¡Hola! ¿Qué pasa mundo? ¡Soy Jovat!... Nop, no soy Jovat, vine y me metí a su cuenta. Oh yeah, soy rebelde y malota, bueno ¿Quién soy? Soy Cata-Chan1, también soy usuaria de fanfiction y vine a dejar el capítulo mientras señor don Jovat está quien sabe donde viviendo la vida loca. Debería limitarme a simplemente dejar el capítulo pero me dieron permiso de responder review, realmente creo que no tendría sentido que yo respondiera review e.e pero trataré de hacer algo como las cosas que hace el autor.

Música recomendada por mi: bueno, ya saben que este capítulo se llama Ash y Dawn por lo que les recomiendo una canción para el momento, tal vez algunos la conozcan, otros no, pues salió en pokémon. Busquen DoriDori xD escuchen cuando quieran xD.


Capítulo 48

Ash & Dawn


La sangre salió súbitamente y se esparció por el piso. No me agradaba mucho el toser aquel líquido rojo, aunque no entendía por qué lo hacía si estábamos en un juego virtual. Costaba trabajo el pararme, y en ese entonces noté que mi vida había bajado instantáneamente a un 40%. Sé que no estaba completamente débil, pero habían bastado dos golpes de su parte para poder bajarme aquella cantidad. Comencé a preguntarme ¿quién era en verdad aquel tipo? ¿Y cuál era su objetivo?

Masato ya se había reincorporado, y ahora era él el que sonreía placenteramente.

— Lárgate —le dijo el sujeto al espadachín esmeralda, y éste asintió avergonzado y nervioso.

El espadachín nos dejó ahora a ambos en solitario, y cuando el tipo se acerco, me examinó de cerca y sonrió, pensé que iba a terminar conmigo, pero no fue así.

— ¿Acaso pensaste que ibas a vencerme? —su voz fría me intimidó— No lo creo.

— Anda, mátame ya —dije— Hazlo de una vez.

— No —negó lentamente— Sabes muy bien lo que te forzaré a hacer. Obedecerás mis órdenes… Te unirás al Gremio Rocket.

— Prefiero estar muerto. —nuevamente, escupí sangre sobre un charco mugriento.

— Si no lo haces, iré personalmente yo a cumplir tu deseo.

— ¿Qué?

— Así es. Iré con aquella persona de la que deseas vengarte y la mataré yo mismo.

— No… no sabes quién es. No tienes idea de quién pueda tratarse.

— Por supuesto que sé quién es. ¿O quieres que te diga su nombre?

— Anda, dilo —dije. Sin esperar a que se acercara, el sujeto se agachó a mi oído y pronunció el nombre. Mis pupilas se dilataron debido a la sorpresa, y pronto sentí un dolor más profundo en el corazón que en el abdomen donde me había dado el golpe.

— ¿Lo ves? Yo voy en serio. Ahora… ¿Te unirás al Gremio Rocket?

— Yo… —No era posible. ¿Cómo es que sabía quién era la persona de la cual quería vengarme? ¿Cómo? —Sí… yo lo haré.

— Excelente.

— Pero… pero cumplirás mi deseo.

— No tengas duda de ello —sonrió entre dientes, aun con el rostro cubierto por la capucha— Así que bien, tendrás que cumplir tu primera misión desde ahora.

— De… de acuerdo —finalicé, sabiendo que no tenía otra alternativa.


No sé cómo lo hice, pero esquivé uno de sus ataques. A lo mejor lo hice debido al entrenamiento constante al que me había sometido. Sin embargo, sus ataques no eran de subestimar. La velocidad con la que lanzaba sus flechas era tan impresionante, que me costaba trabajo el moverme con agilidad. De un momento a otro, comencé a correr con mi espada eléctrica hacia ella. La muchacha notó aquello, y empezó a lanzar a diestra y siniestra flechas que iban hacia mi posición. En un ágil movimiento me agaché y después di una voltereta sobre el aire y seguí corriendo como si nada hubiese pasado; entonces, pude acercarme a ella y en vez de lanzarle un tajo eléctrico, la tiré al suelo. Dawn cayó de espaldas y en el acto soltó su arco. Lo pateé lejos de ella para que no pudiese alcanzarlo, y al final le apunté con mi arma.

— Se terminó —dije sabiendo que yo había ganado la batalla.

— ¿Seguro?

Sin haberlo imaginado, la chica me pateó los pies para perder el equilibrio. Caí soltando mi arma, pero en vez de caer de espaldas, caí sobre la muchacha. Ambos estábamos uno frente al otro, y comencé a mirarla avergonzado, ya que estaba muy cerca de ella. Demasiado.

— Creo que es un empate —dijo con un sonrojo.

La chica no se apartó, pero yo lo hice súbitamente. No quería avergonzarme más. Recogí mi espada y le alcancé su arco. Estaba muy exhausto, pero ella parecía seguir con energía. Pronto, mi Pikachu y mi Charmander habían llegado hasta mí para indicarme que habían terminado también con su batalla. El Prinplup de Dawn y uno de sus nuevos Pokemon que no había mostrado, Buneary, un conejo de pelaje marrón con un pelaje esponjoso amarillento sobre sus largas orejas, fueron también hacia la entrenadora y la abrazaron.

— Bueno, tal parece que nuestros Pokemon también están algo exhaustos —mencionó.

— Sí, eso parece —dije.

— Y tú también parece que estas cansado ¿No es así, Ash? Me decepcionas.

