A esa hora era normal que la gente que había terminado sus asuntos en Castle Town emprendiera el regreso a sus respectivos hogares. La mayoría no parecía prestar mucha atención a los soldados de June, aunque, de vez en cuando, algunos ojos curiosos miraban los llamativos uniformes característicos del país aliado por breves segundos para después continuar con su camino.
Link miró con curiosidad los cambios que había sufrido el lugar durante todos los años en los que no se había parado por ahí. Sonrió, recordando los días de su juventud como soldado del castillo, las visitas al mercado y la comida de la taberna.
-Castle Town es un lugar muy interesante…—comentó Eldric mientras miraba sorprendido el lugar—muy diferente a Kakariko y definitivamente nada parecido a Vesta.
-¿Vesta…? –preguntó confundido, Link– ¿has estado June?
El joven sonrió bajo la capucha.
-Por supuesto, señor. Yo nací y crecí en June.
La princesa arqueó una ceja. No había escuchado esa información antes, ahora tenía sentido por qué su amigo se mostraba tan interesado en la historia del reino.
-Oh, no soy una mala persona, lo juro, mi madre era Hylian... –agregó al ver las miradas inquisitivas de sus acompañantes—simplemente sentí curiosidad por este lugar…
A Link le pareció extraño que ese niño juní estuviera por su cuenta, causando tantos problemas en un reino lejano y desconocido. Ya tendría tiempo para averiguar qué estaría tramando, en ese momento tenía otros asuntos que atender. Eldric no parecía un muchacho peligroso, su hija no correría peligro si se quedaba junto a él.
-¿Por qué no le muestras el lugar a tu amigo, cariño? –inquirió Link, soltando la mano de su hija.
-Pero…
-Iré a buscar un lugar para pasar la noche. También debo buscar un lugar en donde atiendan a Cuervo. Nos vemos en un par de horas—dijo sonriéndole.
Ella asintió reticente, no le quedaba mucho tiempo antes de que él se marchara y aunque apreciaba a su nuevo amigo, la verdad hubiera preferido pasar el tiempo con su padre.
…
Link había registrado a los más jóvenes con nombres falsos. Solo había dos posadas en Castle Town, y aunque poca gente la reconocería con esas ropas, el nombre de su hija resultaría muy llamativo y no quería correr riesgos. Posó la mirada sobre el joven que conversaba animado con la princesa acerca de las costas de June. No se los informó, pero también había registrado a ese chico con un nombre superpuesto, pese a que no sabía si en realidad se manejaba bajo el verdadero.
Link los miró inmóvil un momento y después de un casi imperceptible bufido, salió de la posada con discreción. Se puso la capucha y se dirigió hacía el bar cerca del mercado que para entonces lucía bastante desierto.
En el interior se observaba un ambiente que contrastaba con el de las desoladas calles de Castle Town. El hombre se dirigió a la barra y tomó asiento en uno de los bancos de madera. La propietaria observaba una de las mesas en donde el ambiente parecía tenso, lista para detenerlos si la discusión pasaba de los insultos a los golpes.
-Atenta como siempre… Veo que no has cambiado nada, mujer—tras la barra, ella reconoció de inmediato la voz del hombre bajo la capucha. Abrió los ojos de la sorpresa, posando la mirada en él de inmediato, después esbozó una sonrisa de oreja a oreja.
-Pensé que no volvería a verte por aquí, muchacho—dijo en tono alegre, guiñando un ojo. Después, con un movimiento ágil, la mujer colocó un enorme tarro de su mejor cerveza frente al hombre.
-¿Muchacho…? –cuestionó divertido mientras bebía.
…
A pesar de que sentía su cuerpo ligero, no había bebido lo suficiente como para perder la conciencia. Después de tantísimos años vería el amanecer nuevamente sentado desde la fuente de la plaza central de Castle Town, mirando el castillo. En su juventud así solía pasar las noches cuando no sabía qué hacer o cuando dudaba en seguir bajo el entrenamiento del capitán Ilich. En ese mismo lugar, imaginando con qué estaría soñando su querida princesa, si había cenado apropiadamente o si se habría sentido triste durante el día.
