Misericordia Ganada

Enero comenzó absolutamente miserable en Hogwarts. Una súbita tormenta de nieve barrió la zona el primer fin de semana que los estudiantes estaban de regreso, y se habían devuelto todas las notas previas a Navidad, añadiendo un humor hosco a las salas comunes de las cuatro casas. Mientras que en el pasado semestre todavía había festividades que esperar con ganas, ahora sólo había invierno desolado rodeándoles. Harry se sentaba al fondo del aula del cuarto piso de Historia de la Magia con Hermione y Ron, desconectando completamente de Binns mientras mirada fijamente la nieve amontonada contra el rincón de piedra del cristal de la ventana más cercana a él. Parecía gélido afuera, y el muro de piedra no daba mucha ilusión de calidez o comodidad.

Harry dibujaba ociosamente en su pergamino de notas, bosquejando hombrecillos de palotes y toscamente figurados mortífagos enfrentándose a una colmena de abejas, muy parecido a la imagen que le había relatado a Snape en Ámsterdam. Binns parecía estar tomando su segundo aire sobre la batalla de Kerrowmoar, y Harry se preguntó si en cincuenta años Binns estaría dando una lección sobre el niño mago que se sentaba en su clase y planeaba la derrota de Voldemort en la Segunda Guerra Mágica. Bajando la mirada a sus figuras de palotes mal animadas, que estaban convocando sin éxito la colmena, Harry corrigió su declaración. El niño que se sentaba en clase y se le ocurrían ideas estúpidas.

Tras Historia de la Magia y la cena, Harry y sus amigos se encaminaron despacio de regreso a la torre Gryffindor. Era probable que estuviera llena de estudiantes con leves casos de fiebre de cabina, pero la noche era demasiado fría para pasarla en ninguna otra parte, y con suerte, podrían sentarse en el cuarto de Harry y Ron mientras los otros chicos ganduleaban en la sala común. Pasando a través del hueco del retrato, Ron se estiró al otro lado y fue directamente hacia el tablón de anuncios, donde un pergamino brillante le había llamado la atención. Las lecciones de aparición comenzarían para aquéllos que cumplían diecisiete ese año, y una amplia sonrisa rompió en el rostro de Ron. Farfulló todo el camino arriba hasta su cuarto sobre qué estupendo sería aprender a aparecerse por fin, y Harry sonrió con él. Harry esperaba con ganas la aparición, pero estaba más emocionado por aprender a volar. Snape, habiéndose percatado por el libro de texto de Elaboración Avanzada de Pociones que Harry aprendía mucho mejor leyendo las instrucciones, la teoría, y los ejemplos; había escrito un pequeño folleto de catorce páginas sobre cómo aprender a volar. También lo había hechizado de modo que sólo Harry pudiera leerlo, ya que era una habilidad rara y que era mejor mantener sin anunciar en el arsenal de Harry.

Debían comenzar las lecciones prácticas de vuelo en febrero, y Harry estaba determinado a haber memorizado el manual de Snape para entonces. Por ahora, ya que había hecho todos sus deberes de la noche, se sentó en su cama y sacó el mapa del merodeador una vez más. Ambrose el Mago y Kermit el Dragón, contentos de estar fuera del cajón de la mesilla de noche, caminaban por todo el mapa en un intento de mantenerse a la altura de los estudiantes caminando de aquí para allá desde la biblioteca y el gran comedor respectivamente.

Hermione se sentaba en la cama de Ron, apoyada contra uno de los postes con sus deberes en el regazo, las piernas estiradas y los pies metidos bajo las piernas cruzadas de Ron, pero Harry no estaba seguro de que fuera por el calor. Hacía bastante calor en la habitación, un firme fuego ardiendo en la anticuada estufa en el centro del cuarto; el olor a ropa empapada de nieve mezclado con las toallas de rizo secándose que estaban echadas sobre la fina rejilla de hierro forjado que rodeaba la estufa. La ventana de Harry estaba un poco entreabierta, permitiendo que entrara una pequeña brisa de aire gélido, haciendo que las esquinas de los pósters de fútbol de Dean aletearan levemente.

Harry se sentó en silencio por unos momentos, el pergamino descansando sobre un libro en su regazo mientras miraba fijamente la carta que había escrito. Meramente medio pie de pergamino, y se había quedado sin argumentos.

"Hey, Ron, tu hermano Bill es rompedor de maldiciones, ¿verdad?" Preguntó Harry, golpeteando la etiqueta de Peeves y haciendo que Kermit se abalanzara sobre ella.

"Sí, desde hace cinco años." Respondió Ron, arrebatándole un conjunto de apuntes a Hermione.

"¿Alguna vez ha regresado con… bueno, alguna vez ha sido herido en el trabajo?"

"Montones de veces." Ron resopló, fingiendo no molestarse cuando Hermione lo fulminó con la mirada y recuperó sus deberes.

"¿De verdad?" Harry tenía curiosidad de repente, ya que aparte del pendiente de colmillo y una leve cicatriz en el dorso de la mano de Bill, parecía extraordinariamente ileso.

"Por supuesto. Perdió tres dedos del pie permanentemente un año, su piel se volvió púrpura durante mes y medio el pasado junio, desvaneció su propia ropa más veces de las que puedo recordar, ah, y le cuesta un infierno decir bien nuestros nombres."

