Detective Conan es propiedad intelectual de Gosho Aoyama-sensei y de todos sus distribuidores. Este fanfic no está hecho con ánimos de lucro, por eso no me considero violadora de ninguna ley.

-¡Eh, Tierra llamando a Kaito!

El chico salió de su estado de ensoñación para ver a ambas chicas, una preocupada y la otra enfurruñada, mirándole expectantes. Él se echó atrás como un reflejo instintivo y miró a Aoko, confundido.

-¿Qué quieres ahora? – dijo él, malhumorado.

La chica gruñó y frunció el ceño - ¡¡Pues que don 'sé-perfectamente-dónde-está-la-casa-de-Mouri' nos guíe hasta su casa! – exclamó la chica, con un eje de egocentrismo.

El joven resopló – Tsk, vale, vale. Venga, en marcha – dijo él, reanudando de nuevo la marcha por las solitarias calles de Beika.

Y fue entonces cuando notó que algo se movía detrás suyo. Y fue entonces cuando vio, demasiado lejos, que les seguían. Y fue entonces cuando, demasiado tarde, un coche aceleró hacia ellos, rozándoles con el viento, abriendo una puerta trasera y cogiendo a la joven… Aoko, ante las miradas confundidas de los tres jóvenes.

"The case of the mystery APTX 4869"

A Great Detective of Love Fanfic,

by CiNtUrO-cHaN

Archivo VII: Revelaciones

Los Detective Boys se miraron contrariados, observando al tipo que encajaba a la perfección con el hombre que había descrito Conan. Algo intimidados, eso sí, ya que era un 'sospechoso de asesinato', tal vez, y no las tenían todas cuando empezaron a seguirle a escondidas. Iban a diez metros por detrás, y cuando éste se giraba, sólo veía a tres críos charlando animadamente. Al girarse, los tres suspiraban con pesadez y volvían a seguirle. Ya llevaban rato intentando comunicarse con Conan, pero no había manera. El chico no contestaba. Y tampoco con Ai o el profesor Agasa, ni nadie. Todo el mundo, al parecer, se había puesto de acuerdo para tener las líneas ocupadas.

-¿Creéis que hacemos bien en seguirle? – preguntó tímidamente Ayumi, mirándole de reojo.

Mitsuhiko asintió – Sí, ahora es cuando debemos demostrarles a todos de lo que somos capaces – ahora la cara de Mitsuhiko se contrarió – Y…llevo rato pensándolo y creo que…

Ayumi y Genta se lo miraron asustados. El chico prosiguió – Creo que los compinches de ese tipo han cogido a Conan y los otros.

-¿¡Quéeee? – dijeron ambos, mirándole aterrados. Él sólo asintió con el rostro oscurecido - ¡No puede ser! ¿Y-Y ahora qué? ¡No podemos vérnoslas solos con un secuestrador o…o asesino! – exclamó Genta.

Los tres miraron al hombre el cual ya estaba bastante lejos y casi no veían con el ir y venir de la gente. Se apresuraron a cogerle el paso y a mantenerse en una distancia prudencial, y luego volvieron las preguntas.

-Genta tiene razón. No creo que debamos probar nada, Mitsuhiko. Tal vez deberíamos llamar al inspector Megure – dijo Ayumi.

El pequeño se cruzó de brazos y se quedó pensativo – Está bien. Llamemos al inspector Megure – y miró a sus dos amigos – Y… esto… ¿qué número es?

-500332864.

Todos sonrieron, aliviados – Ah, bien, ¡vamos Mitsuhiko, llama, llam…! ¿Uh?

Los tres se giraron lentamente con miedo en los ojos, temiéndose encontrarse lo peor detrás de ellos.

-Pero no llaméis aún – dijo Ai Haibara, sonriente al contemplar la cara de pánico de los tres chicos.

-¿¡A-Ai? – exclamaron los tres a la vez - ¿¡Qué haces aquí?

-Chicos, chicos – ese era el profesor, para mayor desconcierto y a la vez alivio de los críos – Olvidaos de las preguntas ahora. ¿Se puede saber qué estáis haciendo?

Genta se adelantó con el vientre inflado - ¡Seguir las indicaciones de Conan! – respondió con indignación, señalando al hombre del FBI que caminaba mirándolo todo a ocho metros y alejándose de ellos. Agasa, Ai y el detective Kogoro Mouri le miraron, desconfiados. Ayumi siguió - ¡Nos dijo que siguiéramos a un sospechoso, y la descripción que nos dio encaja a la perfección!

Agasa dudó un momento Rayos, Shinichi, de todas las descripciones imaginarias que pueden existir en el mundo, tú vas y haces una de alguien que existe y encima éstos le ven. Pero lo que me escama es el por qué de la presencia de un agente del FBI en Tokio.

-Es posible que esté tras los pasos de la Organización – dijo la pequeña chica de pelo castaño a la oreja del profesor – Tengo entendido que unos miembros de la Organización se dejaron ver demasiado en EUA y el FBI les siguió el rastro. Es hasta posible que hayan hecho un acuerdo con la policía metropolitana de Tokio para intervenir juntos cuando la situación lo requiera – puntualizó Ai.

-¡Eso es magnífico! – exclamó el profesor - ¡Entonces ahora tenemos el apoyo del FBI!

-Esa es una opción – dijo tajante Ai – y la otra es que ese tipo sea de la Organización y vaya vestido de agente del FBI para hacernos caer en la trampa. O quizás es un verdadero agente pero está aquí por otros motivos. O quién sabe, quizás es algún fan del FBI que lleva una americana idéntica… Yo digo que le sigamos sin hacer ni decir nada.

-Er… le he perdido – dijo de repente Kogoro Mouri, con una expresión de desconcierto, volviendo de donde había ido para tener mejor vista del individuo – He ido a echar una ojeada, me he girado un momento y… ¡zas! Había desaparecido delante de mí.

Ai y el doctor le miraron - ¡¿Le has perdido! – exclamó el profesor, desesperado - ¡Oh, perfecto! ¿Y ahora qué? ¡¡Shinichi, Ran, todos corren peligro y nosotros perdiendo el tiempo aquí!

