- ¡No hay nada peor que la muerte, Dumbledore!- gruñó Voldermort.

- Te equivocas- replicó Dumbledore (...) - De hecho, tu incapacidad para comprender que hay cosas mucho peores que la muerte siempre ha sido tu mayor debilidad

La Orden del Fénix. J. K. Rowling

Capítulo 7: Cruce de Caminos

- Elnar, puedes recuperar tu forma. Ogion me envió para ayudarte...

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La gaviota blanca desplegó sus alas y en un describió un círculo antes de transformarse en un joven de tez pálida y cabello negro. Estaba temblando y parecía incapaz de pronunciar una palabra. Se hallaba acurrucado en un extremo de la barca, sin levantar la mirada hacia el mago que estaba frente a él. En realidad, Harry no tenía conciencia cierta del lugar en dónde se hallaba, ni siquiera se había percatado de la silenciosa presencia que lo observaba. Estaba exhausto y confundido. Había permanecido demasiado tiempo en el cuerpo del animal, huyendo, buscando un refugio que internamente sabía que no encontraría. Lentamente sus preocupaciones habían comenzado a desvanecerse y sólo permanecía en él el deseo de volar, de sentir el viento bajo sus alas mientras que esa incomparable sensación de libertad se apoderaba de su mente. Pero, aún como ave, el cansancio había podido con él y esa barca había aparecido como una promesa del tan anhelado descanso. Sin embargo, una vez que se hubo posado en ella, una fuerza poderosa y ajena le había hecho recordar quien era y había logrado recuperar su forma habitual.

Gavilán observaba con atención al muchacho que acaba de transformarse. Sabía, por experiencia propia, que el chico no debía tener conciencia de lo que sucedía a su alrededor. Necesitaba tiempo y algo de tranquilidad para poder recuperar el control de su mente. Luego de una transformación prolongada era común encontrarse en ese estado de desconcierto y de inconsciencia de sus propios actos y emociones. Las imágenes, los lugares, los colores se intensificaban aunque permanecían ajenos, extraños. Luego, poco a poco, los recuerdos y los pensamientos comenzaban a aflorar sin orden ni conexión entre ellos. Por último, la mente lograba organizarse lo suficiente para poder hablar y expresarse con un poco de coherencia.

- Tranquilo, estarás bien... sólo descansa un poco - Ged extendió su mano sobre el chico y murmuró unas pocas palabras para que pudiera dormir.

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- Hermione, no sé... ya ha pasado una semana ¿No deberíamos hablar con alguien? -Ron estaba sentado en un oscuro rincón de la biblioteca junto a una enorme pila de libros. Los chicos se habían pasado los últimos días buscando alguna pista sobre la extraña desaparición de su amigo. Pero hasta ahora no habían logrado encontrar nada.

- Yo también estoy muy preocupada, pero estoy segura de que la desaparición de Harry no fue causada por el horcrux. - en el rostro de la muchacha se podía vislumbrar el cansancio y la tensión provocada por los acontecimientos de los últimos días. - Ya lo hemos discutido Ron, él cruzó esa especie de portal... incluso McGonnogal está de acuerdo...

- ¿Pero no lo habrá hecho por causa del horcrux? El Innombrable debe haber puesto alguna clase de encantamiento - desde su aventura en el Bosque Prohibido no habían hablado de otra cosa. Habían creado mil teorías y las habían desechado. Aún no le habían contado a nadie acerca de los horcruxes porque no querían traicionar la confianza de Harry. Pero al hallarse éste desaparecido...

- No lo sé... hay muy poca información al respecto... pero estoy segura de haber leído algo sobre esa especie de puerta... - la respuesta de Hermione fue apenas un susurro. Ya no estaba segura de nada. Todo el conocimiento adquirido a lo largo de los años no le brindaba ninguna respuesta, pues parecía que se hallaban ante un misterio sepultado bajo años de silencio.- Pero tienes razón en una cosa... no podemos seguir así. Tenemos que hacer algo...

- Si, ya sé, debemos seguir buscando - suspiró el pelirrojo. No le agradaba estar sentado, en compañía de cientos de libros cubiertos de polvo mientras Harry estaba en peligro- ¡Mierda Hermione! Estoy seguro de que algo se nos escapa...

