Este se lo dedico a Elenachan, por su buena mano con inglés y los buenos ratos que eso me reporta. Elena, guapa, me encanta hablar contigo por el Messenger.

Y a Yumi, por su ayuda con los fics, su opinión sincera y el cachondeo que monta cada vez que hablamos.

Niñas, ole Madrid y las madrileñas.

Ni los personajes me pertenecen ni gano nada usándolos.

Advertencia: contenido lemon. El que lo lea es bajo su responsabilidad.

CALOR

Kagome se encontraba sentada frente a su escritorio, tratando de concentrarse en el libro que tenía delante, cosa difícil porque el calor era agobiante y el aire acondicionado estaba roto. Si, era ese mes tan temido en el que transcurren los odiados exámenes finales. Junio. Kagome se había recogido el pelo en un moño alto y llevaba unos pantalones cortos y un top de tirantes pero ni con esas conseguía hacerse pasar el calor.

- ¡Kagome! – La llamó su madre desde la escalera - ¿Seguro que no quieres venir a la piscina con nosotros?

- No mamá, tengo que quedarme estudiando.

- Muy bien, nosotros nos vamos ¡Tienes algo fresco en la nevera!

La pobre estudiante miró desde la ventana como su familia al completo se marchaba a pasar el día a la piscina pública mientras que ella, por desgracia, tenía que quedarse encerrada en su habitación con ese horrible e insoportable calor. Suspirando, volvió a ocupar su asiento y empezó a leer mientras se abanicaba distraídamente con un folio doblado por la mitad. Pero no podía concentrarse.

- Necesito algo helado…

Resuelta a ponerse a estudiar en cuanto se refrescara, bajó las escaleras y se dirigió a la cocina. Dentro de la nevera había una jarra de limonada dejada seguramente por su madre para hacerle más llevadero el día. Sonriendo, se sirvió un vaso y se lo bebió de un trago. De momento le fue suficiente pero el calor aumentaría con el paso de las horas de modo que lo mejor era volver a meter la jarra en el frigorífico para que la bebida no se calentara.

Volvió a subir tarareando una canción. Abrió la puerta de su cuarto y se encontró con algo que no esperaba. Inuyasha olfateando sus libros.

- ¿Qué haces Inuyasha?

- Estos papeles huelen raro.

- Huelen a nuevo - suspiró ella apartando al chico a un lado para poder sentarse de nuevo.

- ¿Qué quiere decir eso? – preguntó él intrigado.

- Quiere decir que he tenido que comprarme un libro nuevo después de que tu tiraras el antiguo al barro ¿recuerdas? Y como encima no me has dejado venir ni un día a estudiar, éste estaba todavía sin estrenar.

El hanyou gruñó por lo bajo. No le gustaba el tono que la muchacha había usado, como si estuviera cansada de contestar sus preguntas ¿Qué culpa tenía él de que ese mundo fuera tan extraño?

Se sentó en la cama de la chica mientras ella volvía a inclinarse sobre sus libros y se preguntó a sí mismo el porqué de tanto interés por esos papeles inútiles. Recordó que ya se lo había preguntado a ella eso mismo el día en que se los tiró todos en medio de un lodazal. Y que la respuesta que recibió fueron media docena de osuwaris. Prefería no repetir la experiencia. En cambio aprovechó para examinarla con detenimiento. Llevaba el pelo recogido, un punto menos; camiseta estrecha y pequeña que marcaba sus pechos y dejaba la cintura al aire, dos puntos a favor; pantalones cortos, más cortos aún que la faldita de la escuela… No tenía ganas de seguir sumando puntos. Estaba extremadamente provocativa con su ligero atuendo.

Kagome se movía intranquila en su silla. Tenía calor, estaba asfixiada. Y las continuas miradas de Inuyasha no contribuían a que se relajara. Se volvió hacia él para regañarlo pero se paró en seco al ver que vestía su traje de rata de fuego como si tal cosa.

- ¿No tienes calor Inuyasha?

Él lo pensó ¿Calor? Empezaba a tenerlo pero la culpa no era precisamente por la temperatura de la habitación. Vio como una pequeña gota de sudor recorría en cuello de la chica hasta perderse en el interior de su escote y le faltó poco para ir a lamerla.

- Si, tengo mucho calor.

- No me extraña con esa ropa…- ella se dio la vuelta de nuevo, reprendiéndose a sí misma por haberse distraído. – Ponte cómodo si quieres, no hay nadie en casa. Puedes quitarte la ropa.

¿Ponerse cómodo? No entendía demasiado bien el sentido de esa frase pero si sabía lo que quería decir con 'no hay nadie en casa'. Le estaba proponiendo algo. Pensó en decirle cualquier cosa pero ¡qué demonios! Ella le había dicho que se quitara la ropa.

Kagome escuchaba como el hanyou forcejeaba con la ropa. Bien, eso quería decir que ella no era la única a la que le molestaba la temperatura. Pero, a juzgar por el ruido que hacía Inuyasha, cualquiera diría que iba vestido para una excursión al ártico. O eso o…

- ¿Qué se supone que haces? ¡Inuyasha!

Kagome se había girado para ver que hacía el chico y se encontró con que estaba casi desnudo, exactamente lo había pillado bajándose los pantalones. Se puso de pie de un salto y se dirigió a la puerta de la habitación.