— ¿Qué? No estoy cansado. Aun tengo bastante energía.

— Pues tu respiración no dice lo mismo.

Al notar que había estado respirando con dificultad, traté de calmarla, pero había sido demasiado tarde.

— Pues… pues es que me has estado… ¡esclavizando! Sí… eso es.

— ¿Qué? —rió.

— He estado entrenando más duro que tú.

— Eso no es cierto —refunfuñó.

— Claro que sí. No he podido descansar.

— Ni siquiera puedes hacer los ejercicios que yo hago en las mañanas. No has podido siquiera levantarte en las madrugadas para entrenar.

— Oh… pues… pues… —dije sin alguna excusa en mente— Pues yo puedo hacer tus ejercicios sin ninguna dificultad.

— ¿Acaso me estás diciendo que eres más fuerte que yo?

— Soy un beta. Todos saben que soy más fuerte que tú, Dawn.

La muchacha rió como si se tratara de una broma.

— Apuesto a que no eres más ágil, fuerte y resistente que yo. Eso lo puedo asegurar.

— ¿En serio? Yo no digo lo mismo.

— ¡¿Qué te parece si escalamos la meseta, sin nuestra aura?! El primero que llegue hasta la cima es más fuerte.

— Oh, me parece bien —mencioné.

Y así habían pasado estas dos largas semanas de entrenamiento. Constantemente nosotros discutíamos sobre quién era más fuerte. A veces, nos poníamos retos tan imposibles, que no creí que los hiciéramos. Sin embargo, a pesar de que eran discusiones absurdas, me servían mucho de entrenamiento. Quiero decir, los retos que cada día nos poníamos eran tan difíciles y extremos, que gracias a ellos comenzaba a sentir que el duro entrenamiento rendía sus frutos.

Y también, poco a poco, conforme pasaban los días, no sé por qué, pero Dawn comenzaba a agradarme más. Era una chica que no dejaba de sorprenderme. Tan valiente, tan atrevida… tan segura de sí misma. Inclusive, gracias a ella dejaba de pensar aunque fuese por algunos momentos en todos esos malditos problemas en los que pensaba diario. Y aunque pareciera increíble, me hacía dejar de pensar en Serena, que por el momento no sabía dónde se encontraba, o si Mirto lo habría capturado y asesinado.

Hikari y yo habíamos recorrido las orillas de la gran laguna por los límites de la meseta. Cuando finalmente nos colamos entre el estrecho riachuelo por donde el lago se escapaba, estábamos entre dos grandes muros abismales que parecían no tener fin hacia arriba. Su altura era tan voluminosa e increíble, que inclusive las nubes no rebasaban la misma cima. No sabría decir con exactitud el momento en el que podríamos llegar, si es que lo lográbamos.

— ¿Estás segura de esto? —le dije, con algo de miedo en mi interior.

— ¿Qué? ¿Tienes miedo de no lograrlo? Te podrá servir como experiencia.

— ¿Experiencia?

— La derrota, me refiero. Perder siempre sirve de experiencia —sonrió.

— Pues tú eres la experta en esa clase de situaciones ¿No? —le devolví la broma, y se puso seria.

— Entonces hagámoslo.

El riachuelo sonaba tranquilamente detrás de nosotros, pero el eco de las pequeñas piedras que caían sobre el gran muro del acantilado interminable parecían no estar tan calmadas. Sabía que era algo arriesgado, pero debía de hacer esto para mostrarle a Dawn que no era cualquier tipo de debilucho.

Y súbitamente, comenzó la carrera. La chica empezó a escalar con suma destreza y velocidad. Por mi parte, aun estaba sobre el suelo, pero cuando coloqué una mano sobre una saliente, y después coloqué la otra sobre una más alta, la adrenalina hizo el resto del trabajo. Poco a poco, comencé a escalar con cuidado y dificultad. Dawn iba más adelantada, pero por el momento eso no me importaba. Lo único que no quería era caer, y llegar a la cima era lo importante. ¿Quién dijo que era más importante el llegar en primer lugar?

— ¡Parece que serás el perdedor! —su voz produjo un eco que tiró más diminutas rocas impregnadas en el muro. Aquello me hizo enfurecer, y súbitamente, comencé a escalar con más velocidad de la que lo había hecho al principio. Entonces, el entrenamiento que estuve realizando comenzó a notarse. La velocidad mejoraba, la fuerza con la que agarraba las rocas también mejoraba, e inclusive un gran salto que realicé para agarrar otra saliente también había mejorado. El sudor invadía mi vista y mi frente, pero no había tiempo para ello. Debía de ganarle a Dawn, que poco a poco comenzaba a alcanzarla. Las ampollas comenzaban a presentarse sobre las palmas de mi mano, y la capa blanquecina empezaba a ondear sobre un viento frío y peligroso. Las nubes me cubrieron de repente, y de un momento a otro, noté que Dawn había desaparecido entre la neblina, a pesar de estar cerca de mi posición. La vista empezó a ser más difícil para ambos, pero con el simple tacto del muro podía escalar sin dificultades.

Después de unos minutos tratando de escalar, los brazos me empezaban a arder, así como mis pulmones. Necesitaba descansar, pero eso sólo lo hacían los débiles. Eso sólo lo hacía la gente que no se esforzaba.

