Detective Conan es propiedad intelectual de Gosho Aoyama y de todos sus distribuidores. Este fanfic no está hecho con ánimos de lucro, por eso no me considero violadora de ninguna ley.
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"Ran paró de gritar. Tenía la vista perdida. Había tenido un mal presentimiento, tan o igual de parecido al que tuvo cuando vio desaparecer a Shinichi por aquél callejón en el parque de atracciones, hacía tanto tiempo. Supo que algo no iba bien. Tenía miedo de girarse y de quedarse quieta. Oyó unas pesadas pisadas resonar en el agua de un charco cercano. Ran no aguantó y se giró. Allí, delante suyo, había dos hombres altos y esbeltos, tapados con un extraño gorro y unas gafas de sol, todo negro…
La cabeza de Ran recordó ese fatídico día. Antes que Shinichi desapareciese, también tuvo un mal presentimiento respecto a esos dos extraños hombres vestidos de negro. Si bien esos de ahora no eran los mismos, iban vestidos igual. Entonces, antes que pudiese continuar pensando, el primer hombre hizo una sonrisa y alzó la mano hasta la altura del pecho, empuñando fuertemente, para disgusto de Ran, una pistola."
"The case of the mistery aptx 4869"
A Great Detective of Love Fanfic
Archivo II: Acorralado
Poco a poco, la llovizna fue transformándose en una pesada, fría y húmeda lluvia. En esa fría estación del año era muy corriente, mas aún nadie se acababa de acostumbrar a ella. Y si la habías de sufrir mientras a la vez corrías lo más rápido que tus piernas permitían, peor.
Conan, Ai y el doctor Agasa llevaban casi veinte minutos corriendo. Nunca tenían la certeza de estar lo suficientemente alejados de la mansión Kudo como para estar a salvo. Nadie les podía asegurar que en un abrir y cerrar de ojos tuviesen delante suyo un coche negro brillante, y que de él saliesen dos hombres con pistolas, obviamente vestidos de negro.
Pero el cansancio les pudo, y entraron en un pequeño café que había abierto. Allí se fueron al baño a secarse y luego tomaron una infusión bien caliente, mientras cada uno pensaba en sus problemas. El doctor Agasa fue el primero en hablar – Y ahora qué.
Conan y Ai se miraron con preocupación. Era la misma pregunta que se habían formulado durante toda la huída. ¿Dónde ir ahora? La mansión Kudo era ahora insegura, y no podrían ir. Es más, hasta que todos los miembros de la organización estuviesen a la cárcel, no podrían volver. Ahora sabían que estaban en lo cierto, esa casa ahora mismo ya estaría rastreada por la organización y vigilada permanentemente.
-No podemos descargar la información de Ai que, por cierto, hay que volver a bajar desde el principio, ya que incluso si nos conectamos en un Ciber Café, la organización nos encontraría –dijo el doctor Agasa, mirando a través del cristal la mojada calle, observando la carretera por si se acercaba algún coche negro lustroso.
-No podemos descargarla a no ser que queramos correr un riesgo muy grande – sentenció la chica – y encima no tenemos dónde ir.
-Tal vez a vosotros os dejarían quedar en casa de vuestros amigos – dijo el doctor Agasa. Conan negó rápidamente.
-Nos harían demasiadas preguntas. Además, existe la posibilidad de que ahora mismo ellos sepan quiénes somos, lo más razonable es que irán en busca de los que estaban más próximos a nosotros. Ahora no podemos relacionarnos con nadie. Les pondríamos en peligro – Conan suspiró - Estamos acorralados.
Nadie dijo nada durante un largo tiempo. Cada uno estaba inmerso en sus propios pensamientos, intentando buscar alguna solución. Conan odiaba sentirse así, sin saber qué hacer. Él, el tan famoso detective, no sabía qué hacer en una situación límite. Siempre se pavoneó de que era el mejor, de que podía solucionar todos los casos. Parecía que su larga espera ahora empezaba a dar sus frutos, ahora empezaba el juego contra la organización. Él creyó durante todo este largo tiempo que estaría suficientemente preparado como para darles la cara, pero dado el momento, a la hora de la verdad, no sabían qué hacer. Se criticó a sí mismo por no haber pensado en un plan alternativo antes.
Ai alzó la cabeza, mirando a Conan con duda.
-Tal vez el detec…
-Kogoro no nos puede ayudar – dijo Conan rápidamente – Él es detective y por muy idiota que sea no se dejará engañar por cualquier excusa que les demos. Que quede una cosa clara: no pienso recurrir a la policía – dijo él en tono serio. Ai lo miró con preocupación y el doctor resopló.
-¿Y qué pretendes que hagamos, Shinichi? ¿Que nos afrontemos a toda la enorme organización armada nosotros tres? ¿Dos niños y un abuelo?
Ai se puso en medio de los dos -El doctor tiene razón, Kudo. Es hora de que empieces a tragarte ese orgullo que puede costarnos la vida a todos.
Conan escuchó las palabras de Ai y miró hacia la ventana. Sabía que tenían razón. Aún así, desde el principio de todo, archivó ese caso como 'suyo'. Incluso cuando su padre le quiso prestar su ayuda, él se la negó. Pero ahora no tenían escapatoria. Lo más razonable era ir a casa del detective Mouri. Él era un detective privado y nunca estuvo directamente relacionado con él, por lo que su riesgo disminuiría. Pero eso implicaría dar muchas explicaciones. Y para que él los ayudase realmente con información o servicios policiales, necesitaba saber toda la verdad del asunto. Y eso implicaba contarle sus secretos. Pero entonces Ran lo sabría…
-Shinichi –dijo el profesor Agasa – Vamos a casa del padre de Ran. Comprendo cómo te sientes –dijo él mirándolo. Conan bajó la cabeza. El doctor Agasa siempre supo lo que realmente sentían él y Ran, uno respecto del otro. Y ahora él entendía perfectamente cómo se sentía. Sabía que si iban allí, la verdad quedaría al descubierto, y Ran inevitablemente lo sabría. El doctor lo miró con tristeza – pero no hay alternativa.