- Dijiste que me quitara la ropa… - parecía tan apenado que Kagome se paró en seco pero no se dio la vuelta. Temía encontrarse de nuevo con el trasero de Inuyasha o, peor aún, con su parte delantera.

- Eso no quiere decir que te desnudes Inuyasha.

Sin decir nada más salio dignamente de la habitación para luego correr escaleras abajo. Necesitaba algo frío con urgencia. Esta vez se bebió tres vasos de limonada antes de que su respiración se normalizara. Inuyasha se estaba desnudando ¿Por qué ella se lo había dicho? Era algo que todavía no asimilaba. ¿Acaso él iba a hacer todo lo que ella le pidiera? No quería pensar eso ya que era un arma de doble filo… podría conseguir lo que seseara pero luego el remordimiento y la culpa siempre estarían presentes.

- Kagome…- después de un ligero sobresalto, la muchacha se giró temiendo que el hanyou siguiera ligero de ropa. Pero solo llevaba el torso descubierto. - ¿Así está mejor?

- Inuyasha – estaba abatida. Le había gritado y regañado cuando todo había sido un malentendido. – Perdona por lo de antes pero… No esperaba que te lo tomaras al pie de la letra. No quería gritarte.

El hanyou no esperaba una disculpa, más bien se había hecho a la idea de que tendría otra reprimenda. Después de todo se había quedado solo con los pantalones para desafiarla. Al parecer, 'ponte cómodo' significaba que se desnudara de cintura para arriba. Lo tendría en cuenta.

- ¿Quieres limonada? – Ofreció Kagome – Yo necesito otra

El ver el desarrollado torso del chico había sido el detonante de una poderosa ola de calor en su cuerpo. Necesitaba algo helado si no quería derretirse en la cocina de su casa. Se sirvió una a ella misma y otra a Inuyasha, terminando así la jarra. El hanyou lo probó con desconfianza y puso una cara extraña. Le encantaba. Se la bebió de un trago y después miró la jarra vacía ¿no quedaba más? Él quería más de esa refrescante bebida… Sus ojos se fijaron en el vaso que Kagome había dejado sobre la mesa mientras ella llevaba la jarra al fregadero. Limonada…

Le quedaba un centímetro para llegar pero la mano de Kagome fue más rápida.

- ¡Ni se te ocurra! – Levantó el vaso por encima de su cabeza – Este es mi vaso.

- Venga, mujer. Tú puedes beberlo cuando quieras… - primer ataque: darle pena.

- Quiero beberlo ahora. – ataque fallido.

- Dámelo o tendré que quitártelo - segundo ataque: amenazar al enemigo.

- Inténtalo y te arrepentirás, te lo advierto – ataque fallido.

Solo le quedaba un ataque: usar la fuerza. Alargó un brazo pero ella retiró el vaso. Se acercó por la derecha y ella se escurrió por la izquierda. Si seguía así no conseguiría nunca esa limonada. Empezaron a forcejear. Inuyasha pasó un brazo por encima del cuello de Kagome, ella bajó las manos para que no llegara, el hanyou movió su otra mano y ella consiguió apartarse. Frente a él, levantó el vaso como queriendo brindar y se lo llevó a los labios. Pero el chico no estaba dispuesto y atacó directamente a la mano que sostenía el premio… Y consiguió derramarlo todo sobre el pecho de Kagome, ensuciando su top y haciendo que su piel quedara pegajosa y con olor de limón. La chica no podía ocultar su cara de disgusto. Esa pequeña batalla había vuelto a calentar todo su cuerpo y la bebida fría le hubiera sentado de perlas.

- Mira que bien Inuyasha. Ahora los dos nos hemos quedado sin beber.

- Yo no.

- ¿Cómo?- Lo miró a los ojos y vio como avanzaba hacia ella, arrinconándola contra la mesa. – Inuyasha ¿Qué...?

La boca del hanyou se precipitó cobre la piel del escote de Kagome, lamiendo los restos de la limonada. La chica olvidó sus deseos de apartarse inmediatamente. Tenía que reconocer que el hanyou sabía como usar la lengua. Sintió como dos fuertes brazos la rodeaban por la espalda mientras que su cuerpo era firmemente empujado sobre la mesa. Ella se dejó hacer. Sabía que las cosas podían terminar de cualquier manera pero de momento iba a seguir adelante.

Una vez tumbada, el hanyou tenía un mejor acceso al escote de Kagome. Se inclinó más sobre ella para poder saborearla mejor mientras le sujetaba las piernas alrededor de su cintura. Estaba deliciosa. La mezcla de la limonada sobre la piel de Kagome era lo más excitante que había probado en la vida. Supo que estaba a punto de perder la cabeza pero no le importaba. No, mientras fuese con Kagome. Pero el trozo para lamer era pequeño en comparación con todo lo que podía tener a su abasto. Se decidió a dar un paso más y, usando las garras rompió la ropa de la muchacha, sujetador incluido, dejándola tan desnuda como lo estaba él.