Y pronto, después de unos momentos de martirio para mi cuerpo, noté la cima delante. Sonreí de felicidad, y aquello me motivó aún más para poder llegar ileso a la cima. Sabía que si hacía algún movimiento en falso, iba a caer e iba tal vez a quedar inconsciente. No lo sé. No había tiempo para pensar en ello, sólo en ganar.

Faltaban algunos metros. Poco a poco iba sintiendo la luz de un gran sol que se asomaba sin ninguna nube que lo cubriese. Noté que habían pasado minutos… inclusive horas desde que comenzamos a escalar el muro. Las manos me sangraban, pero eso no me importaba. El sudor ya ni siquiera se asomaba por una frente empapada.

Faltaba menos de lo que había imaginado. Sólo un par de metros. Sólo unos…

— ¡Sí! —mencioné, cuando sentí la cima sobre una de mis manos. Cuando mi cuerpo estuvo totalmente completo sobre la cima, noté que el ambiente era desértico. La meseta era una planicie rocosa con fisuras tan grandes como por la que habíamos estado escalando. Me impresionó el ver que aquellas mesetas no eran nada más que un desierto rocoso por el cual deambulaban ríos pequeños sobre las fisuras en donde las nubes se colaban. Ahora entendía por qué Citron había elegido aquel lugar para escondernos. Era como alguna especie de oasis nuestro escondite. Nunca me iba a imaginar que en medio de un desierto rocoso y seco se iba a encontrar un lago hundido entre el gran abismo de las altiplanicies, por donde deambulaban ríos fríos y tranquilos al final de las decenas de fisuras anchas que partían aquellas llanuras desérticas en islas.

Después de un momento a solas, noté que Dawn aun no aparecía siquiera por entre las nubes. Quería volver hacia aquella neblina para notar si ella estaba bien, pero tenía la seguridad de que ella seguía escalando. ¿O no?

— ¡Dawn! —grité, pero no recibía respuesta por parte de la chica— ¡¿Estás ahí?!

Debía de escucharme. El eco que mi voz produjo se extendía por todo el desierto; era imposible que no me escuchara. ¿Pero por qué no recibía alguna respuesta? A menos… a menos de que…

— Oh, no. —mencioné y pensé que tal vez estaría en problemas.

Me coloqué de nuevo sobre el muro de la fisura, y comencé a descender, pero antes de hacerlo, una voz me había detenido.

— ¿Qué pasa? —la chica sonrió.

Nunca me había dado cuenta de que ella estaba detrás de mí. Ella había llegado inclusive primero que yo. La muchacha rió tiernamente, y me avergoncé por lo sucedido.

— ¿A dónde ibas? —siguió riendo.

— Yo… yo… ¡Eso no importa!

— ¿Pensaste que seguía ahí abajo? —preguntó con una sonrisa.

— No, no, no. Sólo… sólo que…

— ¡Tuve que esperarte más de lo que pensé, Ash! Me decepcionas —rió y se tapó la boca para ocultar su risa.

— ¿Qué? No… tú… es decir, yo… yo llegué antes que…

— Perdedor.

— Pero…

— Perdiste.

— ¡Basta…!

— Lo siento.

— ¡Apuesto a que no puedes conseguir un colmillo de un Gyarados! —dije finalmente.

Miramos hacia el lago, que parecía muy diminuto, pero en realidad tenía más Pokemon acuáticos de los que podríamos haber imaginado.

— Claro… si es que lo encuentras —dije.

— Bueno, tendré que demostrarte que conseguiré el colmillo antes que tú.

— Pero… pero debemos de bajar de nuevo por…

— ¿Quién dijo que tenemos que escalar de nuevo la meseta? —pregunto, y súbitamente, la chica comenzó a correr por para aventarse desde la cima.

— ¡Alto, Dawn! —dije sorprendido, pero mis advertencias no sirvieron de nada.

La chica se aventó por el gran barranco como si fuese a aventarse un gran clavado.

— Maldita sea —mencioné y miré la gran altura a la que estábamos— Lo que tengo que hacer para entrenar…

Y sin pensarlo, con algo de miedo en mi interior, comencé a correr hacia la orilla, y me aventé. Sentí súbitamente un gran revuelco dentro de mí. El estómago comenzó a hacerme cosquillas, y cerré los ojos debido al vértigo que estaba sintiendo en esos momentos.

Cuando sentí el chapuzón brusco sobre mí, el agua helada me abrazó bruscamente. Abrí los ojos, y Dawn se encontraba saliendo a la superficie. La imité, y tomé una bocanada de aire.

— ¡¿Estás loca?!

— ¿Qué? No había otra forma de llegar de nuevo hasta aquí —rió, y en ese momento comenzó a tratar de hundirme. Yo comencé a pelear con ella y ahora era yo la que intentaba hundirla. Su actitud de chica valiente comenzaba a odiarla, pero ¿por qué me reía en vez de sentir odio? ¿Por qué cada vez que ella me ganaba en algún reto, me sentía orgulloso de ella, en vez de decepcionado de mí?

Ambos nos hundimos sobre el lago, pero ella comenzó a nadar lejos de mí. Sin pensarlo, la seguí para hundirla aún más. Su nado era más rápido que el mío, y pronto noté la presión del agua sobre mi cabeza. No podía seguirla… mi cuerpo y mis pulmones no eran capaces de seguirla. Pero… pero entonces el entrenamiento no serviría de nada. Debía de hacerlo.

