Llegaba la mañana y con ella la mejor de las noticias, las lluvias habían cesado. Los magos expertos en el clima que recae sobre el reino dictaban el final de las torrenciales lluvias, todos sus cálculos indicaban eso. Todas y cada una de las personas ya podían transitar libremente por las calles sin temor a ser sorprendidos por una torrencial lluvia.

-Y... ¿Aún Finral no está libre? -preguntaba Asta a través de la llamada.

-Veras... El Rey no confía en el anuncio, según él no estará tranquilo hasta que pase 1 día entero sin llover, sinceramente es entendible ya que la última vez llovió por unas cuantas horas tiempo después de que los expertos dictaran el final de lluvia -el capitán de su orden respondía a través del intercomunicador.

-¿Está diciendo que el anuncio del ceso no es 100% confiable?

-Se podría decir que es confiable solamente en un 99% -comentaba Yami -de todos modos, pueden venir por su propia cuenta, no les tomará demasiado.

-Si, eso haremos capitán.

-¿Qué dice el capitán Yami? -preguntaba Noelle.

-Finral-senpai sigue retenido en palacio, tendremos que volver por nuestra propia cuenta -una gota se deslizaba por la sien del cenizo.

-Por cierto, ¿Y Mariella? -preguntó el ojiverde.

-Desayunó y salió temprano al bosque para recoger algunas plantas y leña, no debería tardar -respondía Domina.

-Seguro que no, además no hay nada que temer, ya se anunció el cesar de las lluvias -comentaba el pelirrojo.

-Bueno, hablando de eso...

[...]

Una joven pelinegra de capa del mismo color paseaba por los bosques cercanos, los delgados rayos del sol caían imperfectos al atravesar las disparejas ojas de los árboles, pero eran suficientes para iluminar el lugar.

Sus ojos eran la perfecta mezcla entre atentos y desinteresados, ellos se acoplaban a la manera en la que tu los veías, su cabello era desordenado, corto y amontonado, pero con un peinado que se juntaba armoniosamente con ella. Sus mejillas... Sus mejillas estaban rojas, emisoras de sus pensamientos pues aquella noche había vuelto a pasar.

Ella no eligió que su cuarto estuviese pegado al de su maestro y su esposa, ella esperaba volver a tener una noche tranquila al dormir esta vez con tres invitados, dos de ellos en su habitación. Pero la plateada había caído prisionera del cielo y Nero... Mariella esperaba más de Nero luego de encontrarla despierta pero al parecer se había dormido rápidamente así que solo estaba ella.

Era muy incómodo dormir junto a la cama de una pareja de esposos cuya única separación era una pared, el rubor en sus mejillas era por escuchar los sonidos que salían del cuarto de la pareja, en su mayoría inapropiados de escuchar. Mariella sabía que era eso y no podía ser ignorante de su curiosidad, curiosidad que no paraba de crecer cada vez que vivía una situación así y que tenía retenida forzosamente. Al final de cuentas, esa noche la tuvo un poco difícil para conciliar el sueño.

Ahora ella estaba buscando leña, había pedido salir para distraerse y vaciar la mente para luego volver renovada y el hecho de que la lluvia haya cesado la ayudaba. Llevaba ya un buen tiempo llenando el canasto de ambas cosas cuando una figura conocida apareció por detrás.

-Hola Mariella.

-Asta -volteó ella -¿Qué haces aquí?

-Fanzell-san me mandó para que te ayudase con esto, aunque la lluvia haya cesado hay probabilidades de que vuelva por una última vez.

-Ah, es por eso -volteaba para seguir con su paseo, ya tengo la canasta casi llena, no demoraremos mucho.

-Yo traje una extra para llevar más, no te preocupes, las recogeré de inmediato.

-Eh...

[...]

-No es tan fácil como parece, debes conocer bien el lugar, no todo crece en los lugares más obvios -reprendía ella.

-Si, ya me dí cuenta... Creo que será mejor regresar -decía algo desilucionado por no ser completamente útil.

Mariella se agachó ligera y discretamente para ver su rostro.

-Podemos estar un rato más, no nos llevará mucho -dijo ella a continuación.

-No lo sé...

-Vamos -se adelantaba la pelinegra.

Ellos se adentraban más en el bosque con los ojos vigilantes en dar con su objetivo.

-Y... ¿Dormiste bien anoche? -preguntaba el chico.

-¿Por que la pregunta?

-Solo decía ayer me dijiste que tenía problemas para dormir.

