La extraña y muy misteriosa desaparición de...
Autor: Quetzalli
Resumen: Sin Madame Pomfrey o Severus, Harry se ha hecho responsable de la enfermería ya que no pueden pedir un reemplazo si Dumbledore no aparece por temor a la intervención del Ministerio. Aún así, Harry y Remus confían en desentrañar el misterio de esa desaparición.
Parejas: Harry-Severus, Draco-Ginny, Hermione-Ron, Remus-Ámber Kernell (si yo la inventé).
Disclaimer: Los personajes son propiedad de J. K. Rowling y Warner Bros. Yo sólo me divierto un poco.
Spoilers: Ninguno. Juro solemnemente que no hay ninguno aquí, todo lo que viene en este capítulo ha sido dicho en libros anteriores al príncipe mestizo.
Capítulo 10
Albus
-¿Y bien? Vas a decirme qué está pasando.
Una ceja levantada, una media sonrisa y el eructo de un bebé después de que su padre diera leves golpecitos en su espalda, esas fueron las respuestas de Remus a las dudas de Harry. Aunque no fueron de mucha ayuda puesto que el joven mago siguió de pie frente a él, con los brazos cruzados y su mirada más seria. Se parecía tanto a Lily que un escalofrío recorrió su espalda intentando recordarse que él era veinte años mayor, un exlicántropo y la última figura paterna de Harry, pero era muy difícil cuando recordaba a unos ojos del mismo verde riñéndole haber dejado un plato sin lavar.
-En serio Harry –suspiró derrotado- no tengo idea de porque Poppy dejó la enfermería, ni sé en donde está Severus y mucho menos por qué no podemos encontrar a Dumbledore.
-¿No piensas que todo eso es demasiado sospechoso?
-No –respondió Remus con una sonrisa-, Dumbledore suele salir de Hogwarts para guiar a la Orden del Fénix y Severus tiende a desaparecer precipitadamente cuando Voldemort lo llama, ya deberías saberlo.
-¿Y Poppy? –Harry no estaba dispuesto a dejarse engañar, no después de tener que atender un parto.
-De acuerdo, ella nunca deja la enfermería sola, pero si lo ves como yo, te darás cuenta de que no la dejó desprotegida. Tú estabas aquí y has llevado el mejor entrenamiento que ella ha sido capaz de dar. Dawn es da prueba de ello.
Harry no pudo evitar un leve rubor, así que volvió el rostro apartando la mirada de Remus y James para concentrarse en Draco, Dawn y Ginny que continuaban charlando animadamente después de que él hubiera tenido que sacar a punta de varita a todos los Weasley.
Se veían tan felices.
El rumor de la charla entre las señoras Malfoy y Weasley todavía llegaba hasta ellos aunque cada vez era más lejano, no tenían mucho de haberse ido más los murmullos traían consigo el recuerdo de su conversación con la señora Malfoy. Harry suspiro fatigado, en verdad extrañaba sentir a James cada día acompañándolo.
Lo peor había sido verlo por primera vez desde su nacimiento. Era hermoso, pequeño y perfecto.
Y no era suyo.
Por eso no pidió cargarlo cuando nació y no lo hizo en cuanto Remus entró con el bebé a la enfermería. No necesitaba engañarse, su único consuelo era que la envidia que sentía empezaba a diluirse como una memoria ficticia.
-A propósito –dijo Remus con el propósito de sacar a Harry de su mundo alterno-, lindo nombre y tiene las iniciales de Draco.
-Si, eso es sólo una compensación adicional para fastidiarlo –una sonrisa implícita en el rostro de Harry, todavía no llegaba por completo a sus ojos, pero era un inicio.
-¡Escuché eso! –llegó la voz clara de Draco, aunque se percibía el enojo fingido entre las frases tiernas que dedicaba a su hija, hasta el momento las más repetidas eran "rayito de sol" y "pedacito de cielo".
-No tenía pensado ocultártelo –bromeó Harry volviendo su atención a la recién nacida-. Será mejor que esta señorita deje a su padre dormir –dijo mirando fijamente a Draco hasta que, resignado, la entregó a Ginny que se dirigió de inmediato a un sillón al lado del que ocupaba Remus.
-Ahora bebe esto Malfoy y si todo va bien, para mañana serás un feliz hombre de familia libre de salir de la enfermería.