Conan no dijo nada y asintió lentamente. El doctor pidió prestado un paraguas del café y los tres salieron. Antes de nada, se dirigieron a una tienda de disfraces. La organización estaba cerca y había que ser precavido. Así que de esa tienda, al cabo de diez minutos, salieron una anciana mujer, gordita, con un pintalabios carmín intenso y un singular vestido largo de flores, una niña rubia con trencitas algas y unas gafas de culo de botella, vestida de una manera un tanto extravagante, junto a otra niña, de largos cabellos ondulados marrones, con unas lentillas que habían transformado sus azules ojos en marrones. Los tres se miraron, algo avergonzados, y rezando para que nadie les reconociese, salieron de la tienda en dirección a casa del detective privado.
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Kogoro Mouri estaba tumbado al sofá, escuchando el concierto de Yoko Okino que echaban por televisión en directo. Mientras no paraba de gritar y animarla, oyó el ruido del timbre. Al ver que no paraban de insistir, a regañadientes cerró la televisión y lo recogió todo, mientras susurraba para si mismo dónde se metía Ran cuando uno la necesitaba. Kogoro abrió la puerta. Miró uno a uno a los tres individuos, y algo dudoso dijo – El salón de belleza está doblando la esquina.
Una gotita de sudor recorrió las nucas de los tres. Uno a uno, se fueron quitando el maquillaje, las pelucas, las lentes y la extraña ropa. Kogoro se los miró sorprendido, pero poco a poco empezó a sonreír - ¿Se puede saber qué hacéis con esas pintas? – dijo él a punto de morir a causa de la extenuación de las risas.
Conan suspiró y lo miró malhumorado – Ahora se lo explicamos.
Todos se sentaron a los sillones. El doctor fue a preparar algo de te para todos. Cuando estuvieron todos sentados, Conan empezó su largo relato.
-Señor Mouri, ¿ha oído hablar sobre una extraña organización japonesa que se dedica a la creación de drogas y extrañas armas?
Kogoro arqueó las cejas – Pues no.
-Eso es normal porque nadie ha oído hablar –dijo Conan - Pero existe. Esa organización crea armas y drogas para matar a gente inocente. Es una mafia, para que nos entendamos.
Kogoro los miró a los tres con cara pasmada – Espera un momento, niño. ¿De qué me estás hablando? Ya es muy tarde, y tú y tu amiguita tendríais que estar a la cama. Doctor Agasa, tengo sueño. Y el concierto de Yoko aún no ha terminado, así que…
-Con todo mi respecto, Kogoro, pero creo que debería escuchar lo que tienen que decirle – dijo Agasa, mirándolo con preocupación.
Los que saben la verdad sobre Conan y Shinichi opinan que Kogoro Mouri, su fama de la cual no es más que la de Shinichi, es un completo idiota. No descubriría al asesino ni aunque lo tuviese enfrente. Pero él, al fin y al cabo, sirvió a la policía de Tokio, y aunque le echasen, siempre tuvo algún que otro poder deductivo. Kogoro Mouri se olía algo. Esos tres tenían hoy una pinta algo extraña. No parecían los dos alegres niños y el loco profesor. Tenían una pinta adulta… Así pues, el detective resopló y los miró con desgana - Está bien… continúa… ¡pero te doy diez minutos! ¡El concierto está a punto de terminar!
Conan suspiró "Algo es algo…"
-Retomando la conversación – dijo él – esta Organización se dedica a hacer chantaje, a matar, a ser contratados como asesinos a sueldo… todos los trabajos oscuros que usted se pueda imaginar. Una de estas drogas que fabrica es la misteriosa aptx 4869. Dicha droga tiene unos efectos mortales en los humanos, pero su creadora – Conan miró de reojo a Ai – dijo que algo extraño ocurrió en una de sus pruebas con ratones. Un ratón, después de ingerirla, rejuveneció impresionantemente, en otras palabras, esta droga tiene el poder de convertir a una persona adulta en un crío. ¿Me sigue?
Conan se percató de que Kogoro Mouri lo miraba con el ceño fruncido, luego de dirigió hacia el doctor – Mi hija le dijo que no más películas para mayores de trece años.
-Kogoro, esto no es una broma. Me pongo en su piel y entiendo que esto sea difícil, pero es cierto. Nosotros… necesitamos cobijo. Le queríamos preguntar si nos podríamos quedar aquí un par de días hasta encontrar algún sitio mejor.
-Pero si tú ya vives aquí, Conan… -dijo Kogoro, cansado de la farsa.
-Ya, pero Ai y el doctor también tendrían que quedarse.
-¿Y eso por qué?
-Pues porque la Organización nos está buscando para matarnos.
Kogoro lo miró extrañado - ¿Mataros?
-Exacto. Ai y yo…, no somos quienes vosotros creéis. La organización nos busca porque nosotros ingerimos la aptx 4869, y tuvimos la suerte de, en lugar de morir, rejuvenecer hasta nuestra edad infantil.
Kogoro, que hasta entonces no entendía nada, empezó a ponerse nervioso – Mira, Conan, es tarde y el concierto ya se está acabando, así que hazme el favor de…
-¡Maldita sea Kogoro, haga el favor de creernos! ¡Nuestras vidas y las suyas corren peligro! ¡Haga el favor de escucharme! –dijo Conan, con la paciencia perdida.
Ai y Agasa se lo quedaron mirando. Eran pocas las veces en que el famoso detective del este se enfadaba de verdad. Incluso el pobre Kogoro quedó intimidado.
Conan suspiró y se calmó -¿Recuerda todo lo que le dijimos el profesor Agasa y yo cuando vine? Eso de que mis padres estaban en un hospital y luego se fueron de viaje de negocios. Eso de que yo me llamo Conan. Esto de que Ai y yo tenemos siete años. ¿Lo recuerda, no?
Kogoro asintió.
-Pues olvídelo.
Hubo un largo silencio. Kogoro no dijo nada.
-Olvídelo todo.
-¿Y eso para qué?
-Porque es todo mentira.
