Estoy enfermo Kai.
Capítulo 5.
La enorme casa se elevaba sobre la colina como un gigante de piedra aguardando para abalanzarse cuesta abajo. A pesar de conocer enormes Abadías y castillos, no podía evitar ese sentimiento de pequeñez que lo invadía cada vez que visitaba la milenaria Mansión Strauss. Las paredes de piedra negra lo envolvían con su penumbra mientras las cortinas burdeos y rojo sangre llenaban sus ojos con espeluznantes pensamientos... Era increíble que en medio de ese conjunto de rocas de muerte y sufrimiento viviera una luz tan hermosa como lo era la persona a quien venía a ver.
Bastante le había costado adaptarse a la idea que, con el paso de los años, esa mujer se había vuelto bastante imprescindible en su vida de muchacho común y corriente, luego de la caída de BioVolt, sin embargo era una emoción permanente y saludable en su pecho de chico frío y autosuficiente.
Las puertas de madera negra labrada se abrieron, como siempre, sin emitir el más mínimo sonido. La alfombra café lo recibió una vez más mientras el anciano mayordomo le pedía con la educación de siempre que, por favor, esperara a Madame Strauss.
Los pasillos iluminados con tenues luces amarillentas y anaranjadas guiaron sus pasos hasta la enorme sala principal. La fogata yacía apagada en el fondo, y las cortinas estaban descorridas, dando un aire espectral a los muebles antiguos, todos bañados en la luz azulada de la luna y la noche.
-Madame Strauss le solicita en su habitación por favor.
La puerta de caoba bronce se abrió y la amplia habitación de la mujer quedó a la vista. Kai suspiró ante la marejada de luz que apareció, agradeciendo las cortinas doradas, a cama pomposa y en un tono levemente rosa con almohadones blancos como la nieve.
-Abuela...
-Mi querido Kai...
Con paso firme pero apresurado, Hiwatari se acercó hasta la anciana mujer que se mecía pacientemente cerca de la chimenea que flameaba a unos 6 metros de su cama.
-Abuela... -sus brazos de mujer adulta recibieron el corazón acomplejado de su nieto.-
-¿Qué pasa mi pequeño Kai? -pero él no le contestó. Ella sonrió y miró a su mayordomo, que aún estaba de pie junto a la puerta. El hombre comprendió y salió para llamar a la joven y única prima del muchacho... -Lo entiendo... más tarde hablaremos.
-Abuela... tengo un problema... Creo que Anika podría ayudarme...
-Para que vengas con esa carita de pena mi Niño, debe ser un gran problema...
Hiwatari se acomodó frente a la mujer, de rodillas, y su cara en el regazo de ella.
-Tengo un amigo... -comenzó-
-Alguien especial... -completó ella, él solo asintió-
-Que está sumido en una relación muy tormentosa... Le hace daño Abuela.. lo golpea, le tiene la piel marcada en todos lados... Pero no quiere entender... me pidió ayuda, pero siento que a cada momento la desea menos...
-¿Y porqué Anika podría ayudarte?
-Necesito alguien que lo convenza del mal que se está haciendo.
-Un psicólogo como tu prima.
-...Si...
-Ten por seguro que todo estará bien Pequeño Kai...
-...Eso espero Abuela...
***
Noche... la noche había llegado y él estaba solo en esa enorme casa...
No habían sirvientes, no había cuidadores... no había Kai ni Bryan... nadie que pudiera hacerle daño...
La pomposa cama lo recibía suavemente, acomodándolo y dándole toda la suavidad que su marcada piel necesitaba.
La noche se alzaba sobre la mansión Hiwatari, y su único ocupante dormía plácidamente en la cama del dueño de casa. La mañana le traería sorpresas, eso lo sabía, pero no se preocupaba. De cierto modo, la casa de Kai le otorgaba seguridad y confianza.
-"Mañana saldré a pasear un rato" -pensó mientras la oscuridad lo cobijaba con su manto cálido y agradable.
Y mientras, en las afueras de la Mansión, al otro lado de los grandes portones de piedra y hierro forjado, un par de ojos claros brillaban con la luz de la luna. Su posición era insolentemente visible, pero sin el Perro de Guardia en el que estaba convertido el Amo de esa casa, nadie podía hacer nada.
-¿Cuánto tiempo crees que podrás mantenerlo lejos de mí, Kai?
Soberbiamente sonrío, seguro de lo que pasaría en pocos días. Entonces metió las manos en los bolsillos de la chaqueta de Hiwatari, sacando un caramelo comprado con el dinero del ruso mientras hacía una llamada por el teléfono que el beyluchador había perdido aquél día.
