Dos No Tan Terribles

La cena del viernes en Hogwarts se tomaba temprano, a las cinco pm. Snape notó un zumbido a través del castillo, el ruido volviéndose más fuerte a medida que caminaban por los pasillos vacíos hacia el Gran Comedor. Su progreso se veía interrumpido en cierto modo, ya que tenía deditos regordetes aferrados a su mano en un agarre de muerte y un niñito tambaleándose jovialmente a su lado, intentando mantenerse al paso. No habían tenido mucha ocasión de comprobar lo que se había visto afectado por la eliminación del horrocrux, ya que Harry actualmente era más joven físicamente de lo que lo había sido cuando había recibido la cicatriz, en consecuencia cualquier habilidad perdida sería imposible de notar todavía. Snape atribuía los cambios en capacidad de atención y falta de coordinación a general idiotez de bebé por el momento; la verdadera prueba llegaría el sábado por la tarde, cuando Harry regresara a su edad real.

Aunque una cosa que había notado, era que Harry parecía ser mucho más feliz de lo que nunca antes lo había visto Snape.

"¡Uuuf!" Exclamó Harry, tropezando con un pedazo de losa que no estaba del todo nivelado con los demás. Snape se agachó automáticamente y con un fuerte agarre lo balanceó hacia delante, volviendo a poner firmemente a Harry en pie.

"¡Fraggle mala!" Acusó Harry, señalando la piedra. Snape parpadeó con confusión. ¿Fraggle? Eso era una piedra. Ah, vale. Fraggle Rock, se llamaban sus extrañas amiguitas marionetas, y una piedra es parte de una roca. Esta parafasia que Harry parecía haber adquirido sería bastante desafiante si se desarrollaba también con el yo mayor de Harry. Snape había leído en sus libros para padres que los bebés hacían normalmente extrañas conexiones verbales, sin embargo, así que esto podría ser sólo él como niño de un año.

Como Snape había planeado, no pasaron a casi nadie en los pasillos. La mayoría del colegio se había reunido para la cena de celebración, que Snape y Harry estaban evitando. Él no era alguien de grandes ceremonias, aunque sabía que McGonagall insistiría en una una vez Harry y Snape regresaran de su pequeño descanso. La única persona que se habían encontrado de camino al despacho de la directora fue la Profesora Sprout, que le echó una mirada a Harry tambaleándose junto a Snape con un jersey túnica negro, y puso una sonrisa malévola en su cara.

"Severus, ¿quién podría ser este jovencito?"

"Éste es Elliot." Snape tenía la ceja alzada, ya que normalmente no recibía bromas de ella.

"Tu hijo, ¿verdad?" Respondió ella, la sonrisa tan amplia como siempre. "¿Tú el del corazón peludo? Dios mío. ¿Y dónde está su encantadora madre?"

Snape resopló y puso los ojos en blanco.

"Se lo aseguro, Madame, que no soy hechicero." Respondió Snape, evitando limpiamente la segunda pregunta.

"Ah, no de acuerdo con el Profeta Nocturno, Severus. Muchas gracias y salud para ti." Siguió Pomona, inclinando su sombrero y continuando su camino hacia el Gran Comedor.

"Profesora Sprout." Llamó Snape, aclarándose la garganta y tomando la mano de Harry.

"No te preocupes, Severus, no vi al cachorrito de ojos verdes," llegó su alegre respuesta.

Tras otro paseo por un pasillo diferente por fin llegaron a la gárgola, y Snape murmuró la contraseña por lo bajo. Harry estaba fascinado por la escalera móvil, y chilló de miedo cuando entraron al despacho de la directora. El estallido de ruido fue instantáneo, y Snape se volvió consciente de Harry intentando enterrarse en los pliegues de la túnica de Snape al mismo tiempo que cada ocupante de los retratos estaba gritándole.

Snape llevó a Harry al frente de la habitación, dejándolo sobre el escritorio. Harry todavía se aferraba a la túnica de Snape, mirando especulativamente alrededor de la habitación a los muchos retratos que estaban sonriéndole y saludándole con la mano.

"Wow." Exhaló Harry, señalando al director.

"Hola, Harry." Dumbledore sonrió, sus ojos centelleando en el retrato. Sus rasgos estaban suavizados como lo habían sido durante los primeros años de Harry en Hogwarts, las líneas que se habían grabado alrededor de sus ojos y labios durante la intensificación de la guerra se habían emborronado un poco, suavizadas en la muerte.

"Perfesor." Harry señaló.

"Sí." Reconoció Snape, asintiendo con la cabeza.

