Regateos y Malos Sueños

Harry esperaba dentro de la puerta del despacho de Snape mientras Snape terminaba su último papeleo de la noche. Harry mantenía la boca cerrada, sabiendo que Snape quería mantener toda su concentración en su tarea. En cambio, Harry miraba alrededor el aula, por fin mirando por encima de su cabeza y riendo con disimulo cuando vio pedacitos de tripas de cucaracha secos en la piedra por encima del umbral.

"No sé lo que estás pensando, pero déjalo." La voz profunda de Snape cortó la sonrisa burlona de Harry. Snape se levantó y barajó sus papeles, antes de dejarlos caer en un cajón y cerrarlo protegiéndolo. Conjuró lo que Harry pensó era un hechizo de monitorización en la sala, e hizo un gesto a Harry hacia el escritorio.

Harry se acercó despacio a la ventana de tamaño nicho a la izquierda del escritorio de Snape, el mismo estilo de ventana que las otras en la habitación. Snape estaba señalando hacia ella, y Harry apenas tuvo ocasión de notar que la imagen proyectada en el cristal parecía ligeramente fabricada antes de sentir una fuerte mano en la espalda y ser empujado a través de la ventana. Harry hizo una mueca automáticamente mientras se preparaba para el impacto, pero como con la barrera de King's Cross, le complació descubrir espacio abierto al otro lado. El triste vestíbulo de Snape, para ser más preciso.

Había un pequeño pensadero sobre la mesa de la cocinita y Snape le enseñó a Harry cómo extraer el recuerdo de la lección de Dumbledore. Harry lo volcó en el pensadero y miró un poco aprensivamente a Snape, ya que no estaba del todo seguro de haberlo hecho adecuadamente.

"Mira y aprende." Dijo Snape, su voz cargada de sarcasmo. "Sr. Potter, ¿puedo entrar en su recuerdo?"

Harry se sonrojó de vergüenza y tuvo un extraño impulso de golpear el brazo de Snape.

Aterrizaron al fondo del despacho de Dumbledore, junto a la puerta, y Harry se sorprendió una vez más por la extraña vista en tercera persona del recuerdo. Observando la discusión una vez, Harry encontró que las expresiones faciales de Snape eran bastante interesantes mientras oía la información sobre la vida del joven Voldemort. Por lo que Harry se percataba, Snape no había sido informado de nada de esto antes. Al final del recuerdo, Snape evitó que Harry se marchara y esperó a que volviera a comenzar.

"Olvida la conversación esta vez." Ordenó Snape. "Concéntrate en la habitación, y el lenguaje corporal del director."

Harry miró alrededor la habitación mientras su yo del recuerdo charlaba con Dumbledore, notando los extraños objetos giratorios que el director conservaba a su alrededor. El propio Snape parecía estar estudiando el despacho, quizá comparándolo con la última vez que estuvo allí. Harry se detuvo junto al escritorio, cerca de donde estaba encaramado Fawkes, y catalogó los objetos de allí.

"Ese diario, ése es el diario de Riddle que destruí en segundo año." Dijo Harry, mirando fijamente el libro carbonizado y manchado de tinta sobre el escritorio.

"¿Estás seguro?" Preguntó Snape, deteniéndose junto a la estantería más lejana.

"Tom Riddle salió del maldito libro y me echó encima un basilisco. Estoy bastante seguro de que es ése." Harry juró que después de vivir con Snape durante el verano, su rodar de ojos era casi condenadamente perfecto.

Snape simplemente concedió la cuestión con un asentimiento de cabeza, y se acercó más al escritorio.

"Este anillo no estaba agrietado cuando lo inspeccioné en julio." Señaló Snape, principalmente para sí mismo.

