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CAPÍTULO 8:
"No estás solo"
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—¿Qué está haciendo en mi casa? —inquirió Kurt poniéndose de pie— ¿Cómo entró?
—¿Tu casa? ¡Es la casa de mi hijo y en este momento te vas a largar de ella!
—¡Quien se va a ir es usted!
—Cada día te vuelves más insolente —lo miró de pies a cabeza con desprecio.
—Simplemente no estoy dispuesto a permitir que nadie vuelva a humillarme.
—Lo he dicho antes y lo sostengo, los arribistas como tú creen que por haber logrado enganchar a un iluso que les solucione la vida se vuelven importantes, pero la realidad es que no valen nada, y tú menos que nadie.
—¡Ya le dije que no le voy a permitir que me insulte ni me ofenda de ninguna forma!
—¡Lárgate en este momento!
—¡No lo haré!
—Puedes oponerte todo lo que quieras, pero mientras más resistencia pongas será peor para ti porque el honorable cuerpo de policía que me acompaña, y está siendo testigo de lo que ocurre, tiene orden de sacarte a como de lugar ya que estás invadiendo propiedad privada.
—¡Esta casa es de Kurt —dijo Mercedes parándose junto a su amigo—, y es usted quien está invadiendo propiedad privada!
—A mí no me hables en ese tono pedazo de…
—¡Cuidado con lo que va a decir! —increpó Artie furioso— Se cree muy importante, muy fino, y ni siquiera sabe tratar con educación a las personas.
—Trato a las personas según lo que valen, y ustedes no son más que unos muertos de hambre oportunistas igual que su amiguito.
—¡Ya basta! —gritó Kurt— ¡Estoy harto de usted y de sus desprecios! ¡Mis amigos no lo merecen ni yo tampoco!
—¡A mí no me hablas de esa forma, infeliz!
—Señor —miró Kurt a uno de los policías—, esta es mi casa y…
—Esta casa se la regaló mi hermano a mi hijo —interrumpió James con rabia—, y no se sabe nada de él, tal como les informé, mientras tanto, este miserable se aprovecha de la situación. Además, estoy seguro de que fue él quien se encargó de desaparecerlo para tratar de quedarse con todo.
—¡Qué desgraciado! —clamó Artie— No tiene la menor idea de lo que dice.
—Tiene que acompañarnos a la comandancia —dijo uno de los agentes acercándose a Kurt finalmente.
—¿Qué? ¡No!
—No haga las cosas más difíciles, señor.
—Esta es mi casa.
—Haremos las respectivas averiguaciones en la comandancia, así que ahora…
—No va a arrestarme. No tiene ningún motivo para hacerlo.
—Esto es allanamiento, señor, y…
—¿Allanamiento? ¿En qué forma le hago entender que es mi casa?
—Kurt, el sobre —dijo Mercedes.
—¿Qué?
—El sobre que te dejó Blaine con todos los documentos.
—En el despacho. Todo está ahí. Voy a buscarlos.
—Usted no va a ninguna parte que no sea a la comisaría —intervino otro policía.
—Voy a buscar los documentos que prueban que ustedes están irrumpiendo en mi hogar sin ninguna razón, y no puede impedirlo.
—Señor, no nos obligue a utilizar la fuerza, se lo advierto.
—No tiene ningún derecho a hacer esto —dijo Artie ubicándose entre su amigo y el gendarme.
—¿Crees que esa silla impedirá que los agentes lleven a cabo su labor? —soltó James en tono de burla.
La discusión seguía y en medio de esta Kurt daba las gracias de que su hija se encontrara en casa de una amiguita y no tuviera que presenciar cómo en ese momento estaban tratando de esposarlo.
—Señor, es peor si se sigue resistiendo. No quiero hacerle daño.
James miró furioso al oficial y avanzó hacia él.
—¡No los he traído para que actúen como idiotas! ¡Aviéntelo contra el suelo si es necesario para que lo espose!
—¡A mí no me falte el respeto, señor! —protestó.
