--------------CAPITULO 10 TELARAÑA-----------------------

Un Pegaso, un dragón¡¡ No¡¡ es Draco Malfoy volviendo a Hogwarts… Quien pensaría que dos semanas de terapia serian suficientes? Yo no¡¡; pero a petición de mi querido Lucius Malfoy, el chico regresó a la vida sencilla y aburrida de un insípido y vástago estudiante.

Harry Potter, exiliado, deprimido, patético…de esencia gris y vacía, paseabas solo por el lago; frió como su cuerpo. Tarareaba una canción, melancólica; del sordo Beethoven: para Elisa.

Tenía dedicación, y el murmullo de los árboles acompañaba a dulce coro a ese triste joven; deseaba que alguien, quien quería que fuera le hablara, que le preguntara como estaba, que había estado haciendo, y el respondería: Esperando.

-Que pena me da- Dijo Blaise acomodándose la corbata al tiempo que se ponía de pie- Desde aquí puedo distinguir ese horrible gesto de llanto.

-Si, alguien debería acabar con su sufrimiento, "que pena me da"- Estaba acostado en el suelo, algo acalorado y con la camisa desabrochada, acostado en la torre de astronomía, el sol terminaba de ponerse abriendo paso a una tenue oscuridad, me puse de pie. Le vimos ponerse de pie, enjugar sus ojos y marcharse con pasos pesados; como lo había hecho desde hace pocos días.

-Me da ganas de hablarle- me volteó a ver Blaise mientras peinaba su lustroso cabello negro, con una mirada compasiva, suplicante- Pero aunque le hablara, no le importaría, pues el es un maldito orgulloso. Por algo se quedó solo, algo ha de haber hecho.

-Sobrevivir, tal vez? Si vamos a la raíz del problema, la madre tiene la culpa de su martirio. Por que dejar vivir a su hijo si no iba a poder cuidar de el. Huérfano, exhibido, ahora, sin amigos. No es deseo de una madre ver a su hijo crecer con todas las de la ley? No es el anhelo de un joven hombre que sus padres vean a su primer nieto nacer? Piénsalo, quien tiene la culpa? No es un acto de amor que la loba devore a sus crías antes que un predador? Lily no amaba a su hijo.

-Lily?- Me pregunto con la ceja en arco.

- Si, Lily tiene toda la culpa. Harry es inocente de su sufrimiento.

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No! Señores, no les hablare de la desamparada vida de Harry Potter, sino mas bien de uno de sus allegados, la enamorada, llena de vida e ilusiones, Ginebra Weasley.

Una jovencita vivaz y divertida. A quien no le gustaba ver esas curiosas mejillas teñirse al tono de su cabello.

Era su noche especial, Harry le había enviado una nota a mediodía, la citó en el campo de Quiditch al anochecer. Ella llevaba sus mejores ropas, una carta que no se había animado a entregarle desde segundo grado y por supuesto, la nota escrita con puño y letra de su eterno enamorado.

Ron le había prohibido acercarse a su ex-amigo a menos de 5 metros de distancia. Ella le había dicho que era un exagerado, pero por tratarse de su hermano lo intentaría, pero como podemos aprecia, la tentación fue demasiada. Mientras ahí estaba, caminando con nerviosismo; cual novia al altar. Una boda secreta, privada; la declaración de amor que ella tanto había esperado "su sueño se hacia realidad" y muy pronto seria la mujer mas feliz que se hubiese conocido.

Se oía el traquetear de sus zapatillas, un paso desesperado, con risa. Los pasillos eran silenciosos, desiertos y fríos, si no fuera por las antorchas, candelabros y armaduras ella estaría en una intensa oscuridad.

Se estaba helando y conforme descendía de piso en piso sus pasos se hacían mas lentos y pesados, seria el frió de medianoche que le calaba los huesos, pero ni el calor de su amor podía derretir los hilos que sujetaban sus tobillos…su torso, su pecho, sus hombros, sus muñecas, cada uno de sus dedos, su cuello y finalmente la comisura de su boca. Estaba inmóvil, pero podía sentir muchos mas hilos de los que imaginaba. Marcaban su piel, hacían presión hacia todas direcciones y no podía gritar, pues si su lengua tocaba ese hilo en su boca se la destrozaría, pues ya tenia un ligero corte a la mitad de esta y la sangre empezaba a gotear desde su barbilla y no llegaba directamente al suelo, chocaba contra los hilos que la ataban y se deslizaban por estos hasta perderse de vista.

