Hola, mis queridos lectores. Como es costumbre, quiero disculparme por no haber actualizado el viernes, pero fue mi cumpleaños y la verdad no tuve tiempo para prender mi ordenador y actualizar, ya que me fui a festejar xD Como sea, responderé reviews:

marth de adromeda: Admito que estaría genial; tal vez lo considere ;) Un saludo.

Guest: Maldad pura xD

SilverWings96: Es cierto, es la más sexy de todas xD Y por eso tuve que morir. Y vaya que me sé el final de Life Is Strange, así que espero que mi mente tan retorcida no sea tan cruel como ese juego. Y cierto, que Cynthia mate a mil personajes más si ella quiere, a final de cuentas va a seguir siendo la mejor.

: Hay una enorme diferencia de poder, eso es cierto. Pero un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y por ende nuestros personajes "buenos" tendrán que entrenar duro y hacerse responsables de muchas cosas.

prietar: No, May no muere xD. ¿O sí?

Bueno, por esta ocasión no hay música de fondo, esa se las dejo a su gusto (Música de misterio, como es de costumbre, puesto que este capítulo es misterioso e interesante). Sin más me despido y espero actualizar el viernes. ¡Nos leemos!


Capítulo 75

El mago más fuerte


Por alguna razón, el trineo de las aves lo hacía sentir bien; lo relajaba después de haber expulsado todo el dolor que sentía debido a la herida física en su rodilla. Sin embargo, lo que más lo tranquilizaba era el estar sobre el regazo de su madre. La mujer lo consolaba, y al mismo tiempo, le curaba la herida. Aquello le impresionaba al muchacho. ¿Cómo es que ella podía hacer dos cosas al mismo tiempo? Y vaya que lo hacía de una manera increíble y perfecta. No sólo eso, sino que también podía cocinar, limpiar la casa, hacer los quehaceres y jugar con él al mismo tiempo. Era increíble la manera en que hacía varias actividades simultáneamente.

Estarás bien —le susurró al oído.

Por primera vez, el muchacho dejó de llorar, mientras las huellas de los dedos de la mujer le limpiaban la cara húmeda. Acto seguido, colocó un parche sobre su rodilla y le sonrió al joven como si no hubiese mañana.

Todo va a estar bien.

Esa frase siempre lo calmaba. Desde un punto de vista, él había visto a su madre como alguien omnipotente, que siempre tenía la razón. Y de hecho, cada vez que ella decía esa frase, siempre tenía la razón.

El de mata azulada se levantó del suelo, aun con un poco de dolor sobre la rodilla. Pero eso no le importó: se subió a la bicicleta que yacía abandonada sobre el concreto y comenzó a andar de nuevo, con dificultad para mantener el equilibrio, puesto que aún no podía andar a la perfección sobre dos ruedas.

¡Eso es! ¡Tú puedes!

Le alentaban desde el otro lado del sendero un par de siluetas que miraban exaltadas cómo el muchacho comenzaba a dominar cada vez mejor el transporte. Uno de ellos era un pequeño niño de cabello corto, tez pálida y cabellos tan azules como los de su hermano; el otro era un hombre con arrugas sobre su rostro, pero aun poseía esa cabellera característica en la familia, sin ninguna cana que lo delatara como hombre mayor.

Cuando por fin el muchacho pudo controlar el manubrio, con ayuda de su madre deteniendo sus hombros y corriendo al mismo tiempo para estar a su nivel, lo soltó de un momento a otro, sorprendiendo al chico. Ahora, de él dependía el trayecto del manubrio y del par de ruedas. Se asustó, mas siguió firme el camino hasta que pudo comprender por fin cómo andar sin caerse. Una sonrisa invadió su semblante, y tanto su hermano menor como sus padres, le imitaron y lanzaron euforias al cielo.

El de mata cobalto dio un soplido alegre, pero en ese instante cayó debido a la desconcentración por no creerse que lo había logrado. Cuando cayó, afortunadamente no había sufrido la caída que había tenido anteriores veces, así que ninguna parte de su cuerpo sufrió un daño tratable. Los tres fueron hacia él, felices por ver que había logrado algo que a muchos niños les habría costado. Su padre lo levantó entre sus brazos y lo giró sobre el aire, mientras su hermano saltaba de alegría y su madre emitía una risita que cubría con su mano.

¡Así se hace, Tobias!

Y él, Tobias, era el niño más afortunado por tener a la mejor familia del mundo.


¿?

El sol ya se estaba colando por las sombras del horizonte. Sus rayos apenas eran un débil cosquilleo anaranjado y lastimoso para los ojos, danzando con las sombras de las enésimas ramas que había a lo largo del paisaje. El verde del ambiente era invadido por el púrpura del atardecer, formando un color extraño entre aquel par de tonos que pintaba la naturaleza de una manera bella. El cristalino del agua sin duda alguna era la mejor de todas, con destellos carmesíes abarcando hasta los límites del lago. Parecía el cristalino rojizo más hermoso del mundo, mas algo en el centro de éste rompía con esa armonía de destellos cálidos del astro rey.

Una sombra se extendía al tiempo en el que el sol se iba escondiendo entre las montañas alrededor del lago. La sombra permanecía quieta sobre el lago, sin siquiera tocar la caña de pescar que yacía sobre su bote. Incluso el sedal de la caña empezaba a moverse bruscamente; el anzuelo ya había cogido a un Magikarp, sin duda. No obstante, la sombra permanecía quieta, mirando hacia la nada. Parecía estar más atento a sus propios pensamientos que a la caña de pescar inquieta.

Suspiré.

— Necesitará algo de tiempo —una voz a mis espaldas me exaltó; al voltear, noté que se trataba de la Novata Dragón, Kasumi. Bueno… no sé si ahora debería llamarla sólo Novata, puesto que ya no formaba parte del Gremio Escama de Dragón.

— Iba a mencionarle que era hora de la cena —le comenté a la muchacha.

Ésta llegó hacia mi costado, observando a la silueta que yacía inmóvil sobre el bote. La caña finalmente había cesado en sus movimientos bruscos, dejando rastros de agua inquieta sobre un lago que yacía apacible.

— La muerte de Flannery le ha afectado —confesó—Ash piensa que todo esto ha sido su culpa. Y lo peor de todo, es que Ciprés le ha ordenado que no intervenga.

