Calcetines, Serpientes, y una Mala Decisión
La mañana del domingo llegó brillante y soleada, lo que fue un bienvenido descanso de la lluvia y fríos vientos de los últimos días tanto en Escocia como en Ámsterdam. Aunque Jan y Amy habían recomendado algunos pubs en el área cercana a su hotel en el Spui para encontrar un buen inglés completo, Snape no estaba de humor para lidiar con turistas de resaca, así que fueron a la sección mágica de la ciudad. Como su contraparte Muggle, casi todas las tiendas de De Kromweg estaban cerradas los domingos, aunque eso no impidió que Harry aminorara mientras pasaba el escaparate de quidditch, los ojos parpadeando mientras se fijaba en las túnicas naranjas muy brillantes del equipo nacional holandés de quidditch. Estaban en exhibición en el escaparate, naranja brillante con toques de letras negras y bordes blancos; y Harry se preguntó si el equipo no obtenía un poco de ventaja por la pura distracción visual.
Con la mano aferrada al borde del bolsillo de Snape de nuevo, Harry se permitió ser conducido a través de los adoquines torcidos de De Kromweg. Harry recordaba la mayoría de las tiendas del verano, sonrojándose un poco cuando recordó el desastre que había causado en el apotecario. Aunque Snape siguió avanzando a largas zancadas, al parecer sin recordar el derrumbe de Harry, o quizá no le molestaba el recuerdo de ello. Harry intentó asomarse discretamente a un diminuto callejón que estaba encajado entre una tienda de segunda mano y una zapatería, y esta vez Snape aminoró con una sonrisa burlona.
"Eso es De Wallen." Gruñó la voz baja de Snape en la silenciosa calle vacía. "Mientras que es mucho más interesante que la versión Muggle en que te encontraste el verano pasado, no creo que desees visitarlo mientras todavía seas un menor a mi cargo."
Había principalmente diversión en el tono de Snape, en lugar de amenaza, pero Harry sacudió la cabeza deprisa y siguió caminando. Recordaba bien el sermón en el hotel holandés que se había llevado el verano pasado tras escabullirse al distrito Red light, y todavía se avergonzaba cuando pensaba en ello. Tener que pararse tan cerca de Snape, mantenido en el sitio por las rodillas del hombre, y bajar la mirada hacia él mientras le hablaba de la preocupación que le había causado. Y esa mirada de pura decepción en el rostro de Snape; lo que era algo que no quería volver a experimentar. Un pensamiento gracioso, ponderó Harry con una sonrisa burlona. Durante años solía molestar a Snape hasta el infinito, y no le importaba en absoluto, ya que era simplemente un hecho de la vida.
Doblando la curva de De Kromweg junto a la tienda de jardinería, Harry vio que la calle se abría un poco, bajando a una pequeña plaza cuadrada holandesa. Sillas de cafés estaban diseminadas por el área, rodeando vagamente una estatua en el centro, en un patrón que Harry no pudo identificar. Parecían ser sillas y mesas de diferentes cafés, y Snape escogió una al azar mientras se sentaba. Más allá de la plaza había un pequeño canal, parte del Amstel que estaba bajo pesados encantamientos y protecciones anti-muggle.
Después de que el camarero se hubiera marchado con sus pedidos, Snape sacó sus notas y conjuró un encantamiento de privacidad sobre la mesa. Harry, que no tenía otra excusa aparte del hecho de que actualmente parecía un niño de seis años y simplemente quería hacerlo, sacó sus nuevas figuras de acción del bolsillo. Puso el mago y el dragón sobre la mesa, sus ojos chispeando mientras los observaba estirarse y caminar por ahí. Hubo un pequeño tinte de decepción mientras pensaba en qué bonitos juguetes habría tenido criándose como mago, pero apartó a un lado esos pensamientos y se concentró en los juguetes ante él ahora. Tenía seis años hoy, estaba bien justificado que jugara con ellos. Y Snape no tenía por qué saber que Harry se llevaría los juguetes a su cuarto consigo.
"¿De qué horrocruxes te ha hablado el director?" Preguntó Snape, hojeando una de sus páginas.
"El diario – el que destruí. Y me habló del anillo, me mostró el recuerdo de dónde provenía."
El café matinal llegó a la mesa y Harry trasteó con los paquetes de azúcar antes de que Snape se los arrebatara y los abriera él mismo.
"El anillo de los Gaunt, creo que lo llamó, de la parte materna del Señor Tenebroso."
"Sí." Concordó Harry, removiendo la leche en su café. El camarero le había dirigido a Snape una ceja alzada cuando Harry había pedido el café, pero el ceño fruncido de Snape lo había ahuyentado. "La llave también es uno. ¿Recuerdas la llave sobre su escritorio? Estaba encima de una imagen de cierta vieja mansión, la... del cementerio."
Snape retiró el dragón de la taza de crema, donde estaba intentando lamer la leche. Extendió la mano y puso dos dedos bajo la pequeña barbilla de Harry, levantándole la cabeza.
"Yo no estuve allí aquella noche."
Snape no rompió el contacto visual, dejando su expresión protectora permanecer sin defensa en su rostro.
"Lo sé." Susurró Harry, forzándose a no pensar en cuán atrapado se había sentido en el cementerio, odiado por gente que ni siquiera había conocido nunca. Gente que se tomó perverso placer en verlo sufrir.
El dragón púrpura se acercó a la mano de Harry, mordisqueándole ligeramente el dedo. El mago, que había estado montando la curva de una de las cucharas como una tabla de surf, le dirigió a Harry un amistoso saludo.
"Es narcisista." Dijo Harry, atrayéndose de vuelta a la conversación y cambiando de tema. "El anillo de la familia de su mamá, la llave de la mansión de su papá, y el diario era un recuerdo de sí mismo."