-¡Draco no lo tomes aún! –Dijo Ginny meciendo a su hija-, si salimos de aquí no podremos quitarnos a mi familia de encima.
-Como si pudiéramos quitarnos a nuestras madres, fueran las últimas en irse ¿recuerdas? –Respondió dignamente el señor Malfoy apurando el contenido de la poción en un solo trago que le ocasionó muchas muecas-. Detesto las pociones reconstituyentes.
Poco después Draco estaba completamente dormido, Dawn yacía en su cunita a un lado de su cama, y James dormía en otra cuna no muy lejos. Harry había ordenado a Ginny ir a descansar y darse un baño o la tendría que hechizar y ahora solamente él y Remus estaban despiertos en la habitación.
-Deberías descansar un poco –sugirió Remus.
-Lo haré, pero primero debo pedirte algo –una seña de Remus le indicó que continuara y así lo hizo-, tengo la sensación de que Severus, Madame Pomfrey y Dumbledore están en el mismo lugar y que no la están pasando exactamente bien.
-Harry eso es...
-¡Piénsalo Remus! ¿Cuánto tiempo puedes sacar a Poppy de la enfermería, a Albus de Hogwarts y a Severus de cuidar el esperado parto de su estudiante consentido. Algo no está nada bien y tú vas a averiguarlo, ve con la profesora McGonagall, habla con alguien de la Orden. ¡Haz algo!
-Molly y Arthur ya deben estarse encargando de hacer todo eso –dijo Remus con calma- tienes que relajarte un poco Harry, no vamos a dejar que algo pase sin ponerte al corriente. Y Severus también se preocupa por ti ¿recuerdas?
-Estoy cansado –reveló Harry intentando no sonar demasiado herido ¿por qué Severus no le había dicho que se ausentaría por tanto tiempo? Dawn había nacido hace ocho horas y nadie parecía notarlo.
-Veré que puedo encontrar –dijo Remus derrotado, Harry no era el único que necesitaba respuestas y él empezaba a temer que la presencia de James acabara de ser su expulsión de excursiones peligrosas para la Orden.
-Gracias.
° ° ° ° °
La pregunta clave era descubrir el paradero de Albus Dumbledore, la desaparición simultánea de Madame Pomfrey y Severus Snape parecía estar relacionados pero no podían comprobarlo. No tenían modo de contactar a Snape cuando se desempeñaba como espía y Madame Pomfrey no tenía familiares o lugares que frecuentar, así que la única pista era encontrar a Albus.
Decirlo era más fácil que lograrlo.
Para cuando Remus alcanzó a la profesora McGonagall, se enteró de que la Orden ya estaba trabajando en localizarlo sin ningún resultado, además de que no había dejado instrucciones de su paradero o de cuándo pensaba regresar al colegio.
Era como si hubiera tenido que salir precipitadamente a juzgar por el estado de su oficina, que tenía una máquina plateada girando sin cesar mientras expulsaba un humo plateado. Albus no solía dejar sus cosas funcionando y mucho menos sin supervisión, pero igual la dejaron, no fueran a arruinar uno de sus brillantes planes o fuera parte de alguna estrategia secreta.
-¡En verdad me desespera la actitud de ese hombre! –Exclamó Minerva sin poder controlarse más, cuando descubrieron que no estaba en el Ministerio o San Mungo. Era como si hubieran desaparecido de la faz de la tierra.
-Minerva, tal vez debamos usar otro método para encontrarlos –sugirió Remus cuando era claro que estaba volviéndose un verdadero problema la desaparición.
-No voy a permitir que Harry tenga otro despliegue de poder porque no podemos encontrar a tres personas, la última vez destruyo los relojes, su energía irradiaba hasta el bosque prohibido y quedó muy fatigado. Aún no se recupera lo suficiente y podría resultar herido.
-Anoche hizo un excelente trabajo sin utilizar mucho de su poder.
-Pero debe descansar. Sólo debemos esforzarnos más, aún no llega el momento en que estemos tan desesperados Remus, ya verás como los encontramos en poco tiempo, incluso Mundungus está enfocado en esta búsqueda.
