La Mancha de Tinta

A pesar de que las clases se habían cancelado el lunes, a la luz del funeral del Director Dumbledore, el Gran Comedor todavía estaba lleno por la mañana de estudiantes a tiempo para el desayuno. Harry se sentaba con sus amigos a la mesa Gryffindor, llevando su cómodo jersey negro tejido contra el gélido aire de enero. Por encima de ellos llegó una ráfaga helada cuando las ventanas se abrieron y las lechuzas se precipitaron en el salón, la mayoría de ellas llevando periódicos y paquetes de celebración a casa. Harry, que había estado debatiendo las habilidades del buscador de los Appleby Arrows frente a los Chudley Cannons, pausó su discurso para notar que la sala se había quedado un poco más silenciosa. Sintió una pequeña sensación de terror en el estómago cuando Hermione hizo un sonido de risita y abrió el periódico, extendiéndolo sobre la mesa.

"¿EL MUCHACHO CORROMPIDO?" era el titular, y debajo había una foto de página entera de Harry, la cabeza descansando en las manos y encaramado sobre una gran mesa de madera, que Harry reconoció al instante como la mesa de la sala de profesores. La ira sonrojó su rostro al verlo, ya que había sido un momento privado para desahogarse después del banquete y se preguntaba cómo demonios Skeeter había conseguido la foto, antes de percatarse de que la leve borrosidad de la instantánea no estaba hecha con fines artísticos. Era una imagen tomada de un recuerdo.

"Esa perra." Murmuró Hermione, haciendo que Ron jadeara mientras Harry seguía leyendo.

Harry Potter, el famoso Niño Que Vivió, se tomó tiempo ayer tras el banquete de bienvenida en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería para recomponerse. Curiosamente, se sentó en la sala de profesores de Hogwarts, en compañía del Maestro de Pociones Profesor Severus Snape. Juntos, el Sr. Potter y el Profesor Snape derrotaron a El Que No Debe Ser Nombrado este pasado viernes en un hospital muggle en el centro de Londres, fingiendo una enfermedad y subsecuentemente ahogando a Quien Tú Sabes con una antigua poción. Están comenzando a surgir preguntas de esta versión de los hechos, sin embargo, ya que parece un fin engañosamente simple para uno de los magos más oscuros desde Gellert Grindelwald.

Ésta es difícilmente la primera vez que el Profesor Severus Snape ha estado en el ojo público, ya que fue sometido a juicio en diciembre de 1980 por crímenes cometidos como Mortífago. Aunque defendido incondicionalmente por el entonces Director Albus Dumbledore, el comportamiento duro y exigente del Profesor Snape, junto a su continua asociación con familias tales como los Malfoy (para una cobertura completa de la historia de la familia Malfoy y el reciente intento fallido de fuga de San Mungo del acusado de intento de asesinato Draco Malfoy, por favor, vean la página cuatro), ha llevado a muchos a creer que los días de Mortífago de Severus Snape no están tan lejos tras él como parece.

Harry rechinó los dientes mientras leía el artículo, sólo deteniéndose al ahogarse Ron con el zumo de calabaza.

"Merlín, Snape parecer estar a punto de lanzar un crucio al diario."

Harry levantó la mirada y casi se sintió aliviado al ver a Snape con aspecto tan cabreado. Eso significaba que no sólo tendrían una respuesta al artículo del periódico, sino que Snape probablemente evisceraría a Skeeter la próxima vez que la viera.

Mientras que Snape es también miembro de la Orden del Fénix de Dumbledore, la Directora Minerva McGonagall ha confirmado que la Orden no era consciente de los planes que Snape y Potter llevaron a cabo el viernes, llevando a creer que quizá ha emergido un nuevo líder de la Orden, y Severus Snape ha encontrado otro amo.

Momentos después de que esta foto fuera tomada, Snape retiró sus recuerdos de la noche a un pensadero, ya que un tembloroso Harry Potter demandó revisar la velada. "Quiero ver cuál es el daño," dijo Potter, refiriéndose al banquete. ¿Estaba hablando Potter de los errores cometidos en su menos que perfecto discurso, o aludiendo a planes más personales? Si había esperado que las cosas fueran terriblemente mal en las joviales celebraciones de anoche, uno debe preguntarse qué había planeado Potter originalmente para la velada.

Harry levantó la mirada y vio a un montón de sus compañeros mirando entre él y Snape, que parecía haberse vuelto de un enfermizo tono blanco. Harry imaginaba que fue por el párrafo 'encontró un nuevo amo.'

O quizá hay algo más en la mente del Salvador Gryffindor. Aunque se ha mantenido en secreto, parece que Harry Potter, a los dieciséis, es un mago emancipado. Sus parientes Muggles (con quienes residió tras la muerte de sus padres) renunciaron previamente a todo derecho de tutoría hacia Potter, bajo términos muy estrictos de confidencialidad que sólo ahora están comenzando a salir a la luz. Mientras que la orden de protección rodeando el estatus de tutoría está fuertemente protegida, los parientes Muggles del muchacho aludieron a problemas en el hogar, y cuando se les mostró una foto del Profesor Snape, reconocieron al hombre de inmediato. La ruptura familiar fue fuertemente confirmada, junto a algunas acusaciones bastante alarmantes emergiendo del tío del chico, que no puede ser nombrado en este momento.

Harry apartó su plato de desayuno y no se molestó en levantar la mirada de la mesa. No estaba seguro de si iba a vomitar o si las lágrimas que estaban picando en los rabillos de sus ojos iban a escapar. Una excelente manera de comenzar un lunes. Harry frunció el ceño y abandonó la mesa, seguido en silencio por Ron y Hermione.

. . . . . . . . .

De regreso en el dormitorio Gryffindor, Harry se sentaba apático en el sofá mientras Ron volvía a repasar el artículo.

