Hola! Ya puse el capítulo #2 de esta frikada XDDD.
Pero antes, unas pequeñas notas aclaratorias -que iban a aparecer desde el primer capítulo pero por alguna razón no salieron ¬¬U
Nota #1: Ninguno de los personajes de TMNT me pertenece -aún- y todo esto es con fines meramente lúdicos y sin intención de lucrar con ellos.
Nota #2: Debido a que no se pueden publicar signos dobles, los gritos van a ir en MAYÚSCULAS.
Nota #3: El uso de emoticons (n/./n ¬¬ Y-Y u.ú etc.)es debido a que originalmente esta historia lleva ilustraciones n.n pero desafortunadamente no puedo subirlas a esta página, así que se los van a tener que imaginar :S
Nota #4: El hecho de no poder subir imágenes es también la razón por la que en algunos puntos van a parecer descripciones algo... largas (-.-..zzZZ). Si les molestan o les da flojera leerlas sólo háganmelo saber y las quitaré cuanto antes nnU
Ahora sí (después de tanto rollo) aquí va el capítulo. Lean ;)
.-
CAMBIO DE IMAGEN
Por: Naoko Daidouji
Capítulo 2.- ¡Cowabunga, oficial!
Era cerca del medio día cuando llegaron a la más importante plaza comercial de la ciudad.
-¡Bien, henos aquí¿Que les parece?
Ninguno respondió la pregunta de Abril. Estaban muy ocupados recorriendo con la vista el lugar. Habían estado ahí por lo menos un millón de veces. Pero esta vez todo parecía verse desde una perspectiva… diferente…
-¿Quieren explorarlo un poco?
-¡Yo quiero ir a los videojuegos!
-Videojuegos… Te la vives en ellos, Mike ¬¬U Yo quiero ir a ver el área de deportes!
-¿Deportes¡No, Raph!
-¡Tu cállate, enano!
-¡Auch¡Abril, Raph me pegó!
-Vamos a la zona de farmacias, para comprar bloqueador solar… Estoy peor que un camarón…
-Uy, pobre bebé delicado…
-No seas tonto, Rafael. Mi piel es más clara que la tuya y por consecuencia lógica es más susceptible a una exposición prolongada a los rayos ultravioleta y…
-Ush, ya cállate, Don…
-¡Hey¡Vamos primero a conseguir la ropa¡Quiero quitarme esta playera color amarillo pollo!
-¡No¡Vamos a electrónica¿Si, Abril?
-¡Hey¡Uno por uno, por favor! Primero vamos a conseguir lo que venimos a buscar¿Está bien?
Leo puso cara de felicidad. Se había acordado repentinamente del olor de los tennis que traía puestos.
Y emprendieron una corta carrerita hacia el área de ropa.
Muy rara vez habían entrado ahí.
-¡Hey!- Gritó Miguel Ángel deteniéndose frente a un escaparate de ropa deportiva. -Quiero una gorra. ¿Me la compras, Abril?
-Hmm… Si quieres…
Salió unos diez minutos después, con una gorra color naranja a juego con su calzado, y una expresión de muy satisfecho.
Media hora después, frente a otro aparador…
-¿Podemos ir por la ropa YA?
-Paciencia, Leonardo. Donatello encontró un celular muy interesante. Sólo espero que no me lo pida porque no tengo mucho presupuesto…
-¡Pero también nos detuvimos donde Rafael quiso, y a mi me urge cambiarme de ropa!
Ahora sí, en una tienda de ropa…
-¡Al fin! Quiero un par de pantalones de mi talla y una camisa menos ostentosa -.-U…
Leonardo empezó a hurgar entre las prendas de ropa. Pero todo parecía o demasiado caro o demasiado raro. Al fin se decidió por un pantalón y una camisa de mezclilla y zapatos convencionales. Abril les había advertido que compraran más de un cambio, así que siguió revolviendo las cosas, sintiendo un pellizco en la conciencia al mirar el precio de cada artículo adquirido.
Rafael tomo distraídamente lo primero que le quedó. En realidad, estaba más concentrado en mirar a todas las chicas que pasaban por ahí. Algunas incluso le devolvían la mirada con una sonrisa. Después de todo, él no estaba de mal ver.
Donatello tampoco tardó mucho. Era obvio que no sabía nada de moda pero Abril fue su guía.
-¿Bata de laboratorio¿Para qué quieres una bata de laboratorio si ya tienes muchas?
-Es que ahora ya no me quedan Y-Y
-... Está bien...
Se decidió por algunos pantalones de corte normal y camisas. Pero no quiso soltar un suéter azul cielo, del mismo tono de sus ojos. "Pareces un universitario" Se burló Abril al verlo cambiado. Suena extraño, pero esto halagó sobremanera la vanidad de Don.
