Todos los personajes son propiedad exclusiva de Gosho Aoyama y sus respectivos distribuidores. No pretendo apropiarme de la serie ni mucho menos, simplemente intento potenciarla mediante la narrativa, sin ningún ánimo de lucro, por puro placer de escribir y hacer que la gente se divierta leyendo .

Aclaraciones:

… Lo que piensa un personaje

Cambio de escena

Texto en cursiva: flash back

Texto en cursiva: palabras que dicen en inglés

{…} Un lugar


SUCEDI" EN NUEVA YORK

Cap.3: Game Start

Un fanfic de CiNtUrO-cHaN

{Bastidores del teatro Magnolia}

Un hombre de aproximadamente treinta años, de pelo castaño oscuro y ojos claros, estaba tendido al suelo, con una silla tirada a su lado. Era bastante atractivo, alto y fornido. Vestía unas extrañas prendas al estilo griego antiguo, puesto que se había preparado para entrar en escena. Sin embargo de sus labios se desprendía un pequeño hilo de sangre.

Alrededor de la víctima, en el camerino, había algunos curiosos y los encargados de la obra, custodiados por un fuerte cordón policial.

-Su nombre era William Rushell, de treinta y dos años. Oficio: actor. Era el príncipe Paris en la obra 'Las tres Diosas'. Hora aproximada de la muerte: entre las siete y media, la última vez que fue visto por la señorita Linda, y las ocho y cuarto, la hora en que la señorita Michelle ha encontrado el cadáver – sentenció el inspector Raddish Redwood (NA1), un hombre de edad ya adelantada, regordete, con bigote afilado y calvo - ¿Se saben las causas de la muerte? – pronunció, dirigiéndose a un forense que inspeccionaba el cuerpo.

-Ha sido envenenado – dijeron dos voces al unísono.

Las dos voces provenían de detrás del público curioso. Al oírlas, les hicieron paso y todo el mundo pudo ver a dos jóvenes, los cuales se miraban respectivamente asombrados. Shinichi Kudo y Heiji Hattori.

-¡¿HA-HATTORI?! – exclamó Shinichi, con los ojos agrandados, mirando a su eterno rival y amigo al que hacía tanto tiempo que no veía. Aunque habían pasado tres años, no había cambiado nada.

El detective del oeste también se quedó pasmado - ¡¿Kudo?! ¡¿Pero qué…?! – de repente, al joven detective le vino a la mente las palabras pronunciadas por Ran hacía un rato. Así que era cierto, sí que había visto a Shinichi, no eran imaginaciones de la chica; y no sólo eso. Shinichi Kudo, el gran detective, estaba a dos metros de él, cara a cara.

-Exactamente – dijo el forense, dirigiéndose al inspector en jefe – Ha sido envenenado por alguna especie de sustancia paralizante. La víctima se ha quedado indefensa y el culpable ha aprovechado para ahogarle con esa cuerda que hay allí, y que en estos precisos instantes están analizando mis compañeros.

-Hmmm… interesante. Interesante… - dijo el hombretón.

Muy ajenos a todo eso, los dos detectives aún se estaban mirando sin saber qué hacer. Heiji miraba a Shinichi. Al principio su expresión había sido de sorpresa e incluso de alegría, pero ahora el joven detective del este le estaba escondiendo la mirada. Heiji se adelantó hacia él – Cuánto tiempo sin vernos, desde que desapareciste por la cara… - dijo él, yendo directamente al punto que le interesaba, con una voz firme e impasible.

Shinichi le miró a los ojos – Sí, ha pasado mucho tiempo, Hattori. ¿Qué haces aquí? – dijo él. El ambiente estaba tenso, ambos lo notaban. Por alguna extraña razón, el uno no encontraba al que había sido su mejor amigo años atrás. Los dos habían cambiado. Heiji notaba que su amigo le escondía algo, y Shinichi notaba que Heiji sabía que le escondía algo, lo cual no mejoraba la situación.

-He venido de vacaciones unos días con Kazuha. Se ve que tu madre envió unas invitaciones a neechan para que vinieran aquí a ver esta representación, y así pasar unos días en Nueva York todos juntos, como en los viejos tiempos.

