Capítulo 3
Era el tercer día de su viaje, el tiempo aún era clemente aunque debía descansar a mediodía y buscar refugio del abrasador sol de Lepadoria o llegaría tostado a su destino. "Un príncipe a la plancha", sonrió pensando en las tonterías que se le ocurrían a su hermano en determinadas ocasiones.
La despedida había sido la habitual en estos casos, toda la corte había salido al patio y le habían vitoreado mientras cruzaba las grandes puertas. Su padre, Shión y Saga le acompañaron hasta los confines de las murallas exteriores y le desearon suerte en su misión. Todo había sucedido como de costumbre y sin embargo... la inquietud atenazaba su pecho. Le había parecido que algo importante cambiaría desde ese momento, como si se acercase el final de algo pero Kanon no sabía determinar de qué.
Miró hacia el cielo. Nubes negras anunciaban tormenta que descargaría probablemente durante la noche y no iba a ser leve precisamente.
-Genial-pensó- por lo menos podría haber esperado un día y dejarme llegar a la cabaña del paso. Amigo- dijo dirigiéndose al caballo- creo que esta noche nos vamos a mojar. Espero equivocarme.
No conocía muy bien aquella parte del reino. En ella vivían terratenientes poderosos pero que se mantenían al margen de la corte, era bastante probable que ni siquiera respetasen las leyes de su padre. Había muchas habladurías acerca de señores que mataban a otros propietarios, les robaban sus tierras y sus posesiones y esclavizaban a sus familias. Pero los inspectores enviados a comprobarlo nunca habían denunciado nada parecido y, si bien era cierto que de vez en cuando familias enteras desaparecían sin dejar rastro y sus bienes eran absorbidos por otras, no había prueba ninguna de que aquellas acusaciones fueran ciertas. Por ello, el rey Dohko no había podido hacer nada a ese respecto.
Perdido en sus cavilaciones se internó en las tierras abandonando los senderos, intentaba llegar lo antes posible a su refugio en las montañas. Pronto el sol dejó de verse y los intensos rayos iluminaban su camino. La lluvia comenzó a arreciar con gran fuerza empapando rápidamente al príncipe y su montura. Tenía que encontrar un sitio en el que guarecerse y eso suponía llegar hasta las laderas de las montañas y esconderse bajo una roca. No le llevaría mucho tiempo. Además había tomado la precaución de cargar a su caballo con un buen fardo de lecha que se mantenía seca, con lo que podría hacer un buen fuego con el que calentarse.
De repente vio algo extraño tirado a un lado del camino. En un principio pensó que quizás fuesen los restos de algún animal, pero era demasiado grande para ser un perro, demasiado pequeño para ser una vaca. Llevado por la curiosidad se bajó del caballo y se acercó hasta el bulto. No pudo reprimir un grito de sorpresa al darse cuenta de que aquello era una persona.
Se arrodilló en el suelo e intentó hablar con él, pero al no obtener respuesta lo giró suavemente dejándolo sobre su espalda. Tomó el pulso en su cuello y acercó el oído a a su pecho asegurándose de que respiraba. Estaba vivo pero inconsciente. Su brazo izquierdo se curvaba en un ángulo imposible, estaba dislocado sin duda y quizás también roto. Su cara estaba llena de sangre mezclada con barro al igual que su cabello. Estaba bastante delgado y el color azulado de su piel indicaba que tenía demasiado frío.
Sin pensárselo mucho se quitó su capa y envolvió al desconocido con ella. Lo montó en el caballo y tomando las riendas continuó el viaje buscando un refugio seguro para pasar la tormenta.
Cuando llegó a la zona de las grandes rocas, bajó al hombre del caballo y lo tumbó en el suelo. Descargó y desensilló al animal y preparó rápidamente un buen fuego. Improvisó una cama con las ropas secas que el caballo había llevado y desvistió al enfermo, comprobando que era un hombre muy joven... y al parecer muy hermoso. Se quedó totalmente impresionado al ver las cicatrices que surcaban su cuerpo, tenía infinidad de moratones y magulladuras. Le limpió la sangre y lo metió entre las ropas secas. No podría hacer nada más por él hasta que no llegaran al refugio.
Intentó calentarlo con el fuego pero vio que no era suficiente así que se tumbó a su lado tratando de darle calor con su cuerpo.
Kanon: Dios mío, qué ha podido pasarte? Eres súbdito de mi padre, un hombre libre o eso atestigua tu tatuaje y sin embargo pareces haber recibido latigazos como antaño los esclavos. Tienes todo tu cuerpo cubierto de heridas y creo que quizás alguna costilla rota... espero que la tormenta amaine pronto y poder curarte antes de que sea demasiado tarde.
El calor de la hoguera y el cansancio hicieron que se durmiera mientras abrazaba al muchacho.
Un intenso dolor sacudió el cuerpo de Shaka. Estaba vivo, después de todo había sobrevivido. Abrió los ojos con mucho trabajo para encontrarse desnudo bajo un montón de ropas con alguien sujetándole a su lado.
Después de todo lo que había sufrido lo habían encontrado. Fracasó nuevamente, volvería a la granja y... no él prefería morir antes que vivir de esa manera. La desesperación hizo presa de él y comenzó a gritar y a temblar descontroladamente.
