El entrenamiento continuaba en el Reino dueño del maná natural. Un poco más de una semana... O quizá 2, habían pasado, días llenos de riguroso entrenamiento para los magos que prestarían su poder para enfrentar a la gran amenaza creciente.

Una rutina se se había adueñado de Asta, una en la que mantenía relaciones íntimas con sus compañeras, más que todo con la de cabello negro, quizá por su atrevimiento. Él era conciente de lo poco moral que era, pero sinceramente le gustaba, y no parecían tener problemas más allá que algunos malentendidos pequeños. Llegar del entrenamiento y relajarse besando los labios de la ojiroja mientras apretaba contra sí su cuerpo desnudo, pasar la noche en el cuarto de Mimosa el fin de semana, teniendo sexo desenfrenado hasta la salida del sol y recibir visitas de la peliplateada para posteriormente tener una noche de placer en la que al final caían rendidos y acurrucados, se había vuelto algo casi habitual para él, algo casi diario.

Ya finalizaba la segunda semana, está vez habían salido más temprano lo cual muchos aprovechaban para pasear por el Reino o hacer compras de gusto, Asta las aprovechaba para descansar, o bueno, eso sí no sucedía lo de siempre...

Reposando en la orilla de su cama, escuchó el tocar de su puerta que sentenciaba el destino de su noche. Abrió y vió a Mimosa, ella llevaba su ropa habitual.

-Que tal, Asta-san -ella saludaba -está vez si no te molesta... Podemos hacerlo aquí, en tu cuarto... -insinuaba ella.

Él por supuesto aceptó. Ella entró y apagaron las luces siendo iluminados únicamente por la luz de la luna. Se quitaron sus ropas de a poco mientras acariciaban sus cuerpos, ella lo tiraba a la cama y prontamente elevaba y abría sus piernas para acomodarse y comenzar con su noche de placer. El resto solo lo conocen ellos.

[...]

[...]

-Asta -alguien tocaba la puerta -Astaaa... -elevaba su voz la madrugadora jovencita de vestido negro.

-Voy a entrar -dijo finalmente al no recibir respuesta.

-Ne-Nero-san -la recibía la Vermillion con una expresión algo boba y avergonzada mientras sostenía una manta para cubrirse -no debes entrar así a habitaciones que no sean la tuya.

-Esta no es tu habitación -respondía ella, seria, comprendiendo el ambiente.

-A-a lo que me refiero...

-¿Y Asta? -conversaba cortante, y serena en mirada.

-Aún está dormido, quizá se levante pronto -dijo Mimosa volteando su rostro y viendo al cenizo al lado suyo.

-Bien... Cuando despierte dile que vine a buscarlo -dijo sería y con una mirada que forzaba desinterés.

-¡E-Espera! -exclamó la Vermillion causando el voltear de la joven -¿Me podrías pasar mi ropa?

[...]

-Ah... ¿Dónde fue a parar mi suéter...? Murmuraba la joven aún postrada en cama.

-Ah... Deberías buscarlo por ti mis...

-Debo ser más cuidadosa al momento de quitarme la...

-Paremos con esto -dijo Nero seria -cuando despierte le avisas que vine y... Vístete rápido -dijo a voz de orden e indifetencia para después salir.

[...]

Él caminaba por el pasillo, al despertar había visto a su acompañante, cariñosa y con intenciones secundarias que lo llevaron a juguetear un rato con ella. Al terminar, le dijo que Nero había venido a buscarlo hace un rato, solo escuchar eso causó un malestar en él. Mimosa se veía tan normal diciendo eso, bueno, después de todo ella no era la que se llevaba los regaños y las expresiones de desprecio y desaprobación por parte de la pelinegra.

No le dió tiempo el voltear la esquina, pues en un movimiento fue atacado por la joven de mirada rojiza y acorralando contra la pared. Ella lo veía fijamente con esos ojos apagados que la caracterizaban y su brazo derecho cubría una de sus posibles salidas.

-Buenos días, Nero... -saludó él, algo nervioso.

-¿Te la pasaste bien anoche? -preguntó ella sin apartar su mirada, causando una reacción en Asta.

-N-no se a qué te refieres -se escudó él mientras intentaba desconectar miradas.

-Me impresiona como haces todo lo posible para negar los hechos -dijo ella liberándolo -ya, poco me importa en este punto para ser sinceros.

-A mi me sorprende que siempre preguntes obviedades -dijo Asta.

-Si, quizá ya sea una costumbre... -murmuró.