Nadie dijo nada. Ai y Agasa supieron que Conan empezaba a entrar a la parte más delicada de la conversación. Donde más de uno quedaría enfadado y ofendido con ellos. Pero era inevitable que se lo dijesen. Diciéndoselo o no, todas las personas que tenían a sus alrededores correrían peligro. Si al menos les alertaban y contaban la verdad, estarían mejor preparados y también les podrían ayudar.
-¿Cómo que todo es mentira? Doctor Agasa, ¿qué le ha dado hoy a este niño?
Agasa lo miró – Kogoro, no se lo toma en serio y eso es un error. Deje que el chico continúe.
-Pero…
-Kogoro, es todo mentira. Mi nombre no es Conan. No tengo siete años. Mis padres no están de viaje de negocios. Esta chica de aquí no se llama Ai. Tampoco tiene siete años.
-¿Y si no te llamas Conan, cuál es tu nombre, eh? –dijo él, mosqueado.
Conan se quitó las gafas y lentamente subió la cabeza, nervioso – Mi nombre de verdad no es Conan Edogawa… sino Shinichi Kudo.
Conan, Ai y Agasa miraron a Kogoro, el cual miraba al chico sorprendido.
-Ese es mi verdadero nombre.
Kogoro sonrió - ¡Anda! ¿Sabes? Mi hija tiene un amigo que también se llama así.
Conan lo miró - ¡No lo ha entendido! ¡YO soy Shinichi Kudo!
-Anda ya, ¿es que no tienes suficiente imaginación como para inventarte una mentira más creíble? –dijo Kogoro, sentándose más cómodamente al sofá.
-¿Es que no me ha escuchado? ¡La Organización me hizo tomar una droga que me encogió! ¡Y ahora nos buscan para matarnos! ¡¿No lo comprende?! El mismo día en que apareció Shinichi, vino Conan. El mismo día en que vino Conan, usted empezó a resolver todos los casos de homicidios, secuestros y enigmas. ¿Me podría decir cómo los resolvió? ¿No, verdad? ¡Es normal, porque fui yo quien los resolvió! ¡Yo soy Shinichi Kudo y tengo pruebas! Sino, mire las fotos que tiene su hija conmigo de pequeños, y verá que coincide. Si aún no se lo cree, llame a mis padres a Los Ángeles, ya verán como le dicen lo mismo que yo. ¿Lo entiende ahora, Kogoro?
Kogoro se quedó en silencio. Lo que decía ese niño sonaba tan extraño y a la vez tan elocuente… Cierto, el mismo día que desapareció Kudo, él tuvo la sensación de que sin esa competencia el negocio le iría mejor, y ese mismo día apareció Conan. A partir de ahí, resolvió extraños misterios. Y, casualmente, sólo se acordaba de haber deducido dos casos. ¿Y los otros tantos? La gente solía decirle que siempre que empezaba a deducir tenía un extraño aire dormido. ¿Y si dormía de verdad? ¿Era él realmente el que hacía esas deducciones? Por temor a que no fuese verdad, él nunca se lo planteó. Por temor a que esa fama no fuese infundada por él realmente, nunca quiso escuchar a su pequeña voz que le decía que él nunca resolvió ninguno de esos casos.
Lo que decía Conan empezaba a tener sentido. Recordó una foto que le enseñó su hija hacía un tiempo de ella junto a Shinichi de pequeños, en un festival de magos. Realmente, Conan y Shinichi se parecían sobremanera. La cabeza de Kogoro empezó a dar vueltas y vueltas. Entonces, cabía la posibilidad de que fuese cierto…
Kogoro los miró a todos, los cuales estaban esperando que él dijese algo, para bien o para mal. Sin embargo, él rompió todas sus expectativas, se puso de pies y se acercó rápidamente a Conan, el cual lo miraba algo sorprendido.
-Mal… ¡Maldito! – Kogoro le propinó un buen chichón a Conan, el cual sintió un fuerte dolor en su cabeza.
-¡¡AAUG!! –se quejó el chico - ¡¿SE PUEDE SABER QUÉ HACE?! –sin embargo, todos quedaron sorprendidos ante la visión de Kogoro.
-S-Si tú eres realmente Shinichi Kudo… -sus puños empezaron a temblar - ¡¡TE HE MANTENIDO DURANTE AÑO Y MEDIO GRATUITAMENTE GRATIS, TE HE ALIMENTADO CON MI ESCASO SUELDO, HE ESTADO CRIANDO A MI DIRECTO RIVAL… Y POR SI FUERA POCO TE HAS BAÑADO Y ACOSTADO CON MI HIJA!! ¡¡VEN AQUÍ, KUDO, VOY A MATARTEEEEEEEEEEE!!
Conan sintió un escalofrío. Entonces empezó una extraña persecución, de la que Agasa y Ai no quisieron formar parte. Los dos se apartaron disimuladamente y observaron con un suspiro cómo Kogoro intentaba alcanzar al pobre de Shinichi, el cual no paraba de intentar calmarlo. Visto desde ese punto, Kogoro no dejaba de tener razón. Agasa y Ai se miraron divertidos. Al menos, lo habían convencido.
-¡T-Tranquilícese, hombre, que Ran lo va a oír! –dijo Conan, intentando evadir un fuerte puñetazo de Kogoro que se estampó contra la pared, provocando un gran estruendo y un enorme agujero.
-¡Tranquilo, Kudo, -gritó él, eufórico- que mi hija no está aquí para oírte gritar ni para sacarte las castañas del fuego! ¡Te voy a mandar al otro barrio!
Conan paró de correr y se giró, su pulsación empezaba a aumentar - ¿Ran no está aq…? – Antes que pudiese continuar, recibió un fuerte golpe a la cabeza, aunque no le importó lo más mínimo. Se encaró rápidamente a Kogoro, el cual aún parecía bastante molesto.
-¿Ran no está aquí? –volvió a preguntar.
Kogoro lo miró aún molesto – No, pero ya iba siendo hora que volviese, ¡tengo hambre! - Kogoro se frotó la barriga -¡Pero bueno! ¡Eso no cambia que te hayas acostado con mi hija y no te creas que cambiando de tema lo vas a solucionar!
