-¡Majestad! ¿Se encuentra usted bien? –preguntó el joven soldado.

La mujer asintió torpemente mientras su respiración se normalizaba. Sacudió la cabeza y caminó de regreso al castillo escoltada por aquel joven soldado, de vez en cuando miraba hacia atrás para asegurarse de que en verdad había sido solo un fantasma.

-¿De verdad estás bien, Zelda? –preguntó preocupado el soldado.

-Sí, Colin. Un poco cansada, es todo—contestó restándole importancia al asunto—¿Cómo ha ido el encargo? –se detuvo antes de entrar al castillo mirando en todas direcciones sabía que no había nadie sospechoso, pero aun así no quiso arriesgarse. Se acercó a Colin murmurando: -¿te ha dicho algo?

-Los he estado siguiendo desde Kakariko como me pediste. Él dijo que seguramente esté buscando a alguien—contestó en voz baja también.

La reina asintió pensativa, tratando de analizar los hechos.

-Zelda, si me permites decirte algo más…

-Adelante, Colin. Creí que ya te había dicho que no te guardaras nada.

El hombre asintió, inseguro.

-Sé que los estimas y son buenos amigos, pero creo que ambos están enterados de quién se trata pese a que lo negaron. Aún no se reúnen con nadie, se han hospedado en la posada de la ciudadela, espero que tengan intenciones de reunirse contigo y comunicártelo personalmente aunque no estoy seguro de cuáles son su planes. Descuida, si ellos no lo hacen, te prometo que no descansaré hasta averiguar quién es esa persona.

La reina observó a Colin, asintiendo. No pudo evitar recordar al pequeño y tímido jovencito que jugaba con espadas de madera y le hacía compañía en Ordon, ahora era un hombre, un soldado. Tomó sus mejillas rosadas por el frio de la noche con ambas manos, le sonrió y besó su mejilla derecha con cariño.

-Te lo agradezco, Colin.

Colin se quedó desconcertado ante la inesperada acción de la reina. Ella solía hacer eso cuando eran más jóvenes y él la ayudaba con cualquier trivialidad en Ordon. Parpadeó volviendo en sí, observando cómo los guardias abrieron la puerta y la cerraron una vez que la reina entró. Sentía que ardían las mejillas y se cuestionó si ella aún lo veía como ese niño que la seguía a todas partes. Sacudió la cabeza y dio media vuelta, ahora que había informado a la reina apropiadamente, debía regresar y completar la misión que le había sido encomendada.

-No me queda mucho tiempo, así que te agradecería que me hicieras saber tu respuesta a la mayor brevedad.

Link hizo una leve reverencia con la cabeza, el hombre frente a él sonrió y tocó su hombro derecho. Después caminó con paso lento hasta la salida del castillo, pese a que hizo un esfuerzo sobre humano para prestar atención a las palabras de aquel hombre, su mente no dejaba de repasar el hecho de haberse encontrado con la mujer que pensó nunca volvería a ver. Estuvo a punto de abrir la boca, si aquel hombre no lo hubiese encontrado y arrastrado lejos de ahí en aquel momento probablemente hubiera dicho alguna tontería frente a ella. O simplemente no hubiese dicho nada, lo que sería aun peor.

Mientras atravesaba la puerta hacia la ciudadela, recordó la dolorosa sensación de vacío que experimentó cuando la vio marcharse aquel trágico día. Quería correr tras ella, asegurarse de que estaría bien, pero no podía hacerlo pues sabía que solo le causaría problemas. Algo dentro de él le decía que jamás volvería a verla y todos los días trataba de convencerse de que así sería, de no ser así, jamás podría superar aquella abrumadora situación.

Suspiró con fastidio mientras se masajeaba la frente con el pulgar e índice izquierdos. Todo eso había quedado en el pasado, no entendía cómo podía permitirse pensar en ello nuevamente. Se maldijo, si se hubiese apegado al plan original no tendría por qué lidiar con esos viejos recuerdos.

Se detuvo frente a la persona que estaba de pie junto a las escaleras del bar.

