N/A: Ey, este capi ha llegado rápido O_o Se lo dedico a LORA. D. ;)
LA POSIBILIDAD DE ELEGIR
Llegó el 1 de septiembre, el día en que la estación de King's Cross se llenaba de estudiantes que cargaban abultadas maletas y jaulas con la idea de afrontar un nuevo curso en Hogwarts, la escuela de Magia y Brujería ubicada en la verde Escocia.
Puntualmente, el Expreso de Hogwarts en el andén 9 y 1/3 iniciaba su marcha, dejando tras de si padres y familiares que despedían a los jóvenes magos que iniciaban un nuevo año escolar, o que bien comenzaban su formación mágica.
Eran tiempos delicados, preludio de tormenta, y el número de alumnos se había visto reducido, pues no eran pocos los magos que preferían mantener a sus retoños en casa ante la amenaza del retorno de los tiempos oscuros tan temidos. Sólo los muggles, en su ingenuidad en lo que respectaba al mundo mágico, se libraban de tal preocupación esos días. Sin embargo, la mayoría de padres magos, aún nerviosos, seguían confiando en Hogwarts y en su respetable director, o eso parecía demostrar el hecho de que el número de alumnos siguiese siendo elevado.
Había movimiento en los pasillos y en los compartimentos del tren. Los recién llegados más abiertos comenzaban a conocerse y los más veteranos hablaban sobre sus veranos y se buscaban los unos a los otros para comentar los últimos acontecimientos.
Exceptuando a los nuevos alumnos, en los diferentes compartimentos se encontraban principalmente grupos de alumnos pertenecientes a las mismas casas, salvo algún caso especial, como aquel en el que se encontraban los prefectos, pues ahí se reunían los representantes de las cuatro casas que conformaban la escuela antes de iniciar las clásicas rondas.
Los prefectos discutían los turnos de esas rondas, enseñaban a los nuevos elegidos, hablaban entre ellos… Sólo dos de ellos guardaban entre sí un absoluto silencio y ni siquiera se dirigían la mirada: los dos prefectos de Slytherin de 6º curso.
La situación resultaba algo incómoda y, por qué no, también curiosa. No obstante, los demás prefirieron mantenerse al margen para ahorrarse problemas, pues esa pareja no era famosa precisamente por su simpatía hacia los demás.
El primer día de escuela acostumbraba a pasar rápido y a resultar agotador. El trayecto hacia el castillo controlando que ningún alumno rezagado se separara del resto, la selección del sombrero mágico, el discurso del director, la cena, la distribución de los cuartos…
Al anochecer tan sólo quedaban algunos pocos alumnos de los cursos superiores en la Sala Común de Slytherin, entre ellos los principales dueños y señores de los sofás frente al fuego de la chimenea: Draco Malfoy, Pansy Parkinson y Blaise Zabinni.
Pese a que ni Pansy ni Draco no habían renunciado a su posición privilegiada en la sala ni a la tradición de quedarse los últimos frente al fuego antes de subir a sus habitaciones, costumbre arraigada de haría ya unos dos o tres años atrás, era evidente para Blaise que no se respiraba entre sus dos compañeros del ambiente habitual.
Ya desde el instante en que se reuniera con ellos quedaba claro que algo había sucedido entre los dos. Trató de indagar durante la cena, pero no obtuvo más que respuestas esquivas, desviaciones del tema y silencios, preguntara a quien preguntara. Así pues las cosas, aunque fuertemente intrigado, decidió abarcar terreno seguro, dedicándose a narrar con todo lujo de detalles sus vacaciones de verano en la mediterránea Italia.
No obstante, esa misma noche, cuando las palabras se habían extinguido dominadas por el crepitar del fuego, observando la danza en llamas rojas y amarillentas reflejadas en la piedra y el mármol del hogar, decidió Blaise que si no sobre ese asunto personal entre esos dos, sí que era ya la hora y el momento para tratar otro tema, cierta materia de vital importancia. Cuanto antes mejor.
Los dos chicos se encontraban acomodados en el sofá largo de terciopelo verde situado frente a una mesa de madera baja colocada delante de la chimenea, con los pies apoyados en su madera resistente y antigua. Pansy se encontraba en un acogedor sillón del mismo estilo que el gran sofá, ubicado a la derecha de aquél. De tanto en tanto una mirada azulada huraña y pensativa se dirigía al rubio, pero duraba apenas un parpadeo, pues enseguida volvía a centrarse en la magia del fuego. Mientras, Draco no dejó ni un momento de observar las llamas, con el rostro completamente estático. El moreno,a su vez, los observaba furtivamente a los dos, y finalmente se decidió.