Conan miró el reloj, sin prestarle caso – Las diez y media. ¿Dónde habrá ido?
Kogoro miró el reloj, preocupado -No se chico, dijo que no tardaría… que tenía que llevar algo a… - Kogoro empezó a incorporarse, todos le miraron sin comprender – Dijo que… que iba a tu casa a traerte… ropa limpia…
Todos se miraron, asustados. Conan intentó no dejarse llevar por la situación. Haría lo que hacía siempre, no dejarse arrastrar por las emociones, conservar la cabeza fría y así los resultados serían más propicios. Pero tratándose de Ran y su seguridad, le era imposible concentrarse, mas lo intentó. Si Kogoro decía que Ran había ido a su casa a llevarle roba limpia porque él en teoría tendría que quedarse allí un par de días, y el doctor Agasa, Ai y él se habían ido momentos antes por riesgo a que la organización se presentase allí, entonces…eso significaba que…
Conan paró de pensar, no podía.
-¡Vamos! –dijo el doctor Agasa, levantándose rápidamente seguido por Ai. Conan se levantó pesadamente, sin decir nada y esperándolos silenciosamente en la puerta.
Kogoro no entendía - ¿Y ahora qué pasa?
-¿No lo entiende? ¡Ya le hemos dicho que no tenemos dónde ir porque precisamente la Organización sabe dónde vivimos e irá allí a inspeccionar, y si encuentra a alguien no dudará en matarlo! ¡Su hija podría estar ahí! –le gritó el doctor desde la escalera.
Kogoro se quedó en blanco - ¿¡MI HIJA!?
Todos se levantaron rápidamente y decidieron ir corriendo, puesto que con taxi tardarían el triple y la casa no estaba más lejos de diez minutos a buen ritmo. Pese al frío y a la torrencial lluvia, los cuatro corrían lo máximo que sus extremidades les permitían. La gente se apartaba a su paso, pues veían que no era prudente encarárselos y por sus aspectos, parecían bastante preocupados.
-¡Eh, Kogoro, ¿seguro que Ran ha ido ahí?! –preguntó Agasa, con flato vario y al límite de sus fuerzas.
-¡Seguro! Aunque estaba algo bebido, me acuerdo perfectamente –dijo algo nervioso – ¡Dijo que no tardaría mucho y que al volver me prepararía la cena! – su estómago volvió a rugir, pero ahora tenía que despejar la mente para situaciones más importantes que su estómago.
Al cabo de un rato, Agasa y Ai se fueron quedando atrás, aún siguiendo corriendo. Conan no paraba, no miraba atrás, iba cogiendo carretones estrechos con los cuales irían más rápido, a fin de llegar cuanto antes mejor. ¿Cómo no se había dado cuenta? Tendría que haber sabido que Ran iría a su casa para traerle su ropa para mañana y quizás algo de comer. ¿¡Cómo no se había dado cuenta!? ¿Y él era el detective más famoso de Japón? En esos momentos era en los que se sentía, no el mejor, sino el peor. Sus despistes a la hora del crimen llevaban al hecho de que el criminal se escapase, pero sus despistes en estas situaciones podían causar la desgracia a la gente que él quería. Si él, cuando se transformó por primera vez en Conan, hubiese llegado a saber lo que sucedería al no contarle la verdad a todos, tal vez se hubiese planteado todo de distinta forma. Si igualmente lo iban a saber, hubiese sido mejor que estuviesen prevenidos…
Corría y corría lo más que sus piernas le permitían. Él y Kogoro empezaron a vislumbrar, al fondo de la gran calle urbanizada, la enorme mansión Kudo. Sin darse cuenta aligeraron el paso. Los instintos de Shinichi se despertaron al ver unas extrañas marcas de rueda de coche, como si el vehículo hubiese derrapado para huir más rápidamente. Eso le asustó. Por primera vez en su vida, sintió miedo. No el miedo que se siente al no saber la verdad, ni resolver el caso, ni siquiera a no volver a ser normal nunca más. Era una extraña sensación de vacío, el miedo a perder algo importante.
-¡La puerta está abierta! – Kogoro entró por la puerta que había al lado de la verja. Conan le siguió rápidamente. Se fijó un instante en el pomo, parecía lleno de rajadas. Seguramente lo habrían forzado.
-¡¡RAAAAAN!! ¡¡RAAAAAAN!! –gritó Kogoro a la nada. Él y Conan se dirigieron cada uno hacia una parte distinta del jardín a fin de encontrarla más pronto. Conan seguía sus instintos. Si venía a traerles ropa, lo más lógico es que primero fuese al apartamento del doctor Agasa. Así pues, con paso rápido se dirigió hacia allí.
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A Ai y Agasa aún les faltaba un trecho para llegar a la mansión Kudo. La lluvia, por fin, parecía que amainaba. El doctor aprovechó el hecho y se paró en la primera cabina telefónica que encontró. Ai se dirigió hacia él rápidamente, nerviosa.
-¡¡Doctor!! ¡¿Qué hace?! ¡Kudo y Mouri nos están…!
-¡Silencio, Ai!
La chica de pelo castaño vio cómo el doctor pulsaba temblorosamente los números de un teléfono que tenía apuntados a una pequeña libretita de bolsillo. Al cabo de un momento empezó a sonar la señal. Ai lo observaba silenciosa. Él, más que nadie, comprendía la situación. El hecho de hacer una llamada en esos momentos significaba que el doctor tenía suficientes razones para hacerla. Así pues, decidió confiar en él y esperar.
-¿¡Sí!? ¿Oiga? –dijo él, rápidamente - ¡Sí, soy yo mismo! ¿Podría ponerme con Ha?… ¡ah, eres tú, Hattori! – Ai arqueó una ceja. Por lo que sabía, Hattori (o Heiji para los amigos) era un famoso detective de Japón, un rival de Kudo. Shinichi le contó que él también conocía su secreto. Así que confiar en el doctor y en sus ideas no estaba tan mal, después de todo.