-Yo no dije eso, dije que muchas veces era la última en dormir.

-Ah, tienes razón.

-Pero respondiendo a tu pregunta, no, no dormí tan bien como debería -dijo ella entrecerrando los ojos.

-Ya veo, desprendías eso, ¿Y por qué? ¿Problemas de sueño?

-¿Recuerdas de lo que te platiqué ayer?

-Ah, creo... creo que sí -se rascaba la mejilla.

-Y sabes... No es que me impida dormir, simplemente podría cerrar los ojos y meterme bajo las sábanas pero... la curiosidad me lo impide.

-¿Ehhh?

-Que no puedo simplemente ignorarlo.

El ambiente se silenciaba.

-¿Y por qué te estoy contando esto? -continuaba ella.

-No lo sé -respondía el ojiverde.

-No importa, solo guardártelo para tí. Mira, recoge esos palos.

-Voy.

[...]

-Por cierto, ¿Tu alguna ves lo hiciste? -preguntaba ella de la nada.

-¿A que te refieres?

-Ayer me dijiste que lo entendías, no te hagas.

-Bueno... -pasuaba él.

-Ohh... No lo sabía... -cruzaba sus manos en el posterior -no te preocupes, no es nada malo como para que te avergüences, muchos caballeros mágicos van a esos sitios a estas edades.

-No me estoy avergonzado.

-¿Y cómo se siente?

-¿Qué como se siente?

-Ya sabes, al hacerlo -ella se paraba frente a él.

-¿Para qué quieres saberlo? -preguntó desviando un poco la mirada

Mariella se quedó viéndolo, se avergonzó y se giró también para seguir avanzando. Ella sabía el porque, era porque su mente necesitaba saciar esa curiosidad que no la dejaba de molestar.

-¿Se siente bien? -siguió preguntando.

Asta no podía responder por si mismo, ya que una chica era la que preguntaba, pero terminó asintiendo al recordar como sus anteriores veces todas ellas expresaban felicidad.

-Ya veo... -bajaba la cabeza la pelinegra de capa -última pregunta -respiró -¿Que relación tienes con Noelle y esa tal Nero?

Él no podía decir la relación complicada y extraña que tenían, porque tal como era la situación, decirlo era de igual forma: complicado y extraño. Por lo que se limitó a nombrar la relación más superficial que tenían sin profundizar mucho.

-Somos amigos y compañeros de orden -dijo de a secas.

-Como pensé.

-¿Por qué preguntaste eso? -decía él algo extrañado.

-Oye... -se giraba -¿Qué te parece si lo hacemos?

[...]

-Esos 2 demoran demasiado -decía Domina.

-Diría que no pero tienes razón, Mariella nunca se van tan lejos a buscar leña -continuaba Fanzell.

-¿Y si les pasó algo?

-Imposible, esta zona es llana, es casi imposible que sufras algún accidente, además ellos saben defenderse -calmaba el pelirojo.

-Quizá Mariella si, pero Asta es un tonto -Nero comentaba para después dar un sorbo a su taza de café.

-Hehehe, quizá -decía Fanzell.

-Nero-chan, tienes que ir a buscarlos, quizá se distrayeron mientras buscaban algunas cosas -dijo Domina un poco preocupada.

-¿Yo? -dijo con su típico tono la pequeña chica de ojos rojos.

-Sí, mandaría a Noelle pero está que rebusca herramientas mágicas de mi inventario y no quiero distraerla, será rápido, te guiaré.

Ella solo dejó el vaso en la mesa, movió un poco su cabello y siguió a la mujer de vestido lila.

Mientras caminaba por el bosque, tenía la mente en blanco, relajada y serena mirando la tonalidad marrón de los troncos y las disparejas hojas verdes que las acompañaban, paseaba no temerosa, porque se creía la noticia de el ceso de las lluvias y lo que anhelaba más era volver a la base para descansar de este largo y quizá no tan agusto viaje.

-¿Qué tan lejos fueron? -se preguntaba a voz baja mientras saltaba las gruesas raíces salientes de algunos árboles.

Paseaba por los pastos cubiertos en hojas marchitas de la estación otoño y por rocas pequeñas esparcidas por el lugar aún buscando al par de personas que estaban perdidas. Su mente tranquila de la nada pasaba a no estarlo al tener pequeños recuerdos de aquella noche, pero nada que perjudique su expresión de tranquilidad al surcar los obstáculos que formaba la frondosa naturaleza.

Solamente apresuraba levemente su paso a la vez que le rebotaban los cabellos.