Las facciones de Shinichi cambiaron a incertidumbre. Con un hilo de voz y la mirada que echaba chispas, le preguntó a Heiji - Ran… ¿Ran está aquí?

Heiji, aún impasible, asintió rotundamente. Shinichi bajó la mirada, contrariado, apretando sus puños. Heiji frunció el ceño – ¿Qué pasa contigo, Kudo?

-¿Eh?

-No intentes engañarme, sabes que te conozco. Siempre tuve la sospecha de que te habías ido por culpa de la organización, porque no querías ponernos en peligro. Y tenía la esperanza de que cuando todo acabara, y volvieras a ser tú, cosa que veo que has conseguido hace tiempo, volverías con nosotros, y con neechan – hizo una pequeña pausa – Pero me equivocaba. En lugar de eso te encuentro aquí, siendo detective en Nueva York. ¿Qué está pasando?

Shinichi dudó – Es mucho más complicado de lo que crees, Hattori.

-¡Pues entonces haz el favor de explicármelo, porque no entiendo nada! – dijo él, con impotencia.

El detective del este no se dejó intimidar – Todo está bien. No pasa nada. Ahora tengo una nueva vida aquí, en Nueva York. No tengo ninguna intención de volver nunca más a Tokio – dijo él, con decisión.

Los ojos de Heiji se agrandaron – Así que es eso, ¿eh? Nos has tenido en vilo todo este tiempo, esperando que volvieras un día cualquiera, y ahora resulta que no pensabas volver… ¡Dime! ¡¿Y qué pasa con neechan?! ¡¿Qué pasa con Ran?! ¡¿No te has parado a pensar ni siquiera en un segundo en cómo se siente ella?! ¡¡Kazuha me lo contó!! ¡¡Me describió su estado de ánimo con sólo haberla oído hablar por teléfono!! ¡¡Kudo, estaba DESTROZADA!! ¡¡Y lo sigue estando!! ¡¿Es que no te importa que…?!

Shinichi apretó los puños y de improvisto, con un rápido movimiento, le cogió por el cuello de la camisa con fuerza haciéndole chocar contra la pared. Heiji se quedó sin habla.

-¡¡CÁLLATE!! ¡Tú no entiendes NADA, ¿me oyes?! ¡¡NADA!! ¡¿Te crees que me lo he pasado bien todo este tiempo?! ¡¿EH?! ¡¡El único motivo por el cual me fui era porque…!!

-¡¡Kudo-kun!! – se oyó una voz femenina detrás de ambos, que venía corriendo. Se trataba de Shiho Miyano, acompañada por Jodie y Shuichi. Ella y Jodie se quedaron sin habla al ver al detective de Osaka allí, y aún más en la situación en que estaban.

Shinichi respiró hondo, y lentamente soltó a Heiji, el cual aún le miraba como si fuese la primera vez que le viese – Lo siento, Hattori. Hazte un favor, olvídame. Olvida todo lo relacionado conmigo. Y ni se te ocurra decirle a Ran que me has visto hoy aquí – dijo él, quedo.

Heiji frunció el ceño – Kudo, Ran ya sabe que estás aquí. Antes te ha visto – los ojos de Shinichi se agrandaron. Heiji no dijo nada más.

-Tenemos que irnos. Estar aquí es peligroso – interrumpió Shuichi desde atrás, con su voz grave. Jodie le dio la razón.

Shiho se acercó a Shinichi y, cogiéndole de la mano, le obligó a que empezara a andar – Nos vamos. Ellos aún están aquí.

¿Ellos? pensó Hattori, mirando a la chica castaña. Y entonces se fijó más en su cara ¡Pero si es… es ella! ¡La pequeña que vivía con el profesor! ¡Ai Haibara, la inventora del veneno! pensó él interiormente. Entonces, ellos podrían ser… ¿la Organización?

Shinichi finalmente se giró, y sin despedirse empezó a marcharse. Heiji tampoco se movió – Así que todo esto es lo mucho que te importa ella, ¿eh? – dijo él, de brazos cruzados.

