La extraña y muy misteriosa desaparición de...
Autor: Quetzalli
Resumen: Severus se encuentra frente al ladrón del Libro y descubre sus motivos y un terrible secreto que sólo él y Remus pueden desentrañar en una búsqueda que los llevará a los rincones de Hogwarts que siempre han temido y al descubrimiento de un conocimiento profundo que habían ignorado generaciones en el castillo.
Parejas: Harry-Severus, Draco-Ginny, Hermione-Ron, Remus-Ámber Kernell y solo por este episodio: una mujer que quiere quedarse con el exlobito y a quien él apenas soporta.
Disclaimer: Los personajes son propiedad de J. K. Rowling y Warner Bros. Yo sólo me divierto un poco.
Spoilers: Ninguno. Juro solemnemente que no hay ninguno aquí, todo lo que viene en este capítulo ha sido dicho en libros anteriores al príncipe mestizo.
Capítulo 16
La Hoz y la Espada
-¿Tú? –dijo Severus en un murmullo apenas audible- ¿Por qué? No tiene sentido.
-Ese es el problema Severus, no has descubierto porque, si lo hubieras hecho no habría tenido que robarte el Libro. Pero necesitaba hacerlo, te estaba empezando a absorber y yo no podía permitirlo. Nunca lo permitiría.
-No entiendo, lo que dices no tiene sentido –recriminó Severus a la figura inmóvil que estaba de pie en el centro del salón- ¿Todo este tiempo has estado mintiéndome? ¿Para qué? ¿Se trata de una de esas bromas crueles que gustan de jugar ustedes?
-Nunca, en toda mi vida he buscado ser cruel con alguien, no iba a empezar contigo y me ofende que siquiera lo menciones.
-¡Te ofende! –exclamó indignado Severus- ¿Tienes idea de toda la confianza que deposité en ti Harry? No puedo creer que tú me hayas robado.
Todo estaba de cabeza, el salón entero parecía dar vueltas alrededor de Severus que sentía como nunca antes un fuerte dolor en el pecho que parecía apretarlo. Lo había traicionado la persona que menos esperaba y eso lo debilitaba al punto de que quería desmoronarse sobre el suelo.
Pero se mantuvo de pie, cerrando su corazón de nuevo, recuperando la amargura que lo convertía en el maldito profesor de pociones, el bastardo que podía hacer la vida de cualquier estudiante un infierno y que sólo Harry Potter, el mentiroso más grande de todos, había podido vencer. ¡Qué ciego había estado al creer en el amor de un mocoso irresponsable como ese!
-No era mucha tu confianza si tomamos en cuenta todas las barreras que pusiste alrededor del Libro, no fue precisamente fácil quitártelo –comentó Potter saliendo lentamente de entre las sombras hasta quedar de pie frente a Severus.
Estaba pálido y ojeroso. Su piel tenía un tono amarillento y su figura se veía más frágil que nunca en un delgadez que Severus sabía no había sido visible horas antes. Parecía que en cualquier momento iba a caer al suelo de lo débil que se veía sin el brillo que caracterizaba a sus ojos.
Mas Severus estaba tan molesto y había cerrado su corazón como para no dejarse conmover por esas nimiedades. El joven suspiró obviamente esperando ese comportamiento.
-¿Cómo rompiste mis barreras?
-No lo hice –contestó Potter mientras empezaba a jugar con su túnica entre sus dedos- te lo robé la noche previa al partido de quidditch.
-No puede ser –replicó Severus recordando esa tarde-, recuerdo haberlo guardado antes de que salieras y alcancé a verlo en la mañana siguiente.
-Pero no lo volviste a leer, te distraje lo suficiente cuando me besaste para lanzarte un pequeño hechizo de sueño. Si lo hubieras tocado la ilusión se habría desvanecido antes de lo esperado.
Las palabras de Harry llegaron atenuadas ante el recuerdo. Siempre leía antes de dormir, pero esa noche estaba demasiado emocionado por el juego, se sentía fatigado y la sed que sentía después de probar la boca de Harry se habían unido para que se recostara sin tocar de nuevo el Libro.
-¿Por qué? –le recriminó sin poder ocultar el dolor que sentía de haber sido traicionado-. Pudiste pedirlo en cualquier momento. No necesitabas robarlo a menos... que pienses usarlo.