Ayumi, Getna y Mitsuhiko se lo miraron, sorprendidos - ¿Qué le pasa a Ran-neechan? ¿Por qué dice que está en peligro? – preguntó Ayumi, preocupada - ¿Y dónde está Conan? ¿Se ha metido en algún otro lío?

Ai se adelantó – No pasa nada, chicos. El doctor bromeaba. Ran se ha ido unos días con Shinichi a la montaña a esquiar, y por eso ha dicho el doctor que corren peligro, por eso de los aludes y tal, pero no os preocupéis, están en una zona donde no hay aludes nunca. Y Conan… bueno, ya sabéis cómo es. Aparece y desaparece a su gusto.

Ahora los tres pequeños suspiraron aliviados – Uf, menos mal…

Ai sonrió y le dio un codazo al doctor como castigo por ser tan desliz. Luego volvió a hablar entre dientes mientras los otros tres empezaban a discutir lo sucedido con el agente del FBI.

-Oiga, profesor, creo que ya iba siendo hora de irnos a la comisaría central a hablar con el inspector Megure – dijo la chica.

Él asintió y cogió el pendiente-transmisor y pulsó el número del inspector - ¿Sí? Ah, inspector Megure. Soy yo, Hiroshi Agasa, ¿sabe? E-Estoy con Kogoro Mouri… sí, Mouri. Dice que necesita hablar con usted urgentemente y que ahora mismo vamos hacia la central. ¿Cómo…? ¿Que está en un caso? Ah, vale, entonces haremos eso. Sí. Adiós.

Y colgó. Se guardó el auricular y suspiró, mientras pedía un taxi – El inspector ha dicho que no podrá ir, pero que nos atenderán Takagi, Sato y el inspector Shiratori.

-Oiga, doctor, se me acaba de ocurrir que… - Ai le miró sonriente y señaló el pequeño maletín negro que llevaba consigo el doctor Agasa, donde en su interior había el portátil – En comisaría podríamos descargar los datos de ese dichoso disket.

-Pero… - Agasa miró a través de la ventanilla, meditabundo, observando como empezaba a llover poco a poco. Luego se volvió hacia Ai, preocupado - ¿Pero y si hay algún infiltrado de la Organización en comisaría?

-No habrá ningún problema. No pasa nada con que sepan que estamos en comisaría, allí no se atreverán a atacarnos sin ser descubiertos. Además, lo haremos en presencia de los inspectores y oficiales al mando, ¿qué me dice? En menos de unas horas tendremos nombres, apellidos, codenames, sitios donde trabajan los miembros más lejanos, calles donde viven, sus víctimas, sus chantajes… y mil cosas más. Suena fascinante.

El doctor no dijo nada. Era cierto lo que la pequeña chica decía. En comisaría no correrían ningún riesgo, y después de contarles la situación a Takagi, Sato y Shiratori, estarían en buenas manos.

Muy lejos de allí, en una abandonada mansión, había dos figuras moviéndose nerviosamente en una pequeña habitación oscura, donde casi no entraba la tenue luz del sol por la pequeña rendija que allí había. No habían comido ni bebido desde hacía horas. De vez en cuando se habría una pequeña rendija en la puerta, y notaban como unos fríos ojos les observaban meticulosamente en la oscuridad, confirmando que aún estaban allí. ¿Y cómo iban a irse si estaban fuertemente atados, el uno al otro, con un enorme pilón de cemento en medio de ambos?

-Tengo…sueño… - susurró la chica, a punto de quedarse dormida por el cansancio.

El joven intentó moverse una vez más, para que las cuerdas así se gastaran y se rompieran, pero nada. Esas cuerdas parecían estar compuestas por sustancias irrompibles. Suspiró de nuevo – No te duermas ahora. Imagínate que tenemos una oportunidad de salir y tú estás durmiendo. Vaya gracia, ¿no?

Kazuha entrecerró los ojos aún más, parecía al borde del mundo – Heiji…estoy muy cansada… ya hace más de tres horas que estamos aquí encerrados y creo que ese gas que me han hecho respirar antes me ha afectado…

Heiji frunció el ceño. Después de toparse con ese hombretón a la salida de la heladería, había notado como sus fuerzas flaqueaban. Había una especie de gas verdoso. Todos los de la heladería, incluido el hombretón, llevaban unas mascarillas antigas. Kazuha empezó a toser y se puso ambas manos a la boca. Ella también cayó al suelo inconsciente, y al cabo de poco, él. Y para cuando despertó, ya se encontraban aquí. En esta especie de lavandería abandonada, atado y reatado hasta la altura de los hombros.

-Intenta aguantar – fue lo único que dijo. ¿Y qué más podía decirle cuando era él el primero en querer dormirse? Pero ahora debía ser fuerte. Si él sucumbía, Kazuha también. No podía permitir que nada malo le sucediese. Todo era culpa suya. No debió hacerle caso, tendría que haberla dejado con el doctor en el parque e ir solo a la heladería. De haberlo hecho así, ahora no estaría aquí con él.

Pero sabía que alguien vendría a buscarles. Tardarían lo suyo, pero vendría alguien. El doctor había colocado un pequeño transmisor y un localizador muy bien escondido en sus ropajes, y seguro que ahora mismo ya estaban viniendo en su ayuda, o al menos a buscarla. Y pensando en ellos, su mente reparó en Conan. Seguro que a él también le habían cogido. Estaría bien. No les interesaba matarle, según tenía entendido. Y tuvo un nefasto pensamiento, devolviéndole a la realidad Mierda… van a utilizarlos como rehenes… para hacer que Kudo obedezca… ¡tenemos que salir de aquí inmediatamente! Ah, pero espera… si escapamos, ellos también podrán decirle a Kudo que nos tienen encerrados, y estaríamos en las mismas. Ha de haber una manera de escapar y hablar con Kudo, porque sino tampoco podremos sacarle a él. Mierda… esto se está complicando mucho… Bueno, antes de nada hay que escapar

-Hey, Kazuha – Heiji movió su cuerpo ligeramente para sacudir a la chica, la cual estaba detrás suyo, con el pilón en medio. Pero ella no contestó – Kazuha, eh, vamos. ¡Kazuha!