-¡Sí, ha ocurrido algo! –hubo un pequeño silencio – sí, sobre él. ¿Te importaría venir aquí? Algo me dice que Shinichi no va a poder concentrarse lo suficiente con este asunto – otro silencio - ¡Pues porque Ran también está involucrada! Ahá, ahá… bien, ¡muchas gracias, Heiji! Sí, adiós.
El doctor colgó el teléfono y suspiró. Luego se encaró a Ai – saldrá ahora mismo y llegará dentro de unas horas con el primer vuelo. Ahora tenemos que ir a casa.
Ella asintió y los dos se pusieron a correr en dirección a la mansión Kudo.
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Conan miraba a un lado y a otro, inspeccionándolo todo a su paso gracias a la pequeña linterna-reloj que le propició el profesor hacía un tiempo. A cada segundo que pasaba estaba cada vez más nervioso. ¿Cómo no se había dado cuenta de esto? Era lógico que Ran viniese a traerle algo de ropa, ¡era lógico! ¡¿Por qué rayos no se había dado cuenta?!
"Tranquilízate… necesitas tener la mente despejada para esto…" intentó calmarse él mismo. Siguió buscando alrededor de la pequeña casa del doctor Agasa. Fijó su vista al suelo y se agachó rápidamente. Inspeccionó ese pequeño espacio dónde le había parecido ver algo sospechoso. Efectivamente, allí había pequeñas dosis de tabaco, como si alguien hubiese fumado un cigarrillo… hasta ahí, todo correcto, pero Conan sabía perfectamente que el doctor Agasa no fumaba. Eso le dio un vuelco al corazón. El doctor Agasa no fumaba, pero sin embargo sabía de alguien que sí…
Apuntó con la linterna hacia los restos e inspeccionó todo el terreno continuo, mientras oía los gritos ahogados e imparables de Kogoro Mouri, intentando contactar con su hija, la cual no respondía. Conan empezó a desesperarse. Allí no había ni rastro de Ran… ¿y si la organización la había raptado? ¿Y si se habían deshecho de ella?
Conan meneó la cabeza "Ca-cabe la posibilidad que no fuese a traernos ropa con la lluvia que caía y que… tal vez se fuese a cobijar a algún sitio… lo más seguro es que ahora mismo esté en casa llamando al timbre, sin que nadie conteste… al fin y al cabo, las muestras de tabaco no significan nada, la organización ha podido venir aquí y no encontrarse a nadie… claro, debe tratarse de esto…" Sin embargo, algo en su interior, algo que hubiese pagado millones de yenes por no sentir, le dijo que eso era imposible, que de haber sucedido, Ran hubiese llegado mucho antes a su casa.
-¡Kudo!
Conan se giró y vio a Ai y al profesor, los cuales acababan de llegar. Ellos corrieron hacia él - ¿La habéis encontrado?
El chico negó con la cabeza con la vista baja. El doctor Agasa se acercó a él – Shinichi, he llamado a Heiji. Dice que vendrá lo más pronto posible – Conan no dijo nada y le dio la espalda para seguir buscando por enésima vez.
-Vámonos, Kudo – dijo Ai secamente.
-¿Cómo dices? –le respondió él con ironía - ¿Pretendes dejar a Ran así como así?
-Kudo, Ran no está aquí. De hecho, hay muchas posibilidades de que esté muerta. Y la organización tendrá espías y centinelas vigilando la casa, pueden aparecer de un momento a otro.
Conan la miró con estupor - ¡Ran no está muerta! ¡Y yo la voy a encontrar, ¿entiendes?! ¡Si no eres lo suficientemente valiente como para quedarte aquí, nadie te lo impide! ¡Ahí tienes la puerta! – dijo bruscamente. Ai sólo le miraba.
-Shi-Shinichi… Ai tiene razón… deberíamos irnos… -dijo el doctor, con voz temblorosa. Era pocas las veces en que veía a Shinichi tan extraño… no parecía enfadado, más bien… Asustado. Sí, definitivamente sólo había visto a Shinichi con esa expresión en otras pocas situaciones, que casualmente siempre tenían a Ran involucrada.
-¡¿Usted también, profesor?! –dijo el chico, sin girarse - ¡Bien! ¡Marchaos todos y dejadme buscar a Ran a mí sólo!
-¡Shinichi! Ran no está aq…-intentó el doctor.
Conan apretó fuertemente el puño -¡¡ME DA IGUAL!! ¡¡TODO ESTO HA SIDO POR MI CULPA Y YO LA VOY A…!!
Un largo grito les hizo callar a todos. Miraron hacia la dirección de dónde provenía, parecía la voz de Kogoro… Todos se apresuraron a ir con él y le encontraron sentado al suelo, iluminando con la linterna un pequeño trozo de la pared lateral de la mansión Kudo. Todos miraron hacia allí, escandalizados.
Allí, algo disimulada entre los altos arbustos de la pared, había un pequeño estampado de sangre que caía lentamente hacia la hierba, la cual estaba ya rojiza. Todos miraron la escena, impactados, mientras la luz de la linterna de Kogoro no paraba de temblar.
Ai se acercó lentamente y con el dedo índice la tocó, tras un pequeño momento de silencio dio su veredicto – A juzgar por la coagulación y el color, no es de hace mucho tiempo.
-Pe-pero, entonces… -murmuró Kogoro.
-¡Mirad! –dijo el doctor Agasa, señalando un punto de la pared – A-Aquí hay…
Conan miró hacia la pared.
-Agujeros producidos por el impacto de una bala – dijo secamente. Agasa y Kogoro no dieron crédito al tono de su voz. Había cambiado radicalmente, como si ahora no le importase para nada, como si se tratase de un homicidio más.
Ai miró hacia donde habían encontrado las marcas de cigarrillo – Lo que no entiendo es que si supuestamente Mouri se encontraba enfrente de la casa de Agasa, ya que en teoría allí hemos encontrado las marcas de cigarrillo, por qué está aquí la mancha de sangre y las balas fallidas.
