Hay algunas cosas que uno no puede compartir sin terminar unido, y derrumbar a un mounstro de tres metros y medio era una de ellas.
J. K. Rowling, Harry Potter y la piedra filosofal
Capítulo 3: Un nuevo comienzo
- Yo... -comenzó a decir inseguro el joven.- Yo atravesé esa puerta...Mi nombre es Harry Potter y vengo del otro lado... del otro mundo...
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-Harry! Mierda Hermione...estaba aquí hace dos segundos.-La voz de Ron fue apenas un susurro. Ninguno de los dos se atrevía a hablar más fuerte. Estaban en las profundidades del Bosque Prohibido. Nunca, en todos sus años en Hogwarts, se habían adentrado tanto en él. Hacía más de dos días que estaban allí, pérdidos y asustados. El bosque parecía no tener fin o ellos sólo habían dado vueltas en círculos. No lo sabían. En su loca carrera habían atravesado el territorio de los centauros, incluso más allá de los límites de la colonia de las acromántulas. Los restos de prudencia y de sentido común que aún quedaban en ellos los habían dejado dentro de lo muros del castillo. Pero no tenían opción. No iban a permitir que Harry enfrentara sólo a ese reto porque aún no estaba preparado. No tenía el conocimiento ni el poder necesario para hacerlo, pero les había sido imposible disuadirlo. Y teniendo en cuenta que sólo ellos conocían la verdad lo siguieron incluso hasta el corazón mismo del infierno. Estaban física y emocionalmente agotados. No habían comido nada desde el día anterior y ni siquiera se habín detenido para dormir un par de horas.
El rebelde cabello de la chica casi se confundía con con el follaje a causa de la infinidad de hojas y ramas que se habían adherido a él. En una de sus mejillas se podía observar un profundo moretón causado por una mala caída y tenía el brazo vendado burdamente con un trozo de tela perteneciente a su túnica. Pero en ese momento toda su atención estaba dirigida hacia el lugar donde hasta hace sólo unos momentos se hallaba su amigo.. Harry...
-No está aquí, Ron. Se fue...
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Harry estaba congelado. ¿Cuándo había perdido los restos de cordura que aún quedaban en él? ¿Por qué se había dejado convencer? Una y otra vez, mientras atravesaba el arroyo, completamente desnudo (por Merlín, faltaba poco para que nevara) se preguntaba si todo aquello tendría algún sentido. Ogion le había dicho que necesitaba que le dieran su nombre verdadero...Los fundamentos de la magia en Terramar eran relativamente sencillos aunque terriblemente complejos al mismo tiempo. Harry no lo entendía muy bien. Su Maestro (porque Ogion lo había tomado como su aprendiz) le había explicado que el don para la magia adquiere su poder principalmente a través de la Lengua Verdadera, el Lenguaje de la Creación. Los grandes hechizos son urdidos completamente en el Habla Antigua, y son comprendidos al tiempo que se los pronuncia. La enseñanza de éste es el corazón de la enseñanza de la magia.
Cuando uno conoce la esencia de las cosas de la naturaleza puede conocer su nombre y, por lo tanto, tener poder sobre ellas. Porque en este Lenguaje el nombre de la cosa es la cosa misma, y le otorga a quien lo conoce poder sobre ella. Los seres humanos, como parte integral del mundo, también lo tienen. El nombre de un mago es una cosa que se ha de tener en cuenta, es uno de los elementos más preciados, el que atesora tanto como a su vida y lo mantiene en secreto a lo largo de la misma. Puesto que el nombre de la persona es la persona, en el sentido más literal y absoluto, cualquiera que lo conozca tiene un poder real, el poder de la vida y de la muerte, sobre la persona. En circunstancias normales, éste le es otorgado a comienzos de la adolescencia. Pero Ogion decidió que no era demasiado tarde para Harry... y allí estaban...
-Trima.-murmuró Ogion.
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Partieron de la granja al amanecer. La noche anterior Harry había hablado con Malfran comunicándole que se marchaba, que no podía permanecer más en la granja puesto que debía seguir su camino. La mujer no parecía sorprendida aunque en sus ojos se pudo observar un atisbo de tristeza. Se había encariñado con el extraño joven pero siempre supo que no se quedaría mucho tiempo. No dijo nada. Se limitó a esperarlo la mañana siguiente con las provisiones necesarias para el viaje. El resto de la familia se había desilucionado un poco (sobre todo Tunir que había adquirido el hábito de obvservar a Harry pelear con las ovejas pues lo encontraba muy divertido) pero le desearon buena suerte. Debía marcharse con él. A pesar de ser un gran mago y conocer muchos de los misterios de Terramar, Ogion no sabía como hacerlo regresar. Por lo que decidieron que, antes que nada, Harry debía aprender.