—¡Entonces cumpla con su trabajo! ¿Desde cuándo hay consideraciones con los delincuentes?
—¡No soy ningún delincuente! —aclaró Kurt mirando a James con rabia.
—Esto irá directo a la comandancia, las autoridades y todas las personas influyentes de los medios —dijo Artie apuntando con su teléfono.
—¡Apague eso! —gritó el jefe.
—Estoy en todo mi derecho de filmar el atropello que están cometiendo contra mi amigo y utilizarlo como evidencia.
—¡Que apague eso le dije!
—Ni siquiera intente acercarse o voy a transmitir en vivo lo que está sucediendo. Esto es brutalidad policial y…
James dio un salto para quitarle el teléfono, pero el reflejo de Artie fue rápido y retrocedió, haciendo que el hombre cayera al suelo.
—¡Desgraciado, mal nacido! ¡Esto lo vas a pagar muy caro!
—Yo no hice nada. Ni siquiera lo toqué. Y hay testigos además de pruebas de su amenaza —sacudió el teléfono.
James empujó al oficial que trataba de ayudarlo y se puso de pie.
—¡Se van a arrepentir de esto muertos de hambre arribistas! ¡Y lo mismo ustedes, inútiles! —se dirigió a los agentes— ¡Con James Anderson nadie se mete!
—¡Cuide sus palabras, señor o…!
—¿O qué? ¿Qué van a hacer? ¡Por mí comen y…!
Kurt observaba anonadado lo que ocurría y un escalofrío recorrió su espalda. James tenía más poder del que había imaginado. Por la forma en la que los policías guardaron silencio permaneciendo estoicos ante los gritos y amenazas, era evidente que habían sido comprados, y quién sabe cuántas otras influencias tendría su suegro.
Una exhalación larga y pesada brotó de sus labios, y estaba a punto de aceptar ir a la comandancia para aclarar la situación cuando Mercedes llegó corriendo con un sobre en la mano.
—¡Basta! —gritó la chica llamando la atención de todos— ¡Aquí están los documentos!
—¿Qué documentos? —inquirió el jefe de la policía.
—Los que prueban que la casa es de Kurt.
—¡Esta casa es de mi hijo! —gritó Anderson.
Mercedes le dio una mirada mordaz y luego levantó una mano haciendo un gesto con su rostro.
—Señor —se dirigió al oficial y le entregó un grupo de papeles que sacó del sobre—, puede revisar que todo está en regla.
Si bien es cierto que el tío de Blaine le obsequió a él esta casa, Blaine no sólo le dio un poder a Kurt en donde lo nombra apoderado de todos sus bienes, sino que también cambió las escrituras de esta propiedad y la puso a nombre de Kurt y de su hija Stephanie.
El rostro de James se tiñó de rojo y de sus ojos parecían salir llamas. Aquella información era inesperada y nada satisfactoria.
El oficial revisaba las hojas sin mayor interés y con una mueca levantó los hombros y miró al de ojos azules.
—No entiendo de estas cosas, así que es mejor que me acompañe para…
—Tal vez no entienda los términos legales —intervino Artie—, yo tampoco lo hago, pero si en el documento dice que Blaine puso la casa a nombre de Kurt, me parece que está tan claro como el agua que esta propiedad le pertenece.
James le arrebató los papeles al oficial y los fue estrujando con furia conforme los revisaba.
—¡Esto no es más que una artimaña! —bufó.
—Blaine afortunadamente es un hombre muy listo y previsor —prosiguió Mercedes dirigiéndose al policía—, y esas son copias certificadas y notariadas, de las cuales existen más juegos por si acaso algo les llegaba a pasar. Si gusta puedo traerle otras para que continúe revisándolas.
—¿Y los documentos originales?
—Están muy bien resguardados.
El hombre no sabía cómo evadir la situación y trató de mantenerse firme en lo que había manifestado antes.
—Ya le dije que yo no entiendo de estas cosas.
