¿Saben algo? Bueno... No sé por dónde empezar, ni por dónde. Es algo tan difícil de explicar, pero a la vez tan sencillo. Es algo tan maravilloso, impactante, sorpresivo y hermoso; sin embargo, también es triste, problemático y difícil. Es dura. Sí… es muy dura. Bastante dura a mi parecer. Pero siempre he tenido una pregunta que no me he podido responder, y tampoco creo que tú puedas responderla.
¿Por qué si es tan dura, nos aferramos a ella?
Bueno… a pesar de que nunca había encontrado las palabras a aquel cuestionamiento, después de lo que me pasó, supe la respuesta.
Cuando me alejé de mi madre; cuando no tenía nada más; cuando estaba solo en este mundo, sin un amigo, sin una persona con la quien charlar, sin nadie que me recibiera en mi hogar después de haber llegado de la escuela, sin nadie con quien disfrutar un pedazo de pizza mientras jugábamos videojuegos o veíamos televisión; cuando estaba más que solo, pensé que aquello no era nada más que una especie de masoquismo. Sí. Aquello de lo que hablo es la vida. Y yo no tenía muchas razones como para seguir con ella. ¿Quién me iba a extrañar si estaba solo? ¿A quién demonios le importaba en el mundo?
Pero en un abrir y cerrar de ojos, apareció un videojuego virtual capaz de enviarme a un mundo donde los sueños no tenían límites. Ahí, yo recibía reconocimiento, recibía poder, recibía gloria. Ahí, podía hacerme amigos de unas criaturas extrañas llamadas Pokemon. Ahí, podía ser quien yo quería. Sin embargo, lo más importante es que podía escaparme de los problemas que la vida me daba en la realidad.
Poco a poco, mi realidad fue siendo otra. Poco a poco, el mundo virtual comenzaba a ser mi prioridad. Y no sólo yo, sino que muchos usuarios más comenzaban a pensar como yo. Cada día, cada hora, cada minuto iba viendo a más jugadores que descubrían Pokemon Battle Online. Cada segundo, mi mente me decía que debía de entrar a ese juego, y entrenar, entrenar, entrenar, ¡entrenar! Volverme más fuerte, ser el mejor, ser el más reconocido, ser el más audaz y ágil. Ser el mejor jugador del juego.
Sin embargo, comencé a pensar diferente. De un momento a otro, me di cuenta de que esto estaba siendo algo peligroso. En un pestañeo, comencé a extrañar lo que era sentir el verdadero aire fresco que rozaba tus mejillas. Comencé a olvidar lo que se sentía saborear y sentir el crujido de un emparedado de mermelada. Comencé a extrañar esa calidez que te abrazaba al encender una fogata, o el sentir de la arena entre los dedos de tus pies. Comencé a extrañar la realidad.
Pero fue demasiado tarde para los demás. Ellos ya estaban sumergidos en un mundo que consideraban "real". Ellos ya estaban en su propio mundo. Ellos ya no tenían escapatoria. Ningún jugador la tenía.
Pero eso ya no importaba. ¡Nada de eso importaba ya!
Ahora estaba ahí… inmóvil en el suelo. La oscuridad me abrazaba, y el frío comenzaba a helar mis huesos. Mi respiración comenzaba a acelerarse, pero al mismo tiempo era más débil. Los latidos de mi corazón, por más débiles que fueron, eran los más tormentosos que había oído. De un momento a otro, tenía miedo de que no fuesen a escucharse más.
Ya nada importaba.
Yo no había caído en la adicción que provocaba el juego, y eso había sido una señal. Era una señal de que aún había esperanzas… aún podía salvar a todos los que estaban dentro. Aún había tiempo para hacerles saber que no estaban en el lugar correcto.
Pero… pero eso ya no importaba.
Ahora estaba ahí... con las manos en mi estómago, tratando de cubrir la herida. Una herida que no podía saber si estaba a punto de matarme o no.
¿No es curioso? Yo… Ash Ketchum… que pensaba que la vida era dura, triste, difícil y sin algún motivo en particular; ahora mismo pensaba todo lo contrario. Quería vivir, tenía que vivir. No… debía de vivir. ¿Quién salvaría a los 30 mil jugadores restantes de PBO? ¿Qué pasaría con mi madre? ¿Qué pasaría con los amigos que he hecho ahí? Quería vivir. ¡Vaya lo equivocado que estaba!
