El sonido del acero golpeando el acero resonó en toda finca, las ascuas ardientes hacían un crepitar armónico, y el suave sonido del metal siendo enfriado cortó el aire como un cuchillo caliente a la mantequilla.
Un joven niño sacó una cuchilla la cual sería una futura wakizashi del barril de agua helada en poco tiempo. El chico que era un pelirrojo que miraba de manera analítica el pedazo afilado de metal.
Comprobando el filo, las impurezas en el metal y la longitud perfecta de la misma. Todo parecía en orden, pero mientras mas observaba mas encontraba defectos que su abuelo nunca cometería.
Aún tendría que colocarle la empuñadura y terminar otros detalles, pero en poco tiempo ya habría terminado la wakizashi para este momento. En el transcurso de la tarde ya había terminado todo el trabajo.
Con la cuchilla ya terminada, la levanto con cuidado con una tela y salió de la sala de forjas de su hogar para luego recorrer algunos metros por un pasillo hasta llegar a una habitación en particular.
A quien pertenecía a ...
- Voy a entrar, abuelo. - Anunció el niño antes de abrir la puerta como anteriormente había dicho.
En el lugar, sentado en cama había un anciano probablemente en sus setenta años, su cabello anteriormente rojo como las ascuas ardientes de las forjas, se volvieron tan blanca como la nieve. La poca musculatura que conservaba de trabajar en el metal casi toda su vida se había esfumado por una piel suelta y arrugada, mientras que sus ojos llenos de ambición se habían templaron con calma y aceptación.
Si no lo supiera mejor, el nieto de dicha persona creería que esta de frente a un buda, ante la gran calma que su único familiar guardaba por el crepúsculo final de su vida.
- Shirou ... - Dijo el anciano con una voz que parecía frágil, pero el nieto sabía que aún podía darle una paliza sin problemas. Él le dio una mirada al pelirrojo y la cuchilla que traía consigo. - Veo que ya has terminado esa espada. -
Shirou asintió solemnemente antes de tenderle la cuchilla a su abuelo. - Por eso he venido, ¿Que te parece? -
El anciano simplemente miró por unos momentos la espada que sostenía su nieto antes de asentir con aprobación.
- Es una buena cuchilla, si que has mejorado estos últimos años. Estoy muy orgulloso de ti. - Dijo lo último con una leve sonrisa orgullosa.
El niño no podía evitar admirar a su abuelo, ni siquiera tenía que probar la espada para evaluarla, una habilidad nacida de décadas forjando espadas bajo la tutela del mismísimo Masamune y experiencia personal. Esperaba que en algún momento alcanzar esa capacidad.
Shirou sonrió por el halagó. - Gracias, pero no se compara a lo que tu podrías hacer, abuelo. -
El susodicho se rio entre dientes por el comentario de su querido y único nieto.
- Esos son muchos años de experiencia, mocoso. - Le dijo Sengo con una sonrisa cansina. - Aún te faltan diez años como para empezar a competir conmigo. -
- 'Pero a ti ni siquiera te quedan seis meses ... ' - Aunque no lo dijo en voz alta, fue algo que no pudo evitar pensar el pequeño pelirrojo. - En cualquier caso, iré hacer el almuerzo, ya se acerca la hora de comer. En seguida vuelvo, abuelo. -
El viejo herrero asintió sin darle mucha importancia. - Claro, claro, diviértete en eso. -
Shirou no dijo nada más antes de retirarse de la habitación de Sengo para dejarlo descansar hasta la hora del almuerzo. Antes de irse a la cocina dejo la wakizashi en el taller de herrería de su abuelo.
Dejo salir un suspiró de frustración antes de salir y mirar a las dos espadas mas grandes de Muramasa en sus respectivas vainas colgadas en la pared.
Myouhou Muramasa, la "El Sublime Loto de Masamune".
Y Myoujingiri Muramasa, la "Cortadora de Demonios y Dioses".
Dos espléndidas espadas que marcaron un antes y un después en la vida del más grande herrero de Japón en la era actual.