Harry pensó en eso con el ceño fruncido, y movió la mano sobre el escritorio, vacilando sobre una vieja llave de casa de metal que estaba junto al tintero de Dumbledore, una que parecía pertenecer a una vieja casa señorial. Era antigua y ornada, empañada por lo que parecía ser sangre seca hace mucho tiempo, y había una sucia cinta negra atada a la parte superior de la llave. La cinta tenía una pequeña marca de arruga, probablemente de cuando había estado colgada de un clavo o gancho durante un largo período de tiempo. Bajo la llave había una foto en blanco y negro desvaída de una vieja mansión tapiada, rodeada de hierba alta y silvestre, que parecía bastante siniestra y embrujada. Las ventanas estaban completamente oscuras y las persianas parcialmente echadas, las tejas del alto tejado inclinado parecían medio desintegradas, y el único signo de que era una foto mágica era el pequeño cuervo que volaba desde las vigas del porche delantero hasta un grupo de piedras en un pequeño campo en el distante fondo a la izquierda, un área que Harry reconoció de inmediato. La Casa Riddle.

"¿Está jugando a algún tipo de retorcido juego de la caza del tesoro?" Preguntó Harry, sacudiendo la cabeza. Había una extraña sensación pulsante de la llave, y no le gustaba.

"Eso parecería." Respondió Snape en tono cauteloso, mientras eran lanzados hacia arriba y fuera del recuerdo.

. . . . . . . . .

Los jueves, los tres eran lo bastante afortunados para tener un período libre por la tarde después del almuerzo, y a finales de septiembre Harry convenció a Ron y Hermione de caminar con él hasta el cuarto piso para comprobar si las piedras estaban en movimiento de nuevo. Tanto él como Snape las habían notado algunas veces, en diferentes momentos del día, y Harry estaba convencido de que tenía algo que ver con Malfoy, ya que Malfoy nunca había aparecido en el mapa del Merodeador cuando las piedras estaban en movimiento.

"Muffliato." Conjuró Harry, mientras pasaban las escaleras junto a la enfermería. Hermione se detuvo al sonido levemente distorsionado a su alrededor.

"¿Dónde aprenderías ese hechizo, Harry? ¿En el libro del Príncipe de nuevo?" Preguntó Hermione, estrechando los ojos. Había estado sospechando del libro de Harry desde que él había comenzado a utilizar las notas garabateadas de Snape que había en él, y a descubrir realmente que comprendía la teoría de pociones de ese modo. Algo así, al menos no necesitaba ya la ayuda de Hermione y lo hacía tan bien o mejor que ella en clase. Harry era muy consciente de que nunca sería el genio que era Snape modificando o creando pociones, pero al menos podía seguir instrucciones. Ron también había estado agradecido por las recomendaciones, pero Hermione no había dejado de regañar a Harry por utilizar los peligros de un libro ungido hasta que él le había dicho vagamente que solía pertenecer a un miembro de la familia, e insinuó que había encontrado un puñado de reliquias familiares en la bóveda de la familia Potter. Ningún punto estaba estrictamente conectado con el otro, pero Harry no clarificó eso.

"Sí, pero Snape lo ha usado antes, es seguro." Dijo Harry, llevándolos a la sección de muro donde había visto fundirse las piedras por última vez.

"Yo no contaría lo que usa Snape como una medida de lo seguro que es." Resopló Ron, tocando el muro con el dedo del pie.

"Sí, pero Harry fue a la misión de la orden con Snape, ¿no?" Respondió Hermione, mirando fijamente a Harry. Ron levantó la vista con una mirada inquisitiva.

"Odio cuando haces eso, Hermione." Harry sonrió.

"Era bastante obvio, Harry. ¿Quién más sabría que Malfoy se convirtió en mortífago, o quién era ese hombre-lobo en el Callejón Diagon?" Sondeó Hermione, hablando con el tono excitado que tomaba cuando estaba segura de que había averiguado algo. "Y todavía estás trabajando con él ahora, ¿no?"

"Podrías llamarlo así. Me metí en líos por aquella explosión de mercurio y me ha hecho hacer rondas nocturnas con él durante las últimas dos semanas." Respondió Harry, sacando su varita y conjurando un hechizo de rastreo en las piedras. Nada fuera de lo ordinario destacó de ellas.