Después de aclararse la garganta, captando así su atención, su voz clara y suave se dirigió a su público acompañando aquel crepitar que envolvía cualquier palabra que fuera dicha.
-Nuestro sexto año ya, compañeros, el tiempo pasa rápido…
¿Cómo abordar el tema? Mejor ser directo.
-Y este no va a ser un curso cualquiera¿verdad? Ya sabéis de qué os hablo…
Los otros dos guardaron silencio, Pansy con la cabeza gacha, enredando entre sus dedos un mechón rizado de su melena negra.
-Voy a ir al grano, chicos, no quiero andarme con rodeos. –Dijo Blaise levantándose y rodeando la mesa para situarse frente al hogar, los brazos cruzados, el resplandor rojizo a su espalda, frente a él la oscuridad.
-Los tres sabemos lo que se avecina. Y sabemos lo que se espera de nosotros. Lo que pronto se nos exigirá.
Sus miradas, las tres, se cruzaron. Serias, pensativas, estudiándose en silencio. Un cierto nerviosismo. Blaise continuó, firme. Se veía en su semblante que llevaba ya tiempo pensando en ello y en cómo exponerlo.
-Pero, quiero que os quede claro una cosa, chicos. Realmente. Realmente tenemos la posibilidad de elegir. De escoger nuestro destino. De luchar contra lo que se nos ha impuesto.
Dicho aquello, se giró, fue hacia las escaleras y subió, retirándose a sus habitaciones sin añadir nada más.
Pansy lo siguió con la mirada.
¿Cómo había podido olvidarlo?
No estaba sola.
No sólo podía contar con Draco, sino que también estaba Blaise, que le acababa de dar una lección con su declaración y su firmeza.
El mensaje estaba claro. Es más, sabía por qué había elegido el moreno aquel momento y no otro. Porque eran ellos 3, entre su grupo habitual, con sus charlas, con sus miradas, con sus palabras sueltas el último año, los que estaba claro que dudaban, que ya no estaban tan seguros de sus creencias. Ellos, que aprendían a ver más allá del mundo que se les había tratado de inculcar desde la cuna. En su interior germinaban sombras de dudas, de inseguridad, algo que cada vez crecía un poquito más y se hacía más molesto, queriendo revelarse, escapar de todos esos hilos.
Pero no era fácil enfrentarse a una vida, a un modo de ver las cosas con el que habías convivido desde tus primeros pasos y tus primeras palabras. Es como luchar contra corriente frente a tus propias raíces. Contra los tuyos.
Las palabras de Blaise le habían dado esperanza. Ahora sabía de qué bando estaba él. Y eso la animó. Porque él había sentido lo mismo que ella. Mas algo nublaba esa esperanza ante tal confirmación de intenciones.
El gran interrogante.
Su mirada volvió a Draco, que seguía en su actitud impasible, observando lo que ya sólo eran cenizas.
Pansy había querido creer que Draco compartía esa inquietud. Pero ya no sabía qué pensar. Era como querer saltar una gran pared en la que se ha cerrado cualquier ventana. Le daba vértigo pensar lo que podría ver de subir a ella. Y le agotaba pensar en él.
No más.
No se lo merecía.
No valía la pena, a pesar de que aquello la inundara de tristeza.
Sin decir palabra, se levantó y se retiró.
En la Sala Común ribeteada de verde, plateado y negro, Draco seguía sentado observando la brasa que se apagaba poco a poco.
Tiempo atrás lo de Blaise le habría dado mucho que pensar. Pero en esos momentos ya no estaba para tales planteamientos.
Acallando sus dudas enterradas en un rincón, sólo había lugar para un único pensamiento. Un único propósito. Y si lo tenía que alcanzar de la forma más rápida, así sería
Sería un Malfoy hasta sus últimas consecuencias. Después de todo, su padre acabaría satisfecho con él de una vez por todas.
Colocando la varita iluminada en una buena posición, sacó con cuidado el pequeño libro encuadernado en negro que guardaba en uno de los bolsillos de su túnica.
No tenía intención de acostarse aún, el sueño ya no era más un letargo agradable para él, pues las terribles visiones y las pesadillas no paraban de acosarle.
En el silencio de la noche, robó tiempo a Morfeo y lo dedicó a su secreto estudio.
Fin del capítulo ocho.
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