"¿No deseabais celebrar con los demás, muchachos?"

"¿Celebrar qué? ¿El fin de la guerra?" Preguntó Snape, de repente sonando cansado. "Más temprano hoy matamos a un hombre. Un asesinato premeditado, y le di deliberadamente una poción a un muchacho de dieciséis años que puede haber causado daño cerebral permanente e irreversible. ¿Encuentra eso causa de celebración?"

Harry se giró donde estaba parado, la mano todavía descansando sobre el hombro de Snape para equilibrarse mientras le daba a Snape un abrazo torpe.

"Papá bueno." Susurró Harry, antes de intentar enderezarse de nuevo y casi caerse de culo. Snape, como de costumbre, lo atrapó a tiempo.

"Deseo disculparme contigo, Severus." Dijo el director, captando el silencio de los demás retratos. "Te he pedido que sacrifiques demasiadas cosas en esta guerra. Tu tiempo, tu inteligencia, tu seguridad, y tu dignidad. Incluso había pensado que Harry tendría que sacrificarse al final. Como resultó, al igual que en muchas otras cosas, estaba equivocado."

"Se ha sabido que ocurre." Respondió Snape de inmediato, justo logrando evitar que el sarcasmo en su voz fuera demasiado espeso. Dumbledore lo recibió simplemente con una risa entre dientes.

"Han sido unos largos veinte años," reconoció Dumbledore, "y sí me arrepiento de las posiciones en que os puse a ambos."

"Creo que mi destino fue sellado la noche que juré hacer cualquier cosa por Lily." Murmuró Snape.

"Severus." Cortó Dumbledore severamente. "Yo, Lily, James, Tom Riddle… todos estamos muertos. No mantenemos ningún rencor, ni buscamos ninguna bendición. Nosotros, los muertos, no descansamos inquietos. Sólo los vivos lo hacen."

Snape se quedó en silencio por un momento mientras asimilaba eso. Harry miraba alrededor de la habitación a los retratos y los artilugios que todavía quedaban de Dumbledore. Estaba muy contento de ser parte de este mundo mágico, ya que no podía imaginar entrar jamás en este despacho sin oír la voz de Dumbledore, incluso si ahora estaba confinada a un retrato.

"Van a celebrar un funeral por usted el lunes." Dijo Snape por fin, golpeteando el dedo en el escritorio junto al pie de Harry.

"Mira si Honedukes hace el catering." Respondió Dumbledore, su rostro disculpándose pero en paz. "Pero disfrutad vuestra fiesta primero."

El relucir feliz estaba de vuelta en los ojos del director, y Harry se percató de que Dumbledore también había hallado su libertad.

"Harry." Habló Dumbledore, ajustándose las gafas en la imagen. "También te felicito, y espero que Severus te dé la familia y vida normal que yo nunca fui capaz de darte."

Harry levantó una mano y la agitó, arrugando los dedos mientras lo hacía como si estuviera intentando imitar la garra de un robot. Snape no dijo nada, simplemente apartando el revoltoso flequillo en la cabeza de Harry para mostrar una frente sin desfigurar. Cogió a Harry y ofreció una rara sonrisa mientras abandonaban la habitación, los retratos aplaudiendo mientras salían.

. . . . . . . . .

La llamada que llegó a la puerta no fue inesperada, aunque a Snape le divirtió bastante la velocidad. Eran poco más de las siete de la noche del viernes, y sólo habían estado en casa dos horas. Snape había llevado a Harry al Sainsbury del centro de la ciudad en busca de algunos comestibles y pañales. Había hecho el agradable descubrimiento de que los pañales muggles funcionaban bien con poco jaleo, y en consecuencia no iba a molestarse con la versión mágica para el breve período de tiempo que Harry iba a necesitarlos.

Dejando a Harry en su trona con un encantamiento de monitorización, Snape se deslizó al vestíbulo y se asomó a través de la mirilla de la puerta. Justo quien había esperado. Snape se sacudió una mota de polvo del hombro de la chaqueta antes de abrir la puerta con su ceño fruncido patentado y cruzar los brazos.

"Creo que mi dirección no está incluida en el listado."

El hombre en el pórtico tuvo la gracia suficiente de parecer parcialmente amedrentado.

"Para el Ministro de Magia, casi nada está fuera del listado. Y sus protecciones fueron fácilmente superadas."

"Mis protecciones están establecidas para los visitantes que espero." Respondió Snape, agitando su varita y elevando la resistencia. Scrimgeour pareció momentáneamente pillado por sorpresa por la cantidad de fuerza que experimentó intentando permanecer en pie en el umbral.

