Hola a todos. Ultimamente he tenido una semana tranquila, así que he tenido tiempo para escribir más capítulos :D Lo malo de todo es informarles que muy pronto acabará la segunda temporada. Así es, quedan muy pocos capítulos 0.0 El clímax podría estar desarrollandose poco a poco desde que sucedió lo del gremio novato... Bueno, responderé reviews :D
marth de andromeda: Tranquilo, en este capítulo se resolverán tus dudas :)
Poker Knight: Espero no haber inquietado tu sueño D: Pero más dudas vienen :)
Ryd3r: Así es... no puedo opinar mucho al respecto, puesto que te haría spoilers xD Aunque tienes razón, too much Mirto jaja.
Cata-chan1: Jajaja Ash y Serena traumados xD Tienes razón. Con Dawn todo es más relajado lol
Guest: No pensé en ponerlo al principio, pero puede que aparezca después :)
ash trasher666: Alecrán no es un niño xD Aunque lo puse como uno pero ya verás por qué. Jaja, puede que a Cintia le guste Ash, quien sabe (?) lol
Larekin1: Tal vez Alecran no pertenezca al Gremio Rocket, o tal vez sí... Entenderás este mensaje cuando termines el capítulo xD
Observador del Destino: Gracias! Cierto, no sólo se concentra en Ash :) Aunque es algo complicado el manejar muchas historias y distintos personajes, pero con esfuerzo y dedicación es más facil de lo que parece.
baraka108: Jaja Cintia dominatrix lol eso es nuevo. Y el beta que huyó es Alecrán xD Al final del capítulo anterior se menciona que es él xD
ThunderGold97: La universidad es primero, Thunder. Prefiero que leas los capítulos después a que repruebes por mi culpa ): xD Gracias por el review viejo.
Guest: Sé lo que estás pensando... Tal vez seas de los únicos que logre ver mis verdaderas intenciones lol
MegaNik: Estos capítulos que estoy contando son lo que pasó con Dawn mientras Ash estaba escondiéndose del Gremio Rocket y conociendo al gremio novato, etc, etc. Pronto aparecerá :D
Bueno, sin más que decir os dejo.
Capítulo 45
Protección y Desconfianza
Los jadeos comenzaban a ser repetitivos y constantes. Era el único sonido que se podía escuchar a lo largo de la estrecha calle. Por un momento pensé que aquel jadeo iba a ser constante por el resto de los siguientes minutos, y el dolor que punzaba encima de mi pierna y mi abdomen eran la razón del constante jadeo. La barra amarillenta de mi HP alumbraba tenuemente la oscura zona donde yacía un sujeto inmóvil y un tanto desfallecido. Sobre de él, un montón de basura podía esconderlo exitosamente, y tanto le hedor como el diminuto Ratatta inocente que se acercaba a comprobar si seguía vivo, lo hacían ver como un sujeto harapiento y vagabundo. ¿Quién diría que iba a recordar una escena así? ¿Quién diría que aquel tipo lo iba a recordar así cuando solía tener una imagen muy distinta la mayoría del tiempo? Vaya ironía.
— Te dije que no podrías vencerme —le mencioné, aun jadeando más por el dolor que sentía que por el cansancio.
El sujeto trató de moverse, pero le era imposible debido a que lo tenía amenazado con mi pie sobre su pecho, lo cual era como si un gran escombro estuviera por encima de él.
— Tú… —trataba de articular palabra alguna, pero le costaba trabajo—… Tú vendrás conmigo.
— Vaya idiota —le mencioné. ¿Cómo es posible que un beta como él perdiera su orgullo de esa manera?
Por si fuera peor, levanté su espada esmeralda, que yacía en el suelo, y con ella misma planeaba acabar con su maldita vida virtual de una vez. O al menos, para que dejara de perseguirme para siempre.
— Hazlo… —sonrió, y un hilo de sangre salió de entre sus labios— No ganarás nada con ello…
— Te equivocas. Al menos me ganaré tu respeto. Deberías estar agradecido que seas un beta, o sino tu vida real acabaría justo aquí.
— Nunca respetaré a alguien sucio como tú.
— ¿Sucio? —Bufé— No seas ridículo. El único sucio aquí eres tú. Mírate… Te queda bien el estar aquí junto a toda esta basura. Hacen buena combinación.
— Di lo que quieras. Puedes matarme inclusive. Sólo que te aseguro que volveré, y te convenceré.
— ¿Seguro? —apreté más mi pie sobre su pecho— Yo no lo creo. Después de matarte, será difícil que vuelvas a conectarte. Tu instinto de supervivencia será más fuerte que tu voluntad… Cuando vuelvas al mundo real, sabrás que no es lo correcto volver a un infierno como este.
— De todas maneras, si no vuelvo, me joderán. Así que…
— ¿Así que qué? No sigas con esto, por favor. Agradece que te haré un favor —estruje entre mis manos la espada, y la levanté—. Adiós…
Y cuando la espada cayó poco a poco, para incrustarse en su pecho, una voz me detuvo. No su repentina presencia, ni lo que dijo en ese momento me habían sorprendido, sino el misterio que su voz irradiaba me paralizaron en el acto, dejando a mi enemigo con las ansias de saber lo que era morir virtualmente.