"Básicamente está insinuando que eres el próximo Voldemort." Resopló Ron, arrojando el diario con asco.

"No olvides todo lo de que Snape es mi malvado esbirro." Gruñó Harry. "No puedo creer que examinara el árbol falso."

"¿Que hizo qué, Harry?" Ron levantó la mirada, confuso.

"Vernon. Ella ubicación, no encontró al Tío Vernon."

"¿Cuál es el sentido de eso, en realidad? ¡Acabas de matar a Voldemort! Podrías ser medio elfo doméstico y medio Veela y todavía estarían haciendo cola para besarte el culo." Exclamó Ron.

La charla llenó la sala de repente cuando se abrió el hueco del retrato y comenzaron a regresar los estudiantes, los más jóvenes colgando debidamente sus gruesas túnicas y mitones en los ganchos frente a la entrada de los dormitorios. Los mayores sólo pasaron a la sala, haciendo desaparecer sus túnicas a sus habitaciones mientras pasaban. Algunos todavía llevaban el diario, pero la mayoría se detuvieron a mirar a Harry, Hermione y Ron mientras se sentaban junto al fuego. Harry sintió arder su cara, muy parecido a como lo había hecho al comienzo de quinto año cuando nadie le había creído que Voldemort estaba de vuelta.

"Entonces, ¿cuánto de eso era basura, Harry?" Preguntó Seamus, arrojando su periódico junto al fuego. "Siempre has odiado a Snape."

"¿Preferirías que todavía lo hiciera y Voldemort siguiera vivo?" Preguntó Harry con intención, fulminando a sus compañeros de casa con cautela. Se alegraba de que su vocabulario siguiera teniendo sentido.

"¿Es verdad lo que dijeron de que es mortífago?" Preguntó Maurius Craggsworth, un chico delgado y anguloso de séptimo año que se parecía a Percy de modo inquietante.

"El Profesor Snape fue el espía del Profesor Dumbledore." Respondió Hermione calladamente. "Durante casi veinte años."

Harry se estremeció por la confesión de Hermione, sabiendo que a Snape probablemente no le agradaría que su secreto acabara de ser desvelado a un atajo de Gryffindors. Pero bueno, quién sabía lo que El Profeta Nocturno tendría que decir, si Rita Skeeter seguía en el castillo y decidida a no dejar piedra sin destapar, como era.

Dennis Creevey fue el primero en romper el silencio.

"¿Harry? ¿De verdad vas a hacer que Snape cumpla tus malvadas órdenes?"

Harry parpadeó dos veces antes de dejar escapar una dura risa derrotada.

"Vale. No puedo hacer esto." Murmuró Harry, levantándose del sillón y marchándose airado hacia la puerta. Los otros Gryffindor se separaron de inmediato como algún tipo de macabro espectáculo de Moisés separando el mar rojo.

"Como si alguien pudiera controlar a Snape." Murmuró Ron, dejando ir a Harry. Había visto lo suficiente de los humores de Harry a lo largo de los años para saber cuándo quedarse atrás.

Más de veinte minutos después, y tras repetidas garantías en la sala común de que en realidad Snape era un buen tipo, Hermione y Ron lograron encontrar a Harry sentado en la cima de la bóveda de escaleras móviles. Estaba apoyado contra una puerta de madera azul lisa y encaramado a una pequeña plataforma que estaba tratando sin éxito de levantarlo.

Revoloteando por las otras escaleras había aproximadamente treinta y cinco slinkies, placando las escaleras móviles a varias velocidades y saltando con facilidad entre ellas mientras las escaleras se movían. Harry los había encantado incluso para que regresaran a la cima de un tramo de escaleras una vez hubieran alcanzado la planta baja, acompañados por un sonido de gorjeo excesivamente jovial mientras lo hacían.

"Te das cuenta de que cuando la Sra. Norris vea esto le va a dar un ataque intentando decidir a cuál perseguir." Ron sonrió ampliamente, desplomándose junto a Harry en la plataforma gimiente. La boca de Harry se retorció y Hermione resopló una risa.

"Es bastante calmante observarlos." Señaló ella.

"¿Ahora creen que soy el Heredero de Voldemort?" Gruñó Harry, frotándose el costado de la cabeza con la varita.

"Harry James Potter, ¿dejarás de hacer eso?" Regañó Hermione, agarrándole la muñeca y alejando la varita de su sien.

"No sé, colega. Nosotros lo intentamos, al menos." Ron se encogió de hombros a modo de disculpa.

"Vamos, Harry, tenemos algunas horas que matar antes del almuerzo y el… funeral del Profesor Dumbledore. Vayamos a practicar la lección de encantamientos que te perdiste el viernes."

Ron se quedó mirando a Hermione como si viniera de otro planeta, pero Harry se levantó, buscando algún tipo de distracción.

Apenas lo notó cuando pasaron a McGonagall de camino a las aulas de encantamientos en el tercer piso, y se preguntó cómo estaba manejando Snape ser acusado de servir a otro amo una vez más.

. . . . . . . . .

"Serpensortia." Encantó Snape, agitando su varita en un movimiento medio circular, medio de estocada. Una elegante serpiente rata negra se deslizó adelante desde su varita, aterrizando grácilmente sobre la mesa y mirando alrededor con pereza. Otros miembros del profesorado comenzaron a entrar lentamente en la sala, volviéndose cautos al instante cuando notaban a Snape sentado a la mesa con una sonrisa burlona en la cara mientras animaba un pequeño nudo en la madera y observaba a la serpiente perseguirlo.

"Buenos días, Severus." Saludó Flitwick, trepando a su silla.

"Filius." Asintió Snape, poniendo el nudo sobre la cola de la serpiente y confundiéndola. La atención de la serpiente fue desviada temporalmente por un bichito que volaba peligrosamente cerca de ella. "¿Tus Ravenclaw están listos para esta tarde?"