Miguel Ángel, en cambio, tardo hoooras en salir. Cada cosa que veía le gustaba más que la anterior y cargaba con todo. Al fin, después de mucho tiempo y de soportar las miradas asesinas de sus hermanos, tomó una muda sospechosamente idéntica a la que traía puesta, pero de su talla.
Abril pagó la cuenta con su tarjeta de crédito y soltó un suspiro. No imaginaba que las cosas fueran a salir tan caras. Pero no podía echarse para atrás.
-Bueno- habló Abril una vez que salieron de la tienda. -ahora sí, son libres. Vayan a donde quieran, nos vemos aquí en tres horas, para ir a comer. ¿Está bien?
No había acabado de decirlo cuando tres de cuatro desaparecieron entre la gente.
-¡Espérenme!- Gritó Miguel Ángel tratando de zafarse, pues Abril lo había detenido de la camisa. Sintió que ella deslizaba algo en su bolsillo y luego lo dejaba ir, pero ni siquiera se molestó en preguntarle que sucedía. Tan pronto como se vió libre de su atadura echó a correr entre los pasillos.
"¡EN TRES HORAS!" Les gritó Abril a la distancia, pero dudó mucho que la hubieran escuchado. Después de un rato cayó en la cuenta de que no llevaban reloj. "Bueno, no tiene caso que me quede aquí. ¡Voy a echar un ojo a esos lindos vestidos!"
A la mitad del camino se separaron para explorar el lugar. Leonardo y Donatello fueron a un lado, y Miguel y Raphael a otro.
-Me siento culpable por lo que hicimos gastar a Abril…
-Tranquilo, Leonardo, encontraremos como pagarle el favor…
-¿Ah, sí?
-Tendremos que conseguir empleos, supongo.
-¿Y que se supone que sabes hacer?
Donatello le lanzó una mirada irritada.
-Sé mucho de computadoras¿Sabes? Y de electrónica.
-Pues yo sé mucho de Artes Marciales, pero no veo como puede eso ayudarme a conseguir un empleo.
-¡Puedes ser instructor de yoga en una escuela para mujeres!- se burló Don.
-No es tan mala idea… Esas mujeres practican en paños menores¿No?
-¿Leo?
-¡Calma, era una broma! Hablando de mujeres… Mira esa…
Era una despampanante rubia, no muy joven pero de hermosa figura, entallada en una pequeña minifalda roja. Pasaba justo delante de ellos. Se detuvo distraídamente frente a un aparador para comprar helado, aparentemente ajena a la reacción que, gente de por medio, estaba causando en dos adolescentes.
- Háblale…- dijo Don después de un rato.
-¿…Qué¿Que le digo?
-No sé, cualquier cosa, pídele la hora…
-¿Por qué no lo haces tú?
-…
-Cobarde… ¬¬
-Si no vas, voy yo.
-Lo veré y no lo creeré. ¬¬
-¿Quieres apostar?
-No tengo dinero.
-Entonces, si lo hago, harás mis deberes una semana.
-De acuerdo, pero si no lo haces tendrás que hacer los míos.
-De acuerdo.
La silueta rubia acabó de comerse su helado, pagó tranquilamente y empezó a alejarse. Como impulsados por un resorte, los dos chicos empezaron a avanzar hasta que le dieron alcance, caminando una par de pasos atrás de ella.
-¡Vas, Donnie!
-Espera…
-¡Ja, ja! Lo sabía. Tienes que lavar la cocina¿Eh?
-¡Cállate! Ya voy…
-Y asear el gimnasio…
Don tragó saliva. Nunca en su vida se le había ocurrido que podía volverse tan sorpresivamente tímido.
Pero la sola idea de lavar un plato de los que guardaba Miguel Ángel bajo su cama -desde dos meses atrás- era suficiente para recuperar el valor.
Inesperadamente, algo llamó su atención. El prendedor de mariposa que adornaba la coleta del cabello de la muchacha se deslizó por su espalda y cayó al suelo con un ligero "clic".
Su oportunidad.
En un solo movimiento tomó el prendedor del suelo, jaló aire bruscamente y le tocó el hombro a la hermosa dama. Ésta se volvió hacia él con expresión tranquila.
-¿Sí?
-Señorita… Se le cayó esto…
Leonardo lo miraba a poca distancia. "Maldita sea…" murmuró en un suspiro. Bien, se había ahorcado, tendría que lavar el baño.
Ella abrió enormes los ojos.
