Capítulo II: "Bellas Visiones"

"LS"

Sentía como el sudor frío corría por mi frente. Mi cuerpo se sacudía en continuados espasmos, mientras mis irritados ojos intentaban adaptarse a la repentina oscuridad. Me devoraba, me engullía lentamente en sus fauces. No podía ver, no podía oír, no podía hacer más nada que esperar mi trágico desenlace. ¿Pero cuál era¿Qué estaba esperando? Percibí en la distancia con dedos temblorosos una sólida pared en la cual recostarme y pensar en una solución. Coloqué mi cabeza entre las rodillas con la esperanza de obtener algo de calma mas lo único que pude encontrar fue miedo, en su estado puro. La respiración se aceleraba, mis párpados caían, pesados, amenazando con cerrarse en cualquier momento. La cabeza me daba vueltas y vueltas y la sensación de frío fue reemplazada en forma repentina por la de un calor agobiante que subía desde los pies hasta la última parte del cuero cabelludo. Me asfixiaba, la vida se escurría entre mis manos y no podía evitarlo. Moriría tragado por mis pesadillas. Sorpresivamente, esforzándome al máximo y con la poca vida que me quedaba comencé a gritar. Eran unos gritos desgarradores, desesperados, que parecían provenir de muy lejos y no de mi garganta. Pronuncié un nombre que no conocía. Una y otra vez. Vislumbré una sombra, una forma abstracta que me rodeaba. Lo llamé de nuevo y poco a poco las fuerzas iban volviendo a mi, la oscuridad se disipaba, podía ver, tocar, oír. Unas grandes gotas de lluvia surcaban mi cara, cegándome, mientras buscaba una manera de escapar. No cesaba de repetir su nombre. Corría, corría sin rumbo, pero sabiendo adonde iba. Mis ágiles piernas me guiaban hacia el desconocido destino. Entonces lo vi, su cuerpo sin vida, tirado en la dura acera, sus brazos a ambos lados del cuerpo, la vista fija en las estrellas. Pero había alguien más a su lado. La lluvia dificultaba mi visión y no podía distinguir quien era. Me acerqué un poco, con pasos silenciosos, temeroso por descubrir una escena que no debía ser vista. ¿Por qué un sentimiento de culpabilidad y profundo amor se mezclaban dentro mío¿Quiénes eran ellos? Una mujer, era una mujer la que estaba sollozando próxima al cadáver de ese hombre que nunca había visto. Era un llanto gutural, lleno de resentimiento y, al mismo tiempo, plagado de dolor. Probablemente el mismo dolor que sentía yo en ese momento. Toqué mis mejillas humedecidas para darme cuenta que no eran gotas de lluvia lo que resbalaba por mi rostro. Un suspiro brotó inconscientemente de mi garganta, y fue cuando la mujer volteó su cabeza y pude verle el semblante. Sus hinchados ojos castaños, sus mojados cabellos haciendo juego. Todo era tan familiar. La misteriosa mujer clavó sus desconsolados ojos en los míos. Me llamó por mi nombre, pronunciado de la forma más dulce que hubiera escuchado jamás. Conocía esa voz, esos ojos, esos cabellos, esos sollozos, pero la imagen se tornaba difusa, lejana y ya no pude ver más, solo la oscuridad que volvía a arrastrarme hacia ella, mientras la cabeza me daba vueltas y vueltas. Una vez más.

"LS"

Entreabrí los párpados completamente confundido. No sabía donde estaba, que día era, ni siquiera podía identificar a la mujer que me sacudía incesablemente, chillando mi nombre en un tono tan agudo y enojado que destruía mis tímpanos. Me senté en la cama y ordené mis pensamientos. Sacudí la cabeza y observé como mamá corría por toda la habitación y bajaba unas maletas, aún más apurada, hasta el rellano de la escalera. De pronto comprendí el ajetreo. Me incorporé de un salto, corrí dando grandes zancadas hacia el cuarto de baño y me di una ducha rápida, repasando mentalmente la lista que tenía en mi cabeza acerca de las cosas que me faltaba preparar. Afortunadamente, y gracias a mi personalidad precavida, no quedaba absolutamente nada por hacer, excepto bajar las maletas y ponerlas en el auto (mamá se encargó de eso), tomar un suculento desayuno (esa era mi tarea) y aguantar todo el camino hacia la estación oyendo los gritos que mi madre profería a cualquiera transeúnte por el mero hecho de que ella estaba apurada y los demás no. Sonreí al pensar en ello, mi madre era, sin duda, una de las personas más extrañas que había conocido en mi vida. Muy pocas veces la había visto reír, pero cuando lo hacía, no había nada ni nadie que pudiera pararla. No era alguien demasiado alegre, ni tampoco le agradaba conversar mucho, solo cosas relacionadas a mis estudios, a los de ella, su trabajo, y algunas trivialidades. No es que eso me molestara, en absoluto, solo que a veces, a decir verdad muy a menudo sentía que ella me apartaba de su vida, como si algo profundamente doloroso la haya marcado y no quisiera compartir la experiencia ni siquiera con su hijo. Pero respetaba su elección, así como ella respetaba las mías. Y así convivíamos de una manera casi perfecta, ella en lo suyo y yo en lo mío.

