Fascinado, Harry levantó la vista y vio los ojos del dragón negro, con pupilas verticales como las de los gatos, totalmente desorbitados...

El Cáliz de Fuego. J. K. Rowling

Fryaddesum

...creo que ya sé porqué llegué aquí...

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Harry se hallaba parado en un extremo del acantilado mirando hacia el mar. Contemplaba la inmensidad del océano y como el sol teñía de rojo las aguas mientras se acercaba al horizonte. De espaldas a él se podía apreciar la belleza de la isla de Gont: bosques, montañas y arroyos fundidos en un paisaje salvaje. Algunas gaviotas revoloteaban cerca de las rocas. El verano ya había pasado y las tardes se hacían cada vez más frías. Muchos árboles comenzaban a perder algunas hojas y la gente se preparaba para el invierno.

- Un año... y aún nada- murmuró Harry para sí. El suave viento del atardecer despeinaba su cabello que ya le llegaba a los hombros. Con un simple sortilegio de ilusión había logrado que sus lentes fueran invisibles a los ojos de la gente pues llamaban bastante la atención. Vestía un pantalón de lino azul oscuro y llevaba puesto un grueso abrigo de lana. Nadie en Inglaterra lo hubiera reconocido. El sol le había curtido la piel y sus rasgos se habían endurecido.

Había pasado los últimos meses con Ogion y Tenar en Re Albi, paseando por los bosques, cuidando las cabras y aprendiendo magia. En este último aspecto había logrado un gran avance. Podía dominar el viento y el mar, conocía las palabras para llamar a los animales y podía realizar algunos sortilegios de curación. Ogion le había enseñado las palabras de la Creación y él las había aprendido con facilidad. Esto era extraño, pues sentía como si ya las conociese y sólo necesitara ayuda para recordarlas. Podía hablar sin mayores dificultades la Lengua Arcana e incluso era capaz de leer las Runas Verdaderas. Ogion le había dejado leer sus libros bajo la condición de que no urdiera ningún sortilegio que alterara el Equilibrio. También, poco a poco, había recuperado la capacidad de realizar magia con varita e incluso sentía que la dominaba mejor que antes. Sólo debía cuidar de no utilizarla si no había motivos para hacerlo.

Lo más sorprendente de todo lo que había aprendido era su dominio de la transformación humana. Podía tomar la forma del animal que desease y volar como el halcón o nadar como la nutria. No era igual que una transformación en animago, ya que podía adquirir la forma de cualquier animal pero también corría el riesgo perderse dentro de la mente de la criatura y vagar para siempre como un animal salvaje. Pero era excitante correr entre los bosque bajo la forma del zorro o surcar los aires como una gaviota. Adoraba transformarse en un ave. Sus preocupaciones desaparecían y sólo se concentraba en sentir el aire bajo sus alas y observar el mar desde las alturas. Porque, aunque no se lo confesaría a nadie, extrañaba volar. Extrañaba la sensación única de surcar los cielos en su escoba...

Harry observó como a los lejos un gran pájaro se acercaba. Era negro como la noche pero bajo los rayos del sol del atardecer su plumaje se tornaba de un rojo oscuro sobrenatural. Describía majestuosos círculos en el aire y se acercaba hacia la isla a una velocidad sorprendente. Cuando la comprensión cayó sobre él tuvo que hacer un esfuerzo para no caerse. No se trataba de un ave exótica...era un dragón... y volaba directamente hacia él.