"Mmm." Consideró Snape mientras el desayuno era dispuesto en la mesa. "La Sra. Benson confirmó ayer que su número favorito es el cuatro. No creo, sin embargo, que tu cicatriz sea un horrocrux hecho intencionalmente. ¿Eres capaz de sentirlos?"
Harry apuñaló su huevo, haciendo que la yema estallara y corriera por sus pedacitos de patata.
No, no puedo sentir éste en absoluto. Respondió Harry sarcástico, siseando en pársel.
"Si deseara una respuesta sarcástica, Elliot, la daría yo mismo." Amonestó Snape ligeramente, haciendo que la mandíbula de Harry cayera.
"¿Puedes entender el pársel?"
"Puedo entenderte a ti igual de bien. Nunca has sido capaz de ocultar tus pensamientos." Respondió Snape, antes de tomar un bocado de su desayuno. Después de masticar velozmente y tragar, Snape se retiró el cabello detrás de la oreja derecha y sacó un artilugio de color carne, como un gusano, del hueco de su oído. Se colgaba cómodamente como un audífono, y Harry lo examinó de cerca mientras Snape lo sostenía.
"¿Esto es el babelfish?" Preguntó Harry ansioso, olvidando por un momento que estaban discutiendo los horrocruxes y que él era uno. "No sabía que también pudieran traducir pársel."
"Sí, y no." Snape lo dejó caer en su mano, pareciendo vagamente incómodo.
"¿No qué?" Preguntó Harry, sin levantar la mirada. Saltó cuando el babelfish se meneó en su mano.
"Comprende los lenguajes humanos. Le hice algunas modificaciones."
"¿Qué harías, empaparlo en mi sangre o algo así?" Harry resopló distraído, empujándolo con el dedo. Realmente parecía un gusanito.
"Algo así." Respondió Snape, continuando comiendo su desayuno. Harry levantó la mirada con la cara arrugada.
"Papá, eso es asqueroso."
"Era experimental." Corrigió Snape arrogante, antes de recuperar el bablefish y volver a enganchárselo en la oreja. "Y funcionó."
"Aun así es asqueroso. ¿Cómo vas a librarme de mi parte de horrocrux, en cualquier caso? Dumbledore dijo que sólo unas pocas cosas pueden destruirlos, incluyendo el veneno de basilisco. El basilisco me mordió en la Cámara de los Secretos, y eso no consiguió librarme de mi cicatriz, así que no estoy seguro… oh, espera, apuñalé a la serpiente con la espada de Gryffindor, creo que podríamos usar eso para, no sé, ¿cortar la cicatriz?"
Harry estaba levantando su tenedor, que tenía un trozo de salchicha y huevo. Snape parpadeó hacia él, su rostro en blanco y su mente sacudida temporalmente fuera de la pista por todo lo que estaba mal en lo que había dicho Harry.
Snape tomó un lento trago de café antes de responder.
"Tú, Elliot, tendrás suerte si alguna vez vuelvo a dejarte salir de mi vista."
Harry lo miró fijamente, perplejo.
"Tú enviaste a Lockhart a bajar allí por su cuenta, y todos sabemos qué fraude era. Yo tenía doce años en aquel momento y Ginny tenía problemas. Teníamos que ir." Harry se encogió de hombros, empleando simple lógica de niño de seis años.
Snape sacudió la cabeza y desplegó un pedazo de pergamino de su bolsillo.
"Puede que tenga una solución para tu cicatriz. Todavía tenemos el asunto del cuarto horrocrux que el Señor Tenebroso hizo a propósito. Hasta ahora el director no ha tenido éxito encontrando ése, aunque no debido a falta de esfuerzo." Dijo Snape con sequedad, recordando su viaje a la cueva en Dover y el mareo de Harry.
"Pero, lo averiguamos ayer. La Sra. Benson nos dijo lo que era." Harry sonó perplejo ante esto, bastante confundido porque Snape no estuviera siguiendo su línea de pensamiento. "Dijo que estuvo más arrogante que nunca después de ser hecho prefecto. Ya hemos tenido algo de sus familias, y algo de sí mismo. Dumbledore dijo que Hogwarts fue su primer hogar, así que la última cosa tiene que ser algo del colegio."
Snape estaba mirándolo con una mirada calculadora. El argumento del muchacho tenía mucho sentido, y era bastante lógico por los pasos que el Señor Tenebroso había dado para asegurar su supervivencia, por no mencionar su ego.
"No tengo idea de qué sería, pero probablemente algo que mostrara su estatus." Dijo Harry como una reflexión, lamiéndose los dedos para limpiar toda la mermelada de ellos. Había montado un desastre con las tostadas.
Snape, levemente molesto por no haber descubierto el horrocrux primero, fingió golpear a Harry con la cuenta por despecho.
. . . . . . . . .
Los fines de semana en Hogsmeade se anunciaban en los tablones de noticias de la sala común y eran esperados con muchas ganas. La ocasión de un pequeño descanso antes de regresar a escribir ensayos a finales de noviembre era aprovechada por la mayoría en su año, y Harry estaba decidido a tachar algunos puntos de su lista de cosas que hacer este fin de semana. Ron y Hermione, que estarían pasando su primera Navidad en la Madriguera como pareja, también estaban esperando nerviosos a Hogsmeade. Las compras de Navidad de este año parecían tener un poco de trabajo extra para todos, ya que Harry estaba decidido a regalarle a Snape algo bonito también.
El hombre nunca había insinuado a Harry ni una vez que fuera a regalarle nada, pero a Harry no le importaba. Tras años de no recibir regalos, era agradable regalar algo a alguien sólo por ver su expresión complacida una vez abriera el regalo. Los cielos sabían que a los Dursley nunca les había importado nada que Harry hubiera hecho. Al menos, Harry esperaba que a Snape le complaciera su regalo, ya que a Harry le costaría bastante hacerlo.
