Un Fin de Semana en Ámsterdam

Cuando Ron y Hermione regresaron a la biblioteca, encontraron a McGonagall y Snape sentados a la mesa de la cocina, hablando quedamente por encima del sonido de la lluvia de afuera. La casa estaba impresionantemente silenciosa, pero a Hermione le parecía un silencio bastante agradable y anónimo. Miró por la pequeña ventana de la cocina y vio el lóbrego muro de ladrillo gris de fuera, y en la brumosa distancia varios tejados idénticos alineados enmarcados por chimeneas. Estaban en alguna parte en lo que parecía un vecindario industrial de Inglaterra, y Hermione tuvo la clara impresión de que esta casa adosada, encajada en una calle de otras que parecían la misma, le daba a Harry un lugar cómodo y seguro donde no ser el famoso Harry Potter.

Snape se levantó cuando entraron, recogiendo los papeles en que él y la Profesora McGonagall habían estado trabajando y moviéndolos fuera de la vista. Ron observaba desde donde estaba parado en el umbral, sintiéndose levemente desequilibrado mientras permanecía inmóvil, no invitado a sentarse. Se sentía como si estuviera esperando que comenzara su detención. A su lado, Hermione parecía estar un poco más a gusto.

Snape se movía con elegancia en la cocina, midiendo una cantidad precisa de café en un filtro y encendiendo la cafetera. Un rico aroma comenzó a impregnar la cocina, y Hermione notó con leve diversión que cuando Snape abrió el frigorífico, en adición al pequeño cartón de leche de la tienda de comestibles, había una hilera de diminutos viales de poción etiquetados y tapados con corcho. En la misma puerta del frigorífico parecía haber un menú de comida china para llevar que había sido pegado allí con un imán de la bandera de la Union Jack. Se mordió el labio tratando de no sonreír.

"Sr. Weasley." Dijo Snape después de un momento, sirviendo su café en una tacita azul.

"¿Sí, señor?"

"¿Está lo suficientemente seguro de que su amigo no ha sufrido daño?" Snape todavía no se había vuelto a mirarlo, y Ron se sintió estúpido parado inútilmente en el umbral.

"Sí, señor."

"Soy muy consciente de que la Srta. Granger es la más juiciosa de ustedes tres, pero, ¿tengo su garantía de que no continuará condenando al ostracismo a mi hijo debido a su idiota y ciego odio de escolar de la persona que cree soy yo?"

La cucharilla repicaba suavemente contra el costado de la taza mientras el café era removido, y Ron pensó en la mejor respuesta. Su hijo. Le gustara o no, Snape era ahora el padre de su mejor amigo, y Ron sabía que si quería pasar tiempo con Harry fuera del colegio, tendría que interactuar con Snape. Si Harry había pasado el verano aquí y accedido a la adopción, obviamente había algo en Snape que Ron estaba pasando por alto. Miró alrededor la cocina y también echó un vistazo a la biblioteca. Snape parecía estar dándole tiempo para pensar su respuesta, y tanto McGonagall como Hermione estaban dejándole pensar también.

"Nunca me ha gustado usted, señor." Respondió Ron honestamente mientras se movía de lado, inspeccionando la imagen en la pared cercana. El niño en la foto tenía el cabello oscuro y el rostro delgado, y mientras que parecía tener sólo cinco o seis años, su expresión mostraba mayor edad. Los ojos verdes eran lo que hablaron más alto a Ron.

"Pero a Harry le gusta. Y eso será lo suficientemente bueno para mí." La admisión fue más difícil de lo que Ron pensaba que sería, pero Harry era el primer amigo que había tenido jamás que era realmente suyo, y no algún conocido de sus otros hermanos en primer lugar. Snape parecía haber cuidado de Harry, y quizá en unos meses Ron conseguiría conocer otro lado de Snape.

"Su aprobación ha hecho mi vida completa, Sr. Weasley." Arrastró Snape, por fin girándose y apoyándose contra el banco mientras sorbía su café.

Que sean unos años, corrigió Ron en su mente, combatiendo el impulso de ponerle los ojos en blanco al imbécil.

McGonagall se levantó con una sonrisa y los condujo hacia la chimenea, prometiendo que Harry regresaría al colegio tras el fin de semana.

. . . . . . . . .

