Lecciones Cotidianas

La temporada de quidditch, aunque no comenzaba oficialmente hasta noviembre, atraía grandes multitudes y era parte del trasfondo de la rivalidad entre las casas a lo largo de todo el curso en Hogwarts. Era un deporte rudo, sediento de sangre, y Harry florecía en él. Sin embargo, no podía comprender por su vida por qué Dumbledore, en toda su sabiduría, había decidido que las pruebas pudieran celebrarse al mismo tiempo para dos equipos en el campo de quidditch. Hubo ese discurso sobre deportividad y trabajo en equipo que se había hecho durante el anuncio, pero Harry no creía una palabra de eso. No con los centelleantes ojos azules que acompañaron la programación de que Gryffindor y Slytherin compartieran el campo, y las miradas puramente desagradables que les dirigieron desde la mesa Slytherin. No habría deportividad entre equipos. Probablemente sólo habría sangre.

Harry levantó su taza vacía burlonamente hacia Malfoy y el equipo Slytherin, dirigiéndoles un no tan sutil saludo de dos dedos. Neville, Seamus, y Dean se sentaron frente a él antes de que pudiera ver la respuesta de Malfoy, pero a Harry no le importaba tanto. Tenía la sensación de que las pruebas iban a ser agotadoras, ya que se rumoreaba que iban a presentarse una increíble cantidad de Gryffindors. Al menos, si acaso, con suerte acabarían con un buen partido de quidditch improvisado después.

Si Ron lograra retener el desayuno, eso era.

Hermione estaba dirigiéndole a Ron una mirada bastante compasiva desde el otro lado de la mesa mientras Harry comía sus gachas con calma, ignorando el beicon grasiento y en cambio deseando tener café para acompañar su comida. Sólo lo bebía por las mañanas durante el verano, pero se había convertido en un hábito y ahora que estaba de vuelta en Hogwarts con su inocuo té e inocente zumo de calabaza lo echaba en falta como loco. Quería algo fuerte por la mañana, maldita sea, algo con lo que arrancar.

"Potter, ¿ha recurrido a tener concursos de miradas con la vajilla?" La voz de Snape era reconocible en cualquier parte, y el familiar desprecio desde encima de su hombro hizo dar un bote a Harry. Se giró y fulminó con la mirada hacia arriba a la mirada divertida en el rostro de Snape.

"Es más cortés que mirar a la gente mientras come, creo." Replicó Harry, sosteniendo su taza vacía de un modo ridículamente protector mientras sostenía la mirada de Snape. En su visión periférica vio los ojos de Hermione ensancharse por su respuesta, y algo indignantemente dorado entró a la vista.

"En efecto. Buena suerte con las pruebas hoy, Potter, aunque tras su pequeña excursión al ministerio me atrevo a decir que esta tarea podría ser aburrida."

Harry sólo tuvo unos segundos para reflexionar que Snape le había dicho algo misteriosamente similar después de Hallowe'en en su primer año y se preguntó qué sabía Snape sobre las pruebas que él no supiera, cuando el objeto amarillento junto a él se dio a conocer. Luna estaba parada detrás de Ron con aspecto de una reina egipcia de colores quemados de otoño, un chal naranja y dorado envuelto alrededor de sus vaqueros y jersey muggles, con una gran cabeza de león de madera asentada impresionante y severamente encima de su cabeza. La cara del león estaba hábilmente tallada y era mayor que la propia cabeza de Luna, con la melena rodeándola y hecha de plumas marrón dorado.

Como si no hubiera bastantes estudiantes mirando abiertamente al bizarro atuendo de Luna, ella levantó la mano con calma y acarició la mejilla de la cara del león, haciendo que emitiera un vibrante rugido de pecho que resonó a través del salón y asustó a la mayoría de los que estaban comiendo. Las manos de Ron se levantaron al sonido, haciendo que no sólo derramara su zumo de calabaza sino que salpicara la jarra entera sobre tres platos de golosinas de desayuno. Seamus y Dean dejaron caer y destrozaron sus tazas de té y el tenedor de Hermione resonó en su plato, muchos otros haciendo eco en una impía cacofonía de ruido. Detrás de Harry, Snape soltó un resoplido divertido, y entonces susurró un hechizo antes de restallar la túnica y subir majestuosamente a la mesa de profesores.