Sin mirarle, a punto de salir del edificio, Shinichi le devolvió las últimas palabras – Ella ya no me importa nada – y cerró la puerta. Desde su posición, de piernas cruzadas y manos en los bolsillos, Heiji sonrió triunfalmente. No sé qué está pasando, pero te aseguro, Kudo, que no dejaré que te afrontes a ello solo.

Seguía lloviendo. El buen tiempo que les había acompañado hasta entrar en el teatro había desaparecido. Numerosos paraguas de distintos colores salían rápidamente del teatro, aún con el miedo en el cuerpo. Muchos policías intentaban en vano que la multitud se disipara, pero cada uno se alejaba cuanto podía del Magnolia, puesto que instantes antes había habido un tiroteo. No se sabía aún quién había sido ni desde dónde había disparado; lo único que Ran sabía es que, mientras salía junto a Kazuha, se habían oído cuatro o cinco disparos de pistola. Entonces sí que reinó el pánico, y por un momento pensó que la gente se la engulliría. Pero finalmente estaban todos afuera, sanos y salvos. Kazuha estaba hablando con el móvil con Heiji, Agasa había ido a comprar algo de comer con los niños, para intentar que se les pasara el miedo, y Kogoro estaba simplemente sentado, mirando los policías aquí y allá.

-Ran, hija, ponte más atrás o quedarás empapada – dijo Kogoro, encendiendo un cigarrillo. Ran dio un pequeño paso atrás para resguardarse de la lluvia debajo de un balcón. Su mente estaba ausente. Aún recordaba la segunda vez que le había visto. Tenía miedo, no quería verle, no quería afrontarse a la verdad. Porque ya sabía qué sería lo que le esperaría cuando le encontrara. Shinichi se fue porque ÉL quiso. ¿Quién le decía que ya no se había olvidado de ella? Al fin y al cabo habían pasado ya… ¿cuántos años? Tres…Tres largos e insufribles años… Ran cerró los ojos con fuerza. Qué estúpida había sido. Ahora Shinichi seguramente tenía un oficio, una buena chica, una nueva vida. No sé por qué actué así. No sé por qué le esper

Sí que lo sabes… le respondió una voz dentro de ella. Ran negó con la cabeza ¡NO! Él ya no…

La voz la cortó Él siempre te ha gustado, y nunca has dejado de quererle… Incluso ahora sigues queriéndole.

¡¡NO!! ¡¡Cállate!!

¿Te molesta que te diga la verdad? Yo soy tú. Tú eres yo. Pero hay una pequeña diferencia entre nosotras dos: yo soy la Ran sincera y tú eres la Ran que se engaña a sí misma…

-Cállate… ¡Cállate! ¡No te soporto, vete! – exclamó Ran, con las manos apretadas fuertemente a la cabeza. Kazuha se giró hacia ella, impactada.

-¿R…Ran-chan…? – tartamudeó.

-¡¡NO!! – sin previo aviso, Ran se echó a correr entre la multitud. Iba chocando con hombros desconocidos, yendo de un lado a otro. A lo lejos, oía los gritos de Kazuha y de Heiji, el cual habría llegado justo cuando ella había echado a correr. No le importaba. No le importaba nada en esos instantes, sólo correr y correr hasta no aguantar más, y dejar que la tierra se la tragara. Sí, quería desaparecer. No quería una vida así… Se odiaba a sí misma. Se odiaba por haber esperado que volviera. Se odiaba por ser tan confiada, tan positiva, en lugar de ser realista y afrontarse a la realidad: Shinichi no la quería, y seguramente no la quiso nunca. Y todos esos años que se había pasado en vano esperándole, todas esas lágrimas caídas, pasaban por delante de ella en pequeños flash-back que no lograba disipar.

-¡Cuidado! – exclamó una voz conocida. Justo cuando Ran iba perdiendo el equilibrio y cayéndose de espaldas, como consecuencia de haber chocado con una escrupulosa silueta, alguien le cogió fuertemente el brazo y la volvió a subir - ¿Estás bien?

Ran le miró a la cara -¡Ah! Tú eres… - Jack Kogure, el joven al que había conocido antes de entrar en el teatro. La chica arqueó las cejas y le soltó la mano – Gracias… no miraba por dónde iba, lo siento.

Él sonrió como si no pasara nada - ¡Con la cara que hacías, cualquiera diría que te acababa de dejar el novio!