— Ya veo… —asentí.

A mis espaldas, aparecieron mis dos hermanos, que estaban consternados por ver que aún no íbamos hacia la mesa de comida. Cuando salieron de la cabaña, me llamaron.

— ¡Cilan! ¿No vienen?

No respondí, puesto que tanto Chili como Cress habían notado al Destello Eléctrico, que de hecho, estaba tan apagado como el sol que se iba ocultando sobre las montañas.

— ¿Qué sucede con ese chico? —refunfuñó Chili; el muchacho poseía ojos carmesíes y cabellera desmarañada del mismo color.

— Tal vez esté pensando en cómo ayudar a sus amigos —opinó Cress, con una voz calmada; el hombre tenía el cabello largo y arreglado hasta el cuello, de tonos cascadas.

— ¡Oh, ¿y cómo piensas que lo hará, Cress?! —le cuestionó el pelirrojo, en una actitud iracunda— Se supone que nosotros tenemos que vigilarlo. ¿No es así, Cilan?

Yo permanecí con la cabeza puesta en el muchacho. Su mirada seguía perdida, y ese semblante inexpresivo comenzaba a preocuparme. ¿Cuánto tiempo llevaba en aquel bote? Había perdido la cuenta desde la mañana en la que ambos aparecieron.

— Iris nos dijo que teníamos que impedirles que hicieran cualquier cosa imprudente —comenté—… pero el verlo de esa manera…

Me quedé en silencio, puesto que no pude encontrar palabra para describir aquella actitud. Mis cabellos esmeraldas relamidos se alborotaron debido a un extraño viento, indicando que la noche ya se avecinaba. Las corrientes invadieron de igual manera a Kasumi, que se abrazó los brazos y se quejó.

— Venga, vamos adentro —indiqué— Lo mejor será dejarlo solo.

Y me encaminé junto con mis dos hermanos hacia la cabaña; sin embargo, noté que Kasumi seguía observando a un dolido Satoshi. Sabía que ella quería ir con él, pero yo tenía razón: nada ni nadie iba a desaparecer ese sentimiento de tristeza, culpa e impotencia que estaba sintiendo en esos momentos. La de cabellos anaranjados lo comprendió cuando lo sopesó durante un momento, y llegó aun con preocupación por el azabache hacia la cabaña, dejando en soledad el bote que poco a poco se hundía entre el anochecer.


Por alguna extraña razón, él comenzó a distanciarse de su familia. Ni siquiera su hermano menor, que había jugado con él incontables veces, podía ya obtener un poco de su atención. Su madre, que hacía todo por él, ya no era aquella persona omnipotente de la cual Tobias pensaba que era; su padre, que llegaba sumamente cansado del trabajo sólo para poder jugar y platicar con sus muchachos en la mesa, no podía comprender qué estaba pasando con su hijo mayor. ¿Qué pasaba? ¿Por qué se encerraba varias horas dentro de su habitación? ¿Qué era lo que le estaba afectando? ¿Por qué ya no pasaba el tiempo reunido con su familia?

¡Tobias, abre la puerta!

La voz de su madre, impotente, llegó hasta el otro lado de los muros. Sin embargo, ni siquiera el muchacho había escuchado aquello, puesto que su mente estaba en otro sitio.

Su padre, harto de la actitud incomprensible de su hijo, tuvo que romper el seguro de su puerta, con una patada estrepitosa en la madera de la entrada. Cuando ambos se percataron de que su hijo había estado jugando todo este tiempo la consola virtual que le habían obsequiado hace un par de días, ambos se sacaron de quicio.

Sin embargo, cuando estaban a punto de desconectar a su hijo, sin pensar en las consecuencias que esto podría haber traído, milagrosamente Tobias había vuelto al mundo real. El muchacho de 20 años se quitó el casco de la cabeza, mientras una gran y espesa mata azulada caía sobre su rostro e inclusive llegaba hasta sus cinturas.

¡Ya basta! —mencionó la madre con suma autoridad.

¿Qué sucede? —cuestionó el muchacho, sin saber de qué diantres estaban hablando.

¡Llevas demasiadas horas dentro de tu habitación durante una semana! ¡¿Y todavía nos preguntas qué es lo que sucede?!

Exacto —replicó inocentemente— No comprendo.

¡Nosotros tampoco lo hacíamos, hasta que hemos entrado y vimos que era ese estúpido videojuego! —le gritó su padre.

¿Qué tiene? No me ha pasado nada malo jugando —Y tenía razón; Tobias era un beta… A Tobias no le afectaba. Sin embargo, las noticias comenzaban ya a ser preocupantes debido a que mucha gente comenzaba a perder la vida debido a aquella consola. Pero eso… a Tobias no le importaba, aunque sus padres pensaban lo contrario.

¡Suficiente! —su padre desconectó el enchufe que cargaba la consola, pero Tobias, en un acto súbito de rabia, llegó hasta él y le arrebató el cable.

¡¿Qué mierdas les sucede?! ¡ES SÓLO UN JUEGO!

¡Y te está afectando, Tobias! ¡Ya ni siquiera juegas con tu hermano!

¿Qué no te das cuenta de que ya no soy el chico de hace diez años, papá? ¡La gente crece!

Cierto, pero me sorprende que sigas jugando un estúpido juego que se supone que es para niños.

¡No es para niños!

Tobias… ni siquiera has podido bajar para comer —su madre se sentó en la cama, y le agarró las manos— Ya no hablas con nosotros; ha pasado una semana, e incluso casi un mes, sin siquiera dirigirnos las palabra. ¿Qué pasa en tu instituto? ¿Qué pasa con tus amigos? Ya no nos has contado nada.

¡Y no tengo que contarles nada!

Tobias…

¡Ya, madre! ¡No soy el estúpido niño consentido de antes! ¡Entiendan que ya soy mayor, y necesito tiempo sólo para mí! ¡No me importa que gaste ese tiempo en videojuegos, o lo que sea que yo haga! No les incumbe. ¿Por qué no me dejan en paz de una buena vez?

Ambos se quedaron en silencio. Tobias tenía razón, aunque poco después, el muchacho pensó que había rebasado los límites.