—¡Esto no prueba nada! —gritó Anderson— ¡No importa cuántos papeles traigas!
—Sólo por si les quedaba alguna duda —mostró la pantalla de su teléfono con alguien observando, quien había pasado desapercibido por todos hasta ese momento—. Señor Ezequiel, ¿está viendo lo que sucede?
—¡Así es! —respondió con firmeza— Y quiero dejar constancia de que, aunque compré la casa para mi sobrino Blaine, él incluyó al principio en las escrituras a su esposo Kurt, y luego las cambió con mi asesoría a nombre de este y de su hija.
—¿Cómo te atreves? —protestó James.
—¿Qué? ¿Intentas manejar mi vida ahora? Mi sobrino tomó una decisión, y lo apoyé gustoso.
Te informo además que lo ayudé con todos los trámites, así como con las copias de cada documento. La casa le pertenece a Kurt y a su hija, por lo tanto, eres tú quien está invadiendo propiedad privada.
Y a todos los oficiales que se encuentran ahí presentes, sé que creen estar cumpliendo con su deber, pero han sido mal informados y deben retirarse en este momento.
—Señor —dijo el jefe de forma cauta, pero tratando de sonar firme—, tenemos una orden de…
—¿A quién debo llamar para que se retiren? ¿Al comandante Glawston? ¿Al teniente Sánchez? O si lo prefieren puedo hablar directamente con el Alcalde.
—No, no, señor. No es necesario. Queda claro que hubo una equivocación y nos disculpamos.
—¿Qué carajos les pasa? —gritó Anderson— ¡No es ninguna equivocación!
—¡Ya cállate, James! —protestó Ezequiel enfadado— ¡Y vete de casa de Kurt si no quieres que vaya personalmente a sacarte!
Tras varios minutos de protestas e insultos, la casa fue desocupada por los intrusos y Artie sostuvo a Kurt al ver que se tambaleaba.
—Necesitas sentarte.
—Enseguida te traigo agua —dijo la chica entregándole el teléfono a su amigo.
—Kurt, tranquilo —dijo Ezequiel—. Nadie puede sacarte de ahí. Es tu hogar y…
—Ya no puedo —susurró el castaño sentándose en el sofá y llevando ambas manos hacia su rostro. No quiero esta casa, no quiero esto… Lo único que quiero es mi vida de regreso… —exhaló— No importa por cuántas complicaciones o necesidades pasara antes, eso era mejor que…
—No sigas —dijo Mercedes apresurando a sentarse junto a su amigo y sobándole la espalda, sosteniendo el vaso en la otra mano—. Estás muy alterado debido a lo que sucedió, pero no es lo que sientes en realidad.
—¿Tú qué sabes de lo que siento? —exclamó de forma osca y de inmediato la miró con arrepentimiento— Lo lamento mucho. No quise hablarte así.
—Lo sé.
—Perdóname, por favor.
—Seguro —continuó frotándole círculos en la espalda—. No te martirices con eso. Te conozco muy bien y sé que fue una pequeña explosión por lo tenso que estás.
—Gracias por lo que hiciste. Gracias a los dos por ayudarme. Cuando comprendí lo que estaba pasando entré en pánico y ya no supe qué hacer.
—Me di cuenta —dijo Artie—. De pronto dejaste de defenderte y te quedaste callado. Cuando volteé te vi pálido y me preocupé. Luego entró Mercedes como una heroína a salvar el día.
—Si no fuera por ustedes… —resopló— Estoy cansado de tener que lidiar con este tipo de mierda. Debo soportar a la estúpida familia de Blaine y él ni siquiera está aquí para…
En ese momento recordó que nunca finalizaron la llamada y dirigió su mirada hacia la pantalla. —Lo siento, Ezequiel. N-no me refería a…
—Tranquilo, hijo. Entiendo bien. Yo también estoy harto de la mierda de James. Y disculpa que siga aquí, es sólo que me preocupa lo estresado que luces.