Myouhou Muramasa había sido la última espada que había forjado Sengo con su abuelo Masamune, el anterior mejor herrero antes de fallecer por su avanzada edad.
Mientras que Myoujingiri Muramasa había sido una espada que su abuelo había forjado con todo su corazón pero había sido llevada al reino de Yomi debido a su maldición.
También había sido la última espada que había hecho hasta hace cinco años, cuando Shirou había comenzado a forjar espadas de manera profesional y por encargo en lugar de su abuelo.
Un suceso que también había ocurrido con Sengo con su propio abuelo. Pero aún así, Shirou no le llegaba a los talones al mismísimo Muramasa pero a su tiempo podría alcanzarlo como bien él había dicho anterioridad.
Otra de las razones es que la misma maldición de las espadas demoníacas de Muramasa se había extendido con mucha mas fuerza a pesar del estado de paz que Toyotomi Hideyoshi había establecido como el nuevo Unificador de Japón siguiendo a su predecesor, Oda Nobunaga.
Además, de que la espada de Munisai ...
Shirou negó con la cabeza, alejando aquellos pensamientos y recuerdos de su psique, no tenía tiempo para ponerse deprimido en ese momento, había un almuerzo que realizar.
Además, de que en este momento Sengo no podía comer muchas cosas debido a su avanzada edad, así que salió rápido del taller.
Con ese cometido hecho, empezó a realizar el almuerzo para su abuelo y él ...
- Al fin sales de tu cueva. - Dijo una voz femenina llamando la atención del pelirrojo cuando estaba a mitad de su tarea.
Shirou se volteó hacia el origen de la voz y se sorprendió gratamente de ver a su vieja amiga y la nieta de su guía, Chitose sentada pacientemente en la cocina no muy lejos de él.
- ¡Chitose! - Exclamó el pelirrojo al ver a la peli negra aparecer de repente sin siquiera alertarlo.
- Hola, Shirou-kun, llevabas sumido un buen rato ahí cocinando. No te percataste de mi presencia, eso es muy poco amable. - Se quejo la chica haciendo un lindo puchero. - Espero que ese almuerzo sea bueno o me voy a decepcionar de ti. -
El nieto del herrero maldito sonrió divertido. - Así que viniste para acompañarme a la hora del almuerzo. -
La chica se sonrojó levemente al ser atrapada por la comida. - ¿Que esperas? ¡Tu comida es bastante buena! ¿Seguro que quieres seguir practicando la herrería y la espada? ¡Creo que el mismo Emperador Go-Yozei incluso podría contratarte como el cocinero imperial! -
- ¿En serio existe ese cargo? - Le preguntó Shirou a la aprendiz de Onmyoji alzando una ceja confundido.
- ¿Importa acaso? Deberían crearlo solo para ti. - Replicó la chica en respuesta.
Su viejo amigo sonrió en respuesta por las palabras sinceras de su amiga, siempre era tan honesta con las cosas y recibir halagos por parte de ella era bastante alentador.
- ¿Y donde esta el viejo Ouga? ¿Va a acompañarnos a comer? Ha pasado un tiempo desde que no lo veo. - Preguntó Shirou mientras continuaba con su tarea. - He seguido sus últimas lecciones al pie de la letra, me pregunto si las va a evaluar y darme mas instrucciones ahora. -
- No creo que venga ... En unos días quizás. - Aquella respuesta llamó la atención del pelirrojo debido a su ambigüedad de la misma.
- ¿Huh? ¿Que quieres decir con eso? ¿Te ha dejado así sin más? - Le preguntó el nieto de Muramasa sin comprender.
- Dijo que tenía que ir al "inframundo" para hacer unos recados. Que era muy peligroso y demás, por lo tanto me quedaré con ustedes unos días hasta que vuelva. - Se explayó con simpleza la joven Onmyoji antes de sonreír encantada por el olor de la comida. - ¡Así que espero una buena bienvenida! -
Shirou suspiró por lo último que Chitose había dicho, pero le intereso en particular las acciones de su maestro Ouga.
- ¿Y que es tan importante como para ir a los bajos fondos de Japón? - Preguntó curioso el pelirrojo mientras terminaba el almuerzo.