-¿Puedo acompañarte…?
Link sonrió al escuchar la dulce voz de su hija, ni en sus más locos sueños se habría imaginado que la vida le preparaba la agradable sorpresa de encontrarse con esa alegre jovencita, sangre de su sangre. Asintió y ella tomó asiento junto a él. La joven princesa descansó su cabeza sobre el hombro de su padre, cerró los ojos, sintiendo el fuerte aroma del alcohol y el tabaco impregnado en su túnica.
-Hay algo que me gustaría preguntarte antes de regresar a casa…
-Por supuesto—contestó cubriendo con su capa el pequeño cuerpo de su hija.
-Hasta ahora no has hablado sobre ella… ya sabes, me refiero a mi madre… en verdad tú… ¿la has olvidado? O podría ser que tu… tal vez… ¿le guardas rencor?
El corazón de la joven princesa se aceleró, de la respuesta de su padre dependía si ella podría cumplir o no su promesa. Aunque ya había estado pensando en el asunto, a Link le tomó un momento aclarar sus pensamientos, tratando de ser cuidadoso con las palabras que a continuación diría. Después de ese breve momento de silencio que a la joven le pareció una eternidad, el hombre suspiró.
-¿Cómo podría…? –contestó de repente, mientras acariciaba el cabello de su hija—ahora que estas aquí, jamás dejaré de estar agradecido con ella por traerte a este mundo y haberme permitido conocerte…—agregó, mientras pasaba el brazo izquierdo sobre los hombros de su hija.
El rostro de la joven princesa se iluminó, estaba conmovida hasta las lágrimas, pero respiró profundamente para no derramarlas. Tampoco se movió, disfrutando del abrazo de su padre.
-He estado buscando el momento y la forma apropiada para contártelo, siempre he sido malo con las palabras… No me gustaría que tuvieras una idea equivocada o malinterpretaras mis sentimientos, lo cierto es que yo realmente amé a tu madre y estoy seguro de que ella también me amó, es por eso que… nosotros…
La princesa hizo una mueca adivinando el pensamiento de su reservado padre.
-Oh, descuida, no soy tan joven para no saberlo—comentó con una enorme sonrisa en el rostro—he leído acerca de cómo se hacen los bebés, ciertamente el matrimonio no es indispensable.
Link arqueó una ceja, realmente no era lo que tenía en mente. Iba a contarle sobre cómo estaba dispuesto a afrontar las adversidades que conllevaba su relación, pero el inesperado comentario hizo que su cara seria se suavizara, sonrió con una mueca.
-Supongo que no… -agregó sin corregir a su hija—fuera de eso, no sé qué es lo que te gustaría que te contara sobre ella; estoy seguro de que tú debes conocerla mejor que yo.
La princesa lo miró dubitativa. Él había dicho yo realmente la amé, no podía preguntar directamente si aún lo hacía.
-Mi madre… ¿ella siempre fue así de seria…? Algunas veces puede resultar un poco… intimidante… ¿sabes? Incluso algunos de sus consejeros parecen temerle.
El hombre sonrió, después de tantos años, se permitió evocar con claridad las memorias de aquella joven princesa que conoció en el pasado, la perseverancia con la que cocinaba la sopa de calabaza, aunque nunca obtuviera resultados favorables. Su terquedad y su valentía… la suavidad de sus labios y el calor de su cuerpo.
El hombre asintió. Ella abrió los ojos de la sorpresa.
-Tú madre realmente nació para ser reina, no podría haber sido de otra manera…—dijo con mirada ausente, recordando cómo había liderado la batalla contra Val algunos años atrás. Pudo darse cuenta en ese momento, ella era una verdadera líder. Pese a sus pocas probabilidades de victoria, sus palabras y acciones hicieron que su ejercito la siguiera sin dudar. Sacudió la cabeza, tratando de disipar esa imagen.
