Bueno, creo que éste el el último capítulo en el que introduzco a un nuevo personaje. Después de esto, ya vendrá lo mejor. Se los prometo. Muchas gracias por los reviews :3 y muchas gracias por las visitas. Y si hay algo que les molesta del fic o algo que quisieran que pasara, no sé, alguna opinión sobre qué mejorar o sobre las fallas que he cometido a lo largo de los capítulos, háganmelo saber por favor. SU OPINIÓN ES MUY IMPORTANTE :p Así que los que no se han animado a dejar un review, háganlo y critíquenme duramente, puesto que no soy perfecto xDDDD Basta ya de hablar y espero que este nuevo personaje (aunque no tan nuevo, ya que es de los más viejos en el anime xD) les guste. Y cualquier cosa que necesites, aquí estoy Cata-Chan :) espero que la escuela no te esté dando muchos problemas, y sino pues aquí esta mi fic para que te anime un rato xD Bueno... ¡NOS LEEMOS!
8 - Grandes Metas
Digamos que aquel suceso inesperado me dejó algo sorprendida. No sabía qué decir ante tal situación, pero él estaba esperando una respuesta y al final le dije que sí. Oí un grito de alegría y la línea se cortó de inmediato, sin siquiera agradecerme o algo por el estilo. Bueno, así era él de desagradecido, pero en cierta forma así era su forma de dar las gracias.
Colgué y seguí mi camino hacia la salida del instituto. Estuve un rato paseando por las calles de Ciudad Luminalia a solas. En cierta forma me gustaba la soledad y disfruto de ella, pero no niego que a veces siento que he estado muy sola en este mundo. La mayoría de la gente se aleja de mí debido a que yo no soy muy "amigable". Sin embargo, en el fondo no es así. He notado que cuando una persona me observa, mi mirada naturalmente la intimida. He querido corregir aquello desde ya hace tiempo, pero el hecho de saber que a nadie le importo me hace mirar a los demás con odio. El sentirme desolada me hace pensar que la gente es egoísta, razón por la que prefiero estar sola que mal acompañada.
Pero aquellos puntos de vista son debido a que desde pequeña la importancia que mis padres tenían sobre mí era nula. Increíblemente, siempre consentían a mis hermanas más que a mí. Bueno… a mí ni siquiera me saludaban. ¿Pero por qué? ¿Por qué decían con orgullo que tenían a tres lindas hijas y no a cuatro? ¿Por qué la menor de ellas tuvo que ser la oveja negra de la familia? En un principio quise culpar al destino de todo, pero conforme fui creciendo tan sólo lo acepté y me acostumbré a no ser querida por alguien.
Mis hermanas mayores, con diferencia de un año entre ellas, siempre fueron lindas, angelicales, el centro de atención de mis padres y de toda persona que se cruzara con ellas; también fueron modelos, tuvieron novios bastante guapos, tenían una linda sonrisa y un cabello hermoso. En fin, eran el trío perfecto. Y yo... puedo considerarme linda físicamente, pero ellas fueron las que me formaron como soy: amargada y solitaria.
Sin embargo, cuando conocí a Brock, sentí lo que era tener un amigo. A pesar de que no habló mucho con él, tiene esa naturaleza de verme como una amiga y una persona que no se asusta de verme. Y es por eso que era mi amigo e iba a ayudarlo en lo que necesitara.
¿Pero aquella misión acaso no era algo ridícula? ¿Ayudar al chico que va detrás de mi asiento a enamorar a Serena? Sonaba vergonzoso incluso para mí. Ni siquiera me hablaba, ya que desde un principio ha reaccionado como todos lo han hecho; lo he intimidado con tan sólo mi mirada y no me ha dirigido la palabra nunca. En un principio pensaría que su actitud se debe a que yo le causo miedo, pero al ver que tiene un grado de timidez extrema, ahora entiendo todo… Puede que le caiga bien o no. Ya lo veremos…
— Hasta que llegas — Brock se alegró de verme, aunque el otro sujeto se sentía avergonzado.
El día siguiente, había llegado a la mesa donde el castaño y aquel sujeto tímido habían estado almorzando. Ambos se encontraban solos y estaban platicando de algo que no querían que oyera, puesto que cuando me senté a su lado se callaron al instante.
