Y sonrió entonces, una sonrisa que era a la vez sombría y jubilosa, conociendo, por primera vez en su vida, allá, en el confín del mundo, a solas, y sin nadie que lo alabara, el sabor de la victoria.

La costa más lejana. Ursula Le Guin

Capítulo 6: Entre dos mundos

- Es cierto. Fue algo muy raro. Ella sólo dijo: "Ha comenzado"

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Lop diur humier judiern, Segoy (Desde la puerta te hablo, Segoy)

Neri dif ruero (El día a llegado)

Julis piurs nef diudo jalifaar (Nuestros caminos han de cruzarse otra vez)

Aejer nu jolgter (Y el pacto se sellará)

Un relámpago atravesó la oscuridad de la noche. Nubes negras cubrieron el cielo donde hace apenas unos minutos se podían observar las estrellas. La tormenta se desató con una fuerza inusitada sobre los terrenos de Hogwart. Minutos más tarde se pudo observar como una figura cubierta con una capa negra abandonaba el Bosque Prohibido para regresar al castillo. Luana McLuggen atravesaba el camino hasta el castillo despacio, como si no tuviera las fuerzas necesarias para caminar; tambaleándose a cada paso, sosteniéndose en una larga vara de madera para no caer.

- Está hecho -mustió antes de llegar a la entrada principal.- Ahora sólo depende de ti, muchacho...

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Harry estaba aterrado. Sentía como el miedo le atenazaba el estómago y fluía con fuerza por su cuerpo impidiéndole realizar cualquier movimiento. No era la primera vez que sentía miedo, pero esta vez era diferente. La atmósfera del lugar le oprimía el pecho y le impedía respirar. Porque su enemigo siempre había sido real, quizás hasta demasiado real. Pero ahora se encontraba solo, en un lugar extraño, oscuro y misterioso peleando con un mago desconocido y astuto que lo atacaba sin un motivo aparente. Ilusión. Todo aquel lugar era una ilusión creada para acorralar al viajero desprevenido, debilitarlo y despojarlo de su espíritu, de su vida, de su magia. Harry sabía que, si se cumplían determinadas condiciones, un mago podía perder sus poderes. Ese extraño ser se alimentaba de sus miedos más profundos, buceaba en su alma extrayendo todo aquello que lo atormentaba para debilitarlo. Una vez que se quebrara interiormente sabía que no había vuelta atrás.

Había pasado los dos peores días de su vida, enfrentándose con sus más temidas pesadillas. Su mente y su cuerpo se hallaban al límite de sus fuerzas, pero aún no había perdido la esperanza. Voldemort, Sirius, e incluso sus padres habían aparecido para llevárselo, para cobrar deudas pendientes. Pero, incluso en los momentos más terribles, se había obligado a recordar que aquello no era real, que toda esa isla con sus fantasmas no eran más que una ilusión.

- Mi querido muchacho ¿Aún por aquí? - dijo el mago. Harry se volteó y lo miró fijamente a los ojos. Había algo en él que no lograba descifrar, por momentos le parecía que ese hombre no era real, que no era humano.- No me mires de esa forma, niño, sabes que no puedes herirme.

Pero esta vez, Harry se dio cuenta de una cosa, por primera vez desde que llegó a ese extraño lugar pudo pensar con claridad. Estaba cansado, pero pudo observar cierto movimiento nervioso en las manos del hechicero. Jugueteaba intranquilo con la piedra que colgaba de su cuello. Él no sabía nada de acerca de este hombre, y era ese desconocimiento lo que lo tenía en desventaja. Decidió que en vez de correr o atacar sin sentido alguno debía obligarlo a mostrarle su punto débil. Sólo conociéndolo un poco más podría llegar a tener alguna oportunidad de vencerlo. Durante los dos días en los que había estado cautivo, por decirlo de alguna forma, el mago se había presentado sólo en un par de ocasiones. Nunca decía demasiado, pero Harry notó que era orgulloso, soberbio, y aparecía para demostrarle al muchacho que era él quien tenía el control de la situación. Decidió usar eso en su contra.

- ¿Que no puedo herirte dices? Puede que tengas razón... o puede que no, eso no lo sabes... -la voz de Harry sonó segura aunque por dentro aún sentía los efectos devastadores que ese lugar producía en él.

