Se ha de tardar mucho en regresar de la muerte...aunque sea volando en un dragón. Te llevará mucho tiempo. Tiempo y calma, silencio y quietud. Te han herido. Sanarás.

Ursula K. Le Guin. Tehanu

Capítulo 12: El Camino

- Él nos envió un mensaje a través de su Patronus, a Hermione y a mí. Yo no entendí que quiso decir... -dijo en voz casi inaudible el pelirrojo. Luego de mirar por última vez a su amiga, se aclaró la garganta y un poco más fuerte respondió - Busquen en el principio, dijo, allí está la clave...

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- Las respuestas están enterradas bajos los siglos de historia, Gavilán -dijo Harry suavemente, hablando bajo, reflexionando sobre cada una de sus palabras- Necesitamos encontrar cuanto antes el libro perdido de Hussa...

Ged lo miró seriamente, como evaluándolo con gravedad, aunque en realidad trataba de organizar los últimos sucesos en su mente. El peso de la responsabilidad que recaía sobre sus hombros se hacía cada vez mayor. Las Runas de la Naturaleza, junto a ese extraño joven que tenía ante sus ojos eran un misterio protegido por siglos, y sentía que era casi un sacrilegio abrir esos poderes ancestrales. Sin embargo, el ya estaba allí, sumergido nuevamente en una aventura que cuestionaba años de aprendizaje de la magia.

- Tienes razón Gaviota, pero antes de partir necesito que me digas que es lo que tienes escondido en tu interior -dijo Ged despacio, casi susurrando cada palabra. Harry lo miró interrogante, casi con temor, pero permaneció impasible esperando que el mago continuara- Desde que nos encontramos, hace ya unas semanas, puedo notar que no has sido completamente sincero. Hay algo que te perturba y, creo no equivocarme, está directamente relacionado con nuestra pequeña aventura.

- Tienes razón, Gavilán, como siempre -contestó Harry vacilando- Pero no sé si mis suposiciones son correctas... Realmente no lo sé...

- Quizás si compartieras tus preocupaciones y sospechas entre los dos podríamos acercarnos un poco más a la clave de este misterio -susurró Ged tranquilamente- Aún estamos entre sombras, pero podemos conjurar un poco de luz si trabajamos juntos Gaviota...

- Es posible -replicó pensativo Harry- Y luego de lo que hemos vivido esta noche no puedo más que confiar en tí. Sin embargo, no te puedo ofrecer más que un parde ideas sueltas, viejas historias de un mago que habitó mi mundo hace más de mil años.

- A pesar de que el tiempo nos presiona, aún tenemos toda la noche -dijo Ged pausadamente- El fuego del conocimiento es indispensable para continuar nuestro camino... Te escucho...

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Ron estaba dormitando en la fria silla de la enfermería mientras Hermione miraba distraidamente hacia la ventana. Estaba tratando de reorganizar sus ideas mientras el sol de la tarde se apagaba lentamente frente a sus ojos. El principio. Harry no podía haber sido más impreciso aunque lo hubiera planeado meticulosamente. Les había enviado una pista a ellos, pero aún así no lograba entender a lo que se refería. La pregunta era a que comienzo se estaba refiriendo, el lugar por dónde empezar a buscar...

La luna llena se asomaba entre los árboles del bosque lentamente, como pidiendo permiso. Hermione observaba el lento movimiento de las hojas mientras recordaba los últimos acontecimientos, aquellos sucesos que la habían llevado a replantearse los fundamentos más profundos de la magia. Una tierra diferente se alzaba frente a ella, difusa y profunda, dueña de un misterio ancestral que regía el futuro de su mundo. Necesitaba descifrar la clave que les había enviado Harry para entender lo que estaba pasando y cómo debían actuar. De a poco comenzó a recordar retazos de su propia historia, de su niñez y sus primeros años en Hogwarts. Una niña asustada luego de haber destrozado inexplicablemente una puerta le sonreía tímidamente desde lo profundo de su memoria. La imagen de Harry y Ron enfrentando al trol, el ajedrez gigante, la cabaña de Hagrid, su malograda poción multijugos le arrancaron inesperadaente una sonrisa. Pero esos tiempos se presentaban difusos, como si pertenecieran a otra persona.

