Es algo irónico que haya puesto en el transucrso de día en Facbeook que iba a publicar le capítulo a las 9pm hora de Méxic, y vean lo impuntual que soy xD Por lo menos cumplo. Ok no u.u Prometo ser más puntual, sólo que hoy llegué tarde a mi casa y ya ven el resultado. También cree una cuenta en Twitter para los que no usan mucho Facbeook, donde pueden encontrarme como PBOFanfic :)

Poker Knight: Qué bueno que haya sido tuc apítulo favorito. Y el Treecko, pues tendrás que esperar a si vuelve a aparecer o no. ¡Saludos!

baraka108: Los Pearl me odian ): jaja. Este capítulo será calmado... Ya ves que dicen "Después de la calma, viene la tempestad".

Crimson Striker GunFire: Pues si quieres pon primeor todos los videos y ya al final lees los capítulos sin interrupciones. Ahí ya depende del lector xD ¡Saludos!

Larekin: Pongo un capítulo de relleno para darle calma al fic, y si no te gusta, eres libre de saltarte este capítulo. Y Serena desapareció de la faz de la tierra, se lo tragó el mismísimo Darkrai. No... ella está en algún lugar de PBO haciendo algo que no diré hasta que sea el momento.

Kuroi: Entra en tu top 10 de capítulos ¡QUé alegría! xD ¿Cuáles son tus otros 9 capítulos favoritos, que yo no lo sé? ¿O cómo van organizados? Tortugas Ninja xDDD Lo que no sabes, es que Rafael, Leonardo, Michellangelo y Donatello están disfrazados de Treecko xD Y ánimo, las matemáticas no son tan difíciles, sino no estuviera estudiando ingeniería xD Saca un 10 en honor a Ash.

MatchMon: ): Qué tienes ocntra Serena. Juro que volverá más fuerte que nunca ¿O más débil? :( ¿O estará muerta? ¿QUÉ MIERDAS PASÓ CON ELLA? *Mil años después el equeleto de MatchMon yace en una silla debido a que esperó siglos sentada a ver cuando aparecía Serena*.

jorgelatina148: Ya la hice, gracias por la sugerencia :)

FreyliaRK: En efecto, Ash tendrá un momento único y especial con cada una de las Pokegirls. Por alguna razón no me gusta en el romance que sea un beso cualquiera en un momento cualquiera, y creo que a nadie le gusta ese tipo de cliché. Aunque pobre May, ese momento especial fue presenciado por Ash y el guardia xDDDD Muchas gracias por tus comentarios, que sean largos o no, siempre los aprecio. Después de todo, como bien dices, no es una competencia de a ver quién deja el review más largo. C: Por cierto, no le diste like a la página ):

Bueno, sin más los dejo con este capítulo, que aunque es relleno, ya verán que vale la pena leerlo. Si deciden saltarlo, bueno... se perderán de algo que el fic no tiene muy a menudo: comedia.


Capítulo 69

Aventuras en Ciudad Subterránea


"[VIDEO 1] Smile For Me - Sword Art Online Music Extended (Sí, dura 15 min, así que si se hartan de la canción pueden cambiarle a la que quieran)."

.

.

El cuento de Citron

¡Ah! Qué bien se sentía entrar a una taberna y lo primero en hacer era pedir una cerveza bien fría. Me senté en la barra donde varios de nosotros tomaban apaciblemente, aunque el ambiente era algo tranquilo y eso me desanimaba un poco.

Como sea, estas dos semanas han sido un tanto aburridas en Ciudad Subterránea. No ha habido nada interesante. ¡Nada! Sólo el dar de alimentar y beber a los prisioneros por lo que nos hacíamos pasar, pero hasta eso era molesto y aburrido. Y vaya que odiaba mi nombre de avatar.

— ¡Hey, Ricitos de oro!

Una voz me nombró a mis espaldas. ¿Quién demonios se atrevía a hablarme de esa manera? ¡¿Quién osaba nombrar así al jugador más fuerte y magistral de todos los tiempos?! ¿Eh? ¡¿Eh?!

Al voltearme, un sujeto de capucha, sin pedir permiso alguno, se había sentado en la silla que estaba a un costado de mí. Si dudarlo pidió el mismo trago que yo estaba bebiendo y entonces suspiró.

— Ahhh… —su voz era ronca, con flemas y algo más que no pude identificar— En mis tiempos… Oh, si… en mis tiempos no hacíamos este tipo de celebraciones.

— ¿En sus tiempos? —cuestioné confundido.

— Sí, sólo soy un viejo. Un viejo arrugado y maloliente.

— Eh, no tiene que dar detalles —sonreí asqueadamente, y por un momento ya no quise tomar la cerveza que tenía enfrente, pero no. Era un pecado el dejar algo sin terminar, y más una bebida.

— Escucha, jovencito —el sujeto se quitó la capucha. Su tez era tan arrugada como él mismo había mencionado, pero una vasta capa de bello grisáceo le cubría la mayoría parte de sus mejillas y mentón, e incluso pude notar que la gran barba espesa y maloliente llegaba hasta sus piernas; lo hacía parecer sabio, y la túnica púrpura le irradiaba un atisbo de misterio y sabiduría, aunque esa calvicie más brillante que mi propio futuro lo hacía ver cómico en algún sentido—… Hoy… justo hoy, se está celebrando que una mazmorra más ha sido vencida. Increíble ¿No?

— ¿Y eso qué?

— Bueno, cuando yo tenía tu edad… tenía tu edad.

— Oh, vaya. ¡Qué sabio de su parte! No sabía eso —mi voz irónica lo hizo molestarse. Poco después rió como si yo fuese el del chiste, pero entonces tosió hasta que noté que había escupido varias flemas combinadas con cervezas y trozos de los que me arrepentí ver.

— Lo que quiero decir… —tosió de nuevo, tosió y tosió otra vez. Pensé que la sangre iba a emanar de su boca, pero sólo era cerveza que había tomado— Oh, diablos. Ésta tos me está haciendo sentir más viejo.

— ¿Más? —Bufé e intenté disimular la risa con una mano— Usted es más viejo que mi abuela en sus tiempos de sordera y ceguera.