Cuando Harry despertó pasaban de las seis pm, y se dio cuenta aturdido de que había dormido más de cinco horas. Se tambaleó escaleras abajo, sus pies descalzos fríos sobre el suelo de madera mientras pasaba a la biblioteca. La casa olía delicioso: cálida, y hogareña. No era una sensación a la que Harry estuviera acostumbrado, pero su estómago ciertamente la apreciaba.

Snape estaba a la mesa, papeles y pergamino extendidos a lo largo de la superficie, su pluma volando por la página mientras escribía sus pensamientos. En el fogón había una gran olla llena de algo que estaba hirviendo a fuego lento, y Harry pudo discernir el aroma a ternera, cebolla, y salsa de carne saliendo de la olla. Snape debía estar haciendo estofado, y sobre el banco había una barra fresca de pan francés para acompañar la cena.

Harry tocó la cafetera e hizo una mueca cuando su dedo alcanzó la superficie caliente. Cogió una taza del armario; su favorita a rayas, y se sirvió una bebida antes de sentarse.

Snape trazaba furioso largos rasgones en el pergamino, blandiendo su pluma como si fuera un cuchillo haciendo cicatrices al papel. Harry lo observaba desde el otro lado de la mesa, los pies metidos en los pantalones de pijama demasiado largos que llevaba, y las manos sosteniendo su taza de café como un ancla.

"¿De qué hablaste con el director?" Preguntó Harry, muy poca emoción en su voz.

"Del tiempo." Dijo Snape de inmediato con desprecio, sin detener su escritura. Vio por el rabillo del ojo que Harry se había estremecido, pero todavía no deseaba perder su tren de pensamiento disculpándose.

"Solías ser mejor mintiéndome."

Snape continuó escribiendo en silencio. Después de otros breves momentos se detuvo, levantando el pergamino para inspeccionarlo.

"Nunca solía importarme por qué estaba mintiéndote." Respondió Snape por fin.

"Él me dijo que iba a pedirte que le mataras." Dijo Harry en tono conversacional, pero se negó a encontrarse con los ojos de Snape cuando el hombre mayor levantó la mirada.

"Por tentadora que sea esa oferta a veces, creo que declinaré." Respondió Snape.

"¿Puedes? Siempre he tenido la frustrante impresión de que Dumbledore controlaba más de lo que jamás pudiera imaginar."

Harry sonaba derrotado, y ése era un tono que Snape aborrecía.

"¿Dándote por vencido tan fácilmente? Me han dicho que casi fuiste seleccionado en Slytherin, pero supongo que tus instintos de supervivencia no estaban a la altura." Dijo Snape con desprecio, pero el tono enojado rodó sobre Harry como si nada.

"¿Es esto lo que hacen los Slytherin entonces?" Preguntó Harry, sonando no afectado de nuevo. "¿Gritas y despotricas, y tramas tu propia manera de planear las cosas?"

"Eso es lo que hago yo." Respondió Snape, molestia en su voz. "Porque no deseo que ninguno de nosotros nos convirtamos en asesinos."

Un pesado silencio cayó sobre la mesa mientras Harry asimilaba esto.

"Pero sabes que yo seré un asesino. Has sabido durante años que tengo que matar a Voldemort, así que eso no debería ponerte tan nervioso." Ponderó Harry en voz alta.

"¿Estás hablando para ti mismo, o requieres una respuesta?"

"¿A quién más se refería entonces? Yo no le mataré, él sabe eso. Sabe que yo no te mataré. Ya no, en cualquier caso. No a mis amigos… ¿a otro mortífago quizá?"

Snape se quedó mirándolo con extrañeza a través de su monólogo, levantando la vista. Sus ojos oscuros no estaban encontrándose con los de Harry, sino que en cambio estaban descansando en la cicatriz en la frente de Harry.

"¿Te ha hablado de cómo se hacen los horrocruxes?" Preguntó Snape, su voz muy suave.

Harry se frotó inconscientemente la cicatriz en la frente, de repente sintiéndose enfermo.

"¿Soy un horrocrux?" Preguntó Harry con voz ronca, el café en sus manos olvidado.

"Tu cicatriz."

Harry se sentó muy quieto mientras pensaba en eso. Hasta ahora, todos los horrocruxes habían sido dañados cuando el alma de Voldemort había sido arrancada de ellos.

"¿Confías en mí?" Preguntó Snape, mirando atentamente a Harry.

Los papeles todavía estaban diseminados a su alrededor, el fuerte olor a tinta sobre la mesa y había líneas oscuras en torno a los ojos de Snape. Parecía que no había descansado, y había estado quemando la vela por ambos extremos mientras trabajaba en sus planes.