"¿Vuestros nombres?" Preguntó Hermione, volviendo a mojar su pluma expertamente y sin derramar una gota sobre la colcha de la cama.

"Nunca nos llama por los nombres correctos al primer intento. A mí habitualmente me llama Fred o Charlie. Incluso Ginny es llamada algo diferente. Eso comenzó un año después de que fuera a Egipto." Ron estaba obviamente divertido por los problemas de su hermano, pero Harry sabía que las bromas eran de buen carácter. Con la excepción de la traición de Percy por el Ministerio, los Weasley eran una familia muy unida.

"Entonces, ¿a nadie le importa que no esté del todo bien todo el tiempo?" Preguntó Harry casualmente, mirando fijamente los nombres moviéndose en el mapa.

"Nah. No todos podemos ser perfectos." Respondió Ron, flexionando los músculos en un odioso intento de coquetear con Hermione.

Ella le golpeó en el hombro con su libro de texto de transfiguración.

"¿Por qué estás preocupado, Harry? Charlie tiene todo tipo de quemaduras de dragón y cortes en los brazos, nadie dice nada de ellos tampoco."

"Sólo estoy pensando por adelantado." Harry se encogió de hombros, apuntando a la indiferencia. "Tendré que enfrentarme a Voldemort pronto, y sólo estoy pensando en lo que podría ocurrir. La profecía no es exactamente alentadora."

Tanto Ron como Hermione se quedaron inmóviles mientras le miraban. A ninguno le habían dicho cuál era el contenido exacto de la profecía.

"¿Puedes contarnos lo que decía, Harry?" Preguntó Hermione suavemente.

Harry se quedó mirando el mapa y luego sus juguetes, antes de ayudar a Ambrose a subirse sobre Kermit y cabalgarlo un rato.

"Ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva."

La habitación quedó en silencio mortal por unos momentos, salvo por el rascar de las patas de Kermit sobre el mapa y el ocasional hipido del juguete.

Hermione le dirigió a Harry una mirada calculadora, antes de responder con cautela.

"Madame Pomfrey siempre ha sido buena recomponiéndote."

"Sí, lo ha sido." Concordó Harry con una pequeña sonrisa.

"Creo que Snape no te dejará hacer algo estúpido." Añadió Ron.

"Sólo aseguraos de que si pierdo la mente, seáis vosotros quienes me hagáis recuperar la memoria. No quiero que él sepa todo lo que hemos hecho aquí." Harry sonrió ampliamente, de repente sintiéndose mejor. No importaba si regresaba de la batalla perdiendo una oreja o creyendo que el sol era verde. Ron y Hermione estarían allí para él.

"No hemos sido tan malos." Declaró Hermione, sonando afrentada. "Vosotros os habéis saltado muchas más normas que yo."

"Mmm. ¿Recuerdas a Aragog?" Le preguntó Harry a Ron, quien se estremeció visiblemente.

"¿Estás seguro de que quieres recuperar ese recuerdo, colega?"

"Por qué no, tengo otras pesadillas ahora." Rio Harry. Hermione, que había sido informada de la excursión al Bosque Prohibido allá en su segundo año, tampoco parecía querer tener nada que ver con el recuerdo.

"Hey, mira, Malfoy está en el mapa." De repente Harry señaló con su varita, notando a Malfoy de nuevo junto a la biblioteca del cuarto piso. Curiosamente, tres fantasmas de las casas y Dumbledore parecían estar también en la zona.

"¿Alguna vez averiguaste qué estaba haciendo junto al pasadizo secreto, Harry?" Preguntó Hermione, dejando caer sus libros y viniendo a sentarse en la cama de Harry para echar una mirada mejor al mapa.

"No, Dumbledore me dijo que lo dejara." Murmuró Harry distraído. Hojeó una página del mapa a las mazmorras y vio a Snape rondando por su despacho.

"Creo que va a ocurrir algo. Esta noche."

Kermit meneó la cola y dio un topetazo mientras saltaba sobre la etiqueta de Snape.

"¿Estás canalizando a Trelawney ahora?" Preguntó Ron, incorporándose en la cama y abandonando su trabajo.

"Ja ja. No en tu vida." Cinco segundos después, apareció una nueva etiqueta sobre el mapa y Harry sintió apretarse sus entrañas.

"Pero creo que eso prueba mi teoría." Los tres se inclinaron sobre la etiqueta que acababa de aparecer en el pasadizo secreto del cuarto piso, para asegurarse de estar leyéndola correctamente.

Fenrir Greyback.

. . . . . . . . .

Mientras que la definición original de la teoría del caos era enteramente demasiado matemática para el gusto de Harry, sí le gustaba utilizarla como una definición floja del tipo de problemas en que generalmente era bueno. En los que se metía con mucho más coraje que cerebro, algo que Snape probablemente etiquetaría como su complejo de héroe Gryffindor. Sin embargo, mientras corrían pasillo abajo con la capa de invisibilidad de Harry empaquetada en sus brazos, Harry imaginó que probablemente Snape sería el mejor para ayudarles en cualquier lucha que fuera a surgir. El único problema era que las mazmorras eran un desvío de la ruta que les haría perder tiempo. Justo cuando estaba a punto de llamar a Dobby y pedirle que entregara el mensaje, Harry dobló una esquina y tropezó con la pata de una gárgola, cayendo extendido al suelo y raspándose las palmas.