Ella quería enfadarse, apartarlo de encima suyo pero le estaba gustando esa nueva faceta del hanyou. A decir verdad le estaba encantando… Inuyasha deslizó las garras por los costados de la muchacha hasta llegar a sus piernas para levantarlas y hacer que se agarraran a su cintura. La posición le estaba volviendo loco. El sexo de Kagome estaba al mismo nivel que el suyo y se frotaban con el más ligero movimiento de sus cuerpos. Y ella estaba excitándose al sentir la dureza de Inuyasha contra su ingle, lo estaba oliendo.

Se acercó lentamente, alargando la caricia, y volvió a lamer la piel de la joven, bajando lentamente hasta llegar a los pechos recién expuestos. Los pezones le llamaron la atención al estar completamente erectos a pesar de no haberlos tocado todavía… Aunque no pensaba dejarlos más tiempo sin atención. Con curiosidad, se metió uno en la boca y escuchó un gemido ahogado por encima de su cabeza. Y le gustó tanto oírlo que decidió entretenerse un rato en ellos para enloquecer a Kagome. Quería que le deseara tanto como él a ella, que le suplicara más.

Kagome no sabía si estaba soñando o despierta. Lo único que tenía claro era que el calor que sentía ya no era por el ambiente, sino que provenía del interior de su cuerpo. No tenía muy claro si lo que estaban haciendo era lo correcto, menos aún en la mesa de la cocina, pero no tenía deseos de parar. Menos aún cuando el hanyou comenzó a mordisquearle los pezones. Nunca se hubiera imaginado una caricia así por parte de él.

DING DONG

La pareja miró en dirección a la puerta sin separar sus cuerpos. Inuyasha lanzó un gruñido por lo bajo ¿Quién se atrevía a interrumpir? Sintió las manos de Kagome empujando suavemente sus hombros. Él la miró.

- No te apartes. – ordenó

- Tengo que atender a la puerta… - ella no era capaz de mirarlo a la cara. Estaba segura que caería en la tentación de esos ojos dorados que la enloquecían. Volvió a empujar pero él se oponía a moverse.

- Kagome, no vayas.

- Levántate Inuyasha.

DING DONG

El hanyou se dio por vencido. Si ella no quería quedarse no sería él quien la obligara. Kagome recogió su ropa y comprobó que lo único que podía hacer con ese top era tirarlo a la basura. Estaba despedazado. Sintió una mano rozando su espalda y se dio la vuelta cubriéndose el pecho con los brazos. Inuyasha le tendía una camiseta que había cogido del cesto de la ropa limpia.

- Gracias Inuyasha. Sube arriba y no hagas ruido.- iba saliendo cuando escuchó una voz a su espalda

- Me gustas más cuando no llevas nada.

Ocultando el sonrojo de sus mejillas corrió por el pasillo poniéndose la camiseta a duras penas ¿Qué le había dado el hanyou? Era pequeño… Cuando consiguió meterse dentro cayó en la cuenta de que era una camisa de su hermano Sota… con razón no le iba bien. Pero era demasiado tarde para volver atrás. Se aseguró de que Inuyasha hubiera subido y abrió la puerta de sopetón.

- ¡Hola Higurashi!

- Ho… Hojo ¿Qué haces aquí? – no quería ser desagradable pero la verdad era que ese chico siempre llegaba en los peores momentos.

- Pues he venido a ver si necesitabas ayuda con los exámenes.

- No te preocupes, lo llevo bien.

- ¿Seguro? Porque si quieres te puedo explicar los problemas de álgebra…

- Hojo, no necesito tu ayuda, gracias. Lo llevo bien – se obligó a si misma a sonreír aunque lo que más le apetecía era cerrar la puerta en su cara. Se lo merecía por haberles interrumpido en plena faena ¿Qué estaba diciendo? Hojo se quedó mirándola.

- Higurashi, tienes mala cara ¿Te encuentras bien? - La muchacha no sabía que contestar. Se encontraba bien de salud pero su cabeza no dejaba de pensar en lo que acababa de sucederle con el hanyou.

- Es el calor… me da dolor de cabeza.

- Conozco un remedio fantástico para las jaquecas, me lo enseñó mi abuela. Si quieres puedo entrar y prepararte un poco.

- Eres muy amable Hojo pero creo que será suficiente con un analgésico.

- ¿Estás segura? Cuando has abierto tu cara estaba roja y tu respiración entrecortada… ¿No te has recuperado de la neumonía? – Kagome deseó matar a su abuelo por andar inventándole enfermedades ¿Quién tenía neumonía en pleno mes de Junio?

- Hojo… te agradezco tu visita pero estaré bien.

- No dudes en llamarme Higurashi. Para lo que quieras – al decir esa última frase se quedó mirándole el pecho descaradamente. Kagome tenía más ganas que nunca de cerrar la puerta. Se le ocurrió pensar en lo que pasaría si Inuyasha descubriera esa mirada. Probablemente le sacaría los ojos al chico.

- Gracias Hojo, eres un buen amigo. – fue a cerrar pero el chico la llamó de nuevo.

- Higurashi… ¿Nunca vas a dejar de considerarme simplemente un amigo?

- ¿Cómo? – el chico le tomó las manos y la miró fijamente a los ojos.

- Si tú quisieras Higurashi… Yo podría darte lo que necesitas. Podría ser tu novio.

- Hojo yo… No quiero tener una relación en este momento de mi vida. No sería una buena novia.