Lo sentimos… —su madre llegó hasta la puerta, seguido de su padre—. No te volveremos a molestar.

Gracias —refunfuñó el muchacho, mientras ambos desaparecían por la puerta, cerrándola a medias, debido a que el seguro y la manija ya no servían—. Y ahora me deben una estúpida puerta.

Y entonces, Tobias volvió a sumergirse en ese juego… ese juego virtual que comenzaba a ser fantástico para cualquiera.


Roxanne

El ambiente era tenso; la oscuridad había sido el principal testigo del miedo que irradiaba en los jugadores. Sin embargo, podría decirse que un grupo en particular de toda la aglomeración de jugadores, estaba rebosante de todo excepto de nerviosismo. Sus gritos surcaban hasta el último punto del sendero que nos dirigía a las mazmorras; a veces, los demás jugadores que nos hacían compañía, lanzaban miradas asesinas hacia nuestra dirección en señal de molestia, odio o demás sentimientos que no pude comprender. No sé por qué lo hacían, si el verdadero peligro aun no había comenzado, puesto que las mazmorras estaban a un par de leguas todavía para que llegáramos. Poco a poco, la espesura iba mostrando la escasez de hojas, señalando que conforme avanzábamos, la tensión se iba incrementando; pero en ese grupo, nada importaba. Sólo se discutía y se hablaba de la maldita pasión de Flannery.

— ¡Es cierto, la pasión es lo más poderoso que la gente puede tener!

— ¿Por qué no te callas? —le espeté, mas Haruka me había interrumpido con una risa.

— Deja a Flannery; ella tiene sus creencias.

— ¡No sólo son creencias, es la realidad! —la muchacha me rodeó con un brazo, acercándome hacia su regazo… o mejor dicho, su busto.

— ¡Suéltame! —me quejé, mientras ella sonreía y reía al mismo tiempo. May también la imitaba al ver su eufórica actitud.

— ¡Ya quiero llegar a las mazmorras! —gritaba con impaciencia; un par de jugadores que iban más adelante, voltearon hacia nuestra posición con una mirada gélida. Sin embargo, cuando notaron al Arquero Estratega y al Sanador Invencible devolviendo esa mirada de una manera más sombría y misteriosa, voltearon intimidados de vuelta hacia su camino.

— Por favor, Flannery… —mencionaba Wallace, mirando hacia las ramas de los árboles, que comenzaban a permitir la vista hacia un firmamento nublado y tormentoso. Los estruendos de los truenos empezaban a viajar levemente hacia nuestros oídos. Sabíamos que la mazmorra estaba cerca.

— ¡Oh, Wallace! No seas tan amargado. ¡¿Quién no está emocionado por llegar a la mazmorra?! ¡Ahí se verá quién lucha por pasión, y quién por obligación!

— Es cierto —le apoyó Drew, que había estado al frente de nuestro grupo; detrás, estábamos nosotros, y en la retaguardia de aquel grupo, estaban todos los novatos que seguían la valentía del "Nuevo Rey" —. La chica tiene razón. Nosotros pelearemos con pasión, nada más.

Ruby soltó un bufido.

— ¡A que sí! —rió Flannery; Satoshi simplemente pasó saliva por la garganta cuando la muchacha le rodeó con el otro brazo— ¡Les juro que lucharé con pasión!

— ¿No podrías callarte por un momento? —le cuestioné, molesta y con el ceño fruncido— Shigeru, por favor dile que se calle…

El muchacho me miró y suspiró, sabiendo que no había remedio.

Sin embargo, cuando llegamos a la mazmorra, me equivoqué: ella seguía con aquella rebosante actitud. La pasión era lo único que la movía; la pasión, la amistad y la alegría eran una característica en ella, que la hacían más fuerte cada día. Sin duda alguna, la espadachina pelirroja comenzaba a ser de mi agrado, a pesar de que yo tuviese una actitud iracunda.

Sin embargo, el sonido de la puerta me hizo salir de mis pensamientos…

Noté que mi mirada había estado perdida en la luz que se colaba por las cortinas corridas de la ventana de la posada. Cuando el sonido cesó, la manija se movió lentamente al igual que la puerta abrirse. De ahí, apareció May con una bandeja de comida. Su semblante estaba algo avergonzado por haber irrumpido mi privacidad. Sólo quería pensar en Flannery y en los momentos buenos que pase con ella; sólo así, podía tranquilizarme y el distraerme del momento en el que el fuego cobalto cruzó su espina dorsal. Sólo así…

— Lamento… lamento irrumpir… —May carraspeó su garganta, mientras dejaba la bandeja sobre una mesa de madera—… No has comido desde… —sabía que ella iba a decir que no había tenido ningún alimento desde la vez en la hoguera en la playa, pero no quería recordarlo.

— Gracias —le agradecí en seco, siguiendo con la mirada sobre la ventana.

— Si gustas… emm… —la muchacha intentaba acercarse para hacer contacto conmigo, pero no se atrevía a hacerlo; ella también estaba triste por la muerte de nuestra amiga, pero no más que yo— Si gustas, puedes acompañarnos comiendo abajo. Ahí está Iris y mi hermano.

— Gracias… —volví a decir; en realidad, no sabía lo que estaba diciendo: estaba más concentrada en la luz púrpura del atardecer que pintarrajeaba la habitación.

— A-aquí está tu comida —dijo, sin en realidad mencionar otra cosa importante.

— No creo tener hambre —confesé con una voz débil y carraspeada.

— Oh… —fue lo único que pudo decir.

— No… ¿no podemos ir con Satoshi? —cuestioné cambiando drásticamente de tema; Haruka se acordó del Destello Eléctrico, suspirando por ello.

— No podemos —confesó con la cabeza gacha— El amigo de Iris… él lo protegerá. Él es la mayor prioridad por el momento, según Iris.

— ¿Y qué? ¿No podemos tan siquiera salvar a Ruby, o ese rubio parlanchín?