- No me hagas reír. Tu te has pasado correteando como un crío asustado en mis dominios sólo por unos cuantos movimientos de mis manos- la voz del mago sonaba tranquila, casi despreocupada, pero seguía sosteniendo nerviosamente el extraño medallón en sus manos - Sólo me divierto contigo. Puedo matarte cuando quiera...

- Hazlo. Ya no voy a correr más -la voz del joven iba recuperando confianza. Se acababa de dar cuenta de algo. Mientras hablaba, se había ido acercando lentamente al hombre y este, para su sorpresa, había retrocedido unos pasos. - ¿Puedo preguntarte por qué, si eres tan poderoso, nunca te has acercado a mi más de tres metros?

Conforme hablaba, Harry caminaba hacia él. El miedo seguía patente en cada fibra de su cuerpo, pero no podía dar marcha atrás. De todas formas ya no tenía nada que perder. El mago retrocedía lentamente aunque en su rostro no se veían signos de miedo o angustia. Por el contrario, su sonrisa se iba ensanchando cada vez más.

- Mi muchacho, no te tengo miedo, sólo soy prudente. ¿A qué le tendría que temer? Yo no voy a morir porque en realidad no puedo hacerlo- pero a medida que hablaba seguía retrocediendo. Una de sus manos se aferraba con fuerza al medallón mientras que con la otra movía la vara de madera en círculos.

Todo sucedió antes de que Harry pudiera darse cuenta lo que estaba pasando. La piel del hombre adquirió un tono grisáceo y sus ojos perdieron color. Un viento se creó alrededor del hechicero mientras que todo alrededor desaparecía lentamente. Dónde antes se levantaban viejos árboles ahora sólo se podía ver el desierto, árido, seco. Los ríos desaparecieron dejando lugar a grandes piedras y pequeños riscos. Detrás del hombre se podía observar una montaña grande, desolada. Las estrellas en el cielo cambiaron y ya no titilaban sino que estaban estáticas, fijas, muertas. A lo lejos se podía observar un muro de piedra, no muy alto, que recorría el horizonte. En ese momento fue cuando Harry comprendió dónde se hallaba y por poco pierde el equilibrio a causa de la impresión. Estaban en la Tierra Yerma, la tierra de los muertos, aquel lugar con el cual había soñado los primeros meses desde su llegada a Terramar. Ogion le había explicado que cuando una persona muere su espíritu se traslada a ese lugar y camina por allí durante toda la eternidad. También le había dicho que a aquellos magos con gran poder les era posible abrir una brecha entre ambos mundos, invocar a los muertos e incluso ir y volver, aunque claro, no era algo que se debiera hacer.

- Estás muerto... y quieres volver - Harry no sabía porqué, pero una vez más estuvo seguro de la certeza de sus palabras. Y, aunque le quedara alguna duda, ésta fue disipada por la contestación de su oponente.

- Muy bien, Trimma, muy bien. Pero yo nunca llegué a atravesar el muro que separa la tierra de los muertos con la de los vivos... debería haberlo hecho, pero preferí quedarme aquí. Había obtenido el poder y el conocimiento suficiente para hacerlo... Ah, la sabiduría de Paln, tan despreciada por esos tontos magos de Roke... Yo, el gran Mago Gris, que fui aconsejado por los espíritus de los grandes magos de la historia pude realizar el más grande de los sortilegios urdido por el hombre... logré escaparme de la muerte...

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- Ged, algo grave está pasando- la voz de Ogion quebró el silencio que se había impuesto entre los dos hombres desde hacía ya una hora - Tengo la creencia de que la desaparición de Elnar y el vuelo de los dragones están conectadas...

Ged había pasado los últimos días en Re Albi, junto con Tenar y su antiguo maestro. Ellos le habían relatado la historia de Elnar, desde su aparición en Terramar hasta su extraña huída dos días atrás. Gavilán, a pesar de haber recorrido el camino de la magia durante toda su vida, estaba un tanto desconcertado. La idea de otro mundo paralelo, pasado o futuro se alejaba de su comprensión. A pesar de que conocía muy bien las historias acerca de la Puerta del Destino y del Bosque de las Sombras, se le hacía muy difícil imaginarse otro lugar aparte del Archipiélago. Sin embargo, desde que conoció la historia completa del joven Harry Potter no pudo más que creer ciegamente en ella. A todas estas preocupaciones se le sumaba una más antigua, un misterio del cual casi nadie sabía en Terramar.