Mientras desayunaban apresuradamente en el Gran Comedor esa mañana, algunos estudiantes fueron cubiertos de nieve cuando las lechuzas descendieron en masa sobre los estudiantes con paquetes. Una lechuza negra, que Harry nunca había visto antes, aterrizó ante él en la mesa y dejó caer una pequeña carta. Harry levantó la mirada hacia la mesa de profesores y no le sorprendió no ver a Snape allí. Snape había ido a una reunión con los Mortífagos anoche, y la Profesora McGonagall le había asegurado tarde anoche que Snape estaba bien, que estaría descansando y hablando con la Orden durante el resto de la mañana.
Harry abrió la carta vacilante y no pudo evitar la amplia sonrisa que acompañó su pequeño resoplido ante el contenido. Había un giro bancario de 4 galeones en la nota, para usar en cualquier tienda del pueblo, e instrucciones para su uso exacto.
Debes comprar ropa interior nueva y los productos de aseo que necesites. Requiero una libra de chocolate con leche de Honeyduke's.
Mantente vigilante fuera de los terrenos del colegio,
Pr S
Papá.
Harry sonrió por la firma; parecía que Snape no sabía cómo se suponía debía marcarla. A Harry no le importaba llamarlo papá, pero la forma escrita parecía mucho más permanente. Hermione lo codeó para que terminara su café, lo que Harry hizo mirando fijamente la nota. Papá. Allí estaba, sobre papel. De niño había anhelado algo de sus padres, incluso una vieja nota con su nombre en ella, sólo para probar su conexión y saber que pertenecía a alguien. Ahora lo tenía, y a pesar de que Snape no era su padre real, Harry imaginaba que a James Potter le parecería bien que Snape lo criara. Snape había conocido y hecho más por criar a Harry durante más tiempo que James o Lily, y en los últimos meses Harry se había sentido más cuidado que nunca antes.
"¿Eso es una nota suya?" Preguntó Hermione, asintiendo hacia ella.
"Sí." Harry sonrió, percatándose de que la nota aparecía en blanco para ella. Se metió el giro bancario en el bolsillo, arrugándolo, y cogió un bollo pegajoso para el camino.
. . . . . . . . .
Los viernes por la noche se había elaborado un horario entre los tres. Todos abandonarían juntos la torre Gryffindor y se dirigirían hacia la Sala de Menesteres. Parecía que pasaban las veladas pasando el rato, pero en realidad, Harry viajaría por flu al apartamento de Snape en primer lugar, y luego sus otros dos amigos pasarían la velada en una cita. A veces bajarían a las cocinas, a veces estarían en la biblioteca, y a veces usarían la Sala de Menesteres para que les proporcionara un escenario diferente. Harry nunca preguntaba lo que pasaba durante esas citas, pero disfrutaba burlándose de Ron por ello.
No habían ido la noche anterior, porque Snape había requerido que Harry viniera a visitarlo después de su excursión a Hogsmeade, debido a la reunión de mortífagos.
De camino al flu de la Sala de Menesteres, Harry los detuvo en el tercer piso junto a la sala de trofeos.
"Ron, ¿no tuviste que limpiar un trofeo con el nombre de Tom Riddle antes?" Preguntó Harry, saltándose las copas de quidditch y los premios de las casas.
"Sí, el estúpido premio por servicios especiales al colegio. Vomité babosas sobre todo él en segundo año."
Harry resopló por la imagen, y Hermione puso los ojos en blanco.
"Me sorprende que no le sacaras el ojo a nadie con tu varita aquel año, Ron." Dijo Hermione.
"Aunque estuvo defendiendo tu honor contra Malfoy, incluso entonces eras su chica." Señaló Harry, sonriendo ampliamente cuando el sonrojo de Hermione comenzó a volverse del mismo color que el de Ron.
"Cállate, Harry." Gruñó Ron, señalando el premio.
Nada parecía diferente en él, estaba ligeramente deslustrado y tenía algunos nombres grabados de los años que había estado en uso. Los ojos de Harry miraron hacia él; no tenía manera de comprobar horrocruxes, de hecho Dumbledore ni siquiera le había explicado mucho lo que implicaban, pero de algún modo sabía que no lo era. Caminaron más alrededor de la sala, Harry pasando los dedos por el cristal y preguntándose cuándo encontraría Filch las huellas dactilares que había dejado. Doblando la pequeña esquina oscura donde estaban los premios de EXTASIS, Harry se detuvo de repente y se quedó mirando el estante inferior. Allí, ligeramente a la sombra del Premio al Jefe de Prefectos más grande, había varias placas pequeñas con blasones de las casas. Parecía que había un premio para los puntajes de matriculación más altos para los prefectos del colegio, y Harry vio el nombre Riddle en la placa Slytherin. Había una insignia clavada en la madera nudosa, y la placa de metal del nombre había sido debidamente abrillantada como el resto de la sala.
Harry se inclinó y la inspeccionó a través del cristal, notando que la insignia parecía haber sido añadida después de que se instalara la placa del nombre, y que no combinaba con el estilo de los blasones de las demás casas.
"¿Percy devolvió alguna vez su insignia de prefecto?" Preguntó Harry, mirando fijamente el desgastado escudo Slytherin.
"No." Respondió Ron, mirando la misma placa. "La guarda en su caja secreta de juguetes con su manta de bebé. Nunca renunciará a ella."
"Eso parece una insignia de prefecto, no un blasón." Comentó Harry, agachándose un poco para obtener una mirada de más cerca.
"Es portátil, además." Declaró Hermione, parada junto a Harry.
"Tendría que serlo, ¿no? Para cuando él, ya sabes, lo hiciera." Ron tragó.