- McLuggen - susurró a muchacha - creo que ella sabe algo...

- Los has repetido mil veces ya - dijo Ron- pero la última vez que te acercaste te quitó puntos por importunar a un profesor. ¡Es peor que Snape!

- A ese no lo nombres Ron- gruñó Hermione. La reticencia de la nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras a hablar con ellos era evidente. La muchacha la había atosigado a preguntas dentro y fuera del aula, pero McLuggen las evadía sistemáticamente.- Es hora de tomar medidas más drásticas.

- ¿En que piensas? -Ron había temblado bajo la mirada de su amiga. El brillo en sus ojos delataba ese fanatismo que la muchacha había tenido con el asunto de la P.E.D.D.O. y él sabía que era capaz de proponer que hicieran cualquier cosa.

- Creo que debemos seguirla... Ve a buscar el mapa y la capa de Harry, espero que en breve obtengamos alguna respuesta.

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Harry abrió los ojos lentamente. El sol de la mañana caía con fuerza impidiéndole volver a conciliar el sueño. Estaba confundido. ¿En dónde se hallaba? Lo único que recordaba con claridad era su enfrentamiento con el Mago Gris y después de eso todo estaba borroso en su memoria. Sólo recordaba el agua, mucha agua en el lugar dónde debería haber estado la tierra. ¿Agua? El joven observó a su alrededor. Estaba en una pequeña barca que surcaba rápidamente el océano. Enfrente de él había un hombre rostro moreno y ojos penetrantes. No debía ser muy alto a pesar de ser de complexión fuerte y sujetaba en su mano derecha una larga vara de madera. Debía tener cerca de treinta años.

- Buenos días, gaviota.- la voz del hombre era grave y áspera, pero cuando habló lo hizo con dulzura. -Largo viaje es el que has emprendido y por caminos que no deberían ser cruzados. Sin embargo, no estoy aquí para juzgar tus actos, gaviota, pues el camino de la magia es extraño, aterrador y fascinante. Debemos recorrerlo con precaución y respetando el Equilibrio de las cosas.

El muchacho no contestó. No conocía a ese hombre y aunque no tenía ningún motivo para desconfiar la vida le había enseñado el valor de la prudencia. Sin embargo Harry no podía dejar de observar a aquella extraña figura. Podía distinguir unas profundas cicatrices en su mejilla derecha, negras, curtidas por el sol y la vida a la intemperie. Atravesaban el rostro del mago otorgándole un aspecto intimidante, feroz. Su tez tostada adquiría tonalidades casi rojizas bajo el sol de la mañana mientras que sus ojos negros no se apartaban de él. El mago no parecía sentirse incómodo por el silencio de Harry. Continuó.

- Me llaman Gavilán -dijo Ged - Estuve con Ogion antes de partir a buscarte. Cosas extrañas están sucediendo en Terramar. No se habían visto dragones en Roke hace muchos años. El vuelo de un dragón rara vez es casual.

- Me estaban buscando - respondió Harry con voz ronca. No sabía si debía confiar o no en ese extraño pero una vez más se hallaba perdido en el Archipiélago. No tenía demasiadas opciones - Aunque no sé muy bien porque. Fryaddesum no me explicó el motivo... El no habló mucho, solamente me llevó a ese lugar... dijo algo así como que debería enfrenarme al Mago Gris y que era sólo el comienzo...

- Los dragones no siempre dicen la verdad, gaviota, aunque no creo que hayan atravesado el Archipiélago para mentirte- el tono de Gavilán era pausado y profundo - Y rara vez se comunican con un humano. Son seres que escapan de nuestra capacidad de comprensión, son la esencia de la magia misma en Terramar. Sólo los Señores de los Dragones, aquellos que pueden hablar con ellos, pueden resistir una conversación. No es fácil hablar con estos seres. Yo soy un Señor de Dragones, y creía que era de los últimos de por aquí. Pero creo que me encuentro sentado ante otro.

- ¿Señor de Dragones? - ahora sí que Harry estaba absolutamente impactado.- ¿Yo?