— ¿En qué estaba? —miró hacia la nada, ignorando mi comentario— Oh, sí. En mis tiempos hacíamos celebraciones más dignas. Esto no es nada comparado con las fiestas que disfruté hace algunos ayeres.

"Hace algunos ayeres"… ¡JÁ! Querrá decir "Hace algunos milenios".

— Se equivoca. Yo creo que en sus tiempos sólo danzaban la macarena y jugaban al juego de las sillas. Sus tiempos anticuados no se comparan con los tiempos actuales, donde la gente disfruta la vida con un buen tarro de cerveza. ¡¿No es así, compañeros míos? —grité, pero cuando lo hice la gente se me quedó observando como si fuese alguna especie de Pokemon insecto asqueroso.

— ¡Já! Chico, sin duda eres muy gracioso —el viejo se tocó la barba con los dedos índice y pulgar— Mira qué animados se ven. Sin duda alguna con mi magia los haría desaparecer a todos en un santiamén y aun así yo solo podría dar un mejor ambiente a esta taberna que tú y tus demás compañeros.

— ¿Magia? ¿Quién te crees que eres?

— Soy Bond. James, Bond.

— ¡Agh! ¡Cállate viejo estúpido! Ni que tuvieses algún tipo de magia. ¿Qué clase de jugador eres?

— Soy un NPC.

— Sí claro —miré hacia sus estadísticas. ¿Qué hacía un anciano jugando PBO? Su nombre real era… era…

Mi risa comenzó a invadir el ambiente y escupí la cerveza por la nariz. ¡Su nombre! ¡El más gracioso que había visto jamás! Me tiré al suelo e intenté que el vientre no me doliera de tanta risa que había de por medio.

— ¿De qué te ríes? Soy un mago. Un gran mago reconocido por todos.

— Un mago con un nombre ridículo —dije entre risas.

— Pero por lo menos sé magia oscura —cuando dije aquello, mi risa se detuvo en milésimas de segundo, y a las siguientes milésimas me encontraba frente a sus narices, mirándolo incrédulo.

— ¿Qué has dicho?

— Un mago oscuro. Sé magia oscura, Ricitos de Oro. Puedo matarte incluso aquí y ahora.

— ¡Já! Esa no se la cree ni Caperucita Roja.

— ¿Quieres ver?

Asentí.

— Pero te advierto: Una vez que haya hecho magia oscura, no podré detenerme. ¿Estás seguro de que quieres ver lo que emana de las palmas de mis manos? Podrías estar en riesgo alguno. Te advierto que yo, el mago de Oz, no podrá parar una vez comenzado.

¿Mago de Oz? Este viejo comenzaba a irritarme.

— Sí, sí. Qué va. Hágalo, viejo.

Y entonces, el sujeto comenzó a concentrarse lo más que pudo, cerrando los ojos y alzando los brazos escuálidos que tenía encima de la túnica púrpura. Pocos segundos después, un gran estruendo salió de su trasero. Un olor más horripilante de lo que había creído empezó a inundar el ambiente.

— ¡Oh, viejo idiota! ¿Qué has hecho? —me tapé la nariz, aunque noté que un par de jugadores a mi lado se habían desmayado instantáneamente.

— Yo te lo advertí —sonrió entre la espesa barba, mientras jugador a jugador iban desmoronándose en el suelo de madera brillante. Incluso pude notar que un tablón de madera comenzaba a podrirse.

— ¡Oh, patrañas! ¡Usted no es un mago verdadero!

— Sí que lo soy. He vencido a más de 1000 Pokemon e incluso a Arceus en carne y hueso. No me subestimes.

Y súbitamente, retrocedí una docena de pasos hasta pegarme en la pared de la taberna, con las pupilas dilatadas a causa del terror.

— No… —mi voz comenzó a ser temblorosa— Es… ¿Es en serio?

— Y no sólo eso, sino que yo mismo he vencido a varios jefes de mazmorras sin ninguna ayuda. También sé sobre magia oscura… la más oscura que te puedas imaginar. En cuestión de segundos alguien podría morir con mi magia; no me subestimes, muchachito.

— ¿Q-qué…? ¿Q-qué diablos…?

La enfermera Joy, que era la encargada de la taberna, se llevó las manos a la cara molesta y dio un suspiro, aunque yo no sabía por qué.

— ¿Quién diablos eres, viejo? —Le cuestioné.

— Soy Gandalf, el mago Gris.

— ¡¿Qué?! Pero si tu túnica es púrpura.

— Oh, vamos. No le creas a ese tipo —llegó un jugador que había escuchado la conversación— Todo es mentira.

— Oh, bueno —suspiré aliviado— Ya me la había creído entera.

— Y he matado al mismísimo Lugia en persona.

— ¡DIABLOS, ESTE VIEJO ES INCREÍBLE! —Grité asustado e impresionado a la vez.

Mucha gente se llevó la mano a la cara, aunque no supe por qué.

— Bueno, ¿y qué es esto? ¿Un funeral? Aún no he muerto, muchachitos —rió el viejo, aunque poco después tosió un par de veces más hasta que escupió inclusive una pokeball. Todos miramos asqueados, pero él siguió como si nada hubiese pasado— ¡Esto es una celebración! ¡Ricitos de Oro, te reto a una competencia de cerveza!

— Vaya, vaya, viejo —sonreí— Puede que hayas matado a varios Pokemon Legendarios, pero en esta ocasión tengo más experiencia en competencias de bebida que tú. Además, también tengo experiencia en hacer inventos, pero eso lo deje en el pasado.

— ¿Por qué?

— Bah, digamos que no era lo mío.

Y comenzó la competencia. Una, dos, cinco, seis, catorce, dieciocho tarros de cerveza. Rayos… este viejo era increíble.

— Tgú… Tgú… egstás hashiendo trrampa —decía mientras miraba a dos viejos al mismo tiempo— ¡¿Quién rayosss eres?

— Soy Saruman, el Blanco —dijo con toda la tranquilidad del mundo.