- El principio... -susurró Hermione en la oscuridad- Dónde todo comenzó... Hogwarts...

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"El límite entre el tiempo y el espacio se presenta difuso en un territorio surcado por la magia, dónde el poder de fuerzas ancestrales se manifestan abiertamente. Es un vórtice lleno de energía y de poder. Las fuerzas de la naturaleza, el viento y el fuego, la tierra y el agua se encuentran unidas por algo que escapa a nuestra comprensión. Rowena canta a la noche una hermosa canción desconocida mientras nuestro pequeño hijo duerme bajo la luz de la luna. ¿Por qué? no hallo una respuesta en el bosque... Es muy confuso...

Anoche soñé con un dragón rojo. Volaba sobre el amanecer surcando el cielo y dueño de una bellza ancestral, sagrada e intocable. Es díficil de comprender, más allá de nuestra conciencia, el significado de los sueños... Sin embargo, esta onírica visión que se presentó ante mí esta noche, no es sólo un mero juego de mi imaginación... Es el mudo testigo de la unión entre lo tiempos... y de como el espacio es uno sólo.

Al aceptar el preciado regalo de aquellos seres, el cual ata a mi esposa a nuestras vidas, sellamos un pacto por el que deberemos responder durante nuestras vidas, y más allá de ellas. Mi niño, quien aún duerme en la noche de la inocencia, será el próximo custodio de este acuerdo... y así será por generaciones, a través de los siglos, hasta que se libre la última batalla de estos tiempos... En ese instante, redescubriremos la paz y construiremos un futuro...

Hasta entonces, el león rugirá en mi sangre... el destino de este lado estará siempre unido a el de mi estripe..."

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- Yo no sé muy bien como explicarte esto Gavilán, pues yo pasé por alto muchas señales, dado que toda mi atención siempre estuvo centrada en Voldemort... y cómo acabar con él. Pero, durante los tres meses que pasé en la granja, cuando mis sueños se poblaban de dragones y visitaba la Tierra Yerma, tuve la oportunidad de recordar las palabras de uno de los magos más importantes en la historia de mi mundo. Encontré un libro en la casa de mis padres, muy viejo, en dónde había plasmado sus experiencias y contaba la historia, a medias en realidad, de la Puerta del Destino, de su guardiana y de Rowena, la bruja dueña del medallón... Sin embargo, para mí esta historia comenzó antes, cuando sólo tenía un año de edad...

La voz de Harry era tranquila y pausada, a pesar del lígero temblor en sus manos. Un año en Terramar lo había fortalecido y le había enseñado a modular su lenguage. Ya no hablaba como un adolescente inglés, sino como un aprendiz de mago, concentrandose en transmitir su mensaje. El idioma lo forzaba a ello, es cierto, pero también el aprendizaje y la madurez lo habían alcanzado en un modo que nunca hubiera creído posible. Ged no pudo evitar estremecerse, al intuir el destino de aquel joven mago, pues su experiencia con la magia le decía que aunque este historia concluyera, él futuro de ese muchacho seguiría siendo único.

De a poco Harry le relató a Ged su verdadera historia, hablándole de su mundo, de su familia y de sus amigos. Le contó sobre Hogwarts, Dumbledore y hasta mencionó en un par de ocasiones a Sirius. Los sucesos de su último año en el castillo estaban muy frescos en su mente, pues habían quebrado algo muy profundo en él. Al finalizar su sexto año, había abandonado el último bastión de seguridad y había comenzado a transitar tempranamente el camino de la madurez. A pesar de las abismales diferencias entre sus vidas y sus universos, Ged no pudo evitar sentir una cierta empatía por aquel chico. Cuando se ha enfrentado a la oscuridad, ya sea dentro de si mismo persiguiendo a su propia sombra o por el peso de haber sido marcado a tan temprana edad, se comparte un lazo invisible y se comprende al mundo con todos sus matices.