- ¡También estoy dispuesto a no tener una relación seria! Llevo enamorado de ti mucho tiempo y sería suficiente el que me dejaras estar a tu lado, aunque solo fuera una vez – volvió a mirarle el pecho. Kagome se apartó bruscamente ¿le estaba pidiendo una relación de una noche?

- Lo siento Hojo… Tengo que estudiar.

La chica cerró la puerta y se apoyó contra ella. Estaba confundida. Primero Inuyasha, que siempre había mantenido las distancias, le hacía de todo en la mesa de la cocina. Y después Hojo, que siempre la había tratado con respeto, le proponía meterse en su cama… ¿Qué estaba pasando? Quizás la causa fuera el extremo calor que atontaba los sentidos… Deseó no tener que volver a ver a Hojo durante algunos días aunque Inuyasha… estaba en el piso superior, esperándola.

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Inuyasha caminaba arriba y abajo por la pequeña habitación rosa. Estaba nervioso por lo que acababa de ocurrir en la cocina ¿Qué hubiera pasado si no llegan a llamar a la puerta? Por él, hubieran llegado hasta el final, pero ¿Y Kagome? Ella no se estaba negando precisamente pero… Quizás había sido un poco brusco con ella, tumbándola sobre la mesa. No había pensado en sus sentimientos, solo en su propio deseo. Y encima la inoportuna visita era un chico.

Su caminata se detuvo en seco. Algo había cambiado en el ambiente… El olor de hombre que había detectado se estaba ¿excitando? Corrió a la ventana y sacó medio cuerpo hacia fuera. No solo era un hombre, sino que el muy cretino estaba mirándole fijamente el pecho a Kagome. A SU Kagome. Colocó un pie en el alféizar de la ventana dispuesto a saltar cuando vio que el chico se marchaba. Eso, que se fuera bien lejos de su hembra. Pero el muchacho, a medio camino, se detuvo y comenzó a andar de nuevo hacia la puerta. Y su olor seguía siendo de excitación.

Inuyasha no se lo pensó. Agarró el primer objeto que tuvo a su alcance y lo lanzó con fuerza por la ventana. Se echó a reír al ver como daba de pleno en su objetivo y el chico salía corriendo.

- Así aprenderás a venir a molestar.

- ¿Con quien estás hablando?

El hanyou estiró las orejas por la sorpresa. Kagome estaba detrás de él y había escuchado sus risas ¿Habría visto también como lanzaba cosas por la ventana? Se dio la vuelta lentamente y se quedó mirándola. Ahora comprendía la excitación del chico. Esa camiseta tan pequeña marcaba los pechos de Kagome como nunca antes había visto. Sintió como su miembro se empezaba a endurecer con la vista.

La chica pasó por su lado procurando no tocarle y se sentó en la silla. Pero le faltaba algo para poder estudiar.

- ¿Dónde está mi libro? Lo había dejado aquí…

Inuyasha se deslizó disimuladamente hacia la ventana. Si el libro había desaparecido, quería decir que era lo que él había lanzado por la ventana en un momento de furia. Kagome iba a desollarlo vivo.

- Inuyasha ¿lo has visto? – se dio la vuelta para encontrarse sola. ¿En que momento había salido?

Se asomó por la ventana y lo vio corriendo por el patio del templo. ¿Se marchaba al Sengoku? Al menos podría haberse despedido… Entonces cayó en la cuenta de lo que había sucedido entre ellos. Le había permitido que le arrancara la ropa y le besara el pecho. Aunque, si tenía que ser sincera, había hecho mucho más que besárselos. Los había lamido y mordido. Por no hablar de la forma de rozar sus sexos. En una mañana había llegado más lejos que en todos sus años de vida.

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Inuyasha estaba subido en un árbol cerca del pozo devora huesos. Entre sus manos se encontraba el libro desaparecido de Kagome. No se había atrevido a devolvérselo igual que no se hubiera sido capaz de estar frente a ella sin volverla a desnudar, al menos mientras estuviera vestida con tan poca ropa. Pero ni oculto entre el follaje conseguía poner en orden sus pensamientos.

Deseaba a Kagome, eso estaba claro, pero ¿Había algo más que deseo? Después de lo ocurrido en la casa, no podía quitarse de la cabeza el sabor de su piel, el sonido de sus gemidos y el olor de excitación que emanaba. Sintió que volvía a calentarse solo con recordar lo sucedido. Dios, esa mujer iba a conseguir hacerlo estallar. Ansiaba tocarla, tumbarla en el suelo y hacerla suya en todos los sentidos. Quería estar dentro de ella. Pero, después de todo lo ocurrido no estaba muy seguro de si volver sería lo más correcto dadas las circunstancias.

Ella era la que había querido detenerse para ir a atender la estúpida puerta. Y después ni siquiera lo había mirado a la cara. ¿Quizás estaba arrepentida? No tenía respuesta a esa pregunta. Lo único que sabía es que no podría aguantar mucho tiempo sin repetir lo de la cocina. Y todo por culpa de una limonada… Miró el libro que tenía en las manos. Todavía conservaba ese extraño olor 'a nuevo' pero estaba parcialmente cubierto por el de Kagome. Miró al sol y calculó que a la muchacha se le debía haber pasado el enfado por la pérdida de su material escolar.