"¿Eso no te enseña justo cómo evitarle en el futuro?" Preguntó Ron, un poco confuso.

"Harry, eso es brillante." Interrumpió Hermione. "Estás en detención, pero está enseñándote a escabullirte por ahí adecuadamente, para cuando lo necesites contra Voldemort."

"Él me dio el kit para abrir cerraduras, además." Harry sonrió ampliamente, divertido por la mirada de shock en la cara de Ron. "En cualquier caso. Las piedras. La primera vez que las vi se fundieron con el muro ahí. Pero venían de la dirección de la biblioteca, y parecían moverse a lo largo del muro como lemings. Fue realmente extraño de ver."

"Casi como un hechizo de reubicación." Musitó Hermione, con aspecto bastante pensativo. "Pero no puedes simplemente conjurar piedras para que caminen por el castillo; no puedes simplemente crear materia. Tienen que provenir de alguna parte."

"¿Todavía crees que esto tiene algo que ver con Malfoy?" Preguntó Ron, con una mirada calculadora. Era la mirada de ajedrez, y Harry resistió el impulso de poner los ojos en blanco ante la interesada expresión de Hermione. Al parecer le gustaba cuando Ron utilizaba su cerebro. "Si está intentando algo gordo, probablemente querrá respaldo, ¿verdad? ¿Y qué hay en el cuarto piso, sino otro pasadizo a Hogsmeade?"

"Y ése está derrumbado…" Harry casi se golpeó. "Por supuesto, el pasadizo tendría que ser despejado, ¿y qué mejor lugar para esconder algunas rocas y piedras extra que en un castillo de piedra?"

No tuvieron mucha oportunidad de discutir su descubrimiento antes de que Harry cancelara el hechizo muffliato y se enderezara, con los hombros cuadrados.

"Qué asco. Potty, la Comadreja, y la Sangre-sucia teniendo un pequeño ménage à trois en la pared. Mejor llama a un elfo doméstico para que limpie los gérmenes." Dijo Malfoy, riendo de su propio chiste. Crabbe y Goyle se unieron treinta segundos demasiado tarde para que su comprensión fuera creíble.

"Malfoy. Mis condolencias por tu familia. Todo ese dinero y ni siquiera podéis comprar dignidad, qué lástima." Replicó Harry llanamente, sin retroceder.

La cara de Malfoy se puso blanca y sus labios se apretaron de furia.

"Te crees tan duro y que estás protegido porque eres la pequeña mascota de Dumbledore. Eso no durará mucho, Potter, oye mis palabras. Y pagarás entonces." Siseó Malfoy, antes de girar y marcharse en dirección al corredor de transfiguración, con drama excesivamente exagerado.

"Se parece bastante a un pygmy puff, si piensas en ello. Un comentario desagradable y se hincha, todo nervioso. Triste, en realidad." Ponderó Hermione, sin duda recordando cuando le había dado un puñetazo a Malfoy, ya que estaba flexionando los dedos.

"¿Snape está enseñándote también a insultar a la gente?" Preguntó Ron con diversión, mientras comenzaban a dirigirse hacia la torre Gryffindor. "No puedo imaginar que ése fuera un viaje de verano divertido. Por fin conseguiste ir de vacaciones, a Ámsterdam entre todos los lugares, y tienes que ir con él."

"En realidad, no fue malo. Me enseñó algunas cosas sobre cómo obtener información de la gente." Harry sonrió ampliamente.

"Vale." Ron rio. "Es un Jimmy Bond normal, consiguiendo todas las chicas además."

Esta vez tanto Hermione como Harry rieron disimuladamente mientras Hermione corregía a Ron. "Es James Bond, Ron. Y Harry, ¿era él así? ¿Cómo es fuera de Hogwarts?"

Harry pensó en el verano. Snape todavía era el mismo hombre estricto e imponente fuera del colegio, pero estaba un poco más relajado y sí tenía un lado más blando oculto. ¿Cómo podía explicar Harry que Snape le había castigado no por malicia sino porque se había puesto en peligro? Snape le había dado una cama caliente, su propia habitación, gran cantidad de comida, e incluso le había consolado cuando lloró por perder a Sirius.