***
La anciana mujer sonrió al verlo, inquieto, jugando con el desayuno sin probar bocado alguno.
-Ya volverás a casa, verás que está bien.
-No debí dejarlo solo Abuela... Es peligroso.
-También es peligroso que te vayas sin desayuno alguno. El camino es largo y agotador.
-Abuela, no entiendes -comenzó a decir con tono impaciente -
-Claro que entiendo Kai -cortó ella con firmeza pero con esa dulzura que solo las mujeres mayores tienen -Conozco a Voltaire mejor que nadie. Sé como es Boris, y también de los Demolition Boys. También viví en la Mansión, ¿lo olvidas?. Sé de memoria sus pasajes y escondites. Un muchacho entrenado por Boris no tiene opción de entrar y llegar hasta tu alcoba sin poner su vida en peligro. La Mansión está hecha solo para los Hiwatari.
Kai bajó la mirada avergonzado y musitó un débil 'lo siento Abuela'. ¿Cómo lo había olvidado?, la esposa de Voltaire, el dueño y creador de BioVolt. Ella, que en su momento fue tan cruel y despiadada como él, pero que ahora era su más mortal enemiga.
-Anika podrá ayudarte, estoy segura, pero llegará a tu casa. Ya sabes que vive lejos, y que nunca está quieta. Cuando termines el desayuno pondré un helicóptero para que puedas marchar.
El muchacho asintió y, lentamente, comenzó a comer. Anastasia Strauss había hablado, y cuando ella ordenaba (aunque fuera en el más dulce de los tonos y al más duro de los hombres-corazón-de-hielo) no había poder en la Tierra que se negara.
-¿Qué has sabido de Voltaire Kai? -preguntó ella de pronto -
-Nada Abuela. Solo he recibido algunos mensajes cortos, pidiéndome que oculte tal o cual cosa.
-¿Lo has hecho?
-No Abuela... me comprometí con la BBA a entregar todo lo que pudiera ayudar a descubrir la totalidad de los planes de BioVolt.
-Me parece bien Kai.
Por un momento, el pobre chico ruso se sintió nuevamente entre muros que lo asfixiaban y aprisionaban. Su Abuela tenía un carácter tan dominante como su Abuelo, y con facilidad salía a flote en sus conversaciones. Anastasia nunca había querido parecer autoritaria con su nieto, pero no podía evitar la costumbre... después de todo, ella también había sido parte de la crianza de Heredero de la familia Hiwatari.
-¿Cuándo crees que llegue Anika?
-Lo antes posible.
Kai se levantó y dio las gracias. Anastasia caminó lentamente junto a él y lo despidió en el helicóptero. El aparato comenzó a volar pesada y ruidosamente, y la anciana mujer notó que derramaba una lágrima. No supo porqué, pero su corazón le daba presagios de desastre. Algo con Kai no estaba.
-Cuidate mi Pequeño Kai... el único que realmente ha salido libre de las garras de Voltaire... y de las mías.
Y sus pensamientos se volcaron en Anika, de 28 años, hija del hermano mayor de Vladimir, fallecido padre de Kai. Iván y su esposa (una mujer cuyo nombre ni siquiera recordaba) siempre habían sido la mano derecha de Voltaire, dejando a su pequeña hija a merced de las locuras del patriarca familiar. El resultado fue una mujer hermosa, talentosa e inteligente, pero increíblemente fría, calculadora y cruel. Con el paso de los años, solo la presencia del pequeño y tierno Kai lograba reanimar los fuegos de amistad y, porqué no decirlo también, los de humanidad que habían vivido en la mayor de los nietos. Así, el destino había llevado a Anika a trabajar en pequeñas células derivadas de BioVolt, pero cuya cabeza era justamente Anastasia Strauss, dedicadas a sus propios fines. El trabajo de Anika era estudiar el comportamiento humano bajo tensión. Lo que en palabras simples se traducía en experimentar sicológicamente a nivel de trauma y tortura.
-La única luz de nuestra familia maldita -dijo antes de volver a la Mansión de Piedra- Espero que Anika entienda realmente lo que deseas de ella....
Y la alta colina quedó nuevamente en silencio mientras el anciano mayordomo cerraba la puerta de caoba y fierro tras la espalda de su señora.
***
La Mansión estaba tan tranquila que el corazón dio un saltó de terror en su pecho. Ni un solo ruido recorría los largos pasillos, ahora iluminados por el potente sol que brillaba alto en el cielo.
-¿Rei?