- Las cuatro runas de los elementos, el poder de la naturaleza: aire, tierra, fuego y agua... Desaparecieron hace muchos años. Fueron labradas en una piedra traída de la Tierra Yerma, pues de esa forma equilibraban su poder. Vida y muerte en un solo elemento. Nunca se ha vuelto a tener conocimiento de ellas...

- Concuerdo contigo Ged- dijo Ogion. Al hechicero le brillaron los ojos en señal de comprensión- La mujer de la cual nos habló Elnar, Rowena, tenía una de ellas, por eso podía controlar su poder... eso significa que el muchacho tiene una de las antiguas runas en sus manos. Yo nunca la vi, pero sé que no se deshizo del medallón luego de destruir el pedazo del alma de su enemigo.

- Sí, no creo que la piedra se haya destruido aunque lo haya hecho el alma que se albergaba en ella- Ged se mantuvo en silencio unos minutos antes de continuar- Eso le confiere un gran poder... pero no llego a comprender la razón por la cual los dragones se involucrarían en la búsqueda de las runas.

- Debes partir Gavilán. Aquí no hallarás las respuestas y puedo sentir que algo grave está sucediendo- Ogion se incorporó. Miró fijamente al mago antes de volver a hablar- Me despediré de Tenar por ti

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Harry estaba atónito, la historia le sonaba muy familiar. Un hombre que hace lo posible para buscar la inmortalidad, que desafía las leyes mismas de la naturaleza, de la magia y a quien no le importa destruir vidas ajenas a cambio de la promesa de la inmortalidad. Este Mago Gris o como se llamase, se valía del extraño colgante para atraer víctimas a su trampa e ir quitándoles poder para lograr sus propios fines: la inmortalidad. La semejanza con Voldemort hizo lo que no pudo hacer el miedo, logró despertarse del aturdimiento. Sin pensarlo dos veces, sujetó su varita y atacó:

- Desmaius

El rayo que salió disparado de su varita sólo atravesó al Mago Gris sin causarle ningún daño. A su vez éste se movió y con un movimiento de su vara, mientras alzaba su colgante murmuró sólo una palabra:

- Tlacot

Un fuerte viento levantó a Harry arrastrándolo casi cuatro metros. Cayó violentamente sobre el suelo y casi se rompe la cabeza al aterrizar a escasos centímetros de una filosa roca. Con el cuerpo magullado pero acostumbrado al dolor logró levantarse para enfrentarse al mago. Pero una figura alta y de ojos rojos se interpuso ante él. Lo extraño era que habían más personas ya que junto a Lord Voldemort se hallaban sus padres, Sirius, Cedric e incluso Dumbledore quienes lo miraban acusadoramente. Si la situación fuera otra se habría reído por lo surrealista de la situación. De entre todos los fantasmas que lo habían perseguido, esos en especial no podían estar juntos... porque si bien ya se había encontrado con ellos siempre fue en forma individual, por lo que ahora más que nunca tenía conciencia de que sólo se trataba de una ilusión. Murmuró una sola palabra y se convirtió en una paloma sobrevolando y alejándose de su pasado. Se posó frente al Mago Gris y recuperó su forma habitual.

- Tus juegos de ilusión ya no me asustan, Logumol. Puedo ver a través de ellos- Harry había logrado descubrir cual era el verdadero nombre de ese hechicero y ahora estaban en igualdad de condiciones. De esta forma, las ilusiones ya no podían atacarlo, pues podía combatir con la verdad a las maquinaciones del mago

- No! Aún no me has vencido - grito el hechicero furioso. Inmediatamente volvió a invocar al viento para que lo alejara de allí pero esta vez Harry estaba preparado.

- Accio amuleto!

La piedra salió disparada del cuello del hombre para posarse en la mano de Harry. Pero nada lo había preparado para lo que sucedió a continuación. El hombre comenzó a gritar como si un dolor más allá de lo soportable atacara su cuerpo. Comenzó a palidecer y sus ojos perdieron el poco brillo que le quedaba. Lentamente, como en trance, comenzó su camino a la Tierra Yerma y cruzó el muro. Ya nunca volvería a la vida. Pero bajo los pies de Harry la tierra comenzó a temblar y poco a poco dónde antes habían rocas apareció el mar. De golpe sintió como el suelo desaparecía y se encontró tratando de nadar en la inmensidad del océano. No había ninguna isla a la vista y aunque alguna se hallara relativamente cerca no tenía idea en que dirección empezar a nadar. Había ganado su primer batalla en Terramar pero moriría ahogado en pocas horas.

