Capítulo 1: De vuelta en Japón, ¿qué puede salir mal?
Disparos, explosiones, una ballena volando.
-¡¿QUÉ?! -dijo Noodle mientras despertaba rápidamente en una pequeña habitación. Estaba aturdida y confundida por la situación.
Lo último que ella recordaba era que estaba con Russel escapando de Plastic Beach, y que de repente un barco pesquero los comenzó a atacar, luego de eso su mente no lograba recordar lo que sucedió para terminar ahí.
Se paró de su pequeña y sorprendentemente cómoda cama, y notó que tenía vendajes alrededor del cuerpo y comenzó a sentir la sensación de dolor, ahora que seguro se le había bajado la adrenalina, y volvió a sentarse agarrándose el vientre.
Miró a su alrededor para tratar de averiguar dónde estaba y poder escapar. Buscó en la habitación para ver si encontraba algo útil para defenderse. Era una habitación de unos cinco por tres metros, tenía la cómoda cama, un pequeño velador con una lámpara de aceite y un armario vacío; en una de las paredes había una ventana que daba hacia lo que parecía ser una jungla, la abrió e ingreso un olor a sal en el ambiente, por lo que pensó que estaba cerca del mar. No encontró nada con lo que defenderse en la habitación, por lo que salió armada con sus manos, ya que recordó que había sido entrenada para ser una máquina de matar de pequeña después de todo.
Salió sigilosamente de la habitación para ver con lo que se encontraba; salió a un corto pasillo que daba a una sala con una cocina al lado, en ella se hallaba una anciana de espaldas preparando algo que comer. Noodle al ver que no era una amenaza decidió solo irse sin hacer ruido; sin embargo mientras pensaba esto y comenzaba a salir chocó su pie contra un sillón.
-¿Tan pronto te vas? -le dijo la anciana en japonés al voltearse por el ruido hecho.
Noodle paralizada por haber sido descubierta se quedó en silencio mirándola fijamente.
-¿Hablas japonés?, pareces alguien que lo hace. –le habló de nuevo la anciana.
-Ehhh. -vaciló Noodle, hacía mucho que no hablaba japonés, pero comenzó a recordar el idioma poco a poco.
-S-Sí, si hablo japonés… -respondió Noodle. -E-Es que hace tiempo que no lo hablaba.
-Ah, qué suerte. –dijo la anciana aliviada. –Pensé que tendría que recurrir a un traductor o algo. Y eso digamos que no es fácil de conseguir por aquí, ya que estamos algo alejados de la civilización moderna. –dijo la anciana riendo. -Ven toma asiento, ya está lista la comida. –volvió a hablarle la anciana.
Noodle haciéndole caso va y se sienta en frente de la anciana; y esta le sirve un plato con un guiso de pescado. Ella cogió sus palillos y una cuchara y dio un primer bocado, se quedó estática un momento; se dio cuenta que no había comido algo en varias horas, tal vez días.
-ITADAKIMASU. -gritó Noodle y luego comenzó a comer a montones, a tragar se diría.
-Bien, mientras comes. -dijo la anciana riendo. -Creo que te diré como llegaste aquí, supongo que quieres saber eso. –le dijo la anciana a la hambrienta Noodle, -Pues mi nombre es Chiyoko, estás en una pequeña villa pesquera. Mientras yo volvía a la orilla luego de pescar unas perlas, vi una silueta de una chica tirada en la arena. Me acerqué para ver si estaba viva, por suerte lo estaba, y resultaste ser tú, pedí ayuda para que te trajeran aquí. Te curé una herida fea que tenías en tu abdomen y una que otra en tus brazos y piernas, sin embargo no pude hacer mucho por la que tienes en el ojo, es solo un moretón, por lo que te dejé dormir.
Noodle escuchaba mientras seguía comiendo atolondradamente. Hace tiempo que no usaba palillos, pero su ascendencia japonesa no la traiciona, y parecía toda una profesional.
-Entonces, ¿estoy en Japón? –preguntó Noodle.
-Así es, en la Tierra del Sol Naciente. -dijo Chiyoko alegre.
-Japón entonces. -pensó Noodle.
-Ahora cuéntame, ¿cómo llegaste? -dijo Chiyoko curiosa.
-Si le digo no me creería; además, ahora que lo pienso, es muy ridículo. -constestó Noodle.
-Vamos, no pierdes nada al contármelo. -trató de convencer Chiyoko a Noodle.
Noodle vaciló por un momento, pero decidió contarle todo, desde la fase 1, hasta ese momento. Chiyoko no se mostraba asombrada, era obvio que en sus años de existencia había vivido y visto varias cosas atónitas, por lo que la historia de Noodle no le ocasionó sorpresa, y tal como ella dijo, si sonaba algo ridícula.
-¿No le sorprende? -preguntó Noodle a Chiyoko.
-Pues no, es mas, es interesante. -respondió Chiyoko.
Desde que Noodle se retiró de la banda no había sentido tanta tranquilidad. A pesar de tener heridas, en esa hora y media que había pasado desde que recuperó la conciencia, no había sufrido su típica depresión, y estaba en paz.
-Y, ¿qué vas a hacer ahora?, ¿vas a volver con tus amigos? –preguntó Chiyoko.
