En Grimmuld Place se respiraba un aire tranquilo yla familia Weasley casi al completo disfrutaba de una agradable cena preparada por la Señora Weasley.

Todos comían la ensalada de atún y los filetes de ternera con ansia, había sido un día bastante duro para todos, aunque sin incidentes graves.

Harry miraba su plato y comía poco, odiaba tener que estar en aquel lugar. De hecho, había deseado interiormente que fuesen a la madriguera y que allí pasasen el resto del verano disfrutando de aquella vieja casa que tanto añoraba en aquellos momentos. Se sentía desvastado y enfurecido, no entendía cómo podía Dumbledore hacerle aquello, como parecía haber pasado por alto sus sentimientos. Pero en el fondo e incpaz de admitirlo, sabía que aquello era ser muy injusto, que no tenía ningún derecho de quejarse, ya que todos sentían no la misma, pero creía él,una devastación similar por lo ocurrido.

Sirius Black siempre había sido muy querido por todos los miembros de la Orden de Fénix y por los que le conocían por lo que era: un hombre inocente.

En esos momentos, mientras Harry pensaba en su padrinoy en las consecuencias de su falta, una presenciase hizo palpable en el aire.Dumbledore se apareció en un extremo de la cocina con cara de preocupación en el rostro mientras hacía movimientos casiimperceptibles con las manos.

Hermione le vio llegar y se sobresalto en un rpincipio, pero enseguidareaccionóy se giró hacia Ron, que en esos momentos solo parecía ver la comida que tenía delante. Le dio un codazo en las costillas ye hizo que el chicopegara un saltito en la silla seguido de un grito de protesta que logró llamar la atención de todos los presentes. Harry,en su enfado con el recién llegado, no pudo evitar levantar la vista segundos después que los demás y la puso lentamente sobre el director con cierto aire de superioridad y odio que a éste no pasaron desapercibidos pero que ignoró completamente y guardó en la memoria para detenerse en él en otro momento de menos urgencia.

Albus Dumbledore miró a la mesa con ojos calculadores y hacia las ventanas de la casa mientras caminaba por la cocina, luegolevantó la vista hacia el techo y por último miró hacia las cuatro paredes de ésta.Pareció aliviado por un momento, su mirada se tranquilizó y las gafas eb forma de media luna, que parecían tensas sobre la aguileña nariz del director se cayeron hasta volver a su postura original, aunque no duró mucho tiempo, ya que enseguida asomó la duda en su rostro y volvió a mostrarse alerta de nuevo.

Ron tenía la boca abierta, Hermione los ojos como platos y Harry, a pesar de sus pensamientos contra Dumbledore,no daba crédito a lo que veía. El trío de oro en conjunto unía pensamientos sobre su director y sus reacciones y sacaban una conclusión: había pasado algo muy gordo.

Sin previo aviso, Dumbledore se sentó algoconfuso en la mesa a comer. Todos lo miraron como hasta entonces, estupefactos y sin capacidad para reaccionar ante semejante comportamiento provinente del director de Howarts y éste, percatándose, dejó los cubiertos con delicadeza y se levantó con un amago de sonrisa que borraba en parte la preocupación de su rostro.

Discúlpenme señores, donde se habrá quedado mi educación. ¿Qué tal estas Molly¿Arthur? – sonrió ampliamente al ver cómo a la señora Weasley se le caía un cubierto de los muchos que se estaban limpiando mágicamente sobre la pila- No se preocupen por mi rápida entrada ni por mis reacciones, son propias de un viejo experienciadocomo yo…debí suponer que os encontrabais bien.-dijo esto y miró muy seriamente a Harry, que no le miraba y simplemente jugaba con su comida tirándola por el plato como si fuera aquello una partida de tennis contra sí mismo siendo la lechuga la pelota.

Dumbledore se volvió a acercar a la mesa con delicadeza y pidió permiso para quedarse a cenar mostrando una sonrisa inocente. La señora Weasley, ya recuperada totalmente del estado de incapacidad de reacción en el que se había sumido hacía unos minutos, asintió con amabilidad y algo de graciay dio la bienvenida al director, al igual que Arthur, Charlie (que estaba en Londres por motivos de trabajo) , los gemelos, Hemione y Ron, Ginny y por último Harry, que solo le dirigió una intencionadafalsa y rápida sonrisa, de la que enseguida se arrepintió interiormente.