— Hola Brock — saludé con una sonrisa no tan amable, pero educada. Yo le lancé un vistazo al azabache.
— Oh, lo siento — Brock se atragantó con su comida y luego aclaró su garganta—. Misty, él es Ash. Ash, Misty.
El chico me saludó con la mirada y nada más. Yo le correspondí con un apretón de manos. Ambos estuvimos algo incómodos con el silencio que siguió después.
— ¿Y bien? — miré a Brock esperando a que todo este asunto empezara.
— Bueno, se supone que tienes que empezar —él siguió comiendo como todo un troglodita y nuevamente aquel silencio se hizo presente.
— De acuerdo —suspiré y volteé a ver al chico, que tenía la mirada perdida en la inmortalidad del cangrejo— Bueno… emmm… —noté que cada que me observaba, el chico desviaba la mirada súbitamente y con miedo. Sabía que desde un principio yo le había causado algo de susto—. Está bien… ¿Se supone que tenemos que ayudarte a enamorar a Serena?... ¿Ash?
El muchacho asintió sonrojado.
— Emm… Brock me dijo que ni siquiera eres capaz de hablarle a una chica.
Nuevamente asintió como si de un robot se tratase.
— Ni siquiera puedes conmigo… —me llevé las manos a la cara—. De acuerdo, imagina que soy hombre. Tú en estos momentos estás hablando con un hombre, no con una mujer.
— Oh, ¿Qué acaso no eres un hombre en verdad? — Brock se sorprendió—. Sabía que había algo raro contigo, Misty.
Ash no pudo notar lo rápida y hábil que fui al darle un gran golpe en el rostro desfigurado de Brock. Cuando me reincorporé en mi asiento, el castaño estaba comiendo de nuevo su comida pero ésta vez con moretones en la cara y en absoluto silencio.
— Ahora… ¿Quién soy yo?
— Misty —Ash dijo con algo de confusión.
— No, no. Soy un chico. Alguien desconocido.
— Oh.
— Bueno, ahora te diré unos consejos de lo que las mujeres quieren de un hombre — noté que el azabache centró su atención en lo que iba a decir. Eso en parte me hizo sentir algo importante, ya que nunca nadie me había puesto atención jamás—. Primero: sé tú mismo. No pretendas ser alguien que no eres; eso odiamos las mujeres.
— Pero dijiste que eras un hombre.
— Bueno… eso es lo que odian las mujeres —refunfuñé y proseguí—. Segundo: Se natural y espontáneo. Eso aman las mujeres. No nos gusta predecir lo que los hombres harán; eso hace que ellas pierdan el interés en ti.
Noté que Ash apuntaba todo en una libreta que tenía al lado de su almuerzo.
— Tercero y la más importante: Jamás debes mentir. La verdad es lo que más valoramos las mujeres.
— Pero eres hombre.
— ¡Olvida lo que dije! ¡Estoy hablando generalmente!
— Oh, o sea que ahora eres mujer… —el muchacho se sonrojó y comenzó a comportarse tímidamente.
— Mierda… —maldije. Esto iba a costar más de lo que creía— Bueno, sí. Soy hombre.
— Oh, menos mal — el Ketchum se alivió.
Aquellos tres consejos que le di eran muy importantes. El chico los había anotado y unos instantes después cerró su libreta, ya que el timbre sonó para ir de nuevo a clases. Una vez que todos estábamos en el salón, me volteé y el joven me miró extrañamente, ya que jamás había volteado yo a mirarlo o decirle algo; sin embargo, con el tiempo se iba a acostumbrar si en verdad quería superar aquella timidez.
— Bien, ahora es tu oportunidad para hablarle a Serena.
Parece que mis palabras fueron el final para el Ketchum, ya que éste se sonrojó de inmediato y negó nerviosamente que no podía hacerlo y que simplemente tenía que estar preparado para ello, nada más.
— Escucha, Ash —volteé a ver a Brock y noté que éste estaba atento a la situación—. Tan sólo haz lo que yo ¿De acuerdo?
