Bajo las estrellas (III)

En las tinieblas confusas de la inconsciencia, Leona se sentía ingrávida. Una curiosa sensación de disolverse la embargaba, de tal modo que no tenía claro dónde terminaba su cuerpo y dónde empezaban la oscuridad. Lo que sí tenía claro era aquella presencia repugnante que se aferraba a sus entrañas, como una suerte de sanguijuela que se retorcía furiosamente en su centro y que desgarraba y quemaba sus fibras, facilitando su disolución en la nada. La Solari casi preferiría terminar de diluirse y desaparecer para no sentir aquella agonía, pero tenues y lejanas luces, como estrellas escondidas detrás de la niebla, parpadeaban intermitentemente, dándole ánimos, instándola a no rendirse. De algún modo la castaña sentía que les debía algo, que no podía desoír su llamado, y continuaba oponiendo resistencia a su lenta pero inexorable desaparición. Su purgatorio se alargó por edades infinitas, hasta que instantes después de que todo hubiera iniciado, una de las estrellas que clamaban por ella se hizo tan luminosa como la propia Sol, y su luz no solo barrió completamente con las tinieblas, sino que calcinó hasta las cenizas al bicho desagradable que la desgarraba por dentro sin dejar rastro alguno. Una suave calidez la envolvió entonces, como si de pronto hubiera vuelto al vientre de su madre y, envuelta en la tenue luz de las estrellas que la habían protegido, su consciencia descansó en paz durante un tiempo. Pero esto tampoco duró. Una voz, casi inaudible al principio, pero de pronto estruendosa, metálica y corrompida, oscura, llena de ira y de odio, se abrió paso hasta aquel remanso de paz. El paisaje de su mente se encendió de pronto en tonos rojos viles, como sangre coagulada, y un rostro inhumano y temible destelló un momento, la furia que lo embargaba tan intensa que opacó todo lo demás durante un segundo.

La Elegida del Sol despertó sobresaltada, aun sintiendo el terror de esa visión, para encontrarse a sí misma en un lugar que desconocía. Era una especie de refugio de pastores, solo que minúsculo y tan rematadamente humilde que era casi pobre. Mientras su mirada vagaba por el recinto, una mano tomó la suya e instantáneamente se centró en quien tenía delante. Diana estaba muy cerca de ella, con una mirada de preocupación en su rostro, sus ojos antes tan fríos como la nieve llenos de una calidez que no había visto desde hace años. Su corazón se estremeció frente a esta visión, y sin quererlo aferró aquella mano que se le tendía con desesperación.

- ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? – preguntó la Elegida de la Luna en tono suave, y la castaña sintió aquella voz como la más tierna caricia. Pero aquello no tenía sentido, y la Solari se preguntaba si no estaba aún soñando ¿Por qué, de pronto, su vieja amiga la trataba con tanta dulzura, cuando hace no mucho se habían intentado matar mutuamente? Esta disonancia hizo que quitara la mano y que su rostro se tensara.

- ¿Qué es esto, Diana? ¿Dónde estamos? – preguntó la guerrera solar con un tono más duro del que pretendía. La peliblanca retrocedió un poco ante semejante rudeza, y contestó con aire ofendido.

- Estamos en la casa de quien te salvó la vida.

Solo entonces la Elegida del Sol se dio cuenta de que detrás de Diana, sentada en la precaria mesa que se encontraba en el centro de la edificación, había otra persona, una mujer, pero una que evidentemente no era humana. Ante la mirada de su invitada, esta persona se levantó y se acercó, diciendo:

- Me alegra que hayas despertado, Leona, Elegida de Áurea. Mi nombre es Soraka, y esta es mi humilde morada. Espero que sea de tu agrado.

La voz de la mujer era como una fresca brisa de primavera, o una noche despejada en verano, y parecía que toda la ternura del mundo había sido hecha sonido. Pero eso no fue lo que más impresionó a la castaña. Fueron sus ojos, aquellos ojos dorados que brillaban con la luz de las estrellas en el firmamento. Esa luz... era la misma que había alejado al ser terrible de su vientre y había terminado con la agonía, una luz protectora, esperanzadora, tranquilizadora. Antes de que se diera cuenta, lágrimas caían de los ojos de la Solari, y debió agachar la cabeza para ocultarlas. Por supuesto, nadie en aquel lugar era tan distraído como para pasar por alto ese gesto.

- ¿Leona, estás bien? ¿Te duele algo? – saltó la Lunari un poco demasiado preocupada.

- Está bien, Diana, está bien – la calmó la voz suave de la extraña mujer – Dale un tiempo.

Leona respiró profundo, dejando que el aire dispersara las imágenes de aquel sueño, y también los fuertes sentimientos que aún permanecían. Una vez lo hubo logrado, tras unos pocos segundos, levantó la cabeza y se revisó a sí misma. El hombro que su contrincante había apuñalado se movía con total soltura, y estaba segura de que el monstruo que llegó después había atravesado su estómago. De hecho, el agujero en la ropa y armadura atestiguaba eso. Pero el vientre marcado que se veía debajo esta ileso, sin siquiera una cicatriz como recuerdo. Entonces, se levantó del camastro. Por el rabillo del ojo vio que Diana se envaraba a su lado, pero eso no era importante ahora mismo. Avanzó un paso en dirección hacia su anfitriona, y una vez frente a ella, se arrodilló, con la cabeza gacha.

- Usted debe ser la estrella que me libró del dolor, y parece ser que además curó mis heridas. Me aseguraré de pagarle esta deuda con todo mi poder, Soraka.

Una risa cristalina fue la primera respuesta a su declaración, y luego, pudo sentir a la de piel violeta arrodillándose para quedar a su misma altura. O casi, porque todavía las separaban poco más de 20 centímetros.

- Levanta la cabeza, Elegida de la Sol. Te diré lo mismo que le dije a la Elegida de la Luna antes que a ti. No necesitas agradecerme – afirmó ella con aquella voz tan agradable - Hice lo que tenía que hacer, y nada más. No hay ninguna deuda que pagar. Aunque, pensándolo bien, puede que me reserve el derecho de exigir pago – culminó dejando salir una pequeña carcajada. La castaña no entendió la última parte, pero sencillamente levantó la cabeza para acto seguido levantarse ella misma, y luego mirar a Diana.

