ESCRUTINIO


Fueron pasando los primeros días, volviéndose las clases la misma rutina de año tras año, curso tras curso, absorbiendo los estudiantes (o pretendiendo absorber, dependía de cuáles) el conocimiento que se les iba dando poco a poco, acumulándose en la esperanza de ser asimilado finalmente.

Sortilegios, Tranformación, Pociones, Runas, Herbología, Historia tanto mágica como muggle, …

Se perdían en clases, en rutina, en horarios y tareas. Todo pareció tomar el mismo color de siempre en la escuela, tamizado con el roce de las plumas sobre los pergaminos. Pero si alguien se parara a observar esos trazos con el tiempo y la dedicación adjudicados a otros menesteres, podría darse cuenta de que ya no gozaban estos de la misma serenidad de otros años. Impaciencia, preocupación, miedos y temores… sedimentos desplazados al fondo ante la fuerza y vigorosidad de la juventud y la ingenuidad de la niñez, pero que de algún modo estaban allí.


Ese día la última clase de Slytherin era Pociones compartida con Ravenclaw. Los estudiantes, separados en grupos, iban echando en sus calderos los diferentes ingredientes concretados en la pizarra, siguiendo cuidadosamente las instrucciones anotadas durante la primera media hora de la clase. Un despiste y la laboriosa poción se iría al traste, y con ella todo el meticuloso trabajo invertido.

En la penúltima fila del aula trabajaban Pansy y Blaise. Dos filas adelante trabajaba Draco junto a Grabble y Goyle. O más bien él les iba dictando sus órdenes, asegurándose de que no metieran la pata. Era fácil estar con esos dos, que se limitaban a cumplir mansamente lo que les decía y lo dejaban solo cuando le convenía. Sin preguntas, sin indagaciones sobre su persona, sin incomodarlo. Sí, era una compañía sencilla, útil y poco molesta. Además había renunciado a su trasnochar junto al fuego de la Sala Común y se retiraba pronto a los dormitorios, apartándose del resto del mundo tras sus cortinas. Con su juego de Quidditch agotaba sólo de mirarlo, acabando exhausto tras cada entrenamiento. Y se iba apartando progresiva y deliberadamente de los que antes fueran sus dos mejores amigos y compañeros.

Al acabar la clase, mientras todos iban recogiendo sus cosas apresurándose por salir, Severus Snape se acercó a donde se encontraba Draco y le ordenó que lo acompañara a su despacho. El muchacho lo siguió sin muchas ganas, obedeciendo a su profesor de Pociones.

Pansy les vio salir de la clase preguntándose de qué se trataría. En un acto reflejo recogió la túnica del rubio que había quedado olvidada en una silla para llevársela a la sala Común. Cuando se dio cuenta de lo que acababa de hacer se reprendió. ¿Por qué tenía ella que ocuparse de sus cosas? Pero aún así no volvió a dejar la prenda en el aula para que él tuviera que acudir a buscarla cuando se acordara. No podía evitarlo, por mucho que quisiera olvidarle, por mucho que pretendiera olvidarlo, dejarlo a un lado, no podía evitar preocuparse. Aunque tratara de ignorarlo, estaba esa parte de ella que aún quería creer en él.

Todavía recordaba los momentos compartidos previos al accidente en la biblioteca de la mansión, y ese sentimiento que había arraigado en ella no podía arrancárselo de cualquier manera.

Apretando con fuerza la túnica negra contra ella se dirigió al territorio de las serpientes. Después de todo, todavía quería creer, no rendirse respecto a él. Pero temía arriesgarse y volver a resultar herida.

Blaise la esperaba a la salida del aula y caminó a su lado. Sentía afecto por esa muchacha fuerte y frágil al mismo tiempo. Admiraba la profundidad de sus ojos azul marino que reflejaban tan bien sus sentimientos, que podía ser fieros y también dulces. En ese momento mostraban tristeza, mientras andaba pensativa cargando la túnica de su compañero. Con un suspiro apenas audible, apoyó su brazo en los hombros de ella y la acompañó en silencio.


En el despacho de Snape, éste se había acomodado en el asiento tras su vieja mesa de roble llena de anchos cajones y había hecho aparecer una silla para su pupilo frente a él. Lo observó en silencio mientras el muchacho se limitaba a mirar los diversos recipientes llenos de pociones experimentales y la estantería repleta de volúmenes. Sintiendo el escrutinio de su profesor, le devolvió molesto la mirada y, finalmente, aquel se decidió a empezar a hablar.

-Y, bien, Draco… Dime, ¿qué tal fue el verano?

Sorprendido por la pregunta, el rubio guardó silencio unos instantes, procurando esconder cualquier reflejo de emoción. ¿Era eso una pregunta trivial, o su jefe de casa sabía algo? Lo dudó, pues de ser así no habría afrontado las cosas de una forma tan fría y despreocupada, de eso creía estar seguro.