Me volteé al frente para mirar al pizarrón y esperé unos segundos más. Súbitamente, volteé a ver a Brock y le mencioné que si tenía un lápiz que me prestara, puesto que no tenía con qué anotar los apuntes del pizarrón. Él me siguió la corriente y asintió con amabilidad, me entregó el lápiz y yo le agradecí con alegría.
— ¿Ves? No es tan difícil —le sonreí al muchacho, aunque en el interior estaba harta de que no pudiera hacerlo— Ahora hazlo con ella —le señalé discretamente a la chica que tenía detrás, que parecía atenta en su cuaderno resolviendo unos problemas— Tan sólo imagina que es un hombre al que le estás hablando, igual que lo haces conmigo.
— De acuerdo —el joven tragó saliva y se volteó.
Me di cuenta al instante de que se quedó unos segundos mirando a la castaña. Ésta se percató de que Ash lo estaba observando y le regaló una sonrisa amable.
— Eh… ¿n-no tienes un lápiz?
— ¿Lápiz? ¡Oh, creo que sí! —la muchacha hurgó entre su mochila hasta que sacó uno de ahí— Aquí tienes.
— Eh… sí… eh… digo, gracias — Ash le dedicó una sonrisa y se volteó a fingir que escribía.
Yo y Brock volteamos a vernos y sabíamos que esto era un progreso; sin embargo, el azabache tenía que practicar aún más si en verdad quería conquistarla. Unos minutos más tarde, cuando el timbre sonó para dar por terminada la clase, notamos que el azabache no quitó aquella sonrisa tonta que mantuvo durante el resto del día.
Sí, me dio gusto ayudar a aquel tipo. Aunque debo decir que hoy me sorprendió mi actitud, ya que jamás me comportaba de esa manera tan solidaria con nadie; es más… ni siquiera había hablado tanto en la escuela como lo había hecho hoy.
Iba de camino hacia la salida pensando en aquello, cuando de pronto sin querer una chica se cruzó en mi camino y tiré un par de sus libros. Ella se agachó aún con sus lentes puestos y comenzó a recogerlos.
— Lo siento — era la chica lista del salón, May. Siempre tan educada.
— Fíjate, idiota —era lo único que salió de mi boca, aunque estos insultos los hacía más por instinto que intencionalmente.
Seguí mi camino y cuando llegué a casa, noté aquel ambiente tenso e incómodo que siempre he odiado desde que era pequeña. Mis hermanas estaban riendo en la sala de estar junto con mis padres. Las risas se detuvieron cuando me vieron llegar.
— Oh mira quién llego, Daisy — una chica de cabellos rojos, Lily, hizo una cara de aborrecimiento.
— Tenía que arruinar la diversión — noté a mi hermana Violet mirando a sus padres, aunque estos no decían nada.
— Misty… — Daisy, la mujer de rizos dorados me llamó.
Por un momento pensé en no ir, pero sabía que era de sus otros regalos que mis padres les habían obsequiado y que ellas me lo darían a mí, ya que no les había gustado.
— Mis padres nos regalaron una tontería que ni siquiera nos tomamos la molestia de usar — Daisy señaló un regalo desenvuelto que estaba sobre la mesa — ¡Papi, te dije un millón de veces que a nosotras no nos gustan los videojuegos!
— Lo siento hija — un joven pelirrojo se disculpó con mucha angustia—. Te prometo que mañana les daré un mejor regalo, ¿verdad linda?
— Así es —mi mamá se notaba tensa pero sonrió a pesar de todo.
Ni siquiera ellos me voltearon a ver. Para ellos era como si no existiera. Estuve a punto de sacar algunas lágrimas ahí, pero para no hacerlo me subí rápidamente con aquel obsequio y me encerré en mi cuarto. Era insoportable ver cómo mis padres consentían en exceso a mis hermanas, y éstas todavía les reclamaban y eran más exigentes. No podía soportar aquellas escenas.