- Sí, Elnar. A ti te buscan y ellos siempre encuentran los que buscan- Ged observó a Harry un momento antes de continuar - Hace más de tres años, estuve en Selidor, lugar en dónde habitan muchos dragones. Nunca, aunque pasen muchos años y me convierta en un anciano, podré olvidar el vuelo de los dragones hacia el oeste...

Llegué a Selidor buscando aventuras, conocimiento. Nunca me he quedado en un mismo sitio por mucho tiempo... he recorrido el Archipiélago siguiendo el camino de la magia y de mis propios actos desde que era un poco mayor que tu. Y ese camino me llevó a cruzarme con Orm Embar, uno de los más poderosos dragones que actualmente existen. No es el más viejo, aunque tiene muchísimos años, pero es sin dudas uno de los más fuertes y sabios. Yo andaba en busca de la runa de los Reyes... supongo que conoces la historia de Tenar... La Runa de los Reyes o la Runa de la Paz se hallaba dividida desde los tiempos de Erreth-Akbé. Desde que fue rota no hubo nunca más un rey que gobernara todas las islas y era necesario volver a encontrarla. Hace más de diez años me entregaron una de sus mitades, fue el regalo de una vieja, ignorante, que había vivido aislada del mundo junto con su hermano casi toda su vida. Yo no supe inmediatamente de que se trataba pero un regalo así, hecho de esa manera tan desinteresada, no puede rechazarse. Al tiempo descubrí su significado y la emoción me embargó. Sin embargo la otra mitad aún se hallaba perdida. Recorrí el Archipiélago hasta Selidor, buscando respuestas y allí encontré a Orm Embar. El no teme que puedan dominarlo, ni oculta su nombre verdadero como lo hacen los hombres y los otros dragones. Me perdonó la vida y me dijo la forma de hallar la otra mitad de la Runa de los Reyes.

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- Shh, no hagas tanto ruido Ron - dijo Hermione en un susurro. Se encontraban ocultos bajo la capa invisible siguiendo a su misteriosa profesora. Habían estado observando el Mapa del Merodeador para vigilarla y en cuanto la mujer comenzó a caminar hacia el Bosque Prohibido decidieron seguirla.

- Yo no hago ruido... - gruñó Ron. La idea de volver al bosque no le agradaba demasiado pero cuando a la joven se le ponía algo en la cabeza ni una manada de hipogrifos desbocados eran capaz de hacerla retroceder. Estaban bordeando la entrada del Bosque Prohibido y pronto ya se habían adentrado en el corazón del mismo. Recorrían un camino diferente al que habían hecho junto a Harry, pero llegaron al mismo lugar en dónde su amigo había desaparecido hace ya ocho días.

- Merlín... eso es... - susurró Hermione temblando. - Eso es La Puerta del Destino

- ¿Que? - Ron estaba perplejo y asustado. Ahora si que no entendía nada - ¿La puerta de que?

- ¡Ay Ron! ¿Cómo es que no lo recordé antes? - Hermione estaba al borde de las lágrimas - En el Libro de Gryffindor, había una anotación sobre este lugar ¿recuerdas?

Ron iba a contestar cuando vieron algo que les quitó el aliento. Los negros cabellos de McLuggen comenzaron a agitarse como movidos por un viento inexistente, ya que era una noche calma. La profesora estaba parada cerca de los dos grandes troncos con sus brazos extendidos y cantaba una extraña melodía con palabras que los chicos no llegaban a comprender. La piel de la mujer adquirió un tono dorado, aunque ellos no podían estar seguros, ya que una luz brillante envolvía todo su cuerpo. Un torbellino de viento y colores la rodeó y desapareció por unos momentos...

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- ¿Aro Kalessin? (¿Eres tu Kalessin?)

- Agni Orm Lugel (Te saludo Orm Lugel)

- Lup siriá ghu fertu (La puerta se está cerrando)

- Akhi jugres guluam hutoi (Lo hemos notado, pero aún no es tiempo)

- Medeu, lerion sufar? (Hermano, ¿debemos intervenir?)