-¡CÓMO TE ATREVES! –exclamó Remus por primera vez.
-¿Entonces ya te dio sus motivos para robar el Libro? –preguntó Severus intentando controlar su creciente ira- ¡Sólo míralo Remus! Ni siquiera ha tenido el Libro dos días y ya lo está consumiendo. Debes entregarlo en este momento.
-Severus tienes razón –intervino Harry con voz pausada-. No tienes idea a qué grado tienes razón...
Harry dio una vuelta al escritorio de Severus y con un golpe de varita apareció un servicio de té con tres tazas y algunas galletas, después con una elegante floritura que debía haberle aprendido a Dumbledore hizo aparecer otras dos sillas.
Con un gesto invitó a los dos adultos a tomar asiento mientras comenzaba a servir el té. Remus lo miró sorprendido e imitó el gesto cuando Severus ocupó su silla habitual.
-Si debo darle crédito al profesor Dumbledore por algo, es por enseñarme el mejor modo para dar este tipo de noticias –comentó Harry como quien habla del clima-. Si no quieren escuchar o aceptar mis motivos siempre pueden romper la vajilla.
Atónitos los dos hombres aceptaron la taza que se les ofrecía, pero Severus no bebió, demasiado molesto con Harry para hacer otra cosa que no fuera mirarlo acusadoramente.
-No tiene veritaserum –dijo Harry después de dar un sorbo a su té que acompañó con el contenido de un pequeño vial que entregó después a Severus-. La única poción que será servida en este momento, me la recetó Poppy para ayudarme a regenerar los niveles de glóbulos rojos en mi sangre. Tengo anemia –contestó a la muda pregunta de Remus.
Severus no dijo nada pero olfateó el frasco antes de asentir ligeramente hacia Remus quien no sabía si relajarse ante la verdad que Harry había dicho o angustiarse ante el hecho de que estuviera enfermo y él no lo supiera.
-He estado enfermo desde que murió Voldemort, pero lo habíamos pasado por alto al intentar descubrir el motivo por el que mi magia estaba tan débil –explicó Harry sin mirarlos directamente, sólo concentrado en el humo que despedía la taza entre sus manos-. He estado usando un glamour desde San Valentín para no preocuparlos, he seguido todas las indicaciones de Poppy y sigo bajando de peso. A este ritmo moriré apenas termine el colegio.
-Por eso necesitas el Libro, para prolongar tu vida –murmuró Severus sin comprender cómo las últimas palabras de Harrry habían transformado todo el resentimiento en un dolor aún más profundo que la traición, en una angustia aterradora por la sola posibilidad de que él muriera.
-Si, pero no como piensas –comentó Harry con una sonrisa melancólica, dio otro sorbo a su taza y la depositó en el escritorio-. Logré descifrar la última advertencia de Petigrew –declaró de forma emblemática.
° ° ° ° °
La última advertencia de Peter.
En lo último que pensó Remus cuando alteró el mapa del merodeador fue en que él podría dañarlo aún. Había muerto de un modo horrible y sin embargo su sombra todavía lo atacaba. Aún cuando tuvo que pronunciar su nombre junto al de James y Sirius para que los cambios funcionaran en el mapa del merodeador, dolía de un modo que no estaba dispuesto a aceptar.
Pero fue un golpe más duro el encontrar a Harry en posesión del Libro camino a las habitaciones de Severus. En un abrir y cerrar de ojos la búsqueda había cobrado una dimensión distinta al preguntarse qué podía impulsar a un joven como Harry a robar un objeto tan peligroso de la persona que amaba.
Y ahora las palabras que su antiguo amigo le dirigió a Harry como pago por su deuda habían regresado para azotarlo por su ceguera. El haber optado por ignorarlas por completo en pro de seguir con su vida sin mayores complicaciones era error del que ahora, viendo la forma mermada de Harry, se arrepentía terriblemente.
Severus no debía pensar algo muy distinto a juzgar por su gesto, pero ninguno de los dos dijo nada demasiados concentrados en escuchar la suave voz de Harry.
