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CAPÍTULO 9:

"Tratando de no romperse"


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A penas era el segundo día de la semana y Kurt ya se sentía extenuado. Entre la empresa, la universidad y hacerse cargo de su hija no le quedaba tiempo ni fuerzas para nada, aunque de cierto modo agradecía estar tan ocupado porque eso ayudaba a que no estuviera pensando en cosas que no debía, sin embargo, a veces necesitaba un respiro.

Tras un gran bostezo frotó sus ojos y dio vuelta a la página del libro. Nunca había experimentado tanta antipatía por alguien como la que sentía por Anthony Turner, uno de sus compañeros, quien había sugerido a la maestra de "Gestión laboral" que les realizara pruebas continuas para comprobar qué tanto iban realmente avanzando ya que no todos tenían claro el contenido ni el objetivo de la materia y aquello era perjudicial en todos los sentidos.

Cuando el chico hizo la mención, la mayoría lo había mirado con enojo, incluyéndolo a él, porque ya tenían bastante trabajo encima, y que a la profesora le hubiera parecido una buena idea fue lo peor. Gracias a ello se encontraba en el desayunador estudiando a las once de la noche, o al menos tratando de hacerlo porque por más que leía, no lograba retener nada.

Conocía la materia, había aprendido mucho trabajando en la empresa y era capaz de responder los cuestionamientos que se hacían en clase, pero cuando se trataba de los exámenes o cualquier tipo de evaluación, a la Sra. Holliday le gustaba que respondieran al pie de la letra lo que citaba el libro.

A él le parecía absurdo ya que eso no era señal de haber entendido la materia, era simplemente aprender el contenido de memoria, pero su opinión no era relevante. Ya alguien había dicho lo mismo, y la Sra. Holliday lo rebatió asegurando la importancia de saber esos conceptos con precisión.

Estaba seguro de que acababa de leer el mismo párrafo por quinta vez, lo cual era una clara señal de que necesitaba despejarse un poco antes de continuar así que se levantó del taburete y se estiró llevando las manos hacia sus caderas, apoyándolas en ellas, luego agitó un poco los brazos y movió la cabeza en círculos, escuchando algunos pequeños sonidos.

Caminó hacia el refrigerador y sacó una botella con agua mineral, la cual abrió y bebió casi completa, llevando después la fría botella hacia los costados de su cuello buscando relajarlo.

Escuchar música solía ayudar, pero no quería despertar a Steph con la bulla, y los audífonos estaban en la habitación. Ante aquel dilema tenía dos opciones: ir a buscarlos o poner música a un volumen moderado, mas ninguna le resultaba atractiva. Quería que el sonido llenara el lugar y dejarse llevar.

El recuerdo de un adolescente encendiendo siempre su reproductor a todo volumen se hizo presente junto a la inigualable sensación de las vibraciones retumbando en las paredes, pero de aquel Kurt bailando por la habitación y cantando a todo pulmón no quedaba nada, y eso lo hizo emitir un sonido parecido a un lamento.

De pronto se encontraba preguntándose cómo habría sido su vida si las cosas hubieran sido distintas.

Si Vane no se hubiera enfermado, estaría llamándola en ese momento para que lo acompañara, y la conversación terminaría con mensajes mientras él se preparaba para la prueba.

Bueno, a esa edad no estaría recién cursando la universidad, salvo que por esas cosas de la vida hubiera decidido seguir una segunda carrera, y su amiga lo estaría regañando cariñosamente por no concentrarse, luego lo animaría y permanecería despierta apoyándolo hasta que él terminara, asegurándose de que estuviera listo.

Vane siempre fue la más centrada de los dos y quien lo hizo esforzarse en los estudios. Él nunca vio la necesidad de aquello porque al convertirse en adulto heredaría los negocios de la familia y tendría a buenos profesionales ayudándolo a dirigirlos mientras él se dedicaba a la agencia de publicidad que pondrían juntos.

Un suspiro melancólico brotó desde lo más profundo de su ser. Las cosas serían tan distintas si ella estuviera ahí. Lo más probable es que se encontrarían recorriendo algún lugar del mundo, sin angustias ni más preocupaciones que mantener su guardarropa al día con las últimas tendencias.

Su vida sería otra sin lugar a dudas. Una vida relajada y divertida en la que no hubiera tenido que pasar por tantos malos momentos, no obstante, la realización de que sin aquellos momentos no habría conocido a Mercedes ni a Artie lo golpeó provocándole tristeza porque ellos no sólo eran sus amigos sino también la única familia que tuvo durante mucho tiempo y significaban demasiado para él.