Mientras servía comida a Dumbledore, la señora Weasley llamó a Ginny para que le echase una mano, aunque ésta comenzó a protestar, consiguiendo a los gemelos un blanco fácil para un poco de diversión.

Ginny –dijo George mirándola gravemente eimitando la voz de su madre-si no acatas mis órdenes, El Coco-que-no-debe-ser-nombrado te cogerá...

Ginny gritó cuando lo escuchó y más aún cuando las manos de Fred se extendieron para cogerla con una sonrisa maliciosa

La señora Weasley se deshizo en gritos de exasperacióncontra los gemelos, pero desistió en cuestión de segundos dando por imposible enseñar algo a aquellos dos y, solo y únicamente con el pretexto de mostrar su autoridad sobre aquellos salvajes Weasley, les ordenó a ambos acudir a hacer lo que le había pedido a Ginny momentos antes. Por detrás de la espalda de su madre, Ginny a modo de venganzales sacó la lengua a los gemelos y éstos correspondieron con una mirada de ya te la devolveremos ´´.

Hermione Granger, aparte de este espectáculo,hablaba animadamente con Charliemientras trataba deignoraba a Ron, que se empeñaba en demostrarle su manera de comer aritos de cebolla fritos.

-…y desde entonces, los Colcuernos Húngaros se mantienen muy silenciosos. Aunque todavía no conocemos el motivo, sospechamos que es porque… -

Hermione estaba fascinada con lo que aquel chico sabía. Se imaginaba a sí misma montada en un dragón salvando a Harry de Voldemrt. Al pensarlo, no pudo evitar sonrojarse, pero al parecer Charlie no notó nada, así que pasó desapercibido el ligero sonrojo de Hermione. Mientras escuchaba, tenía los ojos muy abiertos, como si a través de ellos pudiese pasar toda aquella información que escuchaba y almacenarse en algún rincón de su cabeza.

Me compraré un pensadero ´´ Pensó mientras escuchaba un análisis sobre los comportamientos de los Colacuernos Húngaros.

Harry a todo esto, observaba a Hermione encantado. Le sorprendía la facilidad con que era capaz de asimilarlo todo de una vez y tener la cabeza puesta en varios sitios. El chico tenía a Dumbledore al lado, pero ni uno ni otro se miraban o se dirigían la palabra; Harry porque no se dignaba y Dumbledore porque tenía la cabeza puesta en sus asuntos mientras comía vorazmente.Observó a su director un segundo.Estaba muy arrepentido de su comportamiento adolescente, pero igualmente, no se dejaría intimidar por nadie…y menos por el director. Pero las cosas no se dieron como Harry esperaba y al parecer Dumbledore decidió por él, como siempre, dando la sensación de ser la mente de Harry un libro abierto para él.

- Bueno Harry…veo que mi decisión de quedarte aquí no te agrada mucho y que tus hormonas parecen alteradas…bueno, dejemos de lado esas inconveniencias que a mister simpatía parecen poseerle hoy – vaya ¡pero si ha reaccionado! Este chico me trae demasiados atrolladeros de cabeza…a pesar de todo, es como un hijo…- y cuéntame, qué tal te ha ido el verano hasta ahora y qué tal llevas todo lo sucedido.- Sabía que era duro hablarle así al chico, pero necesitaba saber en qué estado de ánimo se encontraba Harry con respecto a su padrino, así que optó por decir aquello mostrando indiferencia.

- Señor…he estado bien…aunque...mal…bastante…por…

No pudo terminar la frase, porque Dumbledore lo había acallado con una sonrisa y le había servido un poco de pollo en el plato. El chico tenía la cara ligeramente hinchada y Dumbledore podía ver como unas lágrimas pedían salir a gritos.

- Come, Harry, te vendrá bien…no es bueno mantenerse en ayunas.