° ° ° ° °
Pero no encontraron nada. Ni un rastro de los desaparecidos y lo que era peor, el Ministerio empezaba a husmear sobre la desaparición de Dumbledore, aunque aún desconocían algo sobre los demás.
Los siguientes días la enfermería fue un lugar muy visitado por una repentina epidemia de enfermedades menores: resfriados, narices rotas, enfermedades estomacales, ojos llorosos y hasta caries. Parecía como si todos quisieran comprobar que Harry Potter era el nuevo encargado de la enfermería.
Al principio la avalancha de enfermedades menores no había sido muy notable, pero cuando tuvo que empezar a dar fichas, Harry se dio cuenta del lío en el que se había metido. Dio de alta a Draco y Dawn después de exigir mínimo esfuerzo por parte del rubio, quien recordó en un "descuido" que el mismo Harry no había descansado en absoluto.
Al final fue Narcisa Malfoy quien se responsabilizó de vigilar el cuerpo, la lengua y la gratitud de su vástago. Molly también decidió quedarse en Hogwarts para ayudar con los bebés, así que en cosa de horas decidieron formar una especie de guardería para permitir a Remus el tiempo de ayudar en la búsqueda y en la enfermería.
-Deberían pedir un reemplazo temporal en San Mungo –comentó Hermione indignada mientras terminaba de hacer más poción pimienta; con el reciente aumento de resfriados se había terminado.
-Si hacen eso todos sabrán que tenemos más de un desaparecido –respondió Harry. Estaba reparando una nariz rota a un Hufflepuff, había logrado bastante experiencia en esos días y la nariz recuperó su forma original sin secuelas estéticas.
-¡Pero no es justo que tengas que hacer todo este trabajo!
-Nadie me lo pidió, yo me ofrecí. Además soy el aprendiz, se supone que puedo con esto.
-¿Qué pasará si sucede algo con lo que no puedas? –Hermione empezó a etiquetar los frascos que contenían la poción recién hecha.
-Entonces pediremos ayuda –resolvió Harry mientras revisaba su tabla de sanación y borraba al último paciente para dejar espacio para los próximos, sólo un nombre seguía en la tabla, Malfoy y no tenía intención de borrarlo.
-Quizás debas decirle a McGonagall sobre el exceso de pacientes –comentó Ron cerrando la puerta tras el Hufflepuff de segundo que se fue encantado con su nariz recién arreglada-. Ella podrá ponerles un alto para que dejen de enfermarse a propósito.
-¡Ron!
-¡Vamos Hermione! ¿Vas a decirme que había tantos resfriados antes de que se corriera la voz de que Harry era el sanador responsable?
-No pero...
-Todos quieren presumir que Harry Potter hizo algo por ellos y no van a dejar de venir –siguió discutiendo Ron.
-Quizás –intervino Harry analizando a los recientes casos-, pero no todos pueden enfermarse porque lo deseen.
-¡No seas tan ingenuo Harry! –Exclamó Hermione escandalizada-. Somos magos, podemos hacer que esas cosas sucedan. Ron tiene razón, debes hablar con McGonagall antes de que te enfermes.
-Estoy bien, si no los tuviera a ustedes si estaría perdido –dijo con una sonrisa.
-No intentes convencerme Potter, Ron y yo hablaremos con ella después de cenar.
-Vamos Harry –cabeceó Ron, indicando a su mejor amigo que no había nada que discutir y que tendría que acabar toda su cena si quería recuperar el control de la enfermería para esperar el regreso de Snape en paz.
Era lo único que Harry hacía desde había llegado ahí en brazos del profesor, esperar a que regresara. Caminaron hasta la oficina de Madame Pomfrey donde había una mesa servida con algunos de los mejores platillos que sabían guisar los elfos domésticos y tres sillas esperando ser usadas.
-El mantel es distinto –dijo Hermione notando que el modesto mantel blanco de la mesa había sido sustituido por uno verde oscuro con adornos dorados.
-Hay demasiada comida amigo ¿acaso te estás preparando para mañana?
-Dobby vino a preguntarme que me gustaría cenar y le di la lista que me entregó Madame Pomfrey, como siempre se excedió –se disculpó Harry mientras se servía avena y una tostada con mermelada de fresa.
-Me alegro de que él se asegure de tu alimentación –comentó Hermione gratamente sorprendida de tener ayuda extra en vigilar los hábitos alimenticios de Harry.