— Alto —su voz no produjo eco, a pesar de haberlo dicho con un tono bastante audible—No querrás matar a Masato. ¿O sí? —sonrió, y ahora me volteé para ver quién diablos era aquel sujeto.
Y el niño seguía ahí, jadeando como si el terror aun lo siguiese invadiendo. Todos habíamos estado inmóviles y callados durante unos segundos, sin saber cómo reaccionar. Sin embargo, traté de tranquilizarme y respirar, puesto que en un principio no sabía quién era aquella tal Cintia, y no sabía sus verdaderas intenciones. Además, ¿cómo poder confiar en un niño como aquel? Aunque viéndolo bien, parecía tener la edad de Eureka.
— Tranquilo, chico —le dije, y me agaché hasta su posición.
— No soy un niño —mencionó con el corazón aun en la garganta— Lo que pasa es que… es que mi magia me reduce la edad durante un tiempo.
— ¿Qué quieres decir?
— Soy un mago explorador. Cuando luchas y te conviertes en un Pokemon, si has llegado a tu límite, volverás a tu forma humana como un niño. Es la principal debilidad de los exploradores.
— ¿Y por qué has llegado a tu límite? ¿Luchas con aquella tal Cintia? —a pesar de que Citron me había enseñado lo que él sabía, seguía descubriendo cosas acerca de los jugadores. Impresionante.
— No. No puedo luchar con alguien como ella. Me vencería en un combate uno contra uno. Llegué hasta acá camuflajenadome como un Pokemon salvaje. No quería que me encontraran. Pero por suerte llegué hasta mi límite cuando descubrí la isla y su castillo.
— Ya veo —comenté, pero me interrumpió.
— Sí… pero… pero deben ayudarme —mencionó, y sus ojos comenzaron a tornarse llorosos—. Ella está buscándome.
— ¿Por qué?
Y ahí, con la presencia de los siete, el chico comenzó a relatar la historia…
La espesura se mecía con el viento. El sonido que ésta producía era mu apacible y tranquila, pero un muchacho de mata verde no podía decir lo mismo. La tensión que llevaba consigo era más grande de lo que podía comprenderse, aunque estaba claro que era por una sola situación. No solo él la llevaba sobre su espalda, sino que estaba seguro que los demás miembros también se sentirían de la misma manera, sólo que no pudo observar a nadie más a su alrededor. Por un momento pensó en que aquella reunión que su líder había citado era una mera mentira, pero después de un momento de sopesarlo, agitó su cabeza desechando esos pensamientos. Ella no era así… Ella no convocaría a todos a un sitio escondido entre el bosque en vano. Ella tenía un propósito; uno muy importante que Alecrán no tenía ni idea. El jugador, más flaco que los troncos de los pinos, casi tan alto como alguno de ellos, y con una tez tan pálida como el frío que merodeaba por los árboles, tembló ante una cabaña abandonada que vio a lo lejos. Finalmente había llegado, pero por alguna razón, el muchacho temblaba como nunca lo había hecho. Cuando se acercó a la cabaña, subió al porche de la casa. Las escaleras crujieron debido al mal estado en el que se encontraba. El chico pudo notar que las ventanas al lado de la entrada principal estaban cubiertas por una capa finísima de polvo, moho y mugre. Cuando el chico sujetó la manija de la puerta podrida de madera, sintió una punzada en el corazón. Todavía seguía sin comprender cuál era ese extraño presentimiento que lo hacía temblar. ¿Será por ver de nuevo a la líder? ¿O será por qué sabía que últimamente ella se estaba comportando extraño?
Cuando entró, la sala estaba vacía. La chimenea había estado prendida, pero ahora sólo restaban las brazas del carbón que habían estado al fuego, y los chisporroteos que dejaba de vez en cuando que sorprendían al muchacho. Las escaleras le hicieron suponer que allá arriba se encontraban todos los miembros, por lo que subió lentamente, dejando a su paso el crujir de cada uno de los peldaños antiguos. Llegó a un pasillo y frente a él había varias puertas. Sin duda la cabaña era grande, pero eso al peli-verde no le interesaba. Lo único importante ahora era el saber por qué la líder, Cintia, los había convocado a todos. De hecho, no se sentía tan extraño después de todo, ya que diariamente veía a sus compañeros de gremio. Lo sorprendente de todo era que finalmente, después de varios meses, todo el gremio iba a estar reunido otra vez.
La puerta se abrió, y justamente ahí se encontraba la chica, en la cabecera de una mesa de madera podrida y mohosa. Tal vez no era la mejor habitación para una jugadora como ella, pero eso a quién le importaba.
— Así que finalmente llegas, Alecrán —su sonrisa intimidó al muchacho. Era una de esas sonrisas que no mostraban felicidad, sino que irradiaban un misterio y frialdad incomprensibles.