"Aauu, maldita sea." Su muñeca destelló caliente y Harry comprobó su reloj, para ver que estaba resplandeciendo rosáceo. Suficiente para molestar a Snape, pero probablemente no lo suficiente para hacer que acudiera, viendo que Harry disparaba ese nivel de alarma de una manera vergonzosamente frecuente. Una idea brotó en su mente y señaló a Hermione y Ron que se alejaran mientras pateaba la base de la estatua, por fin liberando el hacha de batalla de piedra. Se balanceó hacia abajo en un arco hacia él, y Harry apenas tuvo el tiempo suficiente de rodar fuera del camino antes de que se estrellara contra el suelo de piedra y se mellara con un fuerte ruido metálico. Esta vez su reloj quemó, y estaba destellando rojo. Harry agarró su mapa a Ron, que estaba mirándole fijamente boquiabierto, y demandó: "¡Señálame a Snape!"

"¡Ésa fue una manera estúpida de llamar su atención, Harry!" Amonestó Hermione finalmente.

"Sí, pero funcionó." Respondió Harry, señalando la etiqueta de Snape que estaba moviéndose escaleras arriba a una velocidad bastante impresionante. El mismo trío corrió a lo largo del pasillo, por fin aminorando cuando llegaron a las pequeñas escaleras laterales al corredor del cuarto piso. Deslizándose bajo la capa de invisibilidad, los tres se arrastraron escaleras arriba y siguieron las voces de Malfoy y Dumbledore.

"Ah, Sr. Malfoy, un lugar un poco curioso para un paseo en esta encantadora velada de miércoles."

Malfoy estaba parado protegido por la entrada del espejo, observando a Dumbledore con ojos azules entrecerrados. "Debería saber que esto no es un paseo."

"Sí, y lamento saberlo. Me entristece ver qué bando has escogido, Draco."

"Basura. ¡He escogido el bando ganador!" Draco levantó el brazo temblando, apuntando su varita a Dumbledore.

Harry sintió movimiento mientras Ron levantaba el brazo en silencio y cubría el jadeo de Hermione con la mano.

"¿Lo has hecho?" Preguntó Dumbledore suavemente. "Hay un licántropo al otro lado de ese espejo que está esperando que cometas un error, y creo que su medio de avance es un poco más violento de lo que estás acostumbrado."

Harry, Ron y Hermione permanecieron escondidos bajo la capa de invisibilidad, en pie en el nicho junto al pasillo de la biblioteca. Por el rabillo del ojo, Harry vio a Snape deslizarse en las sombras junto a una estatua.

"Greyback es un amigo de la familia. Mi padre -"

"Tu padre ha perdido mucho durante el pasado año, especialmente a ojos de Voldemort." Declaró Dumbledore, todavía en pie bastante calmado. No había sacado su propia varita, pero Harry sabía muy bien que podría desarmar a Malfoy fácilmente.

"Eso es por lo que estoy haciendo esto, para redimir nuestro nombre." Dijo Draco con desprecio, sacando la barbilla y manteniendo la cabeza alta. "Voy a ir aún más allá de lo que él pidió, y cuando tenga éxito, seré su segundo al mando. No mi tía, no mis padres, y especialmente no Snape."

A Harry le pilló bastante por sorpresa la pura arrogancia de Draco. No estaba fanfarroneando, estaba muy confiado en sí mismo para entrar en un juego como un simple niño, una guerra en la que había nacido, y asumir un papel que estaba muy por encima de su capacidad de comprensión. Harry estaba bastante seguro de que Draco no tenía idea de qué horrores aguardaban al segundo al mando de Voldemort. Parecía enloquecido, borracho con el potencial del poder, y la mirada de Dumbledore se endureció.

"¿Crees que es sensato desviarte de su tarea? No espero que Voldemort aprecie tal iniciativa."

"Él lo comprenderá." Respondió Draco, el veneno goteando de sus palabras mientras afirmaba su agarre en la varita. "Una vez tenga a Potter, comprenderá."

Harry vio a Malfoy tocar con los dedos un pequeño cáliz, uno con muy poca decoración, que parecía inquietantemente similar a las copas que utilizaban en las mesas en el gran comedor. De repente Harry se sintió bastante enfermo del estómago cuando comprendió lo que Malfoy había planeado. Malfoy probablemente pretendía utilizar la poción que había encargado a Greyback allá en agosto en la bebida que Harry tomaría normalmente en una comida en el gran comedor. Al menos esta vez no había un traslador implicado, pensó Harry sombríamente.

Hermione se tensó a su lado mientras se abría el espejo y Fenrir, en completa forma humana, salía. Harry vio a Snape erguirse más derecho también, y que su varita estaba sacada.

"El tiempo de los discursos ha terminado, Dumbledore. Su protección de los pequeños niños inocentes de este colegio termina esta noche." Greyback estaba golpeteando su varita contra la palma y tenía una sonrisa maléfica en la cara. Dumbledore estaba observándolos con cautela, y Harry vio el leve tic de la mano de su varita segundos antes de que el cáliz que Malfoy estaba sosteniendo resplandeciera débilmente, en un enfermizo color verde que Harry reconoció era un resultado positivo de una verificación de traslador.