Pero volviendo a la idea de que Vane estuviera sana y a su lado también lo llevó a pensar que jamás habría tenido que soportar las humillaciones y los corajes provocados por los Anderson, y eso sería lo más maravilloso.

Una punzada súbita se hizo presente, no sólo en su pecho sino también en la garganta. No conocer a los Anderson sólo sería posible si su camino jamás se hubiera cruzado con el de Blaine.

Tan noble, tan dulce, tan hermoso… Alguien de quien cualquiera podría enamorarse fácilmente, menos él, y no porque Blaine no lo valiera sino porque para él fue complicado permitirse sentir y confiar debido a todas las situaciones por las que había atravesado. Pese a eso, su corazón se aceleró desde la primera vez que lo vio, y seguía haciéndolo, aunque las circunstancias no fueran las mismas.

Si la vida los habría juntado bajo otros contextos era algo que no podía responder.

Quizá no porque era poco probable que él pasara mucho tiempo en el país, y cuando estuviera, los lugares que frecuentaría serían muy diferentes a los que a su esposo le gustaban.

O tal vez al estar involucrado con las empresas Hummel se habrían encontrado en una reunión de negocios o en esos eventos a los cuales asisten los magnates para conocer posibles socios, pero de ser así las cosas habrían sido distintas.

¿Se habría fijado Blaine en él? ¿Se habrían enamorado?

Las posibilidades eran reducidas debido a que la persona que solía ser distaba mucho de aquella en la que se había convertido, y el Kurt de antes no encajaría con Blaine.

¿No se supone que las almas gemelas encuentran siempre la manera de estar juntas? ¿Acaso él y su esposo no estaban destinados? ¿Era esa la razón por la cual este se había alejado? ¿La historia de ellos había llegado a su final?

Sus dedos se posaron sobre su anillo de bodas y un dolor agudo lo recorrió de pies a cabeza, como cuando se recibe una descarga eléctrica.

¿Iba Blaine a regresar? Y de ser así, ¿cómo sería su relación? El hombre al que había dejado en la hacienda semanas atrás no era el mismo del que se había enamorado. O tal vez sí lo era, sólo que nunca había conocido ese lado suyo.

Deseaba tanto que Vane estuviera ahí para poder hablar acerca de sus dudas y temores. Ella sabría qué hacer y qué decir para ayudarlo a encontrar una respuesta y estar en calma.

Extrañaba a su amiga más que nunca y deseaba poder volver el tiempo atrás para haber evitado que enfermara, o al menos que la diagnosticaran oportunamente para poder salvarla.

Un "te necesito" casi silencioso brotó de sus labios mientras miraba hacia arriba.

Toda una lista de posibilidades acerca de lo que estaría haciendo si ella no hubiera fallecido cruzaba por su mente de manera veloz, y quería eso, quería esa vida. Una vida sin sufrimientos, una vida en la que seguiría siendo un Hummel porque él y Vane nunca se habrían ido de sus casas al no ser apoyados con la idea de convertirse en padres y…

En esa vida posiblemente Steph no habría nacido…

Una exhalación fuerte y pesada brotó de sus labios, y apoyó su mano en el mesón para sostenerse.

Si bien era cierto que convertirse en padre a la edad que lo hizo nunca fue parte de sus planes originales, no podía imaginar estar sin su hija. No había forma en la que esa pequeñita de la que se enamoró perdidamente cuando la tuvo en sus brazos por primera vez y que se había convertido en su prioridad, en su razón de querer ser mejor cada día, no fuera parte de su mundo.

¿Cómo poder vivir sin su dulce sonrisa, sin esos enormes ojos que lo miraban siempre como si él fuera lo más grande del planeta, sin las ocurrencias que tenía, sin escuchar la palabra "papá" cada día, sin todo el amor que ella le daba y que no se comparaba con nada?

Tener a su amiga significaba no tener a su hija y viceversa. Cualquier que fuera la situación salía perdiendo a alguien. ¡Qué cruel broma del destino!

Mordió su labio con fuerza y sacudió la cabeza… Amaba a Vane, y siempre lo haría, pero Steph lo era todo para él y no había forma en que pudiera desear no haberla tenido.

Tomar la decisión de tener una hija había cambiado no sólo su vida sino también la percepción que tenía de las cosas, y le mostró un mundo frío, cruel y complicado que jamás imaginó que existiera. Sin embargo, no cambiaría ni un solo detalle de lo que había padecido porque todo el esfuerzo y los sacrificios que tuvo que hacer por su pequeña lo habían valido. Verla sana y feliz era su mayor recompensa.

