espacios muy abiertos como ir de compras. Aquello se vio cuando fueron aquel domingo con Hizashi al mercado para hacer el ikayaki.
El recuerdo de aquel día le dio un pequeño rubor. Todo estaba marchando a la perfección. Hizashi conoció formalmente a Eri, y fue justo como el azabache lo predijo. Su sonrisa capturó a la pequeña de inmediato, y a pesar de que ella estaba temerosa del exterior. Yamada no dejaba de decirle que todo estaba bien, incluso la cargó de caballito para que se sintiese más segura. Durante sus compras le enseñaron a Eri la diferencia entre frutas y verduras. Qué al principio toda cosa roja que miraba le llamaba manzana.
Para cuando llegaron a casa, ambos se la pasaron jugueteando más que ayudarlo a preparar la comida, y aunque ellos dos se divirtieron mucho haciendo garabatos con la tinta del calamar. Los obligó a limpiar al instante que él no iba andar lidiando con manchones en su casa.
Si, fue un día bastante relajado. Hasta que se pusieron a comer mientras miraban una película. Sabrá dios que vio ella, quizá la cercanía en el sillón o la forma en la que se miraban, quien sabe, pero aquella pregunta mató aquel momento de convivencia entre Hizashi y él.
"¿Son novios?"
Dios santo, ese incomodo silencio. Uno que el rubio no estaba dispuesto a tolerar.
"¡Ahahaha! pero que niña tan linda tienes, Shouta, de verdad" Recordó la voz de Yamada, en su intento de aflojar la tensión. Estaba rojísimo por la situación. "Mira, te compramos un regalo"
¿Un regalo? No recordaba haber escogido algún regalo con él para ella. Con un ´tada´, Yamada sacó de su manga un collar. Shouta lo reconoció de inmediato, plateado con un dije rojo en forma de gato. El collar del bazar. La niña vio aquel objeto con asombro e Hizashi pasó a colocárselo en el cuello.
"Te ves hermosa" le dijo el rubio "Nunca olvides que el señor Aizawa está aquí para ti, y donde está él estoy yo. Así que cuentas conmigo también"
La pequeña alzó la vista y volvió a preguntar.
"¿Entonces si son novios?"
El azabache ya ni dejó que su amigo contestara, pues le pegó tremendo coscorrón para que dejara de decir tonterías. Después de recordar lo sucedido suspiró en un intento de quitarse la pena de encima. Tenía más cosas pendientes en relación al futuro, como para mortificarse por aquel recuerdito tan banal.
Aún tenía que llevarla al médico por su cuenta, pero el dinero seguía sin alcanzarle y era demasiado orgulloso como para pedir prestado.
—Ponlo en el escritorio de mi habitación, lo revisaré en la noche —, por fin le contestó a ella.
La pequeña acató la indicación, y regresó con él poco después para desayunar. La mañana estaba, callada, quizá demasiado, y eso sólo podía significar una cosa.
—Aizawa-san… —, la niña habló.
—¿Si?
—¿Qué hace? —, le preguntó ella.
—¿Uh?
—¿Qué hace cuando se va de la casa? —, aclaró la pequeña.
—Soy maestro —, pausó un poco, averiguando una forma simple de decirlo que ella pudiese entender—. Le enseñó a Izuku a ser héroe.
—¿Qué más? —, siguió indagando ella.
—A veces por la noche —, pausó otra vez, buscando palabras simples—. Atrapo gente mala, ¿Por qué preguntas?
—Se va muy temprano y regresa muy tarde —, ella comentó bajando la cabeza—. A veces se va en las noches y me deja sola…
Aizawa desvió la mirada, en realidad, no la dejaba sola por las noches por así decirlo. Si tenía que salir, le avisaba a Ryo y el custodiaba la casa por fuera. Siempre pensó que estaba dormida cuando se iba, verificaba que estuviese en sueño profundo, pero claro, aveces ella se levantaba por las noches por padecer pesadillas. Eso explicaría porque ella sabía que a veces se iba de noche. Independientemente de eso, el hecho de que ella notara su ausencia tanto de día como de noche, le hizo sentir un poco de culpa. No era algo que él tuviese tanto control que no fuese renunciar a sus empleos. Se supone que por eso Lemillion era el niñero, para que la entretuviera y no se sintiera sola, pero al parecer, la pequeña quería más que sólo la fiesta que Mirio le daba.