Agasa y Kogoro la miraron, escandalizados. ¿Cómo podía hablar así, con tanta soltura? Además, había insinuado que realmente esa mancha de sangre pertenecía a Ran…
-Porque seguramente, ella se resistió – dijo Conan, mirando la pared – Lo más probable es que se la encontrasen delante de la casa del doctor Agasa, buscándonos. Allí es dónde el hombre dejó caer el cigarrillo para tal vez dispararla o apuntarla mejor. Ella, gracias a los entrenamientos del kárate, posee buenos reflejos que la ayudaron a irse de allí corriendo. Seguramente la persecución duró estos quince metros que hay desde su casa, doctor, hasta esta pared. Las muestras de balas incrustadas en ella demuestran que los perseguidores iban bastante retrasados respecto a ella. Por mala suerte, una de las balas le dio, provocando lo que aquí tenemos – dijo señalando la marca de sangre – Por supuesto, todo esto son simples hipótesis.
Hubo un largo y prolongado silencio. Todos miraban a Conan, sorprendidos. Incluso Ai, que había supuesto que el pequeño detective no tendría suficiente coraje como para asumir una muy posible realidad, estuviese diciendo esto. Agasa lo miraba preocupado. No era normal que Shinichi dijera con tanta frialdad la manera con la cual habían, tal vez, matado o secuestrado o cualquier otra cosa a Ran. Intentó mirarle a los ojos para ver qué expresión tenía. Sus ojos siempre le delataban. Podía conseguir la total inexpresividad, característica de un detective, una persona capaz de aguantar las escenas más dramáticas y sangrientas sin inmutarse. Shinichi estaba acostumbrado e indemnizado ante estas impactantes visiones. Pero nunca, nunca hubiese dicho que se lo tomaría tan…tan bien. Aunque lo más probable es que esa extraña personalidad no fuese más que una máscara, y por esos sus ojos lo delatarían, como siempre habían hecho hasta ahora. Pero no los encontró. Sus ojos y por consecuencia sus gafas, se encontraban casi invisibles ante la cantidad de pelo. Eso, indiscutiblemente, significaba que él mismo intentaba que no le viesen, que no notasen cuál era su verdadero estado de ánimo, aunque Agasa, ahora mismo, ya lo sabía.
-U-Un momento… ¿me estás diciendo que mi hija ha…? –dijo Kogoro con voz temblorosa.
-No le estoy diciendo nada. Simplemente expongo lo que se aprecia a simple vista. Bien, será mejor que hagamos caso a Ai y nos larguemos de aquí. No le seremos de gran ayuda a Ran si la organización nos pilla.
Conan se giró, con ambas manos en los bolsillos, y empezó a andar hacia la puerta trasera, ya que a su parecer era más segura que salir por la puerta principal, a riesgo de que un posible centinela te atrapase.
Kogoro seguía sentado, mirando fijamente la pared, como intentando ver lo que allí había ocurrido horas antes. No podía ser cierto. Shinichi Kudo no podía tener razón, no esta vez. Seguro que esta sangre no era la de Ran, la de su hija…
Fuertemente, le pegó un buen golpe con su puño al suelo, con toda su rabia y preocupación, mientras Agasa y Ai le observaban silenciosa pero tristemente.
-¡Maldita sea!- Kogoro se giró hacia dónde se había ido Conan - ¡Mi hija Ran no tenía nada que ver en todo esto! ¡¿Me oyes, detective?! ¡¡NADA!! – gritó Kogoro, con la esperanza de que Conan, ya casi imperceptible a su vista, le oyera - ¡Todo esto es por tu culpa! ¡¿Me oyes?! ¡¡POR TU CULPA!!
Kogoro apoyó sus manos en su cara, impidiendo ver al doctor y a Ai las lágrimas que se desprendían. Agasa se acercó hacia él y le dio unos golpecitos en la espalda, a la vez que lo intentaba poner de pie. Ai observaba la escena y se giró hacia donde se había ido Conan. Seguramente ya estaría camino de casa, seguramente no le habría oído.
Nada más lejos de la realidad. El pequeño detective, aún con la vista oculta tras sus largos pelos, con ambas manos en los bolsillos, restaba inmóvil, apoyado en la pared exterior, con la última frase clavada en su mente, frase que se había repetido desde el preciso instante en que salieron de casa de Kogoro hacia la suya. Pero ahora no debía dejarse llevar por los sentimientos, no ahora. Para ayudar a Ran, tenía que estar de ahora en adelante concentrado. Otro fallo más y no se lo perdonaría. Porque él estaba seguro que ella estaba viva. Quizás con alguna herida, pero viva. La sangre no estaba a mucha altura del suelo, por lo que era improbable que le hubiesen dado en los puntos vitales. Quizás en la pierna, y por eso le había sido imposible la huída.
Conan empezó a andar tambaleante sin prestar atención a los gritos del detective ni a los intentos de Agasa y Ai de calmarle. Él simplemente seguía andando con la vista baja, intentando pensar en lo que haría ahora.
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-El vuelo 42580-E con destino a Tokio acaba de aterrizar según la hora prevista. Por favor, pasajeros salgan por la puerta tres.
El aeropuerto, a todas horas, seguía con su habitual normalidad y ruido. El vuelo procedente de Osaka había llegado sin ningún retraso, después de dos horas de viaje. Una larga lista de pasajeros, la gran mayoría empresarios con trajes oscuros, corbatas brillantes y enormes maletines salieron de la puerta tres, buscando alrededor para ver si alguien les había venido a recoger. Sin embargo, había dos personas que desentonaban en todo ese ambiente nocturno. El primero llevaba su inseparable gorra, combinada con la cazadora tejana y ropa de ir por casa; llevaba una enorme mochila colgada de la espalda y con la mano libre arrastraba una enorme maleta roja con ruedas. Su acompañante, con ambas manos libres, miraba a través de los finestrales la visión nocturna de Tokio, mientras suspiraba.
-Osaka es mucho más bonita…
-Perdona, pero… ¿¡PODRÍAS PRESTARME UNA MANO!? –dijo el chico, avanzándole la maleta con ruedas a la chica. Ella lo miró, confundida.