- La medicina de Muramasa-san. -
La columna vertebral del chico se enderezó por completo al escuchar esas cinco palabras, la comida que estaba por terminar de prepararse quedo desplazada a segundo grado para centrarse solamente en su amiga.
- ¿Que quieres decir? Ouga-san había dicho que la medicina que requería no era del otro mundo. ¿Que esta haciendo arriesgándose en ese nido de víboras? - Interrogó Shirou con seriedad, y por su mirada, Chitose sabía que no podría esquivar la pregunta.
Internamente se maldijo así mismas por abrir demasiado su bocota, pero era un problema que cometía casi inconscientemente, además de que le sentaba mal mentirle a su amigo.
Su único amigo cabe destacar.
Era lo que tenía por ser nieta del mago más loco de todo Japón. Así que era natural que se juntará con las únicas personas tan locas como para juntarse con aquel loco Onmyoji.
Obviamente esas únicas personas eran un herrero maldito y su nieto bien mono ... No, ella no estaba desesperada ni mucho menos.
¡Y el que diga lo contrario lo patearía!
Ahora a responderle a Shirou, porque la intensa mirada de sus ojos de bronce que recibía la ponía nerviosa.
- Pues ... Eso lo dijo al comienzo de su tratamiento, pero ... No ha mejorado mucho a pesar de ello, así que el abuelo ha empezado a buscar mas alternativas. - Se explayó la peli negra mirando el suelo como la cosa mas interesante del mundo. - Pero rápidamente agotó sus opciones y necesitas materiales mas difíciles de conseguir y que toma más tiempo de producir. -
Durante toda la explicación, el ceño del pelirrojo se fruncía más y más en una mueca pensativa de lo preocupante situación que estaba su abuelo y en lo que se exponía su maestro por él. Se notaba mucho que Ouga, a pesar de su forma excéntrica de ser, haría cualquier cosa en su poder para ayudar a Sengo.
Y aunque esté último se hiciera el duro, el despiadado herrero maldecido por los cielos, partiría la tierra por su viejo amigo.
- Ya veo ... - Murmuró Shirou restándole importancia a su manera, volviendo su atención en la comida para terminarla de una vez.
Aunque le hubiera gustado saber todo aquello con antelación la última vez que el descendiente de Abe no Seimei los había visitado por la última vez que su abuelo necesitaba la medicina.
También era bueno saber si la condición de su abuelo se estaba volviendo crítica poco a poco, aunque no pudiera hacer nada en absoluto, quería estar consciente de todo.
Quería estar preparado en el dado caso de que al final su abuelo ... Que el legendario Muramasa Sengo dejará este mundo.
Hace unos años era consciente de que dentro de poco se volvería el último Muramasa en el mundo, pero ... No esperaba que fuese tan pronto ...
El pelirrojo sacudió la cabeza de aquellos pensamientos, no tenía tiempo para eso. Para cuando Shirou se dio cuenta ya el almuerzo estaba listo, no solo para su abuelo y para él, sino también para Chitose.
Así que dejó la comida de esta última frente a ella con una leve sonrisa.
- Disfruta tu comida. -
La peli negra sonrió encantada por la comida frente a ella, sus ojos brillantes se encontraron con los de su amigo.
- ¡Gracias! Te esperaré para que podamos comer los dos juntos. -
- No es necesario, volveré al rato. Llevaré el almuerzo a Jiji y listo. -
La nieta del Onmyoji maestro hizo un puchero. - Entonces, esperaré si no te tardarás. Hace mucho que no nos vemos, así que hay que aprovechar cada momento. -
Shirou suspiró por la actitud testaruda de su amiga pero al final le hizo caso sabiendo que muy bien que sería tiempo perdido si discutía por un tema tan intrascendente.
- Ya que, vuelvo en seguida. - Le dijo antes de salir de la cocina directamente a la habitación de su abuelo.