"Era muy humano." Respondió Harry. Caminaron en silencio durante unos momentos, pasando a algunos estudiantes mayores saltándose clases.

"Tuve que fingir ser otra persona para la misión, fue algo divertido. Tener otra identidad donde nadie me conocía como el niño que vivió." Dijo Harry con ligereza, volviendo a frotarse el costado de la cabeza con la varita.

"Colega, eres mi mejor amigo, pero si me dices que eres Spiderman probablemente te mataré." Declaró Ron de repente, sonando muy serio pero tratando de no reír.

"Ron, no soy Spiderman." Informó Harry fingidamente solemne. Tras una pausa, clarificó más. "Tampoco soy Supermán. Sólo soy el Elegido."

Hermione le golpeó con su mochila.

. . . . . . . . .

De camino a su última clase del día, Hagrid llamó a Harry desde el vestíbulo. Tenía dos pedazos de madera en las manos y un pequeño hatillo de lo que parecían sándwiches sobrantes del almuerzo. Aunque estaba lloviendo fuera, Hagrid llevaba su capa remendada sobre los hombros y sus gruesas botas de goma, haciendo que Harry sospechara que iba a visitar a Grawp.

"Hola, Hagrid." Saludó Harry, haciendo una pequeña mueca cuando Hagrid le palmeó en la espalda.

"Hola, Harry. Tengo un favor que pedirte."

Harry asintió y observó cómo Hagrid sacaba fragmentos y pedazos interesantes y aleatorios de sus bolsillos antes de retirar finalmente un pedazo de un naranja apagado de lo que parecía cobre. Se lo tendió y Harry pasó los dedos por los surcos.

"No soy bueno tallando cosas pequeñas, ya ves, y el Profesor Snape me dijo que tú eres bastante hábil."

"Yo, bueno… no realmente. Sólo hice algo en madera para divertirme." Farfulló Harry, cogido por sorpresa por el elogio que había hecho Snape.

"Lo sé. Creo que lo harás igual de bien con esto." Respondió Hagrid, agitando la mano. Había recuperado el pedazo de metal y a los ojos muy abiertos de Harry, le dio vueltas entre las manos hasta que estuvo caliente y flexible. Entonces sacó un cuchillo pequeño, pequeño para Hagrid en cualquier caso, de su bolsillo, y cortó limpiamente el pedazo de metal en dos trozos separados del tamaño de piezas de ajedrez.

"El cumpleaños de Madame Maxime es a finales de noviembre. Pensé que estaría bien enviarle un pequeño detalle." Hagrid se inclinó y se sonrojó, aunque su susurro fue cualquier cosa menos callado.

"¿Entonces quieres que talle algo, del metal?" Clarificó Harry, preguntándose qué podría hacer con ello, y si podría hacer algo en tres dimensiones siquiera.

"Los caballos alados le gustan mucho, eso es lo que yo mismo estaba pensando. Haz unos pendientes con ellos." Dijo Hagrid, rascándose la barba mientras una mirada ligeramente soñadora cruzaba sus ojos.

"Claro, Hagrid. Lo haré lo mejor que pueda." Harry echó el metal en su mochila, percatándose de que sólo tenía unos minutos para correr a su clase de encantamientos. Hagrid se despidió con la mano mientras Harry despegaba.

. . . . . . . . .

Esta vez, cuando Harry llamó a la modesta puerta de madera de Snape no hubo respuesta. Dobby no lo había traído, había sido capaz de recordar el camino por sí mismo, pero no parecía que Snape estuviera allí. Extraño, ya que Snape le había dicho que llegara a las siete, puntual. Harry comprobó su reloj, notando que era la esfera negra lisa la que lo mirada, y no la roja de alerta. Volvió a llamar a la puerta, cambiando su mochila de ropa extra, pero de nuevo no hubo respuesta.

Pobre niño perdido. ¿Vienes a por una historia de buenas noches?