Nada, la chica se había quedado dormida y bien dormida. Bueno, daba igual, escaparía sin su ayuda y cuando estuviera todo listo ya la despertaría. Pero cómo. No había ningún objeto afilado alrededor, y la fuerza con que le habían atado le impedía apenas moverse unos centímetros.

Se oyó un ruido, y la puerta de hierro chirrió. Heiji pudo ver un poco de luz, para luego ver una oscura silueta aparecer en la habitación. Él se quedó helado. Era un hombre alto, esbelto, con un sombrero que le hacía sombra en la cara. Tenía un oscuro bigote repeinado y en su mano derecha llevaba, cargada, una pistola.

-Buenas tardes – dijo él, con una voz fría como el hielo – Oh, tú eres el detective ese de Osaka, ¿no? El hijo de Heizo…

Heiji frunció el ceño. ¿Cómo lo habían averiguado tan rápido? Idiota… seguro que nos habrán hecho algún control mientras estábamos inconscientes y nos han identificado. Oh-oh… espero que ahora encima no me usen para pedirle un rescate a papá… ¡de ninguna manera! Tenemos que escapar de aquí ahora o nunca.

El hombre empezó a acercarse hacia él, con la pistola alzada – Debes conocer a ese Shinichi Kudo, ¿me equivoco? – Heiji se quedó aún más helado. La conversación iba por mal camino. Tenía que hacer algo antes de que ese tipo hiciera uso de su arma. Pero qué. ¿¡QUÉ? – Me han dicho que no os haga nada, porque sois valiosos rehenes… no puedo mataros a los dos… - Heiji respiró tranquilo. El hombre sonrió fríamente – Pero no me han prohibido que mate a uno de los dos…

El chico de Osaka le miró helado, con temor en el cuerpo - ¡No puede hacerlo! ¡Oirán el ruido del tiro y tarde o temprano alguien vendrá a saber qué ocurre!

El hombre soltó una carcajada y luego añadió – Existe el silenciador… - y acto seguido añadió el silenciador a la Bernetta, y apuntó hacia Heiji – eh, tú, despierta a tu amiguita.

Heiji sonrió Hace horas que lo intento… pero prefirió no hacerse el gracioso en aquel momento. Sus vidas estaban en juego. Empezó a sacudir a Kazuha, y poco a poco empezó a gruñir y se despertó refunfuñando.

-¿Qué haces, Heiji…? Ya te he dicho que tengo sueño y… - entonces Kazuha reparó en la presencia del hombre con la pistola, quedándose helada como un cubito - ¡H-HEIJI!

El chico se sonrojó un poco al notar que el primer en quien pensaba cuando se encontraba en apuros era él, aunque eso no quitaba importancia al asunto. Ahora no era momento de pensar en esas cosas. Ya habría tiempo para eso después. Ahora lo que tenía que hacer era intentar, de algún modo, engañar a ese tipo. Quizás decirle que no era justo matarle así, y que al menos le soltara para que pudiera defenderse. Alguna cosa de esas que seguro tendría éxito.

-Buenas tardes, señorita – dijo él, cortésmente, dirigiéndose a Kazuha. Heiji estuvo alerta. Ahora la apuntaba a ella – Ahora mismo acabábamos de tener una charla, ¿verdad, Heiji?

¿Quién te has creído que eres para llamarme por mi nombre? gruñó – Sí – respondió fríamente y miró a Kazuha despreocupado – Ha dicho que no nos podía matar a los dos, pero sí a uno – Kazuha lanzó su mejor cara de pánico – Y yo ahora iba a proponerle un trato. No es nada masculino matar a un chico atado, por lo que quería sugerirle que al menos me soltara. Total, el resultado sería el mismo, ¿no? Solo apretar el gatillo y… ¡bang! Pero al menos usted quedaría mejor como asesino. De la otra manera, si me disparara y estuviera yo atado, quedaría usted muy pero que muy mal, como un hombre sin escrúpulos que no es.

Kazuha se lo quedó mirando, con sudor frío Esto es una pesadilla. Una pesadilla de la cual me voy a despertar de un momento a otro. Sí. Me despertaré, iré a casa de Heiji, le llamaré idiota por levantarse tan tarde y como iremos justos de tiempo para llegar al instituto, me llevará con su moto. Eso sucederá. Ahora sólo hace falta despertarme y… Dios, ¿a quién demonios pretendo engañar? ¡Esta pesadilla es real! Entonces, ¿por qué está diciendo todo esto Heiji? ¿Tiene algún plan? Por favor, que así sea… ánimo, Heiji, tus trucos nunca han fallado… hasta ahora

Hubo unos instantes de silencio. El hombre seguía apuntando a Heiji con expresión severa. El chico estaba bastante nervioso, no podía negarlo. Si ahora le decía que no importaba tener o no tener escrúpulos, adiós a todo. Ese era el fallo abismal del plan, pero no había tenido tiempo para pensar en otro. ¿Qué haría Kudo en su lugar? Seguramente, alguna cosa por el estilo. Miró expectante al hombre, esperando su reacción, mientras una gota de sudor frío le recorría la cara.

Entonces, el hombre sonrió. Ni Heiji ni Kazuha supieron cómo interpretar ese gesto. Entonces, poco a poco, empezó a bajar el arma.

-Bueno, chico, creo que te has ido demasiado rápido en tu relato… - empezó a decir él, poco a poco, con voz empalagosa – yo nunca he dicho que te mataría. ¿Cómo quieres que mate a alguien tan importante como tú? Ese sería un castigo muy nimio… No, yo tenía pensado algo mejor – y seguidamente empezó a mover de nuevo la pistola, apuntando hacia la sorprendida y aterrorizada Kazuha. El hombretón se limitó a sonreír – Algo mucho mejor…

En una pequeña cabaña a las afueras de Tokio, en medio de un paraje montañoso, había cinco hombres, todos vestidos de negro, los cuales acababan de llegar con sus respectivos automóviles a la choza. Todos la miraron con cierto estupor, ya que estaban acostumbrados a reunirse en lugares de mejor calibre. Allí, todos se sentaron en unas sillas de madera alrededor de una larga mesa.