-¡¿Link?¡–preguntó desconcertado y con los ojos llenos de sorpresa. El hombre asintió mientras el más joven lo abrazaba con fuerza.

-Me alegra ver que has crecido bien, Colin—comentó sonriendo.

Colin estaba feliz, pero también sorprendido, Castle Town era el lugar menos probable para que se encontrara con Link.

-¿Has venido a reunirte con la reina?

Link arqueó una ceja y negó con la cabeza.

-He venido por el deseo de la princesa. Ella es…

-Tu hija…—completó su frase un sonriente Colin.

Link sonrió sin expresión en la mirada. De pronto pareció molestarle un poco el hecho de que, al parecer, de todos sus allegados, el único que no sabía de su parentesco con la princesa era él.

-Supongo que tú también lo sabías…

-¿Te has reunido con ella? –preguntó una voz femenina. No había prestado atención a la mujer junto a su Colin. Link la miró un poco confundido, preguntándose qué tanto había escuchado de su conversación.

-Oh, Celine. Estaba a punto de ir a buscarte…—comentó Colin un poco sorprendido, tampoco se había dado cuenta del momento en el que la mujer había llegado.

-¿Te has reunido con la reina? –volvió a preguntar, mirando a Link con severidad.

El hombre tuvo un vago recuerdo de la doncella llamada Celine quien se había convertido en la única dama de compañía de la reina en el pasado, por su pregunta, seguramente lo seguía siendo.

-La he visto, pero no hemos hablado—respondió con sinceridad.

-Entonces vete—contestó con voz seca. Colin estaba sorprendido de la frialdad con la que Celine se dirigía a su hermano—no puedo creer que no estés cuidando de la princesa ¿en dónde está en este momento? Afortunadamente la situación más peligrosa acaba de pasar, pero ¿Qué hubieras hecho si estuviera expuesta a ese peligro?

-Ella está bien, no me hubiese atrevido a salir por mi cuenta si ella no estuviera a salvo… ¿A qué peligro te refieres exactamente? ¿Zelda se encuentra bien?

-Eso no es de tu incumbencia, ella lo resolverá por su cuenta, como lo ha hecho siempre.

Link no dijo nada, hizo una leve reverencia con la cabeza y procedió a entrar al bar en silencio. Colin le preguntó con la mirada a Celine y ella desvió la mirada, claramente malhumorada. El joven soldado salió tras su hermano mayor.

La joven princesa se sentó en el suelo de adoquín, justo al lado de la entrada a la posada. Mordió una manzana mientras miraba a la nada. Estaba inquieta, todavía no quería regresar al castillo, ¿Cuándo volvería ver a Link? Él pensaba marcharse al día siguiente, después de que ella regresara al castillo… ya había tardado más de lo esperado ¿estaría su madre molesta por ello…?

Le dio otra mordida a la manzana, seguía dándole vueltas al asunto. Únicamente fue consciente de nuevo al escuchar los cascos de caballos acercarse. Dos hombres descendieron de las monturas y uno de ellos tomó las riendas de ambos animales para llevarlos al establo. Le tomó algunos minutos y regresó al lado del hombre que se había quedado ahí parado. Tomó su mano y se dirigieron a la entrada de la posada. Al verla uno de ellos soltó la mano de su acompañante rápidamente.

-Buenas noches, jovencita–saludó uno de ellos haciendo una leve inclinación con la cabeza—¿trabajas aquí?

-No—contestó—también soy un huésped.

El hombre se excusó por la confusión mientras se quitaba la capucha. Cerca de la luz de las antorchas de la entrada pudo observar su agraciado rostro. La joven Zelda asintió restándole importancia a la situación, tenía cosas mejores en que pensar.

Los hombres entraron y al darle el ultimo mordisco a su manzana, supo que debía entrar también. Había sido una noche larga y no tardaría en salir el sol, entonces su padre llamaría a la puerta para comenzar los preparativos de su regreso.

...