Harry sintió sus manos calentarse y sonrió para sí mismo mientras sus amigos a su alrededor empapaban su comida derramada, disfrutando del café que había aparecido en su taza.

"¿No deberías estar comiendo bien si vas a ir a un test de alergias esta noche?" Preguntó Hermione, pareciendo molesta con Harry por no saltar fuera de su piel con el rugido del león de Luna. Harry sólo se encogió de hombros.

"¿Te gusta el león, Harry? Pensé que traería un poco de espíritu a tu equipo." Luna sonrió soñadora, pareciendo ignorante de las miradas fulminantes que estaba llevándose su sombrero.

Harry tomó otro sorbo de su café y le devolvió la sonrisa.

"Es genial, Luna."

. . . . . . . . .

El daño no fue demasiado malo esta vez, pensaba Harry mientras se sentaba en la cama de hospital y balanceaba la pierna derecha despacio adelante y atrás. La izquierda estaba un poco demasiado dolorida para hacer eso, pero estaba seguro de que para el sábado estaría bien. Al menos habían ganado el partido improvisado sin restricciones, y Crabbe había sido suspendido por utilizar un maleficio cortante sobre Harry. Harry miró los dedos destrozados de su mano izquierda y el profundo corte que corría desde su codo hasta su hombro. Era de un hechizo tijera elemental, si Harry había oído a Hooch correctamente, y a pesar de que estaba destinado a actuar como un sustituto de las tijeras, había causado bastante daño.

Por fin volvió a entrar Madame Pomfrey en la sala, llevando el historial de Harry y sacudiendo la cabeza.

"¿Debéis jugar a deportes tan peligrosos?" Amonestó ella, llevando una mesita con ruedas y una bandeja a su lado. Harry hizo una mueca mientras ella se remangaba y comenzaba a limpiar la herida.

"No es culpa mía." Señaló Harry, pensando en las veces que había acabado en la enfermería debido al quidditch.

"Por supuesto que no lo es." Cloqueó Madame Pomfrey, conjurando un hechizo de desinfección sobre la herida.

Harry sonrió cuando su tatuaje apareció a la vista. Los glamours no tenían una oportunidad contra las medibrujas.

"¿Está el Profesor…?"

"Está lidiando con el Sr. Crabbe. Creo que llegará en breve." Respondió Madame Pomfrey, mientras agitaba su varita en zigzag a lo largo del brazo de Harry y observaba cómo se formaban las puntadas. Menos de dos minutos después se abrió la puerta y entró Snape.

"Cuándo termine de recomponer a Humpty Dumpty, requiero unas palabras con él sobre su versión de los hechos." Anunció Snape con voz muy aburrida.

Estaba parado junto a la cama contigua a Harry, con las manos a los costados y los ojos atentos a cada movimiento que hacía Madame Pomfrey. Puede que hubiera sonado como si le hubieran ordenado estar allí, pero Harry podía ver la preocupación en su rostro y sabía que una vez estuvieran a salvo en el apartamento de Snape probablemente se llevaría otra lección sobre seguridad.

"Extienda el brazo, necesito extraer un poco de sangre para el test de alergia." Harry hizo una mueca pero hizo lo que ella dijo, sintiéndose levemente mareado mientras observaba la sangre brotar de su brazo a los viales. Era una visión interesante.

"Le dirá a la gente que me quedo a pasar la noche, ¿vale? ¿Y que no puedo ver a nadie?" Preguntó Harry, esperando que Madame Pomfrey cubriera su ausencia.

"Si me promete no acabar aquí de nuevo en ningún momento cercano." Replicó la medibruja severamente, haciendo que saliera de la cama mientras tapaba las muestras.

"Pero simplemente adoro tanto este lugar, es tan jovial y agradable." Respondió Harry con dulzura, agarrando su uniforme de quidditch sudoroso.

"Fuera, Sr. Snape. ¡Fuera!" Amonestó Pomfrey, agitando su varita hacia él. Harry corrió hacia la puerta principal, de nuevo sintiéndose jovial. Viernes por la noche y tenía un rato para relajarse donde Snape. Qué extraña idea era, y Harry se habría reído rotundamente de ella tres meses antes. Se detuvo en la puerta para esperar a Snape.

"Y tú, Severus." Comenzó Pomfrey, aunque se interrumpió cuando Snape se inclinó ligeramente e imitó quitarse el sombrero.