El chico no dijo nada, y se sentó en la última silla que quedaba vacía. Los demás miembros, permanecían en silencio. A su lado se encontraba una chica de tez pálida, que llevaba un vestido de gala oscuro, con una falda carmesí de seda; llevaba unas coletas helicoidales rosadas y una mirada tan agria y misteriosa que aquellos ojos hermosos ojos rubí escondían su preciosidad. Otro de los miembros era un jugador que no podía observarse bien su rostro, puesto que el gran sombrero alargado de mosquetero que llevaba sobre la cabeza le cubría la mayor parte; su sombrero hacía juego con la gran capa esmeralda que portaba, acompañada de un broche rubí que la sujetaba; en la espalda, portaba una arpa extraña que sin duda era la gran arma del sujeto. A su lado, había otro jugador que parecía sonreír todo el tiempo, a pesar de ser un momento serio; inclusive su aspecto parecía ser menos intimidante de lo normal debido al gran afro pelirrojo que portaba; sus atuendos amarillentos podían vislumbrarse incluso fuera de la cabaña. De hecho, Alecrán se vislumbró no por el atuendo del muchacho del afro, sino por los anteojos púrpuras y brillantes de otro jugador que yacía frente a él. Aquel tenía unos lentes que hacían juego con su color largo de cabello, y portaba un gran y elegante traje carmesí. Y la última jugadora, era una anciana que escondía la mayoría de su rostro arrugado con una bufanda marrón.
— Bien, ya está todo el gremio Sinnoh reunido aquí —la chica parecía ser fría siempre—. Sé que la mayoría del tiempo no me ven, y cuando lo hacen, es por que tengo algo importante que mencionarles.
Nadie habló, y la líder prosiguió.
— Los he reunido aquí porque quiero que sepan algo… No me gusta ser indirecta, así que iré directo al grano. Yo fundé este gremio por una simple razón: para no parecer sospecha ante nadie más. No quiero levantar sospechas en el juego, así que debía de crear un gremio.
— ¿Qué sospechas? —preguntó el chico del afro.
— La verdad es que he pertenecido a otro gremio durante todo este tiempo. Un gremio secreto, por supuesto.
Todos se sorprendieron. Inclusive la mirada de la muchacha de coletas rosadas se vio alterada.
— Y la razón por la que no me ven muy seguido, es porque he estado por todo el juego matando a los jugadores novatos.
— ¿Q-qué quieres decir? ¿Por qué los matas? —la chica de coletas rosadas se sorprendió aun más.
— Oh, tranquila, Úrsula. Tú y Nando, a pesar de ser novatos, son especiales. Me han demostrado su confianza, y no los mataré.
— Pero…
— ¿Por qué mató a los novatos? Tengo una misión muy importante que el gremio secreto me ha ordenado. Sin embargo, no los mato realmente. Yo poseo un casco diferente al de todos ustedes. La Virtual Console que está sobre mi cabeza justo ahora es un casco capaz de poder matar a un jugador, pero en realidad no lo mata.
— ¿Quieres decir que todo este tiempo hemos sido engañados? —Nando comenzó a exaltarse.
— Oh no —la muchacha rió de una manera escalofriante— Por supuesto que esto es verdad. Si te desconectas, mueres. Sin embargo, hay una excepción para los que poseemos este casco. Podemos matar a alguien y que reviva sin algún problema. Como si nada de esto pasara.
—¿ Entonces por qué…? —el muchacho del traje carmesí intervino, pero Cintia lo interrumpió.
— ¿Por qué mato a los novatos? ¿Cuál es mi verdadera misión en todo este asunto? ¿Por qué formo parte de un gremio secreto? ¿Cuál es la verdadera intención del gremio? —las preguntas formuladas por la líder eran sus respectivas dudas, pero desafortunadamente, ella no iba a responderlas tan fácilmente—. Escuchen… ¿No han deseado nunca algo que esté fuera de su alcance? Piensen más allá… ¿Qué es lo que siempre han querido todo este tiempo? Piensen incluso antes de descubrir este juego… ¿Qué es lo que han deseado desde el inicio de su vida? ¿Cuál es su meta? ¿Cuál es su sueño? Este gremio podrá cumplir todo lo que deseen, inclusive hasta lo que creen imposible; sin embargo, si quieren eso, hay consecuencias, y una de ellas es cumplir con lo que se les indica, como lo que yo estoy haciendo.
Nadie mencionó nada. Todos estaban tan exaltados como Alecrán. No obstante, la vieja carraspeó su garganta, y aclaró:
— Lo que nos estás tratando de decir, es que nos unamos a ese tal gremio, hagamos lo que tú haces, y pronto nuestros deseos se verán cumplidos. ¿Cierto?
— Exactamente —Cintia sonrió— Escuchen. Ustedes me han demostrado su confianza, tanto así, que yo les demuestro la mía contándoles esto. Quiero que se unan, porque sé que son fuertes. No asistirán a las reuniones del gremio, no verán nunca al líder, no sabrán nada del gremio, pero lo que ordene el líder, yo se los diré. En pocas palabras, quiero que ustedes, el gremio Sinnoh, se enlacen al gremio secreto. Y en recompensa, obtendrán lo que sea.
— ¿Lo que sea? —respondió Nando.
— Lo que sea —repitió Cintia.
— Cómo… cómo sé que es verdad —y ahí estaba la duda de Alecrán. El chico había estado tan titubeante, tan aterrado. Ahí había estado el presentimiento malo que había sentido desde que entró a la cabaña— ¿Cómo sé que no nos estás engañando? ¿Cómo sé que no estaremos matando en vano a esos jugadores? ¿Y si no conseguimos lo que queremos en realidad?
— Alecrán… ¿confías en mí? —Cintia miró al chico de una manera tan fría e intimidante, que el muchacho no se atrevió a decirle la verdad.
— Sí, líder. Sólo que…
— ¿Sólo qué…?