"Buenas noches, Fenrir. Esa protección se te ofreció también de niño, si lo recuerdas. Hogwarts nunca ha rechazado a un estudiante, ni siquiera a uno con licantropía."

"No necesito su compasión. Pronto mi especie estará recorriendo mucho más que los bosques y forestas." Gruñó Fenrir.

"Tú eres único en tu especie, Greyback, para nuestra buena fortuna." Dumbledore asintió con la cabeza y abrió los brazos como una invitación y los ojos de Greyback adquirieron una mirada predadora. Harry se retorció, queriendo saltar y defender al director, luchó consigo mismo por permanecer inmóvil. Pudo ver a Snape arrastrándose más cerca.

Harry no estaba seguro de quién atacó primero. Draco se apartó a un lado mientras Fenrir avanzaba, y pareció que Dumbledore casi danzó mientras su túnica se retorcía, atrapando la acometida de Fenrir y la ropa cubriéndole el pecho. Un "accio" cáliz fue gritado al mismo tiempo, y antes de que Harry pudiera chillar, Dumbledore y Fenrir desaparecieron de la existencia.

"¡Mierda!" Maldijo Draco, dándose la vuelta furioso. No notó a Snape salir de las sombras, ni la varita de Harry aparecer en medio del aire mientras ambos conjuraban expelliarmus, derribándole.

Harry se quitó la capa, dejando a Ron y Hermione en pie levemente aturdidos.

"Creo que ha despejado el pasadizo." Dijo Harry, parado con la varita apuntada hacia Draco mientras Snape lo encarcelaba con un hechizo de cuerdas.

"Abre la puerta." Asintió Snape, haciendo rodar al inconsciente Draco de costado. "Granger, vaya a buscar de inmediato a su jefa de casa y no hable con nadie más. Weasley, haga algo para bloquear el pasillo principal."

Mientras Ron se desplazaba pasillo abajo, conjurando cuerdas con un cartel de 'mantenimiento' para bloquear el pasillo, Harry tocó el espejo sólido.

"A través del espejo." Murmuró, notando al espejo estremecerse como lo había hecho la última vez. El interior tenía un aspecto muy diferente; el camino estaba completamente desbloqueado, y había una gran área abierta a la entrada, llena con algunos sacos de provisiones.

"Esto es ridículo." Murmuró Snape, antes de entrar en el espejo y apuntar su varita hacia el largo pasadizo oscuro. Se tomó un momento para mantener el brazo firme y el objetivo fijo antes de disparar un reducto que navegó unas buenas doscientas yardas pasadizo abajo antes de alcanzar una curva en el muro y explotar, volviendo a bloquear el pasadizo.

Tras escanear el mapa con Harry un momento, Snape conjuró su patronus y envió un mensaje codificado. Harry asumió que iba al siguiente al mando en la Orden. McGonagall y Hermione llegaron poco después, y Snape llamó a Ron de vuelta a donde estaban situados.

"Necesitamos discutir los acontecimientos de inmediato con el personal. Convoque al personal y haga que se reúnan con nosotros en el despacho del Director."

McGonagall farfulló con confusión, pero Snape le recordó intencionadamente que era la subdirectora.

"El director convocó un traslador destinado a Potter, y ahora está encerrado en alguna parte con un Fenrir Greyback enfurecido." Explicó Snape, irguiendo y levitando a Malfoy.

Ron y Hermione se estremecieron por esto, pero siguieron a McGonagall mientras salía hacia las escaleras. Harry los siguió en silencio mientras todavía trataba de comprender que Malfoy había pretendido por completo secuestrar a Harry, y Dumbledore fue en su lugar. Estaba bastante furioso por un lado, ya que no había sido difícil para Draco traer un traslador a Hogwarts, y estaba un poco inquieto por cuán fácil habría sido que Harry lo tocara por accidente.

Una mano muy cálida y pesada encontró su camino hasta el hombro de Harry, y Harry sintió un pequeño apretón mientras Snape lo guiaba a las escaleras traseras y hacia el despacho de Dumbledore.

"No combatirás solo." Murmuró Snape, dejando la mano allí para apoyar a Harry. "Aunque cuando esto termine estarás castigado. Nunca vuelvas a usar el reloj así para convocarme."

"No tenía ninguna otra manera, era la más rápida." Tartamudeó Harry, sabiendo exactamente cuán estúpidas fueron sus acciones.

"Dice el muchacho más joven en convocar un patronus corpóreo en años." Respondió Snape severamente. Agitó su varita, dejando caer a Draco un pie hacia el suelo mientras convocaba su patronus. Malfoy continuó flotando ante ellos a una altura mucho menor mientras la cierva de plata brincaba hacia Snape.

"Envío a Harry Potter. Estás perdonado por esta vez, nunca dejes que vuelva a pasar."

Harry podría haber jurado que la cierva puso los ojos en blanco, sólo por la manera en que ladeó la cabeza. Pero sí se acercó a él y repitió el mensaje de Snape.

"Lo pillo." Murmuró Harry.

. . . . . . . . .