"Punto a favor."

Scrimgeour entró en su pequeño vestíbulo, siguiendo a Snape a la biblioteca. Harry seguía sentado en la trona improvisada, los dedos agarrando un mantecado y haciéndolo migas mientras intentaba comérselo. Harry dirigió una mirada suspicaz al Ministro de Magia, pero permaneció callado mientras Snape encendía la tetera y se sentaba junto a Harry, ofreciendo a Scrimgeour el otro asiento.

"¿A qué debo el placer de esta visita?" Preguntó Snape cortésmente, abriendo un frasco de salsa de manzana y calentándolo con un hechizo.

"A un pago entregado en persona." Dijo Scrimgeour sardónicamente, sacándose una nota bancaria del bolsillo. Snape probó una cucharada de la salsa para asegurarse de que no estuviera demasiado caliente y miró subrepticiamente hacia la suma. Estaba extendida para Severus Snape por el Ministerio de Magia, y era por cincuenta y dos galeones exactamente.

"Qué eficiente por su parte." Respondió Snape. "Un rasgo al que no estoy acostumbrado de nuestro estimado Ministerio." El comentario fue hecho de manera neutra, pero llegó con la pregunta tácita sobre la naturaleza de la visita. Mientras esperaba, Snape le dio a Harry una cucharada y limpió el exceso con precisión con la cuchara.

"Piensa en ello también como un chequeo desde el aspecto de los servicios sociales." Dijo Scrimgeour, su tono ligero y su mirada dura.

"Mmmngh." Imploró Harry, agitando el puño hacia Snape. Parecía que Harry era de la misma opinión que Snape – no dejar saber al Ministro que Harry no era mentalmente tan joven como parecía. La tetera se apagó cuando alcanzó la ebullición, y Snape le entregó la cuchara a Harry mientras se levantaba a servir la tetera.

"En la mano de ese niño hay una cicatriz de una empleada de su Ministerio." Dijo Snape, asintiendo hacia Harry y manteniendo la voz mortalmente uniforme. "Grabada en su mano por una pluma de sangre, durante la época en que Fudge negaba el regreso de Voldemort. Él tenía quince años, y fue hecho por una maestra nombrada por el Ministerio en Hogwarts."

En la trona notó la mirada confundida de Harry y un pequeño vistazo hacia sus manos de bebé. Los ojos de Snape se estrecharon a eso y tomó una nota mental sobre la observación.

"Esto no tiene nada que ver con la adopción. Ha sido mi hijo desde el pasado agosto a los ojos de las Leyes tanto Muggles como Mágicas." Snape levantó la mano y nunca rompió el contacto visual mientras hablaba. "Durante diez años de su vida después de que sus padres fueran asesinados, el único modo de garantizar su seguridad fue alojarlo con parientes negligentes que lo mataban de hambre y lo encerraban en un armario bajo las escaleras. Ahora, está viviendo bajo el cuidado del hombre que creó la poción para librarle de Voldemor. Un ex-mortífago, maestro de pociones, profesor en la más notable academia de educación mágica en Reino Unido. El hombre que juró por su vida en la tumba de su madre, hace catorce años, proteger a su pequeño con su propia vida."

Harry sacudió su cuchara hacia Scrimgeour y le balbuceó en charla de bebé sin sentido, lo que Snape creyó particular porque era muy consciente de que Harry todavía podía expresar su opinión con su limitado vocabulario.

"Esto no es una llamada de servicios sociales, Ministro Scrimgeour. El público no toleraría ninguna interferencia, y lo sabe." Snape le entregó la taza de té al Ministro y volvió a sentarse en su sillón.

Scrimgeour aceptó el té que Snape le dio y puso una cantidad exacta de leche en él antes de responder.

"Sin tener en cuenta lo que el público pueda tener que decir con respecto a su situación, el Ministerio está en un claro punto muerto con respecto al fin de Voldemort. Hemos pasado los últimos casi veinte años atormentados por él, ambas veces para ser salvados por un mediocre muchacho mago. Puede imaginar lo que parecerá si llega alguna vez a la prensa. El ministerio no tiene deseo de ser ridiculizado, y estoy aquí para determinar sus motivos antes de que se tomen… medidas más fuertes."

"¿Piensa que le chantajearé?" Preguntó Snape, manteniendo la incredulidad fuera de su voz.

"Es usted Slytherin, ¿no? Ha pasado dieciséis años espiando y jugando a dos bandas hasta su final." Dijo Scrimgeour, tomando un trago.