-¡Dios…! No me lo habría perdonado si lo pierdo¡Ay, soy una distraída, perdería la cabeza si no la tuviera pegada…! Muchas gracias, err…
-Donatello- aclaró él sonriendo ligeramente.
-Nombre original…- murmuró ella, más para sí misma que para él. -Yo me llamo Daniela, y soy maestra de física en una secundaria no muy lejos de aquí… eh…- miró su reloj de reojo y se puso ligeramente pálida. -¡Por Dios, que tarde es! Tengo que irme a dar clase, mis niños me están esperando. ¡Adiós, Donatello!- y dicho esto le plantó un beso en la mejilla y se dio la vuelta para marcharse, casi corriendo en sus sandalias de tacón.
Por dos minutos se quedaron ahí, en shock, como si hubieran echado raíces.
-No volveré a lavarme esta mejilla…
-Y no te culpo…
Leonardo desvió la mirada de donde la mujer se había perdido de vista y divisó a sus hermanos. Miguel venía quejándose patéticamente.
-¿Ah¿Que sucedió?- les preguntó en cuanto les dieron alcance.
-Nada, que Miguel Ángel es un llorón.
-Es que Rafael… me tiró algo encima…
Les mostró su mano. Estaba hinchada, terriblemente amoratada y con algunas heridas abiertas.
-¡Por Dios¿Que diantres le tiraste, Raph?
-Nada.
-Un bote de pintura.- aclaró Miguel, secándose las lágrimas. -Pero me duele mucho, Leo, no la puedo mover…
-A ver…- Leonardo sacó de su bolsillo su vieja bandana azul, la cual por alguna razón no había querido dejar en casa, y empezó a vendar la manita de su hermano menor. -Te pasas, Rafael…
-¡Oye! Fue un accidente y además… ¿Uh¿Que le pasa?
-¿A quien?
Rafael señaló con su dedo a Donatello, quien tenía la mirada perdida en la dirección donde había perdido de vista a la maestra…
-Ah, él ¬¬U. Déjalo, es que se acaba de enamorar…
-¿Si¡Vaya, vaya¿Y de quién, si se puede saber?
-Una maestra de Física y un verdadero monumento a la belleza femenina.
-¿Y como sabes eso?
-Tengo ojos.
-No eso, idiota. Lo de su trabajo.
-Ah… es que Donnie le habló… ¿Puedes creerlo?
-¿Don? No, no te lo creo.
-Ahora por su culpa tengo que lavar el baño y su laboratorio.
-¿…?
Se detuvieron en un local de comida rápida para tomar "un pequeño refrigerio". Claro, que comieron tanta comida chatarra que agotaron el de por sí escaso presupuesto con el que contaban.
Pero cómo evitarlo… Miguel Ángel los retó a ver quien comía más y aunque Leonardo sólo giró los ojos y prefirió mantenerse al margen, Raph y Don no iban a dejarlo pasar tan fácilmente.
Raph fue el primero en retirarse, argumentando que no quería ponerse "como un cerdo" mientras le lanzaba una mirada muy significativa a Mickey. Donnie aguantó un tiempo más, pero terminó cediendo ante la ilimitada capacidad gástrica de su hermanito menor.
-¿Dónde te entra tanto, Mike?
-Te advertí que no te metieras conmigo.
-Tragas como ballena.
-¡Una ballena no come, Donnie!
-¿Cómo no va a comer¡Se moriría!
-No come, porque ya ba-llena. ¡Ja!
-Ja, ja, me desternillo de risa ¬¬U
-¿Donde sacaste el dinero, Rafael?
- De las apuestas perdidas por Casey.
-Hablando de apuestas perdidas¡Espero que no olvides la tuya, Leo!
-Mierda, deja de recordármelo¿Quieres, Donnie?
-Debieron verla, chicos. Estaba increíble…Rubia, cabello corto, blusa negra y una minifalda…
-¿Roja?- interrumpió Mike con una mueca extraña.
-Sip… ¿La vieron?
Miguel y Rafael se miraron entre ellos.
-No, no puede ser… ¿Cómo se las arregló ese camaroncito para que una chica como esa le diera un beso?
-Abusando del instinto maternal de las mujeres.- respondió Leo en un suspiro. Donatello por su parte se limitó a mirarlos con una semi sonrisa de orgullo.
-Bueno, vámonos, No nos queda mucho tiempo antes de que tengamos que encontrarnos con Abril
-¿A que hora dijo?
-No lo sé, esperaba que tú me lo dijeras.
-Uh, genial. Vamos, Miguel. Vamos, Don.
-Me queda un consuelo- susurró Rafael al oído de Leonardo. -Si Donatello pudo tener un beso de esa mujer, aún tengo esperanzas de casarme con Madonna.