A pesar de que la vida era dura… quería aferrarme a ella. Pero… ¿Por qué? Bueno… no sólo por el hecho de que debía de salvar a mucha gente que estaba atrapada en el juego, sino porque descubrí que a pesar de que la vida a veces puede ser dura, siempre… siempre vas a encontrar a alguien que te necesita y que te quiere. No estaba solo.
Pero eso ya no importaba más… Estaba a punto de morir. A punto de abandonar a la gente que confiaba en mí.
No…
No podía morir.
No aquí.
No ahora.
No…
POKEMON BATTLE ONLINE II
Capítulo 24
Consecuencias
La oscuridad desapareció una vez que abrí mi casillero. La luz entró súbitamente, e iluminó varias cosas que yacían inmóviles. Cuadernos, libros, alguna que otra cosa que no había recordado tener ahí. Pero lo que más me llamó la atención fue lo que estaba en la parte trasera de la puerta del casillero. Una foto vieja; una foto que decía más que mil palabras. La despegué de ahí y me aferré a ella, como si fuera lo único que me quedaba.
Me quedé mirando la foto. ¿Cuánto tiempo había pasado desde aquel momento? Sinceramente, no lo sabía. Había estado tan fuera de la realidad, tan distante de ella, que ni siquiera se me había pasado por la cabeza en qué día del mes habíamos estado. Ya nada me había importado en el mundo real. Lo único en lo que había estado pensando era en ese juego; ese videojuego que comenzaba a invadir cada parte de ti, hasta el punto en que se convertía en lo más preciado. Ese videojuego que te separaba por completo del mundo real, hasta el punto en ser capaz de confundirlo.
Sin embargo, tenía un presentimiento. Tenía el presentimiento de que no era el único que pensaba de esa manera. ¿Cómo era posible que sólo yo me diera cuenta que Pokemon Battle Online comenzaba a invadir tu cerebro hasta dominarlo por completo? ¿Será por lo que me habrá dicho aquel tipo misterioso aquella noche? ¿Será porque extraño tanto a mi madre que me hizo ver la realidad? ¿O será por otra cosa? No lo comprendo…
Me quedé un par de minutos más observando la foto en la que mi madre y yo estábamos sonriendo dulcemente. La campana que indicaba el inicio de clases me hizo salir de mis pensamientos. Guardé la foto dentro del casillero, cerré éste y corrí hacia el salón de clases.
Al entrar, me sorprendí por una cosa en particular. No fue el hecho de que la gente aún me seguía molestando por lo que había pasado en la cafetería, sino que ni siquiera había la mayoría de alumnos dentro del aula. ¿Dónde estaban la mayoría de mis compañeros? ¿Por qué sólo habían asistido algunos cuantos?
— Miren quién llegó —mencionó Drew, el chico que solía molestarme siempre—. El chico que hizo el ridículo en la cafetería.
Dos de sus amigos se burlaron, y un par más lo hicieron al fondo del salón de clases. No obstante, sentí que nadie más había escuchado aquello. Habíamos tan pocos alumnos dentro que su broma fue tan seca… tan ignorada.
De los veinte aproximados alumnos que asistían regularmente al salón, tan sólo había siete. ¿Por qué? ¿Acaso había algún tipo de epidemia? Inclusive noté que ni Serena, Brock, Misty, Dawn… o la chica lista, May, entre otros compañeros más, habían asistido.
— Vaya… es algo raro la asistencia de hoy, alumnos —mencionó la maestra. Ella me dedicó una mirada apresurada, por la plática que habíamos tenido el otro día.
Las clases pasaron rápido, pero ese no fue el caso a la hora de la clase de deportes. Dentro del gimnasio, inclusive también había muy pocos compañeros. Ni siquiera se podían completar dos equipos para poder jugar el juego de "quemados".
Aquello comenzaba a preocuparme. ¿Dónde demonios estaban todos? Inclusive los profesores también estaban sorprendidos, puesto que no se habían enterado de que hubiera alguna epidemia o alguna enfermedad que les impidiera el venir a clases a la mayoría.
Me senté en las gradas del gimnasio, y me quedé pensativo en mi lugar.
— Es raro… ¿No lo crees? —una voz me interrumpió repentinamente. Al voltearme, supe que se trataba de un chico que lo había visto por ahí en los pasillos, sólo que jamás le había dirigido la palabra.
— Lo sé —dije, desviando la mirada algo extrañado.
—Aunque puede que yo sepa la respuesta a esto —al decir aquello, mi atención se centró en él.
