Capítulo 8: Historias de Noodle I
Luego de un duro interrogatorio en la parte de atrás de un bar, Noodle se dirigía a su base tenía que lavarse las manos, las tenía sucias. Mientras iba caminando, se compró un onigiri para el camino; y cuando ya iba a terminarlo, se le acercó un perro. Este se la quedo viendo, esperando a que le dé un poco. No podía dejar al perro sin comida, por lo que decidió darle lo que quedaba de su refrigerio. El perro comió plácidamente el bocadillo de arroz; y mientras lo hacía, Noodle se alejaba con una sonrisa en el rostro, y volteando hacia el frente siguiendo su camino, entonces el perro la vio yéndose.
Eran las siete de la noche, y Noodle salía de su trabajo, quería descansar, a pesar de que solo era una cajera. Llegó a la puerta de su base, y cuando iba a cerrar la puerta, dejándola entre cerrada, vio a un animal en frente de ella. Abrió completamente la puerta, y ahí estaba el perro al que le dio el onigiri.
Estaba sentada en su futón con las piernas cruzadas, mirando al perro, el cual estaba sentado en frente de ella, sacando la lengua.
-¿Y ahora qué hago contigo? -le dijo mientras le acariciaba la cabeza.
No sabría decir que raza era, parecía un perro chusco. No podía mantener a una mascota, apenas le alcanzaba para vivir. Seguro mañana iría a dejarlo en una casa de adopción o algo; como sea, pensó, y pasó el resto de la noche junto al perro.
En su día libre buscó algún lugar en el que pudiera dejar a su pequeño amigo. Había encontrado el lugar perfecto, donde recogían perros abandonados y los cuidaban hasta que alguien los adoptada. Mientras se dirigía a aquel lugar, fue asaltada por unos pandilleros hacia un callejón.
-¿Es ella?
-Sí, es ella. –dijo un hombre golpeado en la cara.
-Bien, creo que es hora de un escarmiento. –y luego de decir eso, levantó el puño para golpear a la acorralada Noodle.
Y cuando iba a recibir el golpe, el perro saltó y mordió el brazo de su atacante, gritando del dolor y seguidamente lanzando al perro contra la pared. Noodle al ver esto, se llenó de ira e hizo una llave al brazo que la sostenía contra la pared, quedando libre. Rápidamente se dirigió al segundo y saltó sobre él, dándole un fuerte golpe en el pecho. Finalmente se dirigió hacia el tercero, el que tenía la cara golpeada, mirándolo con unos ojos fríos, oyéndose un fuerte grito que resonó por toda la manzana.
Ya era de noche, pero ambos habían llegado a la casa de adopción. Noodle tocó la puerta y esperó a que le abrieran. Ya adentro dejó a su amigo con las personas de aquella buena causa y se retiró. Ya saliendo miró con una sonrisa mientras se alejaba con una sonrisa en el rostro, y volteando hacia el frente siguiendo su camino.
Noodle se hallaba en la konbini en la que trabajaba, entonces entró un chico de unos veinte años, era algo peculiar, tenía el cabello algo largo, le tapaba los ojos un poco, le recordaba a ella en la época de Demon Days. Miraba que cosa iba a comprar, hasta que fue a la caja. Tenía un six pack de cervezas, unos ramen instantáneos, unos onigiris y unos dulces que no había visto antes. Le cobró todo lo que había escogido y se retiró. Al terminar de hacerlo, justo terminó el turno de Noodle, y al salir vio que ese chico estaba sentado en unas bancas tomándose una cerveza y comiéndose un onigiri.
-¿No tienes un lugar donde comer todo eso? –le preguntó. El chico levantó la mirada y le respondió.
-Es que quise hacerlo aquí. –y luego de decirle eso, Noodle suspiró.
-Ven, vamos a mi piso, ahí puedes comer tranquilo.
-¿Segura?, después de todo soy un desconocido.
-No pareces peligroso, además puedo defenderme.
-Ehm, claro, como quieras.
Ambos fueron a la base de Noodle, y comenzaron a comer y conversar. La pasó bien con ese chico, a pesar de su aspecto desaliñado, no era un mal tipo. Resulta que era un escritor de novelas ligeras que había debutado hace poco a pesar de su joven edad. Se oyó que alguien tocó la puerta, y fue a abrirla
-Hola Noodle. –dijo Mako al ver que era ella. - Quería ver si querías… -y vio que su amiga tenía compañía del sexo opuesto.
Entonces luego de ver al chico la vio a ella, Noodle entendió el porqué de su silencio y trató de aclarárselo, pero se retiró levantándole un pulgar y con una mirada que decía buena suerte.
-Espero que tu amiga no haya malinterpretado la situación.
-Seguro que sí, pero ya que se puede hacer.
Siguieron hablando hasta que se hizo tarde, se habían acabado las cervezas y todo lo que había comprado. Él se despidió y se retiró.
Semanas después se lo volvió a encontrar en la konbini. Compró lo mismo y se fueron a la base de Noodle. Habían convertido en una tradición hacer eso, había encontrado a un mejor amigo en quien confiar y contarle todo.
Estaban comiendo en la azotea del edificio en el que ella vivía, era una buena noche para estar ahí.
-Sabes, creo que podría vivir de esto el resto de mi vida.
-¿De la comida?
-Sí, no puede no gustarme.
-Claro, como digas.
El chico iba a coger su segunda lata de cerveza, pero al tratar de cogerla, no sintió nada. Volteó para ver qué pasaba y vio a Noodle terminándose una quinta lata de cerveza.
-Oh no…
Noodle comenzó a delirar y decir cualquier cosa que se le ocurría, y el chico no paraba de reír, era un momento que no iba a olvidar.
-Mira lo que vamos a hacer a ahora es esto, probablemente no vaya recordar lo que hablamos hoy, así que dime algo que solo me dirías una vez. –le dijo Noodle.
El chico se sorprendió con esa propuesta y pensó en que decir.
-Vamos, no tenemos toda la noche.
Luego de pensarlo bien decidió decírselo.
-Bueno Noodle, luego de pasar dos meses, reuniéndonos casi semanalmente, me gustas.
Luego de confesársele a su compañera de bocadillos, ella se quedó en silencio, no esperaba eso, solo lo veía como un amigo, casi como un hermano; pero como dijo antes, probablemente iba a olvidar todo eso mañana, así que se inclinó hacia él y le dio un beso.
Días después, en el piso de Noodle, estaban los dos comiendo lo de siempre.
-Y por eso creo que la pizza hawaiana no debería existir.
-No lo sé, nunca la he probado.
-Pero quien le pone piña a la pizza, no tiene sentido.
-Si tus argumentos fueron convincentes.
-Son absolutos, en fin. Deberíamos subir a comer a la azotea algún otro día, aunque no recuerde como fue. Cielos no debí haber tomado tanto, ¿seguro que no hice nada raro?
-No te preocupes, no pasó nada de lo que debas preocuparte.