-Recuerdo que un fuego mágico azul mantenía la habitación iluminada y tibia, al frente había un sillón y una mesita sobre la que reposaba el Libro, abajo una alfombra que parecía persa por sus dibujos... pero no lo era, la verdad es que era un círculo mágico, con un trazo de runas druidas muy específico que nuestro especialista en aritmancia pasó por alto en su deseo incontenible por poseer el Libro. No que te culpo Severus –agregó de inmediato al notar como el nombrado se tensaba-, todos en la vida tenemos algún deseo profundo y egoísta que deseamos ver realizado.
Remus escuchó la tranquila explicación de Harry y no pudo evitar un estremecimiento. No era la primera vez que escuchaba a alguien hablar así, era el mismo tono en que su padre le había explicado que no tenía mucho que heredarle a causa de los gastos que se generaron buscándole una cura. Era exactamente el mismo tono con que James y Lily se habían despedido cuando le dijeron que se ocultarían con el encanto Fidelus. Los tres sabían de su próxima muerte y se despedían disculpándose por no haber podido hacer más.
-¿Qué significaba esa alfombra? –preguntó intentando controlar todas sus emociones, luchando contra el impulso de correr y abrazar a Harry y suplicar que lo perdonara por no haber podido ser una figura paterna para él.
-Trazaba un círculo envolvente, el primero que cruza para encontrarse con el dueño del Libro caería bajo su conjuro sellando su destino al tocar a su "amo" –respondió Harry con el esbozo de una sonrisa melancólica.
-Recuerdo un estremecimiento cuando me recordaste que debíamos escapar de ahí –susurró Severus al recordar esa tarde.
-Fue el momento en que sellé el conjuro –declaró Harry, un extraño brillo cubría sus ojos cuando los levantó y fue cuando Remus fue consciente del gran esfuerzo que estaba haciendo por permanecer ahí, con ello, explicando algo que debía ser muy doloroso, sin derramar las lágrimas que amenazaban con escapar de sus verde mirada.
° ° ° ° °
Harry bajó un poco el rostro para sacar de entre su túnica el Libro, pasó con cuidado una mano sobre su cubierta en una mezcla de respeto y temor, luego lo abrió por una de las páginas finales que había marcado con un listón carmesí.
-"A ti que has franqueado la última
greca
te corresponde el privilegio de servir como ningún
otro aliado.
Entrégame de tu vida la fuerza,
de tu magia
el resplandor dorado
y tu juventud hasta que desfallezcas
una
vez el propósito realizado.
Con gran cuidado cerró el Libro volviendo a marcar la página, contuvo un suspiro y levantó la mirada para encontrarse con dos cuerpos que se negaban a mostrarle sus ojos, tal como lo había esperado.
-Cuando te toqué sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo y sentí que algo no estaba bien, pero entonces me sonreíste y me sentí tan dichoso que decidí olvidarlo y seguir adelante –continuó sin esperar alguna respuesta de los hombres mayores-. Colagusano lo sabía porque padecía del mismo mal.
Harry sabía que no deseaban mirarlo, que se sentían culpables por no haberlo ayudado y en cierto modo aquello no era tan malo porque le daba cierta libertad para hablar con mayor libertad.
-Al principio estaba tan desconcertado como ustedes y después... fue San Valentín y... cuando regresamos me sentí tan fatigado que apenas podía mantenerme en pie. Fue cuando empecé a darme cuenta de que me debilitaba más estar contigo que hacer magia y luego todos decían lo rejuvenecido que te veías y lo saludable y... comprendí que debía averiguar lo que significaba esa última advertencia.
Con un ligero movimiento, apenas perceptible, Harry dejó el Libro reposando entre las manos de Severus que apenas notó el procedimiento por el peso que se sintió entre sus manos.
-Decidí tomarlo prestado para averiguarlo y ahora que lo sé te lo entrego de nuevo.
-Debe haber algo que pueda hacerse para que no avance ese conjuro –musitó Severus temeroso-. ¡Cualquier cosa!
-No puedes morir Harry... y mucho menos como esa rata –agregó Remus poniéndose de pie intempestivamente.
-Hay un modo... pero no pienso pedirlo, debe ser descubierto y no explicado –respondió Harry rehuyendo ahora la mirada atenta de los dos hombres fijando sus ojos en sus propias manos que nerviosas jugueteaban con su túnica.