El dragón era inmenso. Su piel era gruesa, con escamas negras como la noche pero brillaba a la luz del atardecer. Era como un gran lagarto con alas pero desprendía un poder mucho más grande y antiguo del que Harry hubiera sentido antes. Sus enormes alas eran rojizas y su cola estaba cubierta de púas casi tan grandes como su brazo. Sin embargo, lo más sorprendente eran sus ojos: dos grandes orbes anaranjadas con pupilas verticales, como la de los felinos. Harry tuvo que desviar la mirada de esos inmensos y penetrantes ojos. Recordó que no es conveniente mirar directamente a un dragón a los ojos. El majestuoso animal describió un último círculo en el aire y se posó en el suelo con una elegancia natural sorprendente a pesar de su tamaño. El dragón abrió su boca para decir solamente dos palabras. Pero a pesar del sonido silbante y profundo que emitió Harry lo comprendió a la perfección.

- ¿Aro Trimma?

- Agni Fryaddesum

Harry pronunció las últimas palabras con voz clara y segura. Había estado soñando con este dragón desde su llegada a Terramar y supo, que muy pronto, obtendría respuestas.

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La noche había caído hace horas sobre la isla de Gont pero en una pequeña cabaña sus ocupantes no lograban conciliar el sueño. Tenar estaba sentada cerca del fuego y miraba a Ogion con atención. El mago había llegado poco después del atardecer y había permanecido sentado en su cama murmurando cosas que ella no entendía. Elnar no había vuelto aún y eso la inquietaba. Sabía que el extraño comportamiento del mago tenía relación con la tardanza de su amigo. Ellos se habían vuelto muy unidos desde el incidente en el acantilado y se sentiría perdida si el muchacho se marchaba. Ambos cargaban sobre sus hombros un pasado difícil, eran extranjeros en Gont y habían tenido que aprender a vivir en una tierra que no era la suya. Pero poco a poco se iban habituando a su nueva vida. Sin embargo, Tenar sabía que Harry algún día se marcharía y lo aceptaba... pero le hubiera gustado despedirse. No podía decir el motivo de su certeza pero estaba segura de que el joven no volvería... por lo menos por el momento.

- No volverá ¿verdad?- preguntó Tenar. Sus palabras habían sido sólo un murmullo pero Ogion las había entendido. El mago levantó la cabeza y la miró fijamente. Había salido de su ensimismamiento hace sólo unos minutos y su rostro reflejaba preocupación.

- Elnar no volverá- dijo el mago tranquilamente.- Por lo menos no esta noche. Pero creo que lo veremos de nuevo algún día.

- Eso espero. Me gustaría despedirme.- contestó Tenar en un susurro. La chica se levantó y se dirigió al fogón. Calentó los restos de la cena y los vertió en una vasija para que el mago comiera.

- Deja un poco en el fuego Tenar.- dijo Ogion.- Creo que esta noche tendremos un invitado a cenar. Espero que llegue pronto...

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La sensación era absolutamente indescriptible. Tenía ganas de gritar hasta quedarse sin voz, pero no podía hacerlo. La oscuridad de la noche lo envolvía y no distinguía nada más allá del rugido del viento en sus oídos. Iba volando sobre Fryaddesum, el dragón negro, a gran velocidad hacia el oeste. Sobre el lomo del dragón estaba atravesando Terramar, en medio de la noche y no sabía que podía encontrar cuando llegara a su destino. Sin embargo no tenía miedo, por lo menos no tanto como debería. Había estado esperando este momento desde el día que Ogion le habló de los dragones. Había soñado con Fryaddesum muchas veces. Él había entrado en sus sueños en los días que vivía en la granja de Malfran, pero desde la aparición de Ogion éstos habían disminuido considerablemente. Por lo menos ya no iba a la tierra de los muertos aunque el dragón siempre estaba ahí... presente en el fondo de su mente... esperando el momento para venir a buscarlo...

El amanecer se vislumbraba próximo. El cielo se había vuelto de un gris pálido aunque aún se observaban las estrellas. Fryaddesum comenzó a descender hasta que Harry sintió que tocaron tierra. Se hallaban en una isla de vegetación abundante y exótica. No había ningún poblado a la vista pero la isla era grande y fértil así que seguramente estaría habitada. El joven descendió con cuidado del lomo del dragón y observó con atención el paisaje que lo rodeaba. Se hallaban en una playa enorme en cuyos márgenes se podían ver árboles de todas clases. Pero había algo más. El lugar emanaba una clase de poder oscuro, maligno, que aunque Harry no reconocía podía sentirlo claramente calando hasta lo más profundo de su ser. De improviso sintió miedo, terror.