- Si quieres un resumen de lo que pasó, será largo, así que te aconsejo que te sientes y te tomes un té mientras escuchas – contestó esta ante la muda pregunta de su contraparte

La guerrera solar hizo como le decían, y se sentó a la mesa junto a sus acompañantes. Cuando había mirado la silla, había temido que esta cediera bajo su peso, de modo que fue cauta a la hora de apoyarse en ella, pero era de hecho sorprendentemente estable. Una vez estuvo acomodada, su anfitriona le sirvió una infusión de hierbas que olía a una mañana en las montañas, en una taza que bien podría ser tan antigua como los propios Solari. Leona sopló bien la superficie del líquido antes de beberlo, y cuando lo hizo, una sensación de energía se apoderó de ella por completo. Luego, se dispuso a escuchar el fantástico relato que salió de los labios de Diana. Supo de su resistencia desesperada, de la llegada providencial del Aspecto del Protector, de su carrera contra el tiempo en el medio de las montañas inclementes, de cómo el poder de la desconocida las salvó a ambas y como finalmente Soraka la sanó una vez llegaron a su morada. De alguna forma misteriosa, aún seguían atrapadas en la misma noche que nació viéndolas luchar. Leona debió darle varias vueltas a todo lo que había escuchado para poder procesarlo, y una vez lo hizo, varias cosas siguieron siéndole confusas, la primera y más importante de ellas, de hecho...

- Diana, por qué... ¿Por qué diablos me salvaste? – preguntó la Elegida de la Sol con el ceño fruncido. No le hacía sentido. En el estado en el que había sido salvada era solo lastre, lastre inútil además, que de hecho casi ocasiona la muerte de su contraparte por el exceso de fatiga. No era necesaria, tampoco: si ella moría, estaba el Aspecto del Protector para ayudar a Diana, e inclusive el misterioso Aspecto de la Guerra. 3 Aspectos deberían ser más que suficientes para acabar incluso con aquel monstruo ¿no? Y aún peor: dejándola morir, la Lunari se deshacía de su peor enemigo y su mayor obstáculo, teniendo al Monte Targon casi a su merced. Pero, en cambio, se había puesto en peligro para salvarla... ¿Con qué fin? Deseosa de respuestas, miró directamente al pálido rostro de su amiga/enemiga, para encontrársela a ella también con el ceño fruncido y el rictus en el borde de los labios que denotaba su profundo enojo... y sus ojos llenos de una indefinible tristeza, que hizo al corazón de la castaña agitarse en respuesta.

- ¿Quién te crees que soy? – preguntó retóricamente la Elegida de la Luna con tono acerado – Recuerdo perfectamente como perdonaste mi vida una vez y me salvaste otras dos veces ¿Crees que soy tan mezquina como para no pagar una deuda así? – continuó cada vez más enojada la guerrera lunar – Además ¿Quién eres tú para hacer una pregunta como esa? Que no te atrevieras a matarme tú misma... lo puedo entender ¿Pero poner tu vida en riesgo no una, sino dos veces, para salvarme a mí, tu enemiga? Si respondes por tus motivos, lo haré por los míos – declaró finalmente Diana deteniendo así su despiadado contraataque. La Solari bajó la mirada, avergonzada. Se le ocurrían argumentos válidos que respaldaran su actuar, pero sabía que a su vieja amiga no se le escaparía nada, y no descansaría hasta obligarla a soltar la verdad ¿Y cómo se supone que le dijera que, en aquellos momentos cruciales, no se le había pasado por la cabeza nada excepto salvarla, que su cuerpo se había movido casi por su cuenta? ¿Cómo podría admitir frente a ella y frente a esa poderosa desconocida, que, enfrentada a semejante crisis, se había olvidado por completo de Los Solari, de la Montaña, de su deber... todo por seguir las necias pasiones que no había podido desterrar de su corazón? Reconocer que era así de patética frente a ellas... era algo que era incapaz de hacer.

- ¿Y bien? ¿Por qué bajas la mirada? ¿Acaso no quieres saber el motivo de mis acciones? – la increpó sin misericordia la de ojos níveos. Leona pudo escuchar los chasquidos suaves de los pasos de la de piel violeta mientras se acercaba a la Lunari, y le decía suavemente:

- No la presiones tanto, Diana. Casi parece que eres tú quien está más ansiosa por descubrir qué la llevó a hacer lo que hizo.

Ante las palabras de su anfitriona, la castaña levantó la cabeza para ver como la increpada desviaba la mirada, y un dulce estremecimiento de esperanza la sacudió. Ninguna de las dos dijo nada durante unos minutos, y Soraka zanjó el asunto diciendo:

- Tal parece que aún deben tener una charla entre ustedes. Asegúrense de tenerla, pero mientras tanto, demos por terminado el asunto ¿No tienes ninguna otra duda, Elegida de la Sol?

La consultada inmediatamente tomó la oportunidad que se le ofrecía para despejar el pesado ambiente que se había apoderado del lugar.

- Disculpe, pero no me lo logro explicar. Dijeron que esa...criatura, era un Darkin. Y, según las antiguas crónicas de la biblioteca Solari, esas criaturas fueron derrotadas más de mil años atrás por los Aspectos de esa época. Entonces ¿Cómo es que un Darkin amenaza nuevamente al mundo? – consultó la guerrera solar

- Las crónicas de los Solari no mienten. Efectivamente fueron derrotados largos años atrás – comenzó a explicar la de ojos dorados – Sin embargo, supongo que no menciona que ese "derrotados" no significó "eliminados", al menos no para algunos de ellos. Por motivos fortuitos, estos Darkin se libraron de la emboscada inicial, y para contenerlos no quedó más opción que encerrarlos en sus armas, las mismas armas que blandieron con tanta crueldad. Durante siglos creímos que eso había sido todo, pero un día, funestos rumores nos señalaron lo impensado: al menos uno de ellos había logrado liberarse del sello, y estaba desatando el caos nuevamente. Su nombre era Aatrox. – Estas palabras revivieron memorias que la castaña habría preferido olvidar: un rostro inhumano pronunciando con una voz llena de odio e ira: "sepan que soy Aatrox, el Destructor de Mundos, el Asesino de Dioses, y mueran en desesperación..." – Él era el más poderoso de los Darkin sobrevivientes, tal vez incluso de todos los Darkin. Si alguien descubría cómo liberarse, tendría que ser él. Durante un par de siglos diversos héroes o los mismos Aspectos han logrado contenerlo, pero cada vez aparece con más frecuencia.