- Entonces Gaviota, cuando regresaste a tus orígenes, no sólo sellaste tu propio ciclo, sino que descubriste un misterio sepultado bajo el abandono de la historia -contestó Ged cuando Harry interrumpió su relato- Y sin quererlo hallaste una de las claves de esta historia...

- Si, pues Rowena fue testigo de uno de los primeros encuentros entre nuestros mundos -dijo Harry tranquilamente- Y quizás el único... Pero he pensado que de un modo peculiar y inmensurable, nuestros caminos están cruzados... No sólo la Puerta del Destino une nustros mundos, sino también la búsqueda del equilibrio entre la luz y la oscuridad...

- Por lo que hasta que tu mundo no halle el equilibrio, el mío tampoco lo hará- interrumpió Ged siguiendo el hilo de razonamiento de Harry- Y viceversa, incluso a ambos márgenes de la Puerta el equilibrio debe establecerse... La fueza de la magia y de la naturaleza están unidas por el tiempo y el espacio...

- Creo que si Gavilan, por lo que es vital que restablezcamos, en primer lugar, el equilibrio de la naturaleza... -dijo Harry en un susurro- Debemos reunir las Runas de la Naturaleza, para que de a poco lo que fue roto vuelva unirse...

- Y destruir el alma de tu enemigo- dijo Ged- Para que la paz y el equilibrio retornen...

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Luana McLuggen estaba inquieta. A pesar de ser una mujer que dominaba sus sentimientos en todo momento, no podía dejar de estremecerse al pensar el poder que le otorgaría a Voldemort el control de la Puerta. Pues aunque existían muy pocos magos capaces de dominar la entrada a ambos mundos, ella sabía que ese ser sería capaz de hacerlo. En estos momentos, el hilo que unía los dos universos era inestable y errático. A pesar de que ella, por ser habitante natural de ambos universos podía establecer el contacto, sabía y sentía la inestabilidad del portal. Cualquier cosa podría suceder a partir de allí. La Puerta se estaba cerrando y luchaban contra el tiempo. Pero, si se establecía una apertura desde el Bosque Prohibido, externa a la natural, aunque se mantuviera con magia, afectaría el cauce de energía de un modo brutal e impredecible...

Los dos muchachos, Ron y Hermione eran aún muy jóvenes e inexpertos para identificar lo que había sucedido. Voldemort había invocado poderes ancentrales y casi desconocidos para tratar de abrir el portal. Se había concentrado en la energía de la muerte y casi los había llevado a la Tierra Yerma. Y a pesar de que había logrado detenerlo, no podía asegurar que si había una próxima vez también tuviera éxito. Necesitaba proteger la Puerta, era su deber como custodio a través de los siglos, pero por primera vez no sabía como hacerlo.

De pronto la puerta de su habitación se abrió de improviso revlando a los dos jóvenes que en esos momentos deberían estar en la enfermería. Ron parecía confundido y aún debía estar medio dormido. A Hermione, por el contrario, se la veía nerviosa y expectante. McLuggen, quien esos momentos se disponía a reprender a los muchachos, no pudo emitir ningún sonido al reparar en el gran libro que tenía la chica en sus brazos. Se podía distinguir, aún en las penumbras de la habitación, que se trataba de un libro antiguo, sus cubiertas oscuras contrastaban con el gran símbolo que brillaba en una de sus tapas, y aunque habían transcurrido siglos desde la última que lo había sostenido en sus manos, lo reconoció de inmediato. El diario personal de Godric Gryffindor.

- Espero que me puedan explicar satisfactoriamente como consiguieron ese libro -dijo severamente la profesora, quien había logrado recuperarse rápido de la sorpresa y los miraba con desconfianza. El diario de Godric había desaparecido hacía más de trescientos años, llevandose con el un secreto importante de la Puerta del Destino, un hechizo, la clave más importante para recuperar la estabilidad en ambos mundos.