"Eso supongo." Harry se encogió de hombros, todavía intentando imaginar cómo podía ser un horrocrux andante y qué demonios significaba eso en la guerra.

"No. O lo haces o no lo haces. Lupin te dice que es seguro encontrarte con él, a pesar de que sea luna llena, porque ha estado tomando su poción regularmente durante los últimos meses, ¿vas?"

"…Sí." Respondió Harry, preguntándose a dónde estaba yendo Snape.

"Si el director te dijera que le siguieras a una cueva, para recuperar algo con él, ¿le seguirías?"

"Er…" Harry pensó, preguntándose qué podía significar la cueva.

"¿Sí o no?" Exigió Snape, sin darle a Harry tiempo para pensar.

"Sí." Soltó Harry.

"La Profesora McGonagall te envía de regreso con tus parientes maltratadores para el verano, sólo diciéndote que debes ir. Sin otra razón. ¿Vas?"

"Ellos no me maltrataban…" Comenzó Harry, perplejo.

"Sí, lo hacían. Responde la pregunta."

"Sí, supongo."

"Si yo te dijera que bebieras un vial de poción que por olor y vista reconoces que es veneno, ¿lo harías?"

"Yo no… ¡no!" Respondió Harry, frustrándose.

"Y si el director te dice que te sacrifiques, porque es la única manera de librarse del horrocrux, ¿lo harías ciegamente?"

"Sí… ¿qué?" Jadeó Harry, comprendiendo totalmente ahora por qué Snape le había gritado a Dumbledore esa mañana.

"¡No! No lo harás, Elliot." Snape elevó la voz, poniéndose en pie.

"¡No sé lo que quieres que haga!" Gritó Harry en respuesta, levantándose también. "Primero sacudes la cabeza porque soy ¿qué, un estúpido Gryffindor confiado? ¿Luego te enfadas porque digo que no al veneno? ¿Se supone que debo confiar en que me envenenes? ¿Y a qué te refieres con sacrificarse por el horrocrux?" La cabeza de Harry estaba comenzando a palpitar.

"Olvida el horrocrux. Quiero que pienses antes de confiar ciegamente en la gente. No quiero una marioneta por hijo, quiero uno que piense en su propia seguridad primero." Gruñó Snape. "Por encima de todo, quiero que confíes en que tengo tu mejor interés en mente, sin importar lo que diga."

Harry estaba parado tenso en la cocina, la camisa medio metida y las gafas encaramadas en ángulo en su nariz, con la varita sobresaliendo de la cinturilla de sus pantalones de pijama. Parecía por completo un niño perdido, pero la resignación y exasperación en sus ojos era todo lo contrario.

"Ven aquí." Dijo Snape por fin, frustrado por no conseguir hacer comprender su cuestión. Snape agarró los hombros de Harry, conduciéndolo fuera de la cocina y llevándolo a través de la biblioteca hacia la escalera oculta a la bodega subterránea. Antes de bajar, Snape murmuró un encantamiento y sumió la escalera en la oscuridad. Harry se volvió hacia la luz en la biblioteca y se sobresaltó cuando se dio cuenta de que el hechizo no había apagado las luces, lo había cegado. Harry comenzó a retroceder pero Snape era más alto detrás de él y cerró ambas manos bajo las axilas de Harry, sosteniéndolo con fuerza. Harry podía sentir los dedos de Snape presionando sus costillas mientras gruñía que le dejara libre.

"Respira." Ordenó Snape, manteniendo inmóvil a Harry. Harry podía oler el aire almizclado subiendo desde el sótano mientras estaban parados en la cima, y el aroma se entremezclaba con el de Snape detrás de él. Old Spice, definitivamente, aunque Harry no estaba seguro de si era colonia o sólo desodorante, mezclado con el pesado papel de los libros alineados en las estanterías tras él. Snape permanecía completamente inmóvil detrás de Harry, un sólido muro cálido que lo mantenía calmado mientras combatía su pequeño pánico por estar parado ciego al borde de las escaleras.

Tras unos momentos de silencio Harry comenzó a moverse; el aroma a ingredientes de pociones de la bodega comenzando a molestarle. No temía la bodega, no cuando Snape estaba allí abajo elaborando. Era un lugar siniestro, pequeño y abarrotado con nichos cavados aparentemente al azar y repleto de cajas de inocentes reliquias de familia junto a calderos llenos de asquerosos trozos de cosas muertas que Harry no podía identificar. No temía la bodega. Simplemente no le gustaba.