-¿Cómo van los nuevos papás? –Preguntó Harry buscando cambiar la conversación, de inmediato se iluminar los rostros de Hermione y Ron indicándole que habían esperado a que él preguntara.
En cosa de segundos fue bombardeado con descripciones de los problemas que habían tenido los Malfoy al tratar de cambiar pañales y alimentar a la pequeña Dawn. Al parecer Molly y Narcisa había acordado enseñarles pero no intervenir.
Harry rió bastante al imaginar a Draco cubierto de talco y a Ginny arrojándole un chorro de agua por la desesperación que sintió al ver a Dawn pateando el frasco que cubrió a su padre, había tanto talco flotando que simplemente había sido imposible para ella ver otra cosa y pensó que estaban sufriendo un incendio.
Además de esos pequeños detalles, estaba el llanto nocturno que les obligaba a levantarse para alimentar a Dawn y aunque habían tomado turnos para alimentarla era obvio que ambos estaban agradecidos porque las vacaciones continuaran.
-Mamá les regaló unas horas de sueño cuidando a Dawn el otro día.
-Y Narcisa les ha enseñado a preparar una formula muy completa.
-Creo que yo debía haberle dado esa información –comentó Harry descubriendo que simplemente los había sacado de la enfermería sin ninguna clase de apoyo.
-No te preocupes, tienen a dos expertas en el ramo –aseguró Ron mientras se servía más ensalada de manzana- y no es como si tú supieras algo sobre ese tema –dijo antes de morderse la lengua con demasiada fuerza al darse cuenta de lo que había hecho.
-No, no es como si yo supiera como cuidar a un bebé -murmuró Harry distante, apenas fue consciente del codazo que Ron recibió en las costillas y de la mirada preocupada de Hermione.
-Harry, deberías platicar sobre eso, aunque sea un poco. Sabemos que extrañas a James y entendemos que no puedas acercarte a él, pero Dawn es tu ahijada y tienes todo el derecho de visitarla y cargarla y...
-¡Llenarte de leche cuando eructa!
-¡Ron!
Pero eso era justo lo que necesitaba Harry, entender que tener un bebé no era tan perfecto como pensaba, que su vida estaba regresando a la normalidad y quizás, cuando regresara Severus, podrían planear juntos las ceremonias de bautismo.
Hermione y Ron terminaron la discusión sobre los eructos al escuchar la risa de Harry. Tenía tanto sin hacerlo que Hermione le perdonó se burlara del cruel destino que había sufrido la camisa de Draco cuando quedó cubierta de leche regurgitada.
-¡Era su favorita! –Declaró entre risas.
° ° ° ° °
Para el treinta y uno de diciembre Harry se había acostumbrado a una especie de rutina atendiendo resfriados y dolores estomacales; las narices y los huesos rotos habían cesado en cuanto la profesora McGonagall amenazó con quitar puntos.
Las paredes claras de la enfermería eran cada vez menos amenazantes y más solitarias, en cierta medida Harry se sentía muy vinculado al lugar. Ahora era el responsable y eso lo llenaba de confianza en un futuro donde él fuera reconocido por sus aptitudes y talento, no por una cicatriz en la frente.
Con una sonrisa acomodó las últimas pociones que Hermione había preparado. El ritmo de últimos días era muy atareado, más no se sentía fatigado, por el contrario, había encontrado un equilibrio y por fin tenía control sobre el exceso de magia.
Sonrió con melancolía al pensar en la cena de Año Nuevo que lo esperaba, no tenía mucho ánimo por bajar, más las amenazas de sus amigos lo habían convencido de abandonar la enfermería aunque fuera por una noche.
Una más sin saber nada de Severus. Una semana para ser exacto.
¿Donde estás Severus? Era la pregunta que no dejaba de acosar la mente de Harry hasta dejarlo aturdido. Le era muy difícil comprender como tres poderosos magos habían desaparecido sin dejar rastro.
Molesto golpeó el escritorio de Madame Pomfrey. Algunos artilugios se tambalearon en desaprobación, un poco de tinta salpicó sobre algunos papeles y un tintineo le indicó a Harry que algo había caído al piso. Apenado se inclinó a recoger lo que fuera que estuviera en el suelo.