- ¿Por qué no lo han eliminado de una vez por todas? – inquirió entonces Diana, formulando en voz alta la pregunta que rondaba por la mente de Leona.

- No es tan fácil – respondió Soraka con expresión atribulada – En primer lugar, aquellos que fueron eliminados lo hicieron a través de un ritual especial, que difícilmente podría realizarse hoy y que requería que los Darkin estuvieran en un espacio específico. Los Ascendidos... estaban peligrosamente cerca de los dioses, y eso significaba que muy pocos podían siquiera enfrentarlos, mucho menos asesinarlos. Por eso, los que se libraron del ritual debieron ser encerrados. Y el problema es que el conjuro que los encerraba los ataba a este mundo de formas tan indisolubles que no se me ocurre forma alguna de destruirlos sin eliminar ese hechizo. Y eliminar ese hechizo significaría traerlos de vuelta en todo su poder a este mundo. Además de que no conozco a nadie capaz de siquiera modificar ese encantamiento.

Un pesado silencio cayó en el pequeño recinto, hasta que la Lunari preguntó:

- Entonces ¿Qué se supone que hagamos con esa cosa?

- Derrotarla – contestó con presteza la curadora – Tristemente, eso solo hará que vuelva a quedar encerrado en su espada, pero si encuentran un lugar seguro donde guardarla, podríamos evitar que vuelva... al menos por un tiempo.

Nuevamente las Elegidas guardaron silencio, evidentemente insatisfechas con la respuesta.

Entonces, repasando lo aprendido hasta ahora, la Solari cayó en la cuenta de algo que había dicho la del cuerno en la frente y un terrorífico pensamiento pasó por su mente. Levantó la cabeza para encontrarse con la mirada tranquila de su anfitriona, que le preguntó:

- ¿Algo más te produce confusión, Elegida del Sol?

- Usted... usted dijo que ese tal Aatrox no era el único que había sobrevivido a las Guerras Darkin – mencionó la aludida lentamente, reacia, como si sus temores se fueran a hacer realidad si los vocalizaba – Eso significa... ¿Eso significa que alguno de los otros Darkin podría liberarse también de su sello y volver a aterrorizar al mundo?

La de piel violeta calló un momento, su expresión ahora desprovista de sonrisa, mientras la castaña y la de ojos níveos, que había salido también de su ensimismamiento, la miraban con aprehensión.

- Tu... tu deducción es correcta, Leona – dijo entonces Soraka con tono de pronto cansado – La prueba es el hecho de que ya haya sucedido. No muchos años atrás, un Darkin distinto de Aatrox volvió a aterrorizar al mundo durante un breve momento.

Nuevamente un ominoso silencio invadió la pequeña edificación. El cerebro de la campeona solar corría a toda prisa. Entonces un número indeterminado aún de seres terribles capaces de superar a los mismísimos Aspectos podían estar merodeando allá afuera, listos para caer sobre Targón apenas tuvieran oportunidad. De pronto una visión borrosa destelló fugazmente en su mente. En ella, seres oscuros se sumergían entre ejércitos como olas interminables, ellos mismos gaviotas pescadoras que apartaban a los soldados como si fueran agua. Cada uno de sus movimientos significaba la muerte de decenas de personas, cuya sangre derramada saturaba el aire en una niebla sanguinolenta, de cuyo interior emergían los alaridos aterrorizados de las víctimas. Sombras acechaban en aquella bruma, relucientes y malignos ojos destellando en medio de sus formas negras, una promesa de destrucción y muerte. Tan rápido como vino, aquel espejismo se esfumó de sus pensamientos, pero no así el miedo aferrado a su corazón. No recordaba mucho de su corta aportación a la batalla contra el Darkin invasor, pero había algo que no podría olvidar aunque quisiera: la presencia abominable de aquella criatura, su fuerza invencible, el desprecio que rezumaba de cada palabra, de cada movimiento. Un ser que parecía contener suficiente odio como para ahogar el mundo... y amenazar los mismísimos cielos. Lo tenía muy claro: ninguna amenaza que hubiera enfrentado antes podía comparársele, ni siquiera Diana. De pronto, las disputas entre Solaris y Lunaris le parecían el colmo de la trivialidad, y la insistencia de los ancianos para que se enfrentara a los adoradores de la falsa luz, una muestra de su ignorancia y necedad. Si acaso de verdad hubiera cumplido su misión, si realmente hubiera dado aquel golpe mortal y eliminado a la Elegida de la Luna, hubiera perecido sin remedio ante la emboscada de aquel terrible monstruo. Ella sola no podía hacer frente a esta amenaza, ni aún en la plenitud de sus fuerzas, y muy probablemente esto también era cierto para las amenazas que podían venir. Necesitaba de los demás Aspectos. Todos y cada uno de ellos, incluida Diana. Necesitaba de Diana. Ante esta conclusión, no pudo evitar apretar el puño, sentimientos contradictorios arremolinándose en su pecho. Ahora al fin tenía la excusa que deseaba para hacer las pases con la campeona Lunari, para seguir las pulsiones de su corazón sin culpa. Pero por otro lado ¿No significaba eso que había estado equivocada todo este tiempo, perdiendo el tiempo persiguiendo a los Lunari? ¿No implicaba eso que durante mucho tiempo había actuado en contra de los deseos de su diosa? ¿Cuántas cosas más ignoraban los Solari que los habían llevado a actuar de forma errónea? ¿Cómo podían obrar los ancianos con tanta confianza cuando había puntos vitales que ignoraban? ¿En cuántas cosas más había estado fallando ella en su deber como encarnación de un aspecto, creyendo que estaba cumpliendo ese deber? Una terrible angustia, esa que durante tanto tiempo había intentado obviar, estremecía su pecho ¿Qué hado aciago la guiaba lejos del camino que debería seguir como Elegida de la Sol? ¿Cuán profunda era su propia indignidad? La voz preocupada de su contraparte atravesó sus aprehensiones y la trajo de vuelta al presente.