-¿Es que nuestro presupuesto se está agotando? – inquirió Gin, con voz helada, escrutando con la mirada al encargado de la reunión.

El hombre, intimidado, negó con la cabeza asustado – N-No, señor. Es sólo que las cosas empiezan a torcerse. Cada vez hay más gente detrás de nosotros y hemos decidido que ésta cabaña estaría bien para…

-¡¡SUFICIENTE! – bramó – Y ahora que empiece la reunión para que pueda irme de esta inmunda choza.

Gin se giró hacia la única mujer. Tenía unos veintitantos años, tenía el pelo rubio y largo, ojos azules y era bastante atractiva. Crhis Vineyard, alias… - Vermouth – dijo Gin, mirándola. Ésta le sonrió - ¿Cómo van las cosas por tu bando?

La mujer sonrió atractivamente – Muy bien, Gin. Ya le he hecho la oferta al chico, ahora sólo hace falta darle un pequeño empujón y… ¡voilá! Ya tendremos un nuevo miembro para estudiar – sonrió la mujer.

Gin hizo una fría mirada y luego movió la cabeza hacia otra dirección -¿Cómo va el plan, Cocktail? – ahora se dirigió hacia un hombre bajito que se sentaba delante suyo. Era calvo y tenía unas enormes gafas de sol.

El hombre habló con voz áspera pero firme – Como lo previsto. Aunque hemos tenido una baja. Nunca pensé que alguien saliera en la ayuda de esa cría… y menos él.

Gin hizo una mueca de disgusto - ¡¿Alguien me puede decir QUÉ DEMONIOS HACÍA KAITO KID EN LA MANSIÓN KUDO! – bramó él, escrutándoles a todos con sus feroces ojos, sorprendiéndoles e intimidándoles con el grito.

Una suave e distorsionada voz habló – Bu-bueno…yo le envié una carta anónima para que de paso pudiéramos matarle a él cuando fuera en rescate de la chica.

Gin miró al hombre que acababa de hablar – Tú, si no me equivoco, fuiste el compañero del que murió la otra noche, ¿no? El que abandonó a su compañero y arrancó con el coche, dejándole tirado… el que, sin consultar nada con sus superiores, envió una carta a Kaito Kid para citarse con él y luego matarle… y encima, fracasando. Y, encima, sin conseguir a la chica. ¿Sabes que por tu culpa, las cosas se han complicado? ¿Sabes que por tu culpa, ahora tenemos a Kaito Kid y quién sabe a quién más detrás nuestro? ¿Sabes que Kaito Kuroba podría ir a la policía en cualquier momento? ¡¡Y TODO POR DESOBEDECERME!

El hombre se quedó pálido ante la ira de él. Entonces, para sorpresa de todos, Vodka sacó una pistola y, sin vacilar, le disparó en la cabeza. El hombre cayó muerto con la silla y ensució el suelo de sangre roja. Nadie le miró siquiera, ya que ese era el castigo por desobedecer una orden y por dar tantos perjuicios.

-Bueno, por segunda vez, ¿cómo va el plan, Cocktail? – preguntó Gin, mirándolo.

Cocktail se enjuagó la garganta y habló sin tapujos – Bien, jefe. Ya tenemos a la chica, me lo acaban de comunicar hará apenas media hora. Estaba junto a otros dos chicos, pero no han podido cogernos. Ahora mismo está camino de la base. Y como ordenó, ya he mandado órdenes a Ice para que mate a uno de los dos chicos de Osaka.

Gin sonrió y dio una bocanada a su cigarrillo – Así me gusta, buenas noticias. Bueno, Vermouth, ¿y el tema Sherry?

Vermouth miró a la nada fríamente, como si allí estuviera ella en persona. La odiaba desde lo más profundo de su ser. Ella, esa estúpida científica inventora de la apotoxin 48669 que se hizo tan famosa y venerada en la organización, la que siempre se le adelantaba en todo… incluso llegó a pensar que se llevaría también a Gin. Pero eso no sucedería nunca. Ahora era Sherry la traidora y ella la respetada en la Organización, proveniente de América, donde era toda una celebridad, y en la Organización ocupaba ahora un sitio de honor.

-No acudió a la cita con Kudo, aunque era de esperar. Debe de estar escondida por algún sitio, con ese amigo suyo, un científico loco. Pero no se preocupe, la encontraremos. Tenemos espías por todas partes y…

-Eso espero por tu bien– dijo él, cortándola- Te ofreciste voluntaria para este trabajo, y me dolería en el alma tener que matarte por no satisfacerme. Confío en que eso no sucederá. Bien, doy la reunión por terminada. Cada uno sabe lo que tiene que hacer, y por favor, que alguien tire a esta escoria al río – dijo, mirando con asco al cadáver que yacía a sus pies.

Antes de nada, Ran se tocó con dolor la frente, donde le había salido un moratón. Kaito y Ran se quedaron helados al notar cómo el coche se acercó tan silenciosa y rápidamente por detrás, y vieron con horror cómo se habría una de las puertas de esa extraña limusina negra brillante y un musculoso brazo cogía a la asustada y sorprendida Aoko y la empujaba hacia dentro. El coche apretó el acelerador, y aunque ambos reaccionaron y empezaron a correr tras de ellos, pronto los perdieron.

-¿Q-Qué demonios ha pasado aquí? – preguntó Ran, asustada, mirando hacia los dos caminos que había delante de ellos, sin saber cuál escoger. Se giró hacia Kaito, pero éste no decía nada. Corría callado, con la vista perdida. Ahora se encontraba apoyado en la pared, con la cabeza gacha. Ran se acercó a él tímidamente – Vamos, Kuroba, levántate. Aoko nos necesita. Tenemos que seguirla…

-Es culpa mía… - susurró. Ran abrió los ojos y miró al chico extrañada, el cual empeoraba por momentos – Es culpa mía por hacer tratos con esa estúpida organización… No tuve remedio, amenazaron con decirles a todos quién era… y ahora, por abandonarles, han raptado a Aoko… - Kaito parecía que hablara más para sí mismo que para Ran. La chica no entendía mucho.

-¿Y quién eres en realidad? – preguntó ella, desconcertada.