No perdió el tiempo en avisar a sus amigos de que volvía a marcharse. Bajó del árbol y no se detuvo hasta que se encontró sobre el tejado de Kagome. Se asomó cuidadosamente por la ventana ya que no quería ser descubierto al menos hasta que tuviera la certeza de que Kagome no iba a matarlo. Por suerte, las cortinas ejercían una pared que lo protegían de la mirada de Kagome. Pero a ella no de las suyas.

Lo primero que pudo observar era que se había cambiado la camiseta ya que su pecho fue el primer lugar al que viajaron sus ojos dorados. Llevaba ahora una camiseta que la menos era de su talla aunque no por eso dejaba de ser reveladora ya que dejaba la cintura al aire. La vio leer otro libro ¿No se cansaba nunca de sus papeles? Decidió dejar de lado ese detalle y seguir con su inspección. Kagome eligió ese momento para dejar las cosas sobre la mesa para estirar su maltrecho cuerpo. Apoyó las largas piernas sobre el borde del escritorio y echó la silla hacia atrás, aguantando el equilibrio sobre dos patas. Pero fue cuando levantó los brazos por detrás de la cabeza que el hanyou perdió el control. La camiseta se había levantado mostrando el borde inferior del nuevo sujetador. Y era rojo.

Kagome había cerrado los ojos para estirarse pero tuvo que abrirlos de golpe cuando sintió que algo le caía encima y la arrastraba hacia el suelo. Se agarró a esa forma con fuerza antes de asegurarse de lo que era y dio un grito por el susto. Ella y su atacante cayeron estrepitosamente al suelo, llevándose la silla por el camino con tan mala suerte que la muchacha se golpeó la cabeza contra el suelo por la caída. Se oyó el sonido de un golpe seco.

- ¿Estás bien Kagome?

- ¿Inuyasha? – Enfocó la mirada en él a la vez que se frotaba la zona golpeada - ¿A que viene que te lances así sobre mí? ¡Has podido hacerme daño!

- Lo siento… - el hanyou acarició la mejilla de la joven dulcemente – Sabes que no era mi intención…- Parecía un cachorro con esa expresión de modo que la joven no pudo evitar sonreír al mirarlo.

- ¿Ha pasado algo en el Sengoku?

- No – fue la seca respuesta de él. Mantenía los ojos fijos en los de Kagome mientras ella se revolvía bajo el cuerpo de él, incómoda tanto por la situación como por la postura. - ¿Te has hecho daño?

- Creo que me saldrá un buen chichón… Iré a por algo de hielo.

El hanyou la ayudó a levantarse y luego colocó el mobiliario derribado por su ímpetu. Estaba furioso consigo mismo tanto por su falta de control como por su poca inteligencia. Podría haberla lastimado seriamente aunque, por suerte, no parecía más que una contusión. La siguió con la mirada hasta que desapareció por la puerta y después se pudo a maldecir en voz baja. Había cruzado el pozo para estar con ella, para decirle que la deseaba y que quería hacerla su hembra ¿Y que había conseguido? Golpearla contra el suelo. Y ni siquiera había podido tocar su piel con la punta de la lengua. Todo le había salido mal. Sacó el libro que mantenía oculto en su haori. Al menos, se lo devolvería.

Unos minutos después Kagome abrió la puerta y entró en la habitación. Llevaba unos cubitos envueltos en un trozo de tela para aplicarse frío en la cabeza. Inuyasha se sentó en la cama y la miró pasar pero ninguno de los dos se dijo nada. Kagome se acomodó en la silla y miró al escritorio ya que no era capaz de sostenerle la mirada al hanyou. Todavía no se explicaba ese acto de tirarse encima de ella nada más entrar. Tendría que pedirle explicaciones pero no se encontraba con fuerzas después de todo lo que había pasado e n la mañana. Miró el escritorio dispuesta a concentrarse y algo le llamó la atención.

- Inuyasha ¿De donde ha salido este libro?

- Lo encontré – Se puso a mirar el techo como si la cosa no fuera con él.

- ¿Dónde estaba? He puesto la habitación patas arriba buscándolo y ni rastro. – Kagome hablaba con voz fingida. Claro que sabía que el libro no estaba en el dormitorio. Lo había buscado durante una hora sin éxito para finalmente llegar a la conclusión de que debía estar fuera de la casa. Inuyasha movió las orejas de forma nerviosa.

- Lo tenía yo. –una pequeña gota de sudor le hizo cosquillas en la nuca. A pesar de la sonrisa de Kagome, sabía que la venganza de la chica iba a ser terrible cuando se enterara de lo que en realidad había pasado con el libro.

- ¿Y porque tiene restos de tierra y parece que lo han pisoteado una docena de youkais furiosos? – se inclinó hacia él ensanchando su sonrisa. Inuyasha sabía que no tenía escapatoria.

- De acuerdo ¿Quieres saber lo que pasó? – Se levantó de un salto – Pude olerlo, Kagome. Ese tipo se estaba excitando al verte.

- ¿Hojo? Ya me pareció que esa mirada no era la de siempre… ¡Un momento! ¿Qué tiene eso que ver con mi libro? – ella se levantó también quedando en frente del enfadado hanyou.

- El muy cretino volvía sobre sus pasos así que esta fue la mejor forma que se me ocurrió para detenerle. – Kagome comprendió inmediatamente.