"Buenas noches, Madame."

Salió a largas zancadas por la puerta a paso rápido, ignorando el sonido de cloqueo que Pomfrey hizo tras él.

. . . . . . . . .

Snape lo empujó sobre el sofá cuando hubieron regresado al apartamento y acalló las protestas de Harry de que estaba bien, encendiendo fuegos en los candelabros y chimenea antes de sentarse en su sillón de orejas favorito.

"La próxima vez que te permita jugar a quidditch, desconectaremos el reloj. Encuentro que las constantes advertencias son bastante cansinas." Comenzó Snape, quitándose su propio reloj y dejándolo caer en la mesa lateral junto al sofá.

"Sí, vale." Concordó Harry, reclinándose en el sofá y pateando sus zapatos. "¿Qué siginifica la próxima vez que me lo permitas? ¡Soy el capitán de quidditch!"

"También eres un imán andante para los problemas. Es casi como si encontraras que la teoría de la evolución de Darwin fuera algún tipo de desafío personal." Snape lo observó atentamente, antes de convocar un menú de la cocinita. "Escoge lo que quieras para cenar, se lo pediremos a los elfos."

"¿Estuviste animándome al menos? ¿O a los Slytherin?" Preguntó Harry, abriendo el menú y chequeando las sopas. Había sido un día frío afuera, y después de sudar en el campo y volar a través del viento, Harry quería algo para calentarse.

"No seas estúpido." Dijo Snape, hechizando los zapatos de Harry para que flotaran hacia el pasillo. "Yo animo a las bludgers."

Harry resopló y se levantó para inspeccionar las librerías mientras Snape pedía la cena a través de la chimenea. A diferencia de en casa, las librerías de Snape aquí eran un poco más limitadas en los temas, y no parecía haber tantos libros. Algunas baratijas se alineaban en los estantes, lo más probable regalos de antiguos alumnos graduados ya que todos corrían a lo largo del mismo tema de o bien trabajo en pociones o decoración Slytherin, y había algunas fotografías enmarcadas de los terrenos de Hogwarts al atardecer.

Algo bastante brillante captó su atención y Harry desconectó de la discusión de Snape con un elfo doméstico mientras pasaba por un conjunto de libros bastante nuevos que había en un estante bajo. No había forma de que Snape hubiera comprado éstos, pensó Harry con una amplia sonrisa, y cogió uno naranja llamativo antes de girarse para encarar a Snape.

"Hasta la Coronilla, Lidiando Con Tu Adolescente en los Años Difíciles." Harry tenía una sonrisa burlona en la cara mientras leía el título, y casi rió de la mirada de disgusto en la cara de Snape.

"Tu jefa de casa se cree una cómica, y me regaló varios libros para padres después de nuestra discusión del martes."

"Yo podría comprarte una de esas tazas de café de Papá Número 1, si quieres, como la que tiene el Profesor Dumbledore de maestro." Ofreció Harry, manteniendo la voz sonando muy inocente. Apenas logró esquivar el maleficio de cosquillas que Snape envió en su dirección y fue salvado por la llegada de la cena. Devolvió el libro al estante, dirigiendo una mirada extraña a otro libro para padres que había allí y tenía una etiqueta con el precio en florines holandeses.

. . . . . . . . .

A medianoche, Harry, bajo un encantamiento desilusionador que le hacía parecer similar a un fantasma, abandonó el apartamento con Snape y lo siguió a través de los pasillos de la mazmorra mientras se encaminaban escaleras arriba. Hacía bastante frío, y Harry no podía evitar bostezar mientras caminaba.

"Mantente despierto. No me sirves de nada dormido en pie." Amonestó Snape, aminorando su paso de modo que Harry pudiera mantenerlo. No tenían linterna con ellos, ya que Snape clamaba que la visión nocturna de Harry se desarrollaría mejor sin una y una luz limitaría cuán lejos podían ver. Los zapatos de Harry hacían sonidos de arrastrado mientras caminaba a lo largo del pasillo e hizo una mueca por el ruido, preguntándose cómo podía Snape moverse tan silenciosamente. Cambió el peso sobre sus pies y se alegró de descubrir que hacía una pequeña diferencia en el ruido. Mientras caminaban, probó diferentes patrones en su paso para alterar los sonidos que hacían sus pies.