- Si eso es así, no es improbable que otro Darkin aproveche esta situación y se una al ataque – afirmó la de ojos níveos con voz lúgubre – Deberíamos... prepararnos... para ese escenario...

La castaña la miró, y vio en su expresión amarga el mismo pensamiento que atravesaba ahora su mente. Si 3 Aspectos habían conseguido frenar a duras penas a un solo Darkin ¿Cómo podían siquiera soñar en enfrentarse a dos de ellos al mismo tiempo? Y sin embargo, si llegaba a darse el caso, no habría más opción que salir a dar la pelea esperando un milagro, pues la alternativa era la probable aniquilación de todos los habitantes del Monte.

- Mmmm... Lo que dices no es... erróneo, en tanto existe esa posibilidad, más en realidad no creo que eso pase – afirmó la de ojos dorados con un adorable gesto de reflexión.

- ¿...Por qué? – consultó la Elegida de la Luna con un gesto en el que se mezclaban conflictuadamente la esperanza y la molestia. La guerrera solar no pudo evitar sonreír al constatar que su amiga aún llevaba mal no tener razón.

- Buenos, por dos motivos. El primero es... bueno, quien es Aatrox. Incluso cuando era un Ascendido se destacaba entre los suyos debido a, entre otras cosas, su poder superior. Muy pocos entre los dioses guerreros shurimanos podían comparársele en ese aspecto, y esto fue aún más cierto tras la Guerra de Icathia y la caída del Imperio Shurimano, cuando se sumergió obsesivamente en la búsqueda de poder. Que yo sepa, solo Aatrox entre los Darkin es capaz de superar tan inapelablemente a los Aspectos. Lo que significa que un Darkin "normal" no osaría acercarse al Monte Targón, reconocido hogar de las encarnaciones de los Celestiales, a menos que hubiera adquirido un poder que le permitiera acometer semejante hazaña, y probablemente si eso sucediera... me enteraría. Por otro lado, y seguramente esto debe estar consignado en las crónicas Solari, una vez cayó el Imperio Shurimano los futuros Darkin se dividieron en bandos tan mutables y volátiles como el propio viento. Ya en su tiempo como Ascendidos múltiples disputas los dividían, y una vez como Darkin se arrojaron hambrientos al cuello de sus antiguos camaradas en su búsqueda de dominación absoluta. No los veo cooperando a menos que su propia sobrevivencia lo exigiera, y mucho menos los veo uniéndose en un ataque frontal contra los Aspectos con resultados cuando menos dudosos.

Diana bajó la mirada, procesando esta nueva información que seguramente desconocía, y la Elegida de la Sol dirigió la suya hacia el rostro de la Sanadora, que parecía perdida en memorias de un tiempo muy lejano.

- Soraka, usted parece saber mucho de este tema ¿Dónde aprendió todo eso?

Una sonrisa suave asomó al rostro de la consultada, pero no era una sonrisa feliz.

- No... estuve en primera línea para presenciar las atrocidades de los Darkin, pero estuve detrás para presenciar las consecuencias de ese terrible poder. Antes de eso, incluso había conocido personalmente a algunos de los tristes protagonistas de tan hórrida historia, incluido aquel que más tarde llamarían "Asesino de Dioses".

- ¡¿Usted conoció a Aatrox como Ascendido?! – saltó la Lunari con la sorpresa escrita en todo su rostro.

- En el sentido coloquial de la palabra, sí, lo conocí antes de que el desgaste de su alma lo arrastrara hacia la corrupción – contestó la del cuerno en la frente con la melancolía opacando el brillo de sus ojos - Conversé un par de veces con él, en el tiempo donde aún era un buscador y defensor decidido de la justicia. Había Ascendidos más inteligentes y de pensamientos más elevados, pero ninguno cuyo deseo de ejercer su poder para mejorar la vida de su gente fuera más puro. Tal vez fue precisamente por eso que, enfrentado con los horrores fuera de la imaginación que desató Icathia, su mente colapsó de forma tan estrepitosa. Me temo que los Ascendidos siempre conservaron demasiada humanidad como para lidiar adecuadamente con los terribles horrores que enfrentaban... o los terribles horrores que cometían – aquí, la Curadora dio un suspiro que llevaba detrás un cansancio milenario – He conocido a muy pocos humanos que no terminen dejándose llevar por su propio poder.

Ante estas últimas reflexiones, la Solari se removió en su asiento, incómoda. A pesar de que siempre había albergado dudas, desde que se había hecho Portadora de un Aspecto había procedido de forma decisiva y muchas veces inmisericorde, apoyada únicamente en los dogmas que le habían inculcado desde pequeña y en su abrumador poder ¿Qué pasaría si se alargaran las eras y ella se acostumbrara a imponerse mediante su incontestable fuerza? ¿Conservaría su moral... o se convertiría en un azote como los Darkin? El hecho de no poder contestar esta pregunta con certeza la llenaba de inquietud.

- ¿Hubo algo en esos encuentros que nos diera pistas de cómo derrotarlo? – preguntó entonces la guerrera lunar – Cualquier cosa, por más pequeña que sea, podría sernos de utilidad.

La de piel violeta se detuvo a recordar, su dedo índice apoyado en su mentón y sus ojos dirigidos al techo de la edificación, aunque claramente sus ojos no lo veían. Estuvo así poco más de un minuto, variando su expresión a medida que los recuerdos fluían por su mente, hasta que bajó la mano y negó con la cabeza.