— ¿Una epidemia, quizás? —traté de adivinar, pero él negó con la cabeza.
— No creo que lo entiendas, chico.
No supe qué decir. ¿Cómo iba a poder entenderlo si ni siquiera quería decirlo? Lo único que me ocurría en estos momentos era que todos tuvieran alguna especia de gripe, fiebre o algo por el estilo. Sino… por qué más.
¿Por qué otra razón?
— Puede que lo entienda —mencioné.
De hecho… necesitaba pensar más allá. Pensar más allá de los límites. ¿Por qué otra cosa sería? ¿Qué es lo último que me ha estado causando conflicto? ¿Qué es aquello en lo que he estado pensando últimamente?
— Bueno… —él me miró y supo enseguida que en realidad, sí lo entendía—… creo que somos de los chicos afortunados.
— ¿Afortunados?
— No cualquiera decide volver a este mundo para afrontar lo que le espera —mencionó, mientras se paraba y comenzaba a botar un balón carmesí—. Después de todo… la vida en la realidad es algo dura. ¿No lo crees?
El chico de gorro blanco se alejó, haciéndome pensar en aquello último que me había mencionado.
El plato que estaba frente a mí me provocaba nauseas. No sabía del por qué. A lo mejor era porque me sentía mal del estómago, o puede que sea por otra cosa. Lo más probable era que fuese por algo más. Puede que sea porque no estaba muy acostumbrado a observar frente a mí comida "real". A lo mejor, puede que sea porque no estaba muy acostumbrado a estar en este mundo. Sin embargo, al estar aquí, tan sólo sentía ese malestar. Sólo eso y nada más. No sentía adicción, no sentía esa necesidad de estar jugando diario, no sentía lo que los demás sentían. Y eso… eso me hacía sentir muy afortunado.
— ¿Qué sucede, Max? —mi madre notó que ni siquiera había tocado mi plato de comida.
Levanté la mirada y ajusté mis lentes para verla con más detalle. Ella estaba con una mirada que denotaba preocupación, pero no sabía si era por mí, o era por mi hermana.
— No… no es nada —dije después de pensar que esa debería ser la respuesta.
Ella no respondió. Sabía que yo también estaba preocupado por ella. Toda la familia lo estaba y sin embargo, unos minutos más tarde debía de ir a mi habitación a encerrarme y a volver a ese mundo virtual, aunque a mi madre no le gustase.
— Lo siento, mamá —me levanté de mi asiento, y dejando la comida a la deriva, comencé a subir las escaleras de la casa.
— Max —nombró, con un tono que no supe reconocer— No sé qué está pasando… No sé por qué May está así.
— Ella estará bien —susurré deteniéndome en el camino— Tan sólo… tan sólo…
— ¿Qué?
— Tan sólo necesita un poco más de tiempo.
— Max —Caroline se levantó de la silla del comedor, y comenzó a caminar lentamente hacia mí— Sé que no lo entiendes, pero soy su madre —un nudo en la garganta comenzó a formarse dentro de mi madre— Y no sabes lo que se siente que tu hija no te haya hablado durante un día seguido… No sabes lo que se siente el ver que ella está ahí, pero a la vez no. ¿Qué está pasando, hijo? ¿Qué es ese juego?
No supe qué responder. ¿Debía decirle la verdad? ¿Debía decirle que este juego era una adicción? ¿Qué nadie tenía escapatoria? ¿Por qué involucre en esto a mi hermana? ¿Por qué? Cuando supe que ella estaba dentro del juego, no me lo perdoné, e incluso no me lo iba a perdonar nunca. Ya nada podía hacerse al respecto. Nada.
— Max —a pesar de estar de espaldas, pude sentir que ella trataba de acercarse más para tocarme— Max… —sus lágrimas recorrían sus mejillas— Escucha hijo… necesito llamar a la policía para reportar esta situación…
— ¡No! —dije de repente. El grito resonó por la casa, pero mi madre se quedó paralizada—. No lo hagas.
— Es que… es que no sé qué hacer. Ella lleva ya varias horas conectada. No se ha parado siquiera para ir al baño. ¡He tenido que asearla, cambiarle las sábanas y darle de comer oralmente, aunque ella no lo sienta!
— Ella está bien — repliqué.
— Max… no quiero que esto te pase a ti. No sé lo que pasa, pero estoy muy preocupada.
— Madre —necesitaba fuerzas para decirle aquello— Hagas lo que hagas, no desconectes el casco de May, puede ser peligroso.