Snape y McGonagall permitieron a Harry, Ron y Hermione quedarse en el despacho del director mientras los demás maestros se reunían para la reunión de emergencia. Se sentaron acurrucados en un viejo sillón que Snape había levitado en la habitación desde… alguna parte. Harry pensó que podría haber sido incluso de las habitaciones privadas de Dumbledore. La capa de invisibilidad estaba plegada inútil en su regazo, y todos miraban al frente al escritorio, sin decir una palabra. Reacciones de sorpresa ondeaban a través de la habitación a medida que entraban los miembros del personal y eran informados de las circunstancias concernientes a la desaparición de Dumbledore. Malfoy, que permanecía inconsciente y atado mientras estaba desplomado contra una pared, recibió algunas miradas fulminantes de los profesores a medida que avanzaba el relato.

"Para resumir," dijo Snape, su profunda voz llegando alrededor de la habitación y manteniendo la atención de cada persona, "el director está actualmente localizado dondequiera que Malfoy pretendiera trasladar a Potter. Está acompañado por Fenrir Greyback, un licántropo granuja desquiciado al que el Señor Tenebroso tiene bastante cariño."

"¿Podemos enviar a Fawkes para localizar a Albus?" Preguntó el Profesor Flitwick, su pequeño rostro fruncido en una mirada muy seria.

"Lo intentaremos. No estaba en el despacho cuando llegamos." Respondió la Profesora McGonagall, asintiendo hacia la percha vacía.

"Severus, en tu tiempo pasado – investigando – a los mortífagos, ¿te has encontrado con algún tipo de área de contención que el Sr. Malfoy pueda haber escogido utilizar?" La Profesora Sprout dejó fuera el "para Harry", pero dirigió una mirada preocupada en su dirección. Mago enloquecido o no, sí reconocía que los tres eran sólo niños todavía.

"El Señor Tenebroso tiene muchos baluartes, pero parece que Malfoy se encargó arrogantemente de ser ingenioso, y-"

Snape fue cortado por un inquietante ruido gimiente que sonó como si el castillo estuviera moviendo sus viejos huesos en sus cimientos. La sala comenzó a gruñir, y los retratos despertaron con rígidos bostezos y murmullos mientras los marcos tomaban vida propia, moviéndose despacio alrededor de la sala. Era bastante surreal, y Harry comenzó a sentir un ligero mareo por la visión. Snape y McGonagall, que estaban mirando fijamente la pared tras el escritorio del director, de repente perdieron cualquier color que les quedara en los rostros. Harry parpadeó cuando otro marco de foto se materializó y comenzó a llenarse, el lienzo filtrándose a lo largo de las paredes desde los tapices en la habitación, la pintura deslizándose de los artilugios más vibrantes de Dumbledore e imprimiéndose en el retrato como una bizarra forma de ósmosis. Finalmente, el retrato se formó por completo, y Harry luchó por parpadear las lágrimas. No podía ser.

"Parece que llego un poco tarde a la reunión." Dijo el Profesor Dumbledore, su gentil voz disculpándose por otras razones que su simple tardanza.

"Oh, Albus." Exhaló McGonagall, manteniendo la mano apretada sobre el corazón. Los demás profesores bajaron los ojos a la visión, y Harry encontró la mirada negra de Snape dirigida directamente a él, la preocupación mezclada con un destello de dolor.

. . . . . . . . .

La muerte de Dumbledore no fue anunciada de inmediato, en cambio a los maestros les pareció mejor retrasar la noticia hasta que todos se hubieran reunido en el Gran Comedor para el desayuno. Había habido una reunión muy larga la noche anterior, y los tres la habían pasado en su mayor parte en el apartamento de Snape de la mazmorra. Snape los había enviado allí, declarando que se sentía en paz sabiendo no podían meterse en los típicos líos merodeando por el castillo, y Harry se había llevado a sus amigos abajo, sabiendo que Snape en realidad se refería a que quería que Harry estuviera a salvo en el apartamento durante la noche.

Ahora, mientras observaban los ojos aturdidos y horrorizados de sus compañeros de clase, Harry se percató de que Snape nunca le había dicho cómo había muerto Dumbledore realmente. Probablemente nunca lo haría, ya que era una muerte que Malfoy muy probablemente había pretendido para él. Harry apuñaló una loncha de beicon en su plato mientras la voz de McGonagall se esforzaba por mantenerse entera durante su discurso. Draco Malfoy había sido un pequeño gilipollas arrogante de niño, pero un niño en cualquier caso cuando Harry lo había conocido. Menos de seis años después, se había convertido en un sociópata hambriento de poder que había planeado el asesinato de Harry a sangre fría.

Harry apartó su plato, notando que Ron no había tocado un solo pedazo de comida. McGonagall anunció que las clases se habían cancelado durante el día, y que tendría lugar un funeral por Dumbledore el domingo. Dos vidas más estaban arruinadas porque él existía. El más grande hechicero que había conocido jamás había sido truncado, y un muchacho había sido llevado a San Mungo bajo fuertes protecciones y un nombre falso, probablemente para no ser liberado durante bastantes años.

De repente se volvió consciente de la conclusión del discurso y se levantó abruptamente, envolviendo su capa a su alrededor de manera muy similar a como lo hacía Snape cuando quería tener una presencia imponente. Aunque Harry lo hizo por consuelo, y sus amigos permanecieron en silencio mientras salían del Salón y se dirigían por aire fresco, amargo.