La cama aún estaba tibia. Se notaba que solo había sido usada por una persona, y que el durmiente no la había abandonado hacía mucho. El punto era, ¿dónde estaba Rei?.
Rápidamente las habitaciones de la casa fueron recorridas: los baños, la cocina, el desván y la sala. Las terrazas estaban vacías, al igual que los balcones. Los jardines estaban desoladas y la piscina quieta como un espejo. Y la desesperación comenzó a llenarlo. ¿Y si Rei se había ido?, ¿y si Bryan había ido?, ¿y si Rei había vuelto voluntariamente con Bryan?... El aire fresco que inundó la habitación lo sorprendió y llamó su atención. Desde que Kon había llegado a la casa que las ventanas no se abrían... al menos no las de su pieza. Ágilmente se encaramó de ellas y con un fuerte impulso se vio en el techo sobre la ventana. Apoyándose con manos y pies, subió hasta el techo, y lo cruzó hasta la punta más extrema, en donde las salientes con gárgolas de piedra, dragones y bestias adornaban. Y solo entonces pudo respirar tranquilo... Rei se encontraba sentado junto a la figura de un gran tigre de piedra mármol, alba y dorada. El muchacho llevaba el cabello suelto en la parte larga y solo una modesta amarra blanca sujetaba el grueso. Llevaba puestas ropas blancas y azules, como era su costumbre antigua, y se veía relajado y tranquilo. Sus ojos ámbar se perdían en la inmensidad de los campos que rodeaban la Mansión.
-Rei...
El viento llevó su susurro, y el aludido salió de su mundo de ensueño para volver a la realidad... Y Kai sintió que su corazón se partía en pedazos... La tensión y precaución volvieron a esos ojos hermosos que adoraba. El relajo y la tranquilidad lo abandonaron en gran medida ante la sorpresa. Hiwatari esperó en su posición a que su protegido recuperara la calma y, afortunadamente, la espera no fue en vano. Rei le sonrió y lo invitó a sentarse a su lado.
-Me asustaste Kai...
-Y tú a mí Rei... y tú a mí...
Continuará.
Notas: jeje, sorry la tardanza. Espero que les haya gustado, porque a mí no. Como que me desvié de la historia con la visita de Kai a su abuela. Pero me sirve para lo que viene ^^. Ja ne! ediciones_ryochan@hotmail.com
Capítulo 5.
La enorme casa se elevaba sobre la colina como un gigante de piedra aguardando para abalanzarse cuesta abajo. A pesar de conocer enormes Abadías y castillos, no podía evitar ese sentimiento de pequeñez que lo invadía cada vez que visitaba la milenaria Mansión Strauss. Las paredes de piedra negra lo envolvían con su penumbra mientras las cortinas burdeos y rojo sangre llenaban sus ojos con espeluznantes pensamientos... Era increíble que en medio de ese conjunto de rocas de muerte y sufrimiento viviera una luz tan hermosa como lo era la persona a quien venía a ver.
Bastante le había costado adaptarse a la idea que, con el paso de los años, esa mujer se había vuelto bastante imprescindible en su vida de muchacho común y corriente, luego de la caída de BioVolt, sin embargo era una emoción permanente y saludable en su pecho de chico frío y autosuficiente.
Las puertas de madera negra labrada se abrieron, como siempre, sin emitir el más mínimo sonido. La alfombra café lo recibió una vez más mientras el anciano mayordomo le pedía con la educación de siempre que, por favor, esperara a Madame Strauss.
Los pasillos iluminados con tenues luces amarillentas y anaranjadas guiaron sus pasos hasta la enorme sala principal. La fogata yacía apagada en el fondo, y las cortinas estaban descorridas, dando un aire espectral a los muebles antiguos, todos bañados en la luz azulada de la luna y la noche.
-Madame Strauss le solicita en su habitación por favor.
La puerta de caoba bronce se abrió y la amplia habitación de la mujer quedó a la vista. Kai suspiró ante la marejada de luz que apareció, agradeciendo las cortinas doradas, a cama pomposa y en un tono levemente rosa con almohadones blancos como la nieve.
-Abuela...
-Mi querido Kai...
Con paso firme pero apresurado, Hiwatari se acercó hasta la anciana mujer que se mecía pacientemente cerca de la chimenea que flameaba a unos 6 metros de su cama.
-Abuela... -sus brazos de mujer adulta recibieron el corazón acomplejado de su nieto.-
-¿Qué pasa mi pequeño Kai? -pero él no le contestó. Ella sonrió y miró a su mayordomo, que aún estaba de pie junto a la puerta. El hombre comprendió y salió para llamar a la joven y única prima del muchacho... -Lo entiendo... más tarde hablaremos.