- ¡No tardes! -
Shirou tocó suavemente la puerta de la habitación para anunciar su entrada. - Abuelo, el almuerzo esta listo. Voy a entrar. -
Con eso dicho, entro a la habitación donde su abuelo lo esperaba pacientemente en la misma posición de antes, incluso parecía que nunca se había movido hasta ahora para verlo.
- Oh, que rápido eres, Shirou. - Dijo Sengo al percatarse de la presencia de su nieto, al parecer no había escuchado su voz.
El pelirrojo asintió para luego dejar la comida de su abuelo en una pequeña mesa frente de este último.
- Aquí esta tu almuerzo, disfrútalo. -
El herrero maldito sonrió. - Gracias, chico. Ten buen provecho tu también. -
- Seguro ... - Le dijo Shirou antes de darle una última mirada al rostro sonriente de su abuelo.
¿Por que tenía una sonrisa tan resuelta en su rostro ahora mismo? Como si pudiera morir en ese mismo instante sin ningún arrepentimiento en este mundo ...
¿Como podría ser tan ... ?
El nieto del herrero maldito salió de la habitación dejando al viejo hombre comer tranquilo, aunque dudaba que comiera toda la comida. Sin importar que tan deliciosa fuese la comida, el anciano hacía mucho que había perdido su apetito así que era otra preocupación más sumada para el niño.
Pero poco podía hacer ahora, aparté de darle su medicina a su abuelo, no obstante, con la nueva información que le había suministrado Chitose sin muchas ganas, tendría que esperar por la nueva medicina que traería Ouga.
Por lo tanto, sin mas cavilaciones volví al sitió donde su amiga lo esperaba pacientemente para comer.
La peli negra sonrió ante su regreso. - Al fin, la comida ya se estaba por enfriar. -
- Te dije que podías comer sin mí. -
- Y yo te dije que no, así que ven. ¡Vamos a comer! - Le ánimo Chitose con una sonrisa.
Shirou sonrió ante el entusiasmo de su amiga y prosiguió a acompañarla en la hora del almuerzo, era lo mínimo que podía hacer ante su paciencia y la molestia que de había tomado en explicarle sobre la nueva medicina de su abuelo.
También debería preparar especial para su maestro Ouga para cuando volviera de su travesía por todos sus esfuerzos en alargar la vida de Muramasa.
Aunque en el fondo, el pelirrojo sabía muy bien que ya se acercaba el último amanecer de aquel herrero que lo había acogido hace tantos años.
Era el peor pensamiento para tener justamente a la hora del almuerzo. Así que sin más negativas, tomó su respectiva comida y se sentó frente a la peli negra, quien lo recibió con una sonrisa emocionada.
- ¡Buen provecho! - Dijeron ambos al unísono para dar gracias por la maravillosa comida del pelirrojo, para luego empezar a comer.
La sala quedó en silencio total mientras comían, lo único que se escuchaba eran los sonidos de ellos al comer.
Al poco tiempo, ya habían terminado de comer y Shirou tomó los platós y los empezó a limpiar, para luego buscar ir a la habitación de su abuelo para tomar sus plató para tambien limpiarlo.
Todo eso ocurría bajo la atenta mirada de Chitose, quien lo miraba con intensidad.
- Has estado muy pensativo hoy, ¿Estas pensando en tu abuelo? - La pregunta de la peli negra cortó el silencio del lugar, a parte de tomar al pelirrojo por sorpresa.
El susodicho volteó su mirada hacía su amiga, quien le devolvía la mirada con una expresión sería.
- ¿Eh ... ? No exactamente, pero ... -
- No te preocupes por Muramasa-san, se que mi abuelo hará todo lo posible por su bienestar. - Le aseguró Chitose.
Shirou frunció ligeramente el ceño. - Se muy bien que Ouga-san hará lo imposible por el abuelo, mas que amigos, se que son tan cercanos como hermanos de sangre. -
- ¿Ves? ¡Entonces, no veo el proble-! - Decía la chica hasta que fue interrumpida por su amigo.
- ¡Exactamente, ese no es el problema! - Exclamó el nieto del herrero maldito con exasperación.