— Yo… —cuando recordó al Arquero Estratega, se quedó en silencio; sabía que ella también quería hacer algo por ese par de jugadores, pero en verdad no había mucho que hacer. Tan sólo quedaban dos días para la ejecución de ambos, y no se nos habían ocurrido muchas ideas para poder salvarlos. A pesar de que no teníamos idea de lo que iban a hacer con ellos y sabíamos que los beta no morían en realidad, teníamos un presentimiento de que ambos estaban en peligro. ¿Por qué? ¿Por qué teníamos miedo por ellos dos? ¿Será porque vimos la muerte virtual de Anabel? No sé si ella había muerto realmente, pero la última expresión de su rostro al desaparecer en PBO no decía lo contrario. ¿Será… será que mueran realmente, como Flannery lo hizo? No lo sabíamos.

Iris apareció en la puerta. La muchacha también tenía una expresión seria, pero cuando me miró fijamente, intentó sonreír para crear empatía.

— ¿Estás bien, Roxanne?

No supe qué responder. ¿Acaso debía decir la verdad? Qué estúpida pregunta. Por supuesto que no estaba bien; mi amiga acaba de morir la noche anterior. Sin embargo, en vez de responderle a la beta, lancé una pregunta que la hizo pensar.

— ¿Tienes miedo?

No sé por qué lo hice, pero quería estar segura de que los beta también tenían miedo, a pesar de que no podían morir en el juego. Era obvio que Haruka y yo teníamos miedo no sólo por nuestras vidas, sino también la de Citron y Ruby, que no sé en qué tipo de peligro podrían estar. Masato, por su parte, también tenía miedo pero por su hermana. Sin embargo, Iris, que no tenía a ningún familiar dentro del juego, era la única que no tenía que estar preocupada por los demás, ni por ella misma.

— Yo… —la muchacha de mata púrpura bajó la cabeza, apretando los puños de rabia—. Yo… no… No tengo miedo.

Sin embargo, parecía como si la pregunta la hubiese asustado. A pesar de que salió de la habitación después de ello, supe que la muchacha había mentido. Por supuesto que tenía miedo, pero… ¿a qué le temía? ¿A la vida de sus demás compañeros? ¿A que ella perdiese la vida?

¿A… a la traición que le había hecho al gremio Escama de Dragón?

¿A… Lance?


El se había enterado ya de que el juego era mortal; sin embargo, eso no le importó en lo más mínimo. Él batalló, se esforzó y siguió haciendo lo que tenía que hacer. Ni siquiera se juntaba con algún novato que lo retrasara en su camino para llegar a ser alguien poderoso. Ni siquiera su familia, que había estado preocupada por él, iba a impedir desconectarse de PBO, a pesar de que podía hacerlo cuando quisiera. Tobias ya no pensaba desconectarse ni para ver a su madre, padre o hermano menor; el juego era ahora su prioridad. El volverse fuerte era lo que lo impulsaba a seguir en el juego. No recordaba desde cuando se levantaba a tempranas horas sólo para batallar con Pokemon salvajes; no recordaba los niveles que había aumentado desde que se dio el anuncio; no obstante, había recordado un día en el que por alguna extraña y milagrosa razón, un Pokemon apareció delante de él.

Era un Pokemon hermoso. Éste yacía sobre el manantial de un bosque oscuro. Tobias había descubierto aquel tramo de agua por error, pero su suerte fue bendecida al notar que aquel peculiar Pokemon estaba observándolo, después de que había tomado un par de tragos al manantial fresco que producía una cascada apacible.

Pero cuando aquella especie de dragón hermoso desplegó sus alas blanquecinas, emitió un sollozo extraño. No supo decir si se trataba de alerta, euforia o amistad, pero aquello fue como el sonido de un ángel celestial.

Tobias se acercó lentamente, con sus manos levantándose en perpendicular al eje de su cuerpo, para tratar de tocar al Pokemon, que súbitamente comenzó a volverse invisible hasta confundirse con el entorno. No obstante, aquella invisibilidad aun la delataba, puesto que ahí donde el Pokemon se encontraba, un par de ondas deformaban lo que había detrás de él. Tobias sabía perfectamente dónde estaba, y cuando se acercó, el Pokemon lo miró fijamente, a través de la invisibilidad de su cuerpo.

No te haré daño —mencionó.

Y no lo hizo. Cuando el humano y el Pokemon hicieron contacto, la criatura nuevamente emitió un gemido, pero ésta vez el jugador supo que se trataba de un sonido amigable. A partir de ese momento, Tobias conoció a Latios: un Pokemon Legendario.

Puede que haya sido por azares del destino, pero el humano y el Pokemon, cuando circunstancialmente habían cruzado caminos, ninguno se separó del otro. Aquello, volvió más fuerte a Tobias; el poder del Latios era increíblemente asombroso. Su poder lo convirtió a un nivel insuperable para cualquier novato; sin embargo, lo que más le sorprendía al mago, era la amistad que compartía con el Pokemon, que era característico de aquella criatura específica.

Sin embargo, el principio del caos surgió cuando un sujeto misterioso le hizo una propuesta seductora.

Únete a mi gremio…

No supo por qué lo hizo, pero por alguna extraña razón, Lance lo había convencido de prestarle sus fuerzas para aquel gremio. Tal vez, se había cansado de vagar sólo junto con su Latios por todos los rincones inhóspitos disponibles de los primeros niveles. Tal vez, Tobias quiso experimentar nuevas aventuras, y qué mejor que hacerlo al lado del gremio que prometía ser el más poderoso. En un principio, cuando el Torneo Esmeralda se iba a llevar a cabo, pensó en participar. Sin embargo, sabía que ese gremio iba a colapsar por el líder tan egoísta y prepotente que tenía. Tal vez por eso no se había unido a ningún gremio hasta ahorita; pero el gremio Escama de Dragón era diferente. Tobias no era estúpido: sabía que si quería convertirse en el más poderoso, debía de superar al Dragón Indomable. Y para ello, primero debía de estar en su gremio… en el mejor gremio de todo PBO.

¿En verdad quieres hacerte poderoso?

Lance había hecho la pregunta. Tobias, que en un principio se fijó la meta de superar a Lance y derrotarlo, quiso saber a qué quería llegar el líder del gremio. Éste, que estaba consciente de que Tobias sólo se había unido a su gremio para ser superado, fue bastante astuto para mencionarle que había un Pokemon de las mismas características que Tobias poseía; un Pokemon, de diferente color pero misma forma, que yacía en un lugar inhóspito de PBO, donde pocos se atrevían a ir. Sin embargo, sólo se podía encontrar con ayuda de su complemento… con ayuda de Latios.