Nade aun más. Alcancé una de sus piernas, y me aferré a ella. La chica volteó, y se quedó flotando ahí, en medio del agua. Varios Pokemon acuáticos comenzaron a observarnos, pero ninguno pensaba en atacar y ni atacarían. Dawn se quedó ahí, mirándome de una manera extraña. Sus ojos eran igual que la laguna, pero eran distintos… eran más hermosos y coloridos. La chica sonrió, y comenzó a acercarse a mí. Noté un leve revuelco en mi estómago, debido a los nervios. ¿Qué sucedía? ¿Por qué me sentía tan bien al lado de ella? ¿Por qué… por qué comenzaba a acercarme más a ella? Nuestras manos se tomaron, y sonreí. Por primera vez en mi vida, me olvidé por completo de todo lo que me había atormentado alguna vez. Por alguna razón, aquella chica, a pesar de haberla conocido en la vida real, y haberla conocido realmente hace algún par de semanas, me hacía olvidar de todo.

Antes de que sucediese alguna otra cosa, la peli-azul miró hacia otro lado. Había encontrado finalmente a un Gyarados, que estaba deambulando por el inmenso lago. La chica se impresionó, y salió a la superficie de nuevo para tomar una gran bocanada de aire y sumergirse otra vez para alcanzar al Pokemon. Yo la imité, y comenzó una carrera de nado para ver quién era más rápido y quién era el primero en llegar hacia él.

La chica ganó, nuevamente. Sólo que esta vez, cuando montó a un Gyarados distraído, el Pokemon empezó a forcejear y a nadar tan rápido, que yo sólo fui capaz de sujetarme de uno de sus bigotes. Su velocidad era impresionante, y el agua empezaba a lastimarme el cuerpo, debido a la inercia de ésta. No podía observar si Dawn seguía sobre su lomo, pero sabía que seguía ahí. Entonces, el Pokemon acuático salió a la superficie con un enorme salto. Ahí… ahí fue cuando fui capaz de notar sobre su hocico uno de sus colmillos. Ahí, fue cuando solté su bigote, y fui directo hacia su boca. No me importó si aquel Pokemon me comiese, o algo por el estilo. Cuando entré por completo a su hocico, el Pokemon la cerró y me dejó en una oscuridad completa. El hedor de su boca me revolvió el estómago de una manera asquerosa. Me sujeté de su lengua, que quería tragarme a como diera lugar. Y ahí, con ayuda de la luz de mi espada eléctrica, alumbré uno de sus colmillos. Tiré de él con tal fuerza, que se arrancó y pronto lo obtuve entre mis manos.

Pero de repente, la oscuridad de su hocico desapareció, remplazándola por destellos brillosos. El Pokemon desapareció y pronto comencé a caer, hasta que aterricé bruscamente sobre el césped. Me golpeé en la cabeza, y un gran moretón se hizo presente enseguida.

— ¡Ash! —Oí mi nombre sobre el aire— ¡Ash! ¡Ash!

Dawn corrió hasta mi posición. Supe enseguida que la chica había matado al Gyarados. Lo había matado porque pensó que el Pokemon me había devorado.

— ¡Ash, ¿estás bien?!

Me hice el muerto. Quería ver si en verdad estaba preocupada por mí, o sólo eran actuaciones falsas de su parte.

— ¡Responde, Ash!

Y entonces, con los ojos entreabiertos, pude notar que Dawn iba a tratar de empujar con sus manos mi pecho, para sacar toda el agua dentro de mí.

— ¡Espera, espera! —dije finalmente, y abrí los ojos— Estoy bien… estoy bien.

Tal vez, en mi subconsciente, quería que la chica me salvara de otra manera. Tal vez, de respiración de boca a boca. Pero eso era un pensamiento ridículo. Sí… lo era. Ella jamás lo haría.

— Pensé que… pensé que el Gyarados…

— No, no me tragó —sonreí al ver que estaba preocupada— Un momento… ¿Tú? ¿Preocupándote por mí?

— ¿Qué? No, ¿cómo crees? Yo… yo sólo pensé que…

— Oh, vamos. Sé que te preocupaste por mí.

— Bueno, tú también lo hiciste en la cima ¿Lo recuerdas?

— Eh… no… no es cierto. Sólo que…

— ¿Sólo que qué? —dijo, con una sonrisa placentera.

— ¡Nada! ¡Ésta vez gané yo! —Y le mostré el colmillo del Gyrados— Finalmente lo hice…

La chica no se molestó.

— Eso lo puede hacer cualquier persona —dijo egocéntricamente— Pero nadie puede vencerme en una batalla Pokemon.

Nuevamente, otro reto se hizo presente en lo que llevaba del día. Ahora, este reto era más serio. No podía darme el lujo de perder esta vez, o toda mi reputación desaparecería, aunque bueno… mi reputación de hecho ya ha desaparecido desde hace mucho tiempo.

— ¿Listo? —me dijo, mientras su Buneary adoptaba posición de ataque.

— Pikachu, creo que es tiempo de que le demos una oportunidad a Charmander ¿No te parece? —el roedor asintió, y Charmander sonrió— Bien, Charmander. ¡Estamos listos, Dawn!

— Entonces… que comience el combate —mencionó.

Súbitamente, el Buneary de la muchacha comenzó a correr por la llanura verdosa, a una velocidad que no pude describir. Sin embargo, mi Charmander ya no era aquel debilucho que había encontrado en la cueva. Él había cambiado y ha mejorado durante estas dos semanas. Sé que lo ha hecho.