Leonardo se rió.
-Será mejor que te des prisa. Él va a ganártelas a todas.
Los dos clavaron su vista en Donatello, quien ya había hecho plática con una muchachita promo-vendedora de una perfumería.
-¡Ah, no, no lo hará!- jaló a Donatello de la camisa. -¡Vámonos, conquistador desvergonzado!
-¡Oye¡Sólo estaba preguntándole en donde encuentro el departamento de computación! >.
-¡Sí, cómo no! ¬¬
-¡Además, a ti que te importa¿Eh?
-Me importa, y mucho. Y tú te callas.
-Eres un p… ¿Eh¿Que está pasando ahí?
Los tres voltearon a ver a donde señalaba su hermano. A espaldas de la plaza comercial -un lugar relativamente vacío-, un joven acaso más grande que ellos, jaloneaba del brazo a una jovencita de no mal ver, quien ofrecía una débil resistencia ante los embates. En un momento dado ella se resistió a caminar, lo que por lo visto desató aún más la ira del muchacho, porque sin ningún miramiento le soltó un golpe a la cara.
-¿Que demonios hace esa bestia…?
Sin previo aviso, Rafael se separó del grupo y con una fría determinación se lanzó contra el atacante.
-¡Oye, tú¿Quieres pelea¡Métete con alguien de tu tamaño, imbécil!
Desconcertado por la súbita intervención, el muchacho se limitó a mirarlo. Pero se rehizo en un segundo y le lanzó una risita sardónica.
-No te metas, mocoso, este es mi asunto. Vámonos, $&$.-exclamótirando de nuevo de su blusa para llevársela. Rafael no soportó su cinismo. Con un ágil movimiento apartó a la chica, quien salió corriendo de ahí, y se colocó en una posición de combate, listo para atacar.
Sólo entonces cayó en la cuenta de que no llevaba los sais. "¡Mierda!"
-Insistes en pelear¿No? Bueno, yo te advertí.- Acabando la frase, se abalanzó sobre Rafael. Éste esperó el impacto, tratando de usar una de las técnicas aprendidas para dominar a un oponente. No cayó en la cuenta de que ahora era mucho más ligero y no contaba con la ayuda del caparazón. "¡Doble mierda!" Pensó al recibir el golpe, atarantado y confuso y con un dolor tremendo en las caderas por la consecuente caída.
Pero el tipo, demasiado pesado para controlar su propio cuerpo, estaba en el suelo también. Rafael contaba con la ventaja de ser mucho más ágil. Antes de que pudiera reavivarse, el ex-tortuga se encaramó sobre él y comenzaron los puñetazos limpios a la cara del sujeto. "¡Ya verás si vuelves a meterte con una mujer!" masculló Raph con los dientes apretados al recordar lo que le hacía a la pobre chica. Tan concentrado estaba en desgraciarle el rostro, que no se dio cuenta de que había alguien a su espalda…
-¡RAPH, CUIDADO!
No lo vió venir. El hombre de la navaja se abalanzó decidido a rescatar a su amigo o lo que fuese. Por fortuna, Leonardo sí pudo verlo. Y no sólo eso. De una patada doble se deshizo del arma.
No supieron en que momento aquello se volvió una pelea tumultuosa. Donatello y Miguel Ángel se defendían bien, a pesar de que estaba estrenando peso y estatura, pero los compañeros del bando contrario empezaban a multiplicarse. Leonardo y Rafael eran como dos máquinas de soltar patadas y guamazos, pero el esfuerzo comenzaba a agotarlos y no podían usar tácticas realmente efectivas con esos cuerpos relativamente débiles y sin sus armas.
Realmente se sintieron aliviados cuando una voz estruendosa irrumpió en la escena.
-¿PERO QUE DEMONIOS ESTÁ PASANDO AQUÍ¡Policía de Nueva York, deténganse inmediatamente y pongan las manos en alto!
En unos segundos diez de los involucrados estaban contra la pared. Tres de los pandilleros lograron escabullirse por las trastiendas.
-Usted no entiende, oficial, ese tipo estaba golpeando a una chica y… ¿Dónde diablos estaba usted cuando eso pasó?
-¡A callar, aquí soy yo el que hago las preguntas¿Tiene armas?
-Si las tuviéramos esos hijos de la gran puta no estarían aquí para contárselo, se lo aseguro.
-Rafael, no nos ayudes¿Quieres?