Y Tobias fue en búsqueda de Latias. Él estaba bastante emocionado por tener en su posesión a dos Pokemon Legendarios, y mejor aún, dos Pokemon que se complementaban el uno con el otro. Sólo así, podría ir con Lance y retarlo en un duelo, y cuando lo venciera por fin, sabía que iba a ser el mejor de todo PBO. Sabía que iba a cumplir su cometido, y podría regresar con su familia, satisfecho de que aquel juego no era nada para él. Debía volverse poderoso; debía derrotar al líder de su propio gremio.

Sin embargo, cuando Latios y él fueron en búsqueda de aquel otro Pokemon… cuando finalmente habían llegado al lugar que Lance les había indicado, después de luchar con Pokemon salvajes que interfirieron en su camino; después de que su vida había bajado considerablemente y se encontraba en un estado crítico; después de que había vagado por varias horas en las profundidades de pasadizos oscuros y cuevas frías; después de todo eso, se llevó una gran sorpresa al ver algo que nunca se imaginó encontrar…


Ash

No había otra manera de intervenir. Si en verdad quería rescatar a Citron y a Brendan, necesitaba ir e intervenir el día de la ejecución. Pero… ¿será que mueran realmente? Ciprés y compañía tendrían que estar vigilando la granja para que no sucediese nada malo; sin embargo, ¿qué iba a pasar con Brendan? ¿Ya lo tendrían localizado? No lo sabía, pero necesitaba por lo menos intervenir en el juego, para que las posibilidades de peligro se redujeran a cero.

Y aunque pensaba en ello, sabía que no podía hacer nada. Todo era muy arriesgado; si me sacrificaba por Citron, tal vez yo pudiese ser ahora el que estuviese en peligro. ¿Qué más daba? No me importaba el morir con tal de salvar a la gente que se había sacrificado por mí; si Brendan tuvo el valor para sacrificar su libertad, con tal de que escapáramos, no tendría por qué importarme el sacrificar ahora la mía para salvarlo a él, a Citron y a Wallace. Pensé en Anabel, que también había sacrificado su vida… Recordé la lista de mis amigos, y el cómo Anabel ya no estaba entre ella. ¿Qué habrá sucedido? ¿En verdad la habían matado? ¿Habían localizado el hospital o el lugar donde ella estaba y la mandaron a matar, así como Mirto irrumpió en el hospital donde me encontraba para asesinarme? No lo sabía, pero debía de hacer algo.

Aunque… algo me impedía el ir hacia allá: Kasumi y los estúpidos amigos de Iris. Ellos me lo impedirían. Y a pesar de que iban a impedírmelo, de cierta manera también quería quedarme con Kasumi, para poder protegerla. No sabía qué hacer.

El sonido de sus pasos me interrumpió. Kasumi estaba detrás de mí, y cuando se sentó a mi costado, a orillas del lago, sin importarle que sus pantalones de cuero marrón se mancharan en el lodo. No dijo nada, porque sabía que yo aun seguía deprimido por la muerte de Flannery... Flannery… El súbito recuerdo de su espada sobre mi vaina me hizo sentir un retortijón sobre el estómago.

— No sé… no sé qué hacer.

Mi voz la sacó de sus pensamientos. En ese momento, volteó a mirarme; sus ojos entre tonos cascadas y esmeraldas resplandecían al compás de la luna reflejada sobre el lago.

— Ni yo.

Ambos nos quedamos en silencio durante un buen rato, hasta que ella lanzó la pregunta:

— ¿Sucederá algo con nosotros?

— ¿A qué te refieres?

— Es decir… ¿Me pasará algo a mí?

Sabía a lo que se refería; después de haberme rescatado con su ayuda, nada bueno podía pasarle a ella si se consideraba una traidora al gremio de Lance; sobretodo, cuando éste pertenecía al Gremio Rocket.

— No hay nada que temer —dije secamente.

— Pero…

— Flannery no temió de nada; ella nunca tenía miedo —apreté mis puños debido a la rabia.

— A mí no me importa morir —dijo con valentía— Pero… ¿Qué… qué pasará con Iris? ¿Qué pasará con mi familia, con la familia de Iris? ¿Acaso…?

Pero calló cuando entrelacé con fuerza su mano contra la mía. En verdad, estaba furioso por todo lo que estaba pasando, pero no iba a permitir que nada le sucediese a Misty; no después de que ha habido varias muertes que yo he mismo he provocado. Y Misty… Misty no iba a sufrir gracias a mí; al contrario, yo iba a ser quien la protegería de todo.

— No temas —repetí.

La muchacha quería mencionar algo, pero le interrumpí.

— No dejaré que nadie muera mientras yo esté con vida.

Sin embargo, antes de que Kasumi fuera invadida por algún otro sentimiento, el sonido de las hojas arrastrándose y un par de ramas quebrándose causó que volteáramos hacia atrás: alguien nos había sorprendido.

No… No era Cilan ni sus hermanos; alguien apareció sigilosamente y nos miró de una manera incomprensible. Estaba en medio de la cabaña y nosotros, sin siquiera importarle que llegaran los amigos de Iris para atacarlo. El misterio irradiaba tanto en su semblante como en su mirada, pero había algo más que no pude comprender…


Había vuelto al Castillo Dragón; ahí, Tobias estuvo en la última torre, detrás de la puerta que lo separaba del máximo líder y jugador de PBO. Lance lo esperaba, calmado sobre su trono carmesí en torno al paisaje estrellado y frío que se asomaba por el hocico de piedra. Cuando las puertas se abrieron, un eco misterioso aprisionó todos los rincones de la habitación; Lance sabía que Tobias había regresado, y dibujó una leve comisura en sus labios cuando supo que el chico había cumplido su cometido, aunque en realidad, sentía una presencia extraña en él.

Has vuelto.

Tobas ni siquiera respondió. Él sabía que era el momento para enfrentarlo de una vez por todas; tenía el poder que tanto había deseado, y era el momento para sacarlo a flote. Este era el momento para demostrar que él era el más poderoso de todo PBO.

Así que quieres derrocarme —Lance suspiró, y finalmente se levantó de su asiento. Su capa ondeó cuando viró hacia el chico. Su mirada, era la más gélida de todas y brillaba más que cualquier estrella que se asomaba por el firmamento.