— Es que… no… no me gustaría matar a jugadores… Yo… yo no estaría a gusto matando a alguien…
— No los matarías realmente, Alecrán.
— Un momento, líder —Úrsula respondió— Pero nosotros… Nando y yo… ¿cómo conseguiremos el casco si…?
— Oh, ya lidiaré con eso después. Por ahora quiero que todos estén de acuerdo… Alecrán —la jugadora, con unos atuendos tan negros y fríos como esa mirada de ojos miel que tenía, observó al chico de mata esmeralda— Todos…
Poco a poco, cada uno de los miembros asintió. El muchacho de afro, la anciana, el chico de cabellos púrpuras, inclusive los novatos del gremio; pero Alecrán seguía ahí, sin decir ni una palabra. Estaba aterrado. Sabía que la líder había ocultado algo todo este tiempo, pero… pero el matar a jugadores era algo que el chico nunca se había imaginado. Peor aún era el que viera a los demás miembros unírsele como si lo que iban a hacer fuese algo tan normal. Todos lo miraban de una manera tan atenta, esperando a que confirmara su asociación al gremio secreto, que no podía decir que no. No debía de decir que no, o la líder iba a ir a su posición en la vida real, y lo mataría. Sí… sabía que eso haría. Ella los había amenazado, que conocía la ubicación de cada uno en el mundo real, y Alecrán por eso pensaba que los demás miembros habían aceptado… porque no les quedaba otra opción más que el hacerlo. Pero su instinto le decía que no… que debía de escapar de ahí lo más pronto posible; o sino, sino se convertiría en un asesino, a pesar de que el matarlos no era real.
Súbitamente, el muchacho levantó la mesa en la que todos se encontraban. La mesa se revolcó en el suelo, y ese fue el momento exacto para escapar. Con su magia de explorador, el muchacho se convirtió en un Scizor y quebró las ventanas de la habitación para escapar por ahí. Notó que la lluvia se hizo presente en medio de la espesura, por lo que su vuelo iba a ser más complicado. Sabía que a partir de ahora, ya no formaba parte del gremio Sinnoh y no debía de volver a la cabaña, ya que Cintia lo mataría. Sabía que debía de desconectarse, y huir de la chica que lo estaría buscando. Sabía… sabía que debía de volar lo más lejos posible.
Una súbita mancha negra apareció por su camino. No supo decir si se trataba de alguna rama, un Pokemon o algo misterioso que lo hizo perder el equilibrio de vuelo y estrellarse sobre la tierra húmeda. Sin embargo, el golpe con la que la silueta negra le había incrustado en su abdomen fue tal, que el muchacho salió de su magia exploradora y se tornó de nuevo a su forma humana.
Cintia era la razón de todo ello. Ella se encontraba ahí, con los mechones rubios poco a poco humedeciéndose entre una lluvia helada. Su mirada paralizó al muchacho, que no tenía otra cosa más que observar cómo el miedo de apoderaba de él y pronto iba a estar muerto.
— No me sorprende que seas el único que no esté de acuerdo en esto, Alecran —su voz, a pesar de la furia que sentía, seguía tan inocente, que daba miedo.
Alecrán quería articular palabra alguna, pero no podía.
— Te unirás… o tendré que matarte —y súbitamente una capa ardiente de un fuego de tonos azules se envolvió en la mano pálida y fina de la beta misteriosa.
Su ataque estuvo a punto de terminar con él. El golpe iba directo hacia el chico, pero alguien intervino. Un brazo desvió el lanzallamas azul que había emanado de la palma de su mano, y se estrelló contra un árbol que pronto comenzó a incendiarse a pesar de la lluvia interminable y brusca. Aquel sujeto, con un simple golpe, mandó a la chica a retroceder algunos metros, y sin perder tiempo, volteó a ver al mago explorador.
— Ve con Hikari. Dile que es urgente que encuentre a Satoshi. ¡Urgente!
El muchacho escapó de ahí nuevamente convirtiéndose en un Scizor. Al voltear por última vez, notó que un aura amarillenta comenzaba a emanar sobre el muchacho rubio de anteojos y overol azul…
Cuando el muchacho terminó su relato, nadie pudo articular palabra alguna. Todos habíamos estado tan atentos, que él mismo sintió la tensión a la hora de haber finalizado. Los demás no se veían muy convencidos de su historia, pero yo sí. De hecho, era una historia que me pareció tan real puesto que mencionaba a un rubio de anteojos con un aura amarilla. Citron había luchado contra Cintia, y a pesar de ello no sabía nada de él. No sabía si alegrarme porque él había descubierto a otro miembro del Gremio Rocket, o preocuparme por si había salido ileso de aquella lucha. Sin embargo, lo primero que debía de confirmar era el estar cien por ciento segura si lo que contó Alecrán era totalmente verdadero.
— No se oye muy convincente… —Zoey fue la primera en hablar—. Hikari… no sé si…
Y cuando se había animado a opinar, varios miembros entraron por la sala como si el respeto se hubiese perdido.
— Lo siento, líder —dos muchachos se arrodillaron ante mí, pero a mí me avergonzaba el que me trataran de esa manera, así que les mencioné que se levantaran y que nunca volvieran a hacer eso. Me sentía tan… Masato—. Lamentamos la interrupción. Dos sujetos desean verla a usted. Están fuera del castillo.