Todos se quedaron mirándola por un momento antes de arrastrar los pies hacia la puerta.
"Todos estos años y simplemente ha estado ahí en la vitrina." Dijo Hermione, su voz interrumpiéndose.
"El último horrocrux poseyó a Ginny y me echó encima una serpiente gigante. No puedo esperar a ver lo que hace éste." Dijo Harry, poniendo los ojos en blanco.
"Estás comenzando a pasar demasiado tiempo con Snape, colega." Ron lo empujó al pasillo.
. . . . . . . . .
Harry aterrizó casi derecho esta vez mientras se tambaleaba fuera de las llamas, saltando sobre un pie a unos pies de distancia del hogar antes de extender los brazos y recuperar el equilibrio. Ja, pensó triunfante, ignorando la mirada divertida de Snape desde el escritorio del rincón.
"¿Quieres que te devuelva el cambio?" Preguntó Harry, dejando el bloque de chocolate sobre el banco de la cocinita.
"¿No lo gastaste todo? Qué muchacho honesto tengo." Entonó Snape, la comisura de su labio crispándose. "¿Al menos compraste lo que te dije?"
"Sssssí." Harry prolongó su última sílaba, sonando como un niño exasperado. "Calzoncillos, champú, calcetines nuevos." Levantó las perneras de sus pantalones con una floritura, presumiendo de sus pies.
"¿Calcetines emparejados?" Snape alzó la ceja con incredulidad y se puso la mano en el pecho. "Quieto, corazón mío."
Harry, sintiéndose del todo tan maduro como el chico de 16 años que era, le sacó la lengua a Snape.
"¿Por qué normalmente eres incapaz de combinarlos? ¿Te dejaron caer de cabeza de bebé?" Preguntó Snape, cerrando de golpe su libro de cuentas y levantándose con un sutil estiramiento.
"Probablemente." Reflexionó Harry, pensando en cómo le había tratado su Tía Petunia de niño. "Pero no. Yo era el monstruo de los calcetines en casa de los Dursley."
Snape alzó la ceja con una mirada inquisitiva.
"¿Sabes lo suaves y agradables que se sienten los calcetines cuando te los pones por primera vez? Bueno, Dudley siempre tenía calcetines nuevos y yo tenía los de segunda mano. Pero cuando se perdía un calcetín, él simplemente los apartaba a un lado porque no combinaban. En realidad no se habían perdido, simplemente yo cogía uno de casi cada colada. Aunque no podía llevarlos en pares, porque entonces Tía Petunia lo habría notado."
"¿Tu tía nunca cuestionó por qué se perdían los calcetines?" Preguntó Snape, asintiendo hacia Harry para que saliera al vestíbulo.
"Bueno, no." Harry se encogió de hombros, siguiéndolo y agachándose bajo el amenazante perchero. "¿Alguna vez has visto una lavadora y secadora muggles? Es de común conocimiento que las secadoras roban calcetines. Yo simplemente le ayudaba con su tarea."
Snape pareció molesto por esta revelación, pero no expresó su descontento a Harry.
"Eso no explica por qué sigues robando mis viejas camisetas cuando duermes aquí. Y creo que es mi viejo jersey el que llevas, pequeño ladrón." Señaló Snape, recogiendo un bolso del suelo.
"Algunas prendas de segunda mano no me importan." Respondió Harry con una pequeña sonrisa, antes de cambiar de tema. "¿Vamos a salir?"
"Vamos." Confirmó Snape, poniéndose las botas. Llevaba su túnica de maestro habitual, que Harry suponía era usada parcialmente para mantener su comportamiento de profesor estricto. Harry había visto a su papá regularmente durante el verano llevando sólo pantalones casuales y una camisa más moderna, y pensaba que esa imagen era mucho mejor para Snape. Parecía un muggle con mucha más clase que la que Tío Vernon tuvo jamás, y Harry imaginaba que la imponente túnica de maestro era por seguridad en el aula de pociones y para parecer rígido e inaccesible a los estudiantes y el profesorado.
"Vamos a recolectar veneno de basilisco, y creo que lo encontraremos en la Cámara de los Secretos."
No había duda del brillo emocionado en los ojos de Snape, aunque su afirmación había salido más como una orden.
"Creo que podrías tener razón." Harry sonrió ampliamente. "Por cierto, creo que he descubierto el último horrocrux."
Harry relató quedamente a Snape su descubrimiento en la sala de trofeos durante el camino al baño de Myrtle. Harry, que estaba oculto bajo la capa de invisibilidad que Snape había exigido llevara consigo en todo momento, sonrió burlón para sí mismo cuando Snape tomó un brusco aliento en protesta. Habían llegado al baño de Myrtle y aunque el cartel decía que seguía fuera de servicio, Snape obviamente vacilaba de entrar.
Harry no, sin embargo, y sabiendo que no había nadie más en el corredor, abrió la puerta y entró directamente.
Myrtle estaba salpicando en uno de los retretes, cantando una vieja melodía para sí misma en tono muy desafinado. Harry la ignoró y plegó su capa, devolviéndola a uno de los bolsillos expandidos de sus pantalones.
Snape hizo una mueca por el canto, antes de cruzarse de brazos y contemplar a Harry.
"¿Cuántas veces has entrado en este baño? Casi temo saber cómo descubriste la cámara aquí."
Myrtle, oyendo la profunda voz de Snape, emergió del cubículo y les dirigió una mirada traviesa.
"Mal mal. Éste es el baño de las chicas, parece que ninguno de vosotros chicos sabe leer." Tenía los brazos cruzados también y por el rabillo del ojo Harry vio sus coletas rebotando mientras sacudía la cabeza.
"Oh, eres tú. Pensaba que me habías abandonado, ¿o has regresado para volver a insultarme?" Parecía petulante y Harry continuó pasando los dedos a lo largo de los grifos de los lavabos, buscando el grabado de la serpiente.