-No puede ser tan malo –dijo Severus con firmeza.
Un leve calor llegó al pecho de Harry, siempre lo sentía cuando el amor que Severus sentía por él era casi palpable. Sabía que cada vez que se sintiera así un poco de su magia era absorbida por el otro hombre y no le importaba, lo amaba demasiado como para importarle morir cuando lo único que quería era hacerlo feliz.
-Ya lo juzgarás por ti mismo –dijo levantándose y dirigiéndose hasta la puerta donde se detuvo antes de volver el rostro hacia su audiencia-. He marcado la página donde está toda la información, sólo te pido que no leas demasiado el Libro, cada vez que lo haces me debilito más y en verdad quisiera vivir lo suficiente para graduarme de Howgarts.
Con esta última petición, Harry cruzó la puerta sin volver la mirada atrás, como quien teme no tener la fuerza suficiente para continuar adelante.
° ° ° ° °
-No puedo creerlo –repitió por centésima vez Remus mientras Severus continuaba trazando pequeños círculos con sus dedos en su frente para alejar a sus demonios-. ¡Cómo es posible que no te enterarás de algo así! Has tenido ese Libro contigo todo el tiempo.
-Lo lamento Remus, pero a diferencia de Harry, tengo la costumbre de leer ordenadamente de principio a fin.
-¿Qué harás ahora?
-¿A qué te refieres?
-Deja de hacerte el listo conmigo Severus. ¡AL LIBRO POR SUPUESTO! ¿Vas a destruirlo?
Severus dejó su actitud desesperada, las palabras de Remus hicieron mella en su orgullo y despertaron su conciencia, sin detenerse a pensar se puso de pie encarando al que ahora era su mejor amigo con una postura de fuerza y poderío como no se le había visto antes.
-Ahora soy yo quien te pide que no hagas preguntas tontas Remus. NADA, grábalo bien en tu cabeza, nada es más importante para mí que Harry. No importa si lo pierdo porque decida dejarme, el sólo hecho de que haya estado conmigo en algún tiempo ha sido suficiente para darle fuerza a mi vida. Ningún Libro va a cambiar eso.
Al escuchar esa declaración, Remus se acercó para darle una palmada en el hombro al tiempo que le ofrecía su mano a aquel hombre que había aprendido a conocer detrás de la imagen que se había creado.
-No tienes idea de lo agradecido que estoy con la vida por ponerte a ti en el destino de Harry. Eres una persona muy especial Severus Snape y siempre contarás con mi amistad.
Severus se permitió una sonrisa agradecida ante el comentario y estrechó la mano de Remus con fuerza. Su vida había cambiado tanto y no se arrepentía de todos los giros, excepto de uno que estaba dispuesto a deshacer.
-Sólo hay un pequeño problema –comentó Severus-. Necesitamos encontrar una Hoz de oro y una espada druidas consagradas.
-¿Qué tan complicado puede ser? Tengo un par de contactos que pueden conseguirlas en menos de una semana.
-Mañana.
-¿Qué?
-Mañana hay luna llena y es el comienzo del Beltane, el equinoccio de Primavera. Si destruimos el Libro en una fecha mágica tan poderosa las posibilidades de fracaso se reducen al mínimo –aclaró Severus con su típico tono magisterial-. ¿Acaso no conoces a Harry? Puedo haberse robado el Libro en cualquier momento pero esperó hasta el partido de quidditch no por la distracción que se creo, sino por la cercanía del Beltane.
-Tú esperarías hasta la fecha idónea para tener éxito –completó Remus ante el silencio de Severus y su expresión sombría- siempre lo haces, una de las cualidades que te permitió conservarte con vida siendo un espía.
-Harry sabe ver a través de mí como nadie –dijo Severus con una sonrisa forzada- de informarme antes este problema yo habría buscado un modo de conservar el Libro e intentar liberarlo corriendo un riesgo que pudo haberlo afectado. Me ha acorralado.
-Es el precio del amor.
-Supongo que tienes razón.