— Pero…
— Lo siento, mamá. Ya hemos hablado sobre esto. Tengo que entrar al juego.
— ¡No, Max! ¡No voy a permitir que lo hagas!
—Ya te lo he explicado. Ella se desconectará tarde o temprano.
— Pero… ¿Y si no lo hace? Estoy bastante preocupada, hijo.
— Ella lo hará, lo prometo —aquello me hizo sentir como mierda. ¿Cómo era posible que le mintiera de aquella manera?
Sin siquiera saber lo que ella iba a responder, subí las escaleras y me encontré en un pasillo oscuro y vació. Al lado, estaba la puerta que conducía a mi habitación, pero la pasé de largo. Al fondo había una puerta entre tonos blanquecinos y rosados, que con la oscuridad parecía ser más grisácea que nada. Al abrirla, enseguida escuché un sosiego acompañado de unos pequeños ruidos eléctricos que provenían del casco de la persona situada en la cama.
Me quedé paralizado, viendo lo que yo había causado.
Mi hermana estaba ahí. Ella estaba inmóvil, con los las manos entrelazadas, y con la respiración calmada. Sin embargo, lo que más tristeza me daba era su delicado rostro. Un rostro serio, frío e inexpresivo. Un rostro que permanecería así por el resto de los días. ¿Qué pasaría con ella después? De hecho, ¿Qué pasaría con nosotros? Jamás volvería a ver a mi madre después de la plática que habíamos tenido, y ni siquiera yo había tenido la oportunidad de despedirme de mi papá. Nadie que haya estado jugando este juego tendría la oportunidad de despedirse de sus seres queridos. Nadie volvería a ver la luz real del día, ni hablar con las personas que vivían en el mundo real.
Aún no se daba el anuncio de que este juego era mortal, pero May ya no tenía escapatoria. Si desconectaba su casco en este momento, ella moriría. Y yo… yo debía de cuidarla dentro del juego. Yo mismo había hecho que ella se adentrara a este mundo, y yo sería el responsable de cuidarla dentro de PBO. ¿Qué más podía hacer? Ya no quedaba otra alternativa. De hecho, aún quedaba una, pero sería imposible. Además, pertenecía al gremio Rocket. El jefe me mantenía vigilado, y tenía miedo de que si algo sucediera, ellos llegaran y asesinaran a mi familia.
Tenía todo lo que había deseado. Fama, poder, reconocimiento… No obstante, ahora lo único que deseaba era que se terminara todo esto. Que May saliera del juego sana y salva y que discutiéramos de nuevo por cualquier cosa estúpida dentro del mundo real. Quería que todo volviera a la normalidad, pero ya era demasiado tarde. Ya nada podría volver a ser como antes.
Cerré su puerta y me dirigí a mi habitación. Ahí estaba el casco, justo reposando en mi escritorio. ¿Acaso serán estos minutos los últimos que tendré en la realidad? ¿Acaso no volveré ver nunca más a mi madre? Ella estaba en el piso de abajo, muy cerca de mí. Sin embargo, la sentía demasiado lejos. Quería abrazarla y despedirme de ella, pero no sería lo correcto.
Sé que yo no sufría lo que mi hermana estaba sufriendo. Sé que no era como otro cualquier jugador normal, y sé que podía desconectarme cuando yo quisiera. Entonces… ¿Por qué esto era un adiós? ¿Por qué tenía esa mentalidad de que no volvería a estar en el mundo real nunca más?
Me coloqué el casco y lo encendí… no sin antes pensar en todo lo que iba a extrañar del mundo real. Después de todo… ya tendría mucho tiempo para eso.
— Hola, chico —saludé con algo de timidez, a pesar de que el que me había abierto la puerta era un pequeño no mayor a siete años—. ¿Estará por ahí Brock?
— ¿Brock? —repitió—. Sí. Él es mi hermano mayor.
— ¿Quién es? —súbitamente, apareció otro chico más alto que parecía tener unos 12 años.
— No lo sé. Este chico busca a Brock.
— ¿Por qué?
— No… yo… —sinceramente no sabía qué decir. Esto era más difícil de lo que parecía — Sólo… sólo quiero verlo.
— Lo siento, pero él está algo ocupado —mencionó el chico mayor.
— Sí. Nos dijo que iba a estar en una misión muy importante en un juego. O algo así.
— ¿Un juego? —repetí. Me temía que dijera aquello.
— Sí. Un juego virtual —dijo el pequeño.