Ran desvió la mirada rápidamente y no dijo nada. Kogure frunció el ceño y sonrió con nerviosismo – Vamos, vamos… ¡Eres una chica muy guapa! No te preocupes, hay cientos de hombres sueltos por el mundo que buscan pareja, chicas amables como tú, como por ejemplo hombres como yo – culminó él, sonriendo - ¿Quieres que te invite a algo? ¿Tienes apetito?

Ran negó rápidamente con la cabeza – No, no, verás… He dejado a mis amigos plantados en el Magnolia, tengo que regresar ahora mismo.

Jack se la quedó mirando - ¿En el Magnolia? Pues permíteme felicitarte por tus casi 500 metros que te has pulido, Mouri… Estás bastante lejos del teatro, ¿lo sabías? – terminó él, sonriendo.

A Ran se le cayó una gotita - ¿En serio? Jaja, vaya… Yo simplemente iba corriendo y corriendo…

-Ven, este es mi coche – dijo, apretando un botón de las llaves del coche y haciendo que se le encendieran unas luces intermitentes y que se bajara el seguro – Sube, te llevo.

Ran dudó un instante. Era un completo desconocido – O si prefieres, puedo llevarte al hotel Prince y les dices a tus amigos que ya vas camino del hotel…

La chica subió la mirada. Hacía rato que notaba que algo no iba bien, y ahora lo había descubierto. El hecho de haber crecido en el mundo detectivesco le había hecho desarrollar un buen sentido, y aunque no fuese tan perfecto y pulido como el de detectives como Shinichi o Heiji, le permitió darse cuenta de un punto importante. Pero necesitaba saber más, y por eso aceptó, fingiendo incertidumbre – Ah… bueno…

Kogure sonrió amablemente y le abrió la puerta del coche. Ran se sentó y se puso el cinturón, mientras que a su lado, Jack hacía lo mismo. Mientras iban hablando y entablando un poco de amistad, Ran tenía un único pensamiento.

Este tipo… ¿Cómo sabía el nombre del hotel?

-Sí, muy bien, hasta ahora… Y lo siento mucho… Vale, adiós – Ran colgó el teléfono y miró por la ventanilla, por la cual seguían resbalando gotas de lluvia.

Jack la miró interrogativamente y Ran sonrió – Kazuha-chan, la amiga que he dejado plantada. Le he dicho que ahora un amigo me lleva al hotel, y que nos encontraremos allí para la hora de la cena.

El joven sonrió – Vaya, ¿ya me consideras amigo? Si quieres, puedes llamarme Jack. 'Jack-kun' no me suena muy bien – dijo él, frunciendo el ceño con una mueca de disgusto mientras seguía conduciendo.

-Oh… Claro. En tal caso, puedes llamarme Ran si lo prefieres – dijo ella, no muy ilusionada.

-Bueno, ya hemos llegado – dijo él, parándose delante del hotel. Ran cada vez estaba más asombrada. Sin haberle dicho absolutamente nada, la había conducido hasta el hotel Prince. Vale, tal vez ese hotel tenía buena reputación en Nueva York, y al quedar cerca de Central Park fuese uno de los más famosos, pero… ¿era casualidad que Jack supiera todo eso? Realmente inquietante.

-De hecho yo también me hospedo aquí – dijo él, de repente, cerrando el coche con llave automáticamente. Ran se lo quedó mirando, y él prosiguió – Por eso sabía que estabas aquí, te vi ésta mañana con tus amigos. Por eso me llamaste la atención en el Magnolia, pensé que no podía ser cosa de casualidad y decidí acercarme a ti. Yo creo en el Destino, ¿tú no?

Ran se encogió de hombros – No lo sé… Soy yo la que controla mi vida, aunque en situaciones desesperadas siempre necesitamos el apoyo, aunque inexistente, de alguien que esté por encima de nosotros, ¿no?

Seguía lloviendo. Ran le hizo una pequeña reverencia de despedida, mientras Jack se quedaba en el coche - ¿No vienes? – preguntó ella. Jack negó con la cabeza – Tengo cosas que hacer.