La sala quedó nuevamente en silencio luego de aquel arrebató del pelirrojo, el cuál se sintió avergonzado por aquel ligero ataque había tenido. Sin embargo, Chitose no le importó en lo mas mínimo y simplemente siguió mirando a su amigo naturalmente preocupada por su bienestar, tanto físico como mental y emocional.
Era su primer amigo, era natural que hiciera esto por él, porque estaba cien por ciento segura que Shirou haría lo mismo por ella sin dudarlo. Así de noble era su corazón ...
Una nobleza tan pura sin malicia alguna, esa había sido la forma que su excéntrico abuelo había descrito al pelirrojo luego de su primer encuentro, fácilmente leyéndolo como un libro abierto.
Algo que preocupaba a Ouga en gran medida y se lo hizo saber a su mejor amigo Sengo, y a su nieta por ciertos motivos. Debido al gran parecido que Shirou demostraba con Tsuda, el hijo único hijo del herrero maldito, el cuál había fallecido hace varios años, aunque en ningún momento se supo las circunstancias o razones detrás de su fallecimiento.
La otra razón para decirle a Chitose sobre la forma de ser de su amigo, era para que ella en un futuro velará por él y le ayudará a en su camino lleno de dificultades que Ouga ya había predecido para él, aunque no le había contado absolutamente nada a nadie, argumentando que mientras se sepa del futuro mejor.
Y aunque al principio le costaba aceptar el "trabajo" que le había delegado su querido abuelo, pero nunca había tenido un amigo y mucho menos de su edad, y a la final el pelirrojo no era tan malo.
Era su mejor amigo, su único amigo en realidad y estaba muy féliz de haberlo conocido. Y por ello, si estaba mal ... Entonces ella estaba mal.
- ¿Entonces, cuál es el problema? - Le interrogó Chitose con el ceño fruncido.
Shirou hizo una mueca ante el tono de su amiga que denotaba que no había espacio para la discusión, o entonces comenzaría un combate el cuál estaba seguro que no iba a ganar.
- Si no te carcome lo de tu abuelo, ¿Entonces que es? - Siguió preguntando la chica al ver que su amigo seguía sin responder.
Las manos del pelirrojo se juntaron en unos puños apretados ante la insistencia de su amiga.
- ¿Vas a hablar o tengo que barrer el piso contigo nuevamente, eh? - Decía la peli negra ahora de frente de su mejor amigo en un tono irritado.
Los dientes del joven se apretaron con fuerza hasta el punto en que parecían que en cualquier momento podían romperse, en este punto las uñas de Shirou se habían clavado en sus palmas, extrayendo de esta manera algo de sangre.
Él no tenía problemas, no había ninguna preocupación, solo ...
Sintió algo apoyándose en su frente llamando la atención del pelirrojo, dándose cuenta de que Chitose había acortado la distancia entre ellos para apoyar su frente con la suya. Además, ella había le había rodeado en un abrazo apretado sin darle oportunidad a él de liberarse de su agarre.
Pero el nieto de Muramasa dudaba tener la fuerza o iniciativa como para hacerlo. Esta acción que su amiga había realizado le había tomado por sorpresa y el simplemente solo podía quedarse mirando a su única amiga y sus razones detrás de todo esto.
- ¿Q-Que ... Que haces? - Tartamudeó el joven nervioso como confundido por la cercanía y acciones de la nieta de su maestro.
- Siempre te lo hemos dicho, ¿No? - Dijo Chitose para confusión de su amigo. No pareció molestarse cuando no recibió respuesta alguna como las veces anteriores y simplemente siguió hablando. - No debes cargar con nada tu solo, no debes encerrar todo lo que sientas para hacerte el fuerte. Esta bien ... Pedir ayuda. - Dijo lo último mirándolo directamente a los ojos.
Los ojos de bronce se reflejaban con los dorados, era como si mirará a lo profundo de un mar de oro.
Shirou se mordió los labios para luego corresponder el abrazo de su amiga lo cual le hizo sentir el como un gran peso que tenia sobre sus hombros y la gran tensión que sentía recorrer todo su cuerpo se desvanecía poco a poco por el tiempo en que se prolongaba el contacto.