Snape comenzó a moverse, empujando a Harry adelante hacia el escalón y manteniendo las manos apretadas de modo que tuviera un fuerte agarre de Harry.

"¡No! ¿Qué estás haciendo?" Harry respondió luchando, temeroso de que Snape fuera a empujarlo escaleras abajo.

"Extiende las manos, y tantea las paredes."

Harry extendió las manos tímidamente y dio un paso, sintiéndose tanto molesto como reconfortado por el hecho de que Snape no estuviera soltándolo.

Hicieron muy lento progreso, Harry dando los pasos más lentos mientras navegaban las desvencijadas escaleras de madera hacia el aire más frío de la bodega. Tropezó una vez, olvidando que había un gran bulto en uno de los escalones donde Snape había dejado caer un peso de balanza por accidente años antes. Harry tuvo unos fugaces segundos de pánico por caer, cuando los brazos se apretaron instintivamente a su alrededor y fue mantenido en pie. Una vez llegó al pie de los escalones y sintió el suelo de piedra frío y levemente húmedo bajo sus pies, Harry exhaló un profundo aliento y se desplomó contra Snape. Todavía no podía ver, pero tuvo un respiro temporal. Aunque Snape continuó caminando, empujando más hacia el centro de la habitación al todavía ciego Harry.

"¿Por qué demonios me harías hacer eso?" Preguntó Harry, su cólera mantenida apretada como él mismo.

"¿Por qué te haría caminar a ciegas por un tramo de escaleras hasta la bodega?" Preguntó Snape, su voz cerca del oído de Harry y sonando mucho más calmado de lo que Harry se sentía.

"¡Sí! Podría haberme caído." Harry luchó por darse la vuelta y Snape lo soltó. Harry se odió por sentirse inseguro cuando se alejó de Snape.

"No lo hiciste."

"Entonces, ¿cuando estemos en guerra se supone que debo confiar en que piensas que puedo bajar escaleras a ciegas sin matarme? Caramba, Papá, qué gran habilidad que tener."

"Corta el sarcasmo. Quizá tenía una razón para que bajaras las escaleras sin ver." Respondió Snape, su voz llegando desde la izquierda de Harry y pillándolo con la guardia baja. Harry se dio la vuelta, fulminando con la mirada el aire negro. Quería regresar arriba y olvidar esta estúpida lección.

"En tu primer año, cuando tu querida amiga ratón de biblioteca prendió fuego a mi capa, ¿qué creías que estaba haciendo yo?" Preguntó Snape, su tono bajo mientras rodeaba a Harry.

"Maldecir mi escoba." Respondió Harry de inmediato, deseando que el hombre se quedara quieto. Estaba acostumbrado a la oscuridad absoluta de su armario, se dijo. Esto no era diferente. Excepto que la bodega era un poco más siniestra que el armario.

"Eso es cierto. Tu asqueroso, vengativo, injusto, malvado maestro de pociones estaba maldiciendo tu escoba y tratando de matarte delante de todo el colegio. Hacerte caer sesenta pies y matarte estrellado."

Harry habría puesto los ojos en blanco, pero no estaba seguro de si Snape podía ver realmente en la oscuridad.

"Vale, lo pillo. Estabas intentando salvarme, a pesar de que parecía que no lo estabas." Harry se giró, perdiendo la concentración de dónde estaba por un momento. No quería extender los brazos y admitir que no estaba completamente seguro de cuán lejos de las escaleras estaba situado.

"Apenas el pasado junio pensabas que estaba intentando envenenarte, o ayudar a Umbridge a completar esa tarea, ¿no?"

Harry resopló su aliento y comenzó a deslizar los pies por el suelo. Encontraría las condenadas escaleras por sí mismo.

"Supongo que vas a relamerte y decirme que nos seguiste a la casa de los gritos en tercer año meramente para asegurarte de que estaba a salvo." Dijo Harry.

Snape resopló desde detrás donde estaba parado, y Harry saltó de su piel cuando el agarre de Snape se cerró con fuerza en su brazo.

"No, quería atrapar a Black y echar a Lupin de Hogwarts. Tu seguridad era secundaria esa noche."

Las manos guiaron a Harry en dirección opuesta a la que estaba dirigiéndose originalmente, y después de unos pies su pie golpeó la madera del escalón inferior. Todavía no podía ver, aunque imaginó que Snape no levantaría el hechizo hasta que terminara su lección.