Tobias sujetó dos pokébolas en cada mano. Su respiración era agitada, debido al nerviosismo que sentía. Si no lo derrotaba, se iba a sentir el ser más débil del mundo. Tenía que hacerlo.

¿Por qué? —cuestionó el de mata azulada—. ¿Por qué a sabiendas de que quiero derrotarte, me permitiste entrar a tu gremio… y sobretodo, me mencionaste la localización de Latias?

Lance emitió una risa aguda leve y débil.

No lo entiendes, chico —en ese momento, desenvainó su espada blanquecina. La Escama de Dragón era incluso más brillante que sus orbes escarlatas. De su menú sacó su gran escudo en forma de "T", y cuando miró con seriedad a Tobias, adoptó posición de batalla— Lo que quiero está en tus dos manos.

Aquello sorprendió a Tobias. ¿Acaso Lance quería tanto a Latios como a Latias? No lo comprendía. ¿Cómo es que iba a robarlos? En un principio, pensó que estaba diciendo sandeces sin sentido, pero no tenía que subestimarlo.

Te derrotaré —susurró rabioso por lo bajo.

Si lo haces, te doy el gremio entero. Será tuyo —Lance lo dijo de una manera divertida— Aunque dudo mucho que lo hagas. Lo dudo mucho —alzó su espada en torno a Tobias— Pero si pierdes... tendrás que unirte al Gremio Rocket.

Y entonces, Lance le explicó todo lo relacionado a aquel gremio. No era posible. ¿Cómo es que el mejor jugador de PBO estuviese involucrado en un gremio que hacía cosas indebidas? No lo entendía, pero Tobias sabía que debía de ganar.

¿Y si me niego?

Bueno, puedes o no unirte al Gremio Rocket. Como quieras… pero después no vengas a mí intentando vengarte.

Tobias chasqueó la boca. Ni siquiera esperó el momento en el que Lance tenía que realizar el primer ataque. El jugador lanzó ambas pokébolas al aire, y de ahí aparecieron los dos dragones blancos que volaron por toda la habitación, dejando a su paso corrientes de aire que desprendieron la capa color vino de Lance. El sujeto seguía sonriendo, con su espada aun alzada hacia Tobias.

¡Cabezazo zen!

La orden fue obedecida por los dos. Las criaturas danzaban de un lado a otro, tan rápido que era imposible seguirlos con la vista; Lance ni siquiera volteó confundido a ver dónde estaban los dos Pokemon dragón.

Y en un momento inesperado, Latias apareció por la izquierda, y Latios por la derecha. Ambos Pokemon iban a una velocidad increíble a través de la habitación rodeada de muros y cristales, yendo con un aura que comenzaba a formarse sobre sus cabezas hacia Lance, que seguía con esa sonrisa.

El Dragón Indomable emitió una risa divertida.

La Escama de Dragón se vio envuelta en ondas invisibles y extrañas. Tobias frunció el ceño cuando notó el comportamiento extraño de su arma, pero fue demasiado tarde para advertirles a sus dos compañeros Pokemon. Cuando Latios y Latias estuvieron lo suficientemente cerca del rango del aura que emanaba de la espada, sus cuerpos comenzaron a desintegrarse. Una luz blanca envolvió a ambos Pokemon, transformándolos en una luz que desfiguró sus cuerpos, hasta que ambos Pokemon, como por arte de magia o de algún fenómeno extraño, se introdujeron en la espada de Lance.

¡¿Qué…?! —Tobias estaba sorprendido.

Fue como si la espada hubiese absorbido a ambos Pokemon; como si fuese algún tipo de pokébola, una prisión, una celda que los mantenía encerrados para siempre. Lance se dedicó a reír de esa manera maniática que tanto le gustaba, y cuando Tobias intentó mantener la compostura, el Dragón Indomable lanzó un Hiperrayo que envolvió tanto a Tobias como tres cuartas partes de toda la habitación.

Una explosión se hizo inminente; Lance se mantuvo a pesar de las ondas que lo hacían retroceder. Los muros se habían desintegrado debido al Hiperrayo, pero sorpresivamente, Tobias seguía vivo. Estaba de rodillas, pero seguía vivo a pesar de que el ataque dio de lleno con él.

No obstante, Lance sabía que eso no lo iba a matar, porque aun ocultaba algo más. Él sabía que Tobias tenía un as bajo la manga.

Y entonces, el chico se envolvió de un aura negra nebulosa; sus manos comenzaron a sentir la magia oscura.

Así que conseguiste a otro Pokemon, además de Latias —confesó Lance, sonriendo malévolamente.

Regrésame a mis Pokemon —dijo Tobias con suma frialdad.

Debo agradecerte que gracias a tus Pokemon, el poder de mi Escama Dragón ha aumentado. ¿Viste ese Hiperrayo? Ese era el poder de antes; ahora… ahora presenciarás lo que tus Pokemon le han obsequiado a mi espada. ¡Ahora, mi espada tiene el poder de cien Pokemon dragones juntos!

¡Devuélvelos! —Tobias lanzó dos brazos serpenteantes de magia oscura, pero Lance los esquivó saltando en un giro de 360 grados. Poco después, Lance gritó de rabia y su espada expulsó cien Hiperrayos que invadieron todo el ambiente. Una esfera brillante rodeó todo la torre e inclusive partes importantes de todo el castillo. La explosión que surgió segundos después, fue un estruendo en el que muchos novatos murieron; sin importarle a Lance que parte de su gremio hubiese muerto, él estaba sonriente al ver que en los escombros de la torre que se había desmoronado, Tobias estaba enterrado. Lance, a lomos de su Dragonite oscuro, descendió por los aires hasta aterrizar en rocas envueltas de ceniza y polvo. El sujeto se bajó de su Pokemon, y enterró la mano en los escombros, de donde sacó a Tobias, sujetándolo del cuello de su túnica. El muchacho aun estaba vivo, pero sabía que iba a ser imposible derrotar a Lance justo ahora.

Has perdido —dijo con rabia; sus orbes invadieron de temor a Tobias, que tenía rastros de sangre por doquier.

No… no seré parte de una alianza entre los Rocket y el gremio. Que tú y tus estúpidos subordinados se vayan… se vayan a la mierda.