- No, no logro recordar nada que pudiera ser de utilidad. Lo único que se me ocurre es apelar a su antiguo ser, a la búsqueda de justicia que olvidó. Pero... lo que ha hecho es algo que ese Aatrox pretérito odiaría y combatiría con todo su poder. Es evidente que ahora es un ser completamente distinto.

Otra vez un pesado mutismo se instaló entre las mujeres. Sin embargo, Leona no pensaba en el enemigo que pronto debería volver a enfrentar, sino en aquella benefactora misteriosa que había afirmado con tanto desparpajo haber presenciado sucesos de hace miles de años, y haber tenido contacto con esos seres que habían grabado su nombre en la historia de toda Runaterra. Mientras la Lunari pensaba, su contraparte le echó una mirada furtiva a su misteriosa anfitriona. Era más bien bajita (aunque para ella la mayor parte de la gente era "bajita"), de complexión delicada y de modos suaves. Si le dijeran que era una princesa vastaya, no estaría para nada sorprendida. Pero, por algún motivo, ahora vivía en medio de uno de los lugares más inclementes del mundo, en una casucha que avergonzaría al más pobre pastor. Mientras más pensaba en el asunto, más insondable le parecía ella. Estaba convencida de que aquel abominable trozo de hierro que blandía su enemigo la había atravesado, es decir, le había infligido una herida mortal que no cualquiera podría curar (de hecho, dudaba que alguna de las personas que conocía o había conocido hubieran sido capaces de hazaña semejante) ... y su salvadora no solo lo había hecho, sino que, por lo que contaba Diana, lo había hecho en tan solo unos minutos. Y sus ojos...aquellos ojos llenos de luz estelar, que la habían rescatado del parásito que la carcomía... ¿Había sido un sueño? Se había sentido demasiado real ¿Quién diablos era ella, y por qué solo la venía a conocer ahora?

- Soraka, sin intención de faltarle el respeto... Me gustaría saber quién exactamente es usted – soltó entonces Leona mirándola con determinación. Su visión periférica captó a su rival levantando la cabeza lentamente, una sonrisa burlona en sus labios. La consultada también sonrió, aunque parecía algo... ¿apenada?

- No tengo problema en aclarar quién soy, Elegida de la Sol. Pero te pediré algunas cosas a cambio. La primera, que no reveles nada de mí a gente... que no necesita de mi ayuda. Estoy segura de que entenderás – comenzó completamente seria por primera vez la de ojos dorados – La segunda... que escuches mi historia con cuidado, sin tomar conclusiones apresuradas. Y la última, que después de esto tu actitud hacia mí no cambie ¿Crees que puedes cumplir estas condiciones? – finalizó retomando su sonrisa apacible.

La campeona solar dudó un momento. La primera condición le parecía perfectamente comprensible, pero la segunda y la tercera no auguraban nada bueno. Su corazón le decía que aquella, su salvadora, era totalmente digna de confianza, pero su mente recelaba frente a aquellas peticiones. Finalmente, fue su curiosidad la que inclinó la balanza.

- Haré todo lo que esté en mi mano para cumplir con sus condiciones, Soraka – declaró con voz firme – Por favor, revéleme su identidad.

La aludida resopló, divertida, antes de iniciar su propio relato. Y cuando la castaña había pensado que la narración de Diana era digna de una canción, aquel otro merecía su propia saga. Puede que más de una. Soraka narró su origen celestial, cómo desde aquel elevado sitial había sido testigo de las desgracias que padecían los mortales en Runaterra y cómo, única entre los suyos, había descendido encarnándose en la figura que ahora observaban. Relató también cómo, viviendo entre ellos, se había percatado de la asombrosa capacidad de los mortales para forjar su propio destino, y cómo aquellos destinos propios podían ser incluso más hermosos que los tejidos por los Celestiales. Cuando escuchó esto, Leona cayó en un profundo estupor, escuchando casi como una voz lejana a la Celestial mientras terminaba expresando su deseo de ayudar a los mortales a encontrar esos destinos, razón por la cual aún rondaba aún rondaba en aquel pequeño mundo. Entonces el destino... no era absoluto. Era algo muy difícil de asimilar para ella. Pero aquella noche era la noche de los sucesos extraordinarios. Una vez había comenzado a hablar, ni por un segundo había dudado de las palabras de su anfitriona, ya fuera sus reclamaciones de provenir de Más allá de la Cima o lo que había afirmado sobre los hados inescrutables. Pero...eso... era... realmente difícil de procesar. El miedo existencial que entumía su piel la nublaba, instándola a rechazar nociones que contradecían todo lo que conocía. Pero... ella realmente quería creerlo. De ser así, ella tenía salvación. No era ningún destino cruel el que la ponía en un camino contrario a la voluntad de la Madre Sol. Era solo su debilidad, su ceguera como mortal. Todos aquellos años... ella lo había presentido. Que se alejaba, con pasitos pequeños pero irreversibles, de la vía que realmente deseaba su diosa. Ella se había convencido a sí misma, según lo que le habían inculcado, que ella estaba haciendo lo correcto, porque eso era el mandato de seres superiores a ellos. Pero, como aquellos mortales miserables que había visto aquella Grande desde su posición privilegiada, ellos eran ciegos. Y su diosa se lo había intentado mostrar, a través de aquella que había capturado su vista desde la primera vez que habían compartido una clase. Desde que la había visto, había sentido que Diana era especial. Y cuando la escuchó exponer por primera vez, supo que su intuición tenía razón. Aun así, intentó obviar este fuerte tirón y concentrarse en sus estudios. Y, al final, su destino la había traído inevitablemente a ella. Pero aquella noche... ahora lo entendía. No era Diana la que había fallado. Había sido ella. Si hubiera estado a su lado, como su diosa quería, como su destino le indicaba, aquella tragedia jamás hubiera sucedido. Había sido su mortalidad, su maldita mortalidad, la que la había cegado. Una y otra vez. Pero aún había esperanza. Todavía podía encontrar el camino de vuelta a la senda que las Estrellas querían para ella. Leona lo sabía perfectamente, porque se lo había demostrado a sí misma: los destinos que pudiera forjar ella misma no terminaban en nada bueno. Y el destino que los Celestiales querían para ella también era el deseo más profundo de su corazón. Lo que tenía que hacer era claro: volver a la senda, que en realidad jamás había estado siguiendo. Y la que la había hecho darse cuenta de ello era la Estrella que había alejado las sombras maléficas de su enemigo que amenazaban con destruirla. Ahora, alejaba también las terribles dudas que la ataban. Frente a ella, pequeña, delicada, llena de amabilidad, viviendo en aquella casucha miserable, rodeada de un mobiliario precario, se encontraba un ser digno de compararse a la luz que alumbraba su vida. Incluso la memoria de Aatrox empequeñecía frente a la magnanimidad inconmensurable de la Hija de las Estrellas. Una vez la señorita Soraka hubo terminado de hablar, y una vez ella terminó de procesar la miríada de pensamientos que la invadían, la Elegida de la Sol se levantó automáticamente de su asiento y ejecutó una reverencia que había hecho cientos de miles de veces antes, pero jamás para ninguna criatura de carne y hueso: aquella reservada para los altares de su diosa, completamente postrada. Era de hecho un poco incómodo, dada su gran longitud y el reducido espacio, pero eso no le importó en aquel momento.