"Habrá veces, Elliot, en que te diré que hagas algo que pueda parecer ridículo o completamente contrario a lo que pienses que debiera ocurrir." Snape lo empujó a caminar, de nuevo permitiendo que Harry utilizara los brazos mientras trastabillaba a ciegas subiendo los primeros escalones.

"Puede que parezca peligroso, puede que parezca inútil, y puede que te aterre hasta el mismo núcleo." Snape de repente levantó a Harry sin advertencia, agarrándole las caderas y apartándolo de las escaleras. Harry dio un grito sobresaltado y comenzó a luchar, escarbando por agarre en el aire mientras colgaba suspendido en la oscuridad, quién sabe a cuántos escalones arriba en una escalera vieja e inestable.

"Para." Gruñó Snape, manteniendo un fuerte agarre sobre Harry a pesar de que era un peso muerto revolviéndose. Harry jadeó, quedándose inmóvil mientras se decía que una caída escaleras abajo no le mataría, había sobrevivido cosas mucho peores. En alguna parte en el fondo de su mente había un pensamiento errante inquietándole de que incluso cuando Snape lo había odiado, nunca había permitido voluntariamente que Harry sufriera daño.

"Pero necesitarás confiar en mí."

Le llevó a Harry un momento percatarse de que había recuperado la vista, y mantuvo la mirada directamente al frente mientras Snape lo bajaba despacio a la escalera de madera, que parecía firmemente sólida en la mente de Harry. Snape lo soltó y Harry se revolvió escalones arriba, casi dejando su varita deslizarse de sus pantalones de pijama mientras se lanzaba a la biblioteca y se sentaba en el sofá. Snape lo siguió sin prisa, cerrando el pequeño nicho y volviéndose a la cocina para sacar el estofado del fogón. Harry se sentaba con la cabeza gacha, las rodillas separadas y los codos apoyados en ellas, mientras Snape sacaba cuencos del armario y servía el estofado. Metió la barra de pan francés en el horno para calentarla y pronto el ligero aroma a levadura llenó el aire.

"Eres cruel y sádico." Murmuró Harry, rastrillándose el cabello con los dedos.

"Sí." Respondió Snape llanamente, sacando dos cucharas del cajón de la cubertería.

"También tengo mal genio y soy pesimista." Añadió Snape, su brutal honestidad desarmando a Harry. Dos pequeñas mesas auxiliares aparecieron en la biblioteca, una junto al asiento de Snape y una al lado de Harry y el canapé. "Y estoy muy involucrado en verte salir de esta guerra."

Harry levantó la mirada y observó a Snape mientras hacía flotar los cuencos de estofado hacia las mesas en la biblioteca. Retiró el pan del horno después de un momento y lo cortó en pequeños pedazos.

"¿Tenías que medio matarme del susto para demostrar tu cuestión?"

"¿Confiabas en que no te dejaría caer?"

Harry no respondió por un momento mientras pensaba en eso. Había tenido pánico, había estado molesto, y su respuesta corporal de lucha o huida definitivamente se había activado. Aunque a lo largo de la experiencia, los fuertes brazos y agarre de Snape lo habían mantenido firme, y Harry admitió para sí mismo que lo habían conectado a tierra.

"Sí."

Snape entró a la sala de estar y le entregó a Harry un platito de pan, el estofado a su lado humeando vapor caliente.

"La única persona a la que he confiado lo suficiente mi supervivencia hasta ahora ha sido Dumbledore." Murmuró Harry, mojando un trozo de pan en el estofado y masticándolo despacio.

"El Profesor Dumbledore." Corrigió Snape, esperando que su propia cena se enfriara un poco antes de comerla.

"Y ahora quiere que me mate." Continuó Harry, mirando fijamente un punto en el suelo. Anoche había contado cuántos meses había estado vivo, y cuántos más imaginaba le quedaban. Dieciséis años de edad equivalían a sólo 192 meses, y cuando lo miraba de esa manera, era un período de tiempo sorprendentemente breve. Snape golpeó un libro contra la mesa auxiliar junto a su sillón, sobresaltando a Harry fuera de sus pensamientos.

"Ahora eres el hijo de un maestro de pociones. Deja de ser melodramático, y presta atención." Dirigió una mirada a Harry, y Harry se sentó más derecho, subiendo los pies fríos al sofá.