Caminaron durante siete días. La isla de Lual no era grande, ni siquiera se encontraba en la mayoría de los mapas, pero Ogion parecía no tener prisas. Recorría lentamente cada lugar y se detenía a menudo para explicarle a Harry la geografía, la sociedad y la historia de Terramar. Le contó acerca de como Segoy levantó las islas del mar y nombró cada una de las cosas. Le cantó, con su voz ronca, la Canción de Ea, la Gesta de Morred y Elfarran y la de Erreth-Akbé, lo introdujo en el nuevo y fascinante mundo de los dragones. En este punto se había detenido más ya que Harry no cesaba de hacerle toda clase de preguntas. ¿Dragones que hablan? El joven no lo podía creer. Ellos despertaban en él una mezcla de asombro y fascinación hasta el punto que terminó narrándole a su maestro su experiencia con el Colacuerno Húngaro y con Norberto. Si Hagrid estuviera aquí...pensó con nostalgia...
-Canciones e historias indican que los dragones existieron antes que cualquier otra criatura viviente.-dijo Ogion.-Ellos hablan con el Lenguaje de la creación...pero, si alguna vez te cruzas con ellos, debes tener cuidado. Son seres irritables y arrogantes por naturaleza, y a veces más sabios que los propios magos...No debes subestimarlos...no se comportarán como los de tu mundo...
-Maestro... yo no subestimaría a un dragón, aunque este fuera sordo, ciego y mudo.-contestó Harry rápidamente. Aún recordaba al feroz animal que había tenido que burlar hacía ya tres años y el pequeño Norberto siempre ocuparía un lugar "especial" en su memoria.
Ogion también le enseñaba la magia de Terramar y Harry aprendía con rapidez. Habían comenzado con pequeños trucos de ilusión y con algunos sortilegios simples, pero el joven los dominaba con facilidad. A medida que el viejo mago le enseñaba las palabras de la creación y le mostraba como llamar a los animales o realizar sortilegios de atadura y búsqueda, Harry observaba con deleite como era capaz de sentir de nuevo su magia fluyendo por su cuerpo con naturalidad.
Una noche, luego que Ogion se durmiera en el pequeño campemento rusticamente acondicionado para ellos, el joven se alejó unos pasos y contempló tranquilamente el cielo... Las enseñanzas de su maestro habían contribuido para que recuperara la confianza perdida. Incluso le había contado acerca de su mundo, de Howgarts, de sus amigos y si, tambien le había hablado sobre Voldemort. Pero no le había dicho todo. Confiaba en él pero no podía decirle toda la verdad...aún no. Había cosas de las cuales no podía hablar, eran demasiado dolorosas y el miedo estaba latente en cada fibra de su ser. Pero esa noche su espíritu estaba totalmente renovado. Tomo su varita y respiró hondo... debía intentarlo. Con el nuevo conocimiento adquirido y sus seis años de educación mágica no podía fallar.
Lumus.-murmuró y nada sucedió. Maldiciendo en silencio se recostó contra una roca. Habían bordeado un tramo de la isla. Mañana irían hacia el muelle (porque no se trataba de un puerto) y partirían hacia Gont, hacia Re Albi, la ciuadad en donde Ogion vivía. Harry no entendía que podía estar fallando. Luego recordó. Debía concentrarse no solamente en la luz, sino también en la oscuridad, debía contemplar el todo, no sólo el resultado esperado... luz y oscuridad, dos caras de la misma moneda...Había decido empezar con ese hechizo pues no implicaba trabajar con la naturaleza, cosa que sería mucho más complicado de realizar. Se concentró y murmuró otra vez: Lumus. Una tenue luz brotó durante unos breves segundos de su varita antes de desvanecerse por completo. Harry sonrió como hacía tiempo que no lo hacía. Este era un buen comienzo. Esperaba que con el tiempo podría llegar a dominar las dos formas de magia: la de Terramar y la suya. Después de todo, incluso Ogion lo había dicho, la magia, su magia formaba parte de su esencia.
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Llegaron al Puerto de Gont al mediodía. El sol brillaba en el cielo pero hacía mucho frío. Harry iba al lado de su maestro y se escondía dentro de su capa tratando de alejar el helado viento marino. En sólo dos días llegaron a Re Albi. Fue un trayecto tranquilo, sin sobresaltos, en donde Harry pudo contemplar la belleza salvaje de la montaña, de los bosques. No le había comentado a Ogion acerca de sus intentos de "magia con varita" pues no sabía como se lo tomaría el viejo mago. Intuía que éste esperaba terminar su instrucción antes de bucear en las habilidades de Harry con la misma, pero él no podía esperar. Siempre que estaba a solas practicaba, aunque aún no había avanzado demasiado. También ponía todo su empeño sus clases con Ogion y absorbía toda clase de conocimiento que éste le brindaba.