Flitwick, levemente pillado por sorpresa por la pregunta, se tomó un momento para pensar. "Han sido golpeados con fuerza, al igual que el resto del colegio. Pero lo lograrán."

"Como nosotros." Reconoció Snape. Hizo desaparecer la serpiente, finalmente notando que todos parecían estar mirándole.

"Estás tomándote bastante bien el artículo de esta mañana, Severus." Declaró McGonagall con cautela.

"Cuando ese miserable periódico imprima algo correcto sobre mí, entonces me preocuparé." Respondió Snape de mal humor. "Y cuanto menos informados estéis de mi opinión de la Sra. Skeeter, menos podéis ser interrogados sobre ella más adelante."

"Intenta que no te arresten, Severus." Comentó McGonagall, acomodándose en su silla a la cabecera de la mesa. Él agitó una mano impaciente hacia ella.

"¿Cómo lo lleva tu hijo?" Preguntó la Profesora Sprout, notando los diarios apilados junto a Snape. Tomó asiento junto a Flitwick y sorbió su té de hierbas. "¿Y dónde está?"

Tres tazas y cuatro platillos junto al fregadero de la cocinita se estrellaron en el suelo cuando la Profesora Trelawney, entre todas las personas, fracasó al ocultar su shock al oír que Snape tenía un hijo.

"No tengo idea de dónde está. Asumo que está con sus amigos, probablemente en la cocina o en alguna parte que no deberían estar." Dijo Snape, echando un vistazo a su reloj por hábito para ver que todo estuviera bien. "Está nutriéndose."

"¿Es por eso que has convocado esta reunión?" Preguntó McGonagall, enviando un rápido reparo en dirección a Trelawney. "El periódico lo ha condenado al ostracismo de los estudiantes unas cuantas veces."

Su voz fue más suave y asintió hacia el maldito diario, hacia arriba con la imagen de Harry sentado en esa misma sala, la expresión perdida y desdichada todavía en su rostro.

"¿Harry Potter es tu chico?" Preguntó Madame Hooch, con un resoplido de incredulidad. "¿Tuviste algún tipo de asunto escandaloso y encubierto con Lily Potter?"

"Rolanda." Amonestó McGonagall mientras Sprout reía en su taza.

"Es adoptado." Dijo Snape, alzando la ceja con falsa molestia.

"Pero entonces, ¡ninguno de nosotros tenía idea! Siempre ha parecido que lo has odiado." Protestó Flitwick.

"Por supuesto que lo hacía. Mientras la marca en mi brazo estuvo activa, nunca debía parecer alguna otra cosa." Respondió Snape arrogante.

"Sí, bueno. Nos engañaste a todos, Severus." Elogió McGonagall, sonando como si estuviera hablándole a un niño de diez años. "¿Qué vas a hacer respecto al diario? ¿A menos que desees dejar las cosas claras?"

"Difícilmente creo que haya ninguna acusación de favoritismo." Hooch sonrió burlona. Alrededor de la sala hubo pequeñas risas.

"Merlín lo prohíba." Murmuró Snape. "Trabajaré en el asunto del periódico. Lo que me gustaría requerir de cada uno de vosotros es una forma de lenidad."

Snape levantó la mano para detener las discusiones antes de que comenzaran.

"No con sus calificaciones. Harry se ve afectado a veces por parafasia, y esto ocurre con más frecuencia cuando está enojado o experimentando estrés. Me gustaría pediros a cada uno de vosotros que no le deis una importancia significativa al problema. Si no le comprendéis, simplemente pedidle que explique de nuevo lo que está intentando decir."

Hubo silencio en la habitación mientras la información era absorbida, y finalmente cabezas asintiendo.

"¿Esto es un efecto secundario de matar a Quien Tú Sabes?" Preguntó la Profesora Vector, pareciendo haber tropezado con un rompecabezas viejo y olvidado.

"Sí. Y somos conscientes de la causa exacta." Respondió Snape llanamente, su mensaje llegando claro. Dejadlo estar.

Un descomunal sonido irregular llegó del pasillo y por un segundo lo acompañó un resuello bastante doloroso, antes de que la puerta se abriera de golpe y un Argus Filch desquiciado estallara en la habitación.

"¡Magia Oscura! ¡Maldiciones!" Se encorvó, recuperando el aliento mientras la Sra. Norris rodeaba sus pies furiosa.

"¡Argus! ¿Qué está maldito?!" Espetó McGonagall, impaciente por que dejara de jadear.

"Las grandes escaleras. Uno de los pequeños mocosos debe haberlo hecho; montones de flobberworms plateados borrachos pisoteando las escaleras. Son cositas metálicas, y tienen cerebro, se lo digo. Están bajando las escaleras por sí mismos. Es una maldición, y apostaré un buen galeón a que Potter tiene algo que ver con ello."

Filch parecía cerca de tener un infarto mientras sacudía el dedo amenazadoramente, y Snape casi lo lamentaba por él. Casi.

"Sí, ciertamente puedo ver cómo te aterraría un juguete muggle de un niño de seis años." Dijo Snape suavemente, sus ojos reluciendo de diversión.

"Estoy seguro de que todos podemos honrar tu petición con respecto a la parafasia de Harry, Severus." Interrumpió McGonagall, antes de que Filch pudiera contraatacar con algo desagradable.

"Gracias, lo agr – Cristo." Maldijo Snape, levantando su reloj ardiendo. Se puso en pie enseguida y se movió hacia la puerta, ni siquiera molestándose en decir adiós. McGonagall lo llamó justo cuando abría la puerta, mientras ella misma se levantaba.

"Se dirigían al corredor de encantamientos, la última vez que los vi."

. . . . . . . . .