— ¡Ngo… ngo… Tú nombre es… es…! —Pero antes de decir su nombre ridículo, caí rendido en el suelo, desmayado al igual que todos los que estaban ahí. El único sobreviviente del juego era el viejo, que yacía solitario ante una multitud ahogada en alcohol. Inclusive la enfermera Joy estaba en un rincón durmiendo con rubor en sus mejillas.

— Diablos —decía el viejo suspirando. No supe si aquello era una pesadilla, pero pude notar que ese viejo hacía algún tipo de magia, ordenando las mesas, limpiando los tarros y rearmando la posada destruida, a causa de la fiesta que tuvo lugar hace algunas horas, con una magia en la que flotaban las cosas. Poco después, el viejo sonrió y salió de la posada, con un aura oscura rodeando su mano. Al instante siguiente, el viejo había desaparecido.


El cuento de Roxanne.

— …y es muy interesante, porque sientes la adrenalina fluir por tu cuerpo y sobretodo la pasión con la que haces eso. ¿Me entiendes?

Flannery no se callaba ni por un segundo. ¿Cómo le decía que necesitaba un minuto de silencio? Ni siquiera en las horas libres que teníamos vagando por Ciudad Subterránea podía estar tranquila; sólo lo único que escuchaba era su voz, sus risas y la pasión con la que decía las cosas. Poco a poco la chica empezaba a irritarme.

— Y lo mejor de todo sobre el malabarismo es que las varas de fuego y tú se vuelven uno mismo. ¡¿Acaso eso no es apasionado?!

— Sí, sí —bufé y soplé uno de mis mechones que cubría mi frente.

— Oh, vaya que lo es —se me adelantó mientras caminábamos por las calles de Ciudad Subterránea, con nuestros uniformes púrpuras y grisáceos. Cuando quedé a sus espaldas, se detuvo y me volteó a ver muy emocionada— ¡Se me ha ocurrido una idea! ¿Por qué no intentas el hacer malabarismo? ¡Es fascinante, no te miento!

— Yo… —de verdad quería decirle que se callara. Aquello lo había repetido enésimas veces desde que llegamos a la ciudad; no sabía cuánto iba a soportar el que repitiera aquello una y otra vez— No sé…

— ¡Oh, Roxanne, vamos! Llevamos mucho tiempo aquí y aun no me creo que no hayas podido hacerlo. Cada noche vemos en el evento de malabarismo de la ciudad que el malabarismo es fascinante.

— Sí, hemos ido muchas veces. He perdido la cuenta —fingí felicidad, aunque no lo hice muy bien.

— ¡De verdad que sí! ¡Y los Pokemon de fuego también son fascinantes! ¡Si te dieras cuenta de que el malabarismo es sumamente emocionante, porque sientes la adrenalina fluir por…!

Y ahí iba de nuevo a repetir lo que escuchado millones de veces. Mi ira no pudo contenerse por un momento, así que exploté de rabia.

— ¡Ya! ¡BASTA! —La pelirroja se impresionó— ¡BASTA ¿QUIERES?! ¡Lo he escuchado muchas veces! ¡¿Es que no te das cuenta de que eres molesta?! ¡No me importa tu estúpido malabarismo! ¡A nadie le importa! Deja ya de decir cosas que a nadie le importan.

La moza de pronto desdibujó aquel semblante sonriente. Miró hacia abajo y se quedó en silencio, sin saber qué decir.

— No… no quise… —sabía que me había pasado. No debí hablarle de esa manera, ni mucho menos decirle lo que pensaba sobre ella— Flannery…

— No. Está bien. Tienes razón, soy una persona molesta.

Y entonces, corrió hacia el frente, mientras yo me quedaba paralizada en mi lugar, arrepintiéndome sobre lo que había dicho, mientras le daba una patada a un barril que estaba a un costado de la calle, a pesar de que los segundos siguientes fueron de mucho dolor para la punta de mi pie.

Las horas siguientes que transcurrieron en el día las pasé muy mal. Mi cabeza lo único que pensaba en las palabras hirientes que le había dicho a Flannery. Cargué varias cajas y las traspasé a varias casas, y así fue durante varias horas en mi jornada laboral, pero lo único que hacía era en pensar cómo pedirle perdón a la muchacha. Cuando hubo terminado mi turno, supe en dónde iba a poder encontrar a la pelirroja.

La noche había caído, y las antorchas habían envuelto el ambiente en una tonalidad añil, pero había un lugar en la ciudad donde la luz era anaranjada e irradiaba un ambiente de fervor y júbilo. Cuando llegué, vi varios jugadores cenando sobre varias mesas de mármol colocadas al aire libre, con muchas plantas y macetas inundando los alrededores, y frente a ellos se encontraba un escenario en el que NPCs danzaban al compás de varias antorchas que lanzaban una y otra vez, al lado de sus Pokemon de fuego.

Cuando terminaron una de sus danzas, la gente los ovacionó con aplausos. Todos aplaudían, o eso quería pensar; Flannery era la excepción, encontrándose en una mesa solitaria, con la cabeza gacha y sin siquiera aprestar atención a las danzas de fuego. La pelirroja posaba su mirada en el plato de comida solitario que había en la mesa. Sin duda, estaba triste por mis palabras hirientes.

Suspiré, y me encaminé hacia el frente. Cuando uno de los NPC notó que me había subido al escenario, se sorprendió. Tomé el par de varas de madera que estaban apagadas y desprendían un hilo de humo. Le indiqué a uno de aquellos Pokemon que prendiera ambas antorchas, y cuando lo hizo, un aura de calor abrazó mi rostro. La gente se quedó en silencio y entonces me entró un pánico escénico, pero éste se desvaneció cuando noté que Flannery estaba extrañada al verme aquí.

Y comencé con el espectáculo. Lancé una antorcha, y cuando lancé la otra ya tenía la que había lanzado sobre mi mano. Al principio fue fácil, pero cuando de la nada, uno de los NPC me lanzó una tercera vara con fuego, la cosa se complicó y perdí el equilibrio. Las antorchas cayeron y dos de ellas se apagaron, pero la tercera quemó mis ropajes y empecé a gritar por lo bajo hasta que uno de los NPC me envolvió en una cubeta fría de agua. Mi cabello húmedo azabache me cubrió la vista y también lo hicieron las burlas que comenzaron a surgir por los aires.