— ¿Quiénes? —la noticia me impactó.
— Dicen ser compañeros del muchacho que entró. Lo están buscando.
Sin aguardar a algo más, bajamos todos los miembros hacia la gran entrada del castillo. Una gran puerta de madera se abrió, para dar paso a dos jóvenes que habían estado esperando fuera. Paul y Zoey venían a mi lado. Tanto Lectro, Barry y Candice habían permanecido en las orillas de los muros de piedra para vigilar de lejos. Antes de que cruzaran, Candice me indicó mediante un mensaje que no parecían ser tan bruscos después de todo, así que cuando la puerta de madera se abrió por completo, los tres salimos del castillo acompañados de una docena de miembros novatos que nos cuidaban las espaldas.
— Qué quieren —les mencioné sin siquiera saludarlos.
— Vaya modales —la muchacha era una chica de coletas rosadas con unos moños púrpuras de adorno. Llevaba un vestido de seda que combinaba con los adornos de su cabello. Su vestido era tan elegante y hermoso, que por un momento pensé que iba a algún evento de gala. El otro chico llevaba un sombrero y una capa esmeralda que cubría la mayoría de su cuerpo; lo que me llamó la atención en él fue el arpa que tenía sujetada sobre sus espaldas. Su cabello largo y azabache me impedía con mayor razón notar con detalle su rostro.
— Lo siento, pero tampoco es muy educado que irrumpan así en un castillo —les contesté.
— ¿Irrumpir? Podríamos haber destruido tu muro si quisiéramos. Parece que tienes una gran bocota después de todo, novata.
— Mi nombre es Hikari.
— Sé quién eres. Todos los novatos lo saben —rió como si aquello fuese una broma. Su mirada estaba siempre fruncida y llena de envidia—. Pero nadie sabe que eres más débil de lo que piensan.
— ¿A qué viniste? —ignoré su insulto.
— Lo saben muy bien —ésta vez era el otro sujeto el que habló— Venimos por el chico.
— Sal de ahí, Alecrán. Sabemos que estás por ahí —le chica de coletas gritó de una manera en la que me dieron ganas de golpear su rostro.
Súbitamente, los miembros que cuidaban nuestras espaldas abrieron paso al chico que yacía ahí, tímido, impotente y aun herido. Aunque pensándolo bien, no sé por qué seguía herido, si según su relato paso un tiempo considerable después de que escapó de su líder.
— Oh, Alecrán. Qué gusto. ¡Hemos estado buscándote! La líder quiere verte… ahora —aquello último la chica lo había dicho de una manera fría y seria.
— Yo… —el joven no sabía qué decir. Primero me miró como si yo fuese su única salvación, pero cuando la muchacha siguió insistiendo, se le acercó al aun niño mago, y lo jaló del brazo.
— Vaya… eres muy pequeño —al chica lo jaló sin problema alguno, y el muchacho me miró suplicando ayuda.
No me importaba lo que pensaran los demás en ese momento, y no me importaba si sufría las consecuencias, pero reaccioné al instante. Aparté la mano de la chica del brazo de Alecrán, y tomé sus hombros con fuerza y seguridad. La chica me miró de una manera amenazante, pero yo era más fuerte.
— Él es nuestro… —dije y estuve segura de que mi voz se oyó por toda la bahía en la que ya podían escucharse a Wingulls parlotear.
— ¿Q-q…? —La jugadora no supo cómo reaccionar. Primero me vio a mí, luego al beta mago, y luego a su compañero del arpa. De un momento a otro, le dio una señal de que reaccionara, y éste lo hizo adelantándose y mirándome de una manera más intimidante. Pronto se llevó la mano a su arpa, y sabía que estaba a punto de desatarse una batalla por el niño.
Sin embargo, tenía tanto a Paul como a Zoey, y ésta se adelantó y con una pokébola en su mano advirtió al del arpa que yo no estaba sola. La mirada de ambos duró unos segundos más, y supe que ya había una rivalidad tanto en ellos, como entre la chica de coletas rosadas y yo.
— Nando —mencionó la jugadora— Creo que vendremos en otra ocasión.
— Pero Úrsula…
Ni siquiera tuvo que alegar más la chica. El azabache se dio cuenta de que era imposible luchar contra una docena de jugadores que nos cubrían las espaldas. Miró hacia el límite superior de los muros, donde en cada esquina estaba tanto Barry, Lectro y Candice atentos a lo que podía llegar a ocasionarse. Sin reclamar, quitó la mano de su arpa, y junto con Úrsula comenzaron a retroceder.
— No creas que te escapas de ésta, Alecrán. Cintia vendrá por ti… vendrá por todos ustedes —la jugadora rió, y ambos se teletransportaron hacia otro lugar.
El silencio fue abismal por un momento, pero después los novatos que nos protegían comenzaron a vitorear y a lanzar insultos por el aire hacia aquel par de jugadores que pensaron que podían invadirnos a placer. Sin embargo, habían estado equivocados.
— Hikari… —Zoey seguía en desacuerdo por la unión de Alecrán.
— Los quiero a todos de nuevo en la sala de reuniones —le ordené antes de que alegara más— Quiero discutir algo con ustedes, ahora. Tú… —le dije a un novato sanador que había estado cerca— Lleva al chico a que se cure, y asegúrate de que descanse bien.