Al parecer se trataba de algo redondo porque parecía haber rodado lejos del escritorio. Sin mucho interés y con una leve molestia por su torpeza, Harry continuó la búsqueda del misterioso objeto hasta que un brillo capturó su atención.
Sin pensarlo dos veces sujetó con una mano la esfera transparente que había rodado cerca de la puerta de la oficina. Al instante un humo rojizo se formó dentro de la esfera como una pequeña e iracunda nube de tormenta.
-No sabía que tuvieras una recordadora –la amable voz de Remus rompió la concentración de Harry regresándolo al mundo.
-Es de Poppy –Harry acomodó la recordadora en su sitio, un segundo después, el humo rojizo desapareció.
-Ya veo –Remus intentando ocultar su preocupación agregó con cierto entusiasmo-. Me alegra haber venido por ti, hasta la recordadora sabe que olvidaste la cena.
-No olvidé la cena –se defendió Harry-, es en lo único que he pensado... -la frase quedó inconclusa ante la revelación que Harry había tenido.
-¿Harry? ¿Sucede algo? –Remus comenzó a alarmarse al ver salir al joven corriendo de la enfermería.
-¡Harry detente!
En balde trató Remus de hacerse escuchar, resignado corrió a su espalda, siguiéndolo por el pasillo y después por las escaleras cuyos escalones Harry subió de dos en dos. Hasta llegar frente al cuadro de la señora gorda que cruzó en un suspiro para llegar atropelladamente hasta la habitación de séptimo.
-Harry Potter será mejor que te expliques o voy a tener que aturdirte –dijo Remus recuperando la compostura e intentando tener el control de la situación- ¡Estás asustándome!
-Recordé lo que había olvidado –comentó Harry como si eso pudiera explicarlo todo. Estaba demasiado concentrado en revolver el interior de su baúl.
La preocupación de Remus aumentó conforme una pila de cosas personales se amontonaba sobre la cama de Harry, quien prácticamente estaba dentro del baúl.
-Será mejor que tengas una buena explicación si no quieres regresar a la enfermería en calidad de paciente –advirtió Remus- ¿Qué olvidaste?
Harry se incorporó y tendió un pergamino viejo y amarillento sobre la cama.
-Algo que Ámber me dijo poco después del ataque, cuando estábamos escondiéndonos –dijo Harry-. Estábamos en una cueva a las afueras del Bosque Prohibido. ¡Ahí es en donde deben estar!
-¡Harry eso es absurdo! –Remus estaba perdiendo el poco control que tenía, James no lo dejaba dormir mucho y Harry lo había acosado casi toda la semana-, Si ellos estuvieran tan cerca sabrían que los estamos buscando, simplemente no tiene sentido.
- ¡Sí lo tiene! –Repitió Harry obstinado-, es por eso que no han aparecido, han buscado en el lugar equivocado –explicó ansioso.
Sólo entonces Remus notó que aquel pergamino no era otro sino el Mapa del Merodeador.
-Harry, nunca exploramos el bosque. ¡No vas a encontrarlos así!
-¿Tú creaste el mapa cierto? –Los ojos de Harry prácticamente resplandecían con anticipación-. Yo estuve ahí con Ámber; debe haber un modo de que eso ayude a completar el mapa.
Remus quiso decirle a Harry que las bunas intenciones no siempre daban fruto, que debería estar relajándose en el banquete de Año Nuevo y no preocuparse más por Severus. Pero no pudo, la esperanza de encontrarlos era muy fuerte aunque resultase completamente inútil, lo mejor era dejar que él mismo se desengañara.
-Piensa en el bosque con tu palma sobre el pergamino –explicó Remus- en la cueva y el camino que recorriste. Haz un recuento de cada detalle y mantenlo hasta que te diga.
Harry siguió las instrucciones de Remus. Lo escuchó murmurar algunas palabras y se concentró en el bosque, cada detalle inundó su mente cuando un súbito despliegue de magia lo rodeó.
-Juro que mis intenciones no son buenas –dijo Remus tocando el pergamino con la punta de su varita- ¡Vaya! Si que has estado ocupado. ¿Que es Aragog?
-Una acromántula. Ron y yo la encontramos en segundo.
-¿Estuviste en territorio de los centauros?