[...]

-V-veo que... Ahhh... tienes la misma manía de desnudarte c-como el maestro Fanzell... -entre suspiros profundos, la ex-asesina del Reino Diamante decía.

-Tu no te quedas atrás -respondía el chico detrás ellas sujetándola de la cintura.

Él con sus firmes manos la tomaba de los muslos mientras la recostaba en su cuerpo, penetrando su entrepierna a un ritmo moderado, ocultos del calor del sol bajo las hojas de un árbol y apoyados en el tronco mientras gozaban el contacto de sus pieles.

Ella tenía el cuerpo tonificado y perfectamente repartido en sí, con una exageración en sus piernas y pechos que la hacían muy atractiva, el joven cenizo podía ver como tales pechos rebotaban aunque la tenía de espaldas y no hacían más que exitarlo.

Asta dejó sus muslos y por ende sus embestidas y fijó sus manos en los senos de Mariella. El ojiverde se posicionó bien para descansar bajo el árbol mientras la tenía a ella encima, él actuando como silla y sin sacar su miembro de su entrada. Suspiraba mientras masajeaba sus 2 espaciosos atributos mientras acomodaba su rostro en el espacio formado entre el hombro y cuello de la chica.

Ella gemía por la estimulación mientras retorcía sus manos entrelazándolas a los hombros de Asta quien no paraba de disfrutarla, aunque el miembro de su acompañante dejaba de moverse, seguía dentro y podía sentir suavemente sus palpitaciones. Sus mejillas se enrojecían a la par que de su boca salían los más obcenos ruidos que ella podía imaginar.

-Así que esto es lo que hacen ellos aquellas noches -pensaba para sí la de cabellos negro mientras sentía como su cuerpo era explorado.

-Asta... Ahhh... -gemía ella cuando el ojiverde retomó el acto sexual.

-Ahhh... Mariella... Eres tan... -suspiraba el chico.

-E-esto se siente muy bien... -jadeaba ella -¿Oye A-asta... Te estás sintiendo bien? Ahhh...

-Si, muy bien -decía el mientras sujetaba más fuerte sus muslos.

Él paró, sacó su pene de su vagina, y la puso de rodillas y brazos en el pasto.

-E-esta posición... -susurraba ella -E-esto es muy vergonzoso, más que todo en este lugar -decía ella sin desprenderse el carmesí de su cara.

Sus rodillas servían como pilares para ese esbelto trasero que se precenciaba, el cenizo lo tomó con ambas manos llegando a hundir sus dedos para mantenerlo seguro mientras se movía para acomodar su pene en los pliegues superficiales. Al contacto, ella lo sintió, soltó un fuerte gemido que fue cortado por ella misma apresuradamente y presionó sus labios mientras Asta entraba en ella para no soltar otro sonido erótico que pudiera avergonzarla.

El chico terminó de entrar por completo a la chica y sintió una calidez tremenda que de alguna manera lo apresaba mas a la lujuria que ya tenía en el momento, deslizó su miembro para sacarlo y nuevamente entrar con más, así por un buen rato.

-Ahhh... Duele un poco... -murmuraba Mariella con el afán de no ser escuchada.

-¿Duele? -preguntó el ojiverde sin apaciguar sus embestidas.

-Tu solo sigue ahh... Ah... -jadeaba ella.

La estimulación llevaba a decaer el hermoso cuerpo de la pelinegra al pasto mientras sus pechos pegados al verdor sentían el cosquilleo que le provocaban. Las manos en las que se apoyaba pasaron a cubrir su boca y de paso su rubor por miedo temor instintivo mientras de reojo miraba como su trasero elevado era sujetado y movido por el cenizo.

Asta disfrutaba cada roce de su miembro dentro de ella, lo volvía mas duro de lo que ya estaba al empezar y eso lo exitaba, paró de embestirla en esa posición la soltó, ella calló rendida de costado al pasto mientras transpiraba rápidamente. Enseguida, el muchacho se echó detrás de ella y levantó una de sus piernas para abrir su entrepierna nuevamente, ella se avergonzó más.

-Con cuidado -susurró ella mientras intentaba mirarlo -¡Ahhhh! -no pudo contenerse.

Las embestidas seguían mientras Asta deslizaba su mano libre para estimularla en los pezones y no dejar nada de su cuerpo descubierto. Ella lo siguió entrelazando sus brazos por el cuello del cenizo mientras retorcía su cuerpo en cada embestida fuerte que disfrutaba.