-Mimosa me dijo que tenías algo que decirme.

-Ah, si -salió de su trance -Loropechika-sama nos dijo que hoy nos llevaría a Noelle y a mí a un lugar nuevo a entrenar, también que nos tomaría tiempo.

-Ah, eso es increíble, ¿Dónde queda? -preguntó el chico curioso.

-No lo sé, el punto es que regresaremos más tarde que todos...

-E-entiendo...

...

...

-Mimosa y tú se quedarán solos buena parte de la tarde, no hagan una locura por favor.

-Hablas como si fueras la más madura aquí -dijo Asta con un leve tono bromista.

-Soy la más madura de los 4, y también soy la que sabe de lo que son capaces ustedes 2 -dijo seria.

-Nosotros entrenaremos con nuestros respectivos guardianes, estaremos igual que ustedes -dijo Asta.

-Espero que así sea -suspiró -bueno, ya es hora que parta, Noelle y la reina deben estar esperando... -decía Nero mientras volteaba.

-Bien.

-Ah y Asta... Si pasa algo simplemente no me lo hagas saber -miró de reojo y continúo alejándose.

Como todos los días, los Caballeros del trébol se reunían en la capilla cercana al palacio para después partir a su propio terreno de entrenamiento respectivo, Gadjah, mano derecha de la Reina, tomó su lugar dando las indicaciones del día puesto a que ella se encontraba en un entrenamiento alejado con sus 2 aprendices. Sereno y directo, terminó con lo que tenía que decir y despacho a todos.

Mimosa escuchó atenta y sorprendida el hecho de la ausencia que tendría la reina junto a Noelle y Nero, «Eso debe ser lo que Nero-san quizo decirle a Asta...» pensaba, «Probablemente él y yo tengamos algo de tiempo libre...» susurraba con su voz interna mientras lo veía con reojo.

-Hey, señorita, es hora de partir -la voz de una mujer la sacó de su pequeño mundo, era la guardiana de la tierra, su tutora.

-Entendido -respondíó ella -perdón por estar distraída.

-Asta -un hombre llamaba.

-Si, Gaja-san -respondía atento el cenizo.

-Comenzemos con nuestro entrenamiento -suspiró -está vez seremos solo nosotros 2, Luck se fue por ahí, de seguro probará entrenar un tiempo con cada guardián.

-¿Eso se puede hacer?

-No, pero por más que intentemos controlarlo, simplemente no se puede -suspiró -Hoy seguiremos entrenando tu asimilasión -comentó el guardián.

Asta boztesaba.

-No pensé que 2 días de descanso fuesen suficientes después del entrenamiento de la vez pasada, tienes muy buena resistencia -comentó.

-Gracias.

-¿Tienes una rutina especial? -preguntó.

-Ah... No especialmente.

-Lo que sea que hagas, no pares, tu gran aguante facilita mucho los avances -dijo sereno.

-Intentaré no hacerlo -respondía Asta, mientras una gota bajaba de su sien.

Ellos también partían a su destino.

Cada caballero mágico entrenaba con su tutor, así pasando el tiempo del día hasta llegar a la tarde, dónde algunos guardianes comenzaban a dejar ir a sus aprendices.

Asta, uno de ellos, sobrevolaba por el Reino después de salir de su entrenamiento, quería explorar un poco más el lugar ya que desde que llegó, su tiempo de vió ocupado en entrenar y hacer... Cosas. Quería aprovechar su soledad.

Contadas eran las praderas libres de árboles del Reino, gran parte del lugar tenía su aspecto boscoso, pero agradable de visitar, aguas cristalinas y ciudadanos trabajadores.

El cenizo, al notar que se alejaba lo suficiente, decidió bajar. El lugar era verde en su totalidad, plantas, pasto y árboles perfectamente separados para permitir la iluminación natural y acompañados de pájaros que daban vida. El cenizo estaba sorprendido de lo común que era esto en el Reino Corazón.

Tras caminar por unos pocos minutos, notó una suave voz que se le hacía familiar, aquella provenía de un lago. Parecía conversar con alguien, pero al verla bien, notó que estaba sola y de espaldas, destacando su cabello rosa pálido y su vestido de color casi similar.

-Eh, ¿Fana? -dijo Asta saliendo de los arbustos sin tacto alguno.

-¿Eh? ¿¡Asta!? -sobresaltó la muchacha -¿Que haces aquí?

-Digo lo mismo.

-¿T-tu eres uno de los magos que vinieron a entrenar a este reino? -preguntaba ella.

