¿Perdido?

-¿Qué significa esto?- Inquirió Pansy, abarcando con un gesto el libro que reposaba en su falda y aquellos más gruesos junto a sus pies. Su voz temblorosa, su rostro pálido, su mirada interrogante, temerosa de lo que pudiera descubrir.

Draco se repuso como pudo de su sorpresa y se apresuró a arrebatarle el libro más pequeño, arrodillándose para recoger los otros dos.

Entre todos, precisamente ella.

-¿No vas a responderme, Draco?

-¿Qué haces aquí? –Le espetó él. -¿Con qué derecho te dedicas a registrar mis cosas?

La muchacha apretó los labios con fuerza y se puso en pie.

-¡No pretendía registrar nada! Pero me encontré ése… ese libro en tu túnica cuando te la traía del aula…

La túnica. Se maldijo por dentro por su fallo.

-Ese libro me recuerda, Draco. Noté su llamada en cuanto lo rocé con mi mano. –Un escalofrío la recorrió. –Y al llegar a tu habitación no tuve problema en notar la presencia de los otros dos.

Los había visto antes, en la parte más escondida de la biblioteca de la mansión de los Malfoy. Había escuchado el susurro de sus páginas, los murmullos que la llamaban deseando atraparla, absorber su alma.

-¿Qué pretendes con ellos? –Preguntaba, pero temía la respuesta.

-Algo que no te incumbe, Parkinson.

Ella lo miró dolida y furiosa.

-¡La magia negra no es un juego, Draco!

El chico se apresuró a cerrar la puerta de la habitación, no fuera a ser que alguien los escuchara.

-¡Calla! ¿Por qué te sorprendes tanto? Esta magia forma parte de mi familia, corre junto a nuestra sangre.

-Esa magia no lleva más que a la perdición, a la oscuridad más absoluta.

-No me digas tú eso, tú que también sientes su llamada. Es una parte de nosotros, Pansy. ¿Por qué negarla?

Ella se abrazó a si misma con fuerza, estremecida, y Draco sintió el súbito deseo de estrecharla entre sus brazos, pero apartó tal emoción rápidamente, asustado. No podía permitírselo.

-¿Qué es lo que pretendes? –Le preguntó la muchacha con voz velada, mirándolo bajo los mechones que cubrían su rostro inclinado.

Él no respondió y desvió la mirada hacia un lado.

-¿Es eso? ¿Esa es tu elección?

Silencio.

Ella había querido creer. Pero aquello parecía destrozar cualquier esperanza.

-¿Y por qué no? –Indagó entonces él sin responder su pregunta. –Lo único que hago es responder a lo que se ha esperado de mí desde el mismo instante en que nací. Es mi destino.

Las palabras seguían sonando huecas, desvaneciéndose en el espacio entre ellos dos.

-¿Y eso es todo? No me lo creo… Yo esperaba…

-Mira, Pansy. –La interrumpió él. -Tú no sabes nada. ¡Nada de nada! Absolutamente nada.

Ella se mordió el labio inferior, una lágrima resbalando por su mejilla, y él se sintió fatal consigo mismo por ser la causa de su dolor, por volver a herirla una vez más. Pero era mejor así.

-¿Cómo voy a saber nada si tú no me lo cuentas, Draco?

Pansy adelantó unos pasos y se le acercó, hablando suavemente.

-Ese poder… Sí, es tentador. Terriblemente tentador… Cuando su voz me susurra al oído y cuando su roce me eriza el vello de la piel anhelo sumergirme en él y olvidarme de todo lo demás. Pero… todo tiene un precio. –Los ojos húmedos, un océano sin fin, estaban fijos en él, con un dolor tan profundo y real que le sobrecogió en lo más profundo del alma. – Yo siento ese deseo también… Y lo odio. ¿Sabes el precio, Draco? Sé que lo sabes, muy en el fondo. Porque tú también lo has vivido. Y por eso creí que comprenderías.