-En quinto –explicó Harry con pena al recordar a Sirius, decidió alejar ese pensamiento, pero no olvidar lo aprendido de esa experiencia-. ¿Está la cueva?
-Sí -musitó Remus sorprendido-. Parece que tienes razón, ahí están.
-¿Los tres?
-Los tres.
° ° ° ° °
Esta vez fue Harry quien tuvo que correr detrás de Remus. En cuestión de minutos la Orden estaba sobre alerta y en movimiento porque fuera lo que fuera que estuviera reteniendo a los tres magos debía ser poderosos.
Tonks, Kingsley, Remus y Hagrid se encontraban dispuestos a adentrarse en el bosque cuando Harry los alcanzó.
-No pensarán irse sin mí ¿verdad?
-Honestamente sí –declaró Kingsley-, avanzaremos más rápido si no tenemos que preocuparnos por tu seguridad Harry.
-Bien, porque no quiero tener que estarlos apresurando –respondió Harry internándose de inmediato en el bosque. Los cuatro magos intercambiaron miradas desconcertadas antes de seguirlo.
-Será mejor que te quedes en el castillo Harry, esto puede ser peligroso –intentó razonar Tonks.
-He estado en este bosque más veces que ustedes, sin contar a Hagrid –dijo Harry sin detenerse- sé que esperar y cómo defenderme de este lugar. Y puedo ser de ayuda si se necesita un sanador emergente.
-Los aurores estamos capacitados...
-Lo sé Tonks –interrumpió Harry controlando su fastidio-. No voy a pelear. Si llega a haber problemas dejaré que ustedes se encarguen. Lo prometo.
-Por lo menos no saliste corriendo sin nosotros –comentó Remus, el resto del grupo entendió que era mejor llevarlo con ellos que dejarlo solo.
Avanzaron por un sendero serpentino sin mayores contratiempos hasta que encontraron la entrada a la cueva en donde antes se había escondido Sirius cuando Harry cursaba cuarto. Un suspiro melancólico escapó de los labios del joven que siguió sin alterar su paso. Sólo Remus lo escuchó y no dijo nada, comprendía demasiado bien lo que esa cueva significaba, también había sido el refugio de Ámber. Con un nudo en el corazón subieron hasta la entrada de la cueva.
Estando a unos metros, alcanzaron a distinguir que una poderosa fuente de magia circundaba el lugar haciendo cada vez más lento el ascenso como si los repeliera. Obstinados siguieron subiendo hasta que Kingsley indicó que se detuvieran.
-¿Esto es normal? –Preguntó molesto por no ser advertido.
-No –costestó Harry preocupado.
-¡Genial! –masculló molesta Tonks lanzando una piedra hacia el lugar. El improvisado proyectil se estrelló contra la barrera mágica quedando suspendido en el aire por casi un minuto para continuar con su trayectoria y caer del otro lado.
-¿Qué diablos fue eso? –Dio Hagrid voz a la duda de todos.
-Nunca había escuchado de nada parecido –comentó Remus y eso era decir mucho. Por años había recorrido el mundo mágico convirtiéndose en un experto en Defensa, si él no sabía que estaba pasando Kingsley y Tonks estaban más perdidos.
-¿Cómo es que la piedra pudo pasar? –Preguntó Kingsley intentando analizar la situación. Una repentina carcajada de Harry lo desvió del análisis.
-Lo logró porque no era su intención –explicó Harry con una sonrisa-. No me vean así no estoy enfermo. Así es como funciona la mente de Dumbledore, ese fue el truco que utilizó para esconder la piedra filosofal.
Remus, Tonks y Kingsley no tenían idea de lo que Harry decía, más Hagrid recordó la anécdota y algunas más que reforzaban la idea de Harry, con rápidez buscó al que estuviera más cerca de la barrera que resultó ser Remus que gruñía hacia Harry.
Sin pensarlo más, Hagrd sacósu paraguas rosa y apuntó hacia Remus un expeliarmus. El impacto fue tan sorpresivo que, en un reflejo instintivo, Remus intentó sostenerse de Harry, sujetando su túnica con fuerza y arrastrándolo con el hacia la barrera.