-Si, llegué hace unos días, ¿Tu que haces aquí?

-Patry nos trajo aquí después de sentir un aura familiar en alguna parte de este bosque, pero hasta ahora no logra hallarla -explicó.

-¿Dónde está él?

-Lejos de aquí, buscando y buscando. Yo vine aquí para relajarme y explorar el lugar -respondíó la joven -no pensaba encontrarte aquí, más aún en un lugar tan alejado.

-Vengo de entrenar, también quería explorar el lugar.

-Es muy bonito, a comparación del Trébol -susurraba ella.

-Si...

Ella miraba el paisaje mientras que en ocaciones puntuales, de reojo, miraba al cenizo. Levantando sus cejas símbolo de su interés, y algo avergonzada al recordar el sinsentido de sus palabras cuando se encontró con Asta en el festival. Su atracción por él era confusa, recayendo más que todo en la figura heróica que tenía de él cuando la rescató en el bosque de las brujas. Era cierto que no intentaba salvarla a ella, y que también participó otro chico pero... Detalles. Las memorias que tenía era lo que importaban.

-Oye Asta, te parece si...

Ella quería pasar tiempo con él, Asta era un buen chico y quería conocerlo mejor para tener sus sentimientos claros, y moverse al siguiente paso.

-Asta-saaaaaan -una voz proveniente de lejos la interrumpía y la hacía sobresaltar al igual que al cenizo.

-Ah, parece que alguien te busca, será mejor que me vaya -se levantaba algo nerviosa acomodando su vestido -oye, quizá nos podamos ver algún que otro día -dijo ella.

-Por supuesto -respondió Asta algo desconcertado.

Era la segunda... Tercera vez que veía a Fana, y todavía era difícil entender a lo que se refería. Aunque el en el fondo y con toda la experiencia ganada, sentía que se aproximaba un problema más con el que lidiar.

-Ah, Asta-san... -decía alegre una muchacha de ambarinos cabellos -pensé que no te encontraría.

-Mimosa... -Asta la veía.

-La guardiana de tierra y yo entrenamos cerca de este lugar, hace poco creí haberte visto volar hacia aqui, así que una vez acabado mi entrenamiento decidí comprobarlo, y resulta que sí estás aquí -sonreía.

-Vine a conocer el lugar, mi entrenamiento acabó temprano -dijo.

-Eh... Que conveniente -se sonrojaba -no sabría que hacer si estabas ocupado, especialmente hoy... -susurraba ella.

-Justo estaba por volver, creo que no deberíamos estar en estos lugares sin comunicarle a alguien -decía Asta.

-Iré contigo -sonreía Mimosa.

[...]

-Por cierto, ¿Qué te dijo Nero-san? -preguntó ella intentando reabrir la conversación.

-Ah... Nero... -el ojiverde desviaba su mirada nerviosa -simplemente me dijo que estaría con Noelle y la reina en un entrenamiento especial y no llegarían hasta probablemente muy tarde.

-¿Entonces tenemos toda la tarde para nosotros? -preguntó Mimosa algo sorprendida.

-Al parecer si, probablemente vaya a entre...

-¡Tengamos una cita!

Se posicionó frente a él, le tomó las manos y con una mirada convincente a sus ojos, dijo tales palabras. La mirada de Asta reflejaba la sorpresa que se había llevado, y es que hasta ahora una cita era una novedad para él. Pero cuando lo pensó por un momento, la salida a misiones que tuvo con Noelle y Nero, la noche en el festival y el viaje a la posada con aguas termales con las 3, se acercaba mucho al concepto de cita.

Fueron con dichas palabras, que comenzó su paseo.

Sujetados de las manos y a paso ligero, comenzaron visitando las calles de la ciudad más cercana. Las personas a su alrededor solo veían una pareja que se quería mucho, por su contacto físico y la comodidad de sus rostros.

Las horas pasaban volando para ellos, y tras visitas a los centros turísticos más conocidos de la zona y la prueba de los manjares más exquisito que se podían permitir, terminaron sentados en una roca viendo el ya notorio atardecer en dirección al cristalino mar.

-Me divertí bastante -decía Mimosa con una voz de complacencia y algo de cansancio mientras apoyaba su cabeza en el hombro del cenizo.

-Yo también -suspiraba -Creo que es hora de volver... Las chicas deben estar por regresar, si es que no lo hicieron ya, además se hace tarde.