- Lo encontramos en el Valle de Godric este verano, profesora -explicó casi tímidamente Hermione. La muchacha no había pasado por alto la severidad de las palabras de McLuggen, pero dado los últimos acontecimientos no podía detenerse en explicaciones vanales- Está aquí, dentro de este libro está lo que Harry nos pidió que que buscasemos. No sé cómo no lo vimos antes, era algo tan obvio...

- Si, sin lugar a dudas lo era... Pero no tenemos tiempo para especular...- dijo McLuggen rápidamente. Si ella estaba en lo cierto aún había esperanza, aún podían hallar, si no la solución (pues esta estaba en manos del muchacho que se encontraba en Terramar) por lo menos las herramientas necesarias para cumplir su misión en este lado, para terminar su tarea aquí. Luego de esto, si toda salía como esperaba, volaría al oeste, para encontrase en los reinos de la eternidad con sus hermanos- Pero mucho me temo, Señorita Granger, que en contra a mi propio criterio, no voy a tener más remedio que solicitar su ayuda, y la del Señor Weasley...

Los chicos solamente necesitaron mirarse a los ojos fugazmente ante de asentir.

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Harry y Ged habían partido antes del amanecer. Miralejos surcaba el mar rápidamente, avanzando hacia el corazón de la magia de Terramar, impuslada por el viento de la magia. El sol brillaba tenue y cálido, como queriendo anunciar un tiempo mejor, a pesar de encontrarse a principios de un otoño que anunciaba ser frío y hóstil, sobre todo para los viajeros. Aunque no había transcurrido muchas horas desde su partida de Havnor, el mar se imponía ante ellos como el mudo testigo de la inmensidad del mundo, mostrando un vasto paisaje de agua desde cualquier ángulo que se lo mirase. Los ocupantes de la pequeña barca permanecían en silencio, sumidos en sus propios pensamientos y en sus pesadillas personales.

Las horas transcurrieron normalmente, hasta que el sol dejó de brillar en el horizonte dejando paso a las estrellas que cubrieron por completo la oscuridad de la noche. En el bolsillo de la vieja chaqueta de Harry, que anteriormente había pertenecido a Elifar, el marinero que lo había acogido en su casa, descansaban las Runas del Aire y del Fuego, como el recordatorio de la tarea que debían cumplir. En un pacto tácito, tanto Ged como Harry, habían decidido no utilizarlas, por lo menos hasta que llegar el momento. No podían retar a la naturaleza, si pretendían restaurar aquello que nunca debió ser alterado. Los dos tripulantes de Miralejos se turnaban para dormir y para mantener los sortilegios que le permitían a la barca avanzar rápidamente hacia su meta: Roke. La isla de los magos, el corazon de la magia en Terramar.

Durante la segunda mañana de su viaje, Harry abrió los ojos desconcertado, pues las raíces de la magia del lugar lo envolvieron de pronto, otorgándole la conciencia del lugar en que se hallaban. Frente al él, erguida sobre una imponente roca en el medio del mar, se hallaba Roke, una de las últimas paradas ante del final: la Isla de los Magos. Ged sonrío ante el descinconcierto de Harry, aunque debía admitir que estaba impresionado. No muchos magos son capaces de detectar el intricado mecanismo mágico que rodea a la isla.

- Es aquí ¿verdad? -no era una pregunta, más bien una afirmación, pero Harry necesitaba que el hechicero le confirmara sus suposiciones.