Entre tanto, Abril comenzaba a preocuparse. Era como una especie de sexto sentido. Sabía que algo estaba mal, pero no tenía idea de donde buscarlos o como comunicarse con ellos. "¿Por qué diablos no les dije que llevaran el comunicador?" Miró su celular. Tal vez se les ocurriría llamarla. "Pero para eso necesitan monedas y creo que no llevan un centavo. ¡Oh, Dios! Espero que hayan tenido la idea de cargar con unas. Si, eso es. Leonardo es precavido, tal vez trajo algo de su dinero… ¡Ay, Dios!"
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Les dieron una sola celda para los cuatro. Los restantes seis estaban en la celda de al lado. Parecían muy habituados a estar ahí, a pesar de todo, pues no levantaron protesta ni queja alguna y en cambio, muy ufanos, preguntaron que guardia les tocaría esta vez.
En el momento en que llegaron, el encargado les mencionó su derecho a una llamada telefónica. Pero para su desgracia, ninguno se sabía el nuevo número de Abril, adquirido apenas dos semanas atrás.
-¡Genial¡Muchas gracias, Rafael!
-Sí, Raph, mira en que bonito lugar fuimos a caer por tu gracia…
-¡Por favor¿Qué querían que hiciera¿Qué me quedara de bracitos cruzados mientras veía a ese hijo de puta golpear a una mujer?
-¿Y quién te nombró guardia de seguridad?
-¡Aaaah¿Y donde quedó todo eso que siempre dices sobre el deber de un ninja, Leonardo?
Leo abrió la boca, pero no halló que contestar.
-Está bien, Raph- murmuró, por fin. -Pero tienes que admitir que quizás nos habrían dejado ir si…
-¡Si no hubieran agregado a nuestros cargos "resistencia al arresto" y "agresión a un oficial de policía" porque eres incapaz de hacer caso por las buenas!- Estalló Donatello. Raphael lo fulminó con la mirada, pero no dijo nada.
Leonardo carraspeó para que interrumpieran la refriega antes de empezarla. Miró al techo, fastidiado. Cuando alguna vez llegaron a estar en un lugar así, lograron salir por la fuerza y usando, efectivamente, la fuerza. Pero ahora eran humanos -y humanos débiles, para colmo- y debían vivir con las reglas de los humanos. Su única esperanza era Abril. O Casey. Casey quedaba eliminado pues en cuanto los viera creería que eran alguien que quería tomarle el pelo. Abril… Ni siquiera tenían su teléfono. Pensó en llamar a Splinter, pero las probabilidades de que salieran vivos si él se enteraba eran infinitamente pequeñas, aparte de que había pocas o nulas posibilidades de tener el número de Abril y menos aún de que él pudiera irlos a sacar siendo una rata gigante. La otra opción eran setenta y dos horas de detención. Le sonó a un mal cuento de terror.
-¿Donde está el guardia?- preguntó tratando de guardar la calma.
-Dijo que volvía después de comer.- Aclaró Miguel Ángel. En realidad, él parecía muy tranquilo. Estaba recargado en el hombro de Rafael, quien raspaba "Fuck you" en la pared de la celda con un clavo. Donatello estaba recargado en su propia mano, con los ojos entrecerrados y la mirada clavada en el suelo. Leonardo se sentó junto a él y le puso una mano en el hombro.
-Tranquilo...
Donatello lo miró con una semi-sonrisa.
-No es eso... Me duele mucho el estómago. Creo que no debí competir con Miguel a ver quien comía más. Y-Y
-Te lo advertí. ¬¬U
-No quería perder veinte dólares, Leo… ó.ò
-Como si los tuvieras ¬¬U
-Ese es precisamente el problema… ¡Ouch…!
Justo entonces el guardia llegó, desganado y torpe. Preguntó sin destinatario fijo.
-¿Ahora sí alguien quiere hacer una llamada telefónica?
Leonardo enterró la cara entre las manos. No era capaz de recordar ni los primeros dos dígitos. De pronto se dio cuenta de lo estúpidos que habían sido al no pedirlo antes de separarse de ella, pero¿Quién podría haberles advertido, en todo caso?
Miró el reloj de pared. Habían pasado cuatro horas, sin sentirlo. Tal vez al rato les llevarían de cenar. Pero por alguna razón no podía resignarse a pasar ahí los siguientes dos días y medio.
Volvió a observar a sus hermanos. Miguel Ángel se había quedado dormido, por segunda ocasión desde que llegaron ahí. Rafael ahora dibujaba una calavera humana rodeada de maldiciones. Donatello estaba enroscado sobre sí mismo, con las piernas encaramadas en la dura banca de cemento y la cara escondida en los brazos como un avestruz.
-Empezaba con seis¿No?
Todos voltearon a ver a Miguel Ángel, que al parecer había despertado inesperadamente.
-¿El teléfono de Abril? Creo… Era seis, ocho, ocho…
-¿Estás seguro, Rafael?