—¿Me extrañas? —, le preguntó el maestro.
—Usted me abraza cuando me siento mal —, la pequeña se meció en la silla de la barra—. Me gusta que me abrace, pero sólo es noche…
—¿Mirio no te abraza? —, Aizawa preguntó.
—Sí
—Entonces no comprendo porque mi abrazo sería diferente —, comentó él después le dio un bocado a su comida.
—Por q-
Eri chan se cortó así misma. Ya había experimentado este patrón antes, de las veces que quería apelar a Overhaul, esperando recibir el tan ansiado afecto que todo niño desea de una figura paterna. Hizo de todo, y la respuesta era la misma.
"¿Crees que esto hará alguna diferencia? Sigues siendo lo mismo, un peligro para todos"
—Sólo… —, respondió ella un poco cohibida y con voz temblante—. Quiero que me abrace más de día…
Aizawa se masajeó la sien.
—Lo lamento, Eri, hago lo que puedo, pero tengo muchas cosas que hacer en el día.
Eri ya estaba demasiado quebrada por Kai. Como para tener la tenacidad de insistirle y exigir ese afecto, por lo que optó por una sugerencia que le cambió la jugada al borrador.
—Si usted no puede ¿Me puedo ir con Lemillion?
Aquello hizo al azabache atragantarse un poco. Por alguna razón, aquella sugerencia le pegaba como un fuerte insulto, y lo peor es que le quedaba claro que esa no era la intención de la pequeña, lo que volvía el asunto más incómodo, pues ella le estaba dando un mensaje directo, fuerte y claro sin siquiera saberlo.
Quiero afecto y no me lo estás dando.
—Togata aún es muy joven, no puede hacerse cargo de ti —, le respondió en seco, intentando mantenerse racional ante el tema.
—Pero ya lo hace, él es quien está conmigo. Quiero irme con Lemillion —, reiteró ella.
Volver a escuchar esa declaración ahora le abría un agujero en el pecho. Sólo han sido tres semanas, pero para Aizawa ya se sentían años. Jamás había hecho tanto sacrificio por una persona. El papeleo de custodia, la mudanza, la separación con su mascota, el trato de sus arranques emocionales, la promesa de un entrenamiento digno de un don poderoso. Todos estos cambios repentinos a su vida, eran una montaña rusa extrema para alguien que se la pasaba rodando en una bolsa de dormir.
No deseaba catalogarla como una malagradecida. A lo mucho, lo que ella presenciaba era muy superficial como para comprender el significado de las acciones del azabache. Sin mencionar su edad, sólo tenía seis años. Lo único que le interesaba se lo estaba restregando en la cara porque en efecto, después de todo lo que había hecho por ella hasta el momento. Aun así, le había estado fallando.
—Escucha —, dijo mientras le peinaba su platinado cabello con la mano—. Pronto tendré más tiempo libre, te lo prometo.
No le mentía, una vez que Shinso fuese aceptado o rechazado al curso de héroes, ya no tendría que entrenarlo por separado, por lo que sus tardes quedarían libres y pudiese dedicárselos a ella.
—Sólo. Ten un poco de paciencia ¿Si? —. Al ver que seguía sin mirarlo y con el puchero, puso su mano sobre la pequeña barbilla para re direccionar el contacto visual—. Eri…
Suspiró rendido, ¿Cómo lidiar con un berrinche sin recurrir a los gritos o represalias con su bufanda?, apretó la dentadura. Ya no sabía si era parte de su proceso de ablandamiento o esta niña era un genio en tácticas manipulativas. Recurriría al método más débil que un padre puede hacer. Negociar con el niño.
—Escucha. ¿Qué tal si hoy terminando mis clases paso por ti? Vienes conmigo a conocer a mi pupilo, después, vamos a la tienda y te compro una rebana de pay de manzana ¿Qué te parece?
La oferta atrapó la atención de ella, ladeó la cabeza y puso su índice sobre sus labios. Igual como lo hacía su alumna Tsuyu y preguntó.
—¿Puede ser el pay entero?