Shaka: noooooooooo! déjame
Kanon se despertó sobresaltado por los gritos a su lado. Se quedó viendo el maltratado cuerpo temblando entre sus brazos. El chico lloraba y gemía, le suplicaba que le dejase morir. No supo qué hacer, así que lo abrazó con fuerza contra su pecho mientras le susurraba al oído
Kanon: shhhhhhhh tranquilo, no te haré daño. Estás a salvo, te sacaré de aquí. Tranquilo
Shaka intentó mirarle pero su vista estaba nublada. Aquel hombre no se parecía a los horribles sicarios que él conocía. Sólo pudo ver unas hermosas esmeraldas que le susurraban palabras de aliento. Aquellos brazos lo apresaban con fuerza pero no lo dañaban. Extrañamente no se sentía amenazado, sino más bien todo lo contrario, se sentía seguro como hacía años que no se encontraba.
Paulatinamente se fue calmando y dejó de gritar y de llorar. Las fuerzas le abandonaron nuevamente y volvió a quedar inconsciente.
Kanon apenas creía lo que acababa de pasar. Decidió que no tenía tiempo que perder si quería salvarle la vida al joven así que recogió todo rápidamente y se puso de nuevo en camino. La lluvia había cesado y el amanecer estaba muy próximo. Llevaba al otro sobre la grupa de su caballo mientras que él caminaba a su lado intentando encontrar algún sentido a lo que estaba pasando. Años atrás Dohko había abolido la esclavitud... ese era un hombre libre... ¿quién demonios lo atacaría dejándolo en tal estado? Además tenía cicatrices antiguas...
Horas después alcanzaron la cabaña. Metió al chico dentro, lo tumbó en la cama y lo tapó con toda la ropa que pudo encontrar. Encendió la chimenea, desensilló al caballo y lo dejó pastando, y calentó agua dispuesto a lavar y desinfectar las heridas.
Shaka sintió cómo alguien lo tocaba con cuidado. ¿Shun, no él no podía ser, el pequeño ángel no podría volver a cuidar a nadie más. Al abrir los ojos volvió a ver las esmeraldas que recordaba... solo que ahora su visión se aclaró bastante debido en parte a que su cuerpo volvía a tener calor.
Era un hombre quien le lavaba su pecho con un trapo. No parecía haberse dado cuenta de que estaba despierto. Intentó hablar pero las palabras se atoraron en su garganta. Tenía la boca completamente seca.
Kanon se dio cuenta de que había recuperado la consciencia. Le miró fijamente y le sonrió intentando tranquilizarlo.
Kanon: no te preocupes, estás a salvo. Estoy lavando tus heridas... alguien te golpeó con saña, pero tranquilo, sanarás.
Al ver que intentaba hablar y no lo conseguía tomó un vaso de agua, pasó su brazo por detrás de su espalda para alzarle un poco y le ayudó a mojarse los labios y dar pequeños sorbos. El muchacho no dejaba de mirarle fijamente, tenía los ojos más hermosos que había visto nunca, eran azules como el mar y estaban cargados de miedo y angustia.
Apartó el vaso cuando el otro pareció estar saciado y mientras le seguía mirando fijamente le acarició la mejilla. El chico relajó su rostro con aquello, Kanon se estaba ganando su confianza. Volvió a posarle sobre la cama y continuó con su tarea mientras le hablaba con voz dulce
Kanon: me llamo Kanon y estoy de camino hacia las tierras del Clan de los Faré. Estamos en las montañas de los Picos Escarpados, en una cabaña. Te he estado examinando y no creo que tengas nada roto, quizás un par de costillas hundidas y el hombro y el codo izquierdos dislocados.
De repente Shaka sujetó con fuerza su mano, sus ojos llenos de lágrimas reflejaban un miedo difícil de asumir.
Shaka: no dejes que me cojan... snif... mátame si quieres pero... no quiero volver
Kanon: quién? de quién hablas? quién te hizo esto?
Shaka llorando ya abiertamente: por favor... por favor
La desesperación en su voz no dejó al príncipe más alternativa que abrazarlo nuevamente, protegiéndolo junto a su pecho, y acunándolo susurrar en su oído
Kanon: no te preocupes, te prometo que no dejaré que te hagan daño de nuevo. Ahora cálmate, debes descansar, shhhhhhhhhhhhh
Poco a poco el rubio dejó de llorar y aflojó el agarre que tenía sobre la mano de Kanon. Intentó incorporarse pero el dolor sobre su brazo izquierdo le hizo gemir y derramar nuevas lágrimas
Kanon: debemos reducir esa luxación o quedarás con el brazo inutilizado para siempre. Va a ser doloroso pero no queda otro remedio
Shaka sólo asintió débilmente. Kanon lo tomó en brazos y lo tumbó en el suelo. Cogió un pedazo de tela y se lo colocó al rubio en la boca para que lo mordiera.
Kanon: puedes gritar si quieres, aquí nadie nos escuchará
Con el muchacho tumbado en el suelo agarró con fuerza el brazo y tiró de él mientras con el pie empujaba en sentido contrario el tronco del chico. Escuchó gritar a Shaka mientras derramaba lágrimas de dolor y se movía débilmente. Continuó tirando y levantando el brazo hasta que escuchó cómo la articulación encajaba de nuevo.
Shaka se había desmayado, el dolor le había superado. Tomando unas vendas inmovilizó el hombro para evitar que volviera a luxarse. Aprovechando la inconsciencia de Shaka redujo el codo rápidamente y sin mayores problemas, afortunadamente no había nada roto.
De nuevo lo tomó en brazos y lo tumbó en la cama tapándolo con las mantas. Preparó algo de comer y decidió esperar a que el chico despertara para alimentarle y... preguntarle su nombre.