"Mientras estabas comatoso arriba, tu jefa de casa y yo tuvimos una conversación esclarecedora." Comenzó Snape, convocando el montón de notas en que había estado trabajando antes. Observó por el rabillo del ojo cómo Harry se frotaba los pies ociosamente, antes de suspirar y convocar un par de calcetines de lana también. Los calcetines entraron navegando a la habitación mientras Snape organizaba sus notas, y Harry los arrancó del aire.

"Combinan. Lidia con ello." Dijo Snape, sin levantar la mirada. Por fin encontró lo que estaba buscando, un papel que tendió a Harry con el título "usos medievales de los horrocruxes." La página era larga y estaba escrita con la escritura de araña de Snape, mezclada con algunas frases de McGonagall. Harry se recostó en el sofá con su cena mientras Snape comenzaba a explicar sus teorías.

. . . . . . . . .

A pesar de todos sus años de vivir en la lluviosa y sombría Inglaterra, Harry no estaba preparado para el amargo viento de Ámsterdam a finales de octubre. Había vuelto a tomar la poción rejuvenecedora, ya que iban a reunirse con Amy Benson y su familia, y aunque Snape había reducido un chaquetón de lana para él, se encontró temblando cuando salieron a la calle.

El lugar de aparición que Snape había escogido les hizo aterrizar en De Kromweg, y Harry se maravilló por cómo la soleada y jovial calle del verano se había convertido en una vía otoñal agradable y cálida, las hojas de colores sopladas cruelmente por los altos vientos diseminadas a través de las abundantes grietas y alcantarillas, imágenes de decoraciones de Hallowe'en en los escaparates mientras los propietarios llevaban un poco de diversión de la fiesta inglesa a los Países Bajos. Las calabazas estaban amontonadas en manojos exhibidos en umbrales y escaparates, y cuando pasaron por el mercado Harry vio grandes carteles de ventas de todo tipo de zumos de calabaza, cafés, tés, tartas, bollos, pasteles con sabor a calabaza, y mientras pasaban por la pequeña pastelería, la boca de Harry se hizo agua por la gran tarta de calabaza en el escaparate. Una mezcla de calabaza y manzana que nunca antes había considerado por un segundo, pero su boca estaba haciéndose agua por probar ahora.

Snape lo condujo rápidamente a De Kinderkamer, guiándolos estrechamente a través de la multitud de padres y niños chillando hasta que llegaron a la sección de niños de la tienda y fueron capaces de encontrar una bufanda verde oscuro y un gorro de lana pasado de moda que combinaran con la chaqueta de Harry. Mucho más caliente, Harry siguió a Snape en silencio a través de las calles y observó con gran interés cómo los magos y brujas holandeses trocaban artículos con tenderos que habían estado visitando durante años. Dejó que los sonidos del neerlandés lo cubrieran, antes de tirar del bolsillo de Snape para hacer una pregunta.

"¿Por qué tú tienes una de esas cosas pez hablador, y yo no?"

Snape estaba caminando más despacio para adaptarse a las piernas más pequeñas de Harry, y no parecía importarle que Harry prefiriera enganchar los dedos diminutos de su mano en el borde del bolsillo del abrigo de Snape mientras caminaban.

"Está estadísticamente demostrado que los bebés y niños pequeños son muy eficientes adquiriendo un segundo idioma por naturaleza de inmersión." Respondió Snape, poniendo una mano entre los hombros de Harry para mantenerlo cerca mientras se apretaban a través de una parte más estrecha de la calle abarrotada. Los sábados por la mañana siempre eran ajetreados días de mercado.

Harry sintió calidez por la implicación de que Snape pensara que podía aprenderlo sin ayuda. Cerca del final de la calle junto a la papelería, Snape llamó a una puerta desgastada y lisa junto a la tienda, que tenía el nombre de Wouter Van Bueren en elegantes letras doradas diminutas. En la cima de las escaleras había un apartamento bastante espacioso con grandes ventanas que daban a De Kromweg. El interior de la sala de estar era de un gris atenuado, la luz del cielo nublado afuera no brillaba lo suficiente para calentar la habitación, y las velas flotaban en pantallas de vidrio grueso por toda la sala, la cera protegida de caer sobre las mesas de trabajo. Los ojos de Harry estaban muy abiertos mientras se fijaba en las grandes estanterías llenas de pequeñas piezas de madera redondeada, las formas tan variadas como el tipo de madera. En otra pared de la habitación había cajas de metales organizadas, y junto a esa caja había diferentes bloques de mármol. En el centro de la sala había un anciano en pie, encorvado sobre una larga mesa de trabajo con una luz extraña en la frente mientras examinaba un pedazo de acero como si fuera un tesoro.