- ¿Se lo lanzaste? – la sonrisa triunfal de Inuyasha fue respuesta suficiente. Kagome le dio la espalda - ¡Osuwari!

Oyó un golpe contra el suelo pero no se movió. Tranquilamente, se sentó de nuevo frente a sus libros y sujetó con la mano el hielo contra su cabeza. Ese Inuyasha. ¿Quién se había creído que era para lanzar sus libros como si fueran proyectiles? Se tenía bien merecido el enterrar su cara contra el duro suelo de la habitación.

- ¡A que ha venido eso! – le gritó él en cuanto el hechizo finalizó.

- Sabes que estudiar es importante para mí Inuyasha. No tenías que haberlo hecho.

- ¡Estaba protegiéndote! – Kagome se giró en la silla y lo miró de frente.

- ¡Yo decidiré si quiero que me protejan! Y ahora cállate y déjame estudiar.

Estaba tan furiosa que el hanyou no quiso discutir. Malhumorado, se sentó en el suelo y cruzó los brazos sobre el pecho. ¿Le había dicho que se callara? Pues no pensaba dirigirle la palabra en todo el día. Claro que también hubiera podido marcharse pero no quería hacerlo. La miró. Con las piernas cruzadas, inclinada sobre su destrozado libro. Quizás se había pasado de la raya al lanzárselo al pervertido ese. Pero claro, ella no sabía hasta que punto llegaba la excitación del muchacho. ¿Y si se lo dijera? Seguramente ella no querría escucharle. De todas formas, tomó nota mental para enseñarle algunas cosas a ese tipo si volvía a encontrárselo.

Kagome cambió de posición. Pasado el mediodía el calor era cada vez más insoportable. Y para colmo de males no corría ni una pizca de brisa. Tenía las mejillas rojas y la espalda cubierta de una fina capa de sudor. Miró al hanyou de reojo. Él no parecía incómodo por el calor ya que seguía llevando el haori como si nada. Suspiró. No le quedaba nada lo suficientemente frío como para aliviar su estado. ¿O sí? Abrió el pequeño paquete donde había metido hielo. Perfecto, quedaban un par de cubitos lo suficientemente grandes como para usarlos. Tranquilamente, cogió uno con cuidado procurando que no le resbalara y se maravilló del efecto del frío sobre la yema de sus dedos. No pudo reprimir una risita.

Inuyasha la miraba con curiosidad. No entendía de qué se estaba riendo esa muchacha. Además, se había colocado de tal forma que él no podía verle más que la espalda. Pero el sofoco de la chica estaba disipándose, podía olerlo ¿Qué demonios hacía? Sin poder reprimirse, se levantó para descubrirlo. Como si no le importara, caminó despacio hasta el borde de la cama de la muchacha y se sentó en e borde. Entonces la miró. Ella, concentrada en sus estudios, no se había dado cuenta de la cercanía del hanyou de modo que seguía acariciando la piel de su cuello con un pedazo de hielo, relajándose con la refrescante sensación.

Inuyasha estaba de todo excepto relajado. Ese gesto distraído de la mujer era lo más sensual que nunca había visto. Agradeció a los dioses el haber creado a esa hermosa y excitante mujer. Una mujer que estaba echa para él, a su medida. Ya no le quedaba ninguna duda. El olor de la mujer, atenuado por el efecto del frío, estaba deliciosamente mezclado con el de él. ¿Cómo no lo había notado antes? Normalmente cada persona tenía su olor propio y éste no se veía alterado a no ser que se tratara de la persona adecuada. Y ahora sabía que Kagome era la persona que creyó que nunca encontraría. Su hembra.

Claro que no se trataba solo de una cuestión de aromas. Era algo más allá y después del corto revolcón en la cocina lo había sabido. Kagome había respondido a su cuerpo al igual que siempre había respondido a sus necesidades. Ella siempre había estado ahí, acompañándole, y él nunca lo había notado. Pero las cosas habían cambiado súbitamente. La amaba. Estaba completamente seguro, ya no había dudas en su interior. Ya no sentía nada por Kikyo, quizás nunca lo hubiera sentido.

- ¿Quieres comer algo? – la voz de Kagome desbarató sus pensamientos ¿Comer? Mirándola de arriba abajo pensó que de buen grado se la comería a ella pero no era ese el tipo de respuesta más adecuada. De modo que negó con la cabeza. Hacía rato que había pasado la hora de la comida y él no estaba para pensar en eso.

Así pasaron la tarde. Ella estudiando y él observándola. Y cuanto más la miraba más la deseaba. Estaba preciosa, con el sol haciendo brillar los mechones de su desordenado recogido. La chica pareció leerle el pensamiento ya que estiró la mano para soltarse el pelo. La larga melena azabache cayó sobre su espalda como una cascada. El hanyou tuvo no pudo aguantarse las ganas de hundir sus manos en la cabellera de Kagome.

Sin levantarse, simplemente estirando una mano rozó el cabello de la muchacha con suavidad. Ella se quedó quieta, sin mirarle. Inuyasha tragó saliva antes de hundir sus dedos en la espesa mata de cabello, llegando hasta el cuero cabelludo de la mujer, que acarició un poco más fuerte. Un escalofrío la recorrió ante el contacto con la mano del hanyou.