-Abuela... tengo un problema... Creo que Anika podría ayudarme...
-Para que vengas con esa carita de pena mi Niño, debe ser un gran problema...
Hiwatari se acomodó frente a la mujer, de rodillas, y su cara en el regazo de ella.
-Tengo un amigo... -comenzó-
-Alguien especial... -completó ella, él solo asintió-
-Que está sumido en una relación muy tormentosa... Le hace daño Abuela.. lo golpea, le tiene la piel marcada en todos lados... Pero no quiere entender... me pidió ayuda, pero siento que a cada momento la desea menos...
-¿Y porqué Anika podría ayudarte?
-Necesito alguien que lo convenza del mal que se está haciendo.
-Un psicólogo como tu prima.
-...Si...
-Ten por seguro que todo estará bien Pequeño Kai...
-...Eso espero Abuela...
***
Noche... la noche había llegado y él estaba solo en esa enorme casa...
No habían sirvientes, no había cuidadores... no había Kai ni Bryan... nadie que pudiera hacerle daño...
La pomposa cama lo recibía suavemente, acomodándolo y dándole toda la suavidad que su marcada piel necesitaba.
La noche se alzaba sobre la mansión Hiwatari, y su único ocupante dormía plácidamente en la cama del dueño de casa. La mañana le traería sorpresas, eso lo sabía, pero no se preocupaba. De cierto modo, la casa de Kai le otorgaba seguridad y confianza.
-"Mañana saldré a pasear un rato" -pensó mientras la oscuridad lo cobijaba con su manto cálido y agradable.
Y mientras, en las afueras de la Mansión, al otro lado de los grandes portones de piedra y hierro forjado, un par de ojos claros brillaban con la luz de la luna. Su posición era insolentemente visible, pero sin el Perro de Guardia en el que estaba convertido el Amo de esa casa, nadie podía hacer nada.
-¿Cuánto tiempo crees que podrás mantenerlo lejos de mí, Kai?
Soberbiamente sonrío, seguro de lo que pasaría en pocos días. Entonces metió las manos en los bolsillos de la chaqueta de Hiwatari, sacando un caramelo comprado con el dinero del ruso mientras hacía una llamada por el teléfono que el beyluchador había perdido aquél día.
***
La anciana mujer sonrió al verlo, inquieto, jugando con el desayuno sin probar bocado alguno.
-Ya volverás a casa, verás que está bien.
-No debí dejarlo solo Abuela... Es peligroso.
-También es peligroso que te vayas sin desayuno alguno. El camino es largo y agotador.
-Abuela, no entiendes -comenzó a decir con tono impaciente -
-Claro que entiendo Kai -cortó ella con firmeza pero con esa dulzura que solo las mujeres mayores tienen -Conozco a Voltaire mejor que nadie. Sé como es Boris, y también de los Demolition Boys. También viví en la Mansión, ¿lo olvidas?. Sé de memoria sus pasajes y escondites. Un muchacho entrenado por Boris no tiene opción de entrar y llegar hasta tu alcoba sin poner su vida en peligro. La Mansión está hecha solo para los Hiwatari.
Kai bajó la mirada avergonzado y musitó un débil 'lo siento Abuela'. ¿Cómo lo había olvidado?, la esposa de Voltaire, el dueño y creador de BioVolt. Ella, que en su momento fue tan cruel y despiadada como él, pero que ahora era su más mortal enemiga.
-Anika podrá ayudarte, estoy segura, pero llegará a tu casa. Ya sabes que vive lejos, y que nunca está quieta. Cuando termines el desayuno pondré un helicóptero para que puedas marchar.
El muchacho asintió y, lentamente, comenzó a comer. Anastasia Strauss había hablado, y cuando ella ordenaba (aunque fuera en el más dulce de los tonos y al más duro de los hombres-corazón-de-hielo) no había poder en la Tierra que se negara.
-¿Qué has sabido de Voltaire Kai? -preguntó ella de pronto -
-Nada Abuela. Solo he recibido algunos mensajes cortos, pidiéndome que oculte tal o cual cosa.
-¿Lo has hecho?
-No Abuela... me comprometí con la BBA a entregar todo lo que pudiera ayudar a descubrir la totalidad de los planes de BioVolt.
-Me parece bien Kai.
Por un momento, el pobre chico ruso se sintió nuevamente entre muros que lo asfixiaban y aprisionaban. Su Abuela tenía un carácter tan dominante como su Abuelo, y con facilidad salía a flote en sus conversaciones. Anastasia nunca había querido parecer autoritaria con su nieto, pero no podía evitar la costumbre... después de todo, ella también había sido parte de la crianza de Heredero de la familia Hiwatari.