-Sólo me acuerdo de eso.
-Terminaba en cuatro. En dos, cuatro. ¿Cierto?- Añadió Donatello, dejando su curiosa posición.
Leonardo se entusiasmó. De ocho dígitos, al parecer ya tenían cinco.
-Seis, ocho, ocho… ¿No llevaba un cinco?
-Creo que no. Tampoco el uno… Creo que sí tenía un tres¿No?
Súbitamente, Miguel recordó lo que Abril había puesto en su bolsillo.
-Seis, ocho, ocho, tres, dos, siete, dos, cuatro.- Leyó en voz alta, mirando el reverso del ticket de compra de su gorra.
Sus tres hermanos se quedaron congelados.
-¿Lo tuviste… todo el tiempo?
-¡TE ASESINARÉEEEEE!
-¡Waahg¡Basta, Raph¡Leonardo, Auxilio!
-¡Silencio!- Gritó el guardia desde su cómoda silla. Todos se detuvieron y le lanzaron una mirada de rencor.
Leonardo tomó el papelito de las manos de su hermano menor y pidió el teléfono. Marcó el número con bastante nerviosismo y esperó.
Ni dos timbrazos y ya había respuesta.
-¿Hola¡Leo, Donnie, Raph, quien sea¿Son ustedes?
Leonardo se sorprendió con ese recibimiento.
-Abril, soy Leonardo.
-¡Leo¡Por Dios¿Saben que hora es¿Dónde están¿Están bien¿Que pasó?
-Escúchame un momento, por favor… No te lo puedo explicar, pero necesito que traigas seiscientos dólares a la jefatura de policía de Nueva York. Estamos atrapados y no podemos hacer otra cosa.
Hubo un silencio penetrante después de sus palabras. Leonardo creyó que era lo más que podría soportar antes de mandarlos mucho al infierno.
-Voy para allá, Leonardo.- Y colgó sin más ni más.
Leonardo volvió a su celda, acosado por la mirada inquisidora de su carcelero.
-¿Hablaste con Abril¿Que te dijo?- preguntó Miguel en cuanto lo vió volver.
-Viene para acá. Pero no se oye nada contenta.
-Es lógico. Va a matarme.- Declaró Rafael echando la cabeza hacia atrás.
-¡Hey¡Yo tengo mucha hambre¡Quiero cenar!
Donatello y Rafael lo miraron con incredulidad. Leonardo endureció la expresión.
-Basta, Miguel. ¿Es que no han visto el relajo que se armó¿No entienden que esto no es cualquier cosa?
-Perdóname, pero es una baba de perico en comparación a enfrentar a Destructor o a esos asquerosos Dragones Púrpura…
-Es diferente, Miguel. Ahora no podemos vivir nuestras propias reglas. Hemos elegido salir de las sombras. Somos humanos, esto es serio.
-Vaya un buen comienzo- musitó Miguel Ángel con expresión de burla. Todo el asunto era bastante cómico en el fondo…
No supieron cuanto tiempo los hicieron esperar hasta que el apático vigilante abrió la celda y con una seña les indicó que podían salir. Los cuatro lo hicieron sin entusiasmo, lentamente.
Abril les lanzó una mirada extraña y con un ligero movimiento de cabeza les indicó que subieran a su auto.
Entraron al vehículo sin decir palabra. Mike fue el único que tuvo el valor de sentarse junto a ella, los demás eligieron automáticamente uno de los asientos traseros.
Abril se limitaba a mirarlos por el retrovisor. Iba en silencio, aunque más intrigada que molesta por todo aquello. Mickey iba mirando las luces de los autos conforme los dejaban atrás, con la tranquilidad de quien no siente ningún cargo de conciencia. Leonardo bajó el vidrio de la ventana, dejando pasar el viento de la noche. Donatello rodeaba su propio estómago con las manos, con una ligera mueca de dolor. Y Raphael se limitaba a mascullar cosas ininteligibles mientras miraba el horizonte que oscurecía.
-¿Y bien?- preguntó ella, por fin. -¿Se puede saber qué pasó?
Leonardo aclaró su garganta, pensando en una manera sutil de explicarle los hechos.
-Err… Vimos a un infeliz golpeando a una chica y… ¡No podíamos dejarlo pasar, Abril!
-¿Y puedo preguntar entonces por qué los cargos eran "pelea con armas blancas" "resistencia al arresto" "agresión a un oficial de policía" e "intento de huída"?
Mickey, Donnie y Leo sólo exclamaron al unísono. "Raphael".
Raph les lanzó una mirada fúrica y volvió a hundirse en su asiento.