- Sï, aquí es... La isla de Roke, el corazón de la magia de Terramar y la Escuela de los Magia del lugar -a pesar de lo importante de su misión, Ged no pudo evitar un tinte de humor en sus palabras, porque tenía curiosidad por ver la expresión en el rostro del muchacho... Éste le había hablado de su propia escuela, Hogwarts, y la ansiedad estaba plantada en su rostro al preguntar por Roke

Desembarcaron sin problemas en la orilla, dejando pronto atrás a Miralejos para iniciar la búsqueda del Libro Perdido de Hussa, que según el viejo bibliotecario de Havnor, se hallaba en Roke. Poco a poco caminando entre los habitantes de la Isla llegaron a la pequeña entrada a la Escuela. Como de costumbre, el Portero saludó a Ged amablemente, sonriendo con la mirada, pero no le permitió la entrada a Harry. Toda persona que ingresara al lugar, debía responder a una simple pregunta del Portero, debía decirle a este su nombre. Harry titubeó un poco antes de contestar, y sin mirar a Ged contesó: Trimma...

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En el despacho del salón de Defensa Contra las Artes Oscuras McLuggen estudiaba con detenimiento el Libro de Godric. A pesar de que habían pasado más de mil años desde su muerte, Luana aún extrañaba a la pareja que le había enseñado el respeto por la magia y el valor de aceptarse a si misma. A medida de que avanzaba entre sus hojas, recordaba retazos de sus porpia historia. Pero no buscaba las palabras de Godric, sino que trataba de encontar el mensaje de Rowena.

A su lado se hallaba Hermione, que había comenzado a impacientarse luego de una hora durante la cual su profesora se había sumergido en el libro. Esta no hacía comentarios, sino que murmuraba en voz alta algunas palabras desconocidas para la muchacha. Ron cabeceaba a su lado, demasiado cansado como para luchar contra el sueño, pues hacía demasiados días que no había podido dormir como es debido. Incapaz de quedarse quieta, Hermione comenzó a pasear distraidamente por la habitación, sabiendo que en esos momentos era mejor no interrumpir a McLuggen. Se detuvo a hojear algunos libros antiguos que reposaban en la biblioteca personal de la profesora.

Uno de ellos llamó inmediatamente su atención. No era un libro propiamente dicho, sino una especie de cuaderno muy viejo, de tapas gastadas y rotas en algunas partes. Luego de una fugaz mirada a su profesora, para asegurarse de que no le estaba prestando atención, tomó el cuaderno en sus manos y los abrió cuidadosamente. Era muy antiguo, casi tanto como el libro de Godric y estaba escrito a mano. Le habían añadido páginas y notas a lo largo de los siglos, aunque la caligrafía era siempre la misma. Se trataba de una pequeña biografía de cada uno de los descendientes de Gryffindor y Ravenclaw, aunque no eran exhaustiva y se inclinaba más hacia el crecimiento mágico de cada uno de ellos. Sin poder contenerse, fue directamente al final de las hojas para encontarse con una revelación que le heló la sangre al comprender las implicaciones de la misma.

En esos momentos el cuaderno se resbaló de sus manos junto con su ahogado grito de sorpresa. Ron levantó la mirada, despertándose de golpe e interrogándola con la mirada. McLuggen sin embargo sonrió de una forma enigmática antes de hablar.

- Si señorita Granger, antes de que me lo pregunte mi respuesta es sí. Es por ello que él fue capaz de atravezar la Puerta del Destino y es por ello que debe volver. Estuve todos estos años esperando una señal, algo que me indicara que era tiempo de actuar. Y nada de lo que ha pasado es casual. La magia opera en formas intrincadas y misteriosas, y aunque el destino lo construimos nosotros, y son nuestras acciones las que nos conducieron hacia este lugar, el Pacto que marcó el camino de nuestros mundos sólo podía ser transitado por él, por alguien que lleve en su interior su sangre: Harry Potter

- No entiendo -preguntó Ron desconcertado a quien las palabras de su profesora lo habían despertado por completo- ¿Por que Harry?

Esta vez, fue Hermione la que rompió el silencio que se había apoderado de la habitación durante unos escasos segundos. A pesar de que la voz le temblaba al hablar, sus palabras resonaron claras en la habitación.

- Porque Harry es el último descendiente vivo de Godric Gryffindor...