La reina se encontraba mirando a la nada, llevaba ya un buen rato en la bañera. Su cabeza daba vueltas, tenía muchas cosas que resolver y, aún así, su mente le había jugado una mala broma. Celine entró a toda velocidad para ayudar a vestirla, su doncella caminaba de un lado a otro mascullando, no le tomó mucho tiempo darse cuenta de que estaba molesta.

-¿Ocurrió algo con Colin, mi querida Celine? –preguntó con una sonrisa en el rostro.

La doncella se detuvo en seco y le dirigió una mirada incrédula.

-¿Qué tiene que ver Colin…?

Zelda desvió la mirada, conteniendo una sonrisa.

-Tienes razón, ¿Cómo podría estar él relacionado con tu mal humor?

-La princesa estuvo paseando por Castle Town mientras el rey de June estuvo aquí.

La sonrisa de la reina se esfumó y se levantó de la bañera.

-¿Qué? –preguntó incrédula mientras el agua escurría de su cuerpo—¿ya está aquí?

Celine negó con la cabeza.

-Al parecer nadie ha notado su presencia aún. Estoy segura de que ese viejo tampoco se enteró de nada.

La doncella procedió a colocar la bata sobre el cuerpo de la reina. Después la guío hasta sentarla sobre el taburete del tocador mientras secaba su largo cabello castaño.

-Celine…

La mujer rubia puso los ojos en blanco, adivinando lo que iba a preguntar.

-Sí. Él también está aquí—se adelantó a la pregunta—por eso estoy molesta ¿Cómo se atrevió a exponer a la princesa de esa manera? si algo hubiese ocurrido todos tus esfuerzos por mantenerla alejada hubiesen sido en vano.

-Él no tenía por qué estar enterado de lo que pasa en el castillo... Además estoy realmente sorprendida de que esté aquí.

-No puedo creer que aun tengas ese viejo hábito de justificarlo.

-Supongo que hay cosas que nunca cambian—contestó sonriendo mientras la miraba a través del espejo.

Celine aplicaba diestramente aceites sobre el largo cabello castaño de la reina, no lo admitiría en voz alta, pero se enorgullecía de ser la responsable de que Zelda luciera siempre radiante.

—Creo que lo he visto…—dijo de repente.

-Lo sé—contestó mientras tejía el cabello de la reina—él me lo dijo—la reina se giró, deshaciendo la trenza que su doncella había comenzado.

-¿Has hablado con él? –preguntó asombrada.

-Lo he hecho—contestó restándole importancia al asunto mientras tomaba a la reina de los hombros y la giraba nuevamente para comenzar la trenza una vez más.

-¿Y qué ha dicho? –preguntó mirándola por el espejo.

-No mucho, se marchó después de que le recalqué su error.

La reina suspiró, al parecer su doncella no había superado su injustificada aversión por Link.

La joven princesa veía con preocupación el semblante ausente de su padre frente a ella. Aunque no era un ávido conversador, siempre prestaba atención a su hija. Telma había cocinado para ambos un espectacular desayuno Hylian, pero ni siquiera había volteado a agradecer cuando puso el plato frente a él. Tenía la mirada perdida en algún punto de los toneles de vino y cerveza que estaban apilados en la parte trasera de la taberna. Se preguntaba si la repentina desaparición de Eldric tenía algo que ver con eso.

-¿Padre…?

-Déjalo, cariño. No ha podido dormir, solo está cansado… -Le dijo Telma con mirada comprensiva.

La princesa asintió, no muy convencida. Nunca lo había visto así, tal vez realmente estaba triste porque ella se marcharía. Soltó un gran suspiró de derrota. El sonido de la puerta la distrajo. Un hombre de cabello oscuro entró con timidez, la princesa arqueó una ceja, se trataba del mismo sujeto que había llegado a la posada la noche anterior. La princesa ladeó la cabeza, con la luz del día podía verlo a la perfección ¿ya se conocían? era extrañamente familiar.

-Buen día—saludó al entrar mientras se dirigía a la barra—estoy buscando un lugar para desayunar—sonrió mientras echaba un vistazo a la comida sobre la mesa.