La joven princesa no podía dejar de sonreír mientras su padre le contaba acerca de los momentos que habían compartido, las comidas que habían probado y los lugares que habían visitado. Podía visualizar la sonrisa de su madre y eso hacía que se emocionara. Aunque la había visto sonreír en algunas ocasiones, lo cierto era que en el presente no era algo que sucediera con tanta frecuencia como le gustaría.
-Tengo una última pregunta, una muy importante.
Link frunció el ceño y después sonrió preguntándose qué cosa rondaba la mente de su hija.
-¿Por qué te comiste la sopa? Quiero decir, tú y mi madre… ambos recuerdan que sabía horrible.
El cuerpo de su padre comenzó a temblar, ella sabía que intentaba contener la risa.
-Bueno, esa es una excelente pregunta—contestó con una enorme sonrisa en los labios, después se aclaró la garganta y volvió a sonreír—Verás, realmente no es lo que recibes, si no el gesto que hay detrás de ello. Tu madre no me conocía, era un simple granjero que había llegado solicitando asilo y ayuda para su madre, sin embargo, ella dejó todo lo que tenía que hacer en ese momento para animarme. Aunque la sopa no sabía bien, la calidez y amabilidad de tu madre hizo que me olvidara de mis preocupaciones por un momento…
…
Celine hizo una reverencia con la cabeza cuando la puerta del salón se abrió, dio media vuelta para salir de ahí. La reina entró y la puerta se cerró tras ella. En el interior del salón se encontraba el rey de June, observando un enorme cuadro de la joven princesa sobre la chimenea encendida. Una sirvienta entró al salón con una bandeja de plata que colocó armoniosamente sobre una mesa de té que se encontraba frente a la chimenea. Sirvió el té en dos tazas de porcelana fina con grabados dorados, hizo una reverencia y salió del salón, tan silenciosamente como había entrado.
La reina tomó tanto aire como sus pulmones le permitieron y se acercó al hombre.
-Es una jovencita encantadora…—dijo sonriente.
-Lo es—contestó breve—, escuché que quería verme antes de marcharse.
-Es curioso que no se parezca ni un poco a mi difunto hijo…
Zelda se tensó un poco, pero no dijo nada. El viejo era un hombre listo, pocas cosas se le escapaban. El hombre sonrió.
-Es una pena que mi querido Clyde no haya dejado descendencia en este mundo…—mencionó mirando finalmente a la reina—aunque ciertamente, no me sorprende en lo absoluto.
La reina lo observó sin ninguna expresión en el rostro.
-Oh, descuida. No hay de qué avergonzarse, querida, es algo que pasa en la realeza más veces de las que te imaginas… Conocía la… condición de mi hijo—Zelda abrió la boca para hablar, indignada por el comentario de su suegro, pero él se adelantó—En cambió tú… tú eres idéntica a tu madre… -Dijo, mirándola con nostalgia. El hombre levantó la mano e intentó acariciar la mejilla izquierda de la reina.
Zelda frunció el ceño y dio un paso hacia atrás, evitando el contacto. El hombre asintió y bajó su mano.
-No estoy segura de a qué quiere llegar con sus palabras, pero si ha terminado, es momento de que me retire, tengo otros asuntos que atender. Espero que haya disfrutado de su estadía en el castillo. Le deseo un buen viaje—Dijo girando sobre sí para salir del salón.
-Muchas gracias por su hospitalidad. Confío en que me conceda una pieza en el baile del aniversario de su reinado, tengo entendido que será en dos semanas—dijo con una sonrisa en el rostro.
Aunque era obvio que extendían la invitación a los reinos aliados, ese viejo no se había parado ni una vez desde su coronación. Pese a que se había detenido para escuchar las últimas palabras del hombre, no contestó, continuó su camino. Los guardias cerraron la puerta tras ella cuando salió del salón, su corazón aún latía con fuerza. Seguramente había decidido descubrir la razón por la cual seguía negándose a concretar un encuentro entre la princesa y June. Tomó aire para tranquilizarse y tragó saliva. Su hija estaba por regresar, ya le había enviado una carta, debía pensar en cómo resolver el asunto antes de que eso ocurriera.