— Gracias, Hikari —agradeció el chico de mata verde y salió fuera de mi vista.
Cuando estuvimos de nuevo en la sala, todos ya se encontraban en la mesa de caoba, excepto yo, que me gustaba mirar hacia el océano cuando las cosas no eran muy claras para mí. Sin duda el haber protegido a Alecrán había sido una decisión que me pareció correcta, pero los demás no pensaban lo mismo, o más bien, la mayoría.
— Hikari, no sé si sea lo correcto— Zoey seguía insistiendo— No… no es que quiera contradecir tus decisiones, pero no me parece…
— Alto —le ordené y levanté una mano— ¿Quién no confía en Alecrán? Levante la mano.
Tanto Zoey, Paul e inclusive Lectro levantaron la mano. Sólo eran tres. Los otros tres permanecieron en silencio, estando de acuerdo en mi postura.
— ¿Por qué no confían en él? ¿Qué es lo que temen? ¿Qué los asesine mientras duermen? Es un niño…
— No es un niño —Paul mantuvo la serenidad fría.
— Cierto —pensé. Aun su magia había estado a los límites, por lo que su imagen seguía sin ser la verdadera.
— Hikari, no me parece algo bueno que un chico llegue de la nada y que necesite milagrosamente de tu ayuda. No creo que esté diciendo la verdad —Lectro finalmente había hablado, sólo que lo hacía con mayor preocupación que la que Paul demostraba.
— Escuchen… a mi me pareció algo sospechoso al principio… pero ahora, después de haber contado su historia, sé que no miente. Sé que su líder lo está buscando.
— ¿Por qué estás tan segura? —cuestionó Barry— No es que no confíe en ese tipo, pero tal vez los demás tengan razón. Yo puedo inventarme una historia de esas en cualquier momento —el muchacho soltó un bufido al aire.
— ¿Y cómo explicas a los dos sujetos que llegaron a buscarlo? —Candice defendió mi posición.
Nadie dijo nada. Pero Paul insistió.
— Hikari… sabes que no hay que confiar en gente que llega así de la nada. Puede que te hayas tragado esa historia. Tal vez esos jugadores que vinieron a buscarlo son parte de la mentira… tal vez, puede que haya ideado muy bien esta gran mentira. Además, llegó muy malherido ¿No es así? Se supone que esa tal Cintia no le hirió casi nada… ¿entonces, por qué llego de esa manera?
— Puede que haya omitido la parte en la que su líder le dio una paliza —Barry rió.
— Pero las heridas son recientes —Kenny comentó— Como sanador puedo comprobarlo. Sus heridas eran recientes. Con el tiempo en el que huyó, trató de investigar dónde estaba nuestra guarida y el haber llegado hasta acá, sus heridas ya hubiesen sanado. O él miente, o le sucedió algo en el camino que no ha querido decirnos.
— ¿Lo ves, Hikari? —Zoey admitía contradecirme— Puede que ese muchacho no sea de confianza.
— Bueno… pero… pero ¿qué gana con tal de mentirme?
— Un espía —mencionó Paul inmediatamente— El chico puede hacerse pasar por un espía.
— ¿Un espía? —repetí exaltada.
— Hikari… no todos son buenos en el juego. Tú mismo nos lo dijiste cuando construimos este castillo. Nos dijiste que no debemos de confiar en nadie —mencionó el chico de cabellos púrpuras.
— Lo sé… pero… ¿por qué querrían espiarme a mí? No soy la más poderosa.
— Eso es lo que no sabemos —comentó Candice, a pesar de estar a favor de que Alecrán se uniera— Tal vez… alguien quiere espiarte desde cerca, y Alecrán podría ser el sujeto perfecto. El engranaje indicado.
— O tal vez —La mirada de Paul se tornó más fría de lo normal, pero mantuvo la seriedad del asunto—… alguien quiera atacarte cuando sea el momento preciso, Hikari. En un descuido de nuestra parte, el espía podría indicar cuándo estamos vulnerables y cuándo no. Ese sería el momento para que los aliados del espía puedan atacar y matarte. No a mucha gente le gusta ver cómo te vuelves fuerte entre mucha gente, y más si el premio podría ser la salvación de una sola persona.
Paul tenía razón. O alguien quería verme muerta, o simplemente Alecrán era un jugador inocente en busca de ayuda. No sabía qué decisión tomar, pero debía de tomarla rápidamente, porque era la líder y porque no había mucho tiempo. Sin embargo, seguía con la idea de que Alecrán no mentía. ¿Cómo… cómo es que sabía sobre Citron y sobre el mensaje que le dio? ¿Cómo es que sabía que tenía que buscar urgentemente a Satoshi?
— Escuchen —súbitamente, recargué mi frente sobre el cristal. Los demás se preocuparon, pero yo seguía sumida en mis pensamientos. Era momento de decirles. Sí… aún no había podido contarles acerca de que tenía una misión muy importante, y debía de cumplirla o Citron se decepcionaría—. Sigo pensando que Alecrán no es quien piensan que es. Hay algo… algo en su historia que me hace pensar que es verdad. Tal vez ustedes no lo hayan notado, pero él vino hacia acá para darme un mensaje, independientemente de que necesite o no mi ayuda. Él me dijo que el chico que había intervenido para luchar contra Cintia, necesitaba que yo encontrara a alguien. Necesitaba que encontrara a esa persona urgentemente, puesto que el tiempo se acababa. Al momento de oír eso de los labios de Alecrán, supe que era verdad, ya que nadie sabe más de esa misión más que ese chico y yo.