— ¡Apestas! —oí entre la multitud.

— ¡Ridícula!

— ¡¿Por qué mandaron a una chica inútil?!

Pero con todo el valor del mundo, fruncí el ceño y me levanté para hablar.

— Tienen razón. Apesto en esto del malabarismo, pero le prometí a alguien que debía de intentarlo, porque ella es mi amiga y me interesa mucho lo que haga. Si ella… —la miré de reojo, aunque por primera vez me importaron los sentimientos de alguien—… Si ella tan sólo me perdonara, podría intentar subir conmigo al escenario y enseñarme cómo es que se hace esto con pasión.

Y entonces la miré fijamente. La chica sonrió y sin dudarlo volvió a su rostro de antes: apasionado, feliz y emocionado. La muchacha no dudó y subió hacia el escenario, donde me brindó una de sus antorchas.

— Estás perdonada —rió, a lo que yo la imité. Me sentía rara riendo; la mayoría del tiempo perdía mis casillas o estaba irritada, pero al reír me sentí bien— Aunque la gente tiene razón: apestas en esto.

— ¡Bah! Al menos lo hago con pasión.

— ¡Así se habla!

Y a pesar de que era una basura en esto, Flannery comenzó junto conmigo el espectáculo, donde la chica comenzó con tres, cuatro, cinco antorchas, hasta que noté que ella y el fuego eran una misma. Por primera vez vi que la chica tenía razón: la pasión es la responsable de hacerte feliz.


"[VIDEO 2] The First Town Sword Art Online Music Extended"

El cuento de Ash

Estuve a punto de comerme el moco que tenía sobre mi dedo. Es que todo era tan aburrido mientras vigilaba las calles que estaba a punto de hacerlo, pero cuando oí los llantos molestos de un niño un tanto cerca de mi sitio, me sorprendí e interrumpí lo que iba a hacer. Me acerqué hacia él con mucha amabilidad, preguntándole qué es lo que le sucedía.

— No… No encuentro a mis hermanas —lloraba como si fuese a acabarse al mundo.

— Tranquilo. Si quieres puedo ayudarte a encontrarlas. No han de estar muy lejos —le sonreí. Cuando de ayudar se trataba, y más si se trataba sobre la familia, siempre quería ayudar a la gente.

El chico se limpió las lágrimas y sonrió. Su tez era morena, sus cabellos azabaches y tenía los ojos azules. De cierta manera me recordaba a mí de pequeño porque se parecía tanto a mí, aunque no en el color de los ojos. Como sea, nuestra búsqueda comenzó abandonando mi puesto, pero se entendía porque había surgido un problema en medio de la calle, y era la misión de un vigilante el ayudar a las personas de la ciudad. No paso mucho tiempo cuando el pequeño entró en confianza conmigo, y empezó a hacerme la plática.

— Soy Wally. ¿Tú quién eres?

Estuve a punto de decirle mi nombre real, pero por nada del mundo tenía que decirlo.

— Craig —respondí en seco, mientras caminábamos.

— Un gusto. ¿Puedo hacerte una pregunta?

— Claro, pero antes dime cómo son tus hermanas.

— Oh lo olvidé. Ellas… bueno, ellas son estúpidas, horribles y odiosas.

— Me refiero a su físico.

— Agh, son horribles —sacó la lengua y prosiguió— Pero como sea, lo que quería preguntarte era cómo era tu vida antes de PBO.

— Oh bueno… era algo complicada —suspiré.

— ¿A qué te refieres?

— Vivía solo y no tenía muchos amigos. Estaba algo solo, pero ahora me puedo considerar alguien con un poco de amigos.

— ¿Tenías novia?

La pregunta me avergonzó. Mi rubor y sudor se comenzaron a presentar.

— ¿Qué?

— Que si tenías novia.

— ¿Y eso a ti qué te importa?

— Sólo preguntaba.

— No, no tenía.

— ¿Y ahora?

Este muchacho comenzaba a ser molesto.

— Tampoco. Bueno, no lo sé.

— ¿No lo sabes? ¿Qué quieres decir?

— Que no lo sé. Las cosas han sido complicadas.

— ¿En qué sentido?

— He estado con tres personas a las que quiero mucho, pero no sé a cuál amar y…

— Bah, mujeriego.

— ¡¿Qué?!

— Lo que has oído.

— No soy mujeriego, maldito bastar…

Pero antes de terminar el gran insulto en el que había pensado, el semblante del chico cambió a uno de júbilo. Inclusive uno de mis puños iba a darle un golpe en la cabeza y por un momento pensé en abandonarlo en medio de la nada para que él solo se dedicara a buscar sus hermanas horripilantes sin ayuda alguna. No obstante, cuando levanté mi mirada hacia cinco siluetas que sonreían y se alegraban a ver a Wally, mi corazón palpitó fuertemente y mi rubor se hizo mucho más notorio.

Cinco mujeres de grandes pechos, curvas lujuriosas y poco uniforme en su cuerpo saludaban al inocente niño que se acercaba a ellas. Cada una de ellas tenía tanto sus cabellos como los ojos de diferente color: una de ellas tenía la mata y orbes azabaches, con una tez morena y suave; otra era una rubia con ojos miel, y abrazó al chico inundándolo en sus pechos grandes; otra tenía los orbes castaños al igual que su cabello corto; la cuarta era pelirroja y tenía los ojos añiles, mientras que la última, de cabellos ondulados esmeraldas al igual que su mirada.

— ¡Hermanas! —gritó Wally. Yo pasé saliva por mi garganta.

— ¡Oh, Wally! —mencionó la pelirroja— ¡Estábamos muy preocupado por ti!

— Sí, sí. Miren, hice un nuevo amigo. Me ayudó a encontrarlas.

— ¿De verdad? —la de tez morena y cabellos azabaches alzó la mirada hacia un estúpido imbécil chico tímido que ya estaba escapando. Ese era yo… Diablos.

— Él es Craig. Es un chico molesto, pero ¡Bah, es buena persona!

¿Molesto? ¿Qué rayos? ¡Tú eres el molesto!