Se tumbó en la silla roja de su despacho, el ministro no estaba en su escritorio. Levantó la mirada observando una pintura de su madre, la antigua reina de Hyrule, que su padre había mandado colgar frente al despacho. Como la mayoría de los matrimonios de la realeza, la unión había sido acordada por los padres de ambas partes sin su consentimiento. Para su padre no existía otra mujer, pero para ella, que lo evitaba durante todo el día, no estaba tan segura de que fuera el caso.
…
La joven princesa caminaba junto a su nuevo amigo, ambos utilizaban sus capas de viaje pese a que el día era soleado. Habían estado discutiendo de la posibilidad de que un nuevo héroe apareciera en su tiempo. Aunque Eldric se mostraba bastante seguro de que así sería, la joven Zelda dudaba de la posibilidad de que necesitaran un nuevo héroe, aunque la verdad era que preferiría no tener que pasar por una situación que ameritara la aparición de uno.
Link observó cuando se sentaron en las sillas de la cafetería de la plaza central. Dio media vuelta confiando en que su hija estaría bien si la dejaba con Eldric por unos minutos mientras buscaba más información acerca de la repentina aparición del ejército de June. La noche anterior le había pedido de favor a la dueña del bar que lo mantuviera informado. Habiendo tan pocos bares en Hyrule, seguramente a la mayoría de los soldados de June se dirigirían ahí para comer y embriagarse.
Bajó las escaleras en el callejón en donde siempre se había encontrado el bar a paso rápido y abrió la puerta de madera. Era mediodía por lo que el lugar no estaba abierto para el público. En el interior lo primero que percibió fue un olor a lejía, frente a él una jovencita de cabello rubio bajo la cofia y ojos verdes fregaba los pisos con un paño y un niño castaño de ojos claros de algunos diez u once años comía en una de las mesas de atrás.
La jovencita lo miró un momento, era la primera vez que veía al hombre. Se levantó y se apresuró a notificarle que el bar estaba cerrado, pero podía volver por la noche.
-¡Link! ¡justo el hombre que quería ver! —vociferó Telma, mientras salía de la parte trasera del bar. Le hizo una señal a ambos niños para que los dejaran solos.
…
-¡Imposible! No puedo creer que nuestra adorable princesa sea tu hija…—Dijo Telma fingiendo sorpresa. Después sonrió—en realidad me preguntaba cuánto tiempo más tardarías en darte cuenta o si en realidad lo descubrirías alguna vez.
-Debí venir antes, ¿no?
-Lo importante es que estás aquí ahora, querido. Por cierto, respecto a tu encargo de ayer… Tenías razón, algo ocurre en el castillo, por más extraño que parezca, el mismísimo rey de June está aquí.
-¿Eso es algo bueno o malo? –Link hizo una mueca.
…
Mientras la joven princesa y su amigo discutían acerca de historia, uno de los mensajeros de June salía sobre su montura a toda velocidad sin importarle pasar sobre quien se atravesará. Dos pequeños niños corrían mientras jugaban a que tenían un duelo de espadas con dos ramas largas de árboles. Una de las niñas se cayó frente al caballo, todo mundo miraba con los ojos abiertos. La joven princesa se levantó de un salto y corrió hasta donde estaba la niña. Se plantó frente a él haciendo que se detuviera.
-¡¿Cómo te atreves?! –vociferó molesta la princesa ayudando a la niña a levantarse el suelo—¡Solo es una niña!
El soldado se rio y bajó de un salto, para entonces la multitud ya se había reunido alrededor de ellos.
-Ah, ¿sí? Tú también no eres más que una niña, ¿crees que puedes sermonear a tus mayores?
La joven desenvainó su espada, molesta. El soldado sonrió aceptando el duelo mientras se pasaba la lengua por los labios, imaginando lo fácil que sería terminar con esa niña. Eldric tomó su brazo para sacarla de ahí antes de que las cosas se pusieran peor, pero no funcionó. Ella se soltó de su agarre con una fuerte sacudida, no se dejaría intimidar.