-Es que hoy ando algo mareada y mamá me ha dicho que no fuerce el brazo, lo siento –dijo poniendo carita de buen samaritano. Él la miró colérico mientras susurraba algo inaudible, mirándola con el ceño fruncido.
-¿Dónde vive Kudo? –preguntó la chica, sin más.
Heiji le tapó rápidamente la boca son su mano, mientras se la llevaba lejos de la gente, en un oscuro rincón. Ella, algo roja, le miraba molesto. Heiji empezó a destaparle la boca, mientras la miraba con el ceño endurecido - ¡Estúpida! ¡Ya te he dicho que "Shinichi" y "Kudo" son palabras tabú! ¡Ni las menciones! ¿No te has fijado que más de uno se han girado ante tu estúpido comentario?
Kazuha lo miró molesta, pero luego sonrió – Vaaaaaya, no sabes cuáaaanto lo siento – ella le cogió la maleta y "sin querer" pasó sus pies y las ruedas por encima de los de Heiji, el cual se puso rojo de dolor.
Los dos se pusieron a andar en dirección a las afueras del aeropuerto, en busca de un taxi libre. Pero, en las oscuras sombras de las esquinas, y sin que ni ellos mismos se dieran cuenta, un extraño sujeto los observaba con la más fría de las sonrisas, mientras, en su bolsillo, preparaba el arma.
* * * * * * * * * *
La casa del más famoso detective actual se encontraba bacía, aunque en ella había cuatro personas. Bacía en el sentido de sin vida, sin sentido… Cuando, uno a uno, fueron llegando al apartamento, empezaron a pensar rápidamente en lo que harían a partir de ahora. No podían permitirse otro descuido más. Ai, desde un rincón de la ventana, observaba escondida y silenciosa a través del vidrio la oscura y húmeda calle, por si algún coche negro y luciente aparecía. Nada. Sólo silencio.
Kogoro se había acabado el undécimo cigarrillo consecutivo y empezaba otro. Estaba extrañamente tranquilo recostado al sofá, con la vista perdida, intentando imaginar que todo ello no había ocurrido, que dentro de unos momentos su hija vendría disculpándose por la demora, ya que habría ido a casa de Sonoko a pasar el rato y no los había llamado. Ella le pediría disculpas y le haría la cena, mientras le regañara y le criticara en respecto a su vicio a fumar. Un día normal. Un día sin saber la verdad de Shinichi Kudo ni la suya, sin saber que, en realidad, no había cambiado en absoluto. Que seguía siendo el mismo incompetente de siempre. Que una vez Kudo recuperase su cuerpo, su racha caería en picado, igual que su vida.
Agasa estaba a la cocina, preparando algo para comer, pues habían sido unas largas y angustiosas horas. De reojo, el doctor echaba furtivas miradas al pequeño detective, el cual estaba sentado al sofá, con ambas piernas cruzadas y la cabeza apoyada en sus manos. Tenía un aspecto deprimente. Agasa era el primero que sabía cómo se sentía ese chico. Pobre… Desde el día en que lo vio por primera vez en su aspecto de niño, el chico no paró de sufrir. ¿Y para qué tanto sufrimiento y tanta mentira, si a pesar de todo ellos lo iban a saber de un modo u otro? A pesar de estar sufriendo sobremanera, el chico seguía pensando y pensando. A juzgar por el profesor, era el único que realmente se estaba planteando una solución, pese a haber pasado ya dos horas y media desde que habían llegado. Esta situación era un caso y algo más para él. No lo dejaría estar ni aunque se pasase toda la noche durmiendo ni todo el día siguiente, lo conocía.
Diiiiinnnngg, diiiiiiiiingg
El ruido del timbre heló la sangre a todos y les aceleró el corazón. Ai rápidamente pasó las cortinas y Kogoro dejó el cigarrillo en la basura. Conan alzó la cabeza con los ojos abiertos y se giró hacia Ai.
-¿Son ellos? –preguntó con un hilo de voz.
Ella negó pausadamente con la cabeza – Al menos yo no los he visto.
-Tal… ¡¡Tal vez sea Ran!! –dijo Kogoro, mientras se levantaba apresuradamente y se dirigía a la puerta.
-¡Kogoro, quieto! –se apresuró a decir Conan. Cierto, había una nula posibilidad de que el sujeto que estuviese al otro lado de la puerta fuese Ran, pero…
Kogoro no paró y sin hacerle caso abrió la puerta de un tirón. Todos contuvieron la respiración y movieron la cabeza para ver de quién se trataba. La chica que había al otro lado de la puerta también los miró sorprendida; a simple vista, parecía que viniese corriendo, pues su respiración era agitada. Se adelantó hacia Kogoro y se dirigió también hacia los demás.
-Argh… m-muy buenas… Heiji está de camino…
Todos la miraron como si fuese un marciano en la sopa, mientras ella seguía con su habitual pero nerviosa sonrisa - ¿Qué?
Conan frunció el ceño -¿Kazuha? ¿Qué demonios…? – luego miró al profesor y entendió. Giró la cabeza, molesto. El tener a su rival aquí para que le ayudase no era muy reconfortable, y menos tratándose del carácter de ellos.
-H-Heiji me dijo que… arhg… que venía en seguida… que tenía que ir a no se dónde… - ahora era Kazuha la que los miraba sin entender - ¿Se puede saber por qué nos habéis hecho venir?
Nadie dijo nada. Entonces se oyeron pasos apresurados en las escaleras y un chico alto, robusto y moreno hizo aparición con cara de cansancio - ¡No NOS han hecho venir, me HAN hecho venir! –dijo el chico con un eje de disgusto. La chica frunció el ceño de mal humor.
-¡Hey, Edogawa! –saludó el chico de Osaka.
El pequeño detective sólo movió ligeramente la cabeza en señal de saludo. Eso aún confirmó más las sospechas a Heiji de que algo malo ocurría.
Minutos después, todos estaban sentados y reunidos al pequeño salón. En visto de la presencia de Kazuha, se vieron obligados a empezar desde el principio. Kazuha escuchaba sin decir esta boca es mía, aunque parecía bastante sorprendida, sin quitarle ojo de encima a Conan.