. . . . . . . . .

Tarde por la noche, después de que Ron y Hermione hubieran escapado de la abarrotada sala común para ir a la Sala de Menesteres, Harry se envolvió en su capa de invisibilidad y comprobó su mapa. Metió sus juguetes Kermit y Ambrose en los bolsillos y bajó a las mazmorras.

Snape estaba sentado en su sillón de orejas, un libro en las manos y las velas bajas. Su cabello había caído hacia delante, y Harry imaginó que había estado leyendo la misma página una y otra vez.

"Hola, Papá." Dijo Harry quedamente, dejando caer su capa al suelo y desplomándose en el sofá.

Snape levantó la vista con una mirada derrotada, una que Harry nunca antes había visto en el rostro del hombre. Harry se percató de que Snape había pasado la mayor parte del día lidiando con Slytherins que estaban íntimamente conectados con Voldemort a través de sus familias, y en una reunión con McGonagall y el retrato de Dumbledore. Los detalles no habían sido compartidos con nadie, pero a Harry le habían dicho lo suficiente para saber que Dumbledore había vencido a Greyback antes de morir, y que no había sido una batalla fácil. Harry sospechaba que no quería saber nada más.

"No tengo nada que darte." Exhaló Snape, pasándose los dedos por el cabello.

Harry asintió, reconociendo que Snape estaba diciendo la verdad. Había ayudado a Harry durante el pasado medio año con las inseguridades, temores, y necesidad de consuelo de Harry, pero esta vez no podía darlo. Había conocido a Dumbledore más tiempo que Harry, y probablemente había sido mucho más cercano al hombre de lo que Harry, Hermione, y Ron se habían percatado jamás. Dumbledore siempre había defendido fuertemente a Snape; quizá Harry preguntaría otro día cómo se había ganado Snape tal honorable nivel de confianza.

Harry se sentó inmóvil en el sofá y metió los pies debajo de sí mientras miraba alrededor la habitación. Snape estaba vestido con pantalones grises sueltos que tenían unas manchas muy tenues, lo más probable de elaborar, y un suéter de cuello alto azul oscuro. Había un firme fuego ardiendo en la chimenea, llamitas lamiendo los ennegrecidos costados de piedra del hogar, y Harry notó dos salamandras azules corriendo alrededor de pedazos de vidrio rotos rodeando las blancas brasas resplandecientes. El vidrio parecía ser de viales de pociones redondos, y Harry imaginó que Snape los había destrozado antes mientras lidiaba con la muerte del director.

"Yo tampoco tengo nada que dar." Comentó Harry ligeramente inseguro de qué más decir. Cuando Sirius había muerto el pasado junio sus compañeros de colegio sólo le habían mirado con compasión, y sus parientes le habían evitado. Sentarse con compañía, por silenciosa que dicha compañía pudiera ser, realmente estaba ayudándole a consolarse un poco sabiendo que alguien más se sentía tan horrible como él.

Snape pareció inclinar la cabeza hacia arriba con leve reconocimiento antes de levantarse del sillón y tirar de la manga de Harry para hacer que también se levantara. Fueron a la cocina y Snape sacó un pequeño caldero negro del armario, colocándolo en un soporte y encendiendo una llama debajo de él. Alcanzó más allá del hombro de Harry hacia el pequeño estante de teca que había sido pegado a la pared junto a la nevera, y agarró la segunda lata sin etiquetar de la izquierda. Snape le pidió a Harry que sacara dos tazas, antes de verter agua en el caldero. El agua hizo un calmante ruido sibilante cuando tocó el hierro caliente, y Harry observó a Snape abrir hábilmente la tapa de la caja e inhalar el aroma de las hojas de té sueltas en el interior.

"Té de desayuno escocés." Respondió Snape la pregunta tácita de Harry. "Un sabor más potente, lo encuentro… envolvente."

El agua del caldero por fin rompió a hervir y Snape utilizó un cucharón para echar agua caliente en una tetera blanca esperando, que hizo girar para calentar la cerámica antes de volcar el agua en el fregadero. Dos cucharaditas colmadas de té fueron añadidas, y el agua del caldero vertida dentro. Harry tuvo la clara sensación de que esto era casi un ritual para Snape, un ritual de preparar la tetera adecuada que había pasado a través de una o dos generaciones. El cubre-tetera que fue colocado sobre la tetera era uno tejido de un marrón desvaído, con una hoja de color naranja y tostado tejida en el centro, y parecía que podría haber pertenecido a la abuela de Snape alguna vez.

"Es extraño cómo una tetera puede representar al mismo tiempo los consuelos de la soledad y los placeres de la compañía." Dijo Snape para sí mismo unos momentos después, sacando un tamiz redondo de metal del cajón de la cubertería y colocándolo encima de su taza.

"¿Quieres que regrese a mi dormitorio?" Preguntó Harry, observando el té siendo servido y las hojas quedando atrapadas en el tamiz.

Snape se detuvo y pareció estar debatiendo algo consigo mismo.

"No. Pero no te tendré deprimiéndote en mi sofá. Trae el tablero de cribbage."