Lance frunció el ceño, pero poco después soltó a Tobias, que rodó por algunos segundos sobre los escombros.

Bien… da igual —Se volteó y subió a su Dragonite— Sólo te menciono que tengo espías que saben mucho acerca del mundo real. Puedes irte; pero no regreses a mí con sed de venganza.

Tobias no entendió a lo que se refería; sólo abrió el menú de su juego, y se fue a otro nivel para escapar de ahí…


Ash

— ¡¿Qué quieres?!

La voz de Misty cuestionó a Tobias. El muchacho permanecía con el semblante serio; Cilan y sus hermanos salieron de la cabaña, conscientes de que Tobias representaba una amenaza para todos. ¿Acaso estará consciente de nuevo? ¿Nos atacará? No sabía qué iba a hacer y por qué estaba aquí.

— Yo…

— Misty, detrás de mí —le indiqué, desenvainando la espada que Flannery me había obsequiado. Aquel maldito bastardo era el culpable de que todo hubiese resultado mal, y el tenerlo frente a mí no me ayudaba en nada.

— Quisiera… quisiera pedir perdón por lo que hice la noche pasada —su voz era calmada, aunque su rostro se mantenía inexpresivo. Su mata cobalto oscuro lo hacía ver más misterioso de lo que ya era.

— ¿Qué?

— En cierta manera, ha sido mi culpa que haya matado a tu compañera, Satoshi. Pero no fue mi intención —el muchacho suspiró.

— ¿A qué viniste? —le cuestioné. Sabía en realidad que no había llegado hasta acá sólo para disculparse.

Tobias mantuvo la cabeza gacha, y cuando volteó, miró fijamente hacia Misty, que se intimidó ante esos ojos oscuros.

— Kasumi, hay algo de lo que debo de advertirte a ti y a Iris…


Tobias lo había sopesado durante un par de días; ¿a qué se refería Lance con que tenía personas que sabían mucho del mundo real? No lo comprendía, pero un día, cuando intentaba volverse más fuerte, notó a un par de Pokemon arrinconados en el hueco de un tronco.

Tobias se acercó hasta ellos, mientras la lluvia le mojaba todos sus atuendos y su espesa cabellera. Los Pokemon intentaban refugiarse del clima, que arrasaba con las hojas y las ramas que iban cuesta abajo por la espesura del bosque. Cuatro Bidoof estaban protegiéndose del frío y de los truenos que invadían las llanuras a lo lejos. Dos Bidoof, que parecían de mayor estatura y complexión, abrazaban fuertemente a dos bebés que miraron con curiosidad a Tobias.

Aquello por primera vez en mucho tiempo, le hizo recordar a su familia. ¿Qué será de ellos sin Tobias, después de que se dio el anuncio del juego? ¿Dónde estará él? ¿Dónde estarán ellos? Preguntas que no se había hecho jamás comenzaron a invadir su mente, hasta que aquello lo relacionó con la confesión de Lance…

No…

No podía ser cierto…

Debía de regresar al mundo real…

Sin dudarlo ni un momento, abrió el menú de su juego, se desconectó sin pensarlo y en un instante, miró el techo de una habitación, tan oscura como la noche. Cuando intentó quitarse el casco, en un principio le costó debido a que sus articulaciones no se habían movido desde hace mucho tiempo.

La mata azulina ya le rebasaba las caderas, pero eso a él no le importó. Al darse cuenta de su entorno, sabía que estaba en el hospital de una ciudad; sin embargo, el muchacho se dio cuenta de algo más que llamó su atención:

Tres siluetas yacían inertes en el suelo. Una de ellas, una mujer de cabellos azabaches, estaba recargada sobre la pared del aula, con los ojos perdidos hacia la nada, y una mancha de sangre tanto en el abdomen como en demás partes de su cuerpo; la segunda de ella era un hombre de cabellos azulinos, que estaba tendido en el suelo, con un agujero carmesí en la frente, y con golpes que le desfiguraban el rostro; sin embargo, lo que hizo horrorizar a Tobias más fue la figura de un niño, que estaba estrellado contra el cristal de la habitación, donde había manchas de sangre seca que habían formado parte de él, mientras partes de su cuerpo estaban rotas y que habían dejado rastros de tortura en el pequeño.

Tobias se levantó de la cama, con las manos y pies temblorosos. Los asesinatos habían sido recientes, porque nadie ha sido alertado por ello. El muchacho, con los ojos llorosos, miró horrorizado lo que había sufrido su familia. No… No podía ser cierto. Todo esto debía de ser una mentira; un sueño del que se podía despertar. Tenía que estar aun en el juego, soñando una pesadilla sin sentido. Pero no… esto era el mundo real; el maldito y crudo mundo real, donde su familia yacía muerta sobre la misma habitación en la que él se encontraba.

De pronto, Tobias se derrumbó en el suelo, llorando y sollozando como nunca. Sus gritos se oyeron más allá de la habitación, donde los enfermeros y doctores escucharon aquello y quisieron entrar, aunque resultó irónico que no oyeran los asesinatos de su familia. Sin embargo, Tobias ya estaba fuera de sí, y antes de que alguien entrara a su cuarto, volvió a colocarse el casco y sabía lo que debía de hacer.

La rabia invadía sus memorias, así como las siluetas torturadas y asesinadas de su familia lo atormentaban. No recordó siquiera cuando volvió al Castillo Dragón, sólo para vengarse de Lance.

No obstante, el de cabellos escarlatas yacía de nuevo sobre su trono, en la habitación que había sido reconstruida. Sin embargo, cuando Tobias irrumpió ahí, Lance le sonreía con maldad. A su costado, dos siluetas miraban con frialdad a Tobias. Una de ellas era una mujer de atuendos oscuros y cabellos rubios, mientras el otro portaba un esmoquin púrpura y tenía cabellos plateados como la luna. Lance reía, reía y volvía a reír, pero Tobias, a causa de la locura y la rabia que aprisionó su mente, se arrodilló en el suelo, y se echó a llorar.

Te dije que no me buscaras por venganza —confesó Lance— Es lo que te mereces por atacar a tu líder y traicionarlo. Ahora, Steven, enciérralo donde creas conveniente.