Cuando la tocaron, fue como si el tiempo se detuviera a su alrededor y ellos quedaran atrapados en una telaraña inmensa e invisible. Justo cuando comenzaban a acostumbrarse a la extraña sensación, sintieron de nuevo la intensidad del expeliarmus de Hagrd y se encontraron cayendo con mínima gracia del otro lado.
-¿Cómo se te pudo ocurrir hacer eso? –Escucharon que Kingsley gritaba a Hagrid-. Ahora están atrapados en quién sabe qué, pueden estar heridos o...
-A salvo –dijo Hagrid con orgullo, Kingsley volvió su atención a la barrera, aliviando sus temores.
-¡Wow! Lánzame ahora a mí Hagrid -pidió Tonks encantada por la perspectiva de flotar suspendida en la barrera.
-No creo que eso funcione –la voz de Harry llegó clara a Hagrd atravesando la barrera-, ella está deseando cruzar la barrera.
-Entiendo –Hagrid se encogió de hombros mientras guardaba el paraguas.
-Yo no –se quejó Tonks.
-Explícales Hagrid, tal vez encuentren otro método de cruzar –dijo Remus indicando a Harry que debían seguir. No tenían más tiempo que perder.
Siguieron rumbo a la cueva notando que todo estaba demasiado silencioso a su alrededor, lo único que se escuchaba era el rumor de sus pasos. Decidieron preocuparse después por eso ya que frente a ellos se alzaba la entrada de la cueva.
Lucía exactamente igual a la última vez que Harry había estado ahí, con excepción de las runas que adornaban las paredes y el gran símbolo brillando en el suelo a los pies de Dumbledore. Habían encontrado a los tres magos que estaban buscando.
El profesor Dumbledore estaba de pie, de frente a la entrada de la cueva, con los brazos en alto conduciendo su magia hacia la barrera, pero con la mirada perdida. A su lado Poppy y Severus intentaban en vano llamar su atención.
-¿Qué hacen aquí?
-También me da gusto verte Severus –respondió Remus aliviado de hacerlos encontrado.
-Vinimos a buscarlos, estábamos muy preocupados por ustedes –dijo la boca de Harry aunque sus ojos le dijeron a Severus que estaba muy preocupado por él.
-Deberías estar en cama –refunfuño Severus preocupado- no aquí dando rienda suelta a tu complejo de héroe.
-No puedo creer que le hayas permitido acompañarte Remus –graznó Madame Pomfrey mientras hacía un rápido chequeo a Harry- hace dos horas apenas podía caminar –dijo sorprendida de los resultados.
-Eso fue la semana pasada.
Las palabras de Remus cayeron como un balde de agua fría sobre los dos magos obviamente no esperaban que su ausencia fuera tan larga.
-Debe ser parte del conjuro que Albus está realizando –dijo Severus-. No hemos visto un sólo amanecer desde que llegamos.
-¿Por qué siguen aquí? –Preguntó Remus.
-No podemos irnos sin Albus –señaló Madame Pomfrey volviendo a su tarea de intentar despertarlo.
-Su mente parece perdida –explicó Severus a las preguntas no hechas-. Debe estar muy lejos de aquí luchando todavía contra Él.
-¿Qué sucedió? –Preguntó Remus.
-Albus fue a buscarnos a la enfermería –dijo Poppy-, necesitaba mi ayuda y la de Severus para analizar y combatir un hechizo oscuro que crearía una epidemia entre muchos magos menores de edad que Aquel-que-no-debe-ser-nombrado planeaba utilizar.
-Fuimos a su oficina y con ayuda de algunas de sus cosas logramos descubrir un método para combatir el conjuro. También descubrimos que debíamos actuar con prontitud si queríamos contrarrestar el conjuro porque ya había sido lanzado.
Harry se encontró a sí mismo preguntándose como se había enterado Dumbledore de ese conjuro sin la ayuda de Severus.
-Fue una trampa –se encontró diciendo.
-Nos dimos cuenta demasiado tarde –corroboró Severus-; afortunadamente Albus nos trajo hasta aquí para canalizar la magia elemental hacia la madre tierra y proteger a todos los niños, no sólo a los del colegio. Eso permitió que la batalla mágica que ha mantenido con el Señor Tenebroso no invadiera Howgarts, pero es obvio que nos mantiene cautivos.