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En un rincón oculto de Inglaterra, bajo el amparo de la noche y de numerosos hechizos que protegían el lugar, el mago más temido de los últimos tiempos se hallaba sumido en un sueño profundo y artificial, provocado por un deseo de traspasar las barreras de la carne, de su propio cuerpo y llegar más allá, ver más allá de su propia realidad. Las tienieblas poblaban su mente y su espíritu mutilado, pero lo fortalecían para poder recorrer el camino que había iniciado hace unas pocas horas. En esos momentos, no era más que su esencia más profunda, recorriendo una camino nunca antes transitado por los hombres.

El no era tonto, distaba mucho de serlo. Hace muchos años, cuando había comenzado a dividir su alma en siete partes, para alcanzar la inmortalidad, había reconstruido la leyenda de Rowena Ravenclaw. Conocía todas las implicaciones de aquel medallón, y los poderes de la Puerta del Destino. En ese entonces, a pesar de sus esfuerzos, no había podido abrir el portal. Sin embargo, al igual que había depositado parte de su espíritu en su diario, para que algún día la Cámara de los Secretos volviera a ser abierta, había guardado su alma en el medallón, con la esperanza de que una parte de su ser cruzara el umbral que dividía ambos mundos. Y lo había logrado.

Él sabía de los planes de Dumbledore para destruir los Horcruxes, pero estaba seguro de que éste no conocía el paradero de los mismos. Y aunque lo hiciera, nadie sobreviviría a los maleficios que había puesto sobre ellos. Y ahora que estaba muerto, no le preocupaba demasiado que Harry Potter fuera tras ellos, pues el muchacho no era lo suficientemente poderoso ni estaba capacitado para destruirlos.

Sin embargo, el medallón de Rowena era sin lugar a dudas diferente a los demás, pues no sólo allí descansaba su alma, sino que tambien era su esperanza de atravezar la Puerta del Destino para descubrir que poderes encerraba el otro lado. Y ahora estaba seguro de haberlo logrado. Su alma estaba vagando en algún lugar del otro lado, buscando un cuerpo que poseer, para alcanzar el máximo poder que puede llegar a alcanzar cualquier ser. No sólo sería inmortal, sino también dueño de un poder ilimitado.

Ahora sólo debía canalizar su espiritu y su enrgía en forma adecuada, para poder establecer el lazo entre ambos mundos y conocer todo el inmenso poder de lo desconocido. Y estaba cerca muy cerca.

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En un rincón alejado de Terramar, cerca del Confín del Poniente, una muchacha corría por el prado, tratando de alejarse lo máximo posible de sus propios terrores. Desde hacía meses, una voz en la oscuridad la perseguía, le susurraba palabras en su oído, mostrándole un camino que se presentaba incierto pero a la vez atractivo, interesante, poderoso. Pero desde hacía un tiempo tenía miedo, pues sentía que perdía de a poco la capacidad de controlar su propio cuerpo. A su alrededor sucedían cosas extrañas, oscuras y ella siempre se hallaba cerca, aunque no podía recordar nada.

Pero esa mañana, por fin había visto el rostro dueño de esa misteriosa voz. Se le había acercado luego del desayuno y había tratado en entrar nuevamente en su mente. Por ese motivo corría lo más rápido que su cuerpo le permitía. Finalmente sus fuerzas la abandonaron y cayó derrotada al suelo. Luego, todo se volvió negro.

A muchos kilómetros de allí, en la Isla de Roke, Harry estaba sentado al lado de la fuente en el patio de la escuela. A pesar de que el lugar parecía encantado y armónico, él estaba inquieto. Algo estaba sucediendo, algo que no podía identificar pero que era aterradoramente familiar. Ged lo miraba con gesto preocupado, mientras esperaban al Archimago. De improviso, el muchacho se llevó ambas manos a su frente, justo en dónde tenía su cicatriz y su rostro de controsionó de dolor. Dentro de su mente resonó una fuerte carcajada que había poblado sus sueños durante algunos años. En ese momento lo supo. Sin poder explicar cómo ni porqué entendió que sus más profundos temores lo perseguirían hasta el fin de los días. Lord Voldemort estaba en Terramar.