— Hace… —no quería preguntar aquello, pero debía hacerlo— ¿Hace cuánto que te dijo aquello?
— Pues tiene más de un día —mencionó el muchacho mayor—. De hecho, desde ese momento no ha salido de su habitación.
— Es raro en nuestro hermano, pero puede que se sienta mal o esté haciendo algo muy importante —dijo inocentemente el chico.
— Yo… —sabía que ya no había escapatoria. A pesar de que el anuncio se iba a dar en menos de treinta minutos, Brock ya había estado bajo los efectos del juego— Escuchen…
Los dos muchachos comenzaron a alertarse, aunque no sabían de lo que se trataba todo este asunto.
— Brock… —yo trataba de no llorar. ¿Cómo es posible que estos dos chicos entendieran todo este asunto? ¿Qué les iba a decir? ¿Qué su hermano iba a morir si desconectaban su casco? ¿Qué jamás volverían a hablar con él? — Yo… yo soy amigo de su hermano. De hecho… él y yo somos muy amigos dentro del juego. Y me dijo… me dijo que no lo interrumpieran por nada en el mundo.
— No entiendo — el muchacho de 12 años se veían confundido.
— Él… — un nudo en la garganta comenzó a invadirme— Él me dijo que no lo desconectaran. Él está en una misión muy importante. No importa cuántas… no importa cu-cuántas… —No podía resistirme a que las lágrimas salieran de mis ojos. Sin embargo, no debía de hacerlo, o asustaría a los hermanos de Brock. Debía de ser fuerte— No importa cuántas horas pasen… No lo desconecten.
— Pero… —el hermano chico notó que estaba algo triste— ¿Quién nos va a dar de comer?
— Sé que es algo difícil —dije. No quería hacerles saber que de ahora en adelante tendrían que vivir sin su hermano— Pero entiéndanlo. Brock me dijo que llamen a este número, y que todo estará bien ¿De acuerdo? —Les di el número de emergencias. Sabía que Brock no iba a ser capaz de volver a conectarse. Sabía que ellos estaban preocupados, pero eso era mejor a decirles que Brock prácticamente estaba muerto, y a la vez no.
— ¿Qué es este número?
— Brock me dijo que llamen a este número dentro de media hora. Me dijo que les dijeran a los que contesten por el teléfono que él está en una misión muy importante, y que no puede desconectarse del juego o si no se enojaría. Me dijo que ellos se encargarían de darles de comer. ¿De acuerdo?
— Está bien —mencionó el chico más grande— Pero… pero ¿Cuál es esa misión?
— No lo sé, pero debe ser muy importante —mencioné—. Recuerden… no lo desconecten por nada en el mundo…
— Él… mi hermano —me dijo el niño más pequeño— ¿Él volverá?
— Sí —mentí.
— ¿Lo prometes?
— Lo… lo prometo.
Después de visitar a Brock, ahora lo único que me quedaba era ir a la casa de Misty. Inclusive, quería ir a visitar a Dawn, Serena y a todos los demás que estaban conectados en el juego, pero no sabía realmente si ellos estaban en PBO; además, no sabía la dirección de su casa.
Afortunadamente, me había hecho amigo de Brock y Misty, y sabía dónde se encontraba su casa.
Afortunadamente, aún tenían esperanzas de vivir, aunque fuese dentro de un mundo virtual.
Afortunadamente, tenían a alguien que les avisara de la situación antes de que fuese demasiado tarde.
Afortunadamente, aún faltaba media hora para que se diera el anuncio de que este juego era mortal.
Hola, lectores. Espero no se hayan olvidado de este fic, ya que pasó más de un mes sin que hubiera continuación. Pero he venido de vuelta para continuar con esta humilde historia, después de unas vacaciones largas :p Aquí más que nada quise introducir algo de misterio, como vieron al principio, y el resto fue la situación dentro del mundo real. Espero les haya gustado, y como siempre, nos vemos el viernes para loa continuación. Muchas gracias a todos por sus reviews y visitas, siempre las tengo en cuenta. Y finalmente... sí, finalmente... ene sta temporada habrá romance ¡Yeeeeeyyy! Bueno, les deseo una MUY FELIZ NAVIDAD, y que coman mucho pavo, ensalada, les den muchos regalos, y que Santa Claus les traiga lo que pidieron xD Pero lo más importante, que pasen con sus seres queridos una muy buena navidad. ¡Nos leemos!
Próximo capítulo: El Juego mortal