Harry fulminó con la mirada a la serpiente que ahora estaba descansando en la bisagra superior de la puerta.

"¿Está él en casa?" Siseó Harry en respuesta, tratando de parecer severo y profesional.

Tsk, sin modales, Sr. Snape. Mi día fue encantador, en efecto, gracias por preguntar.

Harry fulminó a la serpiente esta vez, murmurando en pársel. Genial. O bien Snape estaba retenido y él estaba encerrado en territorio Slytherin sin su capa de invisibilidad, o Snape estaba allí y esperaba que averiguara su propia manera de entrar al apartamento.

"Imbécil." Dijo Harry por lo bajo, poniendo la mano en la puerta. Se sentía cálida bajo su toque, lo que fortaleció la sospecha de Harry de que su papá estaba en casa. Y no respondiendo a la maldita puerta. A menos…

Harry echó un rápido vistazo a ambos lados del pasillo antes de inclinarse hacia la puerta.

"Ven a Fraggle Rock."

La puerta chasqueó audiblemente como si una llave hubiera sido metida y girada. Harry ignoró la pulla de la serpiente sobre sus habilidades de canto y se deslizó dentro del vestíbulo, asegurándose de cerrar la puerta firmemente tras de sí.

"Averiguaste la contraseña, ¿verdad?" Snape estaba sentado en su cómodo sillón, una copa de vino junto a él y la radio encendida. A Harry le sorprendió oír música moderna muggle sonando.

"Buenas noches también a usted, señor." Gruñó Harry, pateando sus zapatos junto a la puerta, dejando caer su mochila, y entrando en la cocinita a buscar una bebida.

"No comas nada todavía, necesito tu sangre." Snape se levantó de su sillón y Harry parpadeó.

"No tengo idea de por qué la gente te llama vampiro." Sentenció Harry, dejando su vaso de agua sobre el banco.

Snape le lanzó una mirada aburrida y extrajo las muestras de sangre con rápida precisión, antes de asentir hacia el agua. Mientras curaba el brazo de Harry, pasó el pulgar por la cicatriz que quedó del incidente en el cementerio. Más cerca de la muñeca de Harry se cruzaba con la marca de punción del basilisco, el lugar blanco muy desvaído que ni siquiera las lágrimas de Fawkes habían sanado. Harry observó el pulgar y se estremeció por el ligero toque, antes de ofrecer la palma hacia arriba al escrutinio, las palabras cursivas todavía grabadas en su piel.

"Ni siquiera los Gryffindors quedan sin marcar." Dijo Harry, en una voz baja que hizo parecer que más bien estaba hablando para sí mismo.

"Eso parece." Snape dejó caer su mano y sacó un vial del frigorífico, uno que Harry reconoció del verano. "Deseo probar algunas pociones curativas, y necesitarás ser un niño para las pruebas."

Harry echó un vistazo al vial y trató de mantener su rostro impasible. Ser un niño de seis años durante el verano había tenido sus desventajas, y Harry había tenido algunos problemas lidiando con las emociones simples y aun así sorprendentemente fuertes que experimentó a un ritmo mucho más rápido y exagerado que lo hacía a los dieciséis años. Sin embargo, también había sido capaz de rendirse un poco más a algunos de sus deseos más básicos, y Snape no le había regañado de verdad ni una vez por jugar de modo exuberante, reír de cosas estúpidas, o necesitar un abrazo o dos. Harry iba a pasar la noche en las mazmorras, principalmente haciendo deberes y manteniéndose fuera de problemas, pero si jugaba bien sus cartas quizá podría pasar el tiempo sentado con Snape en el sofá y mirando algunos viejos libros que tenía el hombre. Snape no necesitaba saber que Harry tenía muchas ganas de algo así.

"¿Cuán pequeño?"

"Seis de nuevo. Te envejeceré por la mañana después de haber hecho algunas pruebas." Respondió Snape, destapando el vial.

"Vale. Pero de nuevo no soy totalmente responsable de cómo actúe." Harry tomó el vial y lo apuró, haciendo una mueca por el sabor. Se sentó en el sillón y se preparó para el cambio.