- Snif ... Snif ... -
Aunque Chitose no podía verlo, por el sonido que provenía del pelirrojo y el como empezaba a temblar bajo su agarre junto a la creciente humedad que se originaba de su hombro, su amigo estaba llorando mientras se abrazaban.
Al parecer no aguantó más la frustración y él peso que cargaba por si mismo, y ahora sin el tenía la oportunidad de liberar ese mar de emociones negativas que había estado guardando desde hace quien sabe tiempo, incluso puede que haya estado suprimiendo ese dolor desde la última vez que se vieron o mucho más y ella no se había percatado hasta ahora.
Eso la hizo sentir como una terrible amiga, pero no había tiempo para lamentaciones ahora mismo, su amigo estaba pasando por un momento bastante emocional, y tenía el deber como también la obligación de ayudarle con ello. Ya había conseguido que admitiera que tenía un problema, ahora tocaba consolarlo para finalmente encontrarle una solución a cualquier cosa que fuese aquella incertidumbre que lo carcome hasta el día de hoy.
- Shh, ya, ya, puedes dejarlo salir, Shirou. Déjalo salir. - Le susurraba en un tono amable y suave la peli negra a su mejor amigo, mientras acariciaba su espalda con unos movimientos circulares para mayor confort. - Yo estoy aquí para ti, puedes sacarlo todo. -
Eso era lo que la nieta del legendario chamán Ouga decía como una especie de mantra mágico, aunque lo único mágico en el era él efecto que provocaba en Shirou junto a las acciones que esta realizaba con el objetivo de ayudarle a sacar cualquier emoción negativa que el pelirrojo haya estado guardando en su pecho.
Algo que estaba funcionando porque en este punto los ligeros pero constantes sollozos del joven se convirtió en un verdadero llanto de un niño él cual tenía todo el derecho de sentirse como un niño de doce años y no un joven adulto que se responsabilizaba de su moribundo abuelo.
Eso era algo que su abuelo Ouga siempre les decía a ambos, debían aprender mucho del mundo y de los demás, pero siempre conservar lo que los hacía un niño sin preocupaciones por la vida.
Todo a su debido tiempo, pequeña. No llegarás a ninguna parte queriendo adelantarte, simplemente vas a retroceder.
Realmente no había tomado mucho en cuenta aquellas palabras de su abuelo cuando empezó a aprender hechizos y hechicería de la legendaria familia Abe, tratando a su vez de alcanzar el nivel de su abuelo gracias a su talento mágico, la razón por la que Ouga le había adoptado originalmente.
Sin embargo, se dio cuenta que eso sería imposible, su abuelo tenía décadas de experiencia y estudio, además, de que estaba viendo la prueba viviente de dejar de lado la niñez a propósito.
Un estancamiento.
Shirou estaba estancado en este punto de su vida, a penas a la edad de doce años el chico ya había guardado tanto en su corazón como también tomando las responsabilidades del legendario herrero para poder cuidarle y a él mismo.
Al principió pensaron que podían dejarle un tiempo haciendo eso, pero mientras que la enfermedad de Sengo se prolongaba y su condición empeoraba, pues Chitose se dio cuenta del gran error que todos habían cometido a su vez.
Y no lo dejaría impune.
- Ah ... Ah ... Ah ... - Para cuando se dio cuenta, el llanto de su amigo se había detenido a una respiración ligeramente irregular, pero en este punto había dejado de temblar.
Pero ninguno de los dos estaba dispuesto a romper el abrazo que los unía, Shirou aún necesitaba mas cuidado y calidez, y Chitose estaba mas que dispuesta a dárselo sin vacilar.
No paso mucho tiempo para que ambos se separaran del abrazo, pero aún así sus manos se mantenían unidas, una forma de seguir transmitiendo confort el cual él pelirrojo aún requería, pero en este punto el susodicho se veía mejor que antes.
A pesar de sus mejillas rojas con restos de lagrimas aún resbalando por ellas, sus ojos algo hinchados, cabello despeinado y su forma aparentemente vulnerable y pequeña, la peli negra vio algo que le hizo saber que su mejor amigo estaba mejor que antes.