El chico contestó de inmediato sin darse cuenta, desalentado – Kaito Ki… ¡¡AGHH! – El chico se tapó la boca al instante y la miró asustado. La chica se lo quedó mirando, entre sorprendida y contrariada. Kaito empezó a reír para disimular - ¡Ja-Ja-Ja, era broma, mujer!

Ran sonrió tiernamente – Ya sabía yo que te había visto en algún lugar. Claro… fuiste tú quien en la fiesta del barco te cambiaste por mí… o cuando fuimos a esa reunión de magos… - Ran le miró. Kaito se quedó en silencio – Eres Kaito Kid…

De repente sopló un viento helado, pareciendo que la misma naturaleza daba más énfasis a la cuestión. Kaito se la quedó mirando en silencio, tenía la posibilidad de seguir negándolo y empezar a ir tras Aoko de nuevo, o darle un somnífero y dejarla en alguna casa próxima, y así tal vez creería que había sido un sueño. Lo cierto es que no podían perder más tiempo de lo que llevaban perdido, o Aoko estaría ya muy lejos…

Pues entonces, ¿qué? No podía permitirse el lujo de que alguien a parte del doctor supiera su secreto. No podía arriesgarse… ¿Y qué diría Aoko si se enteraba de que él era en realidad el peor enemigo de su padre, el que le había evitado el ascenso, el causante de tantos robos?

Entonces notó que la chica se le acercaba y le cogió de la mano. No supo cómo interpretar ese gesto. ¿Le cogía para llevarle a la policía?

-Vamos, rápido – dijo ella, tirando de él y empezando a andar.

Kaito no lograba reaccionar - ¿A-Adónde?

Ran sonrió – Pues a buscar a Aoko.

El chico abrió los ojos sorprendido. ¿No le iba a delatar? Teniendo a su padre y a su mejor amigo como detectives, ella ya debería saber algo del oficio… y siendo así, ¿no le delataría? Bueno, tal vez le estaba engañando y a la mínima aparecería algún poli por aquí… pero qué más daba, si ella ya lo sabía. La única solución posible era darle un somnífero.

Disimuladamente, cogió un pequeño sobre que siempre llevaba por si acaso. No se tenía que beber, sino inspirar. Se tapó las fosas nasales y lo tiró hacia Ran. La chica paró de correr al instante y empezó a toser, pero repentinamente saltó hacia atrás con agilidad, separándose del humo verdoso. Por un momento, ambos se miraron sin saber qué había hecho el otro ni entenderlo.

-Kaito, no voy a denunciarte – pronunció Ran quedo - ¡Tenemos que ir a ayudar a Aoko! ¡Me trae sin cuidado que seas quien seas, pero Aoko ha sido raptada ante nuestros ojos por culpa mía!

Kaito se quedó a tres velas. Por dos motivos: uno, ¿¡no iba a denunciarle? ¿Le tomaba el pelo? ¿En serio que no iba a hacerlo? Y había otro punto importante…

-¿Por qué es culpa tuya exactamente? – preguntó, mirándola de reojo.

-Pues porque la otra vez no pudieron capturarme, y como Aoko y yo nos parecemos, y aún más de espaldas, la han cogido a ella pensándose que era yo… - dijo Ran, agachando la cabeza, culpable.

Kaito aún se la quedó mirando más extrañamente - ¿Y quién dices que intentó raptarte?

Ran se encogió de hombros – Unos extraños hombres de negro. Pero logré reaccionar y empecé a correr, pero tropecé y caí, y entonces alguien vino y… ¡¡TÚ! – exclamó la chica, señalándole a él, admirada - ¡¡Fuiste tú quien me ayudó! Cla-Claro, y por eso estaba en casa tuya…

Kaito estaba más tocado por segundos - ¡Oye! ¿Se puede saber desde cuando RECUERDAS todo eso? – preguntó el chico, irritado. Ran abrió los ojos, asustada de si misma.

-Yo… er… - Ran se miró sus manos, y luego a Kaito. Repentinamente, se tocó el chichón que instantes antes se había dado con la confusión del secuestro de Aoko. Seguramente se dio un golpe mientras abrían la puerta y les empujaban. Entonces… ¿se había recobrado? ¿Se acordaba de todo? ¡¡Seré inútil! ¡¡Lo recuerdo todo y no me doy cuenta!

-¿Ran…? – preguntó el chico tímidamente, al ver las extrañas caras que ponía su nueva compañera.

Ran dio un bote y se puso roja - ¡AH-SÍ! Sí que me acuerdo. De todo. Gracias, Kaito, por ayudarme – y dicho eso, le hizo una reverencia Uah, nunca me hubiera imaginado que le daría las gracias al mítico Kaito Kid… - ¡Vamos, tenemos que movernos! – y dicho esto empezó a correr.

Kaito la siguió, sorprendido - ¿Y seguro que no vas a delatarme? – preguntó, desconfiado.

Ran negó con la cabeza – Será mi manera de darte las gracias por lo de la otra noche. No te preocupes, no le voy a decir nada ni a mi padre ni a… bueno, un amigo mío, tú no lo conoces… o quizás sí. ¿Te suena Shinichi Kudo? – preguntó, mirándole.

Kaito asintió – Sí, nos hemos visto en alguna ocasión… en el caso de la torre del reloj… je, no pudo pillarme.

Ran sonrió. Si Shinichi supiera que estaba con Kaito Kid… quizás se enfadaría por no habérselo dicho. Aunque más bien no lo haría, porque se negaría a atraparle con su ayuda. Querría hacerlo por sus medios, solo, como siempre.

De repente, Kaito paró de correr - ¡¿Y se puede saber adónde vamos ahora! – preguntó el chico al borde del colapso.

-Ah…er… - Ran se quedó pensativa. Buena pregunta, sí señor – Será mejor que llame a mi padre, él sabrá qué hacer – y dicho esto, sacó el móvil de su bolsillo y empezó a marcar números.

Kaito la miró algo contrariado, y Ran sonrió – Tranquilo, no le diré quién eres. ¿Les digo que eres Kaito Kurowa o te vas a disfrazar de alguien? – preguntó, amigablemente.