-Oh, bueno pues… hasta pronto – dijo ella, despidiéndose con la mano. Jack correspondió al saludo sonriendo. Observó cómo la silueta de la chica desaparecía tras las puertas del hotel corredizas y se giró. Sonrió interiormente.

Nunca he visto a Dios, ni tocar un Ángel a un ser humano… Volvió a poner en marcha los motores del coche.

¿Realmente Dios existe…? Es posible, porque me ha traído de cabeza a ti… Mientras conducía con una mano, con la otra se tocaba la piel de la cara. Sin previo avisto, se la arrancó como si de goma se tratara.

Me vas a ser de mucha utilidad, Ran. Ni te lo imaginas Una nueva silueta sonreía fríamente a través del retrovisor del lustroso coche rojo oscuro, que circulaba con soberbia por las calles de Nueva York.

Empezaba a hacer frío, aunque en el interior del piso no se notaba, puesto que con la pequeña hoguera que allí había, bastaba y sobraba para alumbrar y calentar la pequeña estancia. Seguía lloviendo. No le gustaba que lloviera tanto. En Tokio no solía llover tanto, o al menos no tan seguido, durante tantos días y sin parar…

Echaba de menos Tokio. Su antigua vida, sus antiguos amigos, su familia… Su vida anterior. Todo.

-Ahhh… Esto fue cuando jugamos contra el instituto Horai, nuestros rivales directos. Ganamos dos a uno, y yo hice los dos goles – pensó el joven detective, sonriendo melancólicamente, observando el álbum de fotografías que sostenía, sentado en el sofá con la única luz de una lámpara que había a su lado – Ese día también llovió mucho, y estaba algo acatarrado… Recuerdo que no podía más, mis fuerzas estaban al máximo, pero entonces…

-¡¡Ánimo, Shinichiiiiiiii!!

Un joven Shinichi Kudo de unos quince años miró hacia la zona reservada al público. Pese a ser un partido tan importante para ellos no había nadie, a excepción de una persona - ¿Ran? – dijo él, incrédulamente. Estaba allí, Ran había venido pese a haberse pasado casi una semana en cama por culpa de esa dichosa lluvia, la cual había hecho que pillara un buen catarro. Y sin embargo estaba allí, con el chubasquero rojo oscuro, animándole desde la grada con toda su voz.

Él sonrió y le hizo el signo de la victoria. Desde la grada, Ran se lo correspondió y siguió animándole hasta el final del partido. Irónicamente, los dos goles de la victoria que hizo fueron justo después de aparecer ella.

No fue casualidad. Pasara lo que pasara, siempre estaba conmigo, animándome y apoyándome. Y yo no supe corresponderla…

Shinichi siguió pasando fotos. Ahora había la parte final del álbum, la que más quería. Fotos de él y Ran, desde pequeños, corriendo y saltando, hasta los diecisiete años. La última foto que conservaban los dos juntos fue una que se hicieron en grupo la última vez que se presentó delante de ella, en la obra de teatro. Después de eso, nada. ¿Cuántos años habían pasado ya? Para él, era como si hubiera pasado ayer mismo. Recordaba todas sus emociones, todas las lágrimas que ella dejó caer por su ausencia… ¿todo para qué? Para, meses después, abandonarla. Y de la forma más vil posible.

-Lo siento, Ran, olvídame.

Cómo se odió en ese momento. De hecho, nunca supo cómo tuvo el valor de decirle eso a la cara. Bueno, a la cara no, por teléfono, porque de haberla tenido delante lo único que habría conseguido hacer hubiese sido salir corriendo como un cobarde. Y después de esa pequeña conversación telefónica, no volvió a saber de ella nunca más. O al menos, hasta hoy.

Después de dos años de haber dejado su antigua vida, el Destino quería jugarle una mala pasada. Ahora que por fin lograba dormir por las noches, y no pensar tanto en todo eso, se encontraba con Hattori de buenas a primeras, y le decía que Ran estaba en Nueva York y no sólo eso, sino que encima le había visto. Intentó imaginarse la cara de sorpresa, consternación y tristeza que debió lucir ella. Y de nuevo, ese sentimiento tan fuerte en el pecho volvió a invadirle, haciendo que se sintiera el hombre más desdichado del mundo.