Se veía calmado, liberado incluso.
Pero su trabajo aún no había terminado, como bien se había dicho antes se había dado el primer paso, ahora el resto quedaba en las manos de Shirou, pero Chitose estaría ahí para ayudarle.
Ambos se sentaron lentamente en el suelo de tatamis, la peli negra aun seguía sin soltarle las manos a su amigo, y no lo haría aunque quisiera debido al agarre de acero que el joven tenía sobre ella, fuerte pero indoloro, firme y necesitado, esa fue la única forma que la Onmyoji en entrenamiento podría describir el estado actual de su mejor amigo.
- Shirou ... - Comenzó ella en un tono suave, atrayendo los ojos cobrizo a los dorados nuevamente. - Dímelo, ¿Que es lo que te ha estado dañando? -
Pudo sentir el cuerpo del susodicho ponerse rígido como una tabla, aunque no hizo ninguna acción para alejarse de su agarre pero la nieta del excéntrico chamán mas conocido en las sombras de Japón no podía retroceder ahora, eso dejaría el problema sin resolver y en el peor de los casos Shirou volvería hacerse daño a si mismo llevando cargas que no debería cargar por si mismo y sin permitir que nadie le ayudase.
Por lo tanto, Abe no Chitose no estaba dispuesta a retroceder ahora.
- Dices que no tienes preocupación por tu abuelo, que mi abuelito lo logrará curar, ¿Pero su condición fue el catalizador de todo, no? - Suponía la chica, tratando de encontrarle sentido y el origen al problema.
Un suave suspiró escapó de los labios ligeramente rotos del nieto de Muramasa. Asintiendo levemente se humedeció dichos labios antes de hablar.
- Es la maldición que posee el abuelo ... ¿Cuantas vidas mas cobrará hasta terminar? - Dijo el pelirrojo, lo último con un cansancio que sorprendió a la peli negra.
Esta última no tenía idea del alcance de la maldición del legendario herrero, ni siquiera su abuelo Ouga lograba discernirlo, así que no sabía que nociones tenía su amigo herrero en entrenamiento sobre dicha maldición kármica.
Lo único que sabían es que había sido puesta por un ser muy poderoso, algo inhumano que aún paseaba por la tierra del sol naciente como un perro por su casa. Y aunque el místico chamán descendiente del legendario Abe no Seimei actuaba con frivolidad al respecto, se notaba su preocupación por dicho ser paseando por ahí lanzando mas maldiciones que no pudiesen ser purificadas sin importar el esfuerzo que le ponga.
Pero, ¿Ese en verdad era el problema de Shirou? ¿Acaso temía que la maldición de su abuelo cayera sobre él en el momento de que el anciano fallezca? Una maldición de futilidad y decadencia, torciendo el éxito por infortunios ...
Chitose había visto la punta del iceberg del sufrimiento de Muramasa Sengo con dicha maldición, pero si Shirou la heredará ...
- Una maldición de ambición inalcanzable ... - Dijo el pequeño herrero en entrenamiento sacando a su amiga de sus cavilaciones.
- ¿Que ... ? - Balbuceó la peli negra sin comprender el contexto detrás de las palabras del joven de frente a ella.
Los ojos de cobres volvieron a perforar su contraparte dorada, y por un momento la chica creyó haber visto una mirada mas fría de acero templado, pero tal cuál como apareció se desvaneció.
- Puedo verlo, como se oxida el viejo poco a poco, la ambición de su corazón volviéndose cenizas, cada vez que miraba la fragua su frustración estaba a flor de piel, sus ojos rotos al perder de vista un sueño, pero ... - El pelirrojo mostró una expresión confusa. - ¿Como puede seguir sonriendo así? -
En ese mismo instante, Chitose se quedo en silencio, tratando pero fallando en encontrar las palabras adecuadas para responder a una pregunta que estaba segura que ni siquiera tenía una respuesta.