Harry no pudo evitar una sonrisa. Dumbledore era un hombre demasiado listo e inteligente para él y no quería problemas con aquel viejo director que comía como un niño feliz aunque un poco preocupado.

- Señor…¿que le preocupaba antes?- lo dijo sin pensar, saciando una sed que lo traía loco, aunque en seguida se arrepintió de haberlo preguntado, ya que Dumbledore sonreía a un recién llegado que se situaba detrás suyo y que no tardó en responder por él.

- Potter…siempre en medio de todo…

Una voz que conocía muy bien lo hizo echarse atrás en la silla y mirar con odio al famoso profesor de pociones, por el que había sentido un profundo desprecio el año anterior al haber compartido con él las tan sufridas clases de Oclumancia. La respuesta del profesor no fue para menos. Como tan bien sabía hacer Snape, le fulminó con una de sus peores miradas de odio y pasó por su lado sin un comentario más.

A pesar de todo y lo ofendido que se encontraba, optó por pasar por alto el comentario y fue a saludar a otras dos figuras que se situaban detrás de Snape que de seguro estarían más felices de verle: Remus Lupin y la jóven aurora conocida como Tonks.

Ambos le saludaron efusivamente y pudo percibir cómo los dos tenían las marcas de la muerte de Sirius en la mirada. Parecían devastados, tan devastados como él, pero seguro nuncaserían capaces de entender su dolor...Egoísta…´´ Harry se sorprendió notablemente ante este pensamiento que podía asegurar no era suyo o de su conciencia y miró un segundo la pared de la cocina con cara de asombro al sentir como el pensamiento volvía a algún sitio escondido por allí. Pero al no ver nada, desistió y decidió olvidarlo.Sonrió de manera ligeramente forzada a sus dos amigosy les invitóa cenar.

La cosa no tardó en animarse y todo el mundo o halagaba los platos de la señora Weasley o se metía en densas o ligeras conversaciones que se daban aquí o allí alrededor de la gran mesa de la cocina de los Black.

A este numeroso grupo de personas se añadieron Munduguns y Ojoloco Moody una media hora después, y éste, al igual que Harry, miró hacia la pared que separaba el pasillo de la cocina con cierta curiosidad y duda en el rostro. Con los nuevos invitados, se tuvo que duplicar la cantidad de comida sobre la mesa y la señora Weasley no pudo evitar alguno que otro comentario sobre lo que era el previo aviso.

Así estaba el ambiente cuando una figura entró por la puerta sigilosamente, haciendo estremecer a la señora Black en sueños y pasó por la puerta de la cocina. Se apoyó en la pared. Llevaba una capa larga y negra, y una capucha le cubría el rostro, solo dejando ver unos ojos con el iris totalmente rojo y un círculo de fuego azul rodeándolo. La pupila era negra con una línea verde cruzándola con un trazo de ondas, serpentil.

Tranquilizando la respiración, aguardó unos segundos antes de alzar el rostro un poco y detenerse a mirar el pasillo en el que estaba. Podía sentir como se complementaba con la casa, como conocía al que creía era el dueño y como sabía que dejaría impasibles a más de una docena de personas aquella noche.

Lo que había hecho le había costado muy caro, pero sabía que era su deber hacerlo y que ahora solo tenía que concluir la tarea, con un solo sacrificio más.

Dejando ver unas pálidas manos suaves como la seda, tocó la pared del pasillo, y esperó pacientemente. Necesitaba encontrar el momento oportuno en el que sabía que no reaccionarían ninguno de los presentes, ni Dumbledore la detendría. Eso era lo que más temía y lo que sabía que podía destrozar todos sus logros y destrozar aquello por lo que había sufrido tanto.

Respirando hondo nuevamente, se quedó en trance escuchando las conversaciones alegres que fluían por la habitación.No fueincapaz de controlar un Egoista´´ hacia uno de los presentes, que, se dio cuenta, no pasó desapercibido por el joven.

Atenta a todos y todas y a traspasar todas aquellas barreras mágicas que tan meticulosamente habían sido puestas por el director y que contenían magia muy antigua, se quedó en total silencio a las puertas de un destino que se le avecinaba muy complicado.