- Mi comportamiento ha sido inexcusablemente grosero frente a su altísima dignidad ¡Oh Salvadora! Esta pequeña y humilde sierva no merece su perdón, ni mucho menos el rescate que con tanta generosidad me ha dado. En más de un sentido. Aquí y ahora juro por la luz de este mundo que le serviré hasta pagar mi deuda, y como esta deuda es tan grande que no puede ser pagada, seré su servidora hasta que mis huesos descansen bajo tierra y mi alma vuelva a la Madre Sol – declaró la Solari con la voz vibrante de convicción. Un pequeño silencio siguió a sus palabras, roto casi inmediatamente por la carcajada estruendosa de la de ojos níveos. La campeona solar sintió sus mejillas calientes por el pudor, pero no dijo nada nada ni se levantó de su gravosa posición, esperando la respuesta de su anfitriona.

- Ay, por las Estrellas ¿No te habías comprometido a no cambiar la forma en que te dirigías a mí? – se quejó finalmente la Sanadora Celestial con la voz cargada de... ¿vergüenza?

- Creo recordar que afirmé "hacer todo lo que estuviera en mi mano"... Y lo siento, señorita Soraka, pero sería un crimen inexcusable de mi parte seguir dirigiéndome a su alta dignidad de forma tan informal – retrucó la castaña aún manteniendo su abnegadísima reverencia. La de ojos dorados no contestó, y, aunque no podía verla, Leona supo que había pedido ayuda con la mirada a la campeona lunar, pues solo ahora esta tomó la palabra y con voz aún temblorosa por la risa dijo:

- Leona, estás incomodando a la Señorita Soraka con tu excesiva formalidad, lo que es mucho más inexcusable que ser informal con ella. La señorita no es uno de tus arrugados dignatarios Solari para disfrutar de alguien humillándose de esa forma ante ella.

- Di-Diana tiene razón, Elegida de Áurea – continuó con voz trémula la del cuerno en la frente – No me siento honrada por esta clase de gestos, sino agobiada. Si realmente estás tan agradecida, por favor solo háblame como antes. Soy la misma persona ¿Sabes? Más allá de mis poderes, no hay mucho remarcable en mí. E incluso en este aspecto ustedes me sobrepasan ampliamente. De modo que no... no me hables de forma tan distante – termino apenada la de piel violeta. Al escuchar estas palabras, la Elegida del Sol se levantó inmediatamente, pidiendo al mismo tiempo disculpas por su imprudencia de forma algo cómica. Luego, volvió a su asiento tomando un sorbo del té que le quedaba para disimular su bochorno.

- Me pregunto que diría la sacerdotisa Aela si te viera tan sumisa con alguien ajeno al culto – comentó entonces la Lunari con una sonrisa burlona en sus labios. Sin pensar, la cara ardiente como la propia Sol, Leona le recriminó:

- ¡Es tu culpa por no advertirme antes! ¡Me dejaste ser tan altanera frente a la Hija de las Estrellas, sabiendo a quién me estaba dirigiendo! ¡Y ahora no me queda más alternativa que mostrar el máximo respeto del que soy capaz para enmendar mi falta! ¿Lo hiciste a propósito, no? ¡¿Querías verme así de avergonzada, no?!

- La verdad, sí – contestó la acusada con una sonrisa socarrona - ¿Tengo que vengarme aunque sea un poco, no lo crees?

A pesar de que el tono de su antigua amiga era festivo, no había ni una pizca de alegría en el brillo opaco de sus torturados ojos argénteos, y la castaña se quedó atrapada en ellos, sin saber qué decir. Por un lado, sentía que ella estaba siendo injusta, pues hablaba como si tuviera derecho a tomar venganza, como si ella no tuviera ninguna responsabilidad, como si ella fuera la única que hubiera sufrido ¿Tenía idea ella cómo se había sentido cuando aquella noche, en contra de sus desesperados consejos, había abandonado todo para escalar el Monte? ¿Sabía ella de la angustia que había sentido durante el ascenso, luchando en todo momento con cosas que no estaban ahí, viéndola muerta en cada cadáver congelado, acosada por las visiones de los horribles destinos que les esperaban? ¿Podía ella imaginarse su terror cuando la vio en la cima, rota, retorciéndose como un pez fuera del agua, una angustia y un horror inenarrables grabados en cada contracción de sus músculos? ¿Y podía suponer el inenarrable dolor que la había atravesado cuando Diana rechazó a los Solari, la rechazó a ella, al punto de alzar su espada contra la que una vez fue su única amiga? ¿Sería alguna vez capaz de concebir la forma en que había caído en desesperación cuando vio hasta qué punto su persona más amada se había convertido en una criminal? Durante largos, amargos años, su recuerdo la había enlutado en las solitarias noches de vigilia, elevada a un sitial alto y frío que nadie podía comprender excepto ella, su amiga, su amante, la que la había abandonado y traicionado. Le dolía su memoria, le dolían sus crímenes, y le dolía aún más la necedad de su propio corazón que se negaba a dejar de amarla. Y a pesar de ello... la Elegida de la Luna no estaba equivocada. Si se hubiera atrevido a escuchar a su intuición, si hubiera intentado descifrar las crípticas visiones enviadas por su Aspecto en vez de cerrar los ojos y obviarlas, si hubiera tomado real responsabilidad como Elegida de la Sol en vez de seguir dejando las decisiones a los Ancianos... tal vez ahora ambas Elegidas habrían enfrentado juntas y en plenitud de fuerzas al monstruo que amenazaba a todo el Monte Targón. Tal vez, si hubiera sido menos necia, se habría ahorrado esas noches eternas y solitarias en las que su vista quedaba atrapada por el misterio y la belleza de la "luz falsa" y su pecho era pesado debido a la añoranza.