Sacudí la cabeza para no pensar en aquellas cosas y miré por unos breves momentos el videojuego del que había mencionado Daisy, Se trataba de un casco virtual. Sonaba divertido. Incluso tenía ganas de jugarlo en aquel preciso instante, ya que quería tener mis pensamientos ocupados…
Cuando aparecí en el mundo virtual, lo primero que noté fue que mi apariencia había cambiado. Mi cabello anaranjado se aclaró tanto que incluso pude pensar por un momento que parecía una chica rubia. La coleta corta creció tanto que ésta se formó automáticamente en una trenza que me llegaba hasta los hombros. Me observé en el reflejo de la ventana de una casa que el color de mis ojos cambió de un azul a un miel intenso. Incluso en el juego me di cuenta de que aquella apariencia me hacía ver linda. Mi vestimenta consistía en una falda oscura con un uniforme en conjunto entre tonos dorados y negros. Llevaba unos guantes que me llegaban hasta el antebrazo de un tono negro y una túnica entre matices dorados y rojos que casi llegaban a tocar el suelo.
Me sorprendió ver la cantidad de gente en un pueblo enorme y con muchas casas pequeñas pero numerosas. Había caído en un callejón aleatoriamente, y en ese momento me dirigí hacia donde me habían indicado. Salí del callejón y me encontré en un estrecho camino en el cual apenas y podía caminar; sin embargo, seguí todo mi camino derecho y salí a una avenida más grande y espaciosa. Me intrigó ver que si seguía todo derecho, aquel gigantesco sendero hecho de concreto me iba a llevar a la plaza central del pueblo.
No obstante, tenía primero que recoger mis armas a mi criatura extraña. Me costó trabajo encontrar a aquel viejo barrigón; cuando le dije que era una luchadora y había escogido el tipo Hada de mi Pokemon, me entregó una pokebola y una especie de flama naranja había estado flotando en sus manos. Parecía más que un aura, una llama que tenía vida propia; el viejo encerró el aura en sus manos y las puso en las mías con sumo cuidado. Unos segundos después, noté una especie de energía no sólo concentrarse en mi cuerpo, sino especialmente en mis puños.
— Tu aura irá incrementando de poder conforme avances de nivel —el tipo regordete me sonrió y le agradecí.
Cuando salí, increíblemente no tenía ganas de batallar. Sí, incluso me sorprendía a mí, una chica que le gustaba la violencia y que todo el tiempo estaba amargada. Empero, esta vez sentía que en aquel videojuego podía ser amable y sonriente sin que la gente me juzgara; aquí podía sacar a relucir mi verdadero yo.
Cuando me encaminé de nuevo a la avenida principal, decidí ir a la plaza principal. Cuando me encontré ahí, noté que varios usuarios más estaban ahí más que nada charlando y conviviendo con sus Pokemon. Incluso unos estaban batallando, pero parecía que aquel lugar más que nada era para reunirse e intercambiar objetos o cosas por el estilo. El lugar era un gran círculo que tenía su piso empedrado y en el centro una gran fuente hermosa se alzaba. No obstante, no sólo aquella fuente era hermosa por la armónica forma en la que expulsaba pequeños chorros de agua, sino que una gran escultura de un Pokemon grande y fuerte se alzaba sobre mí. Aquel Pokemon parecía ser bastante fuerte, se posaba en sus cuatro patas. Parecía ser una especie de cuervo con algunos aros y líneas verticales rodeando su cuerpo. Me acerqué a ver un pedestal en el que tenía escrito su nombre: Arceus.
— Es increíble ¿no es así? —una voz a mis espaldas me sobresaltó.
— Bueno, parece ser un gran Pokemon —le contesté amablemente—. Creo que será imposible de atrapar.
— Eso creo —mencionó aquella muchacha—Pero estoy seguro de que obtendré mejores Pokemon y más fuertes —la jovenzuela me sonrió— Soy Haruka.
— Kasumi —le devolví el saludo.
— Un gusto —la joven acarició al Pokemon que llevaba en el hombro. Era un gusano tierno que le sonreía a la chica de cabellos esmeraldas. Eso me hizo recordar que aún no sabía qué Pokemon me había tocado, por lo que me aferré a la pokebola y la miré con confusión—. ¿Con que todavía no sabes qué Pokemon tienes? ¿Puedo ver?