El niño castaño entró corriendo al bar, interrumpiendo la conversación de la dueña y su invitado.
-¡Telma! Es horrible, un soldado de June está a punto de lastimar a una señorita ¡Tienes que hacer algo!
Telma miró a Link y ambos salieron apresurados.
Link sintió que se le heló la sangre cuando vio a su hija chocando espadas con un enorme y corpulento soldado que vestía el uniforme de June. Su mano izquierda se posó sobre la empuñadora de la espada que colgaba sobre su espalda y sintió que sus piernas se movieron por sí mismas. Telma lo tomó del brazo negando con la cabeza.
-Oh, te aseguro que no querrás llamar la atención. Nadie parece notar de quien se trata aún, ten más fe en la chica, Link. Es nuestra querida princesa después de todo—comentó guiñando un ojo.
Link gruñó no muy seguro y recobró la compostura. Buscó con la mirada a Eldric, tendría que decirle unas cuantas cosas por poner a su hija en peligro. Finalmente lo encontró, tras la multitud. Tenía cara de preocupación. Inhaló asintiendo y después corrió en auxilio de su joven amiga, pero se detuvo cuando observó a un grupo más grande de soldados de June detenerse tras su compañero, reír y animarlo. Link entrecerró los ojos, preguntándose qué asuntos tendría ese niño con los soldados del país vecino. Sacudió la cabeza, no era momento de estar especulando, dirigió nuevamente la vista hacia su hija, quien afortunadamente no parecía tener problema con aquel hombre. Hizo un par de movimientos más y finalmente desarmó a su oponente y sonrió triunfante.
-¡Ja! –dijo pateando la espada del soldado para que la tomara.
La gente enloqueció mientras se burlaban del soldado caído. Sus compañeros evitaban reírse, pero algunos simplemente no pudieron contenerse. Link sonrió, recordando la soberbia de su juventud, definitivamente no era algo de lo que ahora se sintiera orgulloso. Tampoco era algo que deseaba heredar a su hija,
-¿Acaso es la princesa…? –escuchó a un par de mujeres murmurar a su lado.
-No estoy segura, pero ahora que lo mencionas… si tiene un parecido con ella. Además, siempre se está metiendo en ese tipo de problemas ¿no? ¿Deberíamos acercarnos y saludar…?
El soldado June que había sido derrotado se levantó, sacando un cuchillo de la alforja. La joven princesa guardaba cuidadosamente el acero nuevamente en la funda. Link corrió tan rápido como sus piernas le permitieron y detuvo el ataque.
Justo en ese momento el carruaje y la escolta real del rey de June dejaban el castillo. Las personas se dispersaron para abrir paso al ostentoso carruaje. Los guardias reales sujetaban orgullosos el estandarte de June. Los soldados que habían estado discutiendo con la princesa volvieron a sus monturas y siguieron su camino.
Link pasó el brazo por los hombros de su hija, abriéndose paso entre la multitud y arrastrándola lejos del lugar. Eldric los siguió en silencio cubriendo bien su rostro.
…
-No puedes negar que no te lo esperabas, nuestra querida princesa es así de popular—dijo Telma tras la barra, mientras miraba a la joven princesa y su amigo en la mesa comer la carne que ella misma había preparado unos momentos antes. Link estaba sentado frente a ella con la vista clavada en su cerveza, su hija y Eldric se habían sentado en una mesa tras él.
Link se rio de buena gana.
-Supongo que debe ser un constante dolor de cabeza para sus tutores reales ¿no?
Telma sonrió y después asintió. Dedicó una mirada a la joven princesa y su rostro se ensombreció.
-No pude decírtelo antes… Contacté a Colin de inmediato, debes saber que él y la dama de la reina son muy unidos—guiñó su ojo— ya he recibido una respuesta suya.
El hombre levantó la cabeza, encontrándose con la mirada preocupada de Telma.