-No estoy acostumbrado a que ningún baboso, sea o no sea de la pinche policía, me ponga un dedo encima. ¿Lo oyeron?
Nadie contestó. Siendo tortuga esa conducta ya era riesgosa. Y ahora…
-¿Y a ti que te pasa?- preguntó Raph al ver la cara descompuesta de su hermano.
-Comí demasiado… creo… ¡A este mini-cuerpo no le cabe nada!
-Te lo advertí ¬¬U.
Por un minuto todo fue silencio. Transcurrido ese tiempo, Abril volvió a preguntar. -Eh… Dijeron que habían defendido a una chica de un tipo que le estaba haciendo daño¿Cierto?
-Cierto…
Entonces ella se quedó callada un segundo… y luego… ¡Estalló en carcajadas!
-¿Eh¿Qué te pasa, Abril¿Tenemos algo de gracioso?
-No, es sólo que estaba imaginando… ¿No era por casualidad una chica de cabello oscuro, ojos verdes y rasgados…?
-¡Hey¿Cómo puedes saber eso?
-Porqué el oficial me mostró la foto… ¡Fue ella la que les denunció en el centro comercial!
Los cuatro pegaron un salto.
-¿QUEEEÉ?
-Parece que es la novia del sujeto… Y por lo visto parece que sí lo quiere, porque cuando vio que ustedes estaban golpeando a su chico se fue corriendo a avisar al guardia de seguridad...
Los cuatro se fueron de espaldas.
-No… no es posible…- musitó Miguel Ángel, quien ya no sabía si reír o llorar.
-¿FUIMOS A DAR A LA CÁRCEL POR CULPA DE UNA CHAMACA ESTÚPIDA A LA QUE ESTÁBAMOS DEFENDIENDO¡MALDITA ZORRA!
-¡Raph, contrólate!- lo espetó Leonardo.
-¡DONDE LOS VUELVA A VER LES PARTO A LOS DOS TODA SU…!
-¡Raph!
Se quedaron en silencio.
Muy callados.
Entonces Miguel Ángel también estalló en carcajadas. Y casi sin querer, sus hermanos le hicieron coro.
Que risa daba todo ya visto desde fuera.
"Ironías de la vida". Murmuró Leonardo, sintiendo que las cosas iban a ponerse muy interesantes de ahora en adelante…
Al llegar a la guarida, Splinter salió a su encuentro, visiblemente preocupado. Los chicos sintieron un renovado ataque de pánico. Si Abril le había dicho algo, podían darse por muertos.
Pero por lo visto no era el caso, ya que Splinter los interrogó con una mirada muy clara.
-¿Me quieren decir donde se habían metido¿Por qué no avisaron que llegarían tan tarde¿Y de donde salieron todas esas heridas?
Realmente odiaban cuando Splinter se ponía así. Era una expresión que intimidaba a cualquiera.
-¿Y bien¿Rafael?
Rafael buscaba las palabras, pero su mente se negaba a pensar. Sabía que estaba frito, de todos modos… Siguió con su estúpido silencio, mirando al suelo.
-¿Miguel Ángel?
Miguel agachó la cara y lo miró de reojo. Podía decir lo que había pasado, pero solía pasar que después de que él contaba su versión de los hechos a Splinter, acababan castigados un mes y todos furiosos con él. Resolvió no meter la pata y quedarse callado esta vez.
-¿Donatello?
Donatello daba vueltas al asunto mentalmente, tratando de encontrar una manera suave de contar la situación. Sin embargo, apenas iba a decir algo cuando sintió como si el suelo y el piso cambiaran bruscamente de lugares. Se puso súbitamente pálido. Se llevó la mano a la boca y salió corriendo con dirección al baño.
Splinter cambió la expresión mientras veía a su hijo huir. Simplemente no sabía que pensar. Volteó a ver a Leonardo suplicando una explicación.
Éste se aclaró la garganta. Se le habían ocurrido mil pretextos. Pero ya teniendo a su sensei enfrente se había vuelto muy difícil mentir. Así que solo soltó la larga explicación que venía planeando desde que estaban en prisión.
-…y lo peor de todo.- Agregó al final, más para burlarse de sí mismo que por la incipiente explicación que pudiera aportar -¡Es que fue esa misma chica la que nos delató con la policía del lugar!
Splinter acabó de escuchar el relato con el rostro oculto en la sombra. Ellos no sabían si esperar un grito, una alabanza o un castigo.
Pero lo que escucharon fue peor.
Una sonora carcajada de parte de su querido Sensei inundó la estancia.
No, si ese día ya habían sido la burla de todos.
-Vayan a cenar, después pueden irse a dormir. Voy…- soltó un suspiro, aplacando la risa -Voy a ver si Donatello está bien.