Harry pasó el resto de la velada sentado en el sofá, ideando ridículas combinaciones para puntuar quince y regalando a Snape aleatoriamente con recuerdos graciosos de Dumbledore. Snape había tenido razón, por supuesto. El té era terroso y le había llenado de una calidez envolvente desde el estómago. A medianoche recordaba vagamente ser conducido pasillo abajo a la habitación de invitados, y metido bajo las mantas. Estaba bastante seguro, sin embargo, de que se sentía mucho mejor que por la mañana.

. . . . . . . . .

La primera clase del día del viernes era Defensa Contra las Artes Oscuras, y Harry esperaba que Snape se lo pusiera fácil. Todo el colegio había pasado el día anterior sintiéndose bastante perdidos, disgustados por la muerte del director. Snape le había dicho anoche que estuviera alerta y preparado durante la próxima semana para que Voldemort entrara en acción, ya que ahora que Dumbledore había muerto, los siguientes pasos en la guerra serían a ritmo veloz.

Snape les dio la bienvenida a clase de defensa con un gesto de desprecio levemente más suave de lo habitual y Harry miró con cautela las cajas de madera que había en los pupitres de todos. Se sentó flanqueado por Ron y Hermione, manteniendo los ojos bajos y no queriendo nada más que desaparecer a Stockport, a su dormitorio y la cálida manta tejida que estaba sobre su cama. No tenía deseo en absoluto de tomar apuntes.

Harry escuchó en silencio mientras Snape comenzaba la lección, hablando de los cangrejos de río rojos malayos, que al parecer se utilizaban en muchas pociones y rituales oscuros en Asia, y por sí mismos tenían un desagradable hábito de robar objetos brillantes de metal de hogares y gente acampando.

Ociosamente apuntó lo que comían y lo que los depredaba mientras pensaba en el miércoles por la noche. La ausencia de Malfoy en la clase era conspicua, pero nadie estaba preguntando por ella todavía. Harry parpadeó la humedad que había invadido sus ojos de repente. El último semestre, durante aquella desastrosa lección con el director, Harry había acusado a Dumbledore de no merecer misericordia. Al final, el hombre había muerto por él. Casi rasgó el pergamino sobre su pupitre mientras escribía "Lo siento", y se preguntó si el Dumbledore del retrato podría perdonarle.

"Potter." La voz de Snape cortó de repente sus pensamientos. "Preste atención, o enfréntese a detención esta noche."

Harry levantó la mirada y parpadeó mientras el resto de la clase le miraba fijamente, y Snape cruzó los brazos al frente del aula.

"Sí, señor." Respondió Harry con voz monótona. Atrajo la caja hacia sí y dio un golpecito a la tapa, dejando que Ron la abriera del todo.

"Éste es un cangrejo de río bebé, y mientras que es ligeramente más dócil que la versión adulta, todavía perderán un dedo si pellizca. No doy garantías de que esos apéndices puedan reimplantarse con éxito." Gruñó Snape, dirigiéndoles a todos una mirada. La charla baja se apoderó de la sala mientras todos comenzaban con sus cajas, abriendo tapas y discutiendo por quién iba a coger el brillante cangrejo rojo en el interior.

"Señorita Parkinson, agárrelo con ambas manos para evitar que pellizque." Snape fulminó con la mirada, molesto por la teatralidad que mostraban las chicas de la clase. Por el rabillo del ojo observó a Harry meter la mano directamente en la caja y sacar el cangrejo. Alguien gritó cuando el cangrejo continuó volando en arco lejos de la caja cuando Harry sacudió el brazo, una mirada de dolor en su cara.

"¡Joder!"

Snape giró la cabeza en un latigazo y entrecerró los ojos hacia Harry, que estaba agarrándose la mano izquierda.

"Diez puntos por maldecir, Potter." Dijo Snape con desprecio mientras avanzaba hacia donde Harry estaba parado. "Weasley, atrape el cangrejo."

Ron, que estaba haciendo una imitación pasable de una platija, por fin recuperó la atención y persiguió al cangrejo cuando Snape se sacó la varita de la manga. Por fin había llegado a Harry, que estaba comenzando a ponerse blanco y parecía muy confundido.

"Me han picado de nuevo." Dijo Harry, el sudor surgiendo en finas capas en su frente mientras comenzaba a temblar. Levantó la mano y Snape la agarró acercándosela, localizando el aguijón de abeja. Una vez más utilizó su varita para retirarlo, antes de agarrar la barbilla de Harry con la mano y sostenerla casi dolorosamente fuerte.

"Preste atención, Potter. ¿Dónde está el lápiz?"

Harry le dirigió una mirada sobresaltada y muy preocupada, pero no respondió. El pánico estaba comenzando a instalarse en sus ojos, y Snape se preguntó por qué el cangrejo no se había comido a la abeja en la caja. Apenas prestó atención a los demás estudiantes que estaban mirando con abierta curiosidad y sorpresa lo que estaba ocurriendo. Harry estaba temblando mientras estaba en pie parcialmente sostenido por Snape, su voz volviéndose aguda mientras intentaba explicar cómo se sentía.

"Accio epipen." Murmuró Snape, apuntando su varita hacia Harry.