-Le han pedido que busque a un hombre llamado Dryce que habita en Kakariko ¿Te suena…? –comentó en tono bajo para que los más jóvenes no pudieran escuchar. Link frunció el ceño, intentando hacer memoria y después negó con la cabeza—Eso pensé, descuida, querido. Has estado tanto tiempo aislado del mundo real que dudo que conozcas a alguien en Castle Town además de mi… En fin, eso no es todo, ha mencionado su interés particular por el investigador que vive con él… Solo menciona que la petición fue hecha por Celine, la dama de la reina con urgencia una vez que el rey arribó al castillo.
Link frunció el ceño, intentando unir los cabos sueltos. Telma se acercó a él.
-¿Ella lo sabe…? –preguntó en voz baja, refiriéndose a la princesa. El hombre negó con la cabeza.
– ¿Crees que la haya enviado lejos a propósito? –preguntó finalmente Link, pensativo—¿se tratará de algún asunto político? Si ella se casó con su hijo asegurando la alianza de ambos reinos… ¿Qué más podría querer ese hombre de Zelda…?
Link parpadeó un par de veces, y después miró a Telma como si hubiera tenido una revelación. Después observó a su hija que reía despreocupada de una broma sin gracia que Eldric acaba de decir.
-Pienso lo mismo—concluyó Telma, aunque Link no había dicho ninguna palabra—ahora que ese hombre acaba de marcharse sin encontrarla, supongo que todo estará bien… -Link asintió un poco inseguro—Por cierto, acabo de recordar que alguien ha estado preguntando por ti desde que desapareciste.
El hombre arqueó una ceja, intrigado.
...
La reina observaba a la lejanía la luz de las antorchas que iluminaban Castle Town recargada en el barandal de hierro de su balcón. La punta de su nariz y sus mejillas estaban rojas, el aire nocturno empezaba a enfriar, lo que anunciaba que el invierno estaba cerca. Aunque era imposible ver las caras de las personas en el jardín desde esa altura, conocía la propietaria de la capa que caminaba tomada de brazo del joven rubio. Sonrió, no entendía para nada cómo esa mujer seguía negando lo obvio.
Levantó la vista una vez más y suspiró. Sabía que Celine le había prometido permanecer junto a ella desde el primer momento en que decidió hacerla su dama de compañía. Todavía podía recordar la cara de Celine y Dryce cuando decidió ayudarlos. Su hermano mayor se preparaba para convertirse en caballero, tenía la suerte de vivir en los dormitorios del castillo, pero ellos no corrían con la misma suerte. Ambos tenían que hacerse cargo de su humilde hogar, su madre había muerto al dar a luz a Celine y su padre era un alcohólico que los obligaba a trabajar para poder satisfacer su adicción. Un día, mientras la princesa paseaba junto a su niñera por las calles de la ciudadela, observó a Dryce consolar a su sollozante hermana menor. No habían vendido nada del pan que preparaban para llevar dinero a casa, él la consolaba diciéndole que buscara un lugar para pasar la noche y que, de esa manera, sería él quien recibiría el castigo.
La princesa se acercó y pidió algunas piezas de pan. Él asintió, entregándole lo solicitado. La princesa caminó de regreso al castillo comiendo uno de los panes, mientras era reprendida por su niñera. Además de que no se le permitía comer nada que no fuera cocinado por los cocineros reales, tampoco era bien visto que una señorita noble comiera mientras caminaba.
Por primera vez hizo caso omiso de lo que se le decía, al día siguiente regresó con los guardias reales, quienes detuvieron y llevaron al calabozo al hombre. Ambos niños lloraban desconsolados al no saber qué sería de ellos. La princesa entonces tomó a ambos de las manos y los llevó con ella al castillo.
La reina sonrió.
-No deberías preocuparte por mí, querida Celine…
Zelda tampoco podía dejar de pensar en las palabras del viejo rey de June y en por qué había mencionado a su difunta madre. Con esto en mente se puso la capa larga de terciopelo rojo brocado sobre los hombros descubiertos, su vestido blanco era muy ligero para una caminata nocturna.