Llegaron a la casa del mago a media tarde del segundo día. La cabaña en la cual vivía era modesta, tenía una sola habitación en donde se podía ver una mesa, una cama y un jergón al lado de la ventana. Ogion criaba cabras pero también tenía gallinas y algunos árboles frutales. Genial, pensó Harry, ¡otra granja más! Pero el lugar, a pesar de ser muy humilde, también era acogedor. El mago no había hablado mucho desde que llegaron a Gont (menos de lo habitual) y parecía levemente preocupado por algo. No le comentó nada al joven pero éste igual lo notaba. Luego de un frugal almuerzo se marchó y dejo al chico sólo en la casa, no sin antes pedirle que recogiera los huevos que habían puesto las gallinas. Harry durmió en el jergón unas horas, estaba agotado. Se notaba que el mago estaba acostumbrado a las largas caminatas pero él nunca en su vida había recorrido tanta distancia a pie. A pesar de usar unas viejas botas de cuero de Elifar, sus pies estaban lastimados y, muy, pero muy doloridos. Se despertó antes del atardecer compltamente renovado. Se vistió rápidamente y se dirigió hacia a el corral. A Ogion no le haría mucha gracia si no cumplía con la tarea que le había sido encargada. Suspiró resignado deseando que ninguna gallina tuviera el carácter obstinado de la oveja de Tunir. Tan concentrado estaba que se le paralizó el corazón al oir la voz detrás de él.
- ¿Que haces aquí? No vas a llevarte niguna gallina si eso es lo que quieres...
En la puerta del rústico corral se hallaba una joven de cabellos negros y ojos grises que lo miraban con ira. Su piel era clara, mucho más clara que la de los habitantes de la isla, y a pesar de ser delgada y no muy alta su presencia era fuerte. Tendría más o menos su edad y hablaba con un acento que no reconocía, aunque sin lugar a dudas mejor que el suyo. Era de esa clase de personas que imponía sólo con la mirada y que estaba acostumbrada a dar órdenes. Se acercó a él sin miedo y lo miró directamente a los ojos. Harry se recuperó rápido de la sorpresa del momento.
-Creo que está claro ¿no? .-respondió con rudeza. No le gustaba el tono de aquella muchacha y él ya no se dejaría intimidar por nadie.-Vine a buscar huevos. Aunque yo podría preguntarte lo mismo...¿que demonios haces aquí?
La muchacha no retrocedió aunque sus ojos brillaron en forma extraña cuando el pronunció las últimas palabras. No parecía asustada pero Harry pudo percibir cierto movimiento nervioso en sus manos. Una voz ronca los interrumpió:
-Ah! Tenar, te estaba buscando... veo que ya conociste mi nuevo aprendiz...
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Al principio Harry y Tenar no se llevaron muy bien. Si bien no hubo enfrentamientos directos ambos muchachos se evitaban el mayor tiempo posible. Esto era una tarea díficil dada las proporciones del lugar en donde vivían, sin embargo nunca pasaban mucho tiempo juntos. Ogion no le había comentado nada acerca del origen de la muchacha y Harry no había preguntado pero aún así debía reconocer que estaba intrigado. Aquella muchacha no asistía a las eneseñanzas de magia que el mago impartía a Harry por las mañanas. En esos momentos ella se alejaba, se perdía en los alrededores caminando, recogiendo hierbas y, porbablemente, pensando. Trabajaban juntos cuidando las cabras y acondicionando el jardín pero rara vez hablaban más de lo estrictamente necesario. Por la noche, luego de la cena, Ogion les relataba historias, viejas leyendas y anécdotas de su juventud. En esos momentos su rostro se transfiguraba y se podía observar él un deleite inusitado. Pasaban horas, cerca del fuego, escuchando...sólo escuchando...