Pero…No puedo hacer nada más. Si hablo con ella, entonces todos los sufrimientos que he hecho hasta ahora para alejarme de ellos y de mi antigua vida se irían al carajo. No puedo… ¡No debo acercarme a ella ni a los demás! el joven detective, miembro del F.B.I., tiró el álbum al suelo y se recostó la cabeza entre ambas manos, frustrado.

Bibibibibi-bibibibibi-bibibibibi…

Shinichi alzó la cabeza y cogió rápidamente su móvil. Su expresión cambió rápidamente por la de detective competente. Su interlocutora era Jodie - ¿Qué hay de nuevo, Jodie? – el paso del tiempo de trabajar con ella había logrado que tuvieran más confianza, así que él ahora simplemente la llamaba por su nombre.

Desde el otro lado del aparato, Jodie observaba con sus gafas brillantes una lista de papeles – Ven urgentemente al cuartel, tenemos noticias frescas de la organización, Cool Kid.

Los ojos del joven detective centellearon. Se alzó con decisión y se dirigió al armario, para acto seguido coger su chaqueta y calzarse -Bien, estaré allí en unos minutos.

Dos siluetas acababan de salir cada una de sus respectivos coches. El lugar del encuentro era un muelle algo lúgubre, donde no había nadie a esas altas horas de la noche. Ambas siluetas se acercaron y se dieron la mano, con una sonrisa audaz.

-Me han dicho que le has encontrado – dijo una voz femenina muy sensual, al tiempo que recogía un pequeño carrete de fotos que le estaba entregando su acompañante.

El hombre sonrió y asintió – Pasó delante de mis ojos, como una bala, en el teatro Magnolia. También vi a Starling, Miyano y Akai. Se ve que se han reencontrado todos. Creo que Kudo y Miyano son ahora del F.B.I.

-Oh… La pequeña Sherry… ¿También la viste? Genial – la mujer de finos labios carmín, ojos azules fríos y mediana melena rubia lisa, vestida con un traje gris muy sexy, dobló las fotos y se las guardó en el bolsillo de su falda.

-¿Cuáles son las órdenes ahora? – preguntó el hombre.

La misteriosa mujer se puso un dedo en los labios, meditando – De momento, haz un reconocimiento y averigua todo lo que puedas… Y según me has dicho, has conocido a alguien que te puede dar muchas pistas, ¿cierto? Pues trabaja esa persona – finalizó la mujer, volviéndose a su coche.

El hombre la imitó y asintió – Entendido.

Fin del cap.2

CONTINUAR

Notas de la autora

¡Hola! ¡Por fin llegó el verano… y eso significa muuuuuuuucho más tiempo libre para poder escribir y escribir o! ¡Espero que os hayan ido bien las notas, y suerte a los que, como yo, aún no las tienen U!

¿Qué os ha parecido este capítulo? Espero que os haya gustado… A diferencia de otras series donde algunos capítulos que hacía eran muy sosos, con carencia de acción/suspense/romance, en Sucedió en Nueva York intentaré que CADA capítulo tenga sus pequeñas o grandes dosis de las tres características básicas

Referente al título, 'Game Start', para los que van algo mal en inglés sería algo así como 'Empieza el juego o la partida', y con eso me refiero a que el orno cada vez tiene más bollos… capicci? =P No os digo nada, sólo que me estoy trabajando muchísimo este fic, y espero que os guste tanto como me está gustando a mí de escribirlo .

¡Un saludo a todo el mundo! Y muchas gracias a Lex, Haku, Azalea, Sachiko, Tantei Ran, Ran Kudo, Arzainer, Ran Mouri 1987, Kmiloncia, JkRanIV, kevvy-kev, Silver Lady, An-neechan, Ralfa, Shiku, Mirta 22, Belly-chan, Ran Aoko, Aryma, Kari Ishikawa, Miruru, Sango-chan, ONPU, Natàlia Hattori, a todos los participantes del foro de Shinichi's Memories, a los participantes de la comunidad de Kazuha Hattori y a la gente de Tantei Holmes Sensei.

Nos vemos en el siguiente capítulo…

Jya ne

CiNtUrO-cHaN

::20 de junio del 2004::