Snape le dirigió una mirada calculadora, notando las muchas cicatrices alrededor del rostro del viejo auror y el clásico comportamiento fuerte que transmitía. Que Scrimgeour viniera de visita hablaba volúmenes para Snape. El ministerio quería control sobre las repercusiones de la caída de Voldemort, y probablemente querían reclamar cierto crédito por el trabajo. Snape, con todos sus años de espía, tenía algunos hechos en su pasado que preferiría se quedaran allí, y Harry por encima de todo no deseaba convertirse en una especie de playboy mascarón de proa del mundo mágico.

"Quiero libertad."

"Libertad." Repitió Scrimgeour, los ojos entrecerrándose.

"No todos los Slytherin pueden convertirse en Ministro de Magia, Scrimgeour." Respondió Snape de inmediato. "Tanto usted como yo hemos asesinado; yo bajo la marca en mi brazo, usted bajo su túnica de auror. Usted puede tomar su absolución liderando al mundo mágico a la paz, yo tomaré la mía disfrutando la libertad que por fin me he ganado."

Dejando el frasco a un lado, Snape convocó una pequeña servilleta del piso alto y conjuró un aquamenti caliente sobre ella. Limpió la salsa de manzana cuidadosamente de la cara de Harry, murmurando un rápido encantamiento limpiador sobre la servilleta antes de dejarla caer sobre la cabeza de Harry.

"¿Debo analizar eso como una petición de clemencia ilimitada?" Preguntó Scrimgeour, los labios finos y las manos balanceando la taza de té con irritación contra la mesa.

"Malo." Dijo Harry con una mirada acusatoria hacia Snape, una vez se hubo quitado la toalla mojada de la cabeza.

"Me malinterpreta." Respondió Snape con calma, recuperando el trapo y lanzándolo hacia el fregadero. "Mi libertad significa la capacidad de entrar en cualquier lugar público en el mundo mágico y que no me escupan por ser ex-mortífago. Significa no tener que conceder interminables entrevistas y asistir a actos del ministerio relacionados con el fin de la guerra. Significa lo mismo para mi hijo, y también significa que no se esperará que ninguno de nosotros salve el mundo de nuevo."

Lo último fue dicho con el patentado alzado de ceja Snape, y Scrimgeour logró una risa entre dientes.

"Hace que suene fácil."

"Estamos en el mismo equipo, por freelance que pueda ser yo." Reconoció Snape, levantando a Harry de la silla y dejándolo en el suelo. Harry fue directamente hacia la biblioteca, gateando hacia la librería con la colección de brújulas.

"No tengo deseo de convertirme en funcionario del Ministerio, y tampoco lo tiene Potter." Dijo Snape, sabiendo que la razón real por la que Scrimgeour estaba aquí era el temor a ser usurpado.

Un coro de "nononononononono," llegó del nivel del suelo, confirmando la falta de deseo de Harry.

"Eso no es preocupación." Notó de inmediato Scrimgeour, negándose a encontrarse con la mirada de Snape.

Snape observó justo cómo Harry iba a alcanzar algo en la estantería antes de sacar su varita.

"Por supuesto que no lo es. Accio Elliot."

Harry chilló mientras era levitado a través del aire de regreso al umbral de la cocina, donde Snape lo atrapó. Scrimgeour se levantó con su té y pasó a la biblioteca mientras Snape estaba instalando a Harry en un anticuado parque de madera, que tenía algunos juguetes dentro. Había una pequeña caja de cartón en la esquina de la habitación donde estaba el parque, el nombre Severus escrito en ella con algún tipo de rotulador negro en una escritura muy clara.

"Nunca le imaginé como hombre de familia." Notó Scrimgeour, echando un vistazo a la foto de Harry con seis años a punto de subir al barco turístico de Ámsterdam.

"No creo que me conozca lo suficientemente bien para juzgarlo." Espetó Snape, rebuscando en la caja y sacando un pequeño ornitorrinco de peluche. Lo puso dentro del parque con Harry, se quitó la chaqueta de traje y la colgó de la esquina del parque. Snape se sentó en su sillón favorito junto a la chimenea, e hizo un gesto hacia el canapé.

"Quizá no, pero su archivo en el Ministerio es bastante grande."

"Y seguramente igual de colorido. ¿Tenemos un acuerdo? ¿Nuestra libertad por su continuo éxito como Ministro de Magia?"

"Sí. Sólo unos detalles más, todo extraoficialmente." Añadió Scrimgeour.