Harry miraba fijamente el cuenco de granos de arroz ante él, tomando una respiración calmante. Esto debería ser fácil, era un sencillo encantamiento de replicación. Apuntó su varita al cuenco, escuchando a Ron y Hermione discutir qué tipo de arroz era mejor para comer, bueno para la salud. Apuntó su varita al cuenco y murmuró el encantamiento de replicación que Flitwick les enseñó. Su cuenco de arroz se duplicó de inmediato, llenándose de granos marrones idénticos que los que había en él antes. A su lado, Ron dijo finalmente que no importaba qué tipo de arroz fuera, siempre que estuviera bien cocinado.

Harry volvió a empujar el cuenco. "¿Qué ocurre si lo aumentamos?"

"Harry, la tarea sólo dice que llenes el cuenco." Comentó Hermione distraída, tratando de proteger su cuenco de la varita agitándose de Ron. No se molestó en corregir su uso de palabras.

"Ennervate," dijo Harry, ignorando a Hermione. Parpadeó mientras el cuenco temblaba, y volvió a intentarlo. "Incendio."

El cuenco estalló en llamas y Harry entró en pánico. "¡No! Eso está teñido de rojo… ¡imperio! ¡Impervious!"

El cuenco comenzó a temblar terriblemente, las llamas lamiendo los costados, y el olor bastante nauseabundo a arroz seco quemado comenzó a llenar el aire. Harry sintió que le tiraban del brazo, su muñeca palpitando bajo el reloj mientras Ron lo alejaba de la mesa. Los músculos tensos de Harry le gritaban que hiciera algo, y mantuvo su varita apuntada al cuenco.

"¡Manguera! ¡Manguera!" Harry se golpeó el muslo con el puño con frustración, sabiendo que no estaba diciendo bien las palabras. Hermione, actuando veloz, apagó el fuego con su propio encantamiento aguamenti bien apuntado. Marcas de quemaduras cubrían la mesa y la mitad de los apuntes de Harry estaban arruinados, bien quemados o cubiertos de agua. El cuenco era una masa crujiente y cada ocupante de los retratos en la sala lo miraban fijamente mientras arrugaba los ojos y se alejaba de Ron.

"¡Mierda!" Juró Harry, dando una patada a la mesa. La puerta se abrió de golpe y Snape entró en la habitación, zancadas fuertes y firmes como si estuviera castigando a las piedras sobre las que caminaba. Sus ojos buscaron por la sala velozmente y de inmediato cayeron sobre Harry, que había cogido el cuenco todavía caliente y lo arrojó a la pizarra con furia. Se estrelló contra la pared justo cuando Snape agarraba a Harry, un brazo cerrado fuertemente sobre su hombro y conectando con el otro, que Snape tenía enganchado bajo el brazo de varita de Harry. Apartó enérgicamente a un Harry revolviéndose de la mesa quemada, ignorando a todos los demás en la sala.

"¡Para! ¡Respira!" Ordenó Snape, su voz alta justo junto al oído de Harry. Harry era una bola contenida de frustración, sin embargo, y su cuerpo tenso luchaba contra el de Snape.

"¡Joder! El vaso y los gusanos, sin perros blancos. Puntos. ¡Argh! ¡Nada va adelante!" Farfulló Harry, la frustración emanando de su cuerpo. McGonagall había llegado y estaba parada al fondo de la sala con Hermione y Ron, todos mirando la escena ante ellos.

"Respira. Luego dime, Elliot." Continuó Snape, su voz baja y sólo para Harry.

"Vino el fuego, no… no pozo de fuego. Impervious para hacerlo más grande, poder de restaurante aceptable." Soltó Harry, su aliento entrecortado mientras intentaba no llorar de frustración. Sintiendo que Harry no iba a destrozar nada más, Snape aflojó su agarre y Harry se volvió a encarar a Ron y Hermione. Apuntó al cuenco de arroz, y luego volvió a intentarlo.

"Fácil el caleidoscopio de cocina, refresco libre de madera llamando al vaso." Rechinó Harry, su expresión furiosa y dolorida cuando fracasó al decir algo con sentido.

Hermione dio un paso adelante, pero una mirada fulminante de Snape la detuvo. Harry cerró y abrió las manos, la cabeza gacha mientras le tendía su varita a Snape, el mango hacia fuera. Snape la tomó, manteniéndose a poca distancia de Harry.

"Practica tu oclumancia por un momento, y luego dime qué va mal." Dijo Snape, sonando mucho más calmado que cualquier otro en la habitación. Había un silencio mortal en la clase, con la excepción de un callado hipido seco de Harry de vez en cuando.

Por fin, Harry levantó la mirada directamente hacia Snape, su mueca de pura auto-aversión y retorcida como si Snape ya debiera saber exactamente lo que iba mal.

"La segunda naturaleza de Merlín cocinando una cena sencilla para la habitación de los niños." Harry señaló su cabeza y echó un vistazo a sus amigos, los hombros encorvados. "Estropeado."

"Harry…" Exhaló Hermione, su expresión suave y llena de compasión. Ron parecía igualmente perdido, inseguro de si Harry necesitaba que le tranquilizara o que fingiera que nada iba mal. Harry sacudió la cabeza y entonces fue a decir algo más, señalando hacia donde estaba su cerebro de nuevo.

"Estropeado."

"Ésa es una conclusión inadecuada." Respondió Snape al fin, volviendo a poner la varita en la mano de Harry y girándolo para que encarara la mesa. Levantó el brazo de varita de Harry y lo apuntó hacia la pizarra del frente, donde yacía el cuenco hecho añicos.

"Reparo." Dijo Snape en voz baja, justo junto al oído de Harry.

"Reparo." Susurró Harry, cansado y derrotado ahora. Los pedazos del cuenco destrozado resbalaron por el suelo mientras danzaban alrededor de los granos de arroz y volvían a fundirse.

"Evanesco." Incitó Snape, apuntando la varita a las marcas de quemaduras en la mesa.