- Kias, juios gus treri (Aún no, pero nuestros caminos pronto se cruzarán)

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Llevaban navegando más de dos días. Atravesaban las islas del Archipiélago empujados por el viento de la magia a una velocidad vertiginosa. A pesar de breve lapso transcurrido Harry había llegado a apreciar a Gavilán. Era un hombre hosco, rudo algunas veces y amable otras. Hablaba con cautela, midiendo cada palabra que pronunciaba y diciendo justo lo necesario. Un mago de Roke. En rara ocasión reía, quizás, porque no había motivos para ello pero, muchas veces, se podía observar como una sonrisa opaca cruzaba por su rostro, suavizando un poco sus facciones. Harry se sentía cómodo con él, y no le molestaban sus preguntas acerca de su mundo. Conversaban por horas tratando de encontrar las respuestas a las múltiples interrogantes.

- He vivido más de un año en Terramar, aprendiendo y escuchando. Pero aún me es difícil asimilar muchas cosas - dijo Harry. El atardecer se vislumbraba próximo mientras Miralejos avanzaba hacia el norte- Me cuesta entender la idea de que una sola palabra o runa encierre tanto poder...

- Te comprendo, Elnar. Cuando era niño mi tía me enseñó a llamar a los animales - Ged hablaba suavemente, con nostalgia- E incluso aún hoy me maravilla la capacidad de pronunciar una palabra y hacer que el halcón vuele hacia mí y se pose en mi brazo. Pero esa es la esencia misma de Terramar, la esencia de las palabras, de la naturaleza y de la magia.

- Lo sé, y aunque de dónde vengo es diferente las palabras deben ser pensadas o pronunciadas para poder urdir un hechizo - contestó Harry. Miró al mago que se hallaba sentado en un extremo de la barca y extrajo de un bolsillo de su pantalón dos extraños colgantes. Los ojos de Gavilán se posaron inmediatamente sobre ellos y no pudo disimular un gesto de asombro y admiración.- Estas son las Runas de la Naturaleza, las que dominan los elementos ¿no es cierto?

- En Terramar existe un dicho de magos que dice "Las leyes cambian en los confines". Básicamente hace referencia a la complejidad y profundidad de las raíces de la magia- a pesar de hablar con voz clara, no podía evitar cierto temblor en ella causada por la emoción -La magia misma depende del lugar, está unida fuertemente a él. Un hechizo pronunciado en Selidor puede ser inútil en Roke. Ciertas palabras de la Lengua de la Creación han sido olvidadas en Iffish a pesar de ser la base de la magia en Havnor. La trama de todo sortilegio ha de urdirse con la tierra y el agua del lugar en dónde se pronuncia...

Pero, a pesar de que nadie, salvo el mismo Segoy conoce todas las palabras, hay algunas que alcanzan un poder universal, por decirlo de algún modo. Si conocemos como dominar, sin importar el lugar en que nos hallemos, su esencia y sus elementos, podremos sentir y descubrir las raíces comunes de toda Terramar. Supongo que Ogion te habló del Bosquecillo Inmanente, en Roke. Sus raíces descienden aún más profundo que la propia isla. Porque todos los bosques de Terramar son ese bosque. Algo similar ocurre con esos amuletos que tienes en tus manos... con ellos, un mago, puede ser capaz de dominar la magia en cualquier sitio del Archipiélago.

- Y por lo tanto, tener control sobre el mismo... - meditó Harry- Algo similar a la runa de los Reyes, que es más que un símbolo...

El joven estudió con cuidado el amuleto de Rowena, que simbolizaba la Runa del Fuego. Éste no había sido destruido al pronunciar el hechizo para extraer y eliminar el horcrux. Era una piedra, común, sin brillo ni color definido. En el centro de la misma se hallaba trazada la Runa, esculpida en el corazón mismo de la piedra.

- Rowena Ravenclaw era una poderosa hechicera, que poseía el don de los elementos- dijo Harry suavemente, sin dejar de observar la extraña piedra.- Era parte de los mismos... y sin embargo ella tenía la Runa del Fuego

- No lo comprendo, Elnar- contestó Gavilán- Pero creo que no es la primera vez que nuestros mundos se entrelazan...

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En el corazón del Bosque Prohibido una mujer caminaba con paso firme hacia los terrenos del castillo. Las estrellas brillaban en el cielo anunciando que ya era más de media noche y una tenue luz se desprendía del cayado que sostenía en sus manos y que le ayudaba a mantener el equilibrio. Sus ojos negros estaban fijos en el camino sin embargo en su rostro se podía leer cierta preocupación. A pesar de que ella no podía cruzar la puerta, por lo menos en esos momentos, podía encontrase con su gente una vez cada siete días para mantener la conexión que la ataba a este mundo. Pero, ella podía sentir como se debilitaba esa conexión a medida que pasaban los días.