Pero Tobias ya no tenía nada más que hacer. Era mejor el estar en una prisión oscura, mientras sus recuerdos lo torturaban, a seguir luchando en un estúpido juego virtual que había sido el culpable de todo esto. Ni siquiera el Pokemon misterioso que había conseguido aparte de Latias, le iba a ayudar en recuperarse de esta situación. Ya no quería ser el más poderoso… ya no quería esforzarse par ser un gran jugador… ya no quería tener de vuelta a sus dos Pokemon dragón… ahora, lo único que quería, era vengarse de Lance, y fue por eso que hizo un pacto con el Pokemon misterioso…


Ash

— Lance… —Tobias le dolía recordar la forma en la que habían asesinado a su familia— Lance no se toma muy a la deriva la traición, Kasumi.

La muchacha simplemente se dedicaba a mirar con impresión lo que Tobias le decía.

— Seguramente Iris te contó acerca de alguien que había traicionado a Lance hace no mucho tiempo, y que sufrió las consecuencias. Bueno, ese chico soy yo. Lo traicioné, y por ende mataron a mi familia entera. Sólo vine a advertirte que él, el Dragón Indomable, no tendrá piedad ante nadie.

— Tobias… —yo quise intervenir, pero él siguió hablando.

— En verdad, lamento lo que le pasó a su amiga; lamento mucho su muerte. Pero Kasumi, ten cuidado con Lance. No sé lo que pasará contigo, pero debes de estar al pendiente de la gente cercana a ti. O sino… sino sufrirás lo mismo que yo sufrí.

No obstante, antes de que Kasumi replicara, Tobias abrió el menú de su juego, desapareció de ahí y se fue a otro nível, dejando el ambiente en un estado de tensión absoluta. Cilan y sus hermanos intentaron ir hacia Kasumi cuando ésta se arrodilló en el suelo, incapaz de creer lo que Tobias había mencionado.

La muchacha de cabellos anaranjados enterró las uñas sobre la tierra, sintiéndose impotente al ver que su familia corría peligro; sus tres hermanas y sus padres podían estar muertos justo ahora, y Kasumi temía sobre ello.

La chica comenzó a llorar por lo bajo, a pesar de que era una chica que no le gustaba mostrarse débil ante los demás. No obstante, esta vez era imposible el mantenerse valiente ante una situación preocupante.

Con suma responsabilidad, fui hacia ella, la levanté de los brazos y la abracé. La muchacha lloró en mi regazo, preocupada de que su familia estuviese a salvo. Ella no podía desconectarse para advertirles, pero yo sí.

— Tranquila —le dije con rabia; Lance pagará por esto. Lance no tocará a la familia de Iris o de Misty— No sucederá nada, te lo prometo.

Y aunque hice esa promesa, sabía que no podía estar seguro de ello. Sabía… que a estar alturas, cualquiera de su familia podría haber sido asesinada.


Gold

La jungla comenzaba a sofocarme. Aquel nivel era el más irritante y molesto que había estado en todo el juego. Con cada paso que daba, decenas de plantas se cruzaban en mi camino, además de enredaderas que se aferraban a mis pies y no me permitían el estar libre. Lo peor de todo, es que aun siendo de noche, la humedad en el ambiente era excesiva, lo que me hacía sudar como nunca. Muchos Pokemon insecto nocturnos invadían mis oídos, e inclusive pude ver que algunos observaban con curiosidad y misterio el cómo andaba por los rincones de aquella jungla. El miedo empezaba a invadirme, pero sabía que no iban a atacarme… no debían de hacerlo si no querían ver la fuerza bruta del jugador más increíble de todos: yo. Como sea, las horas transcurrían mientras deambulaba por aquella jungla, pero en un momento inesperado, un gran Pokemon había estado también caminando por los lares de aquellos niveles; por alguna extraña razón, estaba sumamente furioso.

El Pinsir me gruñía y levantaba sus alas con autoridad. ¡¿Qué rayos?! ¿Acaso tenía hambre? ¿Acaso yo era su carnada? El Pokemon colocó su cabeza en forma horizontal, para amenazarme con aquellas pinzas sobre su cabeza; cuando quise esquivar el ataque, alguien había intervenido para salvarme. Por supuesto que yo no quería que me salvaran, si ni siquiera aquel Pokemon furioso había resultado una amenaza para mí. ¿O sí?

La silueta embistió al Pinsir y éste salió disparado, desapareciendo entre el mar de hojas voluminosas y enredaderas; varios Vibrava inclusive se alejaron de ahí, temerosos de que la silueta también los hiriera.

— ¡Uff! Esa estuvo cerca —confesé.

— Deberías ir con más cuidado —mencionó el chico de ojos de rendija.

—Gracias… soy Gold —me presenté.

— Takeshi.

Antes de que dijera algo más, tres jugadores más aparecieron a sus espaldas, apartando en demasía hojas y tallos que cubrían el ambiente.

— ¿Qué sucedió? —preguntó uno de ellos; una chica de gorra y coleta marrón.

— Por poco y este chico muere.

— ¿Yo? ¡Pff, por favor! Tenía todo bajo control —mentí. ¿O sí estaba todo bajo control?

— Bueno, como sea... —un sujeto de mata esmeralda me miró con atención— Debemos seguir.

En ese momento, me di cuenta de que a uno de ellos lo conocía, y era el sujeto que no había hablado: Shigeru.

— Soy Shigeru —el sujeto, cuando intercambió un par de miradas conmigo, se presentó como si no nos conociéramos.

— Gold.

— White —intervino la muchacha, sonriendo— Y él es N.

— Sí, como sea —dije tratando de evitar el tema— No tengo tiempo para presentaciones.

— De hecho, todos ya nos hemos presentado —rió Brock.

— Sí, sí, pamplinas. Estoy algo ocupado —dije, yendo hacia cualquier lugar, intentando apartar hojas de mi camino.

— ¿Hacia dónde vas? —me interrogó la muchacha.

— Sólo falta un nivel para el mundo aural. Estoy en busca de sus mazmorras.

— Qué curioso —Shigeru se acercó hasta mi posición—, nosotros también.

— ¿Y qué esperan? —le pregunté, ansioso— La mazmorra no se encontrará sola.


Próximo capítulo: Traición Celestial