Caminó a lo largo de los enormes jardines del castillo, iluminada únicamente por una pequeña lámpara de aceite, se adentró al cementerio real, en donde rara vez ponía pie. Ahí descansaban los restos de sus ancestros, incluidos sus padres. Se detuvo frente a la tumba de su madre. Se sentía inquieta, ¿qué tendría que ver la antigua reina con el rey de June?
-No te juzgaré—murmuró finalmente frente a la lápida—no tengo derecho…
…
Después de un serio y prolongado debate mental, Link decidió aceptar la invitación de la persona que Telma había mencionado "Dijo que tenía una excelente oferta, deberías al menos escucharlo si no se ha rendido contigo en tantos años" se limitó a decir con una sonrisa en el rostro.
Nunca estuvo interesado en conseguir un empleo en Castle Town, pero, después de darle muchas vueltas al asunto, decidió que debía seguir el consejo de Telma y al menos escuchar la propuesta. Ahora que sabía que la princesa era su hija, había decidido retomar su vida en Ordon. Sin embargo, recientemente se había replanteado las cosas, aunque no hablara con ella a diario, si contara con la excusa de tener un empleo en Castle Town, tendría oportunidad de verla con más frecuencia, aunque fuera a la distancia.
Cuando volvió a la realidad, se encontró a si mismo frente a las puertas del castillo. Su corazón latió con fuerza, aunque la persona que lo esperaba se encontraba en el interior, toda la resolución que tenía unos minutos antes se esfumó. Los guardias lo miraban y después de tomar una gran bocanada de aire, finalmente se acercó a ellos. No tenía ningún asunto en particular, no era mensajero, ni tenía ningún vínculo oficial con la familia real salvo la cordial invitación de esa persona, aunque sin evidencia física de que así fuera… Además de que la hora era bastante inadecuada.
-¿Link…? –preguntó un hombre que al igual que él recién llegaba al castillo, a juzgar por su uniforme, debía pertenecer a la guardia real.
Link lo miró ceñudo, intentando recordar la cara de aquel, hasta ese momento, desconocido. De pronto tuvo un vago recuerdo del guardia de la puerta oeste, el mismo que había hecho comentarios mal intencionados frente a la reina tantos años atrás.
-¿Culm…? –preguntó dubitativo.
El hombre asintió sonriente, seguía siendo enorme, pero su rubia cabellera se había ido y ahora lucía con orgullo una reluciente calva. El hombre extendió sus brazos, envolviéndolo en un varonil y afectuoso abrazo, Link correspondió el gesto con algunas palmadas en la espalda y una cara de confusión total.
-Vamos, hombre. Te indicaré el camino.
Link asintió aun confundido y lo siguió pese a las miradas de los guardias de la entrada del castillo.
-No te preocupes, no se atreverían a cuestionar a un superior. Recuerdas cómo funciona, ¿no? —Dijo Culm una vez que estuvieron lo suficientemente alejados de la entrada. Link asintió restándole importancia y prestando atención al lugar.
El jardín lucía exactamente igual que cuando él entrenaba para ser soldado. De pronto tuvo una sensación de nostalgia y pudo recordar el aspecto de aquella joven la primera vez que llegó al castillo. Justo en ese lugar ella estaba empapada, cansada, preocupada y, aun así, se había encargado de recibirlos.
Un espasmo en el estómago lo hizo regresar al presente. No había pensado mucho en esa probabilidad cuando aceptó entrar al castillo, después de todo estaba seguro que en la inmensidad de ese lugar y a esa hora no se encontraría con ella, pero… ¿qué tal si lo hacía? ¿Qué le diría? Habían pasado casi diecisiete años desde la última vez que se vieron.
-¿Link? ¿estás bien? –preguntó un preocupado Culm. Link agitó la cabeza para alejarse de sus pensamientos.
-Disculpa, no estaba prestando atención.
- Claro, no hay problema, preguntaba si has venido a retomar tu entrenamiento aquí de nuevo.
Link se rio.
-Por supuesto que no, Culm. No me estoy haciendo más joven, ¿sabes?