El ojo Aizawa hizo un tic antes de responderle.
—Mucha azúcar jovencita —, dijo intentando sonar suave pero imponente a la vez.
La cara de Eri volvió a ser un puchero, a lo que el azabache soltó un quejido de molestia y rendición.
—Está bien, pero te lo voy a racionar, no te lo comerás todo de una sentada.
Al acceder, los ojos de Eri se iluminaron, y le dedicó la misma sonrisa boba que le dio a Izuku cuando le regaló la manzana acaramelada.
Los efectos manipulativos lo atacaron de nuevo. Cuando la vio sonreír así aquella vez, lo único que sintió fue un poco de pena ajena, pero ahora. El sentimiento era diferente, aquella sonrisa le pareció adorable y le hizo enternecer un poco el rostro. Todo por el simple hecho de esa sonrisa era para él.
Se bajó de su silla dispuesto abrazarla, darle eso que le estuvo demandando, decirle que mantuviese aquel ánimo, y reiterarle que pronto todo cambiaría para bien, sin embargo. El timbre de la puerta le ganó, por lo que se terminó alejando de ella en un acto de momento y tiempo exacto. Al abrir la puerta, vio que era Mirio, quien venía como siempre a cuidarla para que él pudiese ir a dar clases. Verlo esa mañana no fue agradable gracias a los comentarios de la pequeña, pero no podía culpar al joven por las cosas que él mismo provocó entre él y Eri. Por lo que se limitó a despedirse sin más.
—Bien clase, hoy daremos repaso para su examen escrito, y ya saben lo que eso significa. Momo, da la clase, yo me duermo —, dijo entrando a su bolsa.
—¿Y qué pasa si Momo también tiene una duda? —, preguntó Mineta.
—Recen por qué no, ella es la única quien los separa de un examen de veinte preguntas de opción múltiple, y uno de cien preguntas abiertas. Eso depende si me despiertan durante su repaso o no, y antes de que lo pregunten, si, el código legal viene en el examen—, dicho esto cerró su capullo.
En el almuerzo.
—Hey… —, Mic saludó, sentándose a su lado como siempre—. ¿Qué tal el día? Prohibido mentir.
Shouta suspiró cansado.
—Entonces. Discutámoslo afuera después de comer.
Poco después. Hizashi siguió a su amigo fuera del edificio, pasaron por los dormitorios y llegaron a los campos verdes de la escuela. Donde Toshinori suele hacer su rutina de cardio, aunque por la época del año, ya se miraban manchones de nieve.
—Ok, ya estamos —, Mic miró hacia atrás—. Bastante lejos ¿No lo crees?
Shouta se detuvo en un claro, para después ir a sentarse y recargarse en un tronco cercano. Alzó la vista al cielo. Todavía no sabía cómo iba a decírselo sin que sonase extraño de su parte. Se sacudió la cabeza, todo esto era nuevo, pero nada de lo que estaba ocurriendo era de su agrado, y cada vez se le hacía más difícil mantener una cara dura y la cabeza fría.
—¿Shouta? —, el rubio miró como Aizawa fruncía la mirada, en una mezcla de frustración y angustia, pero seguía sin hablar. Por lo que se arrodilló a su altura para decir—. Hey, talk to me.
A pesar de su insistencia, tuvo que esperar unos momentos para que el azabache hablara sin verlo a la cara.
—Eri piensa que no la quiero…
Al vocero se le cayeron los lentes de la impresión.
—¡¿What?! ¿Cómo? ¿Qué hiciste?
Eraser rio leve de una forma irónica antes de contestarle.
—Más bien, que no hago —, dijo aun cabizbajo y sosteniendo su frente con sus dedos—. No hago suficiente. Siempre será insuficiente, no puedo cumplirle. Llego tan cansado del trabajo. Los momentos que ahora le dedico a ella eran mis horas intermedias de sueño antes del patrullaje nocturno, estoy durmiendo menos y con ello, el frágil balance que había encontrado para mi estilo de vida se ha vuelto un chaos.