-Lo siento, querido, la taberna únicamente abre por la noche—contestó Telma mientras limpiaba uno de los tarros de madera.

El hombre miró a la joven princesa e hizo una leve inclinación con la cabeza en forma de saludo. El lunar sobre su mejilla izquierda llamó su atención, ya había visto aquella peculiar marca antes…

-Ya veo—dijo mirando a Telma de nuevo—está bien, buscaré algo en la plaza, le agradezco.

La princesa abrió los ojos sorprendida al recordar en dónde había visto ese rostro antes. Había pasado diez años observando el retrato de ese hombre, el color de sus ojos y cabello coincidían perfectamente. Se levantó de inmediato, arrastrando las patas de hierro del banco de madera en el que estaba sentada. Link volvió en sí observando el rostro sorprendido de su hija.

-¡Imposible! –exclamó llamando la atención de los presentes—Tu eres el Clyde, ¿no? El segundo príncipe de June.

Los ojos violetas del hombre se abrieron de la sorpresa. Nadie lo había llamado así en años. Link arqueó una ceja, el príncipe Clyde era el esposo de Zelda que había muerto de una extraña enfermedad poco tiempo después de haberse casado con ella. Se giró lentamente para encarar al hombre, solo lo había visto una vez muchísimos años atrás, así que no estuvo seguro de que en realidad fuera él.

-E-está usted equivocada, señorita—dijo acomodándose la chaqueta con nerviosismo—el príncipe Clyde murió hace muchos años. Aunque me siento honrado, un simple biólogo no puede compararse con alguien de la realeza.

Telma miraba con aire critico al hombre, tampoco podía asegurar nada ya que nunca lo había visto en persona. Link volvió a dirigir la mirada a su hija, no parecía estar mintiendo.

-Eso creí…—contestó la joven—pero no puedo equivocarme, por años creí que tú eras mi padre… Además, ¿Qué probabilidad hay de que tengas exactamente el mismo lunar en la mejilla izquierda que el príncipe?

El hombre tragó saliva y se llevó la mano izquierda inconscientemente al lunar antes mencionado. Miró a la mujer del bar y al hombre que acompañaba a la joven que acaba de descubrirlo, tratando de descifrar su confiabilidad. Su mirada se posó nuevamente sobre la joven.

-Eso es imposible, querida… no hay manera, yo no podría ser tu padre…-abrió los ojos cuando una idea atravesó su cabeza—a menos que tú seas la princesa Zelda…

Ella sonrió triunfante, sabía que no podía estar equivocada.

-La misma—contestó guiñando un ojo.

Link y Telma se miraron con discreción, preguntándose qué demonios hacía ese hombre ahí, vestido como un plebeyo cualquiera.

El hombre comía con desesperación frente a la curiosa mirada de la princesa. Telma le servía más vino en la copa, preocupada de que el hombre fuera a ahogarse con la comida en su negocio. Link no decía nada, esperaba con paciencia a que terminara sus alimentos para escuchar la situación que lo había llevado a fingir su muerte, aunque lo cierto era que tenía un montón de cuestionamientos adicionales atorados en la garganta.

-¿Por qué fingiste tu muerte? –preguntó de repente la joven sin ningún tacto. Link la regañó con la mirada, ella solo se encogió de hombros. Acostumbrada a un trato real, no le parecía inoportuno solicitar información de quien fuera en el momento que fuera. El hombre tragó la comida y miró a la princesa.

-Eres una niña muy directa…—dijo torciendo la boca. La princesa frunció el ceño al escuchar que la llamaban niña nuevamente—Lo cierto es que yo no pensaba hacerlo. Ni siquiera sabía que tu madre estaba embarazada, si lo hubiese sabido jamás me habría ido...

Clyde les contó que había accedido a ese matrimonio porque su madre es una amiga muy querida, a cambio, su padre estaba dispuesto a ofrecer la asistencia militar que ella necesitaba en ese momento. Sus padres habían acordado la unión mucho antes de que ella naciera. Pensó que finalmente ese era su destino hasta que los antiguos reyes de Hyrule fallecieron, como la nueva regente, Zelda decidió anular el compromiso.