-Sí, eso puedo verlo... –comentó en tono de burla, pese a que el hombre frente a él había envejecido con gracia—Entonces… es por la reina, ¿no?
Link caminaba por los inmensos jardines del castillo, aunque los guardias lo miraban curiosos, ninguno se atrevía a cruzar palabras con él. Culm les había dicho que contaba con la invitación de cierta persona para entrevistarse con el antiguo soldado, después de asentir, los guardias del interior del castillo lo dejaron pasar sin más. Link sentía curiosidad por la extraña amabilidad de su viejo compañero y cuando lo interrogó, Culm se disculpó por el incidente ocurrido tantos años atrás.
"Si hubiese sabido que ese día comenzaría esa horrible pesadilla, y lo que harías por la reina y Hyrule, jamás me hubiese atrevido a ofenderte de la manera en la que lo hice"
Dijo, disculpándose al menos unas dos o tres veces más con marcadas reverencias. Resulta que Culm, el entonces nuevo guardia de la puerta de la ciudadela, había sido enviado a pelear al frente y presenció en carne propia el horror de la guerra que se vivió en los campos de Hyrule. Frunció el ceño al mencionarlo, recordando el olor a hierro de la sangre derramada y los cuerpos apilados unos sobre otros de aliados y enemigos, inertes.
De vuelta en la ciudadela, la misma reina se encargó de revisar y atender a los sobrevivientes en el hospital de Castle Town, a pesar de que ella misma estaba cansada y herida. En su cara ya no se veía la misma expresión tranquilizadora y serena de antes. Cuando se acercó a él para cambiarle las vendas del brazo, él insistió en que no merecía su amabilidad por ella y le recordó que él la había ofendido un tiempo atrás mientras salía de la ciudadela y que en cuanto tuviera oportunidad renunciaría a su puesto como guardia. Ella sonrió con la mirada vacía y procedió a cambiar su vendaje.
"Has luchado con valentía por este reino y por mí. No deberías bajar la mirada ante nadie, ni siquiera ante la reina, porque no me debes nada y yo te lo debo todo"
En ese momento Culm se dio cuenta de que realmente deseaba enmendar su error y ayudar a la reina a recuperar la sonrisa que tenía cada vez que visitaba a cierto soldado durante las sesiones de entrenamiento. Se dedicó en cuerpo y alma a mejorar y la reina no tardó en hacerlo uno de sus hombres de confianza, incorporándolo a la guardia real, por lo que se había ganado el respeto de sus compañeros. No fue el único, los soldados sobrevivientes se dedicaron a mejorar en sus respectivos puestos y a educar a las futuras generaciones para que un suceso así no tuviera que repetirse nuevamente.
Link bufó mientras recordaba las palabras de Culm, él estaba seguro de que ella se convertiría en una excelente reina y se alegraba profundamente de que sus soldados sintieran tanto respeto y admiración por ella. Zelda siempre había querido ser al menos la mitad de buena que sus padres, pero era la única que no se daba cuenta de que los había sobrepasado hacía mucho tiempo.
Culm le indicó que debería esperar en ese lugar mientras informaba a aquella persona de su llegada, él asintió. En medio de la oscuridad, un tenue brillo en la lejanía llamó su atención. Con curiosidad caminó sin pensar mucho en ello. Se detuvo en seco cuando observó la figura recortada por la luz de la lámpara de aceite. Ella observaba la lápida tan intensamente como si esperara escuchar algo de la piedra. Sus labios rojos por el frío de la noche se movieron un poco, como si hubiese dicho algo. Sintió un espasmo en el estómago, y exhaló profundamente dándose cuenta de que había contenido la respiración por un momento.
La reina estuvo en esa posición por un tiempo, después se colocó la capucha roja sobre su cabeza nuevamente, dio media vuelta para volver al castillo y se encontró con el rostro escasamente iluminado del hombre. Abrió los ojos sorprendida y la lámpara que sostenía cayó de su mano derecha. La tomó de inmediato y al levantarla se dio cuenta de que no estaba ahí, miró en todas direcciones, pero no había nadie más en el lugar.