Pansy recordó la soledad de su infancia, el vacío y la desesperación de su adolescencia. Su falta de cariño y de calor. La dureza de su madre, la indiferencia de su padre. La odiaba. Odiaba esa oscuridad que se los había arrebatado. Todo fue incomprensión hasta que empezó a sospecharlo y se volvió certeza en su corazón.

-Si usas ese poder, si lo acoges, se alimenta de tu alma, de tus sentimientos más puros.

Él bajó la mirada. La comprendía. Sabía que tenía razón. Pero… ¿qué importaba?

-Ya estoy decidido.

Pero sus ojos no reflejaban tal seguridad.

Pansy lo miraba sin comprender.

-¿Por qué? ¿Por qué crees que vale la pena pagar ese precio?

-No hay nada que pagar, Pansy.

-Sí que lo hay. Escucha… No estás solo.

"No me dejes. No quiero que la oscuridad también te arrastre a ti. No quiero que tú también me seas arrebatado, igual que todo lo que alguna vez me ha importado."

Se acercó un par de pasos más.

Él se apartó como empujado por un resorte.

-Nada de esto te incumbe. Vete. Aléjate de mí.

"Es lo mejor que puedes hacer."

Ella se detuvo y se fue lentamente hacia la puerta. Se volvió antes de salir. Su voz se oyó clara, de una serenidad sepulcral.

-No diré nada. Pero por favor, piensa bien en lo que quieres hacer.

Y así salió de la habitación, cerrando con cuidado la puerta tras de sí.

Draco se dejó caer pesadamente en su cama, la última visión del rostro de ella grabado en su cabeza.

-Es mejor así. –Se repitió. -Es mejor así.


Pansy bajo poco a poco las escaleras, sintiéndose muy cansada.

Al llegar a la Sala Común se sentó en el cómodo sofá frente al fuego al lado de Blaise, el cual la observó un momento y después le pasó el brazo de forma protectora por los hombros. Ella se acurrucó junto a él agradeciendo el gesto.

-¿Lo hemos perdido?

Ante el silencio de la chica, Blaise suspiró pesaroso y empezó a acariciarle el pelo con suavidad. Sintió rabia hacia Draco por actuar de aquella manera y dejarla en ese estado, mezclándose ese sentimiento con la ternura que le producía ese mismo aspecto desvalido con el que se le antojaba tan bonita y necesitada de protección.

Las palabras salieron sin pensar.

-Olvídalo. Él no te merece.

Y depositó con ternura un beso sobre su frente, que fue bajando primero hacia la mejilla húmeda, después sobre la punta de la nariz, y continuó su descenso pausadamente, hasta llegar a rozarle los labios.

Pansy se separó de golpe, sobresaltada, mirándolo sin entender.

-Lo siento. –Murmuró, y se apresuró a marcharse, aún cabizbaja.

Blaise suspiró apoyando la frente en la palma abierta de su mano.

-No. -Susurró. –Soy yo quien lo siente.

La observó abatido alejándose escaleras arriba, mientras el eco de sus pasos se perdía en el ruido distendido del resto de alumnos que se encontraban en la sala.


Aquella noche varias lechuzas alzaron el vuelo volviéndose sombras bajo la luz de la luna, manchas de negrura en el cielo estrellado. Cada una procedía de un lugar distinto, pero todas coincidían en su destino y mensaje.

Fin del capítulo 10.


Bueno, éste se ha hecho esperar un poquito más que los anteriores, pero aquí lo tenéis, y gracias de nuevo por estar ahí para leerlo :) El siguiente ya aviso de antemano de tardará, pues se me resiste bastante, pero tarde o temprano confío en subirlo, en cualquier momento ;)

Gracias a Gracielle, Mary, Lora.D y Totchi por seguir ahí, y gracias especiales también a la recién llegada Olivia Kuriel (me gustaría responderte al review personalmente, pero no puedo a menos que entres registrada o anotes tu e-mail…)