-Crecimos juntos, fuimos muy buenos amigos, ella fue muy generosa al devolverme mi libertad, por eso no podía abandonarla cuando más me necesitaba… Después me di cuenta de que mi padre buscaba poder manipular este reino a través de mí...

-Él no tendría poder sobre Hyrule si tú no estabas…—continuó Telma.

El hombre de cabello oscuro asintió.

-No estuve de acuerdo, pero ella insistió en que me marchara y debo confesar que no tuvo que insistir una tercera vez, no me pude resistir a la idea de vivir en libertad sin la responsabilidad de complacer a mi padre—bajó la mirada—me avergüenza decirlo, pero me alejé de Castle Town de inmediato y me dediqué a lo que me apasiona, poco después me enteré de que había dado a luz a una niña. Tal vez no lo recuerdes porque aún eras una bebé, pero las visité algunas veces. Ella insistió en que no lo hiciera, alguien podría darse cuenta de que seguía con vida. Todavía estamos en contacto, algunas veces me envía cartas y libros.

Link se levantó de pronto sin ninguna expresión en el rostro y disculpándose, salió del bar. La joven buscó la mirada de Telma para saber qué hacer, pero ella únicamente suspiró tomando la mano de la princesa.

Link inhaló profundamente una vez que salió del callejón, la gente en la ciudadela hacia las cosas despreocupadamente, pero a él le costaba respirar. Todos los sentimientos e inseguridades que había reprimido durante tantos años estaban saliendo a luz una vez más. Caminó hasta la plaza, y se sentó en la fuente, mirando el enorme castillo. Sabía que debía entregar a su hija y marcharse a la brevedad, aún así, no podía evitar pensar en su encuentro con Zelda. Estuvieron frente a frente por unos segundos, pero no se atrevió a decir nada. No sabía qué decir de todas maneras.

Una mano sobre su hombro lo hizo volver en sí, no se giró a encararlo.

-Lamento el poco tacto… no sabía quién eras...—dijo sentándose junto a él.

-No tendrías por qué hacerlo, alteza. Era un simple soldado...—contestó sin quitar la vista del castillo.

-No deberías llamarme así, Link. Renuncié a todo, incluido mi título.

Link no dijo nada, tampoco cambió su semblante.

-Lamento haberlas abandonado...

-Ese era su deseo, así que no lo hagas.

-Lo sé, pero no puedo evitar sentirme apenado por cómo sucedieron las cosas...

Finalmente Link se encontró con la mirada del antiguo príncipe.

-No pudo haber sido de otra manera. Me tomó mucho tiempo entenderlo y aceptarlo... fue lo correcto, si tu ejército no hubiese llegado a tiempo... Hyrule habría caído sin duda alguna. Que yo la amara no sería suficiente para salvarla.

El pelinegro suspiró y después intentó sonreír.

-Pero de hecho sí lo fue. Eras un granjero en una villa muy alejada de Castle Town y aún así luchaste en una batalla en la que no deberías haberte involucrado, fuiste tu quien la mantuvo a salvo en todo momento, usaste tu cuerpo de escudo para que ella viviera e incluso te manchaste las manos de sangre para que ella no tuviera que hacerlo-Link lo miró confundido, Clyde sonrió-todo esto lo sé por ella, también te amó profundamente. Zelda era la princesa heredera en ese tiempo, la única en la línea de sucesión al trono y aunque se ha convertido en la reina, sigue siendo la mujer que amaste y ahora la madre de tu hija.

Link observó con curiosidad a Clyde, preguntándose cómo había sido capaz de dejar todo atrás para convertirse en un hombre común. No sería muy difícil para él enamorarse de la reina, tenía muchas cualidades, él también parecía una buena persona así que no le sorprendería que la reina se hubiese enamorado de él paulatinamente. No entendía cómo había podido abandonarla tan fácilmente cuando a él le había tomado tanto tiempo desprenderse de su recuerdo. Aunque, de alguna manera, el hecho de la reina y el príncipe no llegaran a amarse le quitaba un peso de encima.