Él retiró la mano de la cabeza de Kagome y la colocó en el respaldo de la silla donde ella seguí muy quieta. De un solo movimiento, movió a la silla y su ocupante, consiguiendo quedar frente a frente. Kagome, a quien el cambio de posición había tomado por sorpresa, no dijo nada. Se quedó mirando las profundas lagunas doradas que tenía delante. Inuyasha… Llevaba tanto tiempo amándolo, tanto tiempo deseando tenerlo entre sus brazos.

Sin saber como se encontraron besándose apasionadamente, con fuerza, como si quisieran devorarse el uno al otro. Kagome atrapó entre sus manos la cabeza del chico, impidiendo que se alejara de ella, al igual que él hacía con la espalda de ella. La lengua de Inuyasha encontró abierto el camino al interior de la boca de la chica, donde encontró otra lengua dispuesta a brindarle un buen recibimiento. Ambas se entrelazaron y comenzaron una especie de lucha por ver cual de las dos expresaba mejor el deseo de sus respectivos dueños.

Kagome fue la primera en aflojar el abrazo. Sabía que la cosa iba a salírsele de las manos pero no le importaba. Llevaba tanto tiempo deseando lo que el hanyou le estaba brindando que no iba a pensar en el mañana. Se dedicaría a vivir el momento. Sus manos bajaron presurosas hacia las ropas de Inuyasha, donde se dedicaron a forcejear con los firmes nudos que las mantenían en su sitio. El hanyou acudió rápidamente en su ayuda y, de un tirón, liberó su musculoso torso. Kagome lo miró unos segundos, maravillada por esa piel libre de cicatrices, lo que era sorprendente después de la gran cantidad de heridas que había recibido a lo largo de todo el tiempo que llevaban juntos.

Inuyasha estaba impaciente por unirse a ella y no se entretuvo en sacarle las prendas una por una. Usando sus garras, volvió a despedazar la parte superior de la ropa de Kagome, dejándola solo con el sujetador rojo que ya le había enloquecido antes. Se preguntó si la parte inferior sería del mismo color. Y solo había una forma de averiguarlo. Los pantalones corrieron la misma suerte que la camiseta, revelando unas minúsculas braguitas a juego con el sostén. Gruñendo, la levantó en vilo para dejarla caer sobre la cama. Ya habría tiempo para delicadezas, en esos momentos solo podía pensar en tomarla.

Mientras que el chico se desnudaba completamente Kagome no podía dejar de mirarlo. No era la primera vez que lo encontraba desnudo pero nunca lo había visto excitado. Su miembro apuntaba ya al techo cuando terminó de desvestirse. Luego se abalanzó sobre los labios de Kagome mientras se tumbaba sobre ella, entre sus piernas.

Al mismo tiempo que le devoraba la boca, sus manos no estaban ociosas sino que tanteaban la piel que no estaba cubierta por ropa. Le encantó el tacto suave de las piernas y la calidez del vientre de la joven. Tembló cuando sintió las manos femeninas sobre su espalda y su cabeza. Kagome era apasionada y no tenía reparos en demostrárselo. Inuyasha perdió la paciencia.

- O te quitas la ropa que queda o tendré que romperla también.

Kagome lo empujó a un lado y se arrodilló en la cama. Sin dejar de mirarle a los ojos pasó las manos hasta el broche del sujetador y lo retiró con suavidad. Quería ver la expresión del chico al verle el pecho de nuevo pero no pudo hacerlo ya que él había vuelto a abalanzarse sobre ella, tumbándola sobre la cama y lamiendo los pezones con fuerza.

- Inuyasha… - él se detuvo de golpe y la miró a los ojos – Ve con cuidado.

Le lamió despacio, sin dejar ni un solo rincón sin la caricia de su lengua. Kagome movía la cabeza de un lado a otro. No sabía que tanto placer pudiera existir, y mucho menos que fuera todo junto. Dio un salto al sentir como el resto de la ropa interior esa desagarrada y una mano tocaba su privacidad ¿Estaba completamente segura de lo que hacía? Una vez llegaran a ese punto tan íntimo, no habría vuelta atrás, no podría detenerse. Aunque tampoco quería hacerlo.

Inuyasha se irguió y la observó completamente desnuda. Cada curva, cada rincón, Kagome era perfecta. Su piel suave y blanca, su aroma… Acercó la cara a la unión de las piernas de la muchacha y aspiró profundamente. Quería olerla, recordar ese momento para siempre. Ella se movió un poco incómoda y cerró las piernas. Inuyasha la miró.

- No te cubras Kagome. No te avergüences de tu cuerpo.

- Inuyasha yo nunca… - él le puso un dedo sobre los labios a la vez que se acomodaba a su lado.

- No digas nada. Yo estoy en las mismas condiciones que tu. Y me encanta que seas la primera.

Kagome sonrió y se relajó. Los besos de Inuyasha sobre su cuello contribuyeron a renovar la pasión y a caldear todavía más el ambiente. Con una mano, el hanyou trazó un camino descendente desde la garganta de la mujer hasta sus piernas, separándolas muy despacio para que ella se acostumbrara a su contacto. Con movimientos precisos, acarició entre los pliegues de la muchacha hasta que ella dio un saltito. Sonrió porque así supo que había llegado al lugar adecuado. Sin dejar de besarla en el cuello y más abajo, sus dedos se movieron como si conocieran exactamente los deseos de Kagome.