— H-ho… —quería saludar, pero su extrema hermosura no me dejaba. Era como si cinco ángeles caídos del cielo hubiesen llegado a saludarme.

— Hola, Craig. Gracias por ayudar a nuestro pequeño hermano. ¿De qué manera podemos agradecerte? —preguntó inocentemente la castaña, enseñando un poco de sus curvaturas.

— Y-yo…

— ¡Ya sé! ¿Por qué no viene a nuestra casa a cenar? Sería lo menos que podríamos hacer por él —opinó la rubia con una risa chillona, mientras agitaba sus pechos de un lado a otro. Mi rubor llegó hasta los límites, mientras la sangre me brotaba de la nariz a chorros.

— ¡Buena idea! —la de cabellos esmeraldas me tomó de la mano y comenzamos a ir hacia su casa, puesto que pronto iba a anochecer. Ni siquiera había dicho una sola palabra y estas mujeres ya me llevaban hacia sus aposentos. Doble diablos.

Llegamos y la casa era grande, pero ya estaba servida la comida. Cuando me senté en la mesa, las chicas y el pequeño Wally comenzaron a hablar de cualquier cosa, hasta que me dirigieron la palabra.

— Y dime, Craig —mencionó la azabache— ¿Qué te trae por aquí?

— Yo… no sé —intenté masticar mi comida y sonreí tímidamente. No sabía si mi rostro estaba sumamente rojo de la pena— Yo… sí. Este, sí. Steven, bueno, él es fuerte.

— Patético —susurró el pequeño niño y rió.

— ¡Wally! No interrumpas al chico que te ayudó —le recriminó la pelirroja.

— Steven es fuerte y por eso me quise unir. Sí… eso es —suspiré.

— Oh, nosotras también nos unimos por la fuerza del gremio —la rubia nuevamente saltó y sus pechos cubiertos por un diminuto corpiño grisáceos que hacía juego con su uniforme.

Mi comida fue manchada por el litro de sangre que salía de mi nariz cínicamente.

— ¿Estás bien? —me preguntó la de cabellos esmeraldas. Sus ojos eran tan hermosos que no me atrevía a mirarla fijamente.

— Sí, no es nada. Sólo que… mi nariz.

— Oh, pobre chico. ¿Y dime, hay alguna chica por ahí que te esté enamorada de ti? —La castaña me guiñó el ojo y nuevamente mi rostro se torno escarlata hasta que pensé que iba a explotar por el rubor.

— Yo… sí. Es algo complicado.

— Oh, no me digas, no me digas —quiso adivinar la azabache, que llegó hacia mí y estuvo a centímetros de mi rostro. Era oficial: estaba a punto de explotar de la vergüenza— Una chica te rompió el corazón.

— Yo…

— ¡Pobra Craig! —interrumpió la pelirroja— Ya sé. ¿Por qué no brindamos por ti? Una buena copa de vino te hará bien. Necesitas dejar todo en el pasado.

— Pero…

— Wally, ve por las copas y ve a tu habitación, que tú no puedes tomar a esa edad —la castaña le recriminó y el chico subió a su habitación reclamando, no sin antes traer las copas.

— Por Craig —la azabache levantó la copa y tomamos la copa entera, aunque yo fingí el hacerlo.

Sin embargo ellas siguieron. Perdí la cuenta de las copas que habían tomado y de las botellas que habían sacado de la estantería, hasta que pasaron un par de horas en las que hablaban de cualquier cosa y se reían de lo más mínimo que hiciera. Pero de pronto, cuando ellas habían perdido la cordura, las cinco… sí, las cinco comenzaron a insinuarme.

— Oh, Craig. Qué apuesto estás ¿No te lo han dicho? —la rubia saltó de nuevo y se acercó a mí con esos bustos que se agitaban y que me hacían sacar la sangre por una nariz irritada.

— Gracias, sólo que…

— Ni digas nada más; hablas mucho —la castaña de cabello corto rió y se acercó a mí, hasta que todas estuvieron a centímetros de mí, con su aliento con olor a vino sobre mi semblante enrojecido.

— Ven aquí, Craig —la pelirroja me tomó de la mano y la entrelazó con la suya.

Quise alejarme, pero era imposible.

— Tendremos que hacerte cosas malas —el rubor en las mejillas de la de cabellos esmeraldas era notorio, pero era por el alcohol.

— Dame un beso, Craig —la azabache confesó.

Cerré los ojos. No había escapatoria.

Cuando los abrí, fue como si las cinco se hubiesen sincronizado: estaban tiradas en el suelo, con las botellas de vino esparcidas por toda la sala, y sus ronquidos comenzaron a inundar el ambiente. Una estaba sobre la otra y otra sobre las demás, en una posición extraña y con un hilo de baba saliendo de sus bocas. Suspiré de alivio y salí de la casa para huir de ahí a pasos lentos.

— Maldigo el día en que nací tímido —susurré y tenía razón: sólo a mí, a un tímido idiota con las mujeres, le pasaban estas cosas sin sentido.


El cuento de May

¡Ahhh! De verdad extraño mucho el leer libros. No, no relacionados con PBO. Esos hay de sobra en cualquier información digital de algún monumento, posada o herrería. Como sea, hace mucho que no leo ninguna información del mundo real ¿Qué estará pasando?

— ¡Oh, es impresionante! —Oí decir a alguien, cuando levanté mi vista una multitud estaba reunida en las calles de Ciudad Subterránea, observando cómo una chica de cabellos rubios y de actitud modesta. Sin embargo, cuando paré en el camino para escuchar más sobre el tema, supe de lo que se trataba.

— ¡Es una sabelotodo! —mencionó uno de la multitud.

— ¡Cierto!

— ¿Qué año se hundió el titanic?

— En 1912.

— ¿Cuándo se creó el primer videojuego?

— En primer juego interactivo data del año 1947 creado por un tal Goldsmith.

La gente realizó susurros de impresión. Entonces, la siguiente pregunta fue lanzada al aire.

— ¡¿Cuál es el completo nombre de Dumbledore en los libros de Harry Potter?!

— Phineas Wulfric Brian Albus Dumbledore.