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Ged navegaba con el viento de la magia en Miralejos. Había urdido un sortilegio de búsqueda para encontrar al joven Elnar pero aún quedaba mucho camino por recorrer. El viento mágico empujaba con fuerza la vela de su embarcación mientras trataba de aclarar los últimos sucesos. Su conversación con Ogion le había dado mucho que pensar. En primer lugar aún no podía salir del asombro de que alguien hubiera atravesado la Puerta del Destino con vida. Él había estado hacía unos años en el Bosque de las Sombras y recordaba perfectamente el poder que allí habitaba. A diferencia de lo que había sentido en Roke o incluso en las Tumbas de Atuan no podía definir con certeza la clase de magia que habitaba en ese lugar. Era diferente a toda las que había sentido con anterioridad. No era que fuera más fuerte o maligna sino que emanaba una clase de poder que él era incapaz de reconocer. Probablemente por estar influenciada con la magia que se hallaba del otro lado. De todas formas eso lo averiguaría pronto, en cuanto encontrara a Elnar.

Pero lo que en verdad le preocupaba eran las runas de poder. Porque si había algo que podía llegar a desequilibrar la armonía que existía en Terramar era la unión de esas piedras. Cada una podía actuar en forma aislada, controlando un elemento dándole a quien pudiera manejarlas un control total sobre el mismo. Todos los hechiceros pueden llegar a tener cierto poder sobre los elementos, pero el que posea una de esas piedras podrá llegar a controlarlo en forma ilimitada. Si se llegaban a reunir le darían a su poseedor un control ilimitado sobre el mundo. Cuando Segoy creó Terramar y nombró todas las cosas, no dejó innominados a los poderes de la naturaleza. Y a pesar de que se conocían sus nombres y la forma de las runas nadie podía llegar a dominar los elementos completamente, pues a pesar de la fuerza de la palabra no había ningún mago ni ningún objeto en el que se pudiera canalizar tanto poder. Pero, hacía ya siglos, durante la época oscura, un poderoso hechicero había intentado conseguir ese poder y para ello había ido a buscar hasta la misma Tierra Yerma la primera piedra. Con ella, había construido esos cuatro amuletos. El hombre, cegado de poder, había tratado de usarlas pero había muerto en el intento. Se hallaba muy debilitado por su incursión a la tierra de los muertos y no soportó la descarga de fuerza que las piedras contenían. Una vieja bruja el pueblo, perteneciente a Las Manos, había robado los amuletos y los había desperdigado por todo el Archipiélago. De esta forma se había perdido el rastro. Muchos hombres las habían buscado sin éxito conocido.

Pero ¿De qué forma una hechicera de otro mudo, con poderes similares a los de las rocas, había conseguido uno de los amuletos? Esto era uno de los puntos que más le intrigaban. No tenía ni siquiera una hipótesis al respecto. No conocía esa clase de poder si bien se decía que algunos dragones, tenían relación con esa clase de seres. Las leyendas más antiguas y las que poseían menos credibilidad ente los magos, narraban como El Anciano, unos de los dragones más viejos, había hecho un pacto con esos seres...

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Harry trató de nadar pero su cuerpo casi no le respondía. Estaba entumecido por el frío y agotado por su encuentro con el Mago Gris. No quería transformarse pues temía perderse dentro del cuerpo del animal pero si no hacía algo pronto moriría, ahogado o congelado. Se transformó de nuevo en una gaviota y voló lejos del mar...

En su mente las imágenes se sucedían como parte de una película a la cual trataba de aferrarse para no perder la cordura. Pensaba en sus padres, en sus amigos e incluso trataba de recordar el Quidditch para no perder la noción de la realidad. Estuvo volando casi un día antes de divisar una pequeña embarcación a vela que surcaba el océano...

Gavilán se sorprendió un poco al ver aterrizara una gaviota en la proa de Miralejos. Estaba muy lejos de tierra como para que cualquier ave volara por allí. Era un ave singular, su plumaje era blanco como la nieve, sin siquiera una pluma gris que desentonara. Pero, sobre la cabeza de la gaviota, se podía observar una extraña figura, casi como un tatuaje: era un rayo. El hombre en la barca se había quedado mudo de la impresión. Luego, sin previo aviso, soltó una gran carcajada, cosa absolutamente inusual en él.

- Elnar, puedes recuperar tu forma. Ogion me envió para ayudarte...