— Claro —le sonreí y lancé mi pokebola al aire. Un Pokemon en forma de huevo y con manchas triangulares de tonos rojos y azules me sonrió.
"Togepi: El cascarón de este Pokemon parece estar lleno de alegría. Dicen que trae buena suerte si es tratado con cariño."
— ¡Qué tierno! — dijimos las dos al unísono y eso hizo que nos riéramos incluso al mismo tiempo. El Pokemon corrió con dificultad a mis brazos y lo abracé con ternura.
— Kasumi, no sé si quieras agregarme a tu lista de amigos —la joven me sonrió y aquello hizo que me sintiera feliz—. Si quieres… ya sabes, para poder vernos de vez en cuando o si quieres podemos luchar una contra la otro o incluso luchar juntas y…
— Claro que sí —le sonreí y enseguida le envié una solicitud de amistad.
Ambas comenzamos a caminar por el pueblo sin rumbo alguno. Incluso tenía ganas de ir al piso dos, pero no quería arriesgarme tanto y perder; ella me contó que su primera batalla la había tenido ahí y que incluso yo no tenía que tener miedo alguno de la derrota, ya que te enseñaba a ser mejor.
Cuando el cielo se comenzó a oscurecer, poco a poco los usuarios iban desconectándose. Empero, mi sorpresa fue tal al ver que aquellas calles en las que notabas mares de gente, en la noche eran un sendero solitario con algunos pocos usuarios.
— Vaya que este juego me impresiona más —comenté con Togepi rodeando mis brazos y caminando por las calles del pueblo.
— En realidad la mayoría de la gente aquí son NPC. Es por eso que en el día se puede apreciar mucha gente y en la noche no. Que no te sorprenda —aunque Haruka parecía ser de nivel 3, ella ya hablaba como una experta.
— Lo siento, sólo que apenas soy novata en esto.
— Yo también. Lo que pasa es que mi hermano es un experto en todo esto, ¡Y vaya que se toma esto muy enserio! —la muchacha hizo un gesto de impresión.
— ¿Tu hermano también juega Pokemon Battle Online?
— Sí, pero no le he dicho a nadie más que a ti. No quiero que se enteren que una novata es hermana de unos de los tipos más poderosos del juego.
— Oh —me sorprendí al ver lo que dijo. No quería ni pensar en qué podría pasar cuando me enfrente a un tipo de su nivel, aunque repentinamente se me ocurrió una idea —. ¿Y por qué no le dices que si puedes unirte a su party? Te ayudaría para ser más fuerte.
— Querrás decir gremio. Él está a punto de abrir su propio gremio, y vaya que mucha gente quiere entrar en él. Sólo que va a aceptar a pocos y a los mejores. No querrá que yo me una a su gremio.
— No pierdes nada con intentarlo —la animé y ella me dio la razón.
— Incluso si me acepta, puede que a ti también te acepte —yo con una actitud modesta no quería aceptar su oferta, pero en el fondo estaba emocionada— ¡Oh, vamos! ¡Puede ser divertido! ¿Qué dices?
— Puede que tengas razón —me detuve en medio de aquella noche estrellada—. Pero para estar segura de que nos acepte, tenemos que mejorar mucho de nivel.
— Es cierto. ¿Qué te parece si mañana luchamos? —no me dio tiempo de responder, ya que continuó rápidamente—. No espera, hay que ponernos una meta que nadie pueda alcanzar. Mmmm… —aquello comenzaba a ponerme nerviosa, pero me sorprendí al oír su objetivo— ¡¿Qué tal si derrotamos al jefe del nivel dos?!
Aquello me hizo soltar una pequeña carcajada. Ella no lo toleró en un principio, pero después se rió junto conmigo. Sabía que era algo absurdo. ¿Un par de novatas derrotando un jefe? ¡Imposible! Sin embargo, ella iba enserio a pesar de la gracia.
— Bueno, puede que lo logremos —le sonreí y acepté aquella meta.
El sueño parecía imposible, pero ella se veía tan entusiasmada que no quería arruinar el momento. Aparte, había aceptado no sólo para no decepcionarla, sino porque presentía que iba a tener una gran aventura. Y lo mejor de todo es que apenas era el comienzo…