"Yo nunca te he insultado, Myrtle." Respondió Harry con calma. No quería hacer ninguna promesa sobre regresar a visitarla, a no ser que decidiera sorprenderlo en el baño una vez más.
"No vayas allí, Myrtle está allí afeando el lugar. Myrtle con la cara estropeada de granos, Myrtle la chica con ojos de insecto, te volverá loco con su horrible voz. Sé lo que la gente dice de mí." Despotricó Myrtle, al parecer sin desalentarse ahora que tenía audiencia. La mayoría de los insultos eran bastante flojos, pero Harry sospechaba que los niños de los '40 habían sido un poco menos crueles verbalmente de lo que lo eran ahora.
Snape por otra parte, probablemente nunca había sentido el impulso de contenerse.
"Tu oído es condenadamente casi perfecto." Cumplimentó ociosamente, haciendo que ella farfullara. Se marchó con un alarido indigno, acelerando a través de las cañerías y dirigiéndose en dirección general a los dormitorios Hufflepuff.
Harry se giró de modo que Snape no pudiera verlo sonriendo ampliamente, y siseó al grifo que se abriera.
"Gracias por ahuyentarla, podría haberme metido en un lío." Dijo Harry, sintiéndose un poco temerario. El túnel se había abierto y sentía como si esta vez fuera más una aventura que un camino hacia una muerte probable.
"Si estás refiriéndote a la partida ilegal de poción multijugos que elaboraste aquí con la Srta. Granger, ya soy muy consciente de ese incidente." Respondió Snape severamente, un tono que chocaba con la emocionada curiosidad en su rostro mientras inspeccionaba las paredes de la abertura del túnel.
"¿Cómo te enteraste de eso? Ni siguiera se lo conté a Dumbledore." Harry se acercó al borde y empujó la cresta lisa con los dedos del pie. Odiaba esta parte, asumía que era así como se sentía estar en una montaña rusa también, a punto de tomar la gran caída. 90% nervios, 10% anticipación.
"Ahórrame las protestas de inocencia. Granger pasó cuatro semanas en la enfermería con aspecto de gato y los únicos ingredientes rob- ¡POTTER!" Snape extendió la mano para agarrar a Harry mientras saltaba, pero falló por completo y Harry desapareció en la oscuridad. Esta vez, sabiendo lo que llegaba, Harry rió mientras se deslizaba y torcía por las cañerías.
Snape fue un poco menos receptivo al viaje, reflexionó Harry, mientras escuchaba la letanía de maldiciones y palabras oscuras precediendo al hombre túnel abajo. Snape aterrizó con un gruñido y a Harry le divirtió oír a Snape aplicarse un scourgify antes siquiera de que Harry pudiera conjurar un lumos.
"Vamos, Papá, ¿dónde está tu sentido de la aventura?" Harry sonrió descarado mientras pisoteaba los esqueletos de rata pasadizo abajo, dirigiéndose hacia la puerta de la Cámara.
Snape detuvo su proceso con un pequeño jadeo, sin embargo, ya que llegaron junto a la gran muda de piel que Harry había visto hace años con Ron y Lockhart.
"Vimos a Malfoy hoy." Ofreció Harry conversacionalmente, observando atentamente a Snape cortar la piel en grandes pedazos rectangulares.
"Estaba en Dervis and Banges. Aunque no sé lo que querría comprar allí, venden rollos de segunda mano, ¿no?" Harry odiaba cómo a veces charlaba cuando estaba inquieto.
"Algunos." Respondió Snape, plegando los cortes con cautela. Estaba agachado sobre la piel, con cuidado de no tocar el suelo de piedra húmeda con las rodillas.
"Bueno, en cualquier caso, vi a algunos Hufflepuffs saliendo de allí y me fijé en él. Todavía pienso que Dumbledore se equivoca al ignorarlo." Declaró Harry, cruzándose de brazos. Se habría apoyado en el muro de piedra, pero no estaba seguro de cuán firme estaba después de la explosión que había causado Lockhart.
"Mientras que el director parece a menudo estar ciego ante las cosas, descubrirás que en realidad está observándolas muy atentamente."
"Sí, eso funcionó tan bien el año pasado." Dijo Harry con desprecio para sí mismo, pensando en Sirius.
"Incluso los brujos omnipotentes comenten errores." Dijo Snape, entrecerrando los ojos. "Y mientras estabas fijándote en el Sr. Malfoy, ¿cómo estaba tu pequeño amigo Hufflepuff?"
Snape acababa de meter cuidadosamente todos los cortes en su bolso y estaba volviendo a ponerse en pie.
"No tengo un amigo Hufflepuff." Tartamudeó Harry, el sonrojo alcanzando sus orejas.
Snape puso los ojos en blanco antes de marcar puntos con el dedo.
"Justo por debajo de seis pies de altura, cabello castaño corto tan ridículamente indómito como el tuyo, con discapacidad auditiva, tiene cero interés en el quidditch. Un artista que pasa el tiempo libre pintando o esculpiendo, creo que es." Snape entrecerró los ojos hacia Harry, observándolo retorcerse en las sombras.
"Heathcote, ¿correcto?" Preguntó Snape, su tono carente de cualquier púa real.
"Euan, sí." Respondió Harry, de repente encontrando sus uñas muy interesantes. "Pero no es un amigo, en realidad no le conozco. Sólo es… interesante." Concluyó Harry, tratando de sonar indiferente.
"Interesante. Como en, te gustaría charlar con él y ver qué otras aficiones y rasgos tiene que lo hacen tan… interesante."
Harry se dio cuenta de que Snape estaba burlándose de él, pero era de una manera casi reconfortante y familiar y descubrió que no le importaba tanto. Era mucho más civilizado que cualquier cosa que probablemente diría Ron.