La gente nuevamente dio credibilidad a lo que había dicho, pero sabía yo que ella estaba equivocada por completo.

— Eh, lamento interrumpir, pero estás equivocada.

— ¿Eh? ¿Quién te crees tú para corregirme? Estoy bien, niña. Anda, fuera de aquí.

— Su nombre real es Albus Percibal Wulfric Brian Dumbledore.

La gente no sabía qué creer, hasta que uno de ellos lo confirmó.

— ¡Es cierto! ¡He recordado su nombre!

La gente entonces comenzó a alabarme, pero hice señal de que no era de mucha importancia.

— ¿Ah, sí? ¿Sabes mucho, eh?

Y súbitamente la pelea de preguntas lanzadas al aire empezó entre nosotros dos. La chica respondía unas preguntas y yo le seguía el juego hasta que la gente no supo quién podría llegar a ser la más lista. Respondíamos acerca de temas culturales, históricos, geográficos y de todo tipo de temas a los que la gente se les ocurría. La muchacha rubia frunció el ceño furiosa, hasta que finalmente decidió parar harta de que hubiese alguien que le hiciera competencia.

— ¡Ya basta! —gritó y la muchedumbre se extrañó por su actitud. Ella respiraba agitadamente debido a que estaba furiosa— Soy más lista que tú y que todos aquí.

— Como digas —reí por lo bajo— Eres patética.

Y las personas comenzaron a susurrar por lo bajo; aquellos cuchicheos molestaron más a la chica.

— ¡Oh, que ya basta! ¡No eres más lista que yo! Yo he leído más libros que todos.

— Sólo una persona arrogante se comportaría como tú lo haces —nuevamente reí irónicamente, y entonces la muchacha se molestó tanto que se acercó hasta mí con furia. Yo sólo sonreía de oreja a oreja, divertida debido a su actitud.

— Apuesto a que no eres mejor que yo.

— ¿Qué quieres hacer?

— Una competencia de comida. Nadie come más que yo.

— En eso te equivocas —levanté un puño hacia el frente, y entonces supe que el reto verdadero había comenzado.

Y súbitamente ya nos encontrábamos en el gran concurso de comida que se festejaba alrededor de Ciudad Subterránea. Varias mesas alargadas daban a mostrar platillos variados de comida, pero eran en grandes cantidades que mi estómago deseó comer por completo. Mucha gente se sentó en las respectivas sillas que se habían colocado a lo largo de la mesa, mientras mucha gente frente a nosotros observaba la competencia con suma atención. Un miembro del gremio Alma de Piedra estaba rebosante de júbilo y animaba al público, mientras gritaba con una voz potente que el concurso estaba a punto de comenzar.

— ¡Comiencen!

Lo primero que nos sirvieron fueron hamburguesas que aparecieron sobre nuestros platos como por arte virtual. La rubia comenzó a mordisquear la hamburguesa de una forma asquerosa, pero yo no me quedé atrás. De un solo bocado intenté comer hasta que después de un minuto ya no había nada en mi plato. La gente gritaba y alzaba los puños alabándome, aunque la rubia se molestó por ello. Acto seguido, otro platillo se hizo presente: una montaña de salchichas calientes desprendía un olor apetitoso, y con toda la rapidez del mundo comencé a comer las salchichas antes de que la rubia terminase con las suyas. Una, tres, diez salchichas. Mi estómago comenzó a inflarse, hasta que uno a uno empezó a desmoronarse sobre su silla y a rendirse, dejando sobras sobre el platillo y a punto de vomitar lo que se habían comido.

Y después de varios minutos, sólo quedábamos ella y yo. El último platillo apareció frente a nosotros: un gran emparedado de jamón y queso que medía más de dos varas de largo. Al mirar aquello, hice una mueca de asco, pero debía de ganar el concurso.

La rubia empezó a comer con lo que le quedaba de energía y de voluntad, al tiempo en que yo hacía mi trabajo. Un mordisco, luego otro; la gente me animaba y también a la rubia, disfrutando de la escena. El animador nos alentaba y los jueces se dedicaban a ver con suma seriedad, hasta que en un momento inesperado, la rubia cerró los ojos, con la comida aún sobre su boca, y de un segundo para otro, se desmoronó sobre el emparedado, embarrando tanto su rostro como sus cabellos claros. Ahora yo era la única sobreviviente, y debía de ganar mordisqueando lo último que quedaba sobre mi plato. Sin embargo, ya no podía; mi estómago me suplicaba a sollozos que ya no tenía que seguir comiendo, pero mi cerebro me decía lo contrario.

La gente gritaba mi nombre falso, levantaba los puños para alentarme y me animaba para terminar. Agarré el último trozo de emparedado y lo llevé a mi boca. Mis dientes masticaron como pudieron aquel último pedazo, pero lo difícil era tragarlo sin vomitar.

Tragué y abrí mi boca en señal de que todo había sido comido. Los jueces indicaron que era la ganadora, y el animador me dio una gran medalla dorada y reluciente que sujeté con debilidad. Las moronas estaban esparcidas por toda mi cara, y estuve a punto de desmayarme, pero miré a la rubia y le mencioné:

— Nadie come más que yo, y nadie sabe más de libros que yo.

Ella por supuesto no escuchó nada, puesto que estaba inconsciente sobre su lugar, con el emparedado aun cubriendo su rostro. Simplemente sonreí y levanté un puño en el aire, aunque poco después caí rendida con un estómago inflado sobre mi lugar.


[VIDEO 3] Tiny Love - Sword Art Online Music Extended

El cuento de Gary

— No quiero decir esto, pero hay alguien observándonos —le mencioné a White, que se sorprendió cuando le dije aquello.