— Un momento… —Zoey estaba confundida— Tú… ¿Tú conoces al chico de la historia de Alecrán?
— Sí —asentí, y esta vez fui capaz de voltear a verlos— Su nombre es Citron; lo conocí antes de decidir el buscar a gente para el gremio, y es un beta que forma parte de una unidad secreta… muy secreta. Es llamada la Unidad Especial Online, y su misión es salvar a todos los jugadores, pero no pasando los cien niveles, sino investigando sobre cosas más específicas.
— ¿Qué…? ¿Qué cosas? —cuestionó Lectro.
— No lo sé. Lo único que sé, es que aquel chico, Citron sabe mucho acerca de un gremio secreto que está comenzando a matar gente, pero estos reviven al instante.
— ¡Es cierto! He oído los rumores —gritó Candice.
— Sí… y la descripción de Alecran sobre el gremio secreto y del casco que es capaz de matar a la gente pero sin matarla en realidad, encaja perfectamente con lo que Citron me ha contado. Inclusive tú lo conoces, Paul.
— Así es —aceptó el chico— Pero… pero no sabía nada sobre la UEO.
— Oh, ¿en serio? Bueno, no me sorprende. Esa organización trata de mantenerla lo más secreta posible.
— Bueno, Hikari. Pero… ¿cuál es tu misión? ¿Encontrar a ese tal jugador que dijo Citron? —Kenny estaba confundido.
— Sí… Satoshi. O como los demás le llaman, el Destello Eléctrico.
—Oh… ¡El chico que intervino en el Torneo Esmeralda, según los rumores! —comentó Barry y bufó— No sé que haya pasado con él, pero tiene desaparecido un buen tiempo ¿No es así? No se le ha visto desde esa vez.
— Hikari, odio que este idiota tenga razón—Lectro le apoyó.
— ¡OYE!
— …pero es cierto. Tal vez el Destello Eléctrico ya se haya salido del juego, o en su defecto, haya muerto.
— No… pero… pero yo tengo fe en que sigue vivo. Sé que sigue por algún lugar de estos —insistí.
— Bueno, tal vez esté por aquí, pero hay algo que no entiendo. ¿Entonces tú formas parte de la UEO? —preguntó la maga pelirroja.
— No… simplemente es un favor que le debo a Citron, pero… pero es más que eso. Es una misión en la que depende el juego entero. Después de todo, es una organización que trata de salvarnos a todos.
— Bueno, puede que te ayudemos a buscarlo —sonrió Zoey.
— Un momento —Paul seguía serio y me miró ésta vez con preocupación— ¿Eso significa que Alecrán es inocente? ¿Te tragarás toda esa historia que te ha dicho?
— No lo sé... Paul. A lo mejor, el chico es inocente.
— Pero…
— Paul… basta.
— ¡Hikari! —su tono de voz aumentó— ¡¿Cómo puedes estar tan segura?! ¡¿Cómo sabes que Alecrán no formó en realidad parte de ese gremio secreto, y sólo está haciendo su trabajo como espía?! ¡¿Cómo estás tan segura de que no se ha cruzado con Citron antes, o lo espió antes y por eso sabe lo que sabe?! ¿Cómo sabes si la verdadera intención de ese niñato no es nada más que matarte? Supongamos que el gremio de Alecrán y ese tal gremio secreto son reales… Ese chico puede ser el enlace para que Cintia llegue hasta aquí… Puede que ella venga, y te asesine, para que no se pueda pasar el juego, porque tú eres una pieza vital en las mazmorras... No sé las verdaderas intenciones de ese gremio, pero sé que no son buenas como para que haya rumores de que ha habido jugadores que mueren y reviven. Piensa en las consecuencias, Hikari. Piensa en tu vida y en la de los demás…
El chico tenía razón. Por primera vez en mi vida sentía que no sabía qué hacer. Nadie le dirigió la contraria a Paul, ya que era un argumento muy válido y muy sabio de su parte. Él era un beta, y tenía más experiencia que todos ahí, y aunque yo era la líder, sabía que no debía de desconfiar en él.
— Y para que lo compruebes mejor… él está escuchando toda esta conversación —el beta llegó hasta la puerta, y la abrió de golpe. Ahí estaba un chico de mayor estatura, de tez pálida y con rasgos más definidos. Era Alecrán, y no supimos desde cuando había escuchado todo esto.
— Lo siento… yo… —no sabía qué decir, puesto que estaba muy avergonzado— Quería entrar para agradecerte de nuevo Hikari —el chico sonrió tímidamente y se rascó la cabeza nervioso.
— Descuida, Alecrán. Ya estábamos terminando.
Cada uno comenzó a salir por la puerta. Paul me dedicó una última advertencia y salió algo preocupado de la habitación. Cuando estuvimos finalmente yo y Alecrán a solas, el chico me miró algo nervioso.
— ¿Y bien? ¿Es cierto?
— ¿Perdón? —aun seguía en mis pensamientos como para poder prestarle atención.
— ¿Seré parte del gremio Diamante y Perla?