. . . . . . . . .

Snape pasó una hora pinchando, empujando, midiendo, y tomando la temperatura a Harry, poniéndolo en pie sobre el escritorio en el despacho de su casa en un par de pantalones cortos negros transfigurados y una camiseta blanca de tirantes. Snape había conjurado un pequeño encantamiento calefactor en la habitación para mantenerla a una temperatura tolerable, y había comenzado a tomar notas en una carpeta bastante grande que había sacado de un archivador cerrado. Era un archivo grueso y Harry lo miró por encima mientras Snape esperaba a que salieran los resultados de la sangre. A Harry le sorprendió descubrir que el archivo contenía su registro vital casi completo. Había una sección de su escuela primaria en Little Whinging, una copia de su inadecuadamente pequeño historial médico, información dental, tarjetas de informes del colegio, algunas pequeñas fotografías muggles de cuando era mucho más joven, y algunas hojas de resúmenes de cuentas de Gringotts. En la parte superior de la carpeta había información más reciente, incluyendo los papeles de adopción, su pasaporte, los resultados de las pruebas de alergias que habían salido limpios, y un registro de su admisión en el hospital de Stockport. Parecía que Snape había sido muy minucioso mientras recopilaba información.

El test de sangre salió de un color lila púrpura, que no tenía significado para Harry en absoluto, pero pareció satisfacer a Snape. Declaró las pruebas terminadas por esa noche, y Harry volvió a ponerse la ropa cambiada de tamaño antes de abandonar el minúsculo despacho por la sala de estar rectangular de nuevo. El fuego todavía estaba fuerte, y la radio había cambiado a una emisora que tocaba la mitad de música muggle y la mitad mágica. Como la mayoría de las pocas habitaciones en el apartamento de Snape, la sala de estar era estrecha y larga, amueblada hasta el punto de ser acogedora pero no abarrotada. Harry imaginó que a Snape no le gustaban los espacios amplios, abiertos, y podía ver la lógica en eso. Espacios pequeños y bien planificados daban más sensación de oscuridad y confort que una habitación expuesta y escasamente llena.

Cuatro partidas de cribbage mal perdidas más tarde, y tras taza y media de chocolate caliente, Harry se envolvió en el sofá e intentó mantenerse despierto. Sólo eran las nueve y media, pero el cuerpo más pequeño estaba haciéndole sentirse muy cansado, y la noche anterior Gryffindor había tenido un entrenamiento de quidditch bastante agotador. No mucho después de estirarse en el sofá, sonó un encantamiento cerca de la chimenea y Snape se levantó a responder la llamada. El Chesterfield donde estaba acostado Harry estaba a un lado de la chimenea, así que Snape sólo echó una manta sobre Harry para mantenerlo fuera de la vista. Lo último que Harry oyó fue a McGonagall saludando.

Lo que se sintió sólo segundos más tarde, pero en realidad fue cercano a una hora, Harry sintió la manta apartándose de él. De repente tuvo mucho más frío del que acababa de tener, y sentía la cabeza muy confusa por su estado medio despierto. Snape estaba borroso cuando abrió los ojos, y Harry gimió un poco suplicando que le dejara donde estaba bajo la manta. No quería irse a la cama, sólo quería quedarse quieto y volver a dormirse.

"Nngh. Tengo sueño." Harry levantó ambas manos, los ojos cerrados de nuevo, hacia Snape.

"No me engañas ni un poco, pequeño mocoso." Dijo Snape, inclinándose y cogiendo a Harry en brazos con movimiento entrenado. Abrazó a Harry estrechamente y Harry cerró las manos tras el cabello de Snape.

"Hueles a tripas de caracol." Murmuró Harry, la cabeza descansando en el hueco del cuello de Snape.

"En efecto, la esencia de niño. Babosas y caracoles y colas de cachorro." Dijo Snape, abriendo la puerta a la habitación de Harry empujándola con el pie.