— ¡Lanzallamas! —ordené.

El Pokemon lanzó una llamarada que Buneary esquivó saltando hacia un lado. El césped dejó rastros de fuego que no se apagaron. Y en un abrir y cerrar de ojos, el Pokemon conejo saltó muy alto. Su agilidad fue tan rápida, que pronto se multiplicó por el aire, sin saber cuál era realmente el Pokemon original. Antes de que le ordenara a mi Pokemon que lanzara algún poder para acertar al verdadero enemigo, la docena de Bunearys fue directo hacia el Charmander con sus orejas como eje de ataque. Cual verdadero proyectil, el Pokemon se estrelló directamente hacia mi Pokemon de fuego. Una nube de polvo se levantó por el ambiente, y mi Pokemon estaba tirado en un suelo donde el césped había sido reemplazado por un suelo terroso, hundido e irregular debido al gran ataque del Pokemon conejo. La vida de mi Pokemon bajó un 20%, así que con ese simple ataque no sería suficiente para derrotarlo.

— Muy impresionante, pero se necesita más para derrotarme —confesé— ¡Charmander, pantalla de humo!

El Pokemon envolvió súbitamente todo el ambiente en un humo grisáceo y denso, que el Pokemon tipo normal no pudo hacer otra cosa más que confundirse.

— ¡Sal de ahí! —ordenó Hikari, pero el humo siguió expandiéndose hasta cubrir a la entrenadora que comenzó a toser.

— Ahora… hazlo —susurré.

La chica supo a lo que me refería, por lo que sin siquiera pensarlo, corrió fuera de la pantalla de humo y observó lo que mi Pokemon estaba a punto de hacer. El Charmader lanzó una llamarada hacia la nube de humo que seguía por el lugar, y sin dejar respirar al Pokemon conejo, que no sabía si había sido alcanzada por la llamarada, mi Charmander saltó y se colocó sobre el manto de humo.

— ¡Usa Golpe de Fuego varias veces!

Y como si se tratara de alguna pirotecnia, mi Pokemon comenzó a lanzar varias bolas de fuego que explotaban al instante en tocar suelo. Docenas de esferas de fuego invadían la nube de polvo, donde el Pokemon de Dawn seguía atrapado. Cuando terminó el ataque, mi Pokemon se situó frente a mí, esperando a que algún ataque por lo menos le hubiese dado.

La nube de humo se disipó, y a pesar de todos los ataques de Charmander, la vida del Buneary sólo se había restado un 30%. Me di cuenta entonces que el Pokemon de Dawn había utilizado Aguante, cubriéndose con sus orejas resistentes.

— Bien hecho, Buneary. Ahora, utiliza Ataque Rápido.

La nube de humo restante fue sacudida por el súbito movimiento del Pokemon que fue directo a taclear a mi Charmander. Éste salió disparados varios metros, hasta que por poco y se introducía al lago, pero pudo detenerse clavando sus garras sobre el suelo. Sin embargo, antes de que pudiera reincorporarse por completo, el Buneary estaba frente a él, y bastó un golpe con una de sus orejas sobre el vientre del Charmander para que saliera disparado hacia el lago.

— ¡No!

El Pokemon se hundió en el agua, y pronto, sabía quela flama de su cola se había apagado al instante. Corrí hacia el lago, y no me importó mojarme de nuevo la ropa. No podía permitir que el Pokemon se muriera y desapareciera. No podía permitir perder de nuevo contra Hikari. No podía permitir que me humillase de tal manera. Era un beta, y debía de tener a mis Pokemon de la mejor forma. ¿Cómo pensaba derrotar a Mirto, o a Cintia, si ni siquiera era capaz de derrotar a una novata?

Me sumergí sobre el lago, y a lo lejos pude ver una silueta hundirse hacia el abismo del lago. Pero lo que vi a continuación, me paralizó en mi lugar. Pronto, aquella silueta oscura, que en la punta de la su cola no tenía una pisca de fuego, comenzó a brillar. El brillo fue tan cegador, que iluminó hasta los rincones más oscuros del lago. Los Pokemon salvajes observaron cómo la silueta brillaba, cambiaba de forma, y una gran llama comenzó a emanar de su cola, a pesar de estar sobre el agua.

Salí a la superficie, y noté que la silueta saltó del lago a una altura impresionante, y aterrizó detrás del Buneary, causando un temblor mínimo que todos pudimos sentir.

— Charmeleon… —nombré feliz de lo que había sucedido.

Ni siquiera necesite el ordenarle algo. El Pokemon supo inmediatamente que debía de atacar. Levantó una de sus garras, y golpeó con tal fuerza al Pokemon de Dawn, que rodó por toda la llanura hasta estrellarse contra uno de los pocos árboles que había sobre el llano.

Buneary cayó con dolor, pero el Charmeleon ya estaba en su posición; levantó a su enemigo con sus garras, y lo lanzó al aire. El hocico del Pokemon se prendió con fuego, y saltó para morder al Buneary con un Colmillo Ígneo que mandó al Pokemon tipo normal de nuevo a estrellarse con fuerza sobre el césped. Y cuando sucedió aquello, bastó con un lanzallamas que fue imposible de esquivar para un Buneary que apenas si se había estrellado contra el suelo.

El Pokemon desapareció entre destellos, y tanto Dawn como yo quedamos impresionados por el gran poder que el Charmeleon tenía. Puede parecer algo egoísta de mi parte, pero nunca pensé que aquel Charmander débil que había encontrado en el nivel 15, tuviera tal poder.