"Evanesco." Repitió Harry, observando cómo las marcas se hundían en la madera y se tejían en los nudos de la madera.

"Accio arroz y cuenco." Concluyó Snape, agitando la varita. Codeó a Harry para que lo repitiera cuando pareció que Harry no lo haría.

"Accio arroz y cuenco." Murmuró Harry obediente, usando el cuenco como mano para atrapar el arroz.

Snape le soltó el brazo antes de cerrar un fuerte agarre en el hombro de Harry y girarlo hacia la puerta.

"Estaremos en mis aposentos." Proclamó Snape en un tono que desafiaba a cualquiera a objetar. Ni una palabra fue dicha, y Snape sacó velozmente a Harry de la habitación.

. . . . . . . . .

"Dime lo que ocurrió." Exigió Snape, empujando a Harry a sentarse en su sillón de orejas y pasando a la cocina.

"Papá. Boca y pensar un poco… cerebro. Fuera de servicio. No puedo conectar… hablar bien." Protestó Harry, su voz llena de molestia. Snape regresó a la habitación después de pescar en el armario de la cocina, tendiéndole a Harry un filtro calmante.

"No te dije que lo digas perfectamente." Gruñó Snape. "Quiero que me cuentes con tus propias palabras por qué casi prendiste fuego al aula."

"Maleficio engorgio, encantamiento, dicho accidentalmente como ennervate." Harry le devolvió la mirada fulminante mientras tragaba la poción. "Luego vino el fuego. Incendio."

"¿Y no paraste después del primer hechizo incorrecto?" Preguntó Snape, sonando molesto.

"Reparo. Intenté recargarlo. Arreglarlo." Harry se desplomó en el sofá, los brazos cruzados como un niño petulante.

"Pero te dejaste entrar en pánico y frustrarte, lo que empeoró la parafasia." Contraatacó Snape.

"¡Sí!" Escupió Harry, levantándose del sillón. "Intenté cambiarme, pero no lo reparé."

"¿Y estás furioso por eso ahora?" Provocó Snape, levantándose también. "¿Porque no pudiste hacer bien un hechizo? ¿Porque no eres perfecto?"

"Estoy estropeado. Joder." Maldijo Harry, arrojando el vial a la chimenea, donde se destrozó contra las piedras negras del fondo.

"No lo estás." Siseó Snape, agarrando los hombros de Harry y dándole la vuelta para que encarara a Snape. "Destroza algo más y lo pegarás a la manera muggle. No tienes que enfurecerte por lo que te ocurrió. Tienes daño cerebral."

Harry parpadeó mientras esas palabras calaban. Habían discutido perder habilidades y recuerdos constantemente durante los últimos dos días, pero nunca se le había puesto etiqueta. Snape también vio el reconocimiento.

"Tu cerebro está dañado." Repitió. "No fue culpa tuya, pero es irreversible. O bien lidias con ello, o dejas que te consuma."

"Pan comido para ti, tú no explotas el albergue cada vez que haces té." Resopló Harry.

"Tendrías que ser idiota para quemar el té, Elliot." Respondió Snape sarcástico.

"¡Sé que soy estúpido!" Estalló Harry, levantándose del sillón. "¡No me recojas!" Harry estaba frustrado con Snape y consigo mismo, e inseguro de cómo arreglar el artículo del Profeta. El filtro calmante estaba comenzando a funcionar, sin embargo, y su furioso caminar era más un paseo irritado mientras pasaba adelante y atrás frente a la chimenea.

"¡Basta!" Gruñó Snape. Agitó su varita en el aire y convocó en silencio los zapatos de Harry, empujándolos hacia Harry.

"¿Estás echándome? ¿Fuera?" Preguntó Harry, deteniéndose mientras dejaba caer los zapatos al suelo.

"Estoy mandándote de paseo de modo que puedas pensar las cosas y no hagas nada temerario. ¡Dobby!"

El pequeño elfo apareció a la vista entre Harry y Snape, trece cubre-teteras diversos balanceándose casi en trance desde su cabeza. Abrió la boca para saludarles pero la cerró de golpe al sentir la chispa de magia furiosa en la habitación.

"Ve por la capa de invisibilidad de Elliot, el mapa del Merodeador, y su babelfish."

"Sí, señor, Maestro Snape señor." Chilló Dobby, reapareciendo menos de dos minutos después. Snape se lo quedó todo excepto la capa y envió a Harry fuera de la puerta, con instrucciones de no ser visto por nadie y estar de regreso en veinte minutos.

. . . . . . . . .

Goma dura golpeaba rítmicamente contra los irregulares suelos de piedra de las mazmorras mientras Harry se adentraba más profundo en la oscuridad, las pocas antorchas proyectando sombras bizarras contra las paredes mientras las llamas parpadeaban. Podía oír los sonidos de la charla y la risa de otros estudiantes, Slytherins, alrededor de las esquinas y por otros giros de pasillos, como si estuvieran en una especie de loco laberinto de feria. Harry por fin se detuvo cuando llegó a la familiar puerta de madera, tomando otro aliento de aire y admitiendo para sí mismo que Snape había tenido razón. El paseo había ayudado, aunque se había echado la capa encima enseguida después de encontrarse con un grupo de alumnos de séptimo año. "¿La familia no es lo bastante buena para usted, Lord Potter?" todavía resonaba en sus oídos como una fea burla.

"¿Él sigue ahí?" Preguntó Harry, mirando a la pequeña serpiente grabada en la bisagra de la puerta.

La serpiente retorció su pequeña cola y se meneó alrededor de la bisagra, rodeándola antes de sisear a Harry.

"No me pongas caras, te interrogué si el tejido negro residía." Gruñó Harry, mirando alrededor para asegurarse de que ningún estudiante estuviera aproximándose.