-Diles que vas con… Kaito Kuroba – dijo, mirando hacia el lugar donde había desaparecido el coche. Oyó que Ran empezaba a marcar el número en el teléfono.

-No contestan en casa… les llamaré al móvil – respondió la chica al cabo de unos minutos, suspirando. De nuevo empezaron a andar sin un rumbo fijo. Mientras esperaba que el teléfono diera señal, Ran inició una nueva conversación, alto tímida – Y… ¿por qué dijiste antes que era culpa tuya?

Kaito siguió mirando al suelo, a juzgar por Ran, culpable – Porque… esos hombres de negro… bueno, creo que eran los mismos con los que hice tratos. Pero me chantajeaban. Decían que si no les hacía caso, harían daño a todos los de mí alrededor y dirían quién soy. Pero lo que no en tiendo es cómo supieron que era Kaito Kid ni por qué no dicen nada una vez abandonada la organización.

-Tal vez es que se les ha olvidado tu caso. Con tantos líos y todo eso…

-¿Y qué me dices de ti? – ahora era el turno de interrogar él a ella – ¿Por qué iban a por ti?

Ran se encogió de hombros, confundida – Ni idea. Yo fui a traer ropa limpia a Conan, ¿sabes quien es? El pequeño de las gafas- sonrió tiernamente y prosiguió, esperando que alguien contestara al móvil – Pues se fue a quedar a dormir a casa de unos amigos, pero cuando llegué allí nadie respondió y esos tipos… bueno, lo que sigue ya lo sabes.

El joven asintió, inquietado - ¿Y dices que no sabes por qué te buscan? – la chica negó con la cabeza, asustada – Lo que está claro es que tanto tú como yo jugamos un papel importante en esto… y ahora Aoko también.

-¡Ah, sht! ¡Ya hay señal!

Los dos pararon de andar y se centraron en el móvil de la chica. Estuvieron unos segundos expectantes hasta que una voz ronca y algo malhumorada habló - ¡Ahora Kogoro Mouri no está de servicio, llamen luego!

Ya hacía quince minutos que estaban en el taxi camino a la comisaría central para ir a hablar y a contar todo lo que sabían a los dos detectives Sato y Takagi y al inspector Shiratori. Kogoro miraba constantemente el reloj, refunfuñando y maldiciendo las colas que cada día se apoderaban de la metropolitana ciudad. Y para más agüero, el taxi estaba lleno a rebosar, cosa que hacía subir la temperatura sutilmente, así que los seis inquilinos no paraban de sudar: Kogoro, Agasa, Ai y los Detective Boys.

-¡Maldita sea! ¡No podemos permitirnos tardar todo esto! Si fuéramos andando, ya habríamos llegado – maldijo Kogoro, por milésima vez.

Agasa miró el retrovisor, como para tranquilizarse a si mismo de que nadie les seguía, y se giró a los asientos de atrás donde se encontraban todos – Vamos, Kogoro, tranquilícese. Una vez hayamos explicado todo a ellos, todo se solucionará. Son unos profesionales y nos ayudarán. No se preocupe más – fueron las 'tranquilizantes' palabras del bueno del doctor.

Kogoro no dijo nada y se limitó a mirar a través de la empañada ventanilla a causa de las bajas temperaturas. Lo que faltaba, ahora encima se pondría a llover o incluso nevar. Bueno, al menos la nieve deja pisadas

Kogoro, Kogoro, Kogoro es el mejor, el mejor detective de to-do-el-Japón…

Todo el mundo se giró asustado ante la melodía que empezaba a sonar del bolsillo del detective. Éste lo cogió con total naturalidad, mientras todos observaban el móvil polifónico entonar esa 'canción'. Este, como leyéndoles el pensamiento, puso su mejor cara de pervertido y sonrió – Juju… me la ha hecho Yoko…

A todos se les cayó una gotita. Kogoro cogió el teléfono retomando la seriedad de instantes antes y contestó secamente - ¡Ahora Kogoro Mouri no está de servicio, llamen luego! – y justo cuando estaba a punto de pulsar el botón de colgar, oyó una voz apresurada bastante familiar al otro lado del teléfono.

-¡¡No, espera! ¡No cuelgues! – gritó Ran.

Kogoro cogió de nuevo el teléfono y se lo pegó al auricular. Todos le miraron extrañados sin saber a qué venía ese cambio tan brusco.

-¡¿RA-RAN! ¡¿ERES TÚ! – gritó el preocupado padre. Todos se sorprendieron al oír el nombre de la joven y pararon atención.

-Sí, papá. Déjame hablar, necesito que vengas a comisaría, yo voy para allá. Han secuestrado a una amiga mía y…

-¡¿Y TÚ DÓNDE ESTÁS! – gritó extasiado sin escucharla.

Ran casi se tuvo que apartar el móvil del oído - ¡Sht! No grites tanto, hombre. Estoy en el distrito de Beika, unas calles después de casa de Shinichi. He llamado a casa y no había nadie… pero papá, escucha, han secuestrado a una amiga y ahora vamos hacia la comisaría central, ¿puedes ir tu también?

Kogoro no sabía de qué iba la cosa ahora - ¿Co-cómo que han secuestrado a una amiga tuya? ¿Y tú dónde has estado todo este tiempo?

-En casa de un amigo. Eso ya te lo explicaré luego, papá. Tenemos que darnos prisa, ven a comisaría, ¿vale? Hasta ahora.

-¡No esp…! – Kogoro miró frustrado el teléfono que comunicaba y se lo guardó con ira. Agasa fue el primero que empezó con el interrogatorio.

-¿Era Ran? – preguntó sin acabárselo de creer.

Kogoro refunfuñó algo inaudible y asintió – Sí… Por lo visto se quedó a dormir en casa de un amigo y hoy han secuestrado a una amiga suya y me ha llamado para pedirme consejo. Ha dicho que ahora se dirige a la comisaría central, así que ahora nos veremos.

Ai se cruzó de brazos - ¿Y no le dijo nada sobre un secuestro ni los hombres de negro?

-¿De qué estáis hablando? – preguntaron los tres pequeños a la vez.