Después de aquello, el día pasó muy rápido. Estaba feliz de haber vencido a Dawn, que finalmente aceptó la derrota, pero había estado más alegre porque mi Charmander había evolucionado. Sin duda, estaba volviéndome fuerte, o mejor dicho, estaba retomando el nivel que había tenido desde hace mucho. La noche cayó poco después; Dawn y yo armamos una fogata, ya que no queríamos estar con Trip dentro de la cabaña, debido a que era muy incómoda su presencia. El sujeto no había hablado desde hace mucho, y cuando lo hacía, sólo era para darnos advertencias u órdenes. Aquel sujeto sí que era frío y misterioso, al igual que la mayoría de las personas que he conocido en el juego.

El fuego de la fogata, producido por mi Charmeleon, iluminó el centro de la llanura, donde Dawn y yo nos encontrábamos sentados sobre un tronco que habíamos cortado de uno de los árboles. El frío difícilmente podía pasar sobre el calor de la hoguera que nos abrazaba, pero a pesar de ello la oscuridad de la noche seguía sin parecerme adecuada y segura. En cualquier momento Mirto o alguien podría atacarnos por sorpresa. Sin embargo, sé que eso no pasaría con un miembro de la UEO aquí. Sólo mi mente y mis miedos pensaban cosas que me preocupaban en vano.

Ambos habíamos estado muy callados. De hecho, desde hace algún par de días no habíamos hablado de nada importante. Tal vez era el momento… ¿pero de qué hablar?

— ¿Te sabes alguna historia de terror? —mencionó Dawn repentinamente.

— Eh… No lo creo. No suelo escuchar historias de terror —confesé.

— Oh, ya veo —dijo avergonzada— ¿Nunca has escuchado alguna? ¿Ni siquiera te han contado alguna tus amigos o tus padres…?

— Yo… —me sentí más avergonzado que nunca. No quería decirle que no tenía amigos, y que mi madre no solía hablarme de nada más que de huir de la casa donde mi padre nos amenazaba y hería a mi madre. No quería volver a recordar el pasado.

— Bueno… está bien. Yo tengo una historia de terror —sonrió, mientras masticaba un malvavisco que había estado calentando al fuego— Y es sobre este juego.

— ¿De verdad? —me impresioné.

— Oh, sí. Se dice que en algún nivel ronda un Pokemon siniestro. Nadie lo ha visto, o eso es lo que se quiere creer. Los que lo ven, no regresan con vida para contárselo a los demás.

— ¿Y quién es ese Pokemon?

— Su nombre es Darkrai. Los rumores dicen que deambula por las noches en un nivel al azar, y en los rincones más inhóspitos, en los pueblos menos conocidos del juego, Darkrai aparece y elige a un jugador en específico.

— ¿Un…un jugador?

— Sí. A ese jugador, le pasarán cosas horribles. Pero lo más impresionante de todo, es que esas horripilantes cosas sólo sucederán en sus sueños. Se dice, que Darkrai se alimenta de las pesadillas de los jugadores, y que la pesadilla en la que te mete es tan aterradora, que nadie sobrevive para contarla. Tal vez, y no digo que sea cierto, puede que Darkrai deambule por aquí —la chica sonrió al ver mi rostro de miedo— Y puede… puede que esté cerca de nosotros. Tal vez hoy en la noche, te elija a ti o a mí, y te sumerja en tus peores pesadillas.

Me quedé en silencio. Aquella historia, a pesar de no ser cierta, por alguna razón me había dejado sorprendido y paralizado de miedo. ¿Tal vez sea porque me imaginaba las pesadillas en las que podría haber estado? ¿En enterarme de que mi madre era torturada por el Gremio Rocket? ¿En ver cómo Mirto asesinaba a Serena? ¿En ver que el Gremio Novato resurgía de la muerte para matarme? No quería ni pensarlo.

— Patético —una voz se oyó sorpresivamente detrás de nosotros. Me sobresalté, pensando que era Darkrai, e instintivamente tomé la mano de Dawn debido al miedo. Ella se sonrojó, pero yo estaba más impresionado por la presencia que había a nuestras espaldas. Era Trip, que había salido de la cabaña para tomar aire fresco.

— Oh, y veo que tú tienes una mejor historia de terror, supongo —opinó Dawn, que a pesar de haberse sorprendido por tomar mi mano, no la soltó.

— No querrán oírla —confeso, y el chico se colocó en frente de nosotros, y se sentó sobre el césped.

— Vamos, escúpela —dije súbitamente.