"Sí, supongo."
"También he notado a la Slytherin que has estado chequeando desde el otro lado del Gran Comedor durante las comidas; la Srta. Darcy Etain." Añadió Snape, sonriendo burlón cuando el tartamudeo de Harry empeoró.
"Oí que Darcy era buena en quidditch, es puramente para chequear la competencia." Respondió Harry, el sonrojo comenzando a desvanecerse sólo un poquito. Acababan de llegar a la entrada de la cámara y Harry siseó a la puerta que se abriera.
Snape no respondió, su resoplido de incredulidad fue suficiente.
"No importa en cualquier caso. No creo que sea buena idea que tenga citas mientras continúe la guerra, no tengo tiempo para ello." Dijo Harry, sosteniendo su varita encendida y avanzando. Intentó sonar confiado y maduro en su decisión, y la mirada calculadora de Snape le desconcertó.
"Quizá no." Snape asintió en acuerdo, y Harry no se sorprendió tanto. No era que Snape saliera cada noche para encontrar a alguien, y Harry imaginaba que la guerra le hacía eso casi imposible en cualquier caso. Pensando en ello, Harry no tenía idea de si Snape había tenido citas antes alguna vez. Debía haberlas tenido, pero Harry no sabía nada de ello y dudaba de que Snape lo compartiera. ¿Era Snape derecho siquiera? No había reaccionado en absoluto con respecto al chico Hufflepuff que Harry había encontrado fácil y agradable para charlar en clase de Herbología.
"¿No te molesta Euan?" Preguntó Harry, tirando de su camisa mientras trataba de mirar a cualquier parte excepto a la gran serpiente muerta al frente de la sala.
"Es uno de los menos molestos de esa casa que he tenido el disgusto de conocer." Respondió Snape, rodeando al basilisco.
"Me refería a que era, ya sabes, un chico." Intentó decir Harry lisamente. Sentía las mejillas ardiendo.
"¿Estás familiarizado con el discurso del Sr. Ollivander acerca de que la varita escoge al brujo?" Preguntó Snape, dejando su bolso.
"Sí. Me hizo probar todo un montón de varitas diferentes antes de que encontráramos una para mí."
"Debería pensar entonces que no te sorprendería encontrarlo similar a tener citas. ¿Cuál fue tu primer pensamiento sobre el Sr. Heathcote? ¿Que querías tener sexo con él?"
"Yo, ¿qué? ¡No, sólo pensé que era interesante para hablar de su arte! Cielos, no voy por ahí pensando en la gente que quiero follarme justo allí y entonces." Respondió Harry, preguntándose cómo Snape podía ser tan indiferente mientras hablaba de sexo. Harry todavía se sonrojaba cuando pensaba en los libros que Snape le había dado durante el verano.
"Entonces, ¿tampoco la Srta. Etain?" Preguntó Snape. "¿Ninguna fantasía adolescente vulgar y depravada?"
"¡No! Darcy es buena en quidditch, te lo dije. Da un poco de miedo además, oí que es buena duelista."
Snape asintió a esto y Harry se movió nervioso un poco.
"¿Qué ocurrió con la Srta. Weasley?" Preguntó Snape, metiendo la mano en la boca de la serpiente y quebrando un colmillo. Harry se estremeció ante la visión.
"Ella es como una hermana para mí. Eso no es… No me interesa."
"En efecto. Entonces estás escogiendo personas basándote en puntos en común por encima de los rasgos físicos atractivos, que es lo que deberías hacer si deseas evitar salir con alguien a quien querrás asesinar después de pocos meses." Comentó Snape, sonando muy racional. Harry todavía no estaba acostumbrado del todo a este lado de Snape, el lado que proporcionaba consejos bastante buenos.
"Entonces… no te importa que pudiera salir con un chico." Volvió a preguntar Harry, sacudiendo la cabeza despacio.
"Podrías traer a casa al Príncipe muggle Harry y no me importaría. Cualquiera en quien estés interesado se enfrentará a mí para una entrevista respecto a sus intenciones."
"No soy una chica, sabes." Harry sonrió suavemente, observando a Snape moverse hábilmente alrededor del basilisco.
"Soy muy consciente de que eres un chico." Respondió Snape severamente, dirigiéndole a Harry una mirada que hizo que Harry sintiera calidez por dentro. "También soy consciente de que eres bastante ingenuo y te distraes fácilmente, y quiero asegurarme de que no estés fascinado por una ramera que quiera negociar con tu nombre."
Snape resopló a la risa disimulada de Harry antes de ordenar a Harry que mantuviera la luz de su varita más alta y fuera útil.
Snape tiró con fuerza de un colmillo que parecía estar incrustado, y la cabeza de la serpiente se movió un poco con el esfuerzo. Harry siguió la línea de la sombra hasta una mancha más oscura en el suelo, y se dio cuenta de que era su propia sangre. Habían pasado tres años y medio, y su sangre todavía marcaba el suelo. Mucho había sucedido en ese tiempo, desde los eternamente largos cinco minutos que había pasado pensando que iba a morir allí de mordedura de serpiente. Había ganado y perdido un padrino, visto a un compañero estudiante ser asesinado, resucitado a Voldemort involuntariamente, y se había convertido en el hijo de alguien.
Tres años no eran ni de cerca tan largos como deberían haberlo sido.
"¿Cómo no tienes pesadillas de esto?" Murmuró Snape, colocando un vial junto al cuello de la serpiente y extrayendo sangre.
"Las tengo." Respondió Harry, recogiendo el colmillo con el que había apuñalado el diario. Todavía tenía un poco de su sangre seca en él, mezclada con la tinta negra. De repente se sintió bastante mareado.