Su ropa se rasgaba a cada ligero movimiento que hacia, respirar le causó una herida poco profunda en sus pechos poco desarrollados, era doloroso. Giraba los ojos en todas direcciones como intentando invocar una presencia que le ayudase.

Fue su último intento de gritar y su lengua cayó desprendida de la cavidad que era su boca, los pliegues de sus labios se hicieron más profundos hasta llegar a sus mejillas. Había perdido mucha sangre y cada uno de los hilos que rodeaban su cuerpo se tensaban poco a poco abriendo incisiones tan finas que de no ser por la sangre que brotaba serian imperceptibles.

Su vista se nubló por un momento, pero su deseo de ser salvada la hizo regresar a la horrible situación en la que estaba. Mirando por el rabillo del ojo distinguió una figura, era humana, un hombre, demasiado joven como para ser un maestro, pero si ese era un hechizo lo suficientemente poderoso como para causarle tan profunda agonía no debía ser cualquier estudiante. Tenia el cabello oscuro y uno ojos bellos, por su moribunda mente pasó el nombre de su amado "pero no, Harry no seria capaz".

Pero esa persona, el estudiante con varita en mano en una perfecta posición vertical la miraba con desden lastimero, de la punta de su varita se podía distinguir un muy delgado hilo blanco que iniciaba sin lugar a duda la telaraña en la que ella estaba atrapada.

-Ginebra Weasley, eres mi mosca…discúlpame por ser la araña- A cada movimiento de la varita que su atacante sostenía diferentes hilos se tensaban, lastimándola irremediablemente. Su asesino lloraba, pues en un momento dejaría caer su varita provocando la muerte segura de la más pequeña, el tesoro de su familia. Pequeña Ginny, se te llorará como te mereces.

La varita cayó causando un sonido sordo hueco por todo el pasillo, el ligero rodar de la madera contra el suelo. La chirriante melodía de los hilos metálicos al rozarse, el sordo sonido de los huesos partirse con precisión quirúrgica, una canción de muerte rápida. Las extremidades, órganos, apéndices y tejidos de la pobre niña se esparcieron hasta abarcar toda la longitud del desolado pasillo, ahora inundado con sangre ante la relativa explosión del cuerpo.

Blaise no podía creer lo que había hecho, miraba repetidamente ese cuadro pintado de rojo y su mente buscaba una excusa, una explicación, algo…algo¡¡¡ Se tiró en el suelo, inmóvil, temblaba y lloraba en total silencio si algo podía oírse eran sus lagrimas al caer en el suelo. Necesitaba levantarse y emprender la huida pero las extremidades no le respondían. Las paredes escurrían y el líquido brillaba con las antorchas. Entonces lo escuchó… pasos ligeros, despreocupados, eran pasos de una mujer que se acercaba.

-Granger…- dijo en un susurro al verla avanzar hacia la macabra escena. Había silencio, sobre todo silencio. Hermione miro al moreno por un segundo y se fijó en el charco de sangre que abarcaba todo el ancho del pasillo…y de no ver el cabello pelirrojo y los trozos del rostro esparcidos no hubiera descubierto quien había sido la victima…

-Ginny?... GINNY¡¡¡¡ GINNY¡¡¡¡¡¡- La muchacha gritaba histéricamente el nombre de la fallecida, palpaba la sangre en el suelo para ver si era real. Jaló el primer trozo del cuerpo que encontró y su grito fue ensordecedor al darse cuenta de que era parte de la mandíbula.

Como era de esperarse, profesores no tardaron el aparecer Remus seguido por Sirius en un extremo del pasillo y Severus subiendo la escalera del otro lado. Hermione embarrada con sangre y llorando escandalosamente. Blaise en un costado inmóvil y con el arma homicida. Caso resuelto.