-Puedes golpearme si eso te hace sentir mejor...-dijo mostrando su mejilla derecha y cerrando los ojos.

Era cierto que le parecía molesto el hecho de que el príncipe tuvo la oportunidad que él deseaba y la había desperdiciado. Link hizo una mueca y apretó el puño izquierdo, estaba considerando la posibilidad de aceptar su oferta.

Un hombre de cabello rubio se aclaró la garganta frente a ambos antes de que Link pudiera lastimar al príncipe. El rubio examinó con discreción al hombre de ojos azules que hablaba con el príncipe con semblante serio. Era un hombre atractivo, pero nunca lo había visto. Después dirigió nuevamente su mirada al pelinegro quien sonrió inmediatamente cuando sus miradas se encontraron.

-Tengo noticias de Kakariko...

Link se levantó, era momento de retirarse. Inclinó la cabeza un poco a modo de despedida.

-Me has salvado, como siempre, Dryce-dijo suspirando dramáticamente-Espera...—se levantó también, tomando a Link del brazo—permíteme presentarte a Link-le dijo al rubio aún tomando el brazo del ojiazul-él peleó junto a la reina en la batalla de Val—Dryce hizo una pequeña inclinación con la cabeza en forma de saludo Link hizo lo mismo—también es el verdadero padre de la princesa heredera.

Dryce se aclaró la garganta nuevamente, tratando de recomponerse de semejante revelación. Estaba acostumbrado a la falta de tacto del ex príncipe. Link se preguntó si tal vez esa importunidad era un rasgo característico de la realeza. El pelinegro asintió dándole a entender que el hombre era de su entera confianza.

-Tu hermano no está en casa, Luda me envió una carta en cuanto lo notó.

Clyde frunció el ceño.

-¿A dónde pudo haber ido esta vez…? Ese niño no descansará hasta volverme completamente loco… –Suspiró con fastidio, después se dirigió a Link nuevamente—No puedes irte, mi padre regresará para el baile de conmemoración a la coronación de la reina-agregó preocupado.

-Su doncella me ha dicho que lo único que la reina necesitaba de mi era que mantuviera alejada a la princesa por un tiempo. He cumplido, ella debe regresar a su verdadera vida.

Clyde tomó su hombro, mirándolo a los ojos.

-Encárgate de entregar a la princesa como acordaron, pero mantente cerca. Nada bueno puede significar que ese viejo haya venido hasta aquí… Además, ella tratará de hacerse cargo de todo por su cuenta como siempre, estoy seguro de que nadie más podría hacer entrar en razón a esa orgullosa mujer. La dueña del bar me ha contado, no soy absolutamente nadie para decirte qué es lo que debes hacer pero creo que deberías considerar aceptar esa oferta...

El sol estaba por ocultarse, lo había planeado cuidadosamente durante el día. Tenía apenas unas horas antes de que alguien notara su ausencia. Todo mundo estaba ocupado ateniendo las preparaciones del baile para prestarle atención. Se puso la capa de Celine y después la capucha, después caminó junto a Culm hasta la entrada a la ciudadela.

-Diles a tus hombres que estén atentos, organízalos de modo en que sean capaces de reaccionar ante cualquier posible ataque.

-Como ordene, mi señora—dijo en voz baja y con la cabeza hacia abajo.

La reina tomó aire y asintiendo se adentró en las calles de la ciudadela. Los tacones de sus botas resonaban en el adoquín conforme avanzaba. Las calles ya se encontraban vacías, apenas se podían observar unas cuantas personas caminando y algunos gatos maullando en los callejones.

Se detuvo frente a la entrada de la taberna en la que no había entrado en muchísimo tiempo. Se volvió para asegurarse de que nadie la seguía y después de cerciorarse, procedió a entrar.