Snape, con dos bolsos llenos de piel, dientes, y la muda que habían encontrado fuera de la cámara, levantó la mirada y vio a Harry abrazarse a sí mismo mientras miraba fijamente el colmillo. Snape conocía esa postura, familiarizado con ella ahora tras haber presenciado algunos de los derrumbes de Harry durante el verano. Unos minutos más y lo más probable es que Harry se sintiera abrumado, con todo derecho. Snape maldijo al Director en su mente, por permitir que un niño de doce años combatiera con una criatura que ni siquiera el Ministerio podía manejar.
"Hora de marcharse." Snape se levantó, extendiendo la mano hacia la de Harry. Harry salió de sus pensamientos y fulminó con la mirada a Snape.
"Puedo caminar por mi cuenta, Papá." Dijo Harry, en un perfecto tono de adolescente petulante.
"Sea como fuere, Elliot, no tengo idea de cómo deseas lograr eso subiendo por el túnel resbaladizo."
La boca de Harry se abrió y se cerró ya que no tenía respuesta para eso.
"Lo resolveré." Dijo Harry con determinación, conduciéndolos fuera de la húmeda cámara.
Llevó sólo unos minutos llegar a la sala de los esqueletos de nuevo, como Harry la llamaba, y Harry miró el túnel resbaladizo por el que habían descendido. Parecía bastante imposible subir, a menos que Harry pudiera resolver algún tipo de encantamiento de pegado para sus pies.
"Te he llevado a la cama tres veces en las últimas cinco semanas." Señaló Snape neutro.
"¡Tenía seis años!" Farfulló Harry, su cara enrojeciéndose de vergüenza. No era una excusa del todo válida, ya que sólo había tenido seis físicamente y no mentalmente, lo que Snape también parecía reconocer.
"Gracias a Merlín por eso, me hubiera lastimado la espalda de lo contrario." Respondió Snape con sequedad, agarrando los hombros de Harry y empujándolo hacia delante, de espaldas a Snape. "Y Hogwarts no cubre las lesiones de los padres."
Harry no tuvo ocasión de responder a eso ya que se sintió elevándose en el aire, las manos de Snape levantándolo desde debajo de sus brazos. Era muy parecido al incidente de la escalera, pero esta vez mucho más chulo porque Harry podía ver y Snape estaba haciéndolos condenadamente volar fuera del túnel.
"Tú… pero… estamos… ¡puedes volar!" Estalló Harry, retorciéndose para comprobar que sí, estaban volando por completo bajo el poder de Snape.
"¡Deja de retorcerte!" Amonestó Snape, apretándolo más fuerte. "Y si alguna vez te oigo exhalar una palabra sobre Peter Pan te envenenaré mientras duermes."
"Olvida a Peter Pan, ¿puedes enseñarme a volar? ¿Por favor, señor? No tienes que regalarme nada por Navidad, sólo enséñame a volar." Balbuceó Harry, sonando más como su yo emocionado de seis años que el de dieciséis que era.
Snape no dijo nada, continuando haciéndolos volar hacia arriba y sonriendo cálidamente por el hecho de que Harry parecía estar ridículamente impresionado por su talento. No notó que en adición a las recolecciones en su bolso, Harry había colado un pequeño colmillo de basilisco en su propio bolsillo de la túnica.
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No había nada que hacer. Se acercaba el final de noviembre y debido a los fuertes chubascos de nieve fuera del castillo, se habían pospuesto todos los entrenamientos de quidditch. Harry se sentaba en el dormitorio en su cama, el mapa extendido sobre la colcha arrugada y el colmillo de basilisco en su cómoda. Hermione se sentaba contra el poste de su cama, sonriendo mientras el dragón de juguete de Harry corría torpemente a lo largo del mapa, saltando a las etiquetas de nombres que se movían en los corredores.
"¿Eso salió de una tienda muggle?" Preguntó ella, riendo cuando el dragón gruñó a la etiqueta de Trelawney, que estaba rodeando sus patas.
"Sí. Snape lo encantó, y al mago. Aunque Kermit es mi favorito." Harry sonrió, haciendo girar su varita en la mano.
"¿De dónde sacaste ese nombre en cualquier caso? Kermit el dragón." Preguntó Ron, tendido en su propia cama. Los otros chicos de su cuarto estaban causando un escándalo en la sala común.
"Debo haberlo visto en alguna parte." Dijo Harry sin ceremonias, manteniendo el rostro neutro. No había sacado el nombre de un programa de marionetas que había visto algunas veces de niño. Sólo era coincidencia.
Hermione le dirigió una mirada divertida que Harry ignoró, sus ojos captando un pequeño parpadeo en el mapa en cambio.
"¿Viste eso? Juro que acabo de ver el nombre de Fenrir Greyback junto al túnel del espejo en el cuarto piso."
Ron levantó la cabeza y Hermione se inclinó hacia delante para recorrer el mapa, pero ninguno de ellos pudo ver ningún nombre aparte de los estudiantes habituales deambulando alrededor de la biblioteca.
"Señálame a Fenrir Greyback." Murmuró Harry, golpeando su varita sobre el mapa. Se emborronó durante unos segundos, confundiendo al dragón, antes de volver a enfocarse y no mostrar ninguna señal de cambio.
"Supongo que vi mal." Dijo Harry, frotándose la sien con la varita. "En cualquier caso, la sala de trofeos está vacía. Digo que vayamos esta noche y destruyamos el horrocrux."
Ron se levantó y se estiró, poniéndose su jersey sobre la camiseta.
"Yo me apunto. Aunque mejor no dejemos que nos atrape Snape."
"¿No crees que deberías decírselo, Harry? ¿O quizá al Profesor Dumbledore?"
Hermione estaba en pie de nuevo, plegando el mapa mientras Harry metía a Kermit en el cajón de su mesilla de noche.