- A pesar de que lo perdió todo, de toda la muerte que sembró por cada espada forjada ... Se muy bien que una espada daña a las personas, pero aquellas espadas que fueron utilizadas para proteger ... También mataron a quienes la utilizaron con dicho propósito, ¿Por que? -
Seguía hablando el nieto de Sengo sin esperar una respuesta de su amiga, cada palabra que pronunciaba denotaba una profunda tristeza detrás que se filtraba del pobre corazón del chico, quien pensaba no solo en el dolor de su abuelo, sino también de aquellos desconocidos que habían portado una espada Muramasa y habían muerto en el camino.
Pero había un usuario en particular que siempre venía a la psique del pelirrojo cada vez que miraba a Myoujingiri Muramasa, la última espada maldita del legendario herrero.
- Incluso Munisai-san sucumbió a una maldición que él mismo dijo que su familia había superado ... ¡De un día al otro terminó muriendo como el resto! - Exclamó Shirou con furia, una emoción que la peli negra nunca había visto a su amigo expresar desde el día en que lo conoció.
Y ella recordó el día de la muerte del mayor espadachín de Japón, era como si hubiera sido ayer ... Cuando en realidad había pasado hace cuatro años, un año después de la reunión entre los Muramasa y Abe, dónde Shirou y ella se habían conocido.
Una espada maldita había arruinado a Shinmen Munisai, matando a un hombre inocente por las órdenes de su señor, para luego ser aislado en solitario a un camino de muerte, matando a todos aquellos que querían su cabeza al no tener la protección del clan Shinmen, dejándolo realmente vulnerable a ataques de asesinos y otros espadachines que creían que Munisai era una piedra en el camino en el futuro de Japón.
Para cuando Sengo y Ouga pudieron movilizarse, fue demasiado tarde ...
Encontraron al hombre muerto ... Aún matando a cada oponente en su camino.
Fue necesario utilizar los grandes secretos de los Abe por parte de Ouga para poder neutralizar al "zombie" en el que se había convertido el hijo de su viejo amigo, el Santo de la Espada, Miyamoto Musashi no Kami Yoshimoto.
Chitose y Shirou recordaban al abuelo de este último murmurando plegarias y disculpas al fallecido Yoshimoto por matar a su hijo y dejarlo en deshonra debido al uso de una de sus espadas.
Pero el que peor la llevo fue definitivamente el hijo de Munisai.
Musashi-chan, o Takezo como se le conocía en los terrenos de los Shinmen.
- ¡No volveré a levantar una espada en mi vida! ¡Por su culpa, mi padre murió! -
Esas fueron una de las tantas acusaciones que había gritado el pequeño Musashi en el funeral de su padre a Sengo y a Shirou. Debido al alborotó que el hijo de Munisai, la familia Muramasa simplemente mostraron sus respetos rápidamente antes de irse.
Había sido un día terrible para todos, especialmente para el herrero maldito que naturalmente cargó con la culpa de la muerte de sus conocidos y seres queridos.
- ¡Munisai-san era el Inigualable Bajo los Cielos! ¡El mejor espadachín de todo la Tierra del Sol Naciente! Si el cayó, ¡Entonces-! -
¡Paf!
El pelirrojo se calló abruptamente cuando sintió un fuerte golpe en su mejilla, su vista se desvió un poco hacía un lado por la fuerza del mismo, instantáneamente sintió el ardor en esa área y seguramente quedaría una marca por un buen rato.
- Sniff ... -
Pero eso era totalmente intrascendente con lo que estaba pasando justo frente a él.
- Sniff ... Sniff ... -
Sollozos empezaron a hacerse presentes en la sala, todo bajo la mirada sorprendida del pelirrojo.
- Sniff ... Tu no ... Sniff ... -
Una imagen superpuesta se hizo presente, cabello negro inmaculado pero unos brillantes ojos azules cuál zafiros, pero aún compartía la misma firmeza que su amiga.
- ¡Tu no debes cargar con todo tu solo! - Exclamó Chitose con lágrimas de simpatía cayendo de sus ojos.
En ese momento, Muramasa Shirou aprendería de una vez por todas que nunca ha estado solo.
...