Pero Tenar estaba asustada. No confiaba en los extraños y mucho menos en los hombres, por lo que no se acercaba a Elnar (habían decidido que lo seguirían nombrando así pues Harry llamaría la atención). Gavilán la había traído hacia allí, junto a Ogion, y se había marchado. Estaba enfadada...¿Cómo había podido hacerle esto? Si bien no extrañaba su vida en las Tumbas (o por lo menos no tanto como había imaginado que lo haría) le era imposible acostumbrarse a este extraño lugar. Ella había vivido desde muy chica rodeada de mujeres y estaba acostumbrada ser tratada, si bien con dureza, también con respeto, admiración y quizás, con cierto temor. Ella era la sacerdotisa única, la siempre renacida, Ahra. Y, a pesar que ya no creía en ello, ahora se sentía vacía, hueca. No sabía que iba a hacer con su vida. En esos momentos odiaba a Gavilán. Nunca había podido eligir, su vida fue marcada desde mucho antes de que ella naciera, y condenada a convertirse en la representante de los vestigios que aún quedaban de una religión en la que cada vez menos gente creía. Sin embargo, por primera vez en su vida, podía decidir que hacer...y eso le aterraba...
Esa mañana Tenar había salido temprano. No le apetecía quedarse en la cabaña a pesar de la tormenta que, desde hace días, amenazaba con azotar la isla. Caminó sin rumbo hasta el acantilado. Nunca había visto el mar antes de su huída de las Tumbas. El viento que soplaba con fuerza la obligada a inclinarse y sujetarse con algunas rocas. Pero se sentía libre. La lluvia golpeando su rostro y el viento despeinando sus cabellos le daban fuerzas. Gritó. Gritó con todas sus fuerzas. Luego se rió, una risa suave, gentil, dulce. Y, por primera vez en meses, comprendió. Ella, Tenar de Atuan, era libre...
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Harry estaba preocupado. Ogion los había dejado solos un par de días porque tenía cosas que hacer. No había dicho más, nunca lo hacía. Pero Tenar se había marchado hacía más de cuatro horas y afuera se había desatado un fuerte tempestad. Maldiciendo internamente su suerte cruzó la puerta de la cabaña y se fue con paso decidido hacia la pradera. Tenar solía pasear por ahí. Pero no la encontró. Probablemente la tormenta la sorprendió de golpe, pensaba Harry, y se refugió en alguna casa vecina. Pero estaba preocupado...sentía que algo no andaba bien.
Decidió poner a prueba alguna de las nuevas habilidades aprendidas y recitó con cautela un sortilegio de búsqueda. Al principio no pudo sentir nada, pero instantes después una imagen lo golpeó con fuerza... Tenar... Corrió tanto como el viento se lo permitió, había ido a buscarla al lugar opuesto... Se hallaba muy lejos del acantilado...Cuando llegó a él lo que vio le quitó la respiración... Ella estaba allí, colgando de un extremo de la saliente, aparentemente se había acercado demasiado a las rocas y, resbaló. Apenás se sostenía con la manos y trataba en vano de trepar, pero las rocas estaban muy resbaladizas a causa del agua. Inmediatamente lo supo...nunca llegaría a tiempo para subirla, sin contar que si se acercaba tanto al borde corría riesgo de terminar él también en el mar...
-Wingardium Leviosa! .-El hechizo se le escapó de los labios antes de que se diera cuenta. Con un movimiento familiar de varita logró que la chica se elevara y la depositó, lo más suave que pudo sobre el suelo. Luego, las fuerzas lo abandonaron, y cayó rendido sobre el barro y las rocas. Ambos estaban allí, tendidos en el suelo, a unos metros de distancia, temblando de frío y de miedo. Paradójicamente, la primera en recuperarse fue Tenar. Temblando de pies a cabeza, se incoporó como pudo y se acercó hacia Harry. Mustió un leve 'gracias', lo ayudó a incorporarse y juntos caminaron buscando un refugio.
Se cobijaron en una cueva y Tenar prendió un leve fuego (ya que por suerte había algunas ramas secas dentro del lugar). Se acomodó cerca del joven y lo miró profundamnte. Harry no podía hablar, se encontraba aturdido y absolutamente fatigado. Al realizar el hechizo no había pensado, sólo lo hizo, como cuando una persona tararea una melodía aprendida durante la infancia. Fue algo institivo, natural. Pero, luego de haberlo realizado comprendió...la magia atravesó su cuerpo como nuanca antes lo había hecho. Fue perfectamente capaz de identificar cada partícula mágica moviéndose a través de su ser... las palabras de Ogion, y curiosamente las de Dumbledore cobraron sentido... todo encajaba...
Levantó la mirada lentamente hasta enfrentarla con la de la chica. Le sonrió y ella le devolvió la sonrisa. No eran necesarias las palabras, el agradecimiento se podía leer en los ojos de los dos muchachos. La primera le debía la vida y un acto así no explica con palabras. El joven, sin embargo, sabía que sin ella, él no habría podido lograrlo. No habría podido comprender el lazo que unía a sus mundos...
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N/A: Todo lo que aparezca en cursiva y luego de fue extraído de Cuentos de Terramar