Entraron al Gran Comedor vacío y Harry se coló en la mesa de los profesores, deslizándose en el sitio de Snape con una amplia sonrisa. No era de extrañar que el hombre pareciera saber siempre cuándo pasaba algo, tenía una gran vista desde su asiento.

"Y ahora la razón por la que estamos aquí." Anunció Snape en tono sedoso, parándose detrás de Harry y golpeteándole el brazo con su varita. No dijo una palabra sobre que Harry se sentara, lo que hizo sospechar a Harry. "Si recuerdas correctamente, no has sido castigado por tu papel en destruir cierto vial de mi almacén."

Harry sintió la sangre correr a su cara mientras el recuerdo del incidente del mercurio flotaba a su mente. Por supuesto que Snape no había olvidado. Harry sólo había esperado contra toda esperanza que lo hubiera hecho.

"Sí, señor."

"Ayudarás a patrullar los corredores en busca de malhechores cada viernes por la noche durante tres semanas." Dijo Snape, su mirada desafiando a Harry a discrepar.

"Sí, señor." Respondió Harry, preguntándose cómo se las había arreglado para salirse con la suya sin limpiar nada.

"Y estaremos haciendo uso del mapa de Lupin." Añadió Snape, observando la respuesta de Harry.

Ah.

La frente de Harry golpeó suavemente la mesa mientras gemía y sacaba el pergamino del bolsillo de su jersey. Dobby le había recordado amablemente a Harry que llevara el mapa esa noche, de modo que pudiera añadir el lugar de Snape a él.

"Así que esto es obra de Lupin." Murmuró Snape mientras desplegaba el pergamino sobre la mesa.

"¿Ni siquiera lo sabías? ¡Mentiste!" Estalló Harry, levantando la cabeza de golpe. Snape lo desdeñó con un gesto.

"Hice una hipótesis, hay una diferencia. Muéstrame cómo funciona el mapa." Snape apuntó con su varita, pero no tocó el pergamino. Harry tampoco lo hizo.

"Estás fanfarroneando para sonsacarme información. Y esto es… era… no era mío. No puedo." Harry se interrumpió, mirando fijamente el mapa. ¿Podía ceder algo de su padre, a Snape? ¿Dejar que Snape lo utilizara contra los estudiantes?

"Elliot." La voz de Snape cortó a través de los pensamientos de Harry. "No estoy confiscando el mapa. Estás cumpliendo detención por ponerte en peligro y destruir propiedad, y este mapa te ayudará en tu detención. Muéstrame cómo funciona."

Harry miró el rostro ilegible de Snape y se fijó en lo que no veía. Snape no parecía victorioso, y no parecía estar calculando algo tampoco. Despacio, Harry sacó su varita del bolsillo y tocó el mapa con ella, tomando aliento.

"Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas." Ambos observaron cómo la tinta de araña pareció filtrarse de la varita de Harry y construir el castillo en un plano.

Snape estaba fascinado por el poder de la magia y la cantidad de investigación puesta en reproducir el castillo adecuadamente, incluyendo los atajos. Harry se sorprendió de descubrir que su etiqueta decía Elliot Snape. Seguro, estaba marcado en el Gran Comedor, pero el nombre Harry Potter no estaba en ninguna parte en el mapa. Tendría que asegurarse de que Ron y Hermione no vieran el mapa en ningún momento próximo. En alguna parte, pensó Harry con una amplia sonrisa irónica, su padre y Sirius estaban teniendo un ataque al corazón.

"¿Detecta capas de invisibilidad?" Preguntó Snape, pareciendo estar resolviendo un rompecabezas.

"Sí." Respondió Harry, observando a Peeves rebotar alrededor de la sala de transfiguración como un pinball. "Y animagos y gente bajo multijugos." Murmuró Harry, recordando a Barty Crouch y Colagusano.

Snape tenía una sonrisa maléfica que curvaba sus labios hacia arriba, una que mostraba que estaba desmesuradamente complacido por algo, y no favorecía sus rasgos en absoluto. Harry lo distrajo señalando un puntito que se había separado de la colmena de puntos Hufflepuff en su dormitorio. Observaron durante un minuto cómo la etiqueta de Cassandra Morganson se encaminaba vacilante hacia las escaleras. Snape señaló otra esquina del mapa donde un Slytherin estaba acechando cerca de las puertas de la biblioteca en el cuarto piso.