Ambos estábamos disfrutando de un té caliente en Ciudad Subterránea, aunque cuando noté que una chica me miraba constantemente, comencé a asustarme. Pensé en llamar a Brock y N por si aquella chica planeaba atacarnos, pero recordé que ellos iban a distraerse un poco por la ciudad. En sí, estábamos teniendo un pequeño descanso en la ciudad, después de haber descubierto un par de mazmorras más. Brock opinó que necesitábamos tomar un pequeño descanso de un día, y aunque N no estuvo de acuerdo, yo le apoyé la idea. Inclusive les dije que en Ciudad Subterránea todos estarían celebrando debido a que una mazmorra más era superada, por lo que sería buena idea el tomar un descanso aquí. Sin embargo, mi verdadero objetivo era hacer contacto con Ash para ver cómo iba el rescate de Masato, pero al parecer nunca pensé que iba a ser imposible el encontrarlo a él, a Citron o a otro conocido suyo. Por consiguiente, decidí tomar un descanso con White en una casa del té, sin hablar sobre nada del pasado ni de lo que ocurría alrededor, ya que sabía que aquí había mucha gente que podría escucharnos. Y cuando noté que aquella chica me miraba con algo de misterio, supe que no me equivocaba.

— Al parecer alguien ya consiguió una cita. ¿Eh? —White me sonrió y rió por lo bajo.

— Cállate —me enfurecí— Puede ser una espía.

— ¿Espía? ¿De qué hablas? Se nota enseguida que está interesada en ti.

— Diablos, estás mintiendo —quise engañarme— Y no te atrevas a mirarla.

Ella volteó descaradamente, pero le sujeté el brazo, tirando un poco de mi té sobre la mesa.

— ¡Te dije que no voltearas! —grité.

Pero segundos después, cuando ambos estuvimos a espaldas de la chica, ésta apareció detrás de nosotros.

— Hola —al mirarla, noté que era una chica linda. Tenía la piel aceitunada, los ojos esmeraldas y un cabello corto castaño que le llegaba hasta los hombros. Su mentón era delicado y su nariz puntiaguda y muy bien definida. Inclusive pensé que era una de las chicas más hermosas que había visto en el juego, sólo que disimulé bien mis nervios.

— Hola —saludó amablemente White, mientras yo permanecí callado.

— Déjenme ayudarles —sacó un trapo de su bolsillo y limpió la mesa.

— ¿Trabajas aquí? —cuestionó White, debido a la actitud servicial de la chica.

— Así es —sonrió y me miró, sólo que desvié la mirada rápida y molestamente.

— Bueno, ya nos íbamos —intervine fríamente.

— Son 50 pokemonedas —mencionó la moza, con algo de nervios en su interior; podía presenciarlo.

— Aquí tienes —sonrió White y se levantó de su lugar. Yo la imité, pero antes de desaparecer por la puerta, noté que la chica quería decirnos algo. La muchacha, vestida de tonos púrpuras y grisáceos, con un delantal puesto y con toda la humildad del mundo, se acercó hacia mí sonrojada.

— Soy Opal —miró hacia el suelo, con un atisbo de preocupación sobre su rostro.

— Soy… —tuve miedo de decir mi nombre de PBO, pero aunque dijera uno falso, mis estadísticas estaban sobre mi cabeza— Shigeru.

— Lo sé, y quiero decirte que te he admirado mucho desde el principio en el Torneo Esmeralda —la chica pasó su mano sobre los mechones castaños y los colocó detrás de su oreja— Y… bueno, quería ver si quisieras salir conmigo alguna vez. Ya sabes, para que me des consejos sobre sanación y… bueno…

— Yo…

— ¡Él estará encantado! —White intervino. Quise callar la boca de la chica, pero ya había sido demasiado tarde.

— Genial. ¿Te parece si nos vemos aquí cuando las antorchas sean azules?

— S-sí —aun estaba molesto con White, pero lo disimulé.

— Excelente —después de ello, desapareció por las puertas de los comensales que trabajaban en la casa del té, mientras le recriminaba a White sobre aquello.

Al anochecer ya me encontraba en las afueras del restaurante, con un esmoquin que el estúpido de Brock me había obsequiado, mientras White me había peinado ridículamente hacia atrás, lo cual le costó varios minutos.

La chica salió inesperadamente del establecimiento, y llevaba un vestido esmeralda de algodón y natural, que hacía juego con aquellos resplandecientes ojos esmeralda. Me sonrojé un poco, aunque cambié mi rostro al molesto que siempre solía llevar. La moza me tomó del brazo y se vio algo apresurada.

— ¿A dónde vamos?

— Ven, te gustará.

Cuando viajamos por todas las calles y arribamos hacia nuestro destino, me sorprendí mucho. La casa donde nos encontrábamos era una torre no tan grande pero tampoco tan pequeña, y estaba adornada con varios detalles pulidos y curvados; cuando entramos al torreón, una serie de jugadores nos sorprendió. Éstos yacían en el suelo en varias hileras, con pequeñas mantas sobre ellos; algunos descansando, otros cuidando a los enfermos, y otros tantos yendo de un lado hacia otro en la sala llena de jugadores. Al principio quise saber sobre lo que se trataba, pero Opal se adelantó a explicarme.

— Son NPC enfermos —entonces se adelantó y paró en mi camino— Lamento si te traje hasta aquí y te mentí sobre la cita, pero he estado desesperada. Estos NPC, así como algunos jugadores, sufren de fiebre constante y ningún sanador ha podido curarlos.

— Ya veo —estaba algo decepcionado por la forma en que me había traído— Así que quieres que los cure.

Ella asintió, sonrojada.

Suspiré. Cerré mis ojos y entré al mundo aural. La gran silueta apareció de nuevo, esperando a que me explicara.

— Sólo quiero ayudarlos. Cúralos, por favor.

Cuando abrí mis ojos, mis pupilas irradiaron un brillo amarillento, mientras el aura blanquecina a mi alrededor resplandeció e iluminó toda la sala. Varios jugadores así como NPC de pronto comenzaron a sentirse mejor, hasta que uno rebosó de alegría debido a que ya no sentía dolor en su cuerpo. Después de unos segundos, el efecto dejó de surgir en mi aura, la sala volvió a sumergirse en la oscuridad habitual en la que estaba, sólo que ahora la gente dejaba de estar paralizada por la fiebre a la que se había sometido. Mi vida bajó un 20% debido al sacrificio que había hecho; Opal se dio cuenta de ello y se sorprendió.

— El Sanador Invencible… —una jugadora de alta edad se acercó a mí y me jaló del esmoquin.