Más siseo llegó en respuesta, y la serpiente sacudió una diminuta lengua grabada casi furiosa. Alrededor de la esquina sonó un gran golpe, como si alguien hubiera dejado caer un montón de libros, y Harry miró al instante en esa dirección, irritado.

"Por el amor de, sólo dé…" Despacio, Harry volvió a girar la cabeza y miró fijamente a la serpiente.

"No me comprendes." Dijo Harry, su rostro palideciendo.

La serpiente siseó algo en respuesta y volvió a enroscarse en la bisagra.

"Yo negativo, no comprendo vocales de hierba." Continuó Harry distraído. Con la eliminación del horrocrux había perdido su lengua pársel. Eso era lo que quería, ¿no? El pársel sólo le había causado problemas, desde estar encerrado en el armario durante una semana por echar a la pitón sobre Dudley, a ser proscrito por la sospecha de ser el heredero de Slytherin. Hablar pársel le había separado de sus compañeros, era algo que hacían los magos oscuros, y había sido un vínculo sólido e innegable con Voldemort. En segundo año habría dado cualquier cosa por no hablar pársel, por no estar parado en la plataforma de duelo del Gran Comedor, Snape situado a un lado con una perspicaz mirada calculadora, un Lockhart perplejo al otro, y un centenar de estudiantes mirándole de forma grotesca.

La normalidad era lo que quería, lo que fuera normal para el mundo mágico, y un hablante de pársel no lo era. Pero eso no explicaba por qué se sentía como si hubiera perdido otra parte de sí mismo.

"Ven a Fraggle Rock." Murmuró Harry, abriendo la puerta empujándola y entrando.

El pasillo estaba oscuro y vacío, y Harry colgó su túnica exterior en el amenazante perchero, pateando sus zapatos mientras estaba en la sala de estar principal. Las antorchas y candelabros de las paredes se encendieron automáticamente cuando entró, pero no había otras señales de vida en el apartamento. Snape estaba bien en su propia habitación o había salido para su propio paseo.

Harry se desplomó en el sofá, cogiendo un espejito que estaba descansando en la mesa lateral. En unas horas sería el funeral de Dumbledore. Un rostro pálido lo miraba de vuelta desde el espejo, cabello negro enmarañado que era más largo de lo habitual y se plantaba en todas las direcciones incorrectas enmarcando un pálido rostro blanco y una frente clara. No importaba cuántas veces mirara, siempre parecía sorprendente no ver la cicatriz en forma de rayo mofándose de él. Sus ojos todavía eran del mismo verde viridiano que había tenido su madre, pero los irises eran más oscuros por ver demasiadas cosas que nunca debería haber visto, y se reflejaban contra los pequeños círculos bajo sus ojos.

Labios agrietados y gafas torcidas completaban la imagen, además de barba a rodales que estaba creciéndole en la barbilla y el cuello, una de las razones por las que había necesitado ver a Snape hoy. Había olvidado el encantamiento de afeitado. A su izquierda, la puerta al dormitorio de Snape se abrió y salió su papá, el cabello húmedo y con una toallita de mano azul echada sobre el hombro izquierdo.

"¿Estás más calmado ahora?" Preguntó Snape, alisando algo pequeño y amarillo entre los dedos.

"No soy un discurso presente." Dijo Harry triste.

"No pillé eso del todo." Dijo Snape, deteniendo las manos.

"El pársel se ha ido." Corrigió Harry.

"Ah." Snape torció un dedo hacia él y Harry se levantó, acercándose a Snape.

"¿Había alguna serpiente en particular a quien desearas transmitir un mensaje?"

Harry se detuvo y miró a Snape, la confusión en su rostro.

"Yo… er… bueno, no. Pero tú necesitas las raspaduras, no, la piel y el marfil… dientes," rechinó Harry, "para tu cerveza. Pociones."

Snape parecía estar intentando no sonreír burlón.

"Tengo un recuerdo de ti hablando pársel, las palabras exactas necesarias para entrar en la Cámara de los Secretos." Comentó Snape, sin sonar tan molesto por la perspectiva de no ser capaz de recuperar cosas del basilisco. Pero bueno, si Rita Skeeter había sido capaz de fabricar la imagen del periódico de Harry a partir de sus recuerdos, Snape podría probablemente fabricar el lenguaje de serpientes también.

"Ponte esto." Ordenó Snape, tendiendo el babelfish de Harry. Harry arrugó la cara, pero deslizó en su oído el artilugio amarillo parecido a un gusano retorciéndose. De repente recordó lo que iba a decirle a Snape y lo soltó antes de poder olvidarlo.

"La imagen del diario era un recuer-wow." Harry parpadeó cuando oyó su propia voz repetida suavemente en su cabeza.

"¿Un recuerdo?" Preguntó Snape, los ojos enfocados.

"¿Por qué puedo oírme?" Preguntó Harry, frotándose la parte inferior de la oreja suavemente.

"Porque el babelfish está repitiendo tus palabras, para mantener tu discurso en el buen camino. ¿Por qué dices que la foto del diario es un recuerdo?" Insistió Snape.

"Sueno raro." Dijo Harry, ladeando la cabeza en ángulo mientras escuchaba su propia voz repitiendo lo que decía.

"¡Elliot! Concéntrate." Amonestó Snape irritado.

"Ella es un animago bicho." Dijo Harry, bajando y elevando la voz para probar la diferencia de volumen. "Debe haber estado en la sala anoche."

"¿Y has sabido esto desde cuándo?" La voz de Snape tenía un borde molesto, muy parecido al que tenía en clase cuando Harry había pasado por alto algo obvio.

"Desde el torneo de los Tres Brujos." Dijo Harry, su concentración completamente en el tema ahora. "Pero sólo lo recordé antes."

"¿Y no creíste prudente decirme esto directamente?" Exigió Snape, enderezándose los puños de la levita alrededor de las muñecas.