Remus se paró a un lado de Severus y pasó un brazo por sus hombros en un gesto amistoso que no se había atrevido a tener con el hombre, así lo acompañó hasta la puerta invitándolo a franquearla. Severus se permitió un último suspiro de añoranza al Libro mientras lo apretaba contra su pecho y después simplemente lo bajó hasta sostenerlo con una mano al tiempo que cruzaba la puerta rumbo al único lugar que tenía lo que les hacía falta: la oficina del director.
-Creo que es la primera vez en mi vida que me alegra la proximidad de una luna llena –dijo Remus mientras caminaba a su lado.
° ° ° ° °
Como era usual Albus Dumbledore estaba en su oficina como si supiera que debía esperar una visita importante, aunque en ese momento era claro que la visita no tenía mucho tiempo de haber partido. Y como siempre, Remus entró al lugar dando un vistazo a su alrededor para descubrir cual artefacto mágico era el que estaba en funcionamiento por el sutil sonido que hacía y que sólo era audible para él.
En pocos minutos y sin extenderse gran cosa en explicar cómo fue robado, Severus le explicó al director el motivo de su visita, pidiéndole de corazón los ayudara a conseguir una Hoz de oro y una Espada celtas además de que fuera testigo del procedimiento y controlara al Ministerio de Magia que seguramente se escandalizaría en cuanto supiera que Severus iba a destruir un objetó mágico tan poderoso.
-Un ritual celta –musitó Albus para sí cuando terminó de hablar Severus-, necesitarán ungir un roble.
-Harry debe estar haciéndolo ahora, después de todo él ya sabe lo que se necesita.
Albus sonrió una vez más, en verdad iba a extrañar todos los líos que Harry Potter había traído desde que llegó al mundo. Ningún otro de los jóvenes que había conocido en su vida tuvieron ese toque para desenredar la vida ajena y lograr sacar lo mejor de las personas que lo rodeaban.
-Creo que en el colegio tenemos justo lo que necesitan aunque... me parece que están desaparecidas dentro de las paredes de Hogwarts.
Un par de miradas incrédulas recibieron estas palabras y Albus tuvo que reprimir una risa traviesa, Severus Snape podría haber cambiado mucho pero difícilmente lo suficiente para apreciar su complicado sentido del humor.
-Rowena Ravenclaw y Helga Hufflepuff fueron conocidas sacerdotisas celtas y se presume que dejaron sus más preciadas posesiones en el castillo con la promesa de que podrían ser encontradas cuando fueran necesitadas.
-¿Por dónde empezamos? –Severus siempre directo e impaciente.
-Justo aquí -indicó Albus invitando a los dos hombres a ponerse de pie en el centro de su oficina.
Primero los colocó de espaldas de modo que Remus miraba hacia la puerta y Severus hacia uno de sus artefactos que giraba en círculos constantes, después los invitó a que se tomaran de las manos, algo que ambos hicieron con cierta indecisión y por último les ordenó cerraran los ojos.
Cuando terminó con los preparativos empezó a recitar un conjuro en gaélico antiguo que parecía hacer vibrar las paredes y todas los cosas que había en la oficina. Cada pequeño objeto metálico y de vidrio se unió con un tintineo particular que enriquecía el cántico hasta formar una sinfonía mágica que hizo despertar algo en Severus y Remus.
Como si estuvieran en una antigua historia de magia y aventuras, sus ojos percibieron a través de los párpados cerrados, el castillo de un modo tan claro como si lo estuvieran viendo. Un camino se abrió ante ellos como si pudieran atravesar las paredes guiándolos por separado a un destino distinto.
-¡Necesito ir a la Torre de Adivinación! –exclamó Remus horrorizado al terminar la visión, la sola perspectiva de estar frente a Sybil Trelawney le provocaba una profunda aversión.
-No te quejes –lo riñó Severus-. Yo debo ir a la cabaña de Hagrid.
-En ese caso señores, me parece que deben darse prisa –indicó Albus entregándoles a cada uno un medallón con una piedra negra en su centro, tan pulida que parecía un espejo-. Cuando la superficie se opaque su tiempo habrá terminado y, me temo, habrán fallado. Sin embargo debe cambiar aun color cuando estén cerca de lo que buscan.
Y con un sencillo "buena suerte" los arrojó fuera de su oficina.