Y luego empezó la parte fuerte. Que si habían estado a punto de descubrir las bases de la misteriosa droga, y que cómo luego habían estado a punto de ser atrapados por la organización, hasta llegar al punto de Ran. Ese fue el que más chocó a los recién venidos. Kazuha miraba aterrorizada a Heiji, el cual no sabía qué decir. Ellos habían venido a Tokio con el único propósito de ayudar, sabiendo ya que las cosas pintarían canutas. Pero llegar hasta estos extremos…
-Entendido – dijo Heiji finalmente, mientras se ponía de pies.
-¿Dónde vas? –preguntó Agasa.
-Está claro, ¿no? Nos vamos de aquí. Estoy seguro que la policía nos prestará un piso lo suficientemente grande como para que nos instalemos todos allí, sin riesgo a que la organización nos descubra. Si es cierto que… - Heiji miró de reojo a Conan, el cual seguía observando la lluvia – si es cierto que tienen a Ran, no les costará nada averiguar quién es y dónde vive. Seguro que en estos momentos ya lo saben.
-Yo me quedo.
Todos se giraron sorprendidos hacia Conan, el cual seguía impasible sin prestarles atención, con esa mirada fría que utilizaba tan comúnmente en las escenas del crimen.
-¿Cómo que te quedas? –le respondió Heiji con tono irónico – Por si no lo sabes, esa organización quiere MATARTE. No les pongas las cosas más fáciles de lo que ya tienen.
-Volverá.
Todos miraban a Conan. Parecía que se estuviese volviendo loco, diciendo palabras sin ningún sentido.
-¿Quién?
-Ran. Y si vuelve y nosotros no estamos, entonces estará perdida. La organización no cometerá el mismo fallo dos veces.
-O-Oye, Kudo, creo que vas demasiado deprisa…
-Estoy seguro que Ran sigue viva. La organización no la mataría, no le serviría de nada. Todas sus víctimas fueron encontradas en la escena del crimen, muertas. A Ran no la encontramos. ¿Y eso por qué? Pues porque, seguramente, no está muerta. Sólo herida.
-Piensa en lo que dices, Shinichi –le dijo Heiji, impasible - ¿Cuál fue la razón por la cual seguís vivos? Porque la organización os dio por muertos a los dos. Y estoy seguro que no volverían a caer en el mismo error. ¿Y si…y si no hemos encontrado a Ran porque precisamente no ha muerto, porque precisamente ha ingerido la…?
Conan lo miró con los ojos agrandados. Hubo un respetable silencio en la habitación, que al cabo de un momento rompió la chica de pelo castaño desde la ventana.
-Siento aguaros la fiesta, chicos… - todos la miraron sin comprender - … pero tenemos compañía.
Todos miraron hacia Ai, la cual se había apartado rápidamente de la ventana. Todos miraron sin comprender, excepto Conan y Heiji, los cuales miraron aterrorizados hacia el edificio continuo, donde había una extraña silueta con algo en las manos, apuntando hacia allí.
-Al… ¡¡AL SUELO!!
El grito simultaneo de los dos detectives hizo reaccionar a los demás presentes, los cuales justo antes que extrañas balas impactaran hacia la sala rompiendo todas las ventanas saltaron hacia la parte donde sabían que no podrían alcanzarles los objetos. Un montón de cristales aquí y allá que provocaron el corte en más de uno se encontraban por toda la sala. Pequeños agujeros en las paredes y jarrones, todo había quedado roto. Poco a poco, la gente se fue tranquilizando y levantando, mas aún con cuidado.
Entonces Conan y Heiji rápidamente se dirigieron hacia una cosa que les había llamado la atención a ambos. Una de las extrañas balas era mucho más grande y gruesa que las demás. Buscaron por el suelo y entonces Conan vio un extraño objeto con forma de flecha y un papel atado en ella. Todos los presentes se acercaron a él, mientras el pequeño detective leía con voz segura.
"A los queridos amigos y familiares del Desaparecido y la Traidora.
Estamos seguros que no habréis pasado desapercibida la ausencia de un miembro de vuestra amistad. Por su bien y el vuestro, que el detective vaya al distrito de Kaogate, parque Ryoku, al árbol grande, mañana a las 12 p.m. Sin polis, sin amigos, sin nadie. Tendremos espías vigilando.
Esperamos su ausencia, Sr.Edogawa.
Atte. La Organización."
Nadie dijo nada. El mensaje lo decía todo, estaba más claro que el agua. Lo sabían. Lo habían descubierto. Lo sabían todo, absolutamente todo… Sabían a quién se referían con los respectivos apodos de "desaparecido" y "traidora": Conan y Ai. El mensaje también decía que Ran seguía viva. Claro que lo que allí había escrito no tenía porque ser de fiar. Y pedían expresamente que fuese Shinichi y sólo Shinichi a la cita.
Conan apretó fuertemente los puños. La cosa que más rabia le daba era que había una pequeña mancha de sangre en forma de huella dactilar que seguramente pertenecería a…
CONTINUARÁ
NOTAS DE LA AUTORA
"…" Pensamientos del personaje
… Un ruido
* * * * * * * * * * Cambio de escena
¡Hola a todo el mundo n_n!
Y aquí un nuevo archivo más de este fic de Meintantei Conan. ¡Me encanta cómo ha quedado! ¿A vosotros no? Tal vez tendría que haberlo hecho un poco más largo… pero decidí que así era lo mejor, que si los hacía todos tan largos como el primero, terminaría el fic antes que cantase el gallo, y eso no es bueeeeenoooo.
Espero que os haya gustado y que el gusanillo del suspense os pique con este final. Y, sobretodo, escribidme. Si no me decís mis errores nunca podré mejorar. ¡El destino del fanfiction está en tus manos, lector!
Este capítulo está dedicado a Jess, Ayumi, Ranma, Dark_Ryoga, a mis compis del msn y a ti, por estar leyendo esto.
Salu2 a to2 y hasta la próxima n_n
CiNtUrO-cHaN –CCF
-14 de Mayo del 2003-