Algunos rayos del sol llegaban a iluminar sus cuerpos desnudos mientras que la calmada naturaleza hacia resaltar el húmedo, obceno y salvaje ruido del choque entre sus intimidades. El estar haciéndolo al aire libre y con la extremadamente gran posibilidad de ser vistos les avergonzaba a ambos, pero al estar en medio del acto no hacía más que exitarlos a gran escala.

-Asta... Asta... Entra más... Explora más de mí ahhh... -exclamaba Mariella quien claramente estaba presa de la lujuria, pues en un estado normal no diría tales palabras.

-Tienes un cuerpo tan hermoso Mariella... Simplemente no puedo cansarme de él -continuaba Asta, esta vez apretando su cintura y pegando su pecho a la espalda de ella y sentir su roce mientras seguía disfrutándola.

Tras unos minutos así, pararon por el ceso del cenizo quien se había cansado, reposaron unos segundos bajo la brisa del viento y rayos del sol hasta que Mariella se levantó.

-Es mi turno... -dijo con la cara roja y los ojos húmedos mientras se pocicionaba encima del tonificado chico.

Abría sus piernas y con sus dedos hacia lo mismo con su entrada para acomodar y encajarse al ojiverde.

Al principio lo miró y le dió miedo al ver lo gruesa y decentemente larga que era, casi no podía creer que ya había estado dentro de ella. Pero ese miedo se esfumó cuando de a poco descendía y sentía que estaba siendo llenada por dentro, claramente acompañados de gemidos de placer por parte de ambos.

Ella ponía sus manos en el tonificado pecho de Asta mientras levantaba su cadera para comenzar con el intercambio de placer, el ruido de sus cuerpos chocando se escuchaba más que de costumbre mientras los grandes pechos de la pelinegra rebotaban provocativamente.

Ella no podía evitar hacer una expresión vergonzosa en su rostro mientras se movía y el ser conciente de que el chico la miraba al estar debajo de ella la avergonzaba más. Asta disfrutaba los profundos movimientos de Mariella quien al estar encima de ella permitía que su miembro entrase mucho más.

-¿Te gusta? -decía la joven entre jadeos.

-Si, lo haces muy bien -contestaba el chico.

-Ahhh... Hacerlo se siente genial... Sabía que me estaba perdiendo de algo muy... Ahhh muy bueno... -ella no paraba de cabalgar y de retorcer su cuerpo al sentir una estimulación mayor.

-Se siente muy bien ahh... -continuaba el cenizo.

-A-Asta... Tu... Tu boca... -jadeaba ella mientras lo miraba fijamente.

-¿Eh? -decía Asta sudoroso y concentrado.

Ella paró por un momento y bajó su torso completo para pegarse a él y besarlo, sus pechos se presionaban tanto a él que pareciera que no cabían mientras que su boca ansiosa se hundía mas en los labios del chico.

-Si... Esto se siente aún mejor... -hablaba ella mientras se separaba para respirar.

-Mariella tu... -decia Asta -¿Está bien?

-Claro que si... ¿Acaso no se siente bien? -decía ella para para juntar sus bocas nuevamente.

Ambos se saboreaban mientras la brisa corría, el cenizo entrelazó sus manos en la chica para presionarla más contra sí y sentirla y la joven hacía lo mismo con su cabeza, sujetándola más para sentirla lo más cerca posible. El placer era inexplicable pues Asta sujetaba el trasero de la chica para seguir con el sexo mientras esta se encargaba del apasionado beso entre sus labios, estuvieron así por segundos y por que no decir minutos, ni siquiera ellos tenían noción del tiempo.

Cayeron sumisos del placer, se detuvieron a descansar aún en esa tan vergonzosa posición. Tras unos segundos Asta se paró y ordenó a Mariella sujetarse de él, la cogió de sus piernas y la llevó al árbol del cual recibían sombra. La apegó al frondoso tronco, y continúo con sus embestidas claramente con pocos deseos de parar.

-Ahhh... -jadeaba ella mientras su lengua exploraba la boca de Asta en ocaciones.

-¿Te gusta, verdad? -murmuraba el cenizo.

Solo duraron segundos en esa pose, pues encontraron comodidad en otra, el ojiverde la bajaba para que se sentase en la base del árbol, ella abría las piernas instintivamente y el solo continuaba hundido en el placer, pareciera que sus cuerpos se deseaban locamente pues no querían alejarse. Ella ya cansada reposaba su torso en el tronco mientras que con sus brazos se apoyaba, su rostro no soltaba esa expresión de placer. Él levantaba una de sus piernas con su brazo mientras que la otra la ponía sobre sus hombros para tener una mejor posición y seguir disfrutando de las embestidas que de a poco se volvían cada vez más suaves por el cansancio.