— Oh… sobre eso… —aun no sabía qué elegir. No sabía cómo hacerlo y qué pensar, pero no sé por qué demonios contesté—. Sí, Alecrán. Eres ahora un miembro oficial —el chico sonrió.
— ¡Genial! Ayudaré mucho. Lo prometo. Después de todo, soy un beta.
Aquello me sorprendió aun más, y me hizo arrepentirme aunque fuese un poco de mi decisión, pero a la vez, estar aliviada porque otro beta más se nos unía al equipo.
Después de unas semanas pesadas en donde nos encargamos de dos mazmorras que pudimos vencer con éxito, mis seis principales miembros me ayudaron en la tarea de buscar a Satoshi. Tardamos inclusive hasta dos semanas en buscar por todos los niveles, desde el Pueblo de los Inicios hasta el último nivel, que era el 19. Ni siquiera pude hallar una pista que lograra el identificarlo. Preguntamos desde los jugadores más experimentados, hasta los NPC´s que pasaban el resto del día en un mismo lugar. Nadie de ellos podía saber a ciencia exacta si habían visto a un sujeto de capa blanca, espada eléctrica y mata azabache junto con un Pikachu en su hombro. De hecho, ahora que lo recuerdo, tampoco sabía nada de Serena. Ella había desaparecido desde el momento en que me vio ahí, cuando se dio el anuncio mortal. Temí lo peor por algunos momentos, pero quería ser optimista y pensar que estaba bien… Que ambos estaban bien.
Lo que más me tenía preocupada era el qué decirle a Citron. No sé cuándo iba a volver a verlo, y no sé si estaba bien después de la lucha que tuvo con Cintia, si es que la historia de Alecrán era real o no. Por el momento, el chico se había comportado tan normal como cualquier otro jugador, pero en ocasiones podía ver que el chico sonreía nerviosamente, o se me quedaba mirando de vez en cuando. Tal vez sea inocente… pero también existía la pequeña posibilidad de que fuese algún tipo de espía, como Zoey o Paul me habían dicho.
Paul estaba molesto, y no me ayudó en la búsqueda de Satoshi. Él simplemente se quedaba dentro del castillo, cuidando sus propias espaldas y cuidando la base. Sinceramente, no podía reprocharle, pero tampoco era justo que se comportara de esa manera. Entiendo que vea por mi bienestar, pero también debía de respetar mis decisiones, ya que yo era la líder del gremio.
La puerta de mi habitación sonó tres veces. Mis pensamientos se vieron interrumpidos, y pronto me di cuenta de que había estado mirando el techo de mi alcoba durante todo este tiempo. Me tallé los ojos, a pesar de no tenerlos adormilados, y prendí la lámpara de mi buro. Me coloqué una bata para cubrir mi cuerpo en ropa interior y fui hacia la entrada. Cuando la abrí, me sorprendí al ver que Alecrán estaba ahí, con un cartel en su mano.
— Buenas noches, líder. ¿No la desperté?
— Descuida. He tenido insomnio.
— Entiendo… ¿Es por Satoshi, no es así? —me leyó los pensamientos. Cuando lo miré, unas ojeras se formaban sobre sus ojos, indicándome que él también sufría de insomnio, aunque no sabía si era por el miedo de Cintia o por alguna otra cosa más…
— Sí, aunque también por el estrés. Son muchas cosas —le sonreí—. ¿Qué sucede?
— Quería avisarle mañana, pero no supe si esto era urgente o no, así que más vale mencionarle esto desde ahora. Hoy, mientras nos separábamos y buscábamos a Satoshi por distintos lados, me di cuenta de que en el nivel quince habrá un gran festival —el chico me dio el cartel, donde había un anuncio acerca de un festival— Es el Festival Pokemon. Mucha gente asistirá. Puede que el Destello Eléctrico esté ahí. No se pierde nada con intentarlo. Será mañana.
— Gracias, Alecrán —le sonreí con preocupación— Lo pensaré.
— Piénselo muy bien, líder. Oh, y gracias de nuevo por aceptarme en su gremio y protegerme. Buenas noches… —el chico se retiró.
Me quedé mirando el cartel durante unos segundos, y después me quedé observando a Alecrán, que caminaba por un pasillo oscuro en el que poco a poco iba desapareciendo. Tal vez sea un chico inocente… pero no dejaba de pensar que seguía intrigándome su relato, su personalidad y la amabilidad excesiva con la que me estaba tratando. Tal vez quería ganarse mi confianza lo más rápido posible para dejar de sospechar en él. Tal vez, puede que la confianza sea el primer indicio para comenzar a ser vulnerable…
Sé que muchos pensaron que Alecrán se había unido directamente al gremio Rocket, pero en realidad no fue así. Sin embargo, ahora sí puedo preguntar con seguridad: ¿En realidad Alecrán se unió al Gremio Rocket? Bueno, nadie sabe sus verdaderas intenciones... o si Hikari piensa mal de él. Es todo un misterio, y se comprende que los demás desconfíen de él...
Finalmente aquí acaba lo que sucedió con Dawn mientras Ash y Serena jugaban a las escondidas. Ahora viene el tiempo presente... y no les esperan cosas buenas a ninguno de ellos. ¿Por qué? Bueno, saquen sus conclusiones. ¡Nos leemos!
Próximo capítulo: Vulnerabilidad