— Bien, pero no digan que les advertí —dijo fríamente—. Antes que nada, quiero que sepan que esta historia es real, y que lo que les voy a contar, es lo que yo mismo presencié —ambos quedamos en silencio, en espera de la historia— Bien. Antes de que descubriera PBO, o mucho antes, incluso de que se inventara algo como el mundo virtual, había un sujeto que vivía muy feliz. El sujeto eran tan feliz, que inclusive cada que lo veías y decías algo, se reía como si disfrutase de tus palabras. Su risa era tan contagiosa, tan agradable y sonora, que mucha gente a veces se preguntaba que por qué vivía de esa manera tan positiva y alegre. El tipo lo tenía todo: familia, dinero, felicidad, amigos. Su vida no podría ir más perfecta, pero como sabrán, a veces la vida no es tan buena como se dice ser. Yo, Trip, era amigo del hijo de aquel tipo alegre. Podría decirse que era uno de sus mejores amigos, y cada que veía a su padre, tengo que admitir que esa felicidad que irradiaba era contagiosa. Sin embargo, la vida le presentó un suceso cruel: Una noche, yo salí con su hijo a una fiesta. A altas horas de la noche, mi amigo y yo nos regresamos juntos caminando a nuestras casas, puesto que ambos vivíamos muy cerca uno del otro. No obstante, yo estaba muy cansado, por lo que rechacé el acompañarlo hasta su casa, y me fui a la mía, dejando solo a mi amigo, a pesar de que faltaban unas calles para que llegara a su hogar. Al día siguiente, me enteré de que él había muerto, producto de un asalto. Me entristecí mucho, pero poco a poco supe que no había sido mi culpa, sino que fue más una circunstancia desafortunada. No obstante, no podía decirse mismo de aquel sujeto alegre. Su felicidad se desvaneció desde ese momento, y por si fuera peor aún, descubrió que su esposa le estaba siendo infiel, inclusive antes de que ambos tuvieran a su hijo difunto. La risa de aquel sujeto no volvió a escucharse como antes; ahora, cada que decía alguna oración, reía tan brusca y sarcásticamente, que se podía notar un odio y tristeza a simple vista.

Y entonces, llegó PBO. El sujeto, a pesar de ser un adulto, se sumergió en el mundo virtual, para poder olvidarse de todo. Por algunos momentos pensó en suicidarse, pero prefirió jugar el juego sin importarle nada más. Pero poco después… en la versión beta… un jugador misterioso lo incitó a hacer cosas terribles, y a mostrar su lado más oscuro. Desafortunadamente, yo tuve que cruzarme en su camino un día en la versión beta. Lo que me extrañó fue que no cambió su apariencia durante el juego, por lo que supe enseguida que se trataba de él. Le confesé que yo era el amigo de su hijo, y que tenía que recapacitar sobre salir del juego y seguir con su vida. Es decir, el jugar un juego virtual para un adulto como él no iba a ser la solución para poder superar al muerte de su hijo. Sin embargo, él no escuchó, y ambos luchamos en una batalla devastadora. Él me venció, y desde ese momento no he podido volver a hablar con él, pero sé que poco a poco tanto su odio como su fuerza han estado incrementando. Lo peor de todo… es que el sujeto misterioso que llevó al padre al lado oscuro, le prometió traer de vuelta a su hijo. Lo sé, un deseo imposible de realizar, pero el padre, a pesar de saber que tal vez sea imposible traer un muerto de vuelta a la vida, sigue manteniendo unas esperanzas ciegas y difíciles de mantener.

— ¿Y quién es el padre? —pregunté, sabiendo que tal vez podría ser quien estaba pensando.

— Mirto —nombró, se paró del césped, y regresó a la cabaña, dejándonos a mí y a Dawn sorprendidos.

Primero, no supe qué creer. ¿Realmente aquel chico había enfrentado a Mirto, y lo conocía en la vida real? ¿En verdad nos estaba contando el pasado de Mirto y el por qué se había unido al Gremio Rocket? Dawn me volteó a ver, y asintió.

— Bueno, eso fue algo extraño —confesó, aun agarrándome de la mano; cuando se percató de ello, la soltó al instante—. Lo siento.

— No hay cuidado —le dije, pero seguía algo sorprendido por lo de Mirto, y aunque no quería confesarlo, tenía algo de miedo.

Ambos nos quedamos callados, disfrutando de las chispas que la fogata realizaba, y del frío abrumador que a veces nos rodeaba. Me quedé observando a Dawn; sus ojos brillaban y desprendían aquel haz de luz índigo característico en ella. De hecho, su armadura, su capa, su cabello… todo era tan azul y brillante, que me cegaba. No obstante, a pesar de todo eso, lo más brillante fue la sonrisa que esbozó al voltear a mirarme repentinamente.

— ¿Te cuento otra historia de terror? —preguntó a lo que yo asentí. Bajó la cabeza algo entristecida—. Bueno… hay una niña que lo tenía todo. Dinero, amigos, mansiones, lujos. Todo lo que pudieras imaginarte. Su infancia la vivió con muchos lujos, sobre una mansión que era de sus padres. Lo único que le faltaba eran ellos, precisamente. Ni siquiera los veía, debido a sus viajes de negocios, y tenía la sensación de que no se preocupaban por ella. La chica se retiró de la mansión, para poder estudiar la preparatoria en Ciudad Luminalia, pero supo que fue un error al irse a vivir sola. Si sentía que sus padres no le hacían caso a su hija, mucho menos lo harían cuando ella se alejase de ahí. Lo peor de todo, es que ni en su mismo cumpleaños sus padres pudieron presenciarse ante ella… sólo… sólo mandándole cartas de felicitación y regalos innecesarios. Ahora, la chica, a pesar de tener muchos amigos, realmente nunca había sentido el amor verdadero de un padre. Y bueno… después descubrió el juego… y a pesar de ello, los extraña y quiere volver con ellos, porque sabe que ahora estarán preocupados por ella, dentro de algún hospital y esperando a que su hija regrese a la vida.

La chica terminó, y no necesite preguntar de quién se trataba. Su rostro decía más que mil palabras, y no sé por qué lo hice, pero fue mi turno de contarle mi historia de terror, aunque no estaba seguro si lo que hacíamos era contar historias de terror.