-¿Cuándo crees que llegue Anika?
-Lo antes posible.
Kai se levantó y dio las gracias. Anastasia caminó lentamente junto a él y lo despidió en el helicóptero. El aparato comenzó a volar pesada y ruidosamente, y la anciana mujer notó que derramaba una lágrima. No supo porqué, pero su corazón le daba presagios de desastre. Algo con Kai no estaba.
-Cuidate mi Pequeño Kai... el único que realmente ha salido libre de las garras de Voltaire... y de las mías.
Y sus pensamientos se volcaron en Anika, de 28 años, hija del hermano mayor de Vladimir, fallecido padre de Kai. Iván y su esposa (una mujer cuyo nombre ni siquiera recordaba) siempre habían sido la mano derecha de Voltaire, dejando a su pequeña hija a merced de las locuras del patriarca familiar. El resultado fue una mujer hermosa, talentosa e inteligente, pero increíblemente fría, calculadora y cruel. Con el paso de los años, solo la presencia del pequeño y tierno Kai lograba reanimar los fuegos de amistad y, porqué no decirlo también, los de humanidad que habían vivido en la mayor de los nietos. Así, el destino había llevado a Anika a trabajar en pequeñas células derivadas de BioVolt, pero cuya cabeza era justamente Anastasia Strauss, dedicadas a sus propios fines. El trabajo de Anika era estudiar el comportamiento humano bajo tensión. Lo que en palabras simples se traducía en experimentar sicológicamente a nivel de trauma y tortura.
-La única luz de nuestra familia maldita -dijo antes de volver a la Mansión de Piedra- Espero que Anika entienda realmente lo que deseas de ella....
Y la alta colina quedó nuevamente en silencio mientras el anciano mayordomo cerraba la puerta de caoba y fierro tras la espalda de su señora.
***
La Mansión estaba tan tranquila que el corazón dio un saltó de terror en su pecho. Ni un solo ruido recorría los largos pasillos, ahora iluminados por el potente sol que brillaba alto en el cielo.
-¿Rei?
La cama aún estaba tibia. Se notaba que solo había sido usada por una persona, y que el durmiente no la había abandonado hacía mucho. El punto era, ¿dónde estaba Rei?.
Rápidamente las habitaciones de la casa fueron recorridas: los baños, la cocina, el desván y la sala. Las terrazas estaban vacías, al igual que los balcones. Los jardines estaban desoladas y la piscina quieta como un espejo. Y la desesperación comenzó a llenarlo. ¿Y si Rei se había ido?, ¿y si Bryan había ido?, ¿y si Rei había vuelto voluntariamente con Bryan?... El aire fresco que inundó la habitación lo sorprendió y llamó su atención. Desde que Kon había llegado a la casa que las ventanas no se abrían... al menos no las de su pieza. Ágilmente se encaramó de ellas y con un fuerte impulso se vio en el techo sobre la ventana. Apoyándose con manos y pies, subió hasta el techo, y lo cruzó hasta la punta más extrema, en donde las salientes con gárgolas de piedra, dragones y bestias adornaban. Y solo entonces pudo respirar tranquilo... Rei se encontraba sentado junto a la figura de un gran tigre de piedra mármol, alba y dorada. El muchacho llevaba el cabello suelto en la parte larga y solo una modesta amarra blanca sujetaba el grueso. Llevaba puestas ropas blancas y azules, como era su costumbre antigua, y se veía relajado y tranquilo. Sus ojos ámbar se perdían en la inmensidad de los campos que rodeaban la Mansión.
-Rei...
El viento llevó su susurro, y el aludido salió de su mundo de ensueño para volver a la realidad... Y Kai sintió que su corazón se partía en pedazos... La tensión y precaución volvieron a esos ojos hermosos que adoraba. El relajo y la tranquilidad lo abandonaron en gran medida ante la sorpresa. Hiwatari esperó en su posición a que su protegido recuperara la calma y, afortunadamente, la espera no fue en vano. Rei le sonrió y lo invitó a sentarse a su lado.
-Me asustaste Kai...
-Y tú a mí Rei... y tú a mí...
Continuará.
Notas: jeje, sorry la tardanza. Espero que les haya gustado, porque a mí no. Como que me desvié de la historia con la visita de Kai a su abuela. Pero me sirve para lo que viene ^^. Ja ne! ediciones_ryochan@hotmail.com