"Viernes por la noche, comienza." Murmuró Snape, recogiendo el mapa e indicando a Harry que le siguiera. Salieron del salón a través de la salida de profesores, y Harry se mantuvo callado mientras se colaban por una escalera angosta y oculta.

Cuando pasaron el tercer piso, Snape conjuró un hechizo muffliato sobre los dos, lo que pilló a Harry por sorpresa. "Ése es uno de los hechizos de tu libro de pociones, ¿no?"

"Mi palabra, él realmente estudia." Respondió Snape con sequedad, retirando un tapiz y asintiendo hacia Harry para que lo atravesara.

"Necesito algo que leer en Historia de la Magia." Harry se encogió de hombros tímidamente.

"Tus esfuerzos inadvertidos parecen estar dando fruto, ya que en la última reunión de profesores sufrí en silencio a través de la media hora de discurso de Slughorn de elogio de tus exquisitos instintos en pociones." Dijo Snape, sonando como si estuviera quejándose.

Harry se detuvo en seco y se quedó mirando.

"¿En silencio? ¿Como en, no le contradijiste?"

"¿Por qué discutiría con Slughorn?" Respondió Snape con un poco de irritación, sacando el mapa de Harry y comprobándolo de nuevo.

"Estás orgulloso de mí." Dijo Harry con una amplia sonrisa, sintiéndose bastante cálido de repente. Antes de que Snape lo negara, sin embargo, Harry señaló al suelo. Observaron con interés cómo pedacitos de piedra se arrastraban en las sombras, moviéndose como hormigas en fila contra el muro. Eran del tamaño de canicas a pelotas de golf, y le recordaron a Harry al juego de lemings que Dudley solía jugar en su computadora.

Ignorando a los dos estudiantes errantes por el momento, que de acuerdo con el mapa habían entrado a la biblioteca, Snape y Harry siguieron los pedacitos de roca mientras se encaminaban pasillo abajo y se alejaban del corredor principal del cuarto piso. Una vez llegaron al tramo de escaleras que conducían directamente a la enfermería, Harry observó con los ojos muy abiertos cómo las piedras se detuvieron de repente y se fundieron con el muro. Llevó un total de treinta segundos, y con un segundo parpadeo se volvió difícil distinguir las piedras leming de la roca del muro.

"¿Qué demonios fue eso?" Exhaló Harry, avanzando y moviéndose para tocar el muro. Snape le agarró la mano primero y lo evitó, sacudiendo la cabeza.

"Estoy alucinado de que no perdieras ningún dedo de niño." Murmuró Snape, agitando su varita sobre la roca para probar la magia que había animado los pedacitos.

"Déjame ver el mapa." Pidió Harry, ignorando el comentario de Snape. Snape se lo tendió distraído, todavía estudiando el muro.

Harry se inclinó sobre los dormitorios Slytherin resaltados en el mapa, frotando su varita contra el costado de su cabeza mientras escaneaba los nombres. Sonrió burlón por algunos de ellos, parecía que los brujos sangre-pura eran bastante creativos con los ridículos nombres que escogían para sus hijos. A pesar de que también miró en la sala común y los servicios, Harry no pudo ver ninguna etiqueta de Draco Malfoy.

"Malfoy ha desaparecido." Declaró Harry, volviendo a captar la atención de Snape.

"No puede haberlo hecho." Afirmó Snape, arrebatándole el mapa a Harry y escaneando él mismo los dormitorios. Harry miró por encima de su hombro y escaneó el cuarto piso, donde las piedras habían aparecido. Ningún Malfoy allí tampoco, lo que Harry encontraba bastante extraño. Lo único fuera de lugar en el mapa era el pasadizo secreto detrás de uno de los espejos, el que Fred y George le habían dicho se había derrumbado hace tiempo y llevaba a una tienda desconocida en Hogsmeade. Snape se enderezó de repente e interrumpió los pensamientos de Harry.

"Ven. Te queda una hora de detención y hay dos estudiantes errantes en la biblioteca."

. . . . . . . . .