Miguel Ángel devoró todo lo que encontró en el refrigerador. Ni la peor de las crisis podría hacerlo olvidar su amor por la pizza. Luego fue a plantarse frente al televisor, aún botaneando algo. Leonardo y Rafael se sirvieron cosas ligeras y luego cada cual se fue por su lado, Raph a ver la TV con Mike y Leo… a reponer el entrenamiento que había dejado pendiente en la mañana.
El maestro Splinter encontró a Donatello aún inclinado sobre el excusado, con los ojos llorosos y una palidez mortal.
Se acercó a él y le puso una mano en el hombro.
-¿Estás bien, hijo?
-N-no… Creo que comí demasiado esta tarde…
-¿… Otro concurso de comida?
-…
-Se los he advertido por lo menos un millón de veces…
Don giró los ojos. ¿Cuántas veces había oído esa frase ese día?
-Ya está bien… ya entendí… ¬¬U
-¿Vas a cenar algo, hijo?
-Err… Creo que paso de eso por hoy, maestro…
-Como quieras.
Splinter salió del cuarto de baño y lo dejó solo. Don se incorporó y se mojó el rostro con agua helada, enjuagándose la boca para quitarse el horrible sabor.
Se miró al espejo -con esa cara nueva para él- ysintió algo de lástima. Era como si su propio reflejo le dijera "Te lo advirtieron".
Se encerró en su cuarto y no tardó mucho en quedarse dormido.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Rafael despertó por el ruido del teléfono. Antes de contestar, se miró un par de segundos en el espejo. Despues de todo no había sido un sueño, ni -menos que menos- un delirio alcohólico. Todo había sido real. Pero en el teléfono seguían insistiendo. Así que caminó al living malhumorado y levantó el auricular.
-¿Bueno…?
-¡Hola, Raph! Soy yo, Abril.
El chico tragó saliva. Creyó que le esperaban recriminaciones de todo tipo pero en vez de eso la oyó decir.
-Acabo de hablar con los jefes de la policía. Dicen que en una semana tienen que presentar sus credenciales de estudiantes o recibos de pago, por que la vagancia es un delito en esta ciudad y de lo contrario habrá problemas. Les inventé una buena mentira acerca de que son chicos sin hogar, que no tienen documentos y todo eso, pero aún así… Mañana mismo hablaré con un amigo mío… Es director de una escuela pública, creo que me ayudará a que los reciban como estudiantes interinos. ¡Pero a cambio tienen que prometer que no van a meterse en más líos!
-No te preocupes, aprendimos la lección.
Hubo un silencio al otro lado de la línea.
-¿Puedo confiar en ustedes?- dijo ella por fin.
-Miguel acabó con nuestra reserva de pizza, Donatello devolvió hasta lo que no había comido y sensei Splinter se rió como nunca en su vida. ¿Suficiente?
-¿Eh…? Está bien (nnU). Mañana te llamo para decirte lo que me dijeron en la escuela…
-OK…
-Salúdame a los chicos. Les aconsejo que se queden a descansar hoy en casa.
-No te preocupes, aunque creo que convencer a Mike será algo difícil… Chau, Abril. Y gracias por sacarnos de ahí.
-No es nada.
-Te pagaremos.
-¡En serio, no es nada, mientras los esperaba en el centro comercial entré a un sorteo y gané mil dólares!
Raph soltó la risa.
-De acuerdo, de todos modos gracias. Adiós.
Y colgó.
Miró el reloj de pared. Eran las once y treintaycinco minutos. Había dormido cuatro horas más de lo habitual, y aún sentía sueño¿Cómo era posible?
Donatello y Miguel Ángel estaban sentados en el sofá, recargados el uno en el otro con expresión adormilada y comiendo cereal 99 por ciento azucar directo de la caja.
Raph se sintió algo raro al verlos ahí. Era como estar frente a dos intrusos, no importando el hecho de que ya sabía quienes eran en realidad.
Sólo deseaba volver a la cama a seguir durmiendo, pero en eso vió a Leo salir del cuarto del maestro Splinter.
-¿Que pasó?- Le preguntó en cuanto lo tuvo cerca.
-Tuve que hablar con él... un tanto más profundamente sobre lo de ayer…
-¿Y?
-Quiere hablar contigo.
-Genial… Debe estar furioso¿Verdad?
-En realidad, parecía orgulloso de ti por demostrar que eres un guerrero con honor al defender a esa chica. Pero creo que quiere recordarte que la violencia es el último recurso de un ninja.
-Me gustaría saber que otra opción tenía en ese momento…
-A mi también.- suspiró Leonardo dándole una sonrisa de solidaridad.
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