- Deberás enfrentarte a él, Trimma... muchas cosas dependen de eso -el dragón habló con voz profunda.- Yo no puedo ayudarte, sólo debía traerte hasta aquí.

- Pero ¿a que me voy a enfrentar? ¿Por qué me trajiste a este lugar? -Harry estaba confundido. Había pensado que el dragón le daría respuestas, que lo ayudaría pero al parecer éste tenía otros planes.

- Este es el sólo el primer paso -respondió Fryaddesum y antes de que Harry pudiera replicar remontó el vuelo y desapareció tan rápido como había aparecido.

El joven estaba asustado pero la ira por ser manejado de esa forma otra vez hacía que el miedo fuera más soportable. ¿Por qué a él? ¿Incluso en Terramar no podía tener una vida medianamente tranquila? No podía perder tiempo pensando esas cosas, debía actuar y salir de allí inmediatamente. Comenzó a caminar hacia los árboles en búsqueda de alguien que pudiera decirle dónde estaba. Sabía que el lugar no era seguro pero no podía permanecer indefinidamente en esa playa. Además tenía hambre y probablemente en el camino encontraría algo de comer.

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En los alrededores de Re Albi un hombre encapuchado caminaba con paso decidido hacia la cabaña del mago Ogion. Se apoyaba en una larga vara de madera para ayudarse a subir el empinado camino. Se veía que estaba cansado. Había pasado los últimos días en una pequeña barca cruzando los mares para llegar a Gont, su tierra natal. Desde hacía unas semanas, los dragones se estaban comportando de un modo extraño. Rumores de dragones que atravesaban el Confín del Poniente para adentrarse en tierras humanas habían llegado hasta sus oídos. De todas formas no había habido ningún ataque. Sólo volaban en círculos sobre las islas, estaban un par de días y desaparecían tan misteriosamente como habían aparecido. Si él no estuviera seguro de que los dragones no pierden su tiempo buscando a un hombre, hubiera pensado que eso es lo que hacían. Incluso uno de ellos había llegado hasta Roke. Él había salido en su búsqueda persiguiéndolo a través de los mares. Pero la velocidad de un hombre, mago o no, no podía compararse a la de ningún dragón. Sin embargo, esperaba hallar alguna respuesta en el lugar hacia el que se dirigía.

Llegó a la cabaña y golpeó la puerta tres veces. Una joven le abrió la puerta y en su rostro cansado se pudo observar una sonrisa.

- Tenar. Te ves bien.-dijo el hombre con suavidad. La muchacha lo miró y le devolvió la sonrisa. Habían pasado casi dos años desde la última vez que lo había visto pero el hombre no había cambiado casi nada.

- Gavilán.- los ojos de Tenar brillaron en cuanto lo reconoció.- Me alegro de verte. Pasa, creo que Ogion te estaba esperando.

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Harry corría tanto como sus piernas se lo permitían. Llevaba la varita aferrada en su mano derecha lista para realizar un hechizo si la situación lo ameritaba. Ese ser lo había atacado por la espalda cuando el joven estaba distraído bebiendo agua de un pequeño arroyo que atravesaba el bosque. De pronto había sentido un golpe en su espalda y había caído al agua. Absolutamente empapado se había volteado para observar a su atacante y casi se desmaya a causa de la impresión. El espectro de Lord Voldemort estaba riéndose frente a él. No lo había pensado dos veces y había empezado a correr alejándose tanto como pudo. 'No puede ser. Él no puede estar aquí' pensaba mientras corría. La idea del boggart le vino a la mente pero la desechó inmediatamente. Ese ser no era corpóreo, podía ver a través de él. Ese lugar estaba impregnado de una magia oscura, que lo envolvía y le oprimía el pecho. No pensaba con claridad pero creía que la aparición de Voldemort allí era sólo una ilusión creada por su mente... pero el golpe si había sido real…