Si lo veía desde otra perspectiva, Vane siempre viviría en Steph, y como prueba de ello le había heredado muchas cosas. Aquella madurez e ingenio constante se la recordaba en todo momento, así como esos hermosos y cálidos ojos.

De pronto se sobresaltó al sentir que lo tomaban de la mano y volteó de inmediato.

—Papito, ¿por qué estás llorando?

—Steph… —se agachó y la abrazó fuertemente.

—Papi, ¿qué pasa?

—Pasa que te amo con cada fibra de mi ser, con cada latido de mi corazón, con todo lo que soy.

—Pero… estás llorando.

—Te amo muchísimo.

—¿Y por eso lloras?

—No puedo imaginar vivir sin ti.

—¿Por qué vas a vivir sin mí? —preguntó con voz temblorosa— ¿Te vas a ir otra vez?

—No, mi amor. Te prometí que no me volvería a ir lejos, y no lo haré. No iré a ninguna parte sin ti.

—¿De verdad?

—Claro que sí mi niña.

—¿Seguro?

—Por supuesto. ¿Acaso lo dudas?

—Amm…

—Princesita…

—Es que… tuve una pesadilla —miró al suelo.

—Ay, amor… —le acarició el rostro— ¿Qué soñaste?

—Soñé que papá Blaine nos abandonaba. Él estaba haciendo su maleta y le pregunté a dónde iba, pero no me respondió, sólo guardó sus cosas y se fue.

Luego te pregunté a ti y me dijiste que papá tenía cosas que hacer y que te ibas con él. Te pedí que no te fueras, pero lo hiciste y me dejaste sola.

Me desperté asustada y te llamé, pero no respondiste, por eso me levanté a buscarte.

—Lo siento tanto, amor. No te escuché.

—Tenía miedo de no encontrarte.

—Aquí estoy mi niña. Sólo fue un mal sueño. Nunca te abandonaría, y como te dije, no iré a ningún lado sin ti —le besó la frente y volvió a abrazarla.

La pequeña abrazó a su padre tan fuerte como pudo.

—¿Hasta el fin del mundo?

—¿Qué? —la miró intrigado.

—En la televisión cuando dos personas se quieren siempre dicen que irán juntos hasta el fin del mundo.

—Oh, sí. Así será, te lo prometo.

Steph le sonrió y todos los pensamientos que lo atormentaron minutos atrás desaparecieron.

—¿Estás ocupado?

—Estaba estudiando. ¿Por qué?

—¿Me puedes leer un libro, o contar una historia? Sólo hasta que me duerma, después puedes seguir estudiando.

—Por supuesto. Es más, ya terminé —acomodó los brazos alrededor de su hija y la levantó—. ¿Qué historia quieres?

—La del caballo blanco.

Kurt asintió y apagó la luz.

Ya en la cama y luego de dos historias, Steph se giró hacia adentro y abrazó a su progenitor.

—Te amo papito.

—Te amo infinitamente —empezó a acariciarle el cabello.

—¿Te quedas conmigo otro ratito?

—Todo el tiempo que quieras.

Tras varios minutos de silencio que indicaban que su pequeña se había dormido, apagó la lámpara y cerró los ojos. Su mano aún acariciando la sedosa cabellera.

—¿Mi papi Blaine nos abandonó?

Aquella pregunta lo tomó por sorpresa por varias razones.

—¿Qué?

—¿De verdad está trabajando o se fue porque ya no nos quiere?

—No pienses en esas cosas. Él te quiere mucho, te ama. ¿Acaso no te lo ha demostrado?

—Sí —suspiró—. ¿Y a ti te ama?

—Sí, mi niña —su garganta ardió y fragmentos de la última conversación que tuvo con su esposo giraron en su cabeza—. Él me ama, nos ama mucho.

—Entonces, ¿cuándo va a regresar?

Kurt sintió su garganta cerrarse aún más. ¿Cómo contestar aquello que él mismo desconocía?

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—¿Noche difícil? —preguntó Alana entrando a la oficina— Luces agotado.

—Lo estoy —respondió Kurt frotando sus sienes—. No pude dormir ni cinco minutos.

—¿Quieres que posponga las citas de hoy?

—No, no. Puedo hacerme cargo, sólo te voy a pedir que por favor me consigas un analgésico porque no resisto el dolor de cabeza.

—Seguro —colocó sobre el escritorio un grupo de carpetas y salió de la oficina.