-¡Vosotros tendríais que iros a casa inmediatamente! – fue la única respuesta que obtuvieron, pleitesía Kogoro.

-Pero los chicos tienen que ir a declarar sobre ese sospechoso… el del FBI. ¿Tiene jurisdicción aquí? – preguntó el doctor, mirando al detective.

Él se encogió de hombros – No creo… aunque con un permiso oficial, tal vez… Eso sin contar que vaya de incógnito. Bueno, de todas formas, lo vamos a aclarar todo en cuanto lleguemos a la comisaría.

-Pero entonces… - Ai sonrió fríamente – Nunca han tenido a Ran, ¿no? Todo ha sido una trampa, tal como os dije… e, irónicamente, la historia que contó usted – dijo, mirando a Kogoro – esa de la película de la cual los malos hacían creer a los buenos que tenían la rehén y al final no la tenían, resultó ser cierto.

Agasa se tocó el bigote con las manos, pensando – Si nos pudiésemos contactar con Shinichi y decirle que Ran está bien, entonces tendría vía libre para intentar escapar… Porque sabiendo cómo es él, no intentará nada hasta saber que Ran está bien.

-Sí, pero te olvidas de los de Osaka – puntualizó Kogoro - ¿Y si ahora los usan a ellos de rehenes? Kudo no probará nada mientras haya vidas en juego, eso está claro.

De repente, el taxi frenó y el conductor señaló el enorme edificio que tenían unos metros más al lado de la acera – Ya han llegado. Serán 1200 yenes – y el buen hombre enseñó la palma de la mano al profesor, mientras él medio llorando se sacaba el dinero de SU bolsillo.

Todos salieron del taxi, y pareciendo más una familia feliz que no lo que eran, entraron en comisaría. Allí se les acercó Yumi, la chica de tráfico, tan sonriente como siempre - ¡Hola, señor Mouri! Les están esperando. Sato, Takagi y Shiratori están en el piso de homicidios, al fondo a la derecha – dijo ella, igual de feliz que siempre. Y tal como vino se fue hacia su correspondiente sección. Kogoro se preguntó cómo lo hacía para estar siempre a todas partes, pero sin más preámbulos se dirigió hasta el ascensor.

-¡¡Papá!

Todos se giraron para quedarse harto sorprendidos. Allí estaba Ran, corriendo hacia ellos, con un chico a su lado… y aún se quedaron más sorprendidos.

-¡¿KU-KUDO! – gritó Kogoro, señalándole con el dedo - ¡¿Pe-pero tú no estabas secuestrado! ¡¿Y desde cuando vuelves a ser tú! – y entonces se acordó de lo que su hija le había dicho antes 'He dormido… He DORMIDO en casa de un amigo…' Kogoro se puso rojo de ira y empezó a mirar al chico como si fuera a matarle – Tú… Tú…has…

El chico levantó las manos intentando apaciguarle - ¡Eh, eh, yo me llamo Kuroba, Kaito Kuroba! – se defendió el pobre chico, que ya veía a ese hombretón encima suyo.

Kogoro bajó los puños, pero aún así seguía algo contrariado.

-Ran-neechan, me alegro que estés bien – dijo Ayumi, sonriente. Mitsuhiko y Genta asintieron. Sin embargo, Ran no contestó. Se acercó seriamente hacia Kogoro, el cual palideció. No sabía si estar feliz por el reencuentro y la preocupación que había sentido por ella horas antes, o acobardado por el frío semblante de su hija.

-¿Me puedes repetir eso de Shinichi?

Entonces Agasa, Ai y Kogoro supieron que éste último se había ido de la lengua.

Conan entreabrió los ojos con pesar. Vio que sus gafas estaban tiradas al suelo junto a él. Se las puso, sin saber muy bien por qué. Era más ya una costumbre que una manera de evitar que le reconocieran, cosa que ahora ya no tenía sentido alguno. Miró a su alrededor. Lo último que recordaba era haberse quedado dormido sin tener sueño. ¿Le habían anestesiado? Daba igual, pero ahora se encontraba en una pequeña habitación de no más de dos por dos metros cuadrados, con una pequeña ventanilla a cuatro metros de distancia, barrada, por donde entraba un poco de lluvia y un frío helado.

Maldita sea… nunca imaginé que les encontraría en ésta situación… si al menos supiera del cierto que Ran, Hattori y Kazuha están bien, podría intentar algo… En fin, lo primero que hay que hacer es seguirles el juego. A escondidas pondré micrófonos en todas partes y me las ingeniaré para hacerle llegar la señal al doctor con el transmisor de las gafas.

Entonces, la puerta de la sala se abrió unos tres centímetros, irradiando un poco de luz. La puerta llevaba cadena, así que no hubiera podido intentar abrirla del todo. Conan rápidamente se puso de pies y a la defensiva, intentando ver quién había allí.

-Hola, Cool Guy – fue la fría salutación de la mujer. Jodie Saintemillion abrió un poco más la puerta y se agachó, para ver mejor al chico – Acércate, tengo que hablar contigo Kudo.

Conan frunció el ceño. ¿Qué tramaría esta vez? Sin siquiera pasársele por la cabeza desobedecerles No aún se acercó a la puerta, quedando ambos a escasos centímetros. La mujer de las grandes gafas, ojos azules y pelo dorado hasta los hombros, sonrió.

-Ahora escúchame bien. Me han mandado que venga a hablarte un poco más de nuestro trato, pero no lo voy a hacer – Conan empezó a sentir como la situación se le iba de las manos de nuevo. ¿A qué diantres venía esa conversación? La mujer prosiguió – Tengo poco tiempo y muchas cosas que hacer. Yo no soy de la Organización, y al igual que tú voy detrás de ellos.

Conan giró la cabeza y se encaró hacia ella - ¡Ja! Si crees que voy a picar…

Ella frunció el ceño – Yo sabía desde el principio que tú eras Conan y que Haibara era Sherry. Lo supe desde el primer día que vine a Teitan. Y si en realidad soy de la Organización, ¿por qué crees que no se lo dije hasta hacía un par de días? Todo forma parte de un plan, Kudo. Yo me he introducido aquí para saber más cosas sobre ellos, para que tengan confianza en mí y poderles traicionar luego.