Adentro estaba el lugar lleno, igual que cuando solía frecuentarlo. Sonrió para sí misma y se acercó a la barra, sentándose en uno de los bancos de madera. Una voz que recordaba a la perfección le ofreció un trago y ella asintió. La propietaria sirvió su mejor vino y observó con una enorme sonrisa a la mujer cuando se terminó la bebida de dos largos tragos.

-Cielos, debió ser una jornada extenuante...

-No tienes idea...

-Culm mencionó que vendría esta noche, pero tenía mis dudas… Este lugar recibe a tanta gente tan importante últimamente que debería considerar subir los precios…—dijo sin dejar de sonreír. Zelda sonrió también bajo la capucha.

-Estoy buscando…

-Al príncipe Clyde… ¿O debería decir ex príncipe...? ¿tal vez incluso rey...? –Preguntó para sí misma.

Zelda arqueó una ceja ante el monólogo de la dueña del bar, después asintió mientras veía cómo Telma volvía a llenar su tarro.

-Claro, está por allá—dijo haciendo un movimiento con la cabeza.

-¿Has tenido noticias de Colin? –el cuerpo de la reina se tensó.

Link se sentó de manera despreocupada junto a ella. Zelda sintió cómo los latidos de su corazón se aceleraban. se giró un poco hacía el lado contrario y bebió todo el vino que Telma le había servido antes de un solo trago. Él no debería estar ahí, Celine le había asegurado que fue muy clara al decirle que se marchara una vez que se asegurara de que la princesa regresara a salvo al castillo.

-Diosas, ¡qué oportuno, querido!—dijo, mirando a la mujer con el ojo izquierdo cerrado. Después volvió a posar la mirada en él—no he recibido ninguna, pero escuché que se estaba encargado de escoltar a la princesa de vuelta al castillo.

Link arqueó, por alguna razón le parecía que Telma estaba disfrutando esa conversación más de la cuenta. Observó a la persona que estaba junto a él, pero no encontró nada anormal. La mitad de las personas que frecuentaban el bar de Telma usaban capas para ocultar sus identidades. Por el material de su guante, debía tratarse de una mujer noble.

La reina tomó un pequeño saco de rupias que llevaba en el bolsillo de su capa y las dejó sobre la barra, su mano temblaba. Inclinó la cabeza en señal de agradecimiento y se levantó.

-Ya que no se ha podido concretar su encuentro, me aseguraré de decirle que desea hablar con él en alguna otra ocasión—dijo Telma, la reina se detuvo. Asintió con la cabeza y salió del lugar.

Su respiración era acelerada y se detuvo un momento antes de subir las escaleras del callejón para recomponer la compostura. Ya no era la niña que perdía la razón cuando se encontraba en presencia de ese hombre.

Tomó una gran bocanada de aire, lo retuvo unos momentos y después exhaló. No podía permitirse marcharse sin haber hablado con Clyde acerca del rey de June. Sacudió la cabeza, aclarando sus pensamientos. Dio media vuelta, debía averiguar quién era la persona que buscaba el rey y por qué antes de que volviera a presentarse en el baile. Habiendo tantas personas en el bar, Link no le prestaría demasiada atención si continuaba usando la capucha.

-Telma me pidió que te informara que tu pago no es necesario.

Zelda se congeló, él estaba frente a ella, destruyendo con una simple frase todo su autocontrol. Link la miraba sin expresión en el rostro y con la bolsa de cuero de rupias que ella había dejado en la barra en su mano izquierda. Él le sonrió amablemente y lanzó suavemente la bolsa en el aire, para atraparla con la misma mano. Zelda bajó la mirada, no había escapatoria esta vez.

-Princesa, por favor. El bar de noche no es un lugar apropiado para usted. Debía acompañarla hasta el castillo.

-Ya te he dicho que así lo haré, Colin. Solo necesito hablar con mi padre antes de irme, ¿Qué demonios sucede en el castillo y por qué nadie me lo quiere decir? Tal vez Celine y tú lo hagan, pero estoy segura de que él no se atrevería a mentirme…

Colin levantó el brazo derecho para evitar que la princesa avanzara, la joven lo miró confundida, después de ver la cara sorprendida de su guardián dirigió su mirada hacia abajo del callejón.