— Había un chico… que vivía con sus padres. Su madre lo amaba mucho, pero no podía decirse lo mismo de su padre. Un día, de hecho, todos los días, su padre llegaba ebrio a la casa, y la violencia se hacía presente. Sin embargo, a pesar de todo, su madre siempre protegía al chico incluso si le costara la muerte. Un día, la madre y el chico decidieron escapar, pero el padre pronto los encontró. La madre se sacrificó por su hijo, y se entregó al padre, mientras el hijo huía de él. Ahora, el chico está escondido en Ciudad Luminalia, yendo a la escuela y viviendo en una casa, pero sinceramente se sentía más solo que nunca, puesto que nunca ha tenido amigos, su madre no está con él y ha hecho el ridículo varias veces en el instituto, sobre todo cuando trataba de confesarle sus sentimientos a alguien. Entonces, descubrió PBO, y ahí se olvidaba de todo. Tenía prohibido pensar en la realidad mientras estaba ahí, pero supo entonces, que era un cobarde por no afrontar los problemas. Pero un día… un día un sujeto lo amenazó con que tenían a su madre secuestrada. Tal vez sea su padre, tal vez sea algún otro sujeto, pero el punto fue que forzó al chico a unirse al Gremio Rocket. El chico hizo cosas muy malas, y de las cuales se ha arrepentido de hacer, pero lo hacía por su madre. Con el tiempo no pudo soportarlo, y traicionó al sujeto, sin importarle que lo tuvieran bajo amenaza. Ahora, lo único que desea es saber si su madre está a salvo, salvar a todos los jugadores a pesar de que lo odien, y por lo menos… encontrar a alguien que realmente lo quiera —cuando dije aquello último, pensé en Serena.

Estuve cabizbajo, y esperé a que sucediera algo. No supe con exactitud qué esperar, pero me quedé ahí, sin hacer nada que estar en silencio. Le había contado a Dawn todo mi pasado, y sentí que en ese momento iba a pensar que era un sujeto extraño y tímido. Sin embargo, la chica me tomó de nuevo la mano, y ésta vez la entrelazó entre sus dedos. Su piel era suave y fría, pero me sentí a gusto cuando hizo aquello.

— Quiero regalarte algo —dije instantáneamente, tratando de evitar el sonrojo en mis mejillas. Abrí el menú de mi juego, y de ahí saqué el colmillo del Gyrados, pero también había sacado una pequeña bolsa enrollada con una cuerda. Ella extendió las manos muy confundida, y cerró su mano izquierda en torno al colmillo, y la derecha en torno a la pequeña bolsa. Cuando la abrió, había varios trozos pequeños y medianos de diamantes que relucían a la luz de la fogata. Ella se impresionó por el brillo de los diamantes, pero yo me sorprendí por el brillo de sus ojos, que eran más hermosos que cualquier diamante.

— Ash… yo…

— Es diamante puro. Lo obtuve en la versión beta. Bueno, he obtenido muchas cosas en la versión beta, y aún las tengo guardadas dentro de mi inventario. Sin embargo, el diamante que obtuve es muy difícil de conseguir… y bueno, sé que si combinas el colmillo de un Gyarados con el diamante, obtendrás flechas poderosas.

— No… no sé qué decir —susurró aun atónita— Gracias.

— Dawn —nombré— No estás sola. Sé que tus padres te aman, y sé que ellos están preocupados por ti ahora.

— Soy una tonta —confesó— Me siento una idiota al ver que has tenido un pasado más triste que el mío. Ash… lo siento… tu madre, ella está bien. Sé que lo está.

La chica sonrió, y nuevamente sentí un retortijón en el estómago. La muchacha se comenzó a acercar, y pronto sentí su respiración. Cerró los ojos, y de un momento a otro, estaba tocando mis labios con los suyos. El beso duró un par de segundos, pero yo sentí que habían sido largas horas donde no me preocupaba de nada. Sus labios, fríos como el viento, pero húmedos como la laguna, me hicieron devolverle nuevamente el beso, ésta vez acompañado de mis manos sujetando su delicado rostro pálido.

Cuando nos separamos, la chica se notó algo preocupada. ¿Qué acaso no había estado bien lo que hice? O mejor dicho, ¿lo que ella hizo?

— Lo siento, Ash… —dijo al instante— Yo… no sé lo que acabó de hacer.

— Dawn…

— Sé que Serena y tú traían algo. No quisiera intervenir entre ustedes —antes de que la sujetara para que se quedara, se fue de ahí, dejándome nuevamente solo en medio de una hoguera que estaba a punto de extinguirse.

— Idiota —me insulté, sabiendo que no había sido correcto el besarla— Maldito idiota —me levanté furioso y comencé a pisar la hoguera, mientras gritaba de dolor debido al quemar de mi pie. En ese momento, quise que Darkrai viniera por mí y me tragara en sus pesadillas. Me lo merezco.


Yo les contaré una historia de terror.

Era un día como cualquier otro para un chico común y corriente. Este chico escribía fanfic y un día tuvo que dejar a otra persona que publicara sus historias, lo que no sabía fue que cuando volvió se encontró... ¡Con que su nombre de usuario era Unicornio del Poder y tenía la imagen de una Mariposa coqueta como avatar!

Me despido, yep, nos vemos el próximo capítulo xD

Próximo capítulo: El verdadero objetivo