-Podría haber sido mejor. –Respondió seca y esquivamente. –Pero supongo que no me ha llamado a su despacho para hablar de mis vacaciones, profesor.

-No, por supuesto que no… -Respondió Severus, pasando por alto la insolencia de su alumno, que no dejó de llamarle la atención. Draco siempre se había mostrado muy respetuoso con él, e incluso había llegado a mostrarle un cierto aprecio y confianza. Pero en ese momento lo notaba distante, y tampoco mostraba su mejor aspecto, y eso le preocupó. No obstante, lo que más le preocupaba era su futuro, ya que su situación como descendiente de una importante familia de tradición oscura y fuerte vinculación mortífaga lo ponía en una situación delicada, y no quería verle arrastrado inexorablemente a lo mismo que él había tenido que vivir.

-Si te he llamado es para hablar contigo… de algo importante.

Con el ceño fruncido, el profesor de Pociones apoyó el mentón en sus manos entrelazadas, los codos en la mesa.

-No voy a perderme en divagaciones.

Draco intuyó de qué iría la charla, la situación le resultada incómodamente familiar. Además ya había tenido otras tutorías de ese estilo en años anteriores, afortunadamente breves y nunca profundizando. Alusiones, insinuaciones, como oteando un horizonte que no acabada de esclarecerse.

-La gran guerra se avecina.

Interesante. ¿Por fin iba Snape a mostrar sus cartas sobre la mesa y dejarse de juegos de manos?

-Y sé, y estoy seguro de que tú también tienes conocimiento de ello, que el Señor Oscuro pretende reclutar a todos sus seguidores, todos los posibles, para esa batalla definitiva.

El profesor notó cómo Draco se tensaba. De seguro no se había esperado que abordaría un tema como ese tan abiertamente. Pero el tiempo se agotaba y era el momento de arriesgarlo todo.

-Pues bien. Ha llegado la hora de hablar de ello. Sé lo que piensas, sabes muy bien lo que se espera de ti. Pero quiero que tengas las cosas bien claras, Draco. Esto no es un juego. Es serio. Tremendamente serio. Piensa bien en lo que haces. ¿Qué es lo que realmente quieres? ¿Qué es lo que esperas? Recuerda todo lo que has aprendido en esta escuela. Confío en que todos estos años no hayan pasado en balde. Porque lo más importante es que entiendas que no estás atrapado. Tienes opciones, Draco, Y espero que sepas elegir lo que es correc-

No pudo terminar la frase, pues lo interrumpió el estrépito de la silla al alzarse el muchacho y al estampar éste sus manos con fuerza sobre la mesa.

-¿Usted también? ¿Es que se han puesto todos de acuerdo? –Exclamó. -¿Usted también me viene con toda esta historia de que puedo elegir!

-Draco Malfoy, siéntese ahora mismo. –Ordenó lívido su profesor.

-No, no pienso hacerlo. No pienso quedarme a escucharlo. No puede obligarme.

-¡Draco! –Severus se levantó también, podía sentir la furia del muchacho bombeando por toda la habitación. ¿Qué ocurría? ¿Por qué se exaltaba tanto? ¿Acaso ya lo había perdido? Intentó sondearle la mente, pero apenas rozándola algo lo expulsó rápidamente y con terrible fuerza.

-¡No vuelva a intentar eso! –Gritó el muchacho, pálido y tembloroso.

-¿Cómo has podido…?

El joven Slytherin se giró mientras avanzaba hacia la puerta.

-Mi padre se ocupó de enseñarme muchas cosas, profesor. –Respondió sin volverse.

-Sí, lo sé. Pero… no es sólo eso, hay mucha oscuridad en ti, Draco… -Murmuró Snape.

-Después de todo… Soy un Malfoy, profesor. Y ya que insisten tanto en lo de la elección… Puedo tomar mis propias decisiones, y no tienen derecho a impedirme hacer mi voluntad, sea cual sea, ¿no es así? Eso es algo que siempre se ha procurado dejarnos bien claro el director.

Y dicho esto, salió dando un portazo del despacho.

Snape se quedó largo rato mirando la puerta en silencio, meditando sobre las palabras, y pálido al reconocer aquel rastro de presencia que había podido captar en su fugaz incursión mental, flotando en las brumas del subconsciente.


Llegó de mal humor a la sala Común, sin que ningún otro estudiante le estorbara el paso, ya que todos se apartaron automáticamente ante su mirada. No podía flaquear. No podía permitirse dudar cuando ya había tomado su decisión. No podían hacerle eso precisamente entonces.

Fue directo a las habitaciones, necesitaba estar solo y apagar todas esas voces. Abrió la puerta del dormitorio masculino de 6º curso y, allí, sentada en su cama, esperándolo, se encontraba Pansy, con su túnica y un libro negro en su regazo. A sus pies, otros dos, más grandes, sacados de su escondite en el doble fondo de su mesita de noche. Ella se había girado al escuchar la puerta abrirse y lo miraba con aire grave.

-¿Qué significa esto?

Fin del capítulo 9