El pequeño detective cada vez estaba más tocado - ¿Tú… no eres de la Organización?

Ella negó con la cabeza – No. Como sabrás, mi nombre es Jodie Saintemillion, aunque mi apellido real es otro. Hace años, un miembro de la Organización mató a mis padres y caló fuego a nuestra casa; yo me salvé milagrosamente, y desde que tengo uso de razón que he intentado, en mayor o menor escala, atraparles. Hasta el punto de convertirme en un agente del FBI.

La sorpresa de Conan iba en aumento – ¿FBI? ¡¿TÚ!

Ella asintió – Sí, pero no hables tan fuerte. Recuerda que ahora estamos hablando sobre nuestro trato. Ellos no saben nada y así ha de ser. Ahora escúchame bien. Tienes dos opciones: una, no creerme y dejar que te utilicen para crear una nueva droga más letal que la APTX 4869 y luego te maten a ti y a los dos chicos de Osaka, y luego maten a todos vuestros conocidos, o dos: créeme, y te ayudaré a escapar con información y disquetes y con tus amigos de Osaka. He reunido a escondidas suficiente información para romper todo esto en mil pedazos. Y según tengo entendido, tú posees un valioso disket con muchos nombres y direcciones…

Conan no dijo nada. ¿Cómo lo sabía? ¿Está diciendo la verdad? ¿Debo confiar en ella? Lo cierto es que es una buena oportunidad, tanto si dice la verdad como si no. Si ella fuera realmente de la Organización, no me estaría proponiendo esto, porque se arriesgaría a que yo descubriese más cosas sobre ellos y eso no les conviene. Entonces… ¿debo aceptar? Así conseguiré información y que Hattori y Kazuha puedan irse sanos y salv… u-un momento… Conan miró rápidamente a la mujer.

-Ran nunca ha estado en vuestro poder, ¿verdad? – fueron sus frías palabras, mirándola como si de nuevo fuera un miembro de la Organización.

A ella le dolió verlo así pero se mantuvo en su fría compostura – Exacto. Era necesario tenderte esta trampa, Kudo. Yo misma colaboré. He de decirte que en ningún momento quise hacerle daño a Mouri; es buena en inglés. Pero así me aseguraba que llegaras hasta mí, porque estaba completamente segura que tú vendrías, y ya ves que no me equivoqué. El plan era informarte, darte unos cuantos diskets y dejarte marchar. Nadie sospecharía de mí, yo seguiría dentro para dar el golpe de gracia cuando hiciera falta, y tú también estarías fuera. Revelar tu identidad no hubiera sido problema, ya que al cabo de unas horas, con todos los diskets que te hubiera proporcionado, ya tendrías a toda la policía yendo hacia todos los lugares de la Organización. Era un plan perfecto, y sin embargo…

-Heiji y Kazuha – sonrió él, cortante – No lo esperabas. Y ahora resulta que tienen a rehenes de verdad.

Ella asintió – Exacto. ¿Empiezas a creerme?

-Puede. Pero tengo muchas preguntas. ¿Cómo has logrado infiltrarte aquí, sin más, sin que nadie se de cuenta? ¿Y por qué elegiste a Ran y no, por ejemplo, al doctor?

Ella sonrió pícaramente – Bueno, Kudo, debía asegurarme al cien por cien de que vinieras a la cita, ¿y qué mejor anzuelo que Mouri? – dijo, guiñándole el ojo y haciéndole sonrojar - Pero estaba controlado. Los dos esbirros que fueron a por ella son también del FBI, y en ningún momento quisieron matarla. Como máximo, di el consentimiento de que la dispararan a un lugar que no fuera crítico, eso si la situación se complicaba demasiado. Sólo queríamos mantenerla al margen de todo esto, y la Organización se pensaría así que la tenía, cuando estaba en nuestras manos. Cuando te hubiésemos soltado, ella también habría sido liberada.

Conan suspiró hondo. Demasiada información. Pero, por primera vez en mucho tiempo, sonrió. No una sonrisa que suele hacer al encontrar una prueba definitiva, o al resolver un caso. No, ahora estaba aliviado, contento, feliz. Si bien era posible que hubiesen disparado a Ran, no habría sido nada grave, y ella jamás había estado en poder de ningún asesino, sino en manos del propio FBI. Buenas noticias, sí señor.

-Bueno, Kudo, lo siento pero podría ser sospechoso que estuviera hablando más tiempo contigo. Tengo que irme. De momento, obedécenos, obedéceme. En cuanto tenga más piezas, volveré a hablar contigo. Espera mi señal. Y, por favor, sé bueno. Me encargaré de que tus amigos no sufran daño alguno, y si por un casual escapan, te lo confirmaré en seguida. Pero ni se te ocurra intentar nada como escapar, o todos mis esfuerzos serán en vano.

Conan asintió. La mujer sonrió y cerró la puerta haciendo que esta chirriara. Conan se sentó pesadamente al frío y húmedo suelo, y poco a poco fue cerrando los ojos con tranquilidad. Por primera vez en mucho, demasiado tiempo, notaba que la situación volvía a estar bajo control. Y lo más importante: Ran estaba bien.

Fin del cap. 7

CONTINUARÁ

Notas de la Autora

¡¡Hola! ¡Yayyyy terminé, wowowow! Este capítulo me ha quedad un poquitínnnn más largo, pero era necesario, ¿no? Espero que haya valido la pena. Ya advertí que ahora la cosa iría tomando forma y que por consiguiente las escenas serían más largas, y de igual forma los capítulos.

Bueno, espero haber avivado vuestro interés. Jeje, ya sé que muchos de vosotros queréis verme en la horca por dejaros siempre con el maldito suspense XD (en este caso les tocó a Heiji y Kazuha la responsabilidad de haceros sufrir) pero como estáis acostumbrados sabréis apañároslas :P

Espero vuestros comentarios a envíame lo que quieras: preguntas, dudas, críticas, amenazas de muerte (mejor no ¬¬) y lo que queráis nn

Se despide, con muchos salu2 para to2…

CiNtUrO-cHaN (CCF)

·11· Septiembre ·2003·

/((La Diada de Catalunya))\