-Oh, ahí está papá –agudizo la mirada, la antorcha afuera del bar apenas iluminaba –¿es esa la capa de Celine? ¿Crees que mi madre le haya enviado algún mensaje? –preguntó sonriendo.

-No creo que esa mujer sea Celine, princesa, acabamos de despedirnos hace un momento…

-¿Quién es si no? –preguntó Eldric.

Ambos giraron sorprendidos al escuchar la voz del joven.

-¿Qué haces aquí? Pensé que te habías marchado—preguntó la princesa en voz baja.

Colin parpadeó un momento aclarándose la garganta.

-Vamos, demos un paseo antes de volver a casa...—dijo empujando a los más jóvenes que veían la escena con curiosidad.

.

Zelda tomó una gran bocanada de aire, dispuesta a enfrentar cualquiera que fuera la reacción de Link. No podía escapar por siempre, menos ahora que él sabía que la princesa era su hija. Estaba dispuesta a escuchar cualquier reclamo y ofensa si eso aliviaba un poco el resentimiento del hombre. Ya estaba cansada de huir.

-Eres una doncella de la reina, ¿no? Ella… ¿se encuentra bien…?

La culpa la invadió de inmediato ¿Cómo podía preocuparse por ella después de todo lo que había hecho? Ni siquiera entendía cómo sus caminos se habían cruzado. De pronto se acobardó nuevamente, incluso analizó la posibilidad de ignorarlo y salir huyendo… aunque sería extraño si se echaba a correr sin más ¿y si él la seguía?. Dio un gran suspiro y apretó los puños, no había escapatoria, ya no.

-Deberías decirle a Telma que lo acepte, si continúa regalando su mercancía el negocio no durará mucho más… y… yo me encuentro bien…gracias… por preguntar…

Link sintió que su corazón dio un salto al escuchar su voz, apenas y había cambiado. Zelda se quitó la capucha, bajo la sorprendida mirada del hombre, sus manos temblaban bajo la capa, esperó que él no lo hubiera notado. Tenía miedo de lo que Link pudiera decirle, pero ya no podía huir, había postergado esa reunión tanto como había sido capaz.

Ahora estaban ahí, después de tantos años, separados únicamente por un par de metros.

Zelda intentó decir algo, pero las palabras no salían de su boca ¿Qué iba a decirle después de todo el daño que le había hecho? Link miraba el rostro de la reina incrédulo, ya no era el rostro de la jovencita que había conocido tantos años atrás, sin embargo, no entendía cómo era que le resultaba aún más hermosa que antes. Ella lo veía con sus brillantes ojos azules sin expresión en el rostro.

El hombre parpadeó un par de veces más, despertando del shock que le había provocado la inesperada reunión con la reina. En un movimiento torpe intentó arrodillarse, pero Zelda lo detuvo en el acto.

-No te atrevas… -dijo con firmeza, él la miró confundido poniéndose de pie de inmediato—tu no necesitas hacer eso… -hubo un incómodo silencio de parte de ambos-no puedo quedarme más tiempo, debo estar de regreso en el castillo de inmediato… -dijo mientras se volvía a colocar la capucha con las manos temblorosas y dio media vuelta. No sabía si sus piernas le fallarían, pero la presión de estar frente a Link la estaba volviendo loca.

La reina emprendió su escape aunque solo pudo dar tres pasos antes de que Link tomara su brazo. Ella se giró nuevamente, encontrándose con esos ojos familiares ojos azules que no fue capaz de olvidar. Ninguno dijo nada en ese momento. La reina observó con detenimiento las facciones del hombre con la respiración agitada. Se sorprendió al sentir calor en las mejillas, le parecía que Link se había convertido en un hombre aún más atractivo con los años y aunque la razón le decía que tenía que debía aprovechar el momento para explicarle la situación, su cuerpo no respondió. Movió su mano para liberarse del agarre y parpadeo un par de veces antes de retomar su camino de vuelta al castillo.