° ° ° ° °
Uno de los motivos por los que renunció a la clase de astrología fue su ubicación. No había nada que Remus detestara tanto como esa torre con su escalera circular que le provocaba mareo y su suelo de madera que crujía con cada paso, algo que nadie notaba como él que por años había luchado por vencer su mayor temor después de la luna.
Las alturas excesivas.
Remus no se engañaba a sí mismo, aún cuando el lobo interno que había tenido odiaba las alturas era perfectamente capaz de ponerse de pie en lo alto de la torre de astronomía, pero la torre de adivinación estaba aún más alta y era insegura y tenía algo aún más terrible que el prospecto de una caída. Tenía a Sybil Trelawney y sus horrendas y falsas profecías o peor aún, sus horrendas y acertadas profecías.
Y sin embargo ahí estaba, justo llamando a su puerta para buscar lo que sea que haya dejado Rowena Ravenclaw a juzgar por el resplandor azulado que brillaba en el medallón que sostenía.
Todo sea por Harry se dijo con un suspiro cuando la puerta se abrió revelando la figura similar a un gigantesco insecto de Sybil Trelawney.
-¡Remus! Cuánto me alegro de que mi ojo interno no estuviera engañándome cuando me avisó de tu visita –dijo Trelawney mientras Remus seguía repitiéndose que todo lo hacía por Harry a quien debía tanto y empezaba a hacer un recuento de exactamente cuánto le debía.
-Pero pasa, no seas tímido, entiendo que un hombre soltero como tú se sienta algo intimidado de estar a solas con una mujer como yo pero también somos colegas así que no debes temer a lo que puedan decir las habladurías.
-Disculpa Sybil pero me temo que no entiendo.
-Tú no pero yo sí –dijo Trelawney con una risita boba-, descuida no busco apresurar las cosas, el tiempo determinará el curso de nuestros destinos.
Remus estaba a punto de preguntarle a Trelawney a que se refería con esos acertijos cuando se sintió más tentado a llevarla a la enfermería para que le revisaran los ojos por si tenía una conjuntivitis, justo en ese instante Trelawney parpadeó por séptima vez y mostró sus dientes en una sonrisa mientras se ajustaba las gafas dándole todas las claves.
-Sybil tú no estás coqueteando conmigo ¿verdad? –dijo tímidamente.
-¿Yoooo? ¿Por qué habría de hacer algo semejante? Nuestro futuro ya está escrito en los astros y... ¡REMUS! ¡Por Merlín! ¿qué te sucede? Espera voy por un poco de agua y quizás unas sales... no despiertes antes de que te atienda –balbuceó Trelawney saliendo por la puerta hacia su oficina y dejando a penas a Remus recostado entre varios cojines.
Apenas escuchó Remus como la puerta de la oficina de Trelawney se cerraba, se incorporó como impulsado por una fuerza externa y comenzó a revisar el aula de Adivinación guiándose con el medallón que dentelleaba una luz azulada.
-¡Harry tenía razón! Esa mujer está loca –dijo para sí después de felicitarse por haber fingido un desmayo, aunque eso le daba menos tiempo del que esperaba, confiaba en que fuera suficiente.
-Por favor que esté por aquí, por favor –musitó fervorosamente siguiendo una delgada línea que, a modo de brújula, le mostraba la dirección correcta-, no quiero tener que entrar a su oficina... -repitió cuando parecía que ese sería su destino.
Sin embargo, antes de llegar hasta la puerta, la línea azul se desvió hasta un ladrillo que tenía una pequeña muesca en el centro. Remus le dedicó dos segundos al análisis del ladrillo y su muesca apurado porque escuchaba las "cariñosas muestras de apoyo y afecto que Trelawney le dirigía y no quería detenerse (como era su costumbre) en averiguar más así que sólo extendió la mano y tocó el ladrillo siendo absorbido en una vorágine similar a la de un traslador.
° ° ° ° °
La última vez que se había encontrado a sí mismo corriendo por los pasillos del castillo había sido por el mismo motivo: corría por Harry y ese pensamiento no sólo le daba alas a sus pies y aligeraba su corazón, sino que le proporcionaba la entereza suficiente para internarse en uno de los lugares que le resultaban menos agradables de Hogwarts.
La cabaña de Hagrid.