—No tengo nada que disculparte, todo lo contrario. Sin tu intervención probablemente ahora estaría esposado en una patrulla.
—Mercedes fue muy oportuna al llamarme.
—Realmente te luciste —dijo Artie dándole una minúscula sonrisa a su amiga.
—Tenía dudas de que ese hombre tan odioso se conformara con los documentos, por eso me atreví a realizar la llamada.
—Me alegra que lo hicieras, Mercedes. Y Kurt, voy a decirle a Michelle para ir a verte.
—Te lo agradezco Ezequiel, pero quiero estar solo ahora.
—Entiendo.
—Lo siento.
—No lo hagas. Necesitas espacio y lo comprendo. Pero si hay algo que pueda hacer por ti, no dejes de avisarme, por favor.
—Muchas gracias. Ahora lo único que necesito es calmarme antes de ir a buscar a Steph.
—Podemos ir por ella.
—Una vez más, gracias, pero yo iré. No quiero que sospeche nada. Todo tiene que seguir igual para ella.
Poco después de terminar la conversación telefónica, Mercedes y Artie se iban a retirar, pero Kurt les pidió quedarse.
—¿Estás seguro? —preguntó el chico.
—Lo estoy… Le dije eso a Ezequiel porque en este momento no quiero ver a ningún Anderson, aunque se trate de ellos.
—Recuerda que adoptaste ese apellido, así que también eres un Anderson.
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—¿Y qué piensas hacer? —preguntó Ginger— Kurt, ¿me escuchas? ¿Kurt?
—¿Qué pasó? —escaneó el lugar velozmente con la mirada y se dio cuenta de que estaba en su oficina. Bueno, la oficina de Blaine. Estaba sentado en la silla de Blaine, trabajando en la empresa de Blaine, ocupando un lugar que no le correspondía, porque así era como se había estado sintiendo durante los últimos días con respecto a todo lo que le rodeaba.
—¿Kurt?
—¿Ah?
—¡Otra vez te desconectaste!
—¿Perdón?
—Has estado actuando un poco extraño últimamente, pero hoy andas en otro mundo. ¿Qué te ocurre?
—Situaciones familiares —suspiró.
—¿Stephie está bien?
—Sí, sí. Ella está bien.
—¿Tienes problemas? ¿Puedo ayudar de alguna forma? Ya sé que dijiste que es un asunto familiar, pero quizá haya algo en lo que pueda serte útil aquí y aligerarte de algún modo la carga.
—Gracias, siempre eres tan dulce.
—Sabes que me importas mucho y que en el tiempo que llevamos de conocernos te he tomado un gran cariño.
—Y yo a ti. Siento como si te conociera de toda la vida.
—Me pasa lo mismo contigo, y es extraño porque había escuchado que esas cosas ocurren, pero nunca había creído en ellas.
—A mí me ha pasado dos veces. La primera fue con Vane… —guardó silencio durante unos segundos— y la segunda con Blaine, aunque me negaba a admitir lo que sentía ya que tenía miedo.
—¿Miedo? ¿Por qué?
—Por tantas razones… —suspiró.
—Pero él es tan bueno, amable, generoso… ¿O es que me equivoco?
—No lo haces. Blaine es muchas cosas buenas, pero sentía que no encajaba en su vida por nuestras diferencias.
—¿Diferencias?
—Ya te había contado que mi vida era muy distinta antes de conocerlo, pero lo que no te he dicho es qué tan diferente era.
—Has mencionado una que otra cosa como el saber lo que es el trabajo duro y sacrificado.
—Eso es correcto —exhaló lentamente—. Trabajaba en una construcción. Esa fue mi principal fuente de sustento por un largo tiempo. Adicional a eso, limpiaba zapatos y hacía cualquier cosa que pudiera para ganar algo de dinero ya que en mi empleo no siempre me pagaban a tiempo o completo.
—¡Eso apesta!
—Mucho —asintió con la cabeza—. Trabajaba arduamente, y a pesar de eso, no siempre lograba juntar lo que necesitaba.