Un carraspeo cortés la sacó de sus pensamientos, y se dio cuenta con sorpresa que solo unos cuantos centímetros separaban las narices de ambas, tanto se habían acercado sin darse cuenta. Rápidamente las Elegidas se separaron, sonrojadas y turbadas, el corazón de la campeona solar batiendo como los tambores de la Víspera Sin Noche.

- Lamento interrumpirlas, pero ya tendrán tiempo para... "ponerse al día" después – dijo la Sanadora Celestial con una burla benevolente tiñendo su voz – Pero ahora, Taric estará pronto aquí y probablemente no querrían ser interrumpidas en pleno "reencuentro".

Leona sintió que si su bochorno aumentaba aunque fuera un grado más, ella misma se prendería en fuego.

- ¿Taric? ¿Q-Quien es ese? – logró farfullar por su parte la campeona lunar, cuyo embarazo era evidente en el adorable tono carmesí de sus mejillas y orejas.

- Vaya, creo haber escuchado hace poco que no olvidarías tan fácilmente una deuda de vida, pero he aquí que no recuerdas a quien se enfrentó a un Darkin para asegurar que ustedes pudieran escapar – dijo la señorita Soraka con un tono de cómica desaprobación.

La Solari inmediatamente olvidó su vergüenza y miró con estupor a su anfitriona ¿Ese tal Taric era el Aspecto del Protector, a quien daba por muerto en su enfrentamiento con aquel terrible demonio? ¿Venía hacia acá? ¿Eso no significaba...?

- ¿El Aspecto del Protector...? ¡¿Ganó?! – exclamó la de ojos pálidos saltando nuevamente de su asiento.

- Depende de cómo definas "ganar" – contestó con una sonrisa amarga la de ojos aúreos – Él cumplió su objetivo de ganarles tiempo para llegar hasta acá, lo que podría interpretarse como una victoria. Pero no derrotó a Aatrox. Así como ustedes fueron salvadas por él, él también fue salvado por otro... que ahora mismo debe estar enzarzado en otra terrible batalla contra aquella desdichada criatura – finalizó ella dirigiendo su mirada a algún punto lejano que ellas no podían ver.

- Esa persona de la que habla... ¿Es el Aspecto de la Guerra? – preguntó aún exaltada la Lunari.

Ante esta interrogante, la Hija de las Estrellas torció los labios de forma curiosa, antes de responder:

- Si me preguntas a mí, sí, lo es. Aunque él te diría lo contrario.

Ninguna de las Elegidas supo como interpretar esta afirmación, pero la mente de la campeona solar rápidamente se dirigió hacia todo lo que había escuchado entre los Solari, ya fuera por experiencia propia o por lo que habían escuchado de las tribus de la Montaña, acerca de la legendaria entidad que caminaba nuevamente entre los hombres. Los rumores calzaban perfectamente con las leyendas, es decir, eran ridículamente descabellados, pero todos hablaban de un guerrero de estatura media, cuyo cuerpo cantaba las miles de batallas en las que había peleado y cuyos ojos destellaban con el mismo fuego celestial que quemaba en la punta de su lanza, en el relucir de su escudo, en la crin ardiente de su penacho. La Solari había pasado toda su vida escuchando las leyendas del Guerrero más poderoso incluso entre los Aspectos, y quería creer que, si había alguien capaz de encargarse de esa abominación, era él.

- ¿Usted cree que él pueda vencer a esa cosa? - preguntó entonces la Elegida de la Luna, la esperanza en su voz un eco de la de su contraparte.

- Si hay alguien capaz de un milagro semejante, es él – afirmó la del cuerno en la frente volviendo a mirar a la lejanía – Pero... las estrellas no lo favorecen.

Como una lluvia de plomo, el pesimismo amenazó con agobiarlas a todas rápidamente, más de pronto las orejas de Soraka se agitaron como las de una cabra de las montañas, y la propia guerrera solar pudo sentir una enorme presencia que casi había llegado hasta ellas. La campeona lunar había levantado la vista y no parecía asustada sino más bien, entusiasmada (aunque con el recelo brillando en su gesto de pronto altanero), por lo que la castaña supo que el visitante debía ser el Aspecto del Protector, uno de sus numerosos salvadores de aquella noche delirante. Antes habría dicho "destinada", puesto que de ningún otro modo se podría explicar las providencias que le habían salvado el pellejo una y otra vez, pero después de lo que había oído de la Hija de las Estrellas, dudaba. De modo que delirante le sentaba bien. Solo habían pasado unas cuantas horas, pero parecía que aquella mañana cuando partía del templo a encontrarse con Diana pertenecía a una época pasada, perdida. Sentía que, en la vorágine de los encuentros, la batalla y las revelaciones, quien era y lo que creía se diluía cada vez más. Incluso si quisiera ¿Habría alguna forma de volver atrás? ¿Y quien saliera ahora por ese dintel, sería la misma Leona que sería cuando traspusiera nuevamente el umbral del templo, de regreso de su empresa? Por algún motivo, eso le parecía muy dudoso.