La cama de la habitación de invitados era casi tan cómoda como su cama de casa en Stockport. Harry se dio la vuelta y abrió una grieta en un párpado despacio, buscando por la habitación muy tenuemente iluminada hasta que encontró el reloj en la mesa lateral. Las seis y siete am. Harry sonrió para sí mismo y se acurrucó más profundo bajo el edredón, disfrutando el calor en el frío aire de la mazmorra. Acababa de volverse a dormir, feliz de que fuera sábado por la mañana y sus amigos creyeran que estaba en la enfermería para una prueba de alergia, cuando oyó un fuerte sonido de gorjeo. El cerebro de Harry se atascó temporalmente, mientras intentaba averiguar cómo un pájaro había logrado meterse en las mazmorras y vigilar su habitación. Tras no regresar de la ronda nocturna hasta la una y media de la madrugada, Harry estaba bastante cansado.

A las siete menos cuarto, el pájaro volvió a gorjear. La desordenada cabeza de pelo de Harry se levantó de la blanca almohada y tanteó a ciegas hacia la mesilla de noche en busca de su varita, pretendiendo maldecir al infierno a la molesta criatura. Tres minutos de gorjeos más tarde y Harry por fin se incorporó, fulminando con la mirada al pequeño pájaro de plástico que finalmente pudo ver sobre la cómoda. La voz de Snape desde la puerta cercana le hizo saltar fuera de su piel.

"Levántate, antes de que lo convierta en un pájaro de agua."

Harry entró descalzo en la pequeña cocinita no mucho tiempo después, llevando sus pantalones de pijama de franela y una vieja camiseta que había encontrado en la cómoda la noche anterior, una camiseta azul marino desvaída que decía CONFERENCIA DE POCIONISTAS ABERDEEN '85. Snape observó desde detrás del Profeta Diario cómo Harry se desplomó en su silla, los ojos medio cerrados y bostezando.

"No creías que te dejaría dormir después de hacer ronda de pasillos, ¿verdad?" Preguntó Snape, sonando perfectamente despierto.

"Mmph." Murmuró Harry en respuesta, sirviéndose unos cereales y logrando verter también un café sin derramarlo sobre la mesa. Vio por el rabillo del ojo que Snape tenía una lista de cosas que hacer junto a su mantel a la que estaba añadiendo, pero a Harry no le importó tanto. En cambio, entrecerró los ojos y fulminó al cuenco de Copos de Arroz que estaban crepitando en la leche que acababa de añadir.

"Cállate." Dijo Harry despacio, dirigiendo a sus cereales una mirada fulminante.

Snape alzó la ceja ante la orden, pero no dijo nada.

Después de terminar el desayuno, Snape levantó su lista y se aclaró la garganta para llamar la atención de Harry.

"¿Qué sabes de tasas de interés?" Preguntó Snape, sonando casual y como si esto fuera una conversación de desayuno cotidiana. Harry lo miró fijamente como si fuera un marciano.

"Los duendes te pagan por guardarte el dinero en su banco, ¿tienes idea de cuánto es eso anualmente?" Clarificó Snape, todavía mirando expectante a Harry, que esta vez logró encogerse de hombros.

"Si de repente fueras empujado al mundo real sin un fondo fiduciario y los Weasley para aconsejarte, ¿podrías encontrar tu propio lugar y arreglar tus asuntos correctamente?" Preguntó Snape despacio, golpeteando la esquina superior de la lista con el dedo.

"Sé hacer un asado." Respondió Harry con confianza.

Snape parpadeó.

"Aunque, ¿no se supone que tú debes ayudarme con eso?" Preguntó Harry, encontrando su tren de pensamiento a pesar de que su cuerpo estaba quejándose por la maldita hora temprana. "Ya sabes, ayudarme a madurar y esos rollos." Harry agitó la mano un poco, sintiéndose estúpido e inarticulado.

"Y esos rollos." Repitió Snape, poniendo los ojos en blanco. "Comenzaremos con las finanzas domésticas e información básica de vivienda. Los impuestos son en primavera, y nos centraremos en eso entonces. Por mucho que puedas disfrutar tu asado, creo que algunas lecciones sobre nutrición no estarían de más." Snape frunció el ceño, mirando la figura flacucha de Harry.

"Suena bien, Papá." Harry sonrió, sintiéndose más alegre de lo que lo había estado cuando había salido de la cama. Por fin alguien estaba asentándolo y enseñándole algo útil para la vida.

Snape comprobó su reloj y convocó a un elfo doméstico para más café.