Dando otra mirada de más cerca, Harry vio que el hombre estaba tallando un pequeño sello de familia, para usar al escribir cartas o autentificar documentos.

"Sr. Snape." Saludó por fin el hombre, su voz un poco ronca. El acento holandés hacía que el nombre de Snape sonara casi como si lo hubiera pronunciado Sneep.

"Sr. Van Bueren." Reconoció Snape con un asentimiento, avanzando y llevando a Harry consigo. "Éste es Elliot, acerca del cual le escribí."

Harry vio con un sobresalto que una de las minúsculas serpientes que había tallado, una que había hecho mientras estaba aburrido un fin de semana en el apartamento de Snape en Hogwarts, se erguía orgullosa sobre la mesa del Sr. Van Bueren.

"Ah." Respondió el anciano, volviéndose y examinando a Harry con ojos levemente bizcos. Tenía barba de varios días en la barbilla y aunque su camisa estaba ligeramente desgastada, parecía bien planchada. Su sonrisa era un poco torcida, pero tenía una mirada amable y parecía ser una jovial figura de abuelo.

"El mismo joven con talento. Bienvenido a mi taller."

Harry y Snape pasaron más de una hora con Van Bueren, aprendiendo sobre el negocio de confección de sellos y las complejidades de tallar blasones y diseños únicos en imagen especular sobre anillos y sellos. Harry estaba profundamente interesado, y también muy conmovido porque Snape pensara que era lo suficientemente bueno tallando para considerar esto una futura carrera. Snape no era un hombre muy demostrativo, no a luces positivas al menos. No tenía problemas expresando su cólera o disgusto por las cosas. Sin embargo, Harry sabía que aun después de que terminara la guerra, Snape nunca sería el tipo de hombre que llevara en la cartera una fotografía de Harry atrapando la snitch en un partido y presumiera de ella con otros padres durante la conversación casual. Eso simplemente no era quien era Snape. Mostraba su orgullo de otras maneras, y Harry estaba contento con eso. Su boletín de calificaciones estaba expuesto en el frigorífico en casa, y Snape creía que tenía suficiente talento para convertirse en fabricante de sellos, el suficiente para haber escrito y concertado este encuentro con Van Bueren.

Para el momento que se hubieron marchado, Harry había acumulado una pequeña carpeta llena de información sobre la historia de la confección de sellos y algunos de los procesos. Van Bueren le dio algunas pequeñas piezas de metales diferentes con los que probar a tallar, e hizo prometer a Harry que le enviaría su primer diseño de blasón para hacerlo convertir en sello.

Sintiéndose ligeramente más jovial de lo que lo había estado por la mañana, Harry caminó con Snape mientras pasaban a través de la barrera al Ámsterdam Muggle. Volvió a aferrar los dedos al bolsillo del abrigo de Snape y lo siguió mientras caminaban a lo largo del canal, esperaban a la larga luz de peatones para cruzar Rokin y deambular Kalverstraat arriba, evitando el intenso gentío del sábado de compradores holandeses y turistas circulando. Snape desherbó a través de los rezagados ignorantes, llevando a Harry a los grandes almacenes HEMA fuera de lo que parecía un pequeño paseo. Sólo esperaron unos minutos antes de que Harry viera a un hombre alto de cabello rubio abrirse camino a través de la multitud, sonriendo y tomando de la mano a un niño de alrededor del tamaño de Harry.

Jan estaba abrigado contra el viento, casi tan bien como Jeroen, y parecía estar de muy buen humor cuando se pararon junto a Harry y Snape.

"¡Sr. Snape!" Saludó en voz alta, su acento una extraña mezcla de holandés e inglés. También sonrió a Harry.

"Y el pequeño Elliot de nuevo también. ¿Hoe gaat het?" Preguntó Jan jovialmente mientras sacaba a Jeroen por instinto del camino de una mujer montando en bici a través del gentío.

Harry lo contempló atentamente. ¿Cómo iban las cosas? Horrible. Difíciles, perturbadoras, sofocantes, injustas, e inevitables. Aunque Jeroen y Emma no le habían enseñado mucho holandés, y no le apetecía explicar.

"Goed." Respondió Harry suavemente.