"¡Acabo de pensar en ello! ¡He tenido un montón en el cerebro hoy con todo el mundo creyendo que soy el próximo rey oscuro!" Espetó Harry en respuesta.

"¿Qué te dije de la actitud?" Advirtió Snape, agarrando la camisa de Harry y haciéndole enderezarse. "Te has comportado extraordinariamente bien desde que llegaste a mi casa el verano pasado, y el antiguo Potter arrogante ha desaparecido. No regreses a eso ahora, no consentiré en absoluto la falta de respeto. No de mi hijo." Snape soltó su camisa y Harry se tambaleó hacia atrás.

"Lo siento. Sólo estoy frustrado." Murmuró Harry, manteniendo los ojos bajos.

"Esto no trata del artículo." Afirmó Snape, golpeteando el pie.

"Casi prendí fuego a una maldita aula hoy, porque dije el hechizo incorrecto. ¿Y si me quedo así el resto de mi vida? ¿Y si nunca mejoro?"

"Lo harás." Dijo Snape, los brazos cruzados mientras escudriñaba a Harry.

"¿Cómo lo sabes?" Preguntó Harry despacio.

"Porque habitualmente los Potter nunca saben cuándo dejarlo, y los Snape son demasiado orgullosos para darse por vencidos." Respondió su papá de inmediato.

"Orgullo, otro de los pecados capitales." Murmuró Harry, frotándose la oreja donde estaba el babelfish. Estaba revolviéndose un poco y se sentía extraño.

"Ciento ochenta y siete." Contraatacó de inmediato Snape, su rostro curiosamente en blanco.

"¿Qué?"

"Ciento ochenta y siete es el número de vociferadores que recibí tras mi primer día como profesor, hace quince años. Tenía veintiuno."

Snape le dirigió a Harry una mirada mordaz con la ceja alzada, y Harry parpadeó. Las líneas alrededor del rostro de Snape delataban una vida dura, pero su rostro no estaba marcado y sus ojos todavía tenían luz feroz en ellos. La marca dentada en su cuello, el favor de Voldemort del que se negaba a hablar, estaba oculta por su cabello largo y el alto cuello de la anticuada camisa que llevaba. Snape tenía el mismo aspecto de siempre con su estricta levita eduardiana negra, pero mantenía los hombros una fracción más altos. Snape era un hombre libre, por fin.

"¿No les gustamos mucho, ¿verdad?" Dijo Harry por fin, sabiendo que los vociferadores no se habían detenido en ciento ochenta y siete.

"Te acostumbrarás a ello." Respondió Snape. "Ahora dime qué hora es, necesitas hacer algo con ese pelo y prepararte para el funeral."

Harry echó un vistazo a su reloj y se concentró.

"Pasan diez minutos de la mierda." Murmuró Harry, caminando hacia el cuarto de baño. De repente gritó y comenzó a correr, esquivando otro hechizo de escozor de camino.

. . . . . . . . .

El funeral por Dumbledore se celebró en el patio delantero, y no llevó mucho tiempo a Harry encontrar a Ron o Hermione. Los estudiantes todavía se separaban cuando le veían, algo que había agradecido a regañadientes mientras se abría paso hacia sus mejores amigos. El tiempo era absolutamente miserable para un frío día de enero escocés, y antes de que a Harry se le permitiera abandonar el apartamento de Snape, había sido envuelto en una cálida capa de lana, la suya al parecer no lo bastante elegante para la ocasión. Harry también llevaba una corbata verde de Snape, una que su papá no sabía había birlado.

Se sentó anidado entre Hermione y Ginny, la primera tenía la cabeza descansando en el hombro de Ron, y la última estaba mirando fijamente a los centauros y otros habitantes del bosque que habían llegado a uno de los terrenos de abajo. Harry no oyó la mayoría de los discursos que se pronunciaron, y no reconoció a muchos de las brujas y magos mayores que habían venido a presentar sus respetos.

En cambio, Harry se sentó y pensó en los últimos cinco años y medio que había conocido al director, desde el mismo momento en el tren en que había visto el cromo de la rana de chocolate del hombre, a la fría determinación en los ojos azules cuando había tomado el traslador final. Cualquier rencor que hubiera tenido por cómo el director había manejado las cosas a lo largo de los años, Harry se sentía en paz sabiendo que había permanecido como hombre de Dumbledore hasta el final. Incluso después del pequeño disgusto de Harry en otoño, Dumbledore había confiado tanto en él como en Snape para que llevaran a cabo sus misiones.

Levantó la mirada al lado del patio, donde estaba el personal de Hogwarts, vestidos sombríamente y en pie en silencioso respeto. Harry imaginaba que estaban haciendo lo mismo que él, recordando al director que conocieron. Mientras se movía de rostro a rostro, desde el manchado de lágrimas de McGonagall, a la pétrea expresión neutra de Snape, el abierto sollozar de Hagrid, y el secarse con un pañuelo de las mejillas de Madame Pomfrey, Harry se preguntó si Dumbledore había tenido jamás un amante, o si había entregado su vida al colegio.

Sonó una señal que sacó a Harry de sus pensamientos, y todos salieron en fila del patio hacia el prado delantero que se erguía orgulloso frente a Hogwarts. Harry y sus amigos se mantuvieron atrás y miraron sobre la confusión de cabezas que constituían los estudiantes más jóvenes y bajos situados delante. Una figura solitaria, vestida con túnica oscura, se encaminó a través del campo y hacia un reciente agujero cavado en el suelo, un elegante tejo envuelto en arpillera flotando tras él. Snape había mencionado que Aberforth Dumbledore se había peleado con el Ministerio por el derecho de presidir la ceremonia, aunque Harry no había captado la razón. Tenía algo que ver con una deuda de familia, y se quedó en eso.