"¿Qué más necesitaba saber?" Preguntó Snape.

"¿Sabe dónde está el cuerpo de Albus Dumbledore?"

Harry se sentó derecho en el parque y dejó de murmurar al ornitorrinco.

"Sí, aunque no será capaz de recuperarlo a él ni a Fenrir Greyback."

"¿Protecciones alrededor del área?" Scrimgeour se acomodó en el chesterfield.

"Eso, y que imagino que el final no fue bonito para ninguno." Dijo Snape, su voz suavizándose un poco. Había preguntado los detalles de la muerte de Dumbledore de vuelta en Hogwarts, en parte por conclusión, y en parte para saber lo que estaba expiando.

"¿Sabe dónde está algún otro mortífago?"

"Los Malfoy pueden ser encontrados en Suecia, lo más probable. Draco está en el hospital ahora mismo bajo fuertes protecciones; con toda probabilidad Lucius estará intentando organizar su huida pronto."

"Ya ha habido un intento de liberarlo, un empleado de bajo nivel del Ministerio metiendo papeleo falso." Dijo Scrimgeour con molestia.

"Ciertamente. Y también tendrá varios traidores más en sus filas." Confirmó Snape.

"¿Eso es por lo que envió a Draco a San Mungo en lugar de a Azkabán?" Preguntó Scrimgeour.

"El Sr. Malfoy se encontraba en San Mungo porque estaba delirando como un lunático sediento de sangre y rompió al menos cinco normas escolares diferentes en su intento de asesinar bien a Dumbledore o a Potter."

"Espere, ¿por qué Dumbledore? Pensaba que sólo iba tras de Potter."

En el parque, Harry había gateado para investigar el bolsillo del abrigo de Snape y encontró una cartera dentro. Era una cartera muggle, de simple cuero negro con una tirita que la cerraba casi como un cinturón. Sólo le llevó un minuto abrirla, de lo que se sintió bastante orgulloso. Sentado donde estaba, la chaqueta lo ocultaba de la vista de Snape, pero Scrimgeour podía ver a Harry bastante bien.

"Los Malfoy siempre han sido codiciosos." Murmuró Snape sin ceremonias, sin mencionar que Voldemort había ordenado a Draco ir sólo tras el director.

Harry sacó una tarjeta de la cartera, riendo un poco por la mala fotografía de Snape que había en ella. Podía decir qué tarjetas eran mágicas, ya que esas fotos se movían, e incluso reconoció el símbolo de la casa azul de la tienda de comestibles AH en Ámsterdam. Snape había obtenido la tarjeta por descuentos en precios de comida para ellos durante las vacaciones de Año Nuevo. Había algunos billetes en el billetero, además de un giro bancario con el logo del Ministerio, pero Harry no tocó ésos. El dinero era aburrido. En cambio, volvió a concentrarse en las tarjetas y sus ojos se ensancharon cuando reconoció la siguiente que sacó. Había visto una antes, sobre la mesa de la cocina allá en Privet Drive. Era una licencia de conducir británica muggle, y ésa definitivamente era una foto antigua de Snape en ella.

"¿Planeando una fuga, ladronzuelo?" La profunda voz de Snape retumbó justo por encima de su cabeza, sobresaltando a Harry. Fue cuando Harry levantó la mirada que se volvió consciente de dos cosas. La primera era que Scrimgeour se había marchado, y la segunda era que Snape llevaba en este momento el mismo ceño fruncido exacto que en la imagen de la licencia de conducir. Harry culpó al nivel de emociones de bebé en su cuerpo de su estallido de risa.

Snape cruzó los brazos con falsa molestia y murmuró un rápido hechizo, que devolvió todas sus tarjetas a su lugar adecuado.

"Tienes suerte de que el encantamiento antirrobo en mi cartera no esté establecido contra la familia." Advirtió Snape.

Como estaba haciéndose tarde para un niño de un año, y el día había sido bastante agotador, Snape decidió que un baño caliente antes de la cama no era una opción mal acogida para Harry. Había transfigurado un par de pantalones de baño de bebé de un trapo, y se sentó en el excusado junto a la bañera mientras Harry salpicaba durante su baño.

"Necesitamos hacer una lista de lo que te ha afectado hasta ahora. Ya que estoy bastante seguro de que la mayoría de tus deficiencias relacionadas con habilidades proceden de tu edad y limitaciones físicas más que de tu mente, tendremos que esperar a comprobar ésas cuando seas mayor."

Harry miró fijamente a Snape y levantó a Ambrose, el agua goteando de sus brazos.

"Mago."