La explosión de actividad de la Sanadora Celestial la sacó de sus pensamientos, cuando con movimientos gráciles pero apresurados fue hacia la estantería para tomar uno de los recipientes repartidos por ella sin orden aparente, llenarlo de infusión caliente, dejarlo sobre la mesa antes de hacer lo mismo con la tetera y salir por la puerta veloz como un venado. La campeona solar se levantó inmediatamente de su asiento para acompañar a su salvadora, y su gesto fue un espejo del que hizo la campeona lunar. Ambas se percataron de esto y se miraron durante un largo segundo que sin embargo fue muy corto. Leona alargó tímidamente la mano hacia ella, pero su contraparte se dio la vuelta y siguió apresuradamente el rastro de la de ojos dorados. La decepción apagó rápidamente la calidez que se había encendido en el pecho de la castaña, y un nudo se cerró en su garganta. Y sin embargo, era evidente que todos estos años de ser enemigas no se irían tan fácil. Del mismo modo que su amor no había muerto... su resentimiento estaba demasiado fresco. Ella misma aún no había perdonado a la Lunari por la masacre de los ancianos, y no lo haría hasta que escuchara de su propia boca cada detalle, y viera sus ojos cuando lo dijera. Para ella no debía ser distinto. E incluso si lograban reconciliarse, se habían hecho demasiado daño mutuamente para que todo volviera a ser como antes.

Al darse cuenta de esto, lágrimas resbalaron lentamente por sus mejillas, pero ella las limpió y se recompuso rápidamente. Ahora no era el momento de eso. Una vez logró disimular, salió también por la puerta. Con el corazón hecho un puño en su pecho.


Hello! ¿Me extrañaban? Seguro no, tampoco estuve ausente tanto tiempo. He aquí el capítulo... 8 (Sí, lo tuve que buscar), el más largo hasta la fecha y sin lugar a dudas el que más me costó escribir. Dios nos guarde a todos, pero puede que se vengan cosas peores. Como si no fuera suficiente lo mucho que me costó armarlo, en transcribirlo (sí, escribo primero en papel y después lo paso a digital) me demoré aproximadamente 5 horas. No suena a mucho, pero no me esperaba estar tanto rato pegado en eso. Ingenuo de mi parte.

En el escrito que perdí, todo este interludio es narrado desde el punto de vista de Diana, pero creo que la posición y el conflicto de Leona no quedaron tan claros en esa versión, de modo que le di una oportunidad de narrarlo desde su visión. Así aprovechaba además de darle una oportunidad de redención, porque parece que en el lore oficial están empeñados en que sea una fanática ciega. Me cago en Rito y su rework de lore que dio profundidad a todos los demás campeones de Targón excepto a Leona, que se transformó en el personaje más unidimensional de esta región. Aún no puedo perdonar esa puñalada trapera. El siguiente capítulo, la cuarta parte de este Interludio, seguirá teniéndola a ella como narradora no evidente. Aún le falta para que llegue al punto en el que la quiero. A todo esto, estoy dándome cuenta que probablemente el 40% de este fic sea Interludio. Para un relato que fue concebido en sus orígenes como una sucesión de vergazos digno del shonen más genérico que se pueda encontrar, es una auténtica vergüenza. Espero que todo este "desarrollo" sea un aporte y no una discordancia dentro del fic. Ya se verá. Me tienta darle espacio a Pantheon en este Interludio, pero si me decido a hacerlo probablemente estaré otro mes dándole forma, y ya quiero volver a la batalla venidera, que ya la tengo escrita y solo requiere algunas modificaciones (ahora es cuando la reescribo entera. Dios santo conmigo). Todo dependerá de los caprichos del autor.

Por último, quiero contestarte, The Minister of Darkness, porque tu review me pareció muy acertado y lo que te imaginas habría sido un rumbo incluso mejor que el que me imaginé en un primer momento y que ahora estoy siguiendo. Me temo que no tengo contemplado meter más Darkins, a pesar de que sería mucho más lógico que la estupidez que voy a hacer, ni tampoco a Morgana, Zoe o Kayle. Sinceramente, iba a introducir al Aspecto del Crepúsculo dentro de la batalla final, pero varias consideraciones me disuadieron (el hecho de que siento que sería un elemento disruptivo en la batalla más que otra cosa, dada su personalidad, el hecho de que no estoy seguro que siquiera le interesara pelear con los enemigos, el hecho de que no estoy seguro de poder escribirla de forma creíble, y el hecho de que la detesto, como personaje y como campeón). También barajé introducir a Kayle y Morgana, pero a la segunda la descarté casi inmediatamente porque no siento que se uniría, al menos no de la forma en que modelé los acontecimientos, y a la primera porque no quería una batalla final épica por Runaterra, sino más bien un preludio de amenazas que seguirán en el horizonte al final de la historia. Este último es el mismo motivo por el que descarté a personajes como Malphite o incluso Nasus. Hay otros motivos también, pero darlos sería hacer spoiler del secreto mejor guardado de este fic, que no sé para qué le pongo tanto empeño si, sinceramente, es un giro de guión de mierda. Ah, eso, por supuesto. Te preguntarás por qué, si estoy consciente que el rumbo que he definido es peor que el rumbo que me propones, sigo empeñado en no cambiar lo que queda de historia. La respuesta es simple: paja. En largo, para hacer eso tendría que modificar varias cosas, tanto del desarrollo de los personajes como del mismísimo enfoque que he estado dándole a la historia, y te imaginarás que eso me tomaría un laaaaaaaaargo tiempo. Es... bastante indigno y patético, pero quiero terminar este fic lo antes posible. Sería la primera historia más o menos larga que termino, y hacerlo me daría la prueba fehaciente de que soy capaz de completar mis proyectos. De modo que estoy ciñéndome lo más posible al plan original, a pesar de que no sea un buen plan, para ahorrar tiempo. Lamento las molestias. Espero que, a pesar de todo, la historia continúe siendo de tu agrado, así como del agrado de todos.

Y eso pos. Nos estaríamos leyendo algún día pronto, espero. No tengan muchas esperanzas. Quilvayabien