"Trae uno de esos rollos de notas sobre mi escritorio, Elliot. Hoy comenzaremos con un presupuesto doméstico, y puedes regresar con tus amigos después del almuerzo."

. . . . . . . . .

Snape suspiró y se frotó la muñeca distraído mientras el director hablaba. Habitualmente las reuniones de la Orden no se celebraban en Hogwarts, y ciertamente no con sólo Snape y McGonagall presentes, pero con el tiempo inusualmente agradable agraciando su zona, se había sugerido un fin de semana en Hogsmeade para los estudiantes. Sólo era miércoles, pero ya que había que programar el horario de acompañamiento, necesitaban unos días para planificar.

"¿Algo te preocupa, Severus?" Preguntó Dumbledore, pareciendo divertido.

"Apenas. Aunque debo ir a hablar con Madame Pomfrey más tarde, ahora que recuerdo." Respondió Snape, sacando un pequeño cuaderno de notas del bolsillo y golpeándolo con su varita, para recordar la nota.

Uno de los retratos de Grimmauld Place captó la atención del director por el momento y Minerva se inclinó para hablar suavemente.

"¿Estás bien? Pareces agotado y no paras de frotarte la muñeca."

Snape fulminó con la mirada, pero sólo por un milisegundo.

"¿Sabes cuán a menudo ese condenado muchacho es puesto en una situación peligrosa? En clase de pociones, la última vez fue un derrame que casi lo escaldó, pero también hay algunos estudiantes que parecen complacerse en arrojar adiciones cáusticas y explosivas hacia su caldero, como monos mentalmente desequilibrados. Y no hablemos de esa farsa de partido de quidditch que ocurrió la semana pasada."

Snape se sintió muy agradecido al notar que McGonagall se contuvo de dirigirle una sonrisa burlona Te lo dije.

"Es un muchacho, Severus, todos se meten en cosas a esa edad," respondió ella, sonando como si hubiera estado allí antes.

"Yo nunca lo hice." Resopló Snape, sabiendo que era mentira, aunque la diferencia era que a sus padres no había parecido importarles una cosa o la otra.

"¿Ah, no? Debió ser un joven necio diferente quien tomó un tatuaje…" Minerva tuvo el valor de parecer divertida mientras decía esto.

"Nadie te preguntó." Interrumpió Snape, cruzándose de brazos y manteniendo el izquierdo protegido hacia su pecho. A veces era difícil no caer en el papel de estudiante infantil con ella, ya que había sido una de sus maestras más amables en Hogwarts. Especialmente ya que McGonagall se percataba de esto y todavía actuaba maternalmente hacia él en raras ocasiones. Y como todas las madres, sabía cuándo cambiar de tema.

"¿Cómo estás monitorizándole? No puedo imaginar que esté complacido sabiendo que está siendo vigilado."

Snape retiró su manga y expuso su sencillo y elegante reloj negro.

"Sabe que está siendo monitorizado por peligro, al menos hasta que Voldemort sea destruido." Snape cerró los ojos mientras el director discutía con Phineas sobre la mejor tienda de dulces en Londres. "Puede que haya descuidado mencionar que el hechizo es uno que emplean los padres cuando los bebés están aprendiendo a caminar."

Snape volvió a abrir los ojos cuando Minerva le palmeó el brazo con una sonrisa amistosa.

"Él es un chico con suerte y tú sobrevivirás. ¿Este sábado le envío abajo de nuevo? Parece dormir mejor cuando se queda."

"Eso estará bien." Snape asintió. "Estoy seguro de que puede pensar en una excusa para sus amigos."

"Tendrá que contárselo a Weasley y Granger en algún momento." Notó McGonagall.

"La restricción sólo se aplica hasta que Elliot crea que están preparados para oírlo." Respondió Snape, limpiando la esfera del reloj con la manga.

"¿Elliot? Eso me recuerda, me encantaría oír tu versión de cómo se las arregló Harry para sonsacarle la información a Amy Benson." Esta vez había un relucir burlón en sus ojos, y Snape la ignoró por completo.

. . . . . . . . .

Harry se paró fuera de la puerta del director por unos minutos, temprano y un poco ansioso por oír sobre las lecciones que planeaba Dumbledore. La puerta del despacho se abrió y Harry se sorprendió levemente por ver salir a McGonagall y Snape, pero sonrió cortés y le dirigió a Snape una amplia sonrisa.