"Dumbledore quiere que haga esto." Harry agitó la mano desdeñosamente, metiéndose en el bolsillo el cortaplumas de Sirius. "Quiso que salvara la piedra filosofal en primer año, y me envió a Fawkes en segundo año para salvar a Ginny. ¿Por qué otra razón me daría las lecciones sobre horrocruxes? Es mi destino." Se burló Harry.
Ni a Hermione ni a Ron se les ocurrió respuesta a eso, así que salieron. Caminaron en silencio a través de los pasillos, Harry asintiendo a algunos de los estudiantes más jóvenes que levantaban la mirada hacia él en shock. Quizá cuando terminara la guerra se haría arreglar los ojos, cubriría su cicatriz, y se teñiría el pelo de modo que fuera menos fácilmente reconocible.
"Yo todavía creo que Snape podría matarte." Comentó Ron cuando por fin llegaron a la sala de trofeos. Todavía quedaba una hora entera hasta el toque de queda.
"No me mató cuando me emborraché durante el verano, probablemente sólo me llevaré un sermón por esto."
"¡Harry Potter! ¿Te emborrachaste durante el verano en casa de Snape?" Jadeó Hermione, su voz baja pero aun así resonando en la sala.
"Me encontró borracho." Corrigió Harry, acercándose a la vitrina que albergaba la insignia. "En su ciudad, que yo no sabía que era suya. Bueno, no sabía que vivía allí. Da igual. En resumen, nunca volveré a comer cebollas." Harry pinchó la cerradura con el cortaplumas de Sirius, agradecido de que tuviera más accesorios que funcionaran a pesar de la hoja que había sido destruida en el departamento de misterios. Se perdió las miradas perplejas que sus amigos estaban dirigiéndole.
La vitrina se abrió de repente y todos miraron dentro, esperando que la insignia saltara hacia ellos. No se movió, y Harry se sintió falsamente valiente después de un momento. Metió la mano y sacó la placa, su dedo rozando la esquina inferior de la insignia. Su dedo pulsó, el mismo pulso extraño que había experimentado de niño cuando había tocado por accidente la parte de la punta de metal de un enchufe mientras la metía en la pared. Comprobó su reloj y notó que la esfera no se había puesto roja, pero se sentía un poco más caliente de lo normal. O quizá eran sus nervios. Con suerte podrían destruir el horrocrux sin que el reloj se lo indicara a Snape. Quizá podría hacer que Snape disminuyera un poco la advertencia la próxima vez que estuviera en el apartamento de Snape.
Harry dejó la placa en el suelo y Ron y Hermione sacaron sus varitas. La sala de trofeos estaba lo suficientemente iluminada con algunas velas para que vieran lo que estaban haciendo, pero no lo bastante brillante para que pareciera que había alguien allí. Harry sacó el colmillo de basilisco del bolsillo y notó que la insignia de prefecto se estremecía levemente. Harry de repente tuvo una sensación peculiar en el estómago, pero ahora estaban aquí y sólo sería necesaria una simple puñalada.
"Harry, ¿estás seguro de que esto es buena idea?" Preguntó Hermione, agarrando su varita con los nudillos blancos.
"Ha estado encerrada en una vitrina durante cincuenta años, Hermione. No es como si Tom Riddle pudiera simplemente aparecer de ella, como el diario, ¿verdad, Harry?" Preguntó Ron, sin sonar como si creyera una palabra de lo que dijo.
"Si esta cosa cobra vida," murmuró Harry, sosteniendo firme su varita con un fuerte agarre alrededor del colmillo, "aseguraos de decirle a mi papá que pensaba que lo mejor sería pillarla desprevenida."
Hermione le dirigió una mirada nerviosa y Ron jadeó mientras Harry bajaba el colmillo sobre la insignia. Comenzó a sisear en un tono desagradable y predador, como si supiera lo que estaba por llegar. Harry sintió un escalofrío mientras la luz de las velas parpadeaba y tocaba el borde del blasón con el colmillo. La diminuta serpiente verde grabada en el centro del escudo Slytherin de repente destelló negra y retrocedió del metal, golpeando con precisión de rayo la parte inferior de la palma de Harry, cerca de su dedo meñique.
"¡Joder!" Maldijo Harry, golpeando el colmillo sobre el blasón con fuerza de pánico. La placa emitió un gemido inhumano, que Harry oyó mezclado con sus amigos gritando su nombre. Imágenes destellaron en su mente mientras su palma latía, un muchacho alto de cabello oscuro parado sobre un cuerpo que estaba tendido en el suelo, luz verde destellando, los mismos ojos oscuros que le habían mirado hambrientos antes cuando el recuerdo de Tom Riddle había sido liberado.
Su visión destelló de regreso a la sala de trofeos, que estaba bastante borrosa y de repente muy caliente. Fue tenuemente consciente de Hermione golpeando la pequeña serpiente de metal fuera de su mano con su varita y Ron aturdiéndola. Fue arrastrado lejos de la placa ardiente, ahora agrietada hasta el centro y la insignia destruida. Harry tenía la garganta muy seca de repente, y su oído comenzó a desvanecerse. Sentía un doloroso calor latente en el brazo, pero no estaba del todo seguro de si era por la mordedura de serpiente o por el reloj, que muy probablemente estaba destellando rojo brillante ahora. Se encontró apurado para preocuparse mientras se deslizaba despacio en la oscuridad, y oía pesados pasos corriendo hacia ellos desde el pasillo. Chasqueaban en las piedras, como si el que los daba llevara un par de botas o zapatos de vestir.
Ron tenía razón. Definitivamente, Snape iba a matarle.
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N/T "Kermit the Frog" es el nombre inglés de un personaje del programa infantil de TV de marionetas "Barrio Sésamo." En España se llamó "la Rana Gustavo" y en Latinoamérica "la Rana René."