— ¡Él nos ha salvado! ¡El Sanador Invencible nos ha salvado! —un pequeño niño alzó las manos al aire y pronto llegó hasta mí.

Después de unos segundos, la multitud tanto de jugadores como de NPC comenzó a gritar mi apodo hasta que éste llegó fuera de las instancias del torreón. No quería llamar la atención, debido a que el Gremio Rocket podría enterarse de lo que había hecho; debería de estar matando jugadores, en vez de salvarlos. ¿Qué diablos estaba haciendo?

Opal quiso agradecerme, y se sonrojó cuando se acercó a mí.

— Gracias —mencionó y bajó la mirada, mientras yo le clavaba la mía con suma confusión. ¿Qué diablos hacía? ¿Por qué ayudaba a esta gente? Antes de que nuestros rostros se juntaran más, decidí escapar del torreón, aunque la gente seguía agradeciendo y alzando mi apodo sobre los aires.

Corrí lo más lejos que pude, sin voltear hacia atrás. No quería ver hacia mis espaldas; sabía que Opal me perseguía y me gritaba que parara en mi camino. Ella quería agradecerme, pero no podía permitírmelo.

Sin embargo, por alguna extraña razón dejé de correr. No sé por qué lo hacía hecho, pero cuando lo hice, Opal me alcanzó hasta parar y descansar sobre sus rodillas. La chica estaba muy confundida, y entonces me miró con misterio.

— Sanador Invencible… Shigeru… yo… lo siento. No debí de…

— No es tu culpa —le recriminé enseguida. Debía de matarla ahí mismo; era una jugadora que no había sido controlada aun. Mi vista podía ver que en sus estadísticas no estaba ese letrero característico de "controlado".

— Y si piensas que sólo llamé tu atención para curar a esas personas, estás equivocado. Tú… tú me atraes mucho y…

Pero desvié la mirada, molesto. Ella lo notó y suspiró. Pronto, me di cuenta de que ambos habíamos parado alrededor de una fuente que emitía pequeños chorros que calmaban el ambiente sigiloso de una Ciudad Subterránea que a lo lejos podían oírse los gritos de alegría y celebración.

— Yo… tengo un obsequio para ti —le dije inesperadamente. La moza se sorprendió— Pensé que iba a ser una cita formal, por lo que te había comprado algo. Como sea… no tiene caso que me lo quede, así que es tuyo.

La chica aceptó el obsequio y cuando lo aceptó en su inventario, lo abrió. Era una poción que aumentaba tu aura un par de niveles. Era muy difícil de conseguir y sin embargo, muy sagrada para un sanador que quería volverse fuerte. La chica sabía de lo que se trataba, y cuando intentó reclamar que no podía tenerlo, insistí.

— He visto que tú también eres sanadora —le confesé— Puedo sentir tu aura; la manera pasiva en la que te comportas y el corazón que tienes para con esos NPC te delatan —sonreí— Como sea, espero que seas una gran sanadora.

El chorro de la fuente nos invadió por un momento, hasta que ella habló.

— Cierra los ojos. Tengo un obsequio para ti también.

Aquello me exaltó, pero cuando cerré mis párpados, noté el roce de sus labios con los míos. Al principio me acerqué más a ella, pero entonces pensé en el Gremio Rocket y en los asesinos virtuales que he cometido gracias a ellos. Debía de matarla… tenía que matarla justo ahí, para que fuese controlada. Súbitamente, me separé de ella con confusión.

— Lo siento —intenté alejarme.

— ¿Qué… qué pasa?

— No eres tú. Es… es algo complicado.

Pero cuando intentó decir algo más, huí del lugar. Mi mente no intentó pensar en ella, ni en el Gremio Rocket. Sabía que estaba haciendo mal.

Cuando llegué a la posada donde White, Brock y N se encontraban, la chica estaba despierta mirando por la ventana de la habitación.

— ¿Y bien? —dijo ilusionada.

No contesté y me recosté sobre mi cama, dándole la espalda a White. Estaba molesto, confundido y sobretodo feliz porque ella me había agradado en lo absoluto.

— Estuvo bien —confesé al final, sabiendo que no volvería ver más a aquella chica.


Wallace

Me habían puesto de vigía sobre uno de los agujeros que daba hacia el gran paisaje, justo en los límites de Pueblo Subterráneo. Mi única compañía era un pequeño Diglett que se asomó a mi costado y me imitaba, observando la luna que poco a poco se alzaba por el firmamento estrellado hasta desaparecer por los límites del agujero, sumergiéndonos de nuevo entre la oscuridad iluminada por las pequeña las antorchas débiles lejanas del pueblo. Suspiré, pensando en muchas cosas que pasaban por mi mente, hasta que finalmente observé al Diglett, que me miró con confusión.

— Hermoso paisaje ¿No es así?

El Pokemon sonrió para afirmar mi pregunta. ¿Acaso podía entenderme? Qué curiosas eran aquellas criaturas.

— Disfrútalo, amiguito. Disfrútalo —sabía que pronto PBO podría llegar a ser o un infierno, o dejar de existir. El Pokemon tenía que disfrutarlo, así como yo también tenía que hacerlo.

Sin embargo, una voz a mis espaldas me sorprendió.

— Y lo más curioso de todo, es que este paisaje lo extrañaremos cuando ya no estemos aquí nunca más —Anabel se sentó a un costado mío, suspirando de nostalgia.

— A veces extraño el mundo real, Anabel —le sonreí— Pero cuando veo este tipo de paisajes, no sé qué pensar.

— Ni yo.

Ambos nos quedamos durante un buen rato en silencio, hasta que el paisaje dejó de ser iluminado por la luna, que se escondía entre manchones grisáceos esponjosos. Volteé a verla súbitamente, y ésta asintió con algo de nerviosismo.

— Es hora, Wallace —confesó— Llama a los demás.


A pesar de que fue relleno, me gusto mucho el escribir este capítulo. Me atrevería a decir que está en mi top 10 de capítulos favoritos. Bueno, sin más me despido y espero que se hayan reído, algo que no ocurre mucho en este fic. ¡Nos leemos el viernes! Se viene el escape de Ciudad Subterránea...

Próximo capítulo: Plan de Escape