Mic se mordió el labio, viendo con impotencia como el azabache escondió su cabeza entre sus rodillas. Sabía que esto iba pasar, y los demás se lo pasaron por el arco del putísimo triunfo. A pesar de que podía llegar a actuar paternal con sus alumnos. No era capaz de brindar más allá que disciplina. Eri representaba una carga emocional con la que Aizawa no podía lidiar, y querer hacerlo era forzarse a cambiar. Era una dinámica de poder, un estira y afloja del cual el azabache aún no estaba dispuesto a ceder por completo.
—Dime… Shou…
Aizawa alzó la vista extrañado, tenía años que no lo llamaba así. De joven siempre odió el diminutivo, le recordaba mucho a su madre, y en la adolescencia uno sólo quiere probar independencia y encontrar identidad propia. Claro que Hizashi usaba Shou una y otra vez porque sabía que le molestaba y Oboro le hacía segunda. Con el paso del tiempo el diminutivo le comenzó a entrar por un oído y le salir por el otro, matando la gracia de sus dos amigos por usarlo todo el tiempo. Si estaba usando ese diminutivo ahora, quizá no era para molestarlo, más bien, quería su atención total.
—¿Por qué dijiste que si? ¿Por qué accediste a cuidarla? —, el rubio continuó.
—Creí que- ella está sola en este mundo. Quise ser ese alguien. Debo, ser ese alguien.
—Nunca quieres destacar como el héroe ¿Qué cambió? —, Hizashi indagó mientras hacía a un lado los cabellos negros de la cara del otro.
—Tú lo sabes, amigo mío, ya lo sabes —, respondió Shouta mientras volvía a apartar la mirada—. Este es mi fallido intento de redención.
A veces el rubio se preguntaba si no iba arrastrando algún don relacionado con la empatía, pudiese jurar que podía sentir el dolor que su preciado azabache sentía. Toda esa presión que se tragaba cada día para ponerles cara dura a su clase, y seguir sin que nadie lo cuestione. ¿Podría aguantar la semana que quedaba? Ya estaba dudando, pero estas últimas palabras le confirmaron lo que siempre sospecho. Quiere remendar el error de hace diez años.
—Amigo mío, no se puede tapar el sol con un dedo, o sacar un clavo con otro clavo —, Hizashi contestó.
—Necesito superarlo, seguir adelante —, dijo Eraser en un tono de voz algo triste pero frustrado.
—Sé que necesitas superarlo, pero hacerlo a costa de Eri no es justo. Como tú lo dijiste, te necesita y tú la necesitas a ella, pero si vas a negarle el afecto. Al final del día sólo serás un perro persiguiéndote la cola.
En un acto inesperado, Aizawa sintió las cálidas manos del rubio en sus mejillas, un gesto que su cuerpo agradeció en silencio por el frío que azotaba. El corazón del azabache ya no podía sostener tantas apuñaladas, el Hizashi sonriente que tanto quería había desaparecido. Ahora espejeaba su mirada de angustia y hasta pudiese jurar que sus ojos estaban un poco rojos, a punto de llorar.
—Soy tu mejor amigo, pero no soy quién para decirte que hacer. Sólo puedo decirte que, no sabes cuándo me lastima verte así. Si hay algo en lo que pueda ayudarte, en lo que sea, sabes que puedes contar con mi apoyo —, le acarició una de las mejillas—. Dime Shouta. ¿Necesitas algo?
Shouta no contestó, aun mordiéndose el labio, su cara siguió descomponiéndose sucumbiendo al estrés acumulado de hace semanas, que tal cual una caldera sellada. Explotó. Frunció sus labios, cerró los ojos y sin pensarlo más. Se abalanzó sobre su amigo dejando que tanto las lágrimas y el llanto saliesen libremente, esperando que la chaqueta de su amigo fuese suficiente para ocultar su rostro. Hizashi no hizo más que corresponder aquel abrazo, acariciarle la espalda y recargar su barbilla en su hombro.
Mientras descansaba su rostro en el pecho del rubio. El borrador sintió el rápido y pulsante corazón del otro. ¿Cómo no notarlo? Sonaba fuertísimo. Cosa que lo obligó a separarse.
—Lo lamento —, Shouta dijo mientras se separaba de él y se secaba las lágrimas—. No quise incomodarte.
Antes de que saliese corriendo o algo, Hizashi lo sostuvo de los hombros.