No pensaba, solo sentía los dedos de Inuyasha en su entrepierna y la boca en su pecho. Dios, le estaba dando un placer indescriptible…sintió un dedo entrando en su interior y dio un gemido ronco. Inuyasha la miró a los ojos.

- ¿Estás segura de esto? – ella le besó en los labios con fuerza, introduciendo su lengua en la boca de él para dejarle claro que desearía estar muerta antes que pararle.

Haciendo rodar su cuerpo, la colocó encima de él, con las caderas juntas y una deliciosa presión en el centro de su cuerpo. Kagome se sonrojó ¿Arriba? Siempre había creído que su primera vez sería más tradicional pero con inuyasha nada podía considerarse normal. Cuidando para no hacerle daño, se arrodilló sobre la pelvis del chico y se sonrojó al sentir de nuevo la presión sobre su zona más sensible.

El chico se sentó para poder abrazarla. Sin miedo, colocó la punta de su miembro en la entrada de ella.

- Hazlo a tu ritmo Kagome.

Ella comprendió lo que el hanyou quería decir. Quería que controlara su propio dolor, sin avanzar hasta que le fuera posible. Se aferró a los hombros de su amante y empujó hacia abajo despacio, para luego apretar un poco más. Inuyasha la abrazó con fuerza cuando comprendió que la virginidad de Kagome había desaparecido. Acariciaba su espalda a la vez que le susurraba al oído que se relajara, que el dolor pasaría.

Poco a poco Kagome se fue relajando y se alegró al comprobar que no había sido tanto como temía y que la sensación de tener a Inuyasha dentro de ella era bastante placentera. Empezó a moverse torpemente hasta que el chico la paró tomándola por la cadera.

- Sígueme Kagome.

Él le marcaba el ritmo con pequeños movimientos de la pelvis y ella lo seguía realizando movimientos con la cadera. Pero pronto la velocidad fue insuficiente, ambos necesitaban más el uno del otro. Inuyasha rodó de nuevo quedando él encima. Kagome levantó las piernas por encima de la espalda del chico para lograr una penetración más profunda e Inuyasha se agarró a los barrotes del cabecero de la cama. Y desde esa posición continuaron las embestidas, cada vez más fuertes, cada vez más profundas. Se oyó un gemido ronco y el ruido de una madera al romperse.

Se miraron largamente a los ojos. Una fina capa de sudor cubría sus cuerpos y hacía que las manos resbalaran en el cuerpo del otro. Inuyasha se retiró del interior de la mujer y se tumbó a su lado. Cuando le mostró el barrote de la cama roto en su mano, Kagome se echó a reír.

- Te amo Kagome – las risas pararon de golpe. ¿Acababa de decirle que la amaba? Su cara de asombro hizo reír al hanyou? - ¿Crees que hubiera hecho el amor contigo sin sentir nada?

- Pero…

- Ya veo, tendré que demostrártelo.

Sin esperar a que ella dijera nada, volvió a colarse entre sus piernas, esta vez acariciando con la lengua. El olor a sexo volvió a encenderle pero no podía olvidar que era el turno de Kagome. Él ya había obtenido su placer y ahora le tocaba a ella. Durante unos minutos se dedicó a lamer, chupar y mordisquear hasta que ella soltó un grito y empezó a convulsionar. Entonces él le clavó los dientes en la ingle, marcándola como su hembra, dejando su olor en ella para siempre.

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Debieron quedarse dormidos entre risas y juegos porque se levantaron sobresaltados al escuchar una voz femenina llamando a Kagome.

- ¡Ya han vuelto!

- ¿Qué pasa?

- Mi familia está aquí, tienes que marcharte Inuyasha.

- ¿Qué mas da? Les diremos a todos que te he convertido en mi hembra.

- ¡Inuyasha! Si dices una sola palabra a mi familia te haré sentar hasta que pierdas el conocimiento.

Kagome salió de la cama como pudo, se puso un vestido sin nada debajo y recogió toda la ropa del suelo. Inuyasha la observaba divertido con los brazos cruzados por debajo de la cabeza y una sonrisa de satisfacción en los labios. Era su hembra.

- ¡Inuyasha! Levántate por amor de Dios. Si te descubren me mandarán a un internado y no podremos volver a vernos.

Con estas palabras el hanyou reaccionó de inmediato. Se puso los pantalones y tomó el resto de la ropa de las manos de su mujer. La besó con fuerza y salió por la ventana para después volver a asomarse.

- No te mandarán con ese tal internado, no lo permitiré. – Kagome pensó que no hacía falta explicarle lo que era un internado – Deja la ventana abierta esta noche.

- ¡Hermanita ya estamos de vuelta! – Sota entró como un huracán en la habitación y se encontró con su hermana junto a la ventana, mirando al exterior - ¿Qué haces Kagome?

- Tomando el fresco ¿no ves el calor que hace?

Sonriendo, se sentó de nuevo frente al escritorio, pensando que no podría concentrarse en los exámenes, sobretodo si esa noche recibiría la visita de Inuyasha… de su Inuyasha.