Jan volvió a sonreír e hizo un gesto tras de sí, donde Harry pudo ver a Amy Benson caminando más despacio con Emma. Mientras esperaban a que llegaran, Jan sacó una pequeña bolsa del bolsillo y se la pasó.

"Esperaba que tu papá te trajera." Dijo Jan, asintiendo hacia el paquete. Harry lo abrió con cuidado, notando que las pequeñas galletas en forma de botón se llamaban kruidnoten, y que olían igual que las galletas de jengibre navideñas. Jan explicó que de niño eran sus dulces favoritos de las fiestas, y que no estaría bien que Harry visitara Holanda sin probarlas.

Su plan original era ir al café Bleu en la cima de Kalvertoren, que Harry se enteró era el nombre del centro comercial de cuatro pisos fuera del cual estaban situados, pero primero hicieron una pequeña parada en boxes en una juguetería llamada Bart Smit que estaba justo doblando la esquina. Al parecer Emma había tenido una semana muy mala en el colegio, y le habían prometido un pequeño juguete, junto a su hermano, por su buen comportamiento. La Sra. Benson, que había notado con aguda percepción el humor apocado en que estaba Harry, le había escrito una nota y le había dicho que escogiera un juguete también. Harry había fingido no divertirse cuando la Sra. Benson había regañado a Snape por no ofrecer un juguete a Harry para animarlo.

Cuando por fin habían llegado al café, a Harry se sintió arrobado por la amplia vista de Ámsterdam que presentaba. El café se situaba en la cima de la torre, un área redonda de dos pisos que tenía asientos justo contra las ventanas de modo que toda la ciudad de Ámsterdam era visible, las líneas dentadas de los tejados extendiéndose desde el centro de la ciudad como radios de bicicleta.

Se sentó a la mesa frente a Snape, sentándose junto a Jeroen y mirando fijamente el menú mientras sus nuevas figuras de acción de un mago y un dragón se erguían estoicos sobre la mesa. Harry se había decidido por un mago genérico en lugar de Merlín, y escogió un dragón púrpura oscuro para acompañarlo. Estaba escuchando a Jeroen y Emma farfullar en holandés entre sí mientras trataban de decidir qué batido tomar cuando de repente sintió el dedo mordisqueado y pinchado al mismo tiempo. Harry echó un vistazo a su lado y su mandíbula cayó en shock cuando observó al mago caminar cautelosamente alrededor del dragón enano, su varita sacada. Eso era lo que había pinchado a Harry, y parecía que el dragón le había mordisqueado el dedo también, ya que ahora estaba lamiéndose los labios e hipando.

Snape llevaba una sonrisa arrogante en el rostro mientras Harry dejaba escapar una risita involuntaria, ignorando completamente el menú para observar sus nuevos juguetes que para todo el mundo Muggle parecían ser sólo pequeñas figuras de acción inmóviles del tamaño de la mano.

Fue la primera vez que había visto reír a Harry en todo el fin de semana, y Snape se relajó un poco en su asiento mientras esperaba a que Amy Benson le pasara su nota a través de la mesa. El almuerzo había sido pedido, y mientras que Snape no necesitaba pasar mucho tiempo con Benson para obtener sus respuestas, quería confirmación de su sospecha sobre los hábitos del Señor Tenebroso. La obtuvo cuando llegó la comida, los altos batidos escarchando los vasos en que se sirvieron mientras leía la nota.

"El número favorito de Tom de niño era el cuatro. Estaba obsesionado con coleccionar cosas de cuatro en cuatro, cuatro tapones de botella, cuatro libros, cuatro plumas, y cuatro postales. Tiene razón, cuando regresaba de ese internado cada verano llevaba consigo un aire de superioridad. Le hicieron prefecto un año, y estuvo más arrogante que cualquier otro en el orfanato ese verano."

Snape asintió e hizo charla informal durante el resto de la comida. Harry comió alegremente sus fajitas de pollo con forma de dinosaurio, ni siquiera molestándose cuando Snape paleó parte de las verduras de su plato al de Harry. Dudley había pasado años regodeándose de sus comidas en McDonald's y otros sitios de comida rápida, pero Harry estaba pagado de sí mientras tomaba un sorbo de su espeso batido de plátano y se aseguraba de que esto era mucho mejor que la comida frita que había tomado Dudley. Su dragón, para el que tendría que pensar un nombre pronto, parecía concordar porque no paraba de intentar mordisquear una de las patatas fritas en el plato de Harry.

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N/T "Sneep" significa "estornudar" en inglés; "siesta" en neerlandés.