Snape se quedó mirándolo y hojeó una página despacio en su cuaderno muggle, al parecer reseteando su tren de pensamiento en la acción.

"Sí, Elliot. Tú eres un mago."

Harry sacó la lengua y bajó a Ambrose, salpicando más agua en el costado de la bañera.

"¿Recuerdas recibir la cicatriz en tu mano?" Preguntó Snape, dejando caer una toalla en el suelo para secar las baldosas.

Harry volvió a mirarse ambas manos y entonces dio una respuesta confusa. "Taza."

"No, no fue causada por una taza." Retrucó Snape, cogiendo el champú del estante de la ducha y dejándolo al borde de la bañera.

"¡No! ¡Taza!" Insistió Harry, retorciéndose para ver a Snape. Snape recogió un poco de agua y la levantó sobre la cabeza de Harry, empapándole el cabello.

"¿No hay cicatriz?" Volvió a intentar Snape, vertiendo un poco de champú en su mano.

"Rojo." Confirmó Harry, asintiendo con la cabeza y levantando las manos.

"Tu discurso era mucho mejor antes. Concéntrate en decirme algo." Pidió Snape, no del todo ordenando pero tampoco sugiriendo mientras frotaba el champú en el cabello de Harry.

Una risita fue emitida por Harry antes de señalar a Snape y decir con voz muy clara.

"Lava el pelo."

Snape no dijo nada, simplemente dirigiendo una intencionada mirada a Harry antes de enjuagar el champú. Harry sí descubrió momentos después, sin embargo, mientras Snape estaba lavándolo con jabón y una esponja, que tenía cosquillas en muchos más lugares además de su estómago.

. . . . . . . . .

Harry definitivamente sintió los efectos del baño poco después, bostezando todo el tiempo durante su cambio a un pañal limpio y pijama rojo con pies. Snape lo había metido en su cama, colocando la colcha pulcramente a su alrededor, y Harry de inmediato se retorció de lado, arrugándola. Desde aquí podía ver una carta familiar sobre su mesilla de noche, y se quedó mirando la pequeña escritura cursiva en el sobre. Podía recordar escribirse la carta a sí mismo, sentado en la cama de su dormitorio tarde por la noche con la varita encendida como luz, acariciando a Kermit gentilmente mientras escribía todo lo importante que quería recordar.

Después de cerrar las persianas Snape, se sentó a un lado de la cama, evitando las piernas de Harry. Siguió la línea de visión y cogió el sobre.

"¿Deseas que lea esto?"

"Elefante." Harry asintió, frotándose los ojos somnoliento.

"Muy bien." Aceptó Snape, rompiendo el sello de cera en el dorso. El sello tenía forma de lechuza; el primero que Harry había tallado y enviado al fabricante de sellos de Ámsterdam.

"Querido Elliot,

Tu color favorito es el azul. Eres Gryffindor, pero el sombrero seleccionador quería ponerte originalmente en Slytherin. Hablas pársel, o al menos, lo hacías. Te criaste en un armario en el número cuatro de Privet drive, y durante diez años pensabas que eso era normal. Fuiste llamado Harry James Potter, James por tu padre, y no sabes por quién es Harry. Cuando fuiste adoptado, tu nombre fue cambiado a Elliot Fyodor Snape.

Hogwarts fue tu primer hogar. Hedwig, tu lechuza, fue tu primer regalo de cumpleaños y Ron fue tu primer mejor amigo. Hermione fue la segunda, y los tres sois inseparables. Si no puedes recordar algo, pregúntales a ellos. Confías en ellos con tu vida, y ellos en ti con la suya.

Cuando no estás en Hogwarts, vives en Stockport, Inglaterra, en la calle Spinner's End. Tu dormitorio fue el primero que alguna vez fuiste capaz de decorar y reclamar como propio. No hay tablas sueltas en esta habitación, no las necesitas." Snape levantó la mirada con una expresión levemente confusa a esto, pero Harry tenía los ojos cerrados y sólo estaba sonriendo.

"Tu taza favorita es una a rayas rojas, y está en el armario de abajo junto a la azul de Snape. Tu comida favorita es el estofado de ternera, y te gusta el pastel de melaza de postre. Cuando puedes, tomas café cada mañana con el desayuno (la única vez que lo bebes), y Snape trajo tu café favorito de Ámsterdam. Pasaste la Nochevieja en el tejado de De Bijenkorf, viendo estallar el mundo.