"Pardos como perros." Susurró Harry mientras Snape lo acostaba en la cama. Harry oyó vagamente cajones abriéndose y luego lloriqueó un poco cuando el aire se volvió mucho más frío. Snape le había quitado el jersey y la camisa para ponerle una vieja camiseta suya reducida, y le quitó los pantalones para cambiarlos por pantalones de pijama. Sus pies fueron levantados gentilmente y los calcetines quitados, uno azul profundo y uno a rayas negras, y por fin Harry fue metido en la cama caliente.

Snape pareció tomarse un momento para mirar mientras le ponía las mangas a Harry, y luego metió sus bracitos bajo las mantas. El pelo desaliñado de Harry fue apartado de su frente, y una mano callosa y seca abarcó gentilmente la mejilla de Harry.

"No todo el afecto necesita ser regateado, pequeño Slytherin." Dijo Snape, apenas audible. Abandonó la habitación y cerró la puerta en su mayor parte, pero no del todo.

. . . . . . . . .

Harry despertó con un sobresalto en medio de la noche, respirando agitado y temblando como si le hubieran dejado afuera en el frío. No había tenido una pesadilla en una temporada, y aunque ésta estaba refrescantemente libre de Voldemort, Harry todavía se sentía profundamente inquieto. La falsa ventana de la habitación permitía que un tinte azul de luz de luna proyectara siniestras sombras en las hendeduras de la piedra, algo a lo que Harry no pudo evitar quedarse mirando. Un pequeño sonido de estallido resonó de repente a los pies de la cama de Harry y saltó atrás hacia el cabecero a cuatro patas con un grito, blandiendo la varita que ahora era más larga que su antebrazo.

"¿El Amo Harry está bien, señor? Dobby está comprobando cuando el Amo Harry tiene malos sueños." Dobby apareció desde las sombras, retorciéndose las manos y con aspecto preocupado.

"Yo… estoy bien, Dobby. Sólo un poco asustado, eso es todo." Respondió Harry, dejando salir la tensión lentamente de sus miembros rígidos.

"Dobby le dirá al Maestro Snape que el Amo Harry está despierto." Dijo Dobby, asintiendo con la cabeza pero todavía logrando mantener contacto visual.

"¡No! No, está bien, Dobby. No necesitas despertarle, estaré bien." Suplicó Harry, volviendo a gatear bajo las colchas e intentando prepararse para volver a dormir.

"El Maestro Snape pidió que se lo dijera, Harry Potter señor. Él no puede oír a través de los muros de la mazmorra." Intentó explicar Dobby, pareciendo inseguro y un poco acongojado. Antes de que Harry pudiera preguntar nada más, habló una profunda voz desde la sombra del umbral.

"Gracias, Dobby, puedes marcharte."

Snape estabaapoyado parcialmente contra la pared, con el cabello cayendo hacia delante y cubriendo en parte su rostro. Llevaba la misma bata roja del verano, pero esta vez estaba envuelto en una túnica negra de estar por casa y también llevaba un par de pantalones de pijama negros. En las mazmorras hacía mucho más frío que en Spinner's End. Entró en la habitación y se sentó en la cama, junto a Harry. En la mano llevaba el frasco de crema que había usado durante el verano cuando Harry había tenido su última pesadilla.

"No pretendía despertarte." Murmuró Harry, atrayendo las rodillas contra el pecho y envolviendo los brazos alrededor de ellas mientras se incorporaba. Había logrado no tener ninguna pesadilla en las últimas semanas que había estado de vuelta en Hogwarts, gracias a una combinación de oclumancia antes de la cama y pura fatiga por correr entre clases, quidditch y sus amigos.

"No lo hiciste. Todavía no es la una, y estaba leyendo." Snape observó cómo Harry parecía estar abrazándose a sí mismo, la cabeza metida sobre sus rodillas mientras se sentaba, mirando fijamente las colchas de la cama.

"¿Papá? ¿Alguna vez tienes malos sueños?" Preguntó Harry de repente, levantando la mirada y haciendo contacto visual.