-No lo sé, y tampoco sé sus paraderos actuales, ni tampoco creo que ellos sepan el mío. –respondió Noodle con la mente en blanco.
-Bueno, puedes quedarte hasta que se curen tus heridas, de ahí puedes decidir si quedarte o hacer alguna otra cosa.
Noodle pensó que era lo que iba a hacer, no sabía dónde se encontraban sus compañeros de banda, no quería pensar que estaban muertos; sin embargo, ahora estaba libre, es decir ya no tenía obligación de volver, pues ahora sí que se habían separado, literalmente.
-Pues no tengo a donde ir, creo que me quedaré aquí. Puedo ayudarle con la pesca de perlas, como agradecimiento por salvarme. –dijo Noodle a Chiyoko.
-Bueno, entonces serás mi aprendiz, te enseñare todo lo que se. -dijo Chiyoko entusiasmada por su nueva compañera.
Noodle sonrió, agradeció por la comida y se fue a su cuarto a descansar, pues aún tenían que sanarse sus heridas. Se recostó en su cómoda cama y miró al techo, pensando.
¿Ahora que puede salir mal? –se dijo para sí misma, y se quedó dormida.
Un mes después de la llegada de Noodle a la villa pesquera, se hallaba recuperada de sus heridas y ya no tenía ese feo moretón en su ojo. Se despertó en su habitación y fue a desayunar junto a Chiyoko. Un tazón de arroz para cada una con pescado frito, el favorito de Noodle.
-Esta delicioso Chiyoko. –dijo Noodle.
-Gracias querida. –respondió Chiyoko con una sonrisa.
Noodle terminó su desayuno y se fue a su cuarto para cambiarse e irse al mar. Se puso un traje de baño y encima un pareo verde. Salió de la pequeña vivienda en la que residía con Chiyoko, y se fue hacia la orilla del mar. Mientras Noodle iba caminando alegre por la playa, saludaba a todos los que había conocido en aquella villa pesquera en la que ahora estaba establecida. Ya se había hecho amiga de todos los que vivían ahí.
-Hola Izunokami-san. –le dijo Noodle a un anciano que estaba sentado en el porche de su casa.
-Hola Noodle querida, ¿yendo a pescar algunas perlas? –respondió el señor Izunomaki.
-Sí, así es. –le contestó Noodle.
-Pues suerte, aunque no la necesitas. –finalizó la conversación el señor Izunomaki.
Noodle sonrió y siguió su camino hacia la orilla del mar. Ella se había adaptado a la pesca de perlas muy rápido y no es que fuera una nadadora de primera, sino que al haber compartido un bus de gira con Murdoc, aguantar la respiración era su especialidad, podía estar bajo el agua sin problemas más minutos del promedio, y esto le servía como ventaja. Noodle se dirigió hacia un espigón, avanzó hasta el límite de este y se tiró un clavado.
Noodle se pasaba horas en su labor de pescadora, lo hacía con empeño y disfrutaba al hacerlo. Terminó su faena, salió del mar se quedó un rato en la orilla esperando a que se sequen sus ropas como hacía siempre, se ponía a meditar y pensar en nuevas letras de canciones; claro, ¿por qué no?
Después de su descanso, se paró y se dirigió hacía su hogar. Mientras volvía, notó que las personas no estaban, como si hubieran desaparecido. Comenzó a preocuparse y empezar a correr. Cuando llegó a su casa abrió la puerta y estaba oscuro, prendió la luz y estaban todos ahí.
-¡Sorpresa! –gritaron todos las personas que vivían en aquella villa.
Noodle se sorprendió y sintió un alivió al ver que todos estaban bien, pero se preguntaba el porqué de ello.
-Felicidades Noodle ya llevas aquí un mes. –dijo Chiyoko.
-Así es, mira hasta hicimos pastel. –dijo el señor Izunomaki señalando a la mesa donde había un pastel, no grande, no pequeño, sino lo suficiente.
-Pero chicos no debieron haberse molestado. –dijo Noodle.
-No Noodle, te lo mereces, contigo aquí la villa es más alegre. –replicó Chiyoko.
Noodle aceptó el detalle de sus vecinos y comenzaron a celebrar su llegada hace un mes. Comieron pastel y rieron toda la tarde y noche. Luego de que todos se fueron, y solo quedaran Noodle y Chiyoko en casa.
-Creo tu historia los entretuvo. –dijo Chiyoko.
-Bueno a quien no le gustaría saber la historia de Gorillaz. –respondió Noodle.
-Deberían hacerla una serie de televisión o algo. –declaró Chiyoko.
-Seguro que muchos lo hubieran visto. –afirmó Noodle.
Ambas se fueron a sus cuartos para irse a dormir. Noodle se puso su piyama y se echó en su cómoda cama mirando el techo. Pensó en todo lo que había vivido en ese mes; había escapado de Plastic Beach y llegó a parar a una villa pesquera, en la que tuvo suerte de que una atenta anciana la acogiera, se volvió su aprendiz en la pesca de perlas y se volvió amiga de toda la villa. Y hablando de pesca de perla, había visto una almeja singular, más grande que otras. Seguro que había una perla grande y brillante dentro de ella. Mañana iría a por ella, se dijo para sí misma, se echó hacia un lado y se durmió.