Odiabas al Profesor Severus Snape en primero, segundo, tercero – bueno, hasta el pasado verano, pero te ha salvado la vida más veces de las que puedes contar. La Sra. Weasley te regala un suéter cada año, nunca ganas al cribbage, eres el buscador más joven en entrar en el equipo Gryffindor en un siglo, y tienes una capa de invisibilidad. Tu madre Lily y tu padre James murieron para que tú pudieras vivir. Tu papá Severus es el hombre más valiente que has conocido jamás.

No eres responsable de ninguna muerte ocurrida en esta guerra. Sólo eres un muchacho.

Harry/Elliot."

Snape levantó la mirada y plegó la carta, dejándola cuidadosamente sobre la mesilla de noche. Harry se había quedado dormido, su cuerpecito retorcido de un modo bizarro que no le parecía siquiera lo más mínimamente cómodo a Snape.

"Tienes un papá que te quiere." Murmuró Snape, revolviendo el cabello de Harry suavemente antes de convocar la manta tejida y cubrir al chico. Se levantó y se estiró en silencio, deteniéndose un momento mientras consideraba la cama. Había una pequeña regla sobre el escritorio de Harry, y Snape la transfiguró en una robusta barandilla para el costado de la cama, por si acaso Harry se movía en medio de la noche. Snape cerró la puerta tras de sí, mientras caminaba pasillo abajo, plenamente consciente de que estaría meditando sobre los puntos perturbadores en la carta durante el resto de la noche.

. . . . . . . . .

La lluvia se mantuvo a raya durante la mañana, el sábado cayendo nublado y gélido en Stockport, Harry había despertado ridículamente temprano, y Snape creyó lo mejor aprovecharse de eso y dirigirse al mercado en la ciudad. El Diario el Profeta, que Snape había encargado anoche, apareció a tiempo, y Snape caminó con él bajo el brazo mientras él y Harry se movían hacia un banco en el parque no lejos del mercado. Harry, que estaba tambaleándose despacio a su lado, aferraba una bolsita de donuts recién hechos en la mano. Snape se sentó en el banco y subió a Harry a su regazo, dejándolo apoyarse contra su pecho.

"Y ahora a ver lo que han imprimido los buitres." Murmuró Snape, abriendo el diario. Había algunas familias fuera de paseo, ya que era tarde por la mañana, pero a Snape no le preocupó. El Diario el Profeta llevaba un encantamiento imbuido para asegurar que simplemente parecía ser un periódico en un idioma extranjero a cualquier muggle que lo mirara.

Como Snape había sospechado, el Profeta estaba lleno de joviales noticias postreras. El mundo mágico había celebrado hasta la estupidez la noche anterior, y probablemente volvería a hacerlo esta noche, pero ni el Sr. Potter ni el Profesor Snape habían sido vistos en ninguna de las fiestas. Había rumores entre los miembros más ebrios de la sociedad del horrible precio que habían pagado por la muerte de Voldemort, algo que sería refutado una vez hicieran una aparición de regreso en Hogwarts con perfecta salud. Snape bajó la mirada a la cabeza cubierta con un gorro negro que estaba descansando contra su cuello. Salud perfecta en su mayor parte. Durante más pruebas esa mañana Snape había descubierto que Harry había perdido algunos de sus recuerdos, lo más interesante, aquéllos en que perdía los nervios. No recordaba meterse en discusiones con Umbridge, no recordaba hacer volar a su Tía Marge aquel verano, pero sí recordaba a Lockhart y acudir a la Copa Mundial de Quidditch. Snape imaginaba que la mayor parte de su quinto año estaría borrada, ya que Harry había estado canalizando a Voldemort una perturbadora cantidad de veces durante ese año. Snape tenía la esperanza sin embargo de que Harry recordara las habilidades que había aprendido ese año, y no estaba del todo seguro de que fuera necesariamente algo malo que Harry perdiera esos recuerdos de cuando había estado realmente furioso.

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De regreso en Spinner's End, justo mientras los últimos granos de arena marcaban la cuenta atrás del final del período de bebé de veintiocho horas, Harry se sentaba en el suelo de la biblioteca. Estaba sentado en una manta, un juguete redondo con forma de O ante él y varias de las molestas formas de plástico amarillo esparcidas a su alrededor. Twinky lo fulminaba con la mirada desde la chimenea, y Harry lo ignoraba estudiosamente mientras intentaba encajar una pieza en forma de estrella en un agujero hexagonal. Pensaba que era un hexágono, y estaba molestándose bastante porque el… ah. Forma de estrella. Harry lo dejó caer y resopló mientras cogía otra figura. Parecía vagamente correcta y sabía que debería estar concentrándose más en combinar las figuras, ya que era todo el sentido del ejercicio. Pero esto era bastante estúpido; nunca necesitaría hacer esto en la vida real.