—Tú nunca me incomodas, Shou…
—Eso no es lo que decía tu pecho, parecía que se te saldría el corazón, no quise asustarte con esto, lo siento —, el azabache dijo bajando el rostro.
El rubio enterneció la mirada y levantó la barbilla del otro con su índice.
—No fue susto, Shouta…
La aclaración hizo que al otro se le erizaba un poco el cabello. No debería, pero su imaginación se fue volando y elaborando escenarios estúpidos involucrando a ese rubio, y eso se vio reflejado en su rostro. Su cara se sentía caliente en pleno invierno.
El bochorno le sacó una sonrisa al vocero. Tenía tanto tiempo sin verlo con ese rubor, y casi todas aquellas escenas fueron producto de las bromas embarazosas que le hicieron pasar él y Shirakumo durante la preparatoria. De nuevo, la urgencia por querer probar aquellos labios emergió, y aprovechó la parálisis penosa del otro para hacer su movida y acercar su rostro. Shouta seguía sin reaccionar, cosa que hizo cuestionar a Yamada si esto no era aprovecharse de la situación. Una vez más, la inseguridad comenzaba atacarlo quedándose a escasos centímetros de sus labios.
—Hizashi… —, Aizawa susurró.
—¿Si?
—No me dejes así… —, dijo el azabache entre suspiros.
—¿Qué deseas? Shouta —, el rubio le respondió susurrándole de igual manera.
—Sabes lo que quiero —, contestó Shouta después de tragar saliva.
—No leo mentes —, le respondió el rubio aun susurrándole aunque un tanto juguetón esta vez.
—Por favor… —, Shouta suplicó con un leve llanto.
—Sea lo que quieras —, dijo el otro juntando más los rostros—. Estoy seguro que no me molestará.
Estaban prácticamente respirando el alimento mutuo ¿Qué más daba? Apretando los ojos en un acto de valor. Aizawa cerró la casi inexistente brecha que había entre ambos labios para por fin. Sellarlos en un beso que Hizashi no tardo en afianzar, forzando a Eraser abrir un poco más la boca. El beso fue corto y un poco torpe a consideración del rubio, si tuviese que deducir lo último que Aizawa besó, fue a su gato, pudiese jurar que Shouta nunca había besado a otra persona.
Al separase, sus bocas apenas y estaban lo suficientemente apartadas como para que pudiesen hablar.
—Hizashi… —, Aizawa murmuró—. Tengo miedo. No quiero perderte.
—¿Perderme? ¿A estas alturas? —, el rubio susurró de vuelta—. Pude haberme alejado de ti como un desconocido, distanciado como un amigo y no cooperado como colega, pero aquí estoy Shouta ¿No lo entiendes? Te a-
—¡No! —, Shouta interrumpió—. No, por favor, es muy pronto…
A pesar de la actitud del otro, el rubio le dedicó una leve sonrisa, creando distancia entre ambos.
—Tranquilo, esto no te compromete a nada —, desvió la mirada un poco apenado—. Sólo quiero que sepas que es reciproco, y estoy dispuesto a todo. Por favor, no olvides que puedes contar conmigo para lo que sea.
Con todo su esfuerzo, Shouta forzó una sonrisa.
—Gracias… T-tal vez más adelante. Cuando el viento sea más favorable.
Hizashi le descubrió la frente antes de darle un beso fugaz ahí.
—Estoy dispuesto a esperar. Mientras. Ya deberíamos volver.
—Cierto —, concordó el azabache, se puso de pie, soltando un quejido frustrado recordando a su clase—. Mi clase nomás no da una con el código legal. Su repaso fue tremendo desastre que fingí no escuchar, pero la pena ajena nadie me la quita.
Hizashi también se puso de pie, un poco extrañado por el comentario.
—El código legal es un tema de segundo año. ¿Qué haces dándoles ese tema?
—Después de todo lo que ha pasado, apunto de pasar a segundo año y aun ya teniendo las licencias provisionales. Esos mecos siguen sin comprender que ellos responden a la ley. No la ley a ellos.
Mic soltó una risa escandalosa.
—Mecos. Oh darling. No les vas a poner nada del código en el examen ¿Cierto?
Shouta sonrió malicioso.
—Ya me conoces.