Y sin embargo el medallón corroboraba la visión anterior mostrándole un leve tono amarillento que se incrementaba a cada paso hasta llegar a la puerta de la cabaña.
Ahí fue donde Severus se sintió e verdad estúpido, mientras levantaba el brazo indeciso en que palabras cruzar con el amigable guardabosques convertido en su colega hacía pocos años y con quien no cruzaba muchas palabras, habiendo siempre entre ellos intermediarios.
Un ladrido a su espalda lo puso en alerta. Al parecer Hagrid estaba llegando apenas a casa y venía con esa bestia que él insistía en llamar "mascota", la misma cosa que se lanzó con inusual rapidez sobre Severus hasta obligarlo a pegar su espalda contra la puerta cuando puso sus patas encima de su túnica y amenazaba con acercar su asqueroso hocico a su cara.
-¡FANG! Qué vergüenza, deja al profesor Snape antes de que se moleste porque lo estás llenando de saliva –balbuceó Hagrid mientras obligaba a la bestia a alejarse jalándolo por el collar-. Debe disculparlo profesor, usted le agrada y como nunca viene de visita...
Mientras Hagrid se disculpaba, sacó un pañuelo con el que intentó limpiar a Severus logrando embarrar la horrenda baba del animal más por su rostro y su túnica.
-¿Por qué sigues llamándome "profesor Snape" Hagrid? Tenemos años siendo colegas –dijo Severus para alejarse sin provocar un altercado con el semigigante. Lo que obtuvo fue una reacción por demás inesperada: Hagrid le dedicó una extraña y calurosa sonrisa.
-¡Oh! Vaya, pues... no sabía que podía... es que siempre pensé que no te agradaba –empezó a decir Hagrid mientras abría la puerta de su casa e invita a pasar a Severus casi empujándolo con una de sus manazas-. Como siempre mantenías una distancia conmigo... desde que eras un muchacho... y con esa cara tan seria... ¿té?
Si, Severus tenía que reconocer que le había temido a ese hombre desde la primera vez que lo vio. Era lo más cercano a un gigante y él sabía exactamente de que eran capaces y ahora que por primera vez se dignaba a escucharlo, descubría que Harry tenía razón. No había nada que temer de Hagrid.
-Harry dijo en alguna ocasión que me daría cuenta de la verdadera persona que eres en el momento menos esperado –continuó charlando Hagrid mientras servía el té y le ofrecía algo parecido a una piedra dura con forma de pan a Severus que había comenzado a acariciar el lomo de Fang en un intento de evitar lo cubriera de baba perruna de nuevo.
-Es un chico listo –reconoció Severus-, también me sugirió hablar contigo antes pero... no había tenido tiempo.
-¿En serio? Harry es un muchacho tan bueno –gimió Hagrid.
-Lo es y tiene un problema ahora.
Severus nunca supo bien discernir el motivo que le llevó a confiarle el problema a Hagrid, pero se alegró profundamente de haberlo hecho. No fue sólo el sentirse apoyado y comprendido, sino también la gran ayuda que representó Hagrid en ese momento al levantar cada mueble de la cabaña que se interponía entre la luz amarilla guía y Severus.
Por fin, bajo la enorme cama de Hagrid, una baldosa con un símbolo dibujado, absorbió el rayo de luz guía logrando arrancar un par de risas triunfales de los hombres. Era la alegría de la victoria y debía de ser muy fuerte porque Fang no pudo contenerse y arrojó a Severus contra la baldosa en su intento por lengüetearlo.
Fuera de balance, Severus hizo lo único posible, extendió las manos y con una de ellas tocó la baldosa justo antes de tocar el suelo y sentir que era jalado por una fuerza similar a la de un traslador.
° ° ° ° °
Abrió los ojos.
Siempre cerraba los ojos cuando viajaba por traslador en un ano intento por controlar el miedo que sentía el lobo ante el brusco movimiento.
Cuando abrió los ojos notó que no estaba en el aula de Adivinación y que tampoco estaba solo. Afortunadamente su compañía era Severus y no la fastidiosa Trelawney.
-Supongo que encontraste la marca de Ravenclaw y te trasladó hasta aquí –dijo Severus mientras se ponía de pie y sacudía su túnica.