-A-Asta-san... -susurraba Mimosa -hay un lugar que descubrí por ahí, podríamos ir a visitarlo... -dijo con una voz algo seductora.

-Claro -contestó el cenizo indiferente.

Ella lo llevó volando en su escoba mientras el sol de a poco retiraba su luz de la ciudad.

Tras imponentes plantas y árboles que cubrían toda vista, un pozo de agua caliente y estancada rodeado de rocas era el destino de la pareja de jóvenes.

-¿No es genial? Lo encontré hace algunos días mientras revisaba el lugar -dijo alegre Mimosa -supongo que debes estar algo cansado, podemos repetir lo de las aguas termales, sin la interrupción de Nero-san o Noelle-san, solo nosotros 2... -susurraba ella.

Asta suspiró, era tarde, pero nada le impedía aceptar la oferta de la linda joven a su costado. Además ella estaba en lo cierto, una mañana llena de entrenamiento y una tarde de pura actividad lo habían cansado, y al verla, supo que ella se encontraba en el mismo estado.

-Esto... Mimosa... -dijo notando la cercanía de la chica.

-¿Si?

-Supongo que podemos...

-¡Genial! Quítate la ropa, no tenemos cambio así que será mejor no mojarla -dijo ella, sin ser conciente de las palabras que había dicho.

Ambos sabían a lo que llevarían estos actos, pero por el placer, se dejaron llevar. Ella se encontraba detrás de él, apegando sus grandes pechos contra su espalda mientras el joven yacía sentado sobre una roca remojando las piernas en el agua. No llevaban ninguna toalla encima, estaban completamente desnudos pero no sé avergonzaba demaciado, después de todo ya se habían visto muchas veces.

Su corazón latía de manera muy rápida, el contacto de piel con la persona que amaba era suficiente para hacer de su pecho, un completo caos. Por otra parte, él sentía lo mismo, sumado a cosquillas y placer por los abrazos de la joven y su veloz respirar en su cuello.

-Mimosa -él giraba con el objetivo de hacer el primer movimiento.

Pero de forma rápida, ella se avalanzó sobre él, empujándolo gran parte de su cuerpo al agua y cayendo ella encima.

-Asta-san... Yo... -ella le miraba a los ojos.

El cenizo repetía y acercaba sus labios lentamente a los suyos que pasaron a ser rápidos al momento de estar a nada de distancia. Los pechos de Mimosa se movían en el torso del cenizo mientras él sujetaba sus mejillas para no dejar que su boca se despegue del de ella.

-Eso se sintió bien -dijo ella al separarse para tomar aire.

Sin darse cuenta, ya habían comenzado su más habitual rutina, una en la que hasta ahora, no lograban tener la voluntad de contenerla.

Jugueteando con el agua mientas se comían a besos y se abrazaban era su pequeño juego hasta sentir que querían algo más.

-No hago esto desde la primera vez... -pensaba Mimosa mientras bajaba su cabeza a la entrepierna de Asta para hundir su miembro hasta lo profundo de su boca.

El cenizo se ruborizada mientras recordaba lo bien que se sentía esa sensación, sujetaba a la pelinaranja de su cabeza para guiarla y en ocaciones profundizar más.

Ella hacía uso de sus pechos para envolver la parte del cenizo, dándole una sensación de suavidad y comodidad que se notaba en su rápida respiración y mirada perdida hacía Mimosa.

-¿Te gusta? -preguntaba ella jadeante mientras seguía con lo suyo.

-Demasiado -Asta se sinceraba.

-Puedo hacer estas cosas contigo por qué estamos solos, me da algo de vergüenza hacerlo cuando lo hacemos entre todos...

-Ahhh... Se siente... Genial... Creo que... -gemía él -voy a acabar...

Tal y como lo dijo, un gran chorro de espeso líquido salió bañando a la joven de la cintura para arriba.

-Tu... -no completaba la frase -¿Asta-san? -dijo al notar el acercamiento del muchacho.

-Kya... -gritó ella al ser empujada hacia atrás -A-Asta-san... Ahí... Ahí nhhh... Ahhhh -se hundía en el placer.

Los dedos del habilidoso joven, exploraban la entrada de la señorita, estimulando su interior y provocándole gemidos en respuesta, gemidos que no hacían nada más que excitar más al jóven.

Ella estaba lista, su entrada húmeda y visible ansiaba algo que Asta le daría.

Ella abría las piernas, perdida en su mente, mientras con ojos húmedos y seductores conectaba miradas, su boca cansada y sin mucho que decir, soltaba palabras que jamás pensó decir.