Mientras esperaba, el de ojos claros siguió leyendo el libro que tenía encima y poco después chasqueó con la lengua. No tenía caso martirizarse más ya que no lograba retener nada. Respondería el examen lo mejor que pudiera basado en su experiencia, después de todo se suponía que el objetivo era comprobar cuánto habían aprendido de la materia.

"Un momento, por favor. El señor Anderson lo atenderá enseguida".

Kurt miró hacia la puerta y Alana ingresó con el medicamento solicitado.

—Gracias. ¿A quién voy a recibir? Ni siquiera he revisado lo que tengo agendado para hoy —negó con vehemencia.

—Es un grupo de inversionistas de un consorcio. La señorita Hamilton los tenía pre aprobados, pero con su retiro las negociaciones quedaron pendientes. Ellos querían igual trabajar con nosotros, así que pidieron una nueva cita tiempo atrás, de la cual Blaine se haría cargo, sin embargo, surgió un contratiempo por parte de ellos y una vez más todo quedó en pausa, hasta ahora.

—Entendido. ¿Cuántas personas son?

—En este momento sólo vino un representante.

—Bien. Dame un par de minutos antes de dejarlo pasar para poder revisar los papeles. Al menos debo saber el nombre de los involucrados y la clase de negocio que están buscando.

—Seguro —se dirigió hacia la puerta, deteniéndose a mitad del camino—. Me estaba olvidando de decirte que el señor está al tanto de que Blaine no lo va a atender porque se encuentra fuera del país y que su esposo está a cargo de todo.

—Bien… —miró confundido las diferentes carpetas sobre su escritorio y resopló— Alana…

—La azul.

—¡No sé qué haría sin ti!

Cuando la chica salió, Kurt rápidamente guardó el libro de la universidad y colocó a un costado las otras carpetas, quedándose sólo con la que necesitaba en ese momento, y empezó a leer entre líneas en busca de la información más relevante.

No… —dijo con voz temblorosa— No… No…

La puerta se abrió y un hombre alto de contextura ligeramente gruesa entró.

—Con permiso —caminó hacia el escritorio—. Buen día Sr. Anderson, es un gusto conocerlo —estiró la mano al estar cerca.

El de ojos azules levantó la cabeza lentamente. Aquella voz se sentía como mil látigos golpeándolo.

—Papá…

—¿Kurt?

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—¿A dónde vamos? —preguntó Steph a Michelle, quien la recogía de la escuela.

—A casa.

—Es temprano, papá está en el trabajo.

—Me refería a mi casa.

—¿Podemos ir al parque primero?

—¡Steph! —exclamó Ezequiel al verla acercarse.

—¡Abuelito! —corrió a su encuentro.

—¿Cómo está mi niña hermosa?

Mientras la pequeña hablaba, él le preguntó a su esposa por qué estaban enviando a todos temprano, a lo cual ella respondió con un "después te cuento".

—¿Podemos ir al parque? Hace mucho que no voy.

La pareja se miró y tuvo una plática silenciosa en la que ambos asintieron.

—Está bien —respondió Michelle—. Iremos un rato, pero al llegar a casa te pondrás a hacer la tarea.

Diez minutos más tarde el matrimonio se encontraba sentado en la banca de un parque observando a Steph jugar.

—¿Michelle? ¿Ezequiel?

Los mencionados voltearon y vieron a una pareja aproximadamente de su edad de pie a un costado.

—¡Eden! ¡Horus! ¡Cuánto tiempo!

Tras el respectivo saludo Horus los miró intrigado.

—¿Y a qué se debe el milagro? Siempre venimos a caminar a esta hora y nunca los habíamos visto por aquí.

—Ocurrió un percance en la escuela donde estudia nuestra nieta y mandaron a los niños temprano —respondió Michelle—. Ella quería ir al parque y este era el más cercano de donde nos encontrábamos, así que nos detuvimos para que pudiera divertirse un poco.

—¡Su nieta! —dijo Eden— ¡Qué maravilla! ¿Cuál es? —miró al grupo de niños que se encontraba en los alrededores.

—Te diría que la de uniforme, pero al parecer no fue la única en querer venir al parque —bromeó Ezequiel.

—La que está en el columpio —dijo Michelle con una sonrisa.

Steph, amor, ven un momento.

La niña corrió hacia ellos y miró con expectativa.

—Dime, abuelita.

—Quiero presentarte a unos amigos. Ellos son Eden y Horus Foster… —miró a la pareja— Ella es Steph.

—Hola —dijo el hombre mayor.

—Buenos días. Es un placer conocerlos.

La mujer la miró y se tambaleó ligeramente, pero se sujetó del brazo de su esposo.