-Voldemort absorberá el poder de todos los que estén dentro de la barrera –dijo Harry después de interpretar las tunas que rodeaban el lugar; los magos mayores tenían esa mirada de incredulidad que tanto lo exasperaba-. Dumbledore me enseñó el conjuro como parte de mi "preparación".
-Se supone que este combate no debía durar tanto –musitó consternada Poppy.
Hasta ese momento Harry notó el pequeño reloj de arena que estaba incrustado en una pared de la cueva, rodeado por símbolos. Madame Pomfrey lo miraba de soslayo, sin dejar de apretar un pañuelo entre sus manos. Severus también fijó sus oscuros ojos en el reloj, soltó un suspiro resignado y avanzó decidido, varita en mago hacia Dumbledore, una mirada fría señalaba su desagrado hacia la tarea que debía realizar.
-Severus...
-¡Cállate Lupin! No necesito que digas lo que yo mismo pienso, pero le prometí a Dumbledore que lo mataría si la batalla duraba más de dos horas.
Severus extendió su varita justo a la altura del corazón del anciano mago, estaba temblando de furia contenida y desesperación; sabía que no sería capaz de volver a verse a un espejo sin mirar el rostro de un asesino si hacía eso, pero era necesario, si Voldemort ganaba la batalla absorbería el poder de cinco magos. Cerró los ojos musitando una plegaria por un milagro que lo detuviera cuando sintió una mano cerrarse sobre la suya, obligándolo a bajar el brazo.
Volvió el rostro de inmediato para encontrar en Harry una determinación más allá de la que acostumbraba, prácticamente refulgía y Severus no pudo evitar un estremecimiento al sentir la magia de Harry rodeándolo, abrazándolo en un silencioso consuelo.
-No creo que sea necesario –dijo Harry- Dumbledore pidió dos horas, pero su tiempo es diferente ahora, no ha pasado tanto para él. Todo este lugar está dentro de sus parámetros, si lo matas ahora perderemos a un gran mago en vano.
-¿Tienes una mejor idea? –Graznó Severus con impotencia, notando que Harry estaba demasiado cerca de él. Nunca lo dejaba acercarse tanto en público, si siquiera frente a los dos magos que conocían los pormenores de su romance.
-Sí, como dije antes el profesor Dumbledore me enseñó ese conjuro. Puedo entrar en él y ayudarlo o por lo menos saber cuál es la situación.
-¡No vas a entrar a la mente de Dumbledore!
-Tenemos que encontrarlo y yo soy el único que sabe cómo hacerlo –defendió Harry con decisión su punto, sin ceder ni un momento, sosteniendo entre sus manos la mano de Severus que todavía apretaba su varita.
Un silencio pesado los envolvió mientras cada uno intentaba vencer al otro con la mirada. Cansado, Severus movió la cabeza con una mueca melancólica en los labios preguntándose en qué momento había Harry madurado tanto.
-¿Confías en mí? –le preguntó Harry, su nariz casi tocando la de Severus.
-Sí.
-Aparecerá mi reloj junto al de Albus, tendrá menos arena apenas suficiente para cinco minutos –explicó Harry sin romper el contacto visual- si no he regresado en ese tiempo tendrás que sacarme de ahí.
-¿Cómo?
Harry no contestó, sólo rodeó a Severus en un abrazo angustiado, desesperado mientras lo besaba lentamente, diciéndole todo el amor que tenía para él y que confiaba ciegamente en él. Severus estaba tan sorprendido por el repentino despliegue de afecto que no se lo impidió y cuando intentó protestar ya era demasiado tarde, Harry había terminado el beso y regresado a una distancia prudente.
-No me sueltes –dijo entrelazando sus manos con fuerza- pase lo que pase. Si se me acaba el tiempo utiliza bésame, grítame y si no funciona utiliza el legeremens. Pero no me sueltes.
Y Severus entendió en ese momento que en verdad Harry le estaba confiando su vida.
° ° ° ° °
Continuará
N/A: Sí, lo sé. Me he tardado mucho, pero como verán por un buen motivo, el capítulo más largo hasta el momento, once páginas en word. Fue un capítulo un poco complicado porque no quería que fuera tedioso y había varias cosas que explicar. Confío en que hayan quedado claras y si no es así, ¿qué tal un comentario aunque sea chiquito? ¿sí? n.n