-Creo que voy a... Mariella voy a... -decía Asta entre jadeos.

-Yo también... Siento que ya no puedo hacerlo más... -continuaba ella entre gemidos.

[...]

Nero aún se encontraba paseando por el bosque entre árboles, no pasó por su cabeza el adoptar su otra forma y vigilar por los cielos porque sabía que sería imposible debido al lugar.

-¿Qué tan lejos deben ir para conseguir esas cosas? -pensaba mientras tenía la expresión facial que tanto la caracterizaba.

Llevaba un buen tiempo buscando y era normal aquel pregunta, sus rojizos ojos giraban de un lugar a otro sin notar ninguna señal.

Era extraño e inexplicable, pero por su cabeza jamás pasó la idea de estar buscando una indecente aventura, quizá por su tranquilidad, seguro por su ingenuidad. Eso, hasta que escuchó algunos ruidos por el lugar.

-¿Eh? -susurró.

Tales ruidos captaron inmediatamente su atención pues era lo único que escuchaba, ella se acercó e instintivamente su cuerpo comenzó a temblar, aún así, siguió avanzando.

Había llegado a una distancia necesaria para saber por completo que eran esos ruidos, no dijo nada, sus ojos hablaron por ella. Sus pisadas eran cada vez más lentas al acercarse al emisor, o mejor dicho, los emisores de tales ruidos.

Los sonidos ya eran tan audibles que resonaban en su cabeza, gritos de placer y golpes apasionados no paraba de escuchar. Ella se detuvo por un rato sin ninguna razón y luego siguió avanzando cruzando los gruesos árboles.

Bajó su mirada y no le sorprendió lo que vió, es más, se sentía satisfecha de haber acertado y a la vez extraña por la misma razón. Varias prendas de ropa botadas salvajemente por rededor, entre ellas un juego azúl de prendas masculinas y ropas negras y blancas de chica.

Continúo con sus pisadas mientras reconocía al 100% los jadeos de las personas que estaban detrás del árbol que tenía frente a ella, palabras como «¡Me corro!» por parte de un chico y una chica perdidos en su lujuria fueron a parar en sus oídos.

Asta había sacado su miembro antes de terminar dejando salir todo encima de la asesina pelinegra del Diamante pues se acordó de las consecuencias, ambos jadeaban y transpiraban cansados, sus cuerpos estaban algo sudados y a la vez frescos por la brisa del lugar.

-Ahhh... -una voz conocida y apagada vino del otro lado del árbol.

-Ne... Ne... -intentaba pronunciar Asta viéndola a los ojos.

Unos ojos profundos teñidos gran parte del más oscuro de los rojos plantados en ambos jóvenes, aunque Asta sentía que solo estaban viéndolo a él.

Mariella solo se sorprendió, no tenía fuerzas para cubrirse, incluso no tenía fuerzas para sentir vergüenza por lo que solo la miró confundida.

Unos segundos en silencio pasaron en ese estado los 3 hasta que la más pequeña de las chicas actuó.

Agarró al cenizo de la oreja mientras sellaba con magia sus dedos a ella para no soltarlo, posteriormente lo jalaba a donde ella se dirigía obligándolo a seguirla, casi arrastrándose pero lo hacía. Nero se detenía para tomar cada prenda del ojiverde mientras avanzaba y los cargaba en su otra mano, sus ojos no expresaban nada, pareciera que miraba al vacío y actuaba solo por instinto.

Llegaron a un arbusto, ella hizo un poco de fuerza y empujó suavemente a Asta dentro de él, posteriormente le tiró su ropa.

-Vístete -dijo con una voz apagada y casi inaudible a lo que el chico obedeció.

-¿Estaba interrumpiendo algo? -dijo susurrante mientas descansaba en el pasto.

-Eh... S-si...

-No era una pregunta sabes -sus palabras pesaban más como si un instinto asesino las guiara.

El chico salía del arbusto ya cambiado, ella seguía sentada mirando a quién sabe donde, sus pupilas habían desaparecido entre el matizado oscuro de sus ojos, Asta se sentó a lado de ella, él creía que era la mejor de las opciones.

-Lo estabas haciendo de nuevo, aún cuando la última vez que lo hiciste fue solo hace poco más de un día -decía ella apagada tras unos segundos.