El tejo fue plantado, un poderoso hechizo de Aberforth apartando la nieve y calentando la tierra. Alzó el brazo firmemente, la varita de su hermano apuntando al cielo, antes de agacharse y presionar la varita contra el árbol, profunda en la base junto a las raíces. La tierra fue hechizada sobre el agujero, solidificando su presencia, y lentamente la nieve volvió a filtrarse para cubrirlo como si fuera una cálida manta. Aberforth retrocedió, ignorando a la multitud mientras el árbol se estremecía a la vida ante él, sus ramas balanceándose levemente en el quieto aire de enero.

"Por cada uno que parte, alguien permanece sobre la tierra." Murmuró la Profesora McGonagall, olvidando que su voz seguía bajo el encantamiento sonorus.

. . . . . . . . .

La sala común estaba muy apocada tras el funeral. La cena no sería hasta dentro de otras dos horas o así, y ya que las clases se habían cancelado durante el día, los estudiantes estaban circulando por los dormitorios y libres de deambular también por otras partes del castillo. Harry y Ron se escaparon al dormitorio vacío, prometiendo que se encontrarían con Hermione para la cena más tarde. Harry se sentó en su propia cama encarando a Ron y desanundándose despacio la corbata. La corbata de Snape. Pateó sus zapatos, uno de ellos desapareciendo bajo su cama, y colgó la capa de vestir de un gancho que había en el poste de su cama.

"Ésa es una bonita capa, Harry." Dijo Ron, tumbándose en su propia cama.

"Es de Papá. Me hizo llevarla porque se ve mejor que la mía normal." Harry bostezó, estirándose sobre su estómago y quitándose las gafas.

"¿Tu… Papá?" Llegó una voz inquisitiva desde el rincón. Harry levantó la cabeza y a través del borrón se percató de que Neville había estado descansando en su propia cama, leyendo un libro en silencio, mayormente oculto tras las cortinas.

"Neville…" Comenzó Ron, exhalando un aliento.

"Te refieres a Snape, ¿no?" Preguntó Neville, su voz llevando una confianza interna que no había estado allí sus primeros años en Hogwarts. Ignoró a Ron y miró directamente a Harry.

"Sí. Me adoptó hace un tiempo." Harry estaba incorporado sobre los codos ahora, el cabello desaliñado oscureciendo parcialmente sus ojos. Su postura casi desafiaba a Neville a darle gran importancia a las noticias.

"No pretendía escuchar a escondidas, pero eso sí explica por qué te ha odiado tanto todos estos años." Respondió finalmente Neville, cerrando su libro.

"¿Lo hace?" Preguntó Ron, sin mencionar que la adopción era bastante reciente.

"Bueno, si Snape era espía, tendría que parecer que odiaba a Harry."

Harry se incorporó en la cama de repente, tirando sus anteojos al suelo cuando recordó lo que había estado molestándolo. Buscó a tientas su varita y la apuntó al espacio vacío en el centro de la habitación.

"¡Expecto patronum!" Comandó Harry, recordando un cálido día soleado en Ámsterdam cuando se había quedado dormido en un café al aire libre, sentado en el regazo de Snape y escuchando a la familia Benson hablar a su alrededor.

Un enérgico borrón blanco trastabilló en la habitación y Harry se quedó boquiabierto mientras observaba a su patronus casi caer en la puerta del fuego. Trevor el sapo no pareció impresionado, sentado aburrido a los pies de la cama de Neville.

"¿Qué le ocurrió a tu ciervo?" Preguntó Ron, apenas capaz de dominar un resoplido. Neville estaba riendo disimuladamente también y Harry convocó sus gafas como para asegurarse de que realmente estaba viendo lo que creía ver. Su patronus, en lugar de ser un ciervo completamente adulto, parecía haber cambiado a un joven cervato, de patas inestables imposiblemente largas, un corto hocico y orejas muy largas que parecían poder interceptar una señal de radio. Los mismos grandes ojos levantaron la mirada hacia él y parpadearon, antes de que el cervatillo resoplara y casi se cayera de culo. Ron se rindió y estalló en risas.

"Es realmente mono, Harry." Tosió Neville, pareciendo estar a punto de reír también. Harry ignoró a ambos, y se concentró en el cervato.

"Dile a Severus Snape que la garrapata, no arañ… bicho es un coche. Un escarabajo." Dijo Harry, dirigiéndole al patronus un asentimiento. Él le hociqueó la mano por unos segundos antes de volverse y marcharse dando brincos, corriendo sorprendentemente veloz en sus inestables patas.

La habitación volvía a estar en silencio y Harry levantó la mirada hacia Neville, su aliento entrecortado.

"¿Cuál es tu nombre real ahora?" Preguntó Neville con curiosidad, pillando a Harry con la guardia baja.

"Elliot Fyodor Snape." Respondió Harry, todavía esperando a que Neville dijera algo sobre que su padre era un sádico imbécil grasiento. A su lado, Ron volvió a tumbarse en su propia cama y abrió una revista de quidditch.

"Suena a un buen nombre fuerte." Respondió Neville suavemente, pillando a Harry con la guardia baja.

"Se suponía que debía ser mi vida normal a la que escapar. La no famosa." Harry se encogió de hombros, pellizcando el reloj en su muñeca. Siempre había considerado a Neville un buen amigo, uno que a pesar de ser bastante tímido, sería leal a lo que creía era lo correcto.

"Está bien, Harry. Yo daría cualquier cosa por recuperar a mis padres, pero al menos tengo a mi Abuela y mi Tío." Dijo Neville, volviendo a abrir su libro. Trevor croó y se movió lentamente sobre el libro en que estaba sentado.

Harry sonrió y se acomodó para una breve siesta, preparándose para cualquier otra cosa que el periódico decidiera exponer en su edición nocturna. Arrugó las manos bajo la almohada, extrañando el firme zumbido del radiador en su habitación en Spinner's End. No tenía duda en absoluto de por qué Neville fue seleccionado en Gryffindor.