El agua tibia resbalaba por mi cuerpo desnudo, infundiéndome tranquilidad y calmando mis temores. La escena de la noche anterior en el cuarto de mi madre no dejaba mi conciencia en paz. Otra vez las preguntas desfilaban por mi mente, seguido de las imágenes acosadoras de la pesadilla que hacía tanto tiempo no padecía. Recordaba que, cuando niño, no había noche en la cual no soñara lo mismo. La oscuridad pisándome los talones, la lluvia torrencial, la sensación de ahogo, el llanto de aquella mujer misteriosa. Pero nunca, nunca había sido tan vívido, real, perceptible. Aún podía palpar la opresión en el pecho, la desesperación, la culpa. Era todo tan verdadero, como si hace mucho, muchísimo tiempo hubiera estado allí, presenciando ese momento, sin embargo, sabía que no era así, no podía ser cierto, porque si lo era…¿Por qué entonces era todo tan confuso y lejano¿Por qué no podía apreciar esos rostros borroneados por la lluvia¿Por qué? Me reconforté al darme cuenta que hoy era el día en al cual me subiría al expreso que me llevaría al único lugar donde me sentia seguro, lejos de la incomodidad e incertidumbre que mi familia sabía crear tan bien: Hogwarts.

Bajé presuroso las escaleras, sabiendo que no disponía de demasiado tiempo para preparar el desayuno. Cuando puse un pie en la cocina me sorprendí al comprobar que estaba todo preparado. Una porción de pastel de chocolate junto a un plato de cereales y una taza de café aguardaban en la mesa. Le eché un vistazo a Peggy, el ama de llaves, que ayudaba a mamá a ubicar las maletas en el baúl del auto y comprendí que había sido ella quien me había dejado todo listo. Me encogí de hombros, era bastante extraño tener a alguien que cocine. Con un poco de reticencia me senté en la silla más cercana a la ventana y comencé a disfrutar del último desayuno en casa. Me alegró comprobar que no sabía nada mal, así que engullí todo rápidamente, ordené con cuidado los platos en el fregadero y me dirigí a mi habitación en busca de mi morral.

Unos minutos más tarde ya estaba sentado del lado del acompañante en nuestro flamante "Mercedes", aguardando que mamá terminara de maquillarse para parecer lo que ella llamaba "presentable" y yo llamaba "payasesco". Como todos los años anteriores íbamos a salir con retraso. Hice sonar repetidas veces la bocina indicando que las agujas del reloj corrían con velocidad. Supongo que mamá notó mi fastidio puesto que al acomodarse en el asiento del conductor tenía el maquillaje corrido en su ojo derecho y los labios ridículamente pintados de un rojo carmesí que no le beneficiaba en nada. Reí para mis adentros, de veras parecía un payaso, aunque algo diabólico. Puso el auto en marcha y con un chirrido atronador en las ruedas traseras y la habilidad de manejo de un hombre que se pasó toda la noche en un bar bebiendo tequilas, nos dirigimos hacia King´s Cross. Instintivamente tomé con fuerza el apoyabrazos, tanto que me dolían los dedos, a sabiendas que las aptitudes de mamá para andar por la ciudad eran desastrosas. No hablamos en todo el camino porque no teníamos nada que decirnos. La idea de sacar el tema de la noche anterior y de la pesadilla cruzó fugazmente por mi mente, pero preferí callar para evitar la discusión que seguramente iniciaríamos.