"Twinky, necesitaremos un cambio completo de ropa de hogar para mañana por la mañana. Pasaremos tiempo aquí intermitentemente durante la próxima quincena." Ordenó Snape, barajando el montón de papeles en sus manos. Había dos bolsas de colada junto a la chimenea y Twinky salió a buscarlas, asintiendo hacia Harry.

"Una mejora." Dijo Twinky, manteniendo la voz baja. Snape, que había afinado su oído cerca de estudiantes comportándose mal, captó las palabras de todos modos.

"Mal. Una mala manera de mantener el negocio." Comentó Snape ociosamente.

"Mis disculpas, Señor. Twinky está siendo grosero y pasándose de la raya." El elfo se inclinó, obvio para ambos que la humildad no era sincera.

"¡Pa!" Dijo Harry, frustrado con los bloques y la presencia de Twinky. Había tenido la esperanza de que el horrocrux no hubiera dañado mucho su cerebro, pero parecía que ni siquiera podía encajar un estúpido triángulo en un agujero cuadrado. Levantó las manos e hizo un puchero por instinto, el labio inferior sobresaliendo un poco. Snape exhaló un gran suspiro y lo cogió, acomodando a Harry contra su pecho y girándose hacia el pasillo.

"No tengo idea de por qué te complazco como tal. Es hora de crecer de nuevo, en cualquier caso."

Sentado alto y seguro en brazos de Snape y con la cabeza por encima del hombro de Snape, Harry destelló una amplia sonrisa arrogante y lanzó un trozo de plástico con forma circular a Twinky mientras Snape lo sacaba de la habitación.

Arriba, Snape volvió a comprobar para asegurarse de que el pañal estaba dispuesto para desaparecer en cuanto el cuerpo de Harry cambiara de nuevo a su tamaño normal, y dejó a Harry sobre su cama.

"¿Puedes ponerte en pie solo?" Preguntó Snape, atrayendo la silla de escritorio al lado de la cama. Ayudó a Harry a ponerse en pie, apartando las manos a un lado una vez Harry se hubo estabilizado un poco. Harry había estado moviéndose bastante fácilmente abajo y en Hogwarts, pero siempre había sido con algo a lo que agarrarse.

"Malvavisco." Dijo Harry, arrugando la cara y señalando el colchón. Snape parpadeó por un momento antes de comprender.

"Sí, es blando." Snape observó a Harry muy atentamente mientras Harry daba un paso vacilante. Fuertes brazos se extendieron para atrapar a Harry justo mientras caía de culo.

"¿Demasiado blando?"

"Demasiado blando." Confirmó Harry. Harry volvió a desplomarse y Snape lo cubrió con una sábana sobrante. Estaba yaciendo sólo con el pañal, y Snape no estaba seguro de cuán rápido ocurriría el recrecimiento a su cuerpo normal. La cuestión era también cómo conseguir que Harry bebiera toda la cosa de una vez. No era una cantidad de poción excesivamente grande, pero Harry había estado bebiendo de una taza de entrenamiento durante las últimas veintiocho horas. Al final, Snape simplemente le dio el vial y ayudó a levantarlo a la boca de Harry mientras lo bebía.

Snape estudió atentamente cómo Harry se estremecía en la cama y sus miembros se alargaban lentamente, los dedos de los pies nudosos con escaso vello negro sobresaliendo desde debajo de la sábana, los brazos redondos y fornidos estirando dedos rechonchos pero bien formados. El cabello de Harry era revoltoso y aun así negro azabache, los ojos de un bonito tono verde viridiano, pero a Snape le alivió ver que todavía no había cicatriz en su frente.

Si era así como se sentían los padres cada vez que su niño se metía en algo o estaba enfermo, Snape se alegraba de nunca haber tenido un hijo biológico. Uno de dieciséis años era suficiente.

Desde la cama llegó un gruñido y un extraño ruido chirriante mientras Harry se estiraba.

"Hola, Papá. ¿Podemos tomar pizza de postre?" Harry sonrió ampliamente, alcanzando las gafas que Snape había dejado sobre la mesa lateral.

"¿Para cenar?" Aclaró Snape, su ceja alzada en alivio oculto. "Supongo que toca pizza."

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N/A "Tener un corazón peludo" es un antiguo dicho mágico que significa que alguien es frío e insensible. Para más detalles, ver Los Cuentos de Beedle el Bardo.