-Fo...lla...me... De una... Vez... -dijo con el tono suficiente para ser escuchada.

Después de todo, ella era la más estudiada en esta clase de temas.

Él la penetraba, lo hacía tan profundo que la gemidos de Mimosa repasaban cada vez más los anteriores, su suave, proporcionada y blanca piel eran cadenas de placer que te envolvían una vez las probaste, y Asta, era testigo de ello.

-Ahhh... Ahhh... Hazlo más... Más... -ella gemía mientras él seguía entrando en ella preso de la lujuria.

En ocaciones, callaba esos gemidos con un besos profundo en los labios que a su vez, acababa rápidamente para probar sus pechos y pezones. Sus partes íntimas se humedecían al mezclar sus líquidos obcenos en su acto y el calor que se proporcionaban era aumentado por el de las calientes aguas sobre las cuales tenían sexo.

Las manos del cenizo posaban en las caderas de la joven, llevándola a una nueva posición, está vez Asta sería el que estuviera abajo y Mimosa la de arriba. Ella lo entendió y tras una sonrisa boba, comenzó a mover sus caderas apoyándo sus manos sobre el formado abdomen del cenizo.

-Sigue... sigue... Se siente muy bien... El sexo se siente muy bien... -jadeaba ella mientras parecía perder completamente la cordura.

-Si, se siente genial, más aún con alguien tan hermosa como tu... -Asta decía.

-Asta-san... -se exitaba ella -besa...

Era interrumpida pues, tras entrelazar sus brazos por sus caderas, Asta la bajaba consigo para besarla con infinita intensidad e impudor.

Se mantuvieron así por un buen tiempo, reluciendo la resistencia que tenía cada uno al ser un caballero mágico y volviendo de sus cuerpos cada vez más un desastre. Probaron distintas poses mientras su estadía en su pequeño paraíso acuático de placer sexual duraba, y cada posición era más placentera que la otra.

Su vergüenza se había esfumado ya hace tiempo, y sus bocas no tenían la capacidad de nada más aparte que gemir, sus mentes se emblanquecian, sintiendo en muchas ocaciones, la perdida de sus fuerzas y ganas de desmayarse.

-Mimosa... -Asta decía mientas que con las pocas fuerzas que aún le quedaban, cargaba a la chica y la apoyaba cerca de un risco.

Él levantaba una de sus piernas para ver por completo su entrada y así acomodar su miembro una vez más en ella, ella miraba de reojo con los ojos humedecidos por el placer y mejillas rojas a más no poder para luego sentir el miembro del cenizo nuevamente dentro suyo.

Los grandes pechos de Mimosa rebotaban mientras era penetrada y sus semiondulados cabellos cosquilleaban su rostro causándole una molestia, veía de reojo como Asta disfrutaba causándole una sonrisa entre tantos gemidos obcenos que soltaba.

Pasando el tiempo cambiaron de posición, ella sentándose frente a él entrelazando sus brazos y apoyando todo el peso de su cuerpo en el cenizo mientras lo besaba, era una etapa de relajación tras tantos movimientos bruscos, pues solo se limitaban a menearse ligeramente a un mismo ritmo. Tras eso nuevamente entraron en acción, apoyando a Mimosa a un risco nuevamente siendo suejtada del trasero por Asta quien se encargaba del resto.

Tras unos buenos minutos, acabaron. Se miraron a los ojos y sonrieron tontamente mientras caían rendidos por un tiempo. Sus fuerzas apenas habían regresado pero sabían que tenían que ir a los dormitorios, o los demás sospecharían de ellos.

-La ropa está toda mojada... Te moviste tan fuerte que hiciste que el agua llegase hasta ahí -decía Mimosa con una voz cansada, casi inaudible.

-Perdón... -decía Asta -ahora estamos en un problema, si no llegamos pronto...

-¿Cuál es el problema? Ellas ya deben intuir que estamos juntos, y que estuvimos haciendo... -comentaba Mimosa mientras se echaba a reposar un una roca.

-Ahhh... Tienes razón -dijo Asta -Aún así es de noche. No tenemos donde dormir.

-Aquí hace mucho calor, si nos abrazamos... Creo que tendremos suficiente para no pasar frío, además, solo yo conozco este sitio -dijo ella indiferente.

[...]

Al día siguiente se vistieron, y salieron lo más rápido posible a sus cuartos, contando con la suerte de no tener a la típica chica que los sorprendía en estás situaciones.