-E-entonces lo sabías...

-Tuviste sexo con alguien mientras estaba a lado, sería una tonta si no lo descubriera -hablaba.

-S-supongo...

-¿Fuiste demasiado desconsiderado lo sabías? -sus pupilas seguían perdidas -no sabes lo incómodo que es estar despierta escuchándolos sin poder hacer nada más que fingir dormir.

-Para tu suerte tenía tanto sueño que pude dormir en medio de su diversión.

Él callaba.

-Pero la mañana siguiente cuando voltee a verlos estaban tirados desnudos, nisiquiera se preocuparon por vestirse al terminar -se levantaba un poco y pegaba su frente al del cenizo -dime Asta, ¿pensaste alguna vez en agradecerme?

El seguía callado, un poco nervioso.

-Fue incómodo, muy incómodo vestirlos, cada segundo pensaba en como lo habían hecho, fue, MUY INCÓMODO -alzaba ligeramente la voz.

-Aunque pienso que quizá debí haberlos dejado como estaban y fingir dormir hasta que alguien los encontrara, hubiera sido divertido -susurraba lo último.

-Gra-gracias por eso... -dijo el cenizo.

-Y ahora tenías sexo con ella, dime, ¿Te exita el peligro? -giraba su mirada.

-¿A-a que te refieres? -se echaba un poco para atrás.

-Me refiero a que lo estaban haciendo al aire libre, al parecer sin temor a que alguien que pasaba por el lugar los viera, ahora responde.

-N-no que yo sepa.

-Humm, okey -abrazaba sus piernas.

El ambiente se tornaba silencioso por unos segundos.

-Oye Asta -decía ella.

-¿Si?

-Mirame, siéntate frente mío -dijo al parecer con un tono de voz más normal.

-Ya está.

Frente a frente, arrodillados y sentados en el pasto con la brisa llegando a la par que el sol opacado por la sombra de un árbol, se encontraban ellos.

Nero alzaba una mano y la posicionada detrás de ella, suspiraba y con todas sus fuerzas golpeaba la mejilla del muchacho. Esté solo giró un poco su cabeza producto de lo bien entrenado que estaba, apenas sintió el golpe físico, pero mentiría si dijera lo mismo con el emocional.

-Eso se sintió bien, muy bien -decía ella tras ver su palma.

-¿Estás...?

-¿Enojada? No. Claro que no. Para nada. Después de todo no tengo que ver nada con todo esto -se ponía de pie -regresemos.

Caminaban uno detrás de la otra mientras se dirigían rumbo a... Nadie lo sabía, solo avanzaban. Era inoportuno ahora, pero la lluvia llegó. Reaccionaron de golpe y corrieron a una cueva cercana que se encontraba allí lo más rapido posible.

-Ah, son ustedes, estaba preocupada -Mariella se encontraba dentro -¿T-todo bien? -preguntaba después de ver a la pequeña chica de cuernitos.

-¿Por qué no habría de estarlo? -decía esta mirándola a los ojos.

-B-bueno por como actuaste... O-olvídalo -dijo la del Diamante -al parecer regresó la lluvia, no pensé que lo haría y no llevo el invento de Domina-sama.

-Espero que dure poco -esta cueva solo nos cubre de la lluvia, mas no del frío -comentó Asta.

Los 3 se sentaros en uno de los lados de la cueva, en las esquinas Asta y Mariella y en el centro por alguna razón, Nero.

-Achú -decía la ojiroja.

-¿Sientes frío? -preguntaba el cenizo.

-No.

-Si lo sientes, además la ropa que llevas no ayuda, deberías llevar algo más que ese vestido delgado de tiras -dijo Mariella.

-Cállate -susurró Nero.

-Ten, usa mi camisa -decía Asta cubriéndola de tal.

-También mi capa, puede no parecer pero abriga lo suficiente para esta situación -dijo la otra joven.

-Guárdenselas -dijo susurrando, inútilmente pues se las pusieron de todas formas.

Llovió por un rato, mientras tanto ellos se mantenían juntos en la cueva, callados pues los 3 sabían la incomodidad que llevaría hablar.

Al cesar la lluvia, Fanzell, Domina y Noelle llegaron corriendo buscándolos, se alegraron al encontrarlos para posteriormente almorzar en casa y preparar todo para el viaje del trío de jóvenes.

Les preguntaron, pero nadie quizo dar explicaciones de lo que pasó, o mejor dicho, si los dieron pero falsos, obviamente.

Al terminar de alistarse, los 3 partieron.