—Eres una niña muy educada.

—Gracias, señor.

—Tienes muy buenos modales. Tus padres han hecho un gran trabajo.

—Muchas gracias, señora.

Las parejas continuaron conversando mientras la niña se divertía, y Eden no dejaba de mirarla.

Una vez que los Anderson-Conelly se retiraron, la mujer exhaló con fuerza.

—¿Te diste cuenta? La niña…

—No empieces, Eden.

—Es imposible que no notaras lo mucho que se parece a Vanessa.

—Le encuentras parecido a todas las niñas de esa edad.

—Esta vez es diferente. Su parecido con Vanessa es asombroso, y tiene mucho de Kurt también. Es una clara combinación de los dos.

—No voy a negar que había una ligera similitud, pero eso no es más que una coincidencia.

—¿Coincidencia? ¡Esa niña es nuestra nieta!

—Esa niña es la nieta de Ezequiel y Michelle, así que deja de crear historias en tu cabeza.

—Sus ojos.

—¿Qué?

—Esa es la mayor prueba. Esos eran los ojos de mi madre, los de Vanessa y ahora los de ella.

—Realmente me preocupas, mujer.

—No me importa si no me crees, estoy segura de lo que digo.

—Suponiendo que fuera cierto, ¿cómo terminó con ellos?

—Tal vez Kurt no pudo más y la llevó a un orfanato, y por esas cosas de la vida uno de los chicos Anderson la adoptó.

—Sigamos suponiendo que estás en lo correcto y las cosas sucedieron de esa forma. La niña forma parte de una buena familia, que la ama y que la está educando bien, fin de la historia.

—Steph es lo único que nos queda de Vanessa, y no me voy a quedar de brazos cruzados.

—¿De qué estás hablando?

—Que voy a comprobar que es nuestra nieta y cuando lo consiga, lucharemos por su custodia.

—No haremos tal cosa.

—Si no quieres involucrarte, está bien, pero yo no voy a detenerme hasta que Steph viva con nosotros.

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Kurt se encontraba en el área privada de un restaurante cercano a la empresa. Había sido una mañana complicada y la urgencia de alejarse lo había sacado del lugar de forma inminente.

Con el codo sobre la mesa, llevó su mano derecha hacia su rostro y apoyó en esta la frente. Su respiración se volvió agitada y sus latidos se aceleraron de forma dolorosa.

—Papá…

—¿Kurt? —la expresión en su rostro cambió por completo— ¿Qué clase de broma es esta?

—Es lo que quisiera saber. ¿Qué haces aquí?

—¿Tú qué haces aquí? Me dijeron que el esposo de Blaine Anderson me atendería.

—Efectivamente, Blaine es mi esposo y estoy a cargo de la compañía ahora.

—¡Vaya! Así que lograste acomodar tu vida después de todo.

—¿Acomodar?

—La última vez que te vi no tenías un centavo, y ahora estás al frente de una de las empresas más prestigiosas del país y casado con su propietario. La vida te ha tratado bien.

—¿Tratarme bien? ¡Mi vida ha sido miserable! ¡Jamás podrías imaginarte por todo lo que tuve que pasar!

—La vida no es fácil. Que yo te la hiciera fácil es diferente, pero quisiste jugar a ser un adulto antes de tiempo, y eso conlleva muchas responsabilidades.

—¿Jugar? ¡Nada de lo que he vivido ha sido un juego! ¡Y en medio de todo ese caos necesitaba a mi familia, y esta nunca estuvo a mi lado!

—Fue tu decisión, Kurt. Te advertimos muy claramente que si seguías adelante con esa estupidez no tendrías nuestro apoyo, así que no veo la razón para tus reclamos.

Y deja ya de quejarte porque al final conseguiste un esposo adinerado y de muy buena familia que te da la vida a la que estabas acostumbrado.

—Señor, ¿se encuentra bien? —preguntó un mesero trayendo a Kurt de regreso al presente.

—S-sí. Sólo me duele mucho la cabeza.

—Si necesita algo…

—Gracias, lo tendré en cuenta.

—¿Desea ordenar?

—No por el momento.

El hombre se retiró y Kurt miró hacia la ventana tratando de poner en orden sus ideas.

—¡Vaya que el mundo es pequeño!

La voz proveniente frente a él lo hizo voltear la cabeza.

—¿Y tú qué quieres? —preguntó entre dientes mirando al intruso con exasperación.

—Tú y yo tenemos mucho de qué hablar —dijo Connor—, y aunque no imaginé que sería así nuestro encuentro, no voy a desaprovechar la oportunidad.