-La pregunta es ¿dónde es aquí? –musitó Remus dando un rápido vistazo a su alrededor.
Estaban en lo que parecía una torre con una sola ventana y sin puerta que daba al bosque prohibido. Un lugar que debía estar por encima de la misma torre de adivinación a juzgar por la altura.
-Un sitio oculto de Hogwarts como tantos –comentó Severus-, parece que no sólo Slytherin tenía una cámara secreta.
-Claro, como mujeres, amigas y colegas druidas Helga Hufflepuff y Rowena Ravenclaw debían de tener un punto de reunión para sus costumbres y ritos.
-¿Pero en dónde están las cosas necesarias para esos ritos? -preguntó Severus exasperado de estar en una habitación circular cubierta de polvo y completamente vacía.
-Quizás se llevaron todo antes de irse –dijo Remus de frente a Severus, mientras extendía el medallón para estudiarlo una última vez.
La luz azulada no se había desvanecido, por el contrario, brillaba con mayor fuerza y Severus, al notar eso levantó el medallón que sostenía en su mano hasta encontrarlo frente al de Remus, descubriendo que el brillo amarillo se incrementaba entre más cerca estaban ambos medallones.
-O quizás escondieron todo en el sitio menos esperado, para que sólo fueran descubiertos en las condiciones esperadas –musitó Severus clavando su mirada en Remus.
-Y por personas que fueran similares a ellas –concluyó Remus.
-Por dos amigos –dijeron ambos al mismo tiempo y los medallones parecieron estallar en una aurora oro y plata que se entrelazó cubriéndolos hasta revelar en la habitación antes vacía una puerta en el suelo y cientos de objetos mágicos druidas en varios estantes que parecieron surgir de la nada.
Había estantes repletos de antiguos pergaminos, espejos y grabados colgantes con símbolos casi olvidados y en un escritorio de roble, sobre un mantel blanco, reposaban en el sitio de honor una Hoz de oro y una Espada con un pequeño trozo de pergamino frente a ellos que anunciaba:
Hoz de la antigua y noble familia
Hufflepuff
heredada a su hija única, la bella Helga,
fundadora de Hogwarts, sacerdotisa de Triskeles,
usada para
bendecir los terrenos del colegio.
Espada de la antigua y
noble familia Ravenclaw
heredada a su hija mayor, la sabia
Rowena,
fundadora de Hogwarts, sacerdotisa de Espadas,
usada
para proteger los terrenos del colegio.
-Me parece que Hogwarts siempre ha tenido problemas –musitó Remus cuando Severus terminó de leer el pergamino que apenas escuchó un poco de silencio, se enrolló sobre sí mismo y se lanzó hacia un libro que lo recibió antes de cerrarse.
-Será mejor que vayamos a preparar el dolmen para la ceremonia –dijo Severus con la mirada fija en la ventana.
-¡No vas a darle un vistazo a todos esos libros! –exclamó Remus sorprendido.
-Creo que puedo esperar y Harry debe haber encontrado ya el Roble.
-¿Cómo lo sabes?
-Nos está llamando desde el Bosque –indicó Severus. Remus se acercó a la ventana sólo para encontrar la pequeña silueta de Harry Potter moviendo los brazos para captar su atención desde un claro en el Bosque.
-Dudo mucho que sea una coincidencia.
-No existen las coincidencias –sentenció Severus tomando la Hoz y entregándole la Espada a Remus para después abrir la puerta e el suelo y ver cómo se creaba una escalera mágica de cuerda.
-Sólo puedo decir que me alegra mucho no estar en el aula de Adivinación –suspiró Remus aliviado cuando puso un pie en el descanso de la escalera de caracol que llevaba hacia la temible Sybil Trelawney.
° ° ° ° °
Continuará
N/A: ¡Terminé! Creo que es el capítulo más largo de esta serie y eso que lo dividí en dos, así que relájense, porque ya tengo avanzada la mayor parte del próximo episodio y con él prácticamente al final.
Así que se reducen sus oportunidades de comentar sobre esta historia, no dejen pasar la oportunidad de comentar todo lo que quieran sobre ella, así que manden algo ¡LO QUE SEA! Y recuerden que los quiero mucho y les envío muchos besos quetzalescos.