Luana McLuggen se detuvo de improviso. Observó con detenimiento el suelo antes de agacharse a levantar algo que no debería estar allí. Se trataba de una insignia, en rojo y dorado, con una "P" en el centro. En el lado de atrás sólo habían dos palabras: Hermione Granger

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Havnor era una ciudad de imponente belleza que se hallaba en el corazón del Archipiélago. Miralejos estaba anclada en un extremo del puerto, mientras que sus ocupantes caminaban rumbo a la ciudad. Planeaban conseguir algo de comida antes de reiniciar el viaje, pero deberían permanecer un par de días allí para visitar la Biblioteca Real en busca de cierta información. Piratas, mercaderes y hechiceros confluían el puerto, negociando y ganado dinero, formando un paisaje extraño y pintoresco. Harry observaba fascinado mientras descubría una nueva cara de Terramar. Había convivido durante un año con Ogion y Tenar, en Re Albi, viviendo una vida tranquila dedicada al aprendizaje y a la contemplación de la naturaleza. Pero ahora se hallaba frente a un mundo diferente, caótico y, paradójicamente, mucho más familiar. Rodearon un mercado callejero en dónde se vendían una cantidad increíble de objetos y dónde se podían encontrar las cosas más disímiles. Gavilán sonreía ante el desconcierto de Harry

- ¿Creía que toda Terramar era como Gont? - la voz risueña de Ged despertó a Harry quien sólo atinó a asentir un tanto avergonzado. Caminaron durante casi una hora abandonando el ruido del centro. Gavilán se dirigía hacia una pequeña casa en el extremo sur de la ciudad, casi en las afueras. Se trataba de una cabaña pequeña, modesta que casi no se distinguía de las otras que poblaban los alrededores. Tocó a la puerta un par de veces con el cayado de madera. Abrió la puerta un hombre viejo, de cabellos y barba blanca con aspecto malhumorado.

- ¡De todos los visitantes inoportunos que podrían llegar hasta mi puerta, tenias que ser tu, Gavilán!- el hombre lo miró con cierto desagrado antes de suspirar- Adelante, a pesar de que siempre traes problemas eres bienvenido.

- Gracias, Tir- contestó Gavilán con educación.- Te presento a Elnar... quien creo que tiene una historia que puede interesarte...

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La noche había caído sobre Hogwarts hacía ya muchas horas. Ron y Hermione se hallaban en la Sala Común de la Torre de Gryffindor tratando de recuperarse de su segunda incursión al Bosque Prohibido en menos de diez días. Luego de ver desaparecer a su profesora a través de La Puerta del Destino, regresaron rápidamente al castillo. No sabían si debían o no hablar con McGonnogal (su único referente en el colegio) sobre lo sucedido, pero ya pensarían en ello mañana. A pesar del cansancio y la emoción de los últimos acontecimientos los muchachos se hallaban enfrascados en la lectura de un grueso libro de tapas oscuras.

- "Es majestuosa, de una belleza única, rústica pero a la vez delicada. Es la Puerta de los Reyes, de los herederos de un pasado remoto y de una sabiduría ancestral. Los árboles son tan antiguos como la tierra, sus raíces penetran hasta el corazón del mundo y son parte esencial del mismo. Sus copas se mueven suavemente, acariciadas por la brisa del amanecer y bañadas por el rocío. Pero en su interior encierran una fuerza más temible que el fuego, que la muerte y que la vida. Pero lo más asombroso en ella son quizás las figuras que se alzan en su cima. El fénix y el dragón, dos criaturas ancestrales, imperecederas, mágicas. Es la llave del futuro, sólo se abrirá una vez más..."

- Ya se ha abierto - dijo una voz profunda enfrente de ellos. Luana McLuggen estaba de pie en la Sala Común con una expresión indescífrale en el rostro- Harry Potter abrió La Puerta del Destino. Y ahora, nuestros caminos se han vuelto a cruzar...