Snape hizo acostarse a Harry mientras pensaba en eso, pensaba en la culpa que sentía cuando Lily le visitaba en sueños, cuando tenía flashbacks de Lupin en la Casa de los Gritos, los horrores de lo que habían hecho los mortífagos, y más recientemente de un muchacho con brillantes ojos verdes perdido en la oscuridad de Ámsterdam.

"Sólo recuerdos." Snape sacudió la cabeza. Abrió el frasco y hundió los dedos en la crema fresca, esperando hasta que Harry hubo rodado de costado y estuvo encarando a Snape. La crema fue masajeada de nuevo en la frente de Harry y su nuca, donde sonrió ampliamente cuando cosquilleó levemente.

"Eso está realmente frío." Dijo Harry, sonriendo levemente.

"Está destinado a estarlo." Respondió Snape, todo sabihondo. Echó las mantas sobre Harry, pero permaneció sentado junto al chico y puso una pesada mano sobre el hombro de Harry.

"¿Qué es eso, de todos modos? Funcionó realmente bien en verano."

Snape le tendió el frasco, que tenía algunos ingredientes garabateados en la etiqueta.

"Es un prototipo. ¿Qué sentiste que hace?" Snape frotaba círculos despacio en la espalda y hombro de Harry.

"Sentí nubes." Dijo Harry, con voz seria. Aunque sus ojos estaban volviéndose pesados, y se sentía bastante cómodo y caliente atrapado bajo las mantas.

"¿Nubes blancas?" Preguntó Snape, observando los ojos de Harry caer cerrados.

"Azules." Confirmó Harry, bostezando un poco. "¿Prototipo para qué?"

"Para tus visiones del año pasado. No se me permitió dártelo, sin embargo." Respondió Snape, observando a Harry. Comprobó su reloj al mismo tiempo, para ver cuánto tiempo le llevaría a esta dosis comenzar a hacer efecto. El mejor modo de comprobar eso sería ver cuán coherente era el chico todavía.

"Una pregunta que he tenido en la mente por un tiempo, Elliot. ¿Cómo os las arreglasteis para derrotar al trol en tu primer año?" Preguntó Snape, sólo parcialmente curioso por oír la respuesta.

"Le metí mi varita por la nariz." Respondió Harry alegre. "Salté sobre su espalda, era alto y olía mal, y la varita fue dentro de su nariz. Ron lo noqueó."

"Le metiste una varita por la nariz a un trol de doce pies de altura." Sentenció Snape, mirando al niño demasiado pequeño acostado en la cama.

"Uh. Sí. No hagas eso. No puedes limpiarla bien después, y tenía mocos. Probé scourgify, pero eso no funciona con tu varita, y si la dejas sobre la mesa e intentas decirlo una y otra vez sólo quita el barniz de la mesa y entonces McGonagall se enfada contigo." Balbuceó Harry, antes de abrir los ojos parpadeando lentamente. "¿Qué?"

Snape sonrió burlón a Harry mientras imaginaba ese escenario. La poción definitivamente había hecho efecto.

"Sr. Potter, de haber sabido que era tan gracioso, le habría dado el prototipo de todos modos."

Snape se levantó y volvió a coger el frasco, deslizándolo en el bolsillo de su túnica. Se acercó a la ventana y cerró las persianas, de modo que la habitación estuviera oscura sin ninguna sombra extraña.

"Papá." Murmuró Harry en su almohada, los ojos cerrados de nuevo.

"¿Mmm?" Preguntó Snape, encaminándose a la puerta.

"¿Puedo llamarte Papi? Sería gracioso en el gran comedor un día." Harry todavía estaba yaciendo acurrucado de costado, pero sus brazos estaban sueltos junto a su rostro. Snape se preguntó cómo una postura de dormir tan contorsionada podía ser cómoda.

"Ah, Elliot Fyodor," dijo Snape no una voz sedosamente dulce, "si haces eso alguna vez me aseguraré de colgarte de las vigas por los dedos de los pies." Snape abandonó la habitación con una sonrisilla en el rostro mientras Harry resoplaba en su almohada.