Casi sin darse cuenta corrió hasta un claro en dónde había un hombre que lo miraba burlonamente. El desconocido era alto, de piel morena y ojos negros. Sostenía en sus manos un cayado de mago y se apoyaba en él casi irreverentemente. Sonreía con la malicia pintada en su rostro.

- Tendrás que disculpar mis modales, joven amigo, pero rara vez recibo visitas.- el desconocido tenía una voz extrañamente aguda.- Y debo reconocer que me aburría... La linda ilusión que viste en el bosque es mi especialidad... aunque hace tiempo que no la practicaba...

- ¿Quién eres? -pregunto Harry jadeando. Le dolía el lado izquierdo a causa de la carrera y el golpe de su espalda aún palpitaba. Había algo en el extraño que le resultaba familiar. No era su rostro, ni su voz... pero él conocía esa mirada...

- El camino de los hechiceros es muy variado. Unos buscan poder, otros sabiduría e incluso están aquellos que son tan tontos para no querer mucho de la vida.- mientras hablaba el hombre no dejaba de sonreír de una forma que hacía que a Harry se le erizara la piel.- Pero sólo nosotros tenemos el poder de decidir que hacemos con nuestro destino. Por esa razón creo que aún no te diré quien soy...

Harry se limitó a mirarlo fijamente sin responder ni una sola palabra. Acababa de darse cuenta que el desconocido tenía un colgante muy similar al de Rowena. Si bien no era el mismo las similitudes eran notables. La piedra era muy parecida en forma, color y tamaño. Sólo que esta tenía una runa en el centro. Harry la reconoció como una de las que Ogion le había enseñado: era la Runa del Aire.

- Pero debo reconocer que estoy impresionado muchacho...- el desconocido volvió a hablar con su voz aguda sin dejar de sonreír- No todos pueden llegar hasta aquí, y definitivamente son pocos lo que lograron atravesar el bosque casi sin una herida... ahora veremos si puedes salir de la isla con vida...

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Hermione estaba sentada en una cama de la enfermería. Madame Pomfrey le había curado en unos segundos sus heridas y ahora revisaba a Ron. La nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras, McLuggen, había aparecido de improviso en el bosque y los había sacado de allí para luego llevarlos directamente a la enfermería. La mujer no había pronunciado ninguna palabra en el trayecto luego de comprobar que estuvieran lo suficientemente bien para caminar. Hermione estaba intrigada pues la profesora ni siquiera había preguntado por Harry. Solo había mirado esos extraños árboles y había murmurado para sí unas palabras. No pudo seguir reflexionando al respecto pues apareció McGonagall. Se veía muy enfadada.

El sermón de la directora duró una hora. Los chicos, conforme lo habían discutido con Harry, no dijeron una sola palabra acerca de los horcruxes. Le dijeron que no sabían que buscaba Harry, ni dónde estaba ahora pero le relataron la historia casi completa. Milagrosamente McGonagall no los expulsó, a pesar de que Gryffindor comenzaría el año con muchos puntos negativos. Ron y ella estaban hablando en voz baja acerca de los últimos acontecimientos. Ambos estaban muy preocupados por Harry pero decidieron investigar un poco más antes de hablarlo con alguien de la Orden. Ya era casi de madrugada cuando Hermione se acordó de McLuggen.

- Ron, tu estabas casi al lado de la Profesora McLuggen ¿escuchaste lo que dijo sobre los árboles?- preguntó la chica. El muchacho asintió.

- Es cierto. Fue algo muy raro. Ella sólo dijo: "Ha comenzado"