Estalló fuera de su mochila y voló hacia Snape, que abrió el tapón protector, haciendo que la mayor parte de la clase jadeara y dos chicas gritaran cuando balanceó el brazo enérgicamente y apuñaló a Harry en el muslo con él. La aguja pasó a través de varias capas de ropa y Snape la mantuvo allí por un momento, esperando a que toda la medicina se inyectara. Harry estaba balanceándose hacia delante y agarró el brazo de Snape para evitar caer.

"¡Granger!" Ladró Snape, volviendo a tapar la aguja y metiéndola en su propio bolsillo. "Informe a su jefa de casa de que vamos al hospital. Todos los demás, contengan los cangrejos, sellen las cajas, y están despedidos. Heathcote, dígale a Hagrid que recupere sus cangrejos."

Y con eso, dejando a una clase aturdida y dos Gryffindor muy preocupados, Snape conjuró un apresurado encantamiento de peso pluma, cogió a Harry, y salió como una tormenta por la puerta.

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Tanto Hermione como Ron despegaron en una carrera a muerte hacia el despacho de la Profesora McGonagall, encontrándose con ella a mitad de camino del lugar real. Llevaba una cartera de cuero bastante grande y desgastada, y Ron se percató de que estaba llevando su trabajo semanal al despacho del director.

"¡Harry está herido!" Estalló Hermione, deteniendo a la profesora a media zancada.

"¿Disculpe?"

"En clase, Profesora. Estábamos mirando los cangrejos de río malayos y algo le mordió." Respondió Ron, un poco más calmado que Hermione. Continuaron caminando, McGonagall haciéndoles apresurarse hacia el despacho de Dumbledore.

"Snape dijo que se llevaba a Harry a la enfermería, pero acabamos de pasar por la enfermería y no están allí." Hermione, alguien que normalmente confiaba en los profesores y veía ambos lados de la historia, estaba en un estado de agitación en que Ron raramente la había visto antes.

McGonagall levantó la mano para silenciarla.

"Srta. Granger, concéntrese. ¿Cuáles fueron sus palabras exactas?"

"En realidad dijo el hospital, Profesora." Admitió Ron, rascándose el brazo nervioso. "Y pinchó a Harry en la pierna con una especie de tubo amarillo que encontró en el bolsillo de Harry."

"Justo después de que a Harry le picara una cosita amarilla…" Hermione se interrumpió, las piezas por fin encajando. "Harry es alérgico a las abejas, ¿no?"

"Sí." Espetó McGonagall, antes de volverse a la gárgola y pronunciar la contraseña. Mientras hacía entrar a Ron y Hermione en su despacho los tres evitaron echar un vistazo al más reciente retrato tras el escritorio.

"Cuéntenme exactamente lo que ocurrió." Ordenó McGonagall, apuntando su varita a una puertecita a un lado de la percha de Fawkes, que tenía una gruesa abertura para el correo. Convocó el archivo escolar de Harry, y escuchó atentamente su explicación.

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La sala de urgencias olía levemente a cobre, con una mezcla de antiséptico y caucho seco de las máquinas y gruesas ruedas de las camas que pasaban regularmente. Snape, en su traje muggle transfigurado apresuradamente, se acercó decidido al mostrador de admisión, llevando a un Harry parcialmente lúcido.

"Picadura de abeja." Ladró Snape, fulminando con la mirada a la enfermera. "Ya tuvo el epipen."

La enfermera le dirigió una mirada perpleja mientras agitaba la mano por una camilla, y Snape volcó a Harry en ella.

"¿Cuál es su nombre y cuánto tiempo hace?"

"Hace diez minutos aproximadamente." Respondió Snape, tocando con los dedos maliciosamente la varita en su bolsillo y confundiendo a la enfermera acerca del pequeño hecho de que era enero, y en consecuencia fuera de estación para una picadura de abeja. Hizo rodar a Harry un poco en la camilla y le quitó la túnica. Su jersey y pantalones estaban bien, pero la túnica de Hogwarts era bastante difícil de explicar como parte de un uniforme escolar.

"¿Y su nombre?" Ella rodeó el escritorio y miró a Harry a los ojos.

"Harry Potter." Respondió Snape, sin emoción en la voz en absoluto. Un monitor cardíaco fue instalado para Harry cuando fue empujado a un cubículo privado de urgencias, y un trocito de plástico fue enganchado al dedo de Harry, para medir los niveles de oxígeno en su sangre. Snape envió un último hechizo, obliviando a la enfermera, antes de desilusionar la cama de hospital y empujar la camilla de Harry fuera del área de urgencias y a la primera habitación privada que encontró pasillo abajo.

Verdes ojos encapuchados observaban cada movimiento suyo mientras Snape se sacaba un vial del bolsillo y ahuyentaba a un patronus gato atigrado que había aparecido en la habitación. Snape se tomó un segundo para comprobar su reloj y notó que la furiosa esfera roja estaba desvaneciéndose de vuelta a un rosa más saludable. No hay tiempo para pensar en eso ahora, supuso Snape, dejando la túnica a los pies de la cama y abriendo el vial. El Señor Tenebroso estaría allí en menos de quince minutos.

"El coraje Gryffindor está sobrevalorado." Murmuró Snape, levantando el vial a los labios de Harry, y entonces volcando dentro el fresco líquido.