Las cosas no eran nada fáciles, aunque había momentos buenos que me permitían ahorrar un poco. Sin embargo, la mayor parte del tiempo vivía con un presupuesto apretado.
—Teniendo que velar por una hija.
—Esa era mi mayor preocupación. No quería que le faltara nada y trataba de cubrir al menos todas sus necesidades. También procuraba complacerla, comprarle un juguete, una golosina o llevarla a lugares bonitos cuando era posible y dentro de mis posibilidades.
Pero a veces era tan, tan difícil, sobretodo cuando no me pagaban porque alteraba todo y debía recurrir a mis ahorros, sin embargo, el dinero no es eterno y me frustraba, me enloquecía porque no tenía ni para comprar comida y debía ingeniármelas para conseguir aunque fuera algo para Steph. No me importaba si yo no comía nada mientras ella lo hiciera.
Es increíble como un hijo te cambia la vida y tus prioridades. Antes de Steph sólo pensaba en mí, en divertirme, salir de fiesta, estar a la moda, viajar por el mundo.
—No es malo disfrutar.
—Tal vez no, pero, no veía más allá porque todo giraba a mi alrededor, sin embargo, desde el momento en que mi niña nació lo único que quería era que fuera feliz y tuviera una buena infancia. No sabía cómo iba a hacerlo, y era otra de las cosas que me aterraban, sobre todo cuando perdí a Vane.
—Mi papá también me crio solo, ¿y sabes cuáles son los mejores recuerdos que tengo de mi infancia? El tiempo a su lado, los momentos que compartimos, cada sonrisa, su amor infinito.
Él también trabajó en una construcción hasta que su espalda no se lo permitió más, y a veces se atrasaban mucho en los pagos o sólo le daban una parte. La situación dependía del contratista o algo así me dijo, ya no lo recuerdo, pero fueron momentos complicados. En esa época yo no había nacido todavía, pero estaba en camino, y mi papá trataba de reunir lo suficiente para los pañales, la leche y todo lo que un bebé necesita.
No siempre tuve lo que quería o lo que veía en la televisión y otros niños tenían, pero jamás me faltó un lugar donde dormir ni algo para comer.
Había ocasiones en las que mi papá servía sólo mi plato y él se sentaba con un vaso con agua. Yo le preguntaba dónde estaba su parte, y él inventaba diferentes excusas como que ya había comido o cualquier cosa que se le ocurriera, y no lo entendí hasta que empecé a crecer y me di cuenta que no siempre alcanzaba la comida para los dos, sin embargo, mi papá jamás permitió que yo tuviera el estómago vacío, y lo amé más por eso.
Conforme fue pasando el tiempo lo vi a mi tener diferentes empleos y esforzarse mucho para darme todo lo que podía hasta que consiguió un mejor trabajo y las cosas cambiaron. Su jefe era muy bueno y reconocía la labor de todos en la empresa, les pagaba lo justo, les daba incentivos, y eso le permitió a mi papá tener un respiro.
Quizá no recuerde todo de mi infancia, pero siempre voy a tener presente lo mucho que hizo mi papá por mí. Por él soy quien soy y le estaré eternamente agradecida. Lo amo más allá de las palabras y no hay un solo día en el que no de gracias por tenerlo.
Y sé que Stephie también lo verá así porque estoy segura de que hiciste todo lo que pudiste por ella y para ella.
—Quería darle más.
—Le diste lo que más importa, y es lo que va a recordar. Eres un excelente padre, no hay ninguna razón por la que debas pensar lo contrario.
Kurt llevó la mano izquierda hacia su rostro y apoyó la frente en ella para tratar de cubrirlo mientras varias lágrimas escapaban de sus ojos.
»Ay no, no te pongas así.
—Es que… Escucharte… Tus ojos…
—No entiendo.
—Fue como haber escuchado a Vane —rompió en llanto.
Ginger se levantó de la silla y corrió hacia el otro lado del escritorio.