"¿Qué has hecho ahora?" Preguntó Snape estrechando los ojos.

Harry fingió parecer insultado.

Dumbledore hizo un gesto a Harry para que entrara y le ofreció té, que Harry declinó parcialmente por falta de sed, y parcialmente por suspicacia. Estaba bastante seguro de que Dumbledore nunca drogaría su bebida con un filtro calmante, pero con toda honestidad, Harry había hecho pedazos el despacho del hombre la última vez que había estado allí y había estado cerca de Snape el tiempo suficiente para despertar esa pequeña paranoia.

Aunque no fue ofrecido más té, y Harry escuchó atentamente mientras Dumbledore resaltaba los problemas de la vida del joven Tom Riddle. Al ver el triste orfanato donde Riddle se crio, Harry ponderó una vez más cuál había sido la peor infancia. Riddle no tenía idea de quiénes eran sus padres, mientras que Harry había vivido con el recordatorio constante de que alguien lo había amado una vez, mientras que el resto de su familia no lo hacía.

Tras hora y media de escuchar el discurso sobre las tendencias sádicas de Riddle y su inclinación a coleccionar recuerdos, Harry se levantó para desear buenas noches. Había un montón de información nadando en su cabeza, y sabía que Snape estaría acribillándole con preguntas durante el fin de semana. Harry llegó hasta la puerta antes de detenerse con la mano en el picaporte y girarse para para encarar al director.

"¿Alguna vez va a decirme lo que le ocurrió a su mano, señor?"

Dumbledore le dirigió una aguda mirada.

"Ahora no es el momento, supongo." Dumbledore estaba sonriendo, pero Harry se sintió molesto.

"No quedan muchos meses para el momento adecuado." Harry se encogió de hombros, tomándose suficiente pausa para notar que había inquietado al Director antes de decir buenas noches y marcharse.

. . . . . . . . .

"Entonces no tenías detención realmente esta noche." Dijo Ron, su rostro delatando su confusión. Estaban caminando a través del campo delantero de regreso de la cabaña de Hagrid, donde habían tomado el té de la tarde y evitado los pasteles duros como rocas.

"No. Sólo parece que la tenga." Respondió Harry, pateando algunas piedras por delante de él. Había estado distraído todo el día, sumido en pensamientos sobre el Voldemort de once años. Había parecido inquietantemente similar al aspecto que todos habían tenido en su primer día en Hogwarts.

"Como las pociones curativas el año pasado." Suministró Ron, una mirada de horror apoderándose de él. "No estás estudiando oclumancia de nuevo, ¿verdad? Dumbledore tendría que ser bobo para volver a obligarte."

"Desafortunadamente, mientras Voldemort tenga una conexión con mi cabeza, es algo que necesito aprender." Respondió Harry.

"No puedo creer que estuviera celoso de ti una vez." Comentó Ron, estremeciéndose visiblemente. Harry le dio una ligera palmada en el brazo. "¿El imbécil grasiento está siendo un poco más agradable contigo esta vez al menos?"

Harry ignoró los insultos y se concentró en dar una respuesta neutra, sin desengañar a Ron de su asunción de que pasaba el tiempo haciendo oclumancia.

"Lo está, en realidad. Esta vez realmente está logrando enseñarme un poco, además." Harry se encogió de hombros, entrecerrando los ojos mientras se acostumbraba a la luz más oscura en el castillo.

"No le digas eso a Hermione, pronto estará insistiendo en que nos llevemos bien con Snape." Contraatacó Ron.

Se detuvieron en el Gran Comedor para permitir que Ron y Harry echaran el guante a un poco de comida. Harry porque estaría en 'detención' con Snape, y Ron porque iba a encontrarse con Hermione. Sólo le había llevado a Ron quince minutos de balbuceo antes de que Harry por fin entendiera que Ron iba a llevar a Hermione a una especie de no-cita en la sala de menesteres. Harry empujó a un lado su leve sentimiento de celos y palmeó a Ron en la espalda, deseándole buena suerte cuando separaron sus caminos. Ron subió las escaleras hasta el séptimo piso con un sonrojo emocionado en el rostro, y Harry caminó decidido hacia las mazmorras y el despacho de Snape, más que preparado para descargar la lección de la noche anterior y oír las teorías de Snape al respecto.