Llegamos a la estación en lo que me pareció una eternidad, entre silencios incómodos y gritos vociferadores de mamá para con los demás automovilistas. Salté del auto en un abrir y cerrar de ojos, respiré una gran bocanada de aire fresco y ese dulce hormigueo ansioso comenzó a recorrer mi cuerpo. Saqué las maletas de la cajuela con la ayuda de mamá y cruzamos hasta el andén 9 ¾. El solo observar el ajetreo de equipaje, la cantidad incontable de alumnos, el ir y venir de los padres hizo que la sangre me hirviera de satisfacción. Vislumbré a lo lejos la figura de mis dos mejores amigos, Alan Daniels y Matt Jones quienes me hacían señas con las ambas manos para que me acercase. No los había visto en todo el verano y extrañaba terriblemente a esos dos muchachos. Alan era alto, unos centímetros más que yo, de aspecto fuerte y resuelto, tenía unos enrulados cabellos de color oro, la tez macilenta adornada con unos vivaces ojos de color verde esperanza; Matt en cambio tenía una contextura pequeña, de aspecto tímido, sus cabellos negro azabache tanto como sus ojos, sin embargo complementaba su falta de belleza con lo hermoso de su personalidad. Eran las dos personas que más quería en el mundo y en las únicas en quien podía confiar. Ambos eran lo que ellos llamaban sangre pura, lo que parecía incordiar a mamá puesto que creía que llegaría el día el cual me traicionarían y despreciarían porque yo no era como ellos sino de nacimiento muggle. A mi modo de ver no podía estar más equivocada, no todos los de mi casa me trataban como igual, pero mis dos mejores amigos si, parecía no importadles de donde era, ni que tipo de sangre tenía.

-Hola Darren –me saludaron al unísono con un fuerte abrazo lo que hizo que mamá frunciera el ceño- tanto tiempo sin vernos¿Cómo has estado¿Qué tal tu verano?

-Hola muchachos –saludé a mi vez- hablaremos luego en el tren ¿de acuerdo? –dije dando a entender que no tenía ganas de contar mis cosas frente a mamá-

Asintieron efusivamente con una sonrisa en los labios, se despidieron de sus respectivos padres y subieron al expreso. Voltee para saludar a mamá, que a diferencia de los otros padres ninguna lágrima resbalaba por sus mejillas ni tampoco me aconsejaba acerca de nada. Le di un rápido abrazo y un beso en la mejilla, prometiendo en vano que escribiría y que nos volveríamos a ver en Navidad. Me correspondió aseverando lo último y murmuró un leve "cuídate" dando por finalizada nuestra despedida. Sin mirar atrás subí yo también al tren oyendo como el reloj marcaba las once en punto, abrigando las esperanzas de un año que parecía ser prometedor y diferente, con el gusto semi amargo de siempre cuando pensaba que me alejaba de lo peor para encontrarme con lo mejor, en Hogwarts.

"LS"

Encontramos un compartimiento vacío en un santiamén y nos sentamos los tres juntos, desesperados por contarnos las novedades veraniegas. Desafortunadamente yo no tenía absolutamente nada que contar, salvo la extraña pesadilla de esa noche. Quizás el inexplicable comportamiento de mamá, aunque no estaba seguro si no era mejor callarme. Fue Alan quien comenzó la conversación con respecto a sus fabulosas vacaciones en el Caribe, donde había ido con sus padres y su hermana pequeña, Vanesa.

-Tu hermana comienza este año ¿verdad? –interrumpí-

-Si, espero que no la designen en Slytherin –respondió confuso por mi pregunta- ¿pero porque quieres saber de mi molesta hermana? Tengo cosas más interesantes que relatar

-Lo siento-mascullé- prometo no volver a interrumpir, cuéntanos que pasó en tu verano

Los kilómetros pasaban con las horas, los paisajes cambiaban sus colores, ahora iluminados por los tenues rayos del sol mientras Alan no paraba de hablar y hablar de sus maravillosas vacaciones paradisíacas. No pude evitar sentir algo de envidia. Mis vacaciones habían sido principalmente estar tirado en el jardín de mi casa, aspirando el vigorizante perfume de las flores, contando las estrellas, encontrando formas de animales en las nubes. Disfrutaba estar en ese lugar, escuchando las aventuras de mis amigos, formando parte de ellas en mi mente, sintiendo la arena blanca y el agua cristalina bajo mis pies, la suave brisa del océano, las hermosas mujeres caribeñas. Luego fue el turno de Matt y el cuento de sus vacaciones en el África. También imaginé estar allí con el, el calor agobiante, los excitantes safaris, las maravillosas puestas de sol.

La luna iba alzándose en el cielo salpicado de estrellas, en forma tímida y expectante, hasta que llegó a lo más alto, redonda y llena de luz. Finalmente me llegó el turno a mí de relatar mis "increíbles" vacaciones. Pero el tren se detuvo, indicando que el viaje llegaba a su fin y que pronto estaríamos frente a un gran banquete y evitándome el mal trago de tener que contar algo que no tenía ni la mínima intención de hacerlo.

-Supongo que nos dejarás con la expectativa hasta más tarde- admitió Matt, ansioso- ahora tenemos que irnos

Esperamos en nuestro compartimiento hasta que los demás bajaran y así eludir los forcejeos pertinentes. Unas chicas de nuestro curso pasaron por allí, quedándose atónitas al vernos. Una de ellas, Susan Mc Phee me saludó con una gran sonrisa en su perfecto rostro, aprobando mi desarrollo físico con un leve asentimiento de cabeza. Me guiñó el ojo y luego se fijó en Alan que la miraba echando fuego por lo ojos al ver como un cambio extraordinario se había apoderado también de ella. La otra joven, Allison Sanders se percató de la presencia de Matt y lo miró con desdén, sin disimular lo poco que le atraía. Me pareció grosero de su parte, aunque no pude dejar de sentir una enorme satisfacción al notar que la adolescencia había entrado en nuestras vidas de una manera abrupta y salvaje. "Oh si-pensé para mis adentros-este sí que será un año para recordar"

En el vestíbulo del castillo, aguardaba pacientemente para entrar al Gran Comedor. Alan y Matt se encontraban en el baño de hombres mientras yo me sentaba en una de las escaleras viendo como todo el alumnado se dirigía, hambriento, para disfrutar del Gran Banquete. En un santiamén los pasillos quedaron vacíos a excepción de mi persona. Me sentía observado, como si unos ojos invisibles me siguieran donde quiera que vaya. Me di vuelta, creyendo que eran mis amigos que habían vuelto, pero no, el lugar estaba completamente desierto. Comenzaba a perder la paciencia, un hormigueo subió por mi nuca, advirtiendo que algo andaba mal. Volví a voltearme otra vez para encontrar que nada había allí, sin embargo esa sensación de acoso, de que algo o alguien me estaba mirando seguía pendiendo en el aire. Me levanté de un salto, resuelto a enfrentarme con lo que sea que esté allí, desenfundé mi varita y con voz maquinal pregunté si había alguien. No hubo respuesta. Repetí la pregunta una, dos, tres veces…nada, todo se sumía en el silencio. De repente, unas manos agarraron con fuerza mi cabeza, haciendo que se me helaran los huesos y una expresión de espanto surcara mi rostro. Oí risas. Lentamente me volví y quedé estupefacto y avergonzado al ver que mis dos mejores amigos se hallaban tirados en el suelo, sus manos en el vientre, descostillándose de la risa al ver mi semblante contorsionado de temor. Humillado comencé a reír con ellos y juntos nos dirigimos al comedor, impacientes por descubrir los manjares de nuestra primera cena escolar, luego de mucho tiempo.

Pero primero debíamos ver como los nuevos de primer año eran llamador por el Sombrero Seleccionador y seleccionados para sus respectivas casas. El estómago me hacía unos ruidos exorbitantes. Poco a poco fueron llegando, empapados de pies a cabeza, con Hagrid como guía, sus rostros embelesados al ver tanta majestuosidad. Oímos como la Profesora Mc Gonagall pronunciaba Daniels, Vanesa y vi que la hermana menor de Alan era una réplica casi exacta, su mismo cabello, sus mismos ojos. El Sombero exclamó Slytherin al mismo tiempo que unos aplausos atronadores resonaban en la mesa.

-Maldición-murmuró Alan enfadado- lo único que me faltaba

Y así siguieron los apellidos. Ya no le prestaba demasiada atención, mi estómago me impedía concentrarme, y tampoco tenía mucho interés en averiguar quien era de Gryffindor o quien de Hufflepuf.

Entonces escuché su nombre. No se porque el solo hecho de que alguien lo diga hizo que mi cabeza se diera vuelta de forma intuitiva. Como si su nombre me atrajera ciegamente. Y la vi, su menuda figura dibujada perfectamente, su rostro blanco inmaculado, sus ojos poderosamente atrayentes, negros, tan negros como el duro alquitrán, sus cabellos de un color indescriptible, una mezcla entre un sol de verano y una noche vacía de estrellas, oscura como la boca de un lobo hambriento. Todo a mi alrededor desapareció. Mi corazón latía con más fuerza, se me hacía imposible respirar, jadeaba y jadeaba. Comencé a transpirar como si estuviera dentro de una tina con agua hirviendo. Los ojos me escocían de tanto mirarla, de deleitarme con su belleza única, sus hermosas manos, su suave cabello, sus dulces ojos. Por primera vez podía sentir el amor, el verdadero amor que me proporcionaba con solo observarla, etérea y frágil como un hada soñadora. Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el tiempo se detiene, y se detuvo, y no pude oír más que su bello nombre saliendo de mis labios.Repitiendolo sin cesar.

"LS"

Hola! Espero que les haya gustado este capítulo, no es demasiado largo, pero fue lo único que pude escribir en este estado de total vacío mental.

Por favor dejen sus reviews y cuéntenme que opinan, les prometo que serán agradecidos. Muchas gracias por leerme!

-NanetaMalfoy-