—Kurt… —colocó su mano sobre el hombro de este, y él la abrazó con fuerza.
Sin entender por qué, aquel abrazo se sentía reconfortante y al mismo tiempo liberador, así que se permitió llorar un poco más.
—Kurt… —Alana ingresó minutos después tras haber tocado varias veces, y se impactó al ver la escena— ¿Qué ocurre?
La chica más joven negó con la cabeza.
—No se qué me pasó —sollozó Kurt apenado—. Lo sien…
—No se te ocurra disculparte por ser humano —dijo la pelirroja.
—¿Necesitas algo? —preguntó Alana.
Kurt soltó a Ginger y limpió su rostro, dirigiéndose hacia el baño para lavarse.
—Me siento tan apenado con ustedes. Jamás debieron verme así.
—No te preocupes.
—Sí, nosotras entendemos.
—No es correcto porque soy…
—Nuestro jefe —terminó Alana.
—Y el jefe no puede mostrar sentimientos frente a sus empleados —continuó la otra chica.
—No iba a decir eso. Saben que esa nunca ha sido mi postura aquí. Sólo no debieron verme así porque los…
—Los hombres no lloran —se apresuró a decir Ginger con una mueca—. Que dijeras eso sería peor.
—Iba a decir que no debió pasar porque los problemas hay que dejarlos en casa, y ustedes no tendrían por qué presenciar este espectáculo que estoy dando.
—Siempre nos has pedido que confiemos en ti —dijo Alana sirviendo el agua—, que te veamos como un amigo más que como un jefe, que nos acerquemos cuando algo nos ocurra y que tratarás de ayudarnos.
Bueno, sí estás para nosotros, ¿por qué no podemos estar para ti?
Kurt salió del baño y aceptó el vaso que le era ofrecido.
—Gracias. Gracias a las dos. Han sido un gran apoyo durante este tiempo que he estado intentando hacerme cargo de la empresa. Sin ustedes no sé si hubiera podido con todo esto.
—¿Estás bromeando? —Has manejado todo como si lo hubieras estado haciendo por años. Nosotras sólo hacemos nuestro trabajo.
—No, Alana. Ustedes hacen más de lo que deben, y no me refiero únicamente a lo laboral.
—Te queremos mucho jefecito —dijo Ginger con una sonrisa.
—Te queremos y te respetamos. Te lo has ganado.
Voces se escucharon en el exterior.
—Empezaron a llegar los clientes —dijo la de cabellera oscura.
—Y yo luzco terrible… Es lo malo de tener una piel tan pálida, enseguida me pongo rojo.
—¿Quieres que posponga la cita? El Sr. Pereira quería hablar sobre unos insumos.
—Pídele que espere… No me puede ver así… ¡Esto no está pasando! —miró hacia arriba con desesperación.
—Frotarte el rostro no ayuda —dijo Ginger—, todo lo contrario.
—Voy a re agendarlo para el medio día. Le diré que estás en una videoconferencia y no sabes a qué hora va a terminar.
—Espero que entienda. Tal vez si lo pones antes.
—Tienes copada toda la mañana hasta las doce.
—El Sr. Pereira ha estado pidiendo esta cita desde hace varios días.
—No te preocupes, yo me encargo, sólo relájate.
—Gracias.
La chica sonrió y salió de la oficina.
—Yo también me voy. Debo estar en mi puesto.
—Gracias Ginger.
—Espero que podamos seguir con la conversación en otro momento.
—Claro que sí. Aunque ni siquiera hablé de lo que quería. No sé por qué me desvié totalmente del tema.
—El alma sabe aquello de lo que necesita desahogarse. Es obvio que te preocupa Stephie.
—Sí, la verdad es que sí. No deja de preguntar por Blaine y ya no sé qué más decirle.
—Es lógico, ellos eran muy unidos y su ausencia le debe estar afectando —suspiró—. ¿Tienes alguna idea de cuándo